delia espinoza

Es inaceptable la intromisión política por parte de la fiscal Delia Espinoza, quien pretende prohibir la participación de Fuerza Popular y el partido de Carlos Álvarez, y es un ejemplo preocupante de la politización de las instituciones estatales, sobre todo de la Fiscalía.

La justicia se supone que debe ser un árbitro imparcial, por encima de las batallas políticas, pasiones y rencores. Lo que estamos viendo en el Perú, sin embargo, es una perversión de esa función crucial. Bajo el liderazgo de Espinoza, la Fiscalía ya no parece perseguir la justicia, sino una agenda política.

Usar mecanismos judiciales para deslegitimar a partidos políticos cuando estos caen dentro del espectro democrático constituye una violación flagrante del principio fundamental de pluralismo que debería subyacer en cualquier sociedad libre.

Este tipo de acción daña la confianza de los ciudadanos en las instituciones y revela a la Fiscalía como una herramienta de la batalla política. La persecución selectiva en lugar de hechos concretos y probados parece seguir más una guerra de desgaste entre facciones políticas que no sirve al interés de nadie, ya sea del país o de la justicia misma.

Es urgente que la sociedad peruana reflexione sobre el grave riesgo que representa dejar que la Fiscalía sea un agente más en la dinámica de la política en clave partidaria. La independencia de los jueces no es meramente un rasgo indispensable del camino constitucional, sino un vehículo en el que la democracia emergerá inalterada, intacta; en una palabra, inmaculada. De lo contrario, estamos en camino hacia un tipo de dictadura de la justicia, donde la ley es una herramienta de poder más que un guardián de derechos.

El dislate ha sido de tal envergadura que hasta un organismo neutral como Transparencia ha señalado -y coincidimos- que “la decisión de la Fiscalía de investigar a partidos políticos inscritos, teniendo como única base una denuncia particular resulta peligroso para la democracia y atenta contra la independencia del proceso electoral recién convocado”.

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Son dos las tareas fundamentales que le corresponde ejecutar a la flamante fiscal de la Nación, Delia Espinoza. Primero, hacia afuera, la defensa de los fueros institucionales frente la arremetida política del Congreso. Segundo, hacia adentro, limpiar la casa de malos fiscales que han pervertido el buen quehacer deontológico al cometer excesos impunemente.

Hay una fábrica de falsos testimonios de colaboradores eficaces o aspirantes a serlo, al gusto del prejuicio o las rencillas de algunos fiscales, como está sucediendo con Eficoop y la fiscal Marita Barreto, quien a pesar de haber sido suspendida, sigue manejando los hilos del equipo y se ha dedicado a tomar venganza de sus críticos manipulando a diversas personas, como Jaime Villanueva, a que diga lo que quieren que diga e impute falsedades, a cuenta de evitarle el temido ingreso a la cárcel que le correspondería por los delitos confesados y por la falta de pruebas que ha otorgado para todos sus dichos, que hasta el momento no pasan de ese nivel.

De otro lado, la politización de la tarea fiscal es evidente en casos como LavaJato, donde se ha inventado cargos penales para justificar investigaciones sin sentido desde un inicio y que pronto, cuando pasen a la esfera judicial, demostrarán su levedad.

Delia Espinoza tiene que reconstruir la Fiscalía radicalmente y enmendar los rumbos tomados. Tarea descomunal la que le espera a la nueva Fiscal de la Nación. El Ministerio Público se ha convertido en un superpoder que aplana honras e inventa delitos, al son del humor del fiscal de turno, sin importarle el daño reputacional, los costos personales de los imputados y el tiempo enorme que se gasta en defenderse de cargos insostenibles.

La democracia requiere que el Ministerio Público recupere su solvencia profesional y se ponga punto final a la politización y la perversión profesional de malos fiscales. Ojalá la nueva titular de la entidad sepa aquilatar los desafíos que tiene al frente y actúe con celeridad.

La del estribo: merece teatro lleno en todas las funciones que restan, la obra María Estuardo que se presenta en el ICPNA de Miraflores, bajo la dirección de Alberto Isola y las actuaciones brillantes de Alejandra Guerra y Ximena Lindo. Es, sin duda, la mejor puesta en escena del año que pronto culmina y va hasta el 8 de diciembre. Entradas en Joinnus

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