Dina Boluarte

[ENTREVISTAS] Ha pasado un año de la salida de Pedro Castillo de la presidencia y el final de un ciclo marcado por decisiones cuestionables, ¿por qué Dina Boluarte hasta ahora no ha podido sacar al país de ese camino de incertidumbre y constantes crisis?

Lo único que demuestra el gobierno de Dina Boluarte es que es algo que se preveía desde el gobierno de Castillo. No fue una elección en la cual el ganador reflejaba un equipo de trabajo con ambiciones de ganar. Lo que tenemos es la consecuencia de eso y, además, a través de la vicepresidencia  no hubo esfuerzos previos por armar un plan sólido. Boluarte sólo quiere ser presidenta y se respalda en un operador político que es Otárola. Sumado a eso, es difícil conseguir ministros que puedan darle solidez al gobierno. Qué persona competente en su sector va a aceptar quemarse en un gobierno que no tiene idea de lo que está haciendo. En el fondo, quien está gobernando es el Congreso y el de Boluarte es un gobierno de piloto automático y muy autoritario.

Sin embargo, en los últimos años, los gobiernos de Martín Vizcarra y Francisco Sagasti lograron un considerable respaldo por parte de la población pese a llegar al poder de forma inesperada, ¿por qué el de Dina Boluarte no pudo ser un caso similar?

Hay que diferenciar los procesos. Sagasti entró y dijo que era un gobierno bisagra que se quedaría un año en el que se enfocarían en tres puntos fundamentales. Además, Sagasti tenía experiencia como gestor público y eso le permitió dar la sensación de durar poco y hacer cosas básicas. El caso de Vizcarra es muy parecido al de Boluarte en términos de proceso. Si bien no dinamitó el gobierno de Kuczynski,  se puso de lado y cuando las papas quemaron dijo aquí estoy yo. Pero Vizcarra tenía la experiencia como gobernador regional de Moquegua, una experiencia bastante positiva por lo que pudimos conocer. En el momento en que Vizcarra asume, sí se puede sentir que por lo menos había participado de un proceso en que sí había una lógica detrás. Boluarte venía de ser funcionaria pública de un rango bastante menor, una militancia política relativa y el único cargo de gestión que tuvo fue conducir un club departamental que no se asemeja a un gobierno regional ni a una alcaldía distrital.

¿No marca una diferencia importante que Dina Boluarte tiene al Congreso a su favor?

Discrepo en que ella tenga a favor al Congreso. Ella está en favor del Congreso y eso la hace parecer, ante la opinión pública, como una persona incompetente. Si sigues los discursos de Boluarte, sólo sabe decir dos o tres cosas. La primera es quiere un gobierno de paz y unión nacional, lo que es una respuesta de concurso de belleza; la segunda es que son estrictamente respetuosos de la institucionalidad y de los derechos humanos, no hace falta hacer un  fact-checking para saber que eso es una burla, y lo tercero es esta victimización al decir atacada por ser mujer. Este gobierno puede sobrevivir, pero de ahí a representar un proyecto es bastante difícil.

Algunos sectores políticos, como el fujimorismo, tienen presente a Martín Vizcarra en sus discursos, ¿se le podría considerar como un actor político vigente que podría tener chances de volver a la presidencia?

Ha sido el último presidente que se acercó al registro histórico de aprobación en el Perú. Fue alguien que pudo capitalizar una demanda y tuvo una coyuntura, la pandemia, que le permitió hacer eso. Antes del vacunagate había llevado un manejo de gobierno que parecía eficaz y eso es una amenaza para el proyecto fujimorista. Lo que vimos con Vizcarra es nada parecido a lo que vimos en los últimos treinta años, porque lo logró desde el gobierno con una gestión de crisis con la pandemia que, pese a lo que significó el vacunagate, los muertos y las decisiones ridículas, la gente apoyaba. La conferencias que daba los miércoles tenían rating. Supo cambiar el estilo de comunicación y llegada con la gente desde un lugar de poder y eso es algo peligroso para sus enemigos políticos. Si tuviéramos que hacer una elección hoy, no tengo ninguna duda que Vizcarra pasa a segunda vuelta.

Según la última encuesta de Datum, el Congreso tiene una aprobación de 7% y Dina Boluarte apenas llega al 9%, ¿por qué pese a un marcado descontento no hay movilizaciones grandes?

Tengo tres hipótesis. En 2020 tuvimos una gran manifestación contra Manuel Merino. Se salió a las calles y se logró el objetivo que era sacar a Merino. Pero luego de Sagasti vinieron otros como Castillo y Boluarte. Entonces el tema es que se logra sacar a un presidente y luego viene más de lo mismo. La gente se pregunta, cuál es el costo beneficio si luego viene la misma masa de siempre a complicarme la existencia. La segunda hipótesis tiene que ver más allá de la ineficacia de la acción, tiene que ver con la oferta política. No hay una relación entre el sentimiento antisistema y la apuesta por quien lo puede resolver. No se quieren adherir a ninguno porque todos parecen lo mismo. Una tercera es que cada vez es más evidente que más gente siente que lo que pasa en política no los afecta y se preguntan por qué comprometerse en una pelea de blancos, por llamarlo de una manera. Somos un país que ha perdido la fe en lo colectivo.

¿Por qué no se ve unión entre las manifestaciones de Lima con las del resto del Perú?

Ocurre que no hay referentes que puedan albergar un estado de ánimo colectivo. Dentro del mismo movimiento de protesta no existe una posición mayoritaria. Están los castillistas con los institucionalistas y están los que es consideraron más importante que se vaya Boluarte y los que recién ahora reaccionan. Mientras no haya una cohesión en dos o tres ideas claras, esa oposición va a ser un chiste. En el fondo lo que terminan transmitiendo ante la opinión pública es que no vale la pena.

¿Puede deberse a que la oposición de otras regiones no se siente representada por la limeña?

Lo que he podido ver es que fuera de Lima tampoco hay un movimiento tan cohesionado con una plataforma clara. Hay movimientos regionales que tienen demandas, la parte del agro y también los de la minería . Hay una serie de elementos que no necesariamente se concatenan como para decir que hay un movimiento fuera de Lima tan homogéneo. Además aunque son más nutridos que en Lima e involucran más compromiso, no termina de ser masivo ni generar un espacio sino que termina siendo uno que pone en jaque por dos o tres días una ciudad y luego se diluye. No creo que fuera de Lima haya un solo movimiento. Lo que sí creo es que no hay posibilidad de conciliar a Lima con el interior porque el tema es muy emocional.

Acorde a las últimas encuestas, el Congreso parece incapaz de levantar su porcentaje de aprobación, ¿por qué a los parlamentarios parece no importarles la desaprobación si esto podría repercutir en los votos que obtengan sus partido en una próxima elección?

El objetivo de un congresista no es ser popular sino promover una agenda. La mayoría de partidos que lleva gente al congreso no son partidos que históricamente tengan una proceso de construcción de ideología y a partir de eso un plan que suma militantes. Normalmente son construcciones en torno a personas. La lógica de un congresista no está tanto en pensar en un proceso de largo plazo sino en cómo acomodar las cosas que le permite generar leyes a favor de ellos. Por otro lado, la inmovilidad de la calle les permite seguir en eso.

Tras el triunfo del libertario Javier Milei en las elecciones de Argentina, varios políticos peruanos, como Patricia Chirinos y Alejandro Cavero, han empezado a imitar su discurso anti casta, ¿observa a alguna figura de la política nacional capaz de capitalizar el descontento de los peruanos con la clase política?

No. Todos van a ser grandes caricaturas. A Milei le reconozco una dosis de autenticidad y eso el electorado lo percibe. Acá no siento que algo así vaya a pasar. Yo tengo la hipótesis que la candidatura de Keiko Fujimori terminó de morir cuando dio el debate frente al penal de mujeres, apareció su hermano Kenji y se abrazaron. En ese momento que Keiko iba subiendo en las encuestas cae de nuevo y pierde las elecciones. Porque la gente vio eso y pensó que era una candidata que no tiene ningún problema en vendernos una telenovela que no es cierta. Con el fenómeno Milei, todos quieren copiarse un estilo que en el Perú no tiene mucho sentido. Además, creen que copiar sus estilo es ser más grosero, pero se distingue muy rápido cuando una actitud es forzada. Jaime Bayly representaba un poco eso del loco pero autentico. El problema es que acá sí tienes el sesgo de pituco y Bayly jamás hubiera sido presidente.

En los últimos meses se ha visto que personajes como Roque Benavides, Carlos Neuhaus y Carlos Añaños han mostrado interés por involucrarse en política, ¿la imagen del presidente empresario puede ser atractiva para el electorado nacional?

El votante no es estático. Esa idea del presidente empresario tenía más correlato hace unos cinco o seis años. Eso creo que es lo que finalmente termina llevando a Pedro Pablo Kuczynski, como persona y partido político, al poder. Pero hoy día estamos ante otros retos. La exigencia para un candidato hoy no pasa por el lado del éxito empresarial sino por alguien con el norte claro con respecto a seguridad, relaciones internacionales, cierta lógica de mano firme y cómo se va a comportar con otros poderes del Estado. Los grandes temas que movilizan son la inseguridad ciudadana y como frenar la recesión.

Se ha visto que en las elecciones de países considerados progresistas, como es el caso de Argentina, ha existido un fuerte cuestionamiento a los derechos humanos, ¿también será un tema central en un país conservador como Perú?

El tema va a pasar más por mostrar a los derechos humanos como el monstruo progresista y que el día que no existan vas a poder salir a trabajar tranquilo, sacar la pistola y matar al ladrón. Si logran generar ese vínculo, estamos muertos a nivel de garantía. Si logran relativizar la defensa de los derechos humanos y ubicarlo como el enemigo a vencer versus seguridad y economía, entonces hay una oportunidad para eso movimientos. Pero si siguen viéndolos como algo de caviares va a ser un discurso con el que alguna gente podrá empatizar pero que no tiene ningún sustento.

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[REPORTAFUR] Un oscuro bloqueo que promovió el gobierno de Pedro Castillo y que ahora continúan la presidenta Dina Boluarte y el premier Otárola con una observación a la medida de intereses económicos privados.

Esta devolución están parando y postergando indefinidamente la masificación del gas y su verdadero sentido social para convertirlo en un gran negocio para los concesionarios.

Eso es jugar abiertamente contra los peruanos humildes.

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[ENTREVISTAS]  El 5 de abril de 1993, a un año exacto del auto golpe de Alberto Fujimori, un grupo importante de políticos “jubilados” antes de tiempo por el régimen autocrático y jóvenes contestatarios formaron el llamado Foro Democrático del Perú, que le dio batalla política e ideológica durante el resto de la década al fujimorato. Entre los jóvenes integrantes del colectivo estuvo desde 1996 el ingeniero Juan Sheput Moore, quien posteriormente fue consejero presidencial de Alejandro Toledo y ministro de Trabajo del gobierno de este último. Invitado permanente a paneles de radio y televisión, columnista en diarios y semanarios, Sheput nos dice aquí cómo ve al país en estas horas difíciles.

Ingeniero Sheput, usted siempre ha estado pendiente de los zigzagueos del poder, de sus idas y venidas, ¿por qué cree que el poder político nacido hace un año es puramente reactivo, no acierta una, no la achunta, como dicen los chilenos?

Porque hay tres componentes fundamentales. En primer lugar, ha asumido protagonismo nacional una generación que está más preocupada por sus seguidores en las redes que de los problemas del país; en segundo lugar, es gente sin experiencia, independientemente de la edad que tiene y que ha encontrado en la política una vocación tardía, me refiero precisamente a los generales y almirantes que no tienen la menor idea de lo que es la política; y, en tercer lugar, el grave error de algunos políticos de bajar a ligas inferiores, como Rafael López Aliaga y César Acuña, dejando al país sin oposición, por lo tanto sin liderazgo en el antagonismo que siempre se necesita en política.

Usted que es un viajero constante a Colombia, un país de enorme potencial económico y con varios polos de desarrollo además de Bogotá, ¿por qué cree que sus ciudadanos eligieron a Gustavo Petro, un marxista de ideas trasnochadas?

Bueno, porque simplemente ahí hay una fuerte institucionalidad; eso me recuerda a un chiste británico que dice: “¿qué pasaría si una manada de monos toma la totalidad de los ministerios, y, obviamente, uno de ellos asume la responsabilidad de ser Primer Ministro?”. Y los británicos contestaron: “¡nada!”. “¿Por qué?, les repreguntan”. “Pues porque hay instituciones, y eso es independiente de las personas”. En el caso colombiano hay una serie de posiciones, algunas muy fuertes en el ámbito ecológico, en la igualdad de género, en respeto a las minorías, y, sobre todo, a las etnias, a las más vulnerables, que han calado muy fuerte en la juventud; y en ese sentido, la izquierda, independientemente de las ideas trasnochadas que puede tener en materia económica, tiene mucha llegada con la juventud que es mayoritaria en el país, y de ahí es que cada cierto tiempo, sobre todo en Bogotá, ganen la alcaldía y otros puestos de elección popular personas muy vinculadas a la izquierda. No nos olvidemos que el propio Petro fue alcalde de Bogotá, la capital colombiana. En esa ciudad de características muy especiales, en los últimos 23 años ha habido un predominio de alcaldes de izquierda, entonces eso irradia al resto de la República. Es más, la presidencia de Gustavo Petro está controlada por un Senado opositor, por los representantes -que es como llaman a los diputados- y por la Corte Suprema. Hay oposición, una muy fuerte oposición, y, sobre todo, una institución presidencial compuesta por los expresidentes que son la conciencia crítica del mandatario y todos han sido formados en las mejores escuelas de gobierno de Estados Unidos y Europa. Acá no, acá todos nuestros expresidentes están presos, han pasado una temporada en la cárcel o esperan sentencia para ingresar a una celda. Entonces no hay un alter ego, no hay una conciencia crítica. En ese sentido, Colombia es muy diferente al Perú.

¿Cuál es su opinión sobre la excarcelación del expresidente Fujimori, porque la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH) ha sentado una posición contraria sobre ello, pareciera que no le perdonan al expresidente haber casi erradicado el terrorismo de nuestro país?

Yo creo que acá uno de los grandes errores del Perú es que el debate se ha vuelto casi totalmente jurídico y no político, vemos en diversas instancias que los que pelean en los medios de comunicación son los abogados y no los políticos como corresponde. Los abogados creen que la realidad se puede cambiar a punta de leyes, y si no está en la ley no se puede cambiar; los políticos muchas veces tienen que actuar en favor de su responsabilidad y en un marco legal mucho más amplio y se olvidan por eso que acá la institución del indulto es política, es una decisión del presidente de la República indultar a alguien, es una institución ciento por ciento política y por lo tanto en ese contexto se tiene que ver sí Pedro Pablo lo otorgó y el Tribunal Constitucional lo ratificó no tiene que haber pedidos ni de disculpas, ni resarciones económicas porque eso es mirar el reglamento y la ley y no mirar el contexto político que acompañó la decisión de Kuczynski.  Y además como bien se ha señalado y siguiendo en lo político hay decisiones en otros países de gente que ha preferido la gobernabilidad antes que la sugerencia o mandato de la Corte, un caso específico es Chile con el presidente Lagos que cuando le exigían que metiera presos a los militares incluyendo Pinochet, él dijo: “Primero está la gobernabilidad de Chile”, y no les hizo caso esas son decisiones políticas otra cosa que acá en el Perú no haya temperamento político ni calidad en los políticos  ni convicción para poder hacer eso.

¿Y sobre la posición de la Corte IDH, respecto a la excarcelación del expresidente Fujimori que abre una polémica con el Perú?

Las discusiones a nivel de la Corte IDH son discusiones de Estado, vale decir, el individuo no es la persona sino la entidad jurídica llamada Estado, es decir allí el individuo, no es la persona sino la entidad jurídica llamada Estado, por lo tanto, nuestro representante fundamental es el canciller en este caso el señor Javier Gonzáles Olaechea que es el que debe dar las explicaciones de la decisión del gobierno peruano ante la Corte, inclusive se ha solicitado un informe que tiene que elaborar el Ministerio de Justicia que se ha canalizado a través de la cancillería, un elemento que podría utilizar el señor canciller es el de complementar la posición peruana con representante de la sociedad civil o de partidos políticos, es una decisión que él podrá tomar, pues así, como los sectores opuestos al indulto viajan permanentemente a Washington para hablar de su incomodidad respecto a esa posibilidad ahora ya ejecutada, igualmente podría ir la parte peruana o la parte interesada a justificar  el indulto de Alberto Fujimori, es una cuestión de cómo se enfrenta y creo yo que tiene que ser colectivamente.

¿Con ese tema pendiente con la Corte IDH, existe la probabilidad de que el expresidente Fujimori regrese a la cárcel?

Siempre existe esa posibilidad, no solamente con la CIDH sino lo que pueda dictaminar la Corte Suprema, por eso yo no creo en elementos victoriosos, la lucha recién empieza, por eso señalaba que el problema no es tanto el indulto sino el día después, ya el 18 de diciembre el presidente tiene que acudir a un juicio oral en el cual se va a ver el caso Pativilca, entonces la situación de tensión permanece, por eso vuelvo a indicar, el tema es estrictamente político no es un tema jurídico y de la forma cómo se comporte el Gobierno y el fujimorismo y aquellos aliados o personas que han complementado el trabajo del fujimorismo en este proceso de indulto de eso dependerá la libertad de Alberto Fujimori, es evidente que la víctimas las ONGs y los partidos de izquierda van hacer lo imposible para que se revierte la situación de Alberto Fujimori.

¿De presentarse Keiko Fujimori a las próximas elecciones, cree usted que tenga alguna posibilidad de ganar?

Sí, yo mantengo mi posición que en política no hay imposibles y también creo que la cantidad de veces que alguien postula no dice absolutamente nada en relación a un eventual triunfo electoral, si no habría que preguntarle a Lula o a Pepe Mujica cómo a pesar de sus debacles políticas obtuvieron finalmente sus triunfos electorales. Todo depende básicamente del contexto, la decisión de postular no se da 2 años antes sino en el momento y dependiendo del contexto, yo no estoy dentro de aquellos que dicen que ya Keiko se tiene que mantener al margen de cualquier proceso electoral yo no creo en eso con ningún actor político, para mí no existen muertos ni jubilados en política. En estos momentos el fujimorismo es la fuerza más ordenada y disciplinada de este Parlamento de eso no hay ninguna duda, y además abona en favor de Keiko Fujimori el declive de César Acuña y de Rafael López Aliaga, ambos decidieron jugar en líneas menores, en lugar de constituirse en líderes de la oposición se convirtieron en toca puertas de la Presidenta para terminar pidiendo presupuesto. La historia dice que ningún alcalde se convierte en presidente y Rafael López Aliaga lo sabía porque como alcalde se convierte en subordinado del presupuesto nacional, no se puede pelear con el presidente no puedes y ahora vemos que ni siquiera puede conformar un buen equipo, entonces no solamente hay limitaciones políticas sino también limitaciones en la gestión; no es lo mismo ser un gran empresario o un buen empresario que un gestor público son lógicas distintas, así de simple.

¿Como entiende usted lo que está pasando en la Junta Nacional de Justicia (JNJ); estamos hablando quizá de una lucha de posiciones ideológicas a través de unas instituciones tambaleantes?

Es un poder en declive que esta enquistado en la Junta Nacional de Justicia que se niega a perder el poco poder que le queda, ellos saben perfectamente que no tienen la fuerza que antes tenían que venía básicamente del apoyo que le daba el sector progresista y obviamente lo que hay ahí es una guerra por permanecer en esa hegemonía, y como es un tema complejo detrás de ellos hay ONGs, estudios de abogados, sectores políticos, sindicatos, que no sólo están en la JNJ, sino en otros estamentos como el Poder Judicial por ejemplo, es una forma de consolidar posiciones, de tener poder de tener influencia de lograr fallos a favor, entonces definitivamente están perdiendo esa hegemonía y eso los obliga a hacer este tipo de ataques para permanecer ahí y sacar a quienes le sean incómodos.

Sobre la suspensión de la Fiscal de la Nación Patricia Benavides

En el caso de la Fiscal de la Nación ya no me asombra el doble estándar de la Junta Nacional de Justicia quienes se indignan si el Parlamento empieza una investigación sumaria contra ellos o contra la señora Zoraida Ávalos, por la cual inclusive salieron al frente y, por otro lado, empiezan un proceso sumarísimo súbito contra la fiscal Patricia Benavides, es por eso que no tienen credibilidad, por la forma distinta cómo se comportan ante hechos similares. En el caso de Zoraida Ávalos, avalan y asumen su defensa, en el caso de Patricia Benavides la condenan de antemano en el caso de ellos mismos argumentan que el Congreso no los puede investigar que no pueden avalar un proceso sumario y en el caso de Patricia Benavides empiezan un proceso sumarísimo y en 72 horas sobre la base de unos pantallazos suspenden a toda una Fiscal de la Nación, es por eso que creo yo que se tiene que reorganizar la Junta Nacional de Justicia y el Congreso por otro lados está demostrando su ingenuidad una vez más, en política la debilidad nunca termina de pagarse, el Congreso pone la otra mejilla en el caso de la Junta Nacional de Justicia y esta les responde suspendiendo a Patricia Benavides, es parte de la ingenuidad que reina que habita en los parlamentarios actuales.

Podría reflexionar sobre el porqué de la salida de Pedro Castillo antes de cumplir año y medio en el poder, si tenía 44 votos que impedían su destitución en el Congreso y contaba con una altísima aprobación en el sur del país.

En el caso de Pedro castillo lo que sucede es que empezó a cometer actos de corrupción en un contexto de deterioro económico que los convertía en un personaje insalvable. La corrupción hace que la persona piense más en su supervivencia que en los problemas de la gente. La corrupción, por ejemplo, desatada en el año 2000 era la que impulsaba al régimen fujimorista a ir por una re-reelección, la corrupción es la que obligaba a Vizcarra a mantenerse en el cargo y hacer un golpe interno, y en este caso la corrupción de este señor el temor de que su familia empiece a ir presa, lo llevó hacer un golpe que lo convirtió en indefendible, y, por otro lado, como los 44 parlamentarios de Pedro Castillo más la diferencia tienen como objetivo fundamental sobrevivir al año 2026, entonces la lealtad era a su curul  y a su quincena más que a Pedro castillo, es la más volátil de las lealtades, entonces cuando vieron peligrar su remuneración  y su beneficio entonces no dudaron en traicionarlo.

Como ve las próximas semanas y meses en nuestra política nacional, ¿cree que Dina Boluarte podrá llegar por lo menos en cuidados intensivos al relevo constitucional de 2026?

No, Dina Boluarte es tan poca cosa en política, que no se da cuenta que su principal escollo es el señor Alberto Otárola su principal lastre, yo nunca he visto tanta inexperiencia política como la que encarna Dina Boluarte, creer que una persona que tiene menos popularidad que ella le va a servir de soporte hasta el año 2026 es realmente algo ingenuo. El señor Otárola no tiene dimensión ni respeto político, y él es el que debería abrir esta oportunidad para el Gobierno, cada vez que declara el señor Otárola su declaración sale en la página 10 del periódico en una pequeña esquina, esa es su dimensión política inclusive la presidenta de la República puede dar un mensaje a la nación hoy y mañana no tiene ninguna importancia y no le mueve un dedo a la gente, la señora Boluarte no se da cuenta que la única manera de reflotar es poniendo un gabinete de primer nivel y si ella quiere que se vaya dos años de viaje y que deje al gabinete que conduzca los problemas del país hasta el año 2026, pero como no piensa hacer eso sus posibilidades de sobrevivencia van a ser mínimas, el Congreso no la va a sacar, ella va a tener que renunciar porque el Perú en un contexto de crisis institucional, económica y delictiva pues simplemente se va a convertir en inmanejable, dos años y medio es demasiado para seguir con el mismo orden de cosas.

¿Esta crisis institucional de la que me habla cree usted que genere en la próxima campaña electoral un fenómeno Milei como el que vimos en Argentina?

No, no creo yo que la derecha se convierte en opción porque la gran mayoría de peruanos cree que la derecha está gobernando, y eso es un error de la derecha torpe que en estos momentos está en el Parlamento. Yo tengo oportunidad de conversar con muchos medios de provincias en forma diaria y el sentimiento en el interior del país en buena parte inclusive del sector limeño cree que gobierna la derecha, porque la derecha es la que soporta a Dina Boluarte, la derecha es la que tolera gente como Otárola o el Ministro de Defensa que es otro incompetente y la derecha es la que sale en su defensa, basta con ver las declaraciones de Rafael López Aliaga para ver cómo blinda permanente tanto a Otárola como a la señora Boluarte, entonces en el péndulo electoral mayores posibilidades va a tener la izquierda sin ninguna duda y va a venir acompañada esa opción de izquierda con la convocatoria a Asamblea Constituyente, ese es el gran error histórico que está cometiendo la derecha en estos momento por su poca capacidad intelectual y política.

Usted ha sido congresista, ¿cuál es su opinión sobre el Congreso actual?

Yo no podría catalogarlo como el peor Congreso porque esa etiqueta se les da a todos los congresos y eso es mundial, pero yo sí creo que es el Congreso más despreciado, tanto se le desprecia que a la gente le ha dejado de importar, actúan con una desfachatez impresionante priorizando beneficios económicos por encima de los intereses de la patria y se han convertido no en transformadores de la realidad que le corresponde a un Parlamento, es un Congreso formado por 130 opinólogos que no tienen ninguna fuerza política para transformar el rumbo de los acontecimientos. No será el peor Congreso porque eso se les atribuye a todos, pero si será el más despreciado sin ninguna duda de este siglo.

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[AGENDA PAÍS] Hoy, 7 de diciembre de 2023, celebramos, sí, celebramos, le gesta ciudadana que impidió que el entonces presidente Pedro Castillo, ejecute el golpe de estado anunciado en su mensaje a la nación. Esa emocionante y espontánea proeza impidió que el golpista y su familia se asilen en la Embajada de México, lugar al cual se dirigía la hasta entonces, comitiva presidencial; acción que finalmente llevó a su destitución y apresamiento.

Si bien la vicepresidenta Dina Boluarte formaba la plancha presidencial con Pedro Castillo, esta asunción constitucional al poder de la flamante presidenta Dina Boluarte fue tomada como una nueva luz en el oscuro horizonte que el país divisaba.

Pero pronto, las fuerzas radicales azuzadas por mensajes de subversión del círculo más cercano de Castillo y otros que se adelantaron a este acontecimiento, como Aníbal Torres y su ya famoso “correrán ríos de sangre” ante una eventual destitución presidencial, condujeron a violentas protestas ciudadanas que terminaron con un trágico saldo de más de 60 compatriotas muertos incluyendo miembros de las fuerzas del orden.

Así empezaba el gobierno de Boluarte, con un gabinete integrado por profesionales de calidad, pero con una mochila pesada de llevar.

Los primeros meses transcurrieron en relativa calma, poco a poco se vio a la presidenta Boluarte con más seguridad y aplomo, sin embargo (en paralelo) un aire de desconfianza, no solamente al gobierno, sino a las instituciones en general, comenzaba a germinar.

Actualmente la inversión privada está en sus niveles más bajos, el PBI alrededor del 0% cuando países vecinos están entre 2% y 3%, y todo esto aunado a un deterioro de las principales instituciones del estado como el Congreso (8% de aprobación), un Poder Judicial siempre cuestionado por corrupción, la JNJ y su eterno conflicto de interés y ahora, el último eslabón que sostenía la cadena de la institucionalidad, el Ministerio Público.

Los peruanos nos estamos autodestruyendo. No estamos viendo el bien común sino los intereses particulares de grupos afines (económicos o políticos) e incluso intereses individuales en detrimento de la población.

Así, enfrentados los unos a los otros, en lo que más parece una guerra entre mafias, ¿Es posible tener una visión de país?

La situación que vive el Perú es tan enredada, que muchos congresistas consideran que no tienen legitimidad para hacer reformas y así llegar a las comicios del 2026 con reglas que nos permitan una mejor elección de nuestras autoridades como por ejemplo: bicameralidad, distritos uninominales en la cámara de diputados, renovación por tercios de congresistas, implementar las PASO o algún sistema que filtre el número de partidos políticos en las elecciones generales y que resguarde a la ciudadanía de candidaturas de delincuentes, etc.

En estos tiempos se vuelve a tocar la alarma del adelanto de elecciones, ya sea por iniciativa del Congreso o por una desprendida renuncia de la presidenta. Pero esto, en vez de arreglar el problema, lo agrava, porque seguimos con los mismos vicios de siempre y peor aún, con una reforma política obtusa que desincentiva las candidaturas congresales al proponer listas rígidas, olvidar los distritos uninominales y fomentar la discriminación al forzar la paridad en vez de privilegiar el voto popular.

Este congreso es el que todos hemos elegido, nos guste o no. Le corresponde hacer las reformas políticas necesarias para llegar al 2026 con una mejor base que nos permita una elección decorosa y representantes no solamente con capacidades, sino también, con probidad.

Es momento de que los distintos movimientos ciudadanos democráticos insistamos en las reformas políticas necesarias para que esta nación en formación llamada Perú no sucumba ante la tentación de liderazgos populistas, de izquierda o de derecha, que nos hundirían aún más en el caos y la desesperanza.

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[PIE DERECHO]  Hoy se cumple un año de la gestión del peor gobierno -después del de Pedro Castillo- desde que volvimos a la democracia el año 2000. Dina Boluarte ha hecho méritos propios para colocarse en ese escalafón por su medianía y falta de perspectivas.

Primero, porque no albergó siquiera el anhelo de emprender alguna gran reforma. En su defensa muchos señalan que no tiene capital político, al no contar con bancada congresal, pero la verdad de los hechos es que cuenta con el respaldo incondicional de la coalición derechista parlamentaria, así que bien pudo coordinar para desplegar, junto a aquella, alguna reforma estructural, de las tantas que se necesitan en el país. Pero de ello nada.

Y si nos retrotraemos a la gestión menuda, propia del quehacer gubernativo de cualquier gestión que asuma el poder en el país, allí tampoco el balance arroja cifras positivas para Boluarte. Eran tres las tareas primordiales que Palacio debía acometer: la crisis económica, la inseguridad ciudadana y la prevención del Niño. Y en las tres sale desaprobada.

En materia económica la inversión privada y la confianza empresarial se han ido al hoyo, y el titular del MEF, de peso político mediano, aparenta no saber qué hacer, creyendo, al parecer, que un shock de inversión pública es capaz de revertir los malos resultados.

En los asuntos vinculados a la seguridad ciudadana, la cosa no solo no ha mejorado un ápice desde que Boluarte asumió el poder hace un año, sino que ha ido para abajo, llegándose a niveles de inseguridad y anarquía estatal nunca antes vistas en nuestra historia republicana. Y al respecto -lo mismo que en materia económica- el gobierno da muestras claras de no tener la menor idea de qué hacer.

En el caso de la prevención del Niño, la única buena noticia es que algunos indicios científicos parecen arrojar la perspectiva de que no será tan fuerte como se temía. Pero sería una gracia divina que ello pueda ocurrir porque lo cierto es que la estrategia del gobierno es una coladera presupuestal que anticipaba ineficacia (apenas un porcentaje mínimo de los dineros destinados a ello han sido efectivamente invertidos).

Lo peor de todo -disculparán la terca insistencia en el tema- es que esta mala gestión le abre las puertas a la izquierda radical para el 2026, como ya algunas encuestan pronostican, con la complicidad de un centro y una derecha pusilánimes que, por lo pronto, no saben tomar distancia del descalabro gubernativo vigente.

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Las gestiones mediocres de Dina Boluarte en el Ejecutivo y de Rafael López Aliaga en la municipalidad de Lima, están socavando los activos que la derecha debería capitalizar para el 2026, ante el desprestigio de la izquierda por su labor de comparsa del calamitoso régimen de Pedro Castillo.

Es claro que los conceptos de izquierda y derecha pueden ser diáfanos para un analista político o un politólogo, pero son imprecisos y difusos para el ciudadano común, y en esa medida, las encuestas que miden ello deben ser tomadas con pinzas, pero es una constante, en todas las encuestas, que la mayoría del país se define de centro, seguido de la derecha y muy por detrás de la izquierda.

Hoy, la situación sociopolítica del país se debería mostrar propicia para un candidato de derecha o de centroderecha. Según todas las mediciones de la opinión pública, el principal problema nacional es el de la delincuencia, y en esa dimensión, la derecha brilla por una imagen de mayor eficacia respecto de la izquierda, a la que, más bien, se la ubica más cerca del desorden y del caos.

Los candidatos que lo sepan aprovechar capitalizarán votos. No deja de ser llamativo, sin embargo, que ninguno del proscenio oficial de líderes de este sector del espectro ideológico diga algo al respecto. Carlos Álvarez, con mayor perspicacia que los políticos profesionales, ha hecho del tema su caballito de batalla para ingresar a la arena política (aún no se sabe si electoral).

Lamentablemente, un gobierno al que la población identifica como de derecha, sobre todo por su pacto con este sector en el Congreso y la aquiescencia del sector empresarial a su favor, no sabe qué hacer al respecto, y una gestión edil que prometió el oro y el moro en materia de seguridad ciudadana y no está haciendo nada, mellan esa imagen proseguridad que la derecha cuenta entre sus activos naturales.

La torpeza de la derecha le está abriendo el camino, no a la izquierda, sino a algo peor, a un antiestablishment impredecible y altamente riesgoso, por las consecuencias sociales, políticas y económicas que podría tener dicho desenlace de plasmarse en la próxima contienda electoral.

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A nadie debería sorprender que Dina Boluarte siga creciendo en sus niveles de desaprobación. Según la última encuesta de Ipsos, publicada en Perú21, llega ya a 83% y solo la aprueba el 10%. Y según Datum, en encuesta publicada hoy en El Comercio, la desaprobación es mayor, llegando al 84%.

Ya no se le puede atribuir semejante rechazo a la conducta represiva desatada luego de haber asumido el mando, en respuesta a la violencia callejera desatada en su contra.

Dicho resultado es producto de la parálisis del régimen respecto de la solución de problemas como la recesión económica o el crecimiento de la inseguridad ciudadana. Y al respecto, poco pueden hacer los ministros de Economía y Finanzas o el de Interior, si trabajan para un gobierno jaloneado por fuerzas políticas diversas.

Dina Boluarte escucha en la mañana al premier Otárola, al mediodía a su hermano Nicanor y en la tarde a la derecha congresal. Y a los tres les quiere hacer caso. Es un gobierno tricéfalo, enredado en un juego de poderes que lo lleva a la inacción.

La presidenta está obligada a no pisar callos congresales (ofrece la cabeza de su canciller para que le autoricen un viaje, a esos extremos se ha llegado), a permitirle a su premier Otárola manejar las riendas oficiales del Estado y, al mismo tiempo, a dejarse influir por su asesor político en la sombra, el hermanísimo.

El problema, por supuesto, no es que haya parcelas del poder alrededor de Palacio. En todos los gobiernos siempre ha habido facciones enfrentadas entre sí, que han disputado la mayor o menor influencia respecto del gobernante. Es hasta saludable que ello acontezca porque de esta competencia surge, por lo general, un tablero de herramientas más rico para quien detenta el poder final de decisión.

El problema es cuando este entrecruzamiento de presiones, lleva a la parálisis, como es el caso. La presidenta gasta más energía en tratar de largarse de viaje que en resolver los acuciantes problemas que debería enfrentar. De su liderazgo depende, en gran medida, el éxito que puedan tener sus titulares del MEF y del Interior, quienes tienen entre manos los dos problemas más graves del momento.

A falta de operadores políticos eficaces, es Palacio y, particularmente, la presidenta, quien está obligada a jugar un rol administrativo de los asuntos públicos. Y eso es lo que no está ocurriendo, generándose el vacío que la ciudadanía intuye y que se refleja en las encuestas citadas.

 

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[PIE DERECHO] La sensación ciudadana respecto de las estrategias del gobierno para combatir a la delincuencia es de absoluta desafección y rechazo. La última encuesta de Datum, publicada hoy en El Comercio, así lo constata.

El 94% considera que no hay ningún cambio luego de que el Ejecutivo decretara estados de emergencia en varios distritos del país; el 83% desaprueba la labor de Dina Boluarte en la lucha contra la inseguridad; el 58% de la población no confía en el trabajo de la Policía Nacional; el 43% señala que él o algún familiar ha sido víctima de algún acto delincuencial en los últimos tres meses; y, lo que es abrumador, si el 67% consideraba que el inoperante Castillo no tenía una estrategia para garantizar la seguridad ciudadana, ahora, un superlativo 78% estima que el gobierno de Dina Boluarte no la tiene.

Estamos perdiendo la batalla contra el crimen organizado. El Perú se está pareciendo cada vez más a países donde las bandas criminales ya gobiernan las calles impunemente. Y la ciudadanía es consciente de ello, es un problema que genera un estado de ánimo corrosivo y destructivo de la confianza social.

Allí radica, tal vez, lo más peligroso del problema, en las consecuencias psicosociales y políticas que esta sensación produce. La “mano dura” represiva gana terreno en los discursos políticos, el populismo penal crece, y la búsqueda de un salvador fuera del establishment se acrecienta.

La delincuencia pone en entredicho la vigencia del Estado de derecho, las bases del propio contrato social y alimenta la narrativa antisistema que ya por otras razones (crisis económica, desprestigio de la clase política) se refuerza en el país.

El gobierno de Dina Boluarte, con su probada mediocridad para resolver los principales problemas del país (recesión e inseguridad ciudadana), es el mejor aliado de los disruptivos radicales que se asoman en el horizonte electoral. Una razón de peso para justificar la salida política de un recorte de su mandato y un adelanto de las elecciones. Mientras más tiempo pase sentada en Palacio va a ser más difícil revertir esa narrativa.

La del estribo: notable la obra de teatro dirigida por Mariana de Althaus, La vida en otros planetas, que retrata el drama que es la educación pública en el Perú. Con las formidables actuaciones de Alaín Salinas, Conny Betzabé, Godo Lozano, Herbert Corimanya, Marisol Mamani y Muriel García, va hasta el 17 de diciembre en el ICPNA de Miraflores. Imprescindible documental que no se puede perder. Entradas en Joinnus.

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Desafección Ciudadana, Dina Boluarte, Encuesta Datum, Estado de Derecho

Si escala la denuncia de anoche del programa Cuarto Poder, respecto de beneficios insólitos a visitantes de la casa del hermano de Dina Boluarte, Nicanor, como ha sido el caso del alcalde de Nanchoc (provincia de San Miguel, en Cajamarca), Nixon Hoyos, cuyo municipio, luego de visitar el domicilio del hermanísimo, recibió la friolera de injustificados 20 millones de soles, habiendo municipios más grandes que recibieron menor suma de dinero, nos podríamos enfrentar a una situación similar a la que agobió al régimen de Castillo cuando se descubrió su despacho paralelo en el jirón Sarratea.

Ya se sabía desde hace tiempo que el hermano de la presidenta ejercía un poder político mayor al que su condición le concedía y que, inclusive, se permitía disputarle cuotas de poder al premier Alberto Otárola, con quien no se llevaría muy bien y con quien más de un encontronazo se habría generado.

Resulta increíble, por cierto, que la primera mandataria, Dina Boluarte, no parezca haber aprendido de la experiencia reciente de su antecesor y cometa el mismo error de permitir la injerencia de personajes en la sombra, fuera del organigrama del poder, en decisiones de gobierno.

¿Podría ser causal de vacancia? Si se descubren más hechos, sí. Y al Congreso no le debiera temblar la mano y a las temerosas y miopes cúpulas empresariales no debería asustarles que eventualmente se produzca un recorte precipitado del mandato y el respectivo adelanto de elecciones.

La mediocridad del régimen es galopante y está colocando los cimientos para que el 2026 aparezca un candidato radical disruptivo. Dina Boluarte no va a remontar la pendiente del descrédito y, por lo que se ve, no le interesa hacerlo.

Un adelanto de elecciones convendrá al sector que va del centro a la derecha, porque el desprestigio del gobierno -identificado por los sectores populares como una coalición derechista- drena sus posibilidades electorales. Y, además, tendría el efecto virtuoso de reducir la baraja de candidatos que se asoman en el sector (hoy, hay al menos 21 en plan de postular), permitiendo así que alguno de ellos, o dos si fuera el caso, pasen a disputar la jornada definitoria.

Si la corrupción se enseñorea de la administración Boluarte y la toca a ella directamente, es mejor cortar por lo sano, y acabar con esta agonía de un establishment que sólo está generando una agudización de la crisis política, económica y social.

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