Los coros de quedadores y botadores se agitan y agitan, pero no logran ilusionar a muchos fuera de grupos con intereses y obsesiones desconectados de las preocupaciones y esperanzas de los ciudadanos en general, que deben seguir su camino en medio del desorden y el ruido. Hasta el momento ni siquiera muestran la sofisticación y eficacia cuya falta se sacan en cara unos a otros, quedando en un empate de incapaces e impotentes. Tampoco ofrecen liderazgos inspiradores con propuestas coherentes —de derecha, izquierda o centro— que vayan más allá de ¡te vas!, ¡me quedo!, ¡te boto!
No me extraña la frecuencia con la que escucho a muchos, jóvenes, pero no solamente ellos, con tantas ganas rabiosas de irse a otro estadio o quemar el actual.