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Elecciones

[ENTREVISTA] En esas semanas en las que la candidatura presidencial de Pedro Pablo Kuczynski estaba en su peor momento y el asesor político cubano Mario Elgarresta le tiraba la puerta a Peruanos por el Kambio, acusando a la cúpula del partido de ‘grupo politiquero que era la perdición de Kuczynski’, unos alumnos de Aguiar le presentaron a Mercedes Aráoz para que le dijera qué se podría hacer para reflotar esa campaña. Meche Aráoz conversó con Maxi, que era como lo llamaban sus amigos, coincidieron en el diagnóstico de los problemas de la campaña, simpatizaron inmediatamente y se lo presentó a Kuczynski. Acto seguido, Maximiliano Aguiar, llamado Maxi por los amigos, se incorporó al equipo de campaña de Peruanos por el Kambio (PpK), cuyo jefe era el expresidente regional moqueguano Martín Vizcarra. Varios testigos del primer encuentro entre Aguiar y Vizcarra aseguran que desde ese momento hubo un clic, constituyéndose el argentino en un hombre cercano al candidato a la primera vicepresidencia de PpK. Tan cercano que, una vez que Kuczynski pasó a la segunda vuelta con Keiko Fujimori, y que Susana de la Puente, Lady Su, tomó el control absoluto de la campaña, contratando al español Jordi Segarra como asesor de Kuczynski, Vizcarra, jefe de la campaña, pero sin mando ni comando, mantuvo a Aguiar a su lado.

Lo demás es historia harto conocida: Kuczynski ganó la segunda vuelta, Susana de la Puente consiguió el poder y Vizcarra obtuvo como premio consuelo el Ministerio de Transportes y Comunicaciones, hasta que tuvo que marcharse a Canadá como embajador.

Hasta marzo de 2018, cuando Martín Vizcarra asume la Presidencia de la República, se sabe poco de Maximiliano Aguiar; aquí intentaremos conocer qué tareas realizó al lado del presidente Vizcarra y qué piensa de la política y de los políticos de nuestro país y del suyo.

En unas semanas, la Argentina podría tener la posibilidad de emprender un proceso de cambio económico, cuyo primer paso sería ponerle un freno a la inflación, pero los siguientes tendrían que ver con múltiples factores, a saber, existencia de subsidios indiscriminados, de deudas públicas impagables, de sindicalistas voraces y de empresarios mercantilistas, ¿qué apoyos políticos tendría que convocar Milei entre los peronistas menos ortodoxos para realizar una parte de su oferta electoral?

En primer lugar, lo que hay es un proceso electoral en el cual podría haber un cambio político, porque ese proceso electoral aún no tiene resultados; en el caso de que Milei ganara -más allá de toda la cuestión valorativa que usted hace en la primera parte de su pregunta-, la realidad nos dice que cualquiera de los tres candidatos que consiguiera el triunfo tendrá desafíos enormes: como una inflación galopante, peor que todas las inflaciones anteriores, una Argentina empobrecida y una Argentina enormemente endeudada, con el agravante de que quien asuma no tendrá una mayoría parlamentaria, es decir, con una crisis económica que desde 2001 no ha llegado a esos niveles y con una escasa cantidad de herramientas políticas para llevar adelante las medidas que tiendan a modificar esa situación. Los desafíos serán múltiples y las herramientas serán bastante acotadas, con lo cual más allá de la crisis actual se prevé que la Argentina podría tener una crisis peor que la actual, sea cual fuere el resultado de las elecciones de octubre.

Si Milei ganara y no consiguiera realizar alianzas en pro de la gobernabilidad con los sectores -si los hubiera- menos estatistas del peronismo, su fracaso será visible más temprano que tarde, ¿qué tendría que hacer para ganar tiempo mientras consigue frenar la inflación y lograr los acuerdos con los organismos multilaterales que lo ayuden a revertir la situación económica actual?

El peronismo no es anti estatista por principios, el anti estatismo vendría a ser el liberalismo; como digo, estamos suponiendo que gana Milei, cosa que todavía estaría por suceder, porque ha quedado bien posicionado de cara a las elecciones generales, pero nada asegura que va a obtener la victoria: es una figura con posibilidades de ganar, pero todavía no ha ganado. A ver, primero este es un juego de tres actores que usted lo plantea como un juego de dos, es un juego de tres, no de dos, un actor es el justicialismo que tiene diferentes vertientes, una es la vertiente kirchnerista, que es la dominante, por lo menos en este momento, pero tiene también un grupo de gobernadores con poder territorial que no responde al kirchnerismo de manera directa, un segundo actor es Juntos por el Cambio, que tiene diversos partidos, como el Pro de Macri y la histórica Unión Cívica Radical, que trabajan como un interbloque. Ambos, el justicialismo y Juntos por el Cambio tienen fuerzas legislativas importantes, y, en el caso hipotético que ganase Milei, tendrían que generar una serie de acuerdos, para adentro y para afuera. Como la Argentina es un país federal, donde hay una gran dependencia de las provincias respecto de los fondos estatales, tendrían que hacerse una serie de acuerdos con los partidos o sectores que conforman los bloques justicialistas y de Juntos por Cambio. Múltiples y simultáneos.

Dejemos por un momento el futuro político argentino y fijémonos en el pasado reciente del Perú, por lo tanto, quisiera que me diga cuál fue su verdadera función durante la presidencia de Martín Vizcarra, toda vez que durante los dos años y medio del gobierno vizcarrista, incluidos los meses de aislamiento general por la pandemia, su nombre fue primero susurrado y luego ultra conocido en el Perú por su rol de asesor en la sombra del expresidente.

Usted no me adelantó que fuera a haber preguntas sobre ese tema. Hay un montón de prejuicios en todas las preguntas que me hizo antes, no porque dijo los gremialistas malísimos y no sé qué, bueno, son valoraciones que yo respeto, pero separo la pregunta de la afirmación. Primero, yo no estuve durante la pandemia, yo fui asesor de Vizcarra, eso es público y notorio, no hay ninguna sombra en eso, lo que hay detrás de eso es un ataque político -no suyo, por cierto-, básicamente en el intento de crear un personaje malvado, donde lo qué hay es un portador de servicios. Fui asesor de Vizcarra en la primera etapa de su presidencia, volví a la Argentina unos días antes del inicio de la epidemia por un evento familiar, tal como figura en un libro de la época, me quedé en casa sin poder regresar y luego presenté mi renuncia formal al cargo de asesor en comunicaciones de la Presidencia del Perú.

Maximiliano Aguiar ha asesorado campañas presidenciales, regionales y locales en Argentina Chile, Ecuador, Perú, Venezuela, Costa Rica y República Dominicana.

Con las tendencias políticas existentes, y con cargo a trasmitirle en unos meses la misma inquietud, ¿hacia dónde cree que se inclinará la mayoría electoral peruana, a la derecha como en la Argentina o a la izquierda como en el Perú?

¡Uf! Muy buena pregunta, muy difícil de responder, porque lo cierto es que justamente la inestabilidad política peruana y la fragmentación política peruana hacen que los resultados electorales sean de muy difícil pronóstico, digo, si usted me hubiera hecho esta pregunta cuando faltaba el mismo tiempo que falta ahora para las próximas elecciones, que ni siquiera sabemos cuándo van a ser, pero antes de la asunción de Castillo, seguramente no hubiera nombrado a Castillo y, probablemente, no hubiera nombrado a la izquierda, creo que en el contexto de fragmentación como el que existe en el Perú es difícil hacer un pronóstico respecto hacia dónde va a virar. Creo que la crisis de gobernabilidad de la presidencia de la señora Boluarte tiene que ver con el hecho macizo que, a pesar de haber sido elegida en la fórmula presidencial de Castillo, ella está haciendo lo opuesto a lo que hacía Castillo y la legitimidad de origen de su gobierno ha sido abandonada: ella ha abandonado el mandato dado por las urnas. Por la debilidad de sus instituciones democráticas y la (casi) inexistencia de los partidos políticos se hace difícil predecir lo que podría suceder en un corto plazo en el Perú.

Teniendo en la línea telefónica a un consultor político de las grandes ligas es inevitable preguntarle por su colega ecuatoriano Jaime Durán, quien convirtió a un empresario y ex presidente de Boca Juniors en el primer presidente de derecha de la Argentina en más de medio siglo, ¿fue esa hazaña tanto o más grande que la que usted logró en el referéndum peruano de 2019 con un 85 por ciento de los votos a favor de Vizcarra?

En primer lugar, respeto muchísimo a Jaime, es un querido amigo consultor. Segundo, los consultores políticos tenemos una influencia más limitada de lo que se puede pensar que sucede en los procesos electorales, ni Macri ganó porque tenía al lado a Durán Barba ni el resultado de ese referéndum en el cual tuve participación absolutamente limitada fue un triunfo mío. En el caso de Macri, la propuesta de Jaime Durán Barba llega cuando la Argentina se está moviendo hacia la derecha; en el mío, no hubo campaña a favor de las reformas, porque así funcionan los referendos.

Usted debe ser uno de los pocos conocedores absolutamente imparciales de la esencia y de la argamasa de esa coalición ciudadana que derrotó tres veces a Keiko Fujimori y entronizó por descarte a Humala, a Kuczynski y a Castillo, ¿a quién cree que apoyaría esa coalición en una no negada cuarta postulación de Fujimori: a un izquierdista o a un fenómeno ultra derechista como Milei?

Después de la experiencia del gobierno de Castillo, entiendo que debe haber algún nivel de resistencia en el Perú a un candidato de esas características. Yo no estoy siguiendo de cerca la política peruana, no estoy trabajando ahí en este momento para decirlo con claridad, pero cómo soy un estudioso de lo que sucede en los diversos países de Latinoamérica y en particular en el Perú, al que le tengo un afecto enorme, entiendo que lo que sucedió con Castillo debe haber dejado un nivel de recordación negativo. Ahora bien, no estoy seguro que sean los conceptos de derecha y de izquierda los que van a definir la votación final en el Perú, porque primero hay que ver si se presentará Keiko Fujimori, luego, si la señora Fujimori se presenta, hay que ver cuál es la potencia que tiene la dicotomía fujimorismo-antifujimorismo, es decir, si es igual a la que tenía hace 15, 10 o 5 años atrás. Y, finalmente, si Keiko Fujimori no se presenta hay que ver cuál será el eje central de la lucha por el poder, a saber, derecha versus izquierda, conservadurismo versus progresismo o Lima versus provincias.

¿Sabe usted cuáles son los planes del expresidente Martín Vizcarra, toda vez que tiene una inhabilitación para ejercer o para postular a un cargo político durante los años que nos separan de los próximos comicios?

Los desconozco. Yo ya dejé de trabajar con Vizcarra hace mucho tiempo, por lo cual creo que más bien tendría que preguntarle a él mismo.

– ¿Le quedó algún sinsabor de esa época?

No, fue una experiencia dura, intensa, digamos como suelen ser las experiencias laborales en mi profesión; además han pasado ya muchos años y yo he seguido realizando consultorías en diversos países. La verdad es que me queda un enorme cariño por el Perú, un conocimiento mucho más profundo que el que tenía cuando comencé a trabajar ahí hace muchos años y una pena profunda por el derrotero político que ha tenido que padecer. Fue una experiencia enormemente vital, la sufrí, pasé momentos muy buenos y muy malos en ese país. La situación económica en la Argentina es terrorífica y en ese sentido me alegra que el Perú no tenga que atravesar por una crisis similar. Tengo muchos amigos que conciben las largas etapas que viví ahí, y lo repito: sigo ligado al país, porque es un lugar al que quiero mucho.

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Crisis económica, Elecciones, Marketing Político, Martín Vizcarra, Maximiliano Aguiar, Política Argentina

Muchos empresarios o líderes de opinión se han quedado tranquilos al conocer la última encuesta de Ipsos que refleja que un 21% del electorado se identifica con la derecha, un 48% con el centro y un menor 14% con la izquierda. Piensan que la mesa está servida y solo falta el candidato que enarbole correctamente las banderas centroderechistas para que se haga del poder en las próximas elecciones.

Craso error. Si uno analiza más en detalle la propia encuesta halla datos que apuntan, más bien, a una potencial aparición de un candidato radical, autoritario y disruptivo. En agosto del 2020, Ipsos hizo la misma pregunta de identidad ideológica y los resultados fueron muy parecidos y ya vimos cómo ganó las elecciones Pedro Castillo.

Así, preguntada la gente respecto del modelo económico establecido en la Constitución desde hace treinta años, apenas el 17% considera que ha sido un éxito, mientras que un grueso 67% lo considera un fracaso. Otra respuesta de graves connotaciones: el 90% de la población considera que el país está gobernado por unos cuantos grupos poderosos en su propio beneficio. Finalmente, por si quedaban dudas del sustrato emocional ideológico de las mayorías, apenas el 8% de la ciudadanía está muy satisfecho o más bien satisfecho con la democracia. Como colofón, el 65% considera que el Perú está retrocediendo, el mayor pesimismo desde los 90 (por eso la masiva migración de peruanos al exterior).

Si después de analizar esta encuesta, hay algún candidato de centroderecha que considera que la situación se presenta propicia, es un político limitado y miope. Ni siquiera el sustrato moralmente conservador de las mayorías populares anima algún optimismo, ya que las izquierdas radicales en el Perú suelen ser moralmente antiliberales.

El grado de descontento con el statu quo es de tal envergadura que cualquier candidato que sea identificado con aquel, partirá con una inmensa carga negativa de parte de la ciudadanía. Particularmente, cualquier candidato que defienda el modelo económico, la Constitución del 93 y las libertades económicas proinversión y proempresa.

Se vienen tiempos políticos difíciles. El periodo Castillo-Boluarte no es solo un bache temporal que luego será superado y que volveremos a la “normalidad”. Todo apunta a que la cosa va para peor.

La del estribo: agenda teatral nutrida: hoy en la noche Un monstruo viene a verme; domingo 1, Esperanza, domingo 8, Metamorfosis, luego viaje a ver teatro todos los días en Buenos Aires, y retoma de agenda limeña el domingo 29, con El hombre que corrompió a una ciudad. Buen teatro en Lima. Vayan a verlo.

 

 

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Descontento político, Elecciones, Encuesta Ipsos, Izquierdas radicales

[AGENDA PAÍS] La victoria de Javier Milei, político libertario, frontal y disruptivo del partido La Libertad Avanza, en las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) en Argentina, donde cada partido elije a su candidato presidencial, ha causado conmoción tanto en el país gaucho como en toda América y Latina, y por supuesto, en el Perú.

Es impresionante la cantidad de información en WhatsApp, en las demás redes sociales y en programas de televisión y radio en señal abierta, donde tanto periodistas, influencers, políticos y ciudadanos están manifestándose tanto a favor como en contra del sorpresivo Milei.

Con su peinado rockero de los 80’s, un discurso sin pelos en la lengua, por momentos soez, y propuestas más que disruptivas como la eliminación tanto del Banco Central de Argentina como de más de la mitad de los ministerios que conforman la actual inmensa administración pública de ese país, ha logrado que 30% de los argentinos, hartos del status quo, de la crisis eterna y del discurso vacío, se arriesguen, con entusiasmo, a una nueva y totalmente diferente opción. Como que ya no habría nada que perder.

Milei enfrentará en octubre próximo a Patricia Bullrich, candidata del Macrismo de centro-derecha del partido Juntos por el Cambio y a Sergio Massa, del partido oficialista Unión por la Patria, para determinar quiénes, solo dos, pasarán al balotaje final.

Esta situación me recuerda a la campaña electoral que se vivió en el Perú en 1990. Veníamos del desastroso primer gobierno de Alan García, con una hiperinflación galopante y Sendero Luminoso a las puertas de Lima. Si bien en la Argentina actual no hay terrorismo, el gobierno Kirchnerista aplicó la misma receta que Alan I (control de precios, control de la moneda, gasto público excesivo) para lograr el mismo resultado, alta inflación, destrucción del peso argentino y mayor pobreza.

En la primera vuelta de las elecciones de 1990, un renovado Mario Vargas Llosa, en plenitud de su madurez literaria y política, enarboló la bandera de la libertad lanzándose a la presidencia con un plan de shock económico, duramente atacado por los opositores que financiaron una contra campaña de miedo a lo propuesto por el escribidor. Algo parecido está sucediendo en Argentina en contra de Milei.

Por otro lado, un chinito anti-establishment, Alberto Fujimori, con un discurso de cambio (pero gradual), y haciendo gala de su sencillez manejando un tractor, sorprendió a todos llegando al segundo lugar con 29%, muy cerca de un decepcionado Vargas Llosa que no superó el 33%.

“Yo soy el no shock” decía Fujimori. Y con ese paraguas de campaña, episodio del bacalao incluido, ganó la segunda vuelta con un contundente 62.5%. El resto es historia.

Ya sentado en el sillón presidencial, al constatar la magnitud del problema de la hiperinflación y reservas negativas, opta por un shock económico, aquel anunciado por el premier Hurtado Miller que luego de dejarnos atónitos con la enorme subida de precios que se venía, concluyó con “que Dios nos ayude”.

El caso argentino puede tener un final similar. El miedo que los opositores van a desencadenar atacando las políticas de Milei puede tener un efecto en el electorado sobre todo si el candidato libertario pasa a segunda vuelta.

Entonces, también recordemos al candidato Ollanta Humala del 2011, rojo en primera vuelta, rosadito en la segunda con su Hoja de Ruta. Si Ollanta insistía en su plan original, probablemente no ganaba.

Milei es hábil. Está bien asesorado política y publicitariamente, pero un tema que él y sus asesores tendrán que definir, es que, si con el mismo discurso agresivo y disruptivo que probablemente lo lleve a segunda vuelta, podría también ganar la presidencia.

Que Dios los ayude.

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Alan García, Argentina, Elecciones, Javier Milei, Patricia Bullrich

Parece sensata la preocupación de la presidenta Boluarte por recomponer presencialmente la figura del país a través de la diplomacia presidencial (sin soslayar los cuestionamientos constitucionales que existen respecto de sus anunciados viajes al exterior), pero pareciera que el orden de prioridades palaciegas anda un poco de cabeza.

Antes que ir a Brasil, Europa o Estados Unidos, Dina Boluarte debe poder ir a Cusco, Ayacucho o Puno, entre otras regiones, donde en estos momentos su presencia es inadmisible. No es aceptable que haya localidades del país a las cuales la primera mandataria no pueda siquiera acudir.

El sur andino es el más refractario a la presencia presidencial. Razones de sobra existen. Y no se ve del lado del régimen un proyecto de recomposición política al respecto. Se ha hablado de una suerte de plan Marshall. Nada de nada. Vinculación política directa con las autoridades locales. Tampoco nada. Políticas de reparación a los deudos de las víctimas. Menos.

Es clave, en términos políticos, que el gobierno logre esa reconciliación. Si se mantiene la situación como está, el sur andino va a votar en bloque por una opción radical de izquierda, con lo cual aquella tiene asegurado su pase a la segunda vuelta. Y conocido el ánimo antiestablishment de gruesos sectores de la ciudadanía, es probable que se repita el fenómeno Castillo. Y esta vez, con mayor presencia o mayoría congresal, asegurando así que se pierda el país democrático y el régimen económico en menos de un lustro.

A la propia Boluarte debería interesarle que eso no ocurra. Si le sucede un gobierno de esas características, conocida la ineludible influencia de Palacio en el Ministerio Público y el Poder Judicial, lo más probable es que la dupla Boluarte-Otárola termine en prisión.

Si es auténtico el giro a la derecha del gobierno, a una derecha mediocre y sin luces, pero derechista, con mayor razón debería tener en claro que no es posible dejar el sur andino librado a esta suerte de emulsión radical creciente que se aprecia. Se necesita de un gran operativo sociopolítico y económico para remediar ese problema. Y ello debería ser prioridad política número uno, muy por encima de los arrellanados viajes al exterior.

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Elecciones, Política, Prioridades, Reconciliación, Riesgo Electoral, Sur Andino

[AGENDA PAÍS] Las próximas elecciones de la mesa directiva del congreso 2023-2024 es un adelanto de lo que pueden ser las elecciones generales del 2026, con muchos intereses individuales, otros mercantilistas y ninguna pasión por lo que realmente nos debería mover, que es el bienestar de nuestros compatriotas.

Actualmente, existen 13 grupos parlamentarios más el de no agrupados, es decir, una representación fraccionada donde prima la sobrevivencia política, “niños“ y “niñas”, “mocha sueldos”, cómplices impunes del golpista Castillo y una minoría de congresistas decentes y consecuentes con sus ideales.

Los bailes y enamoramientos para integrar la próxima mesa directiva ya se están dando. En ese coqueteo, se está plasmando una alianza entre la centro-izquierda y la izquierda radical, la cual sería liderada por Waldemar Cerrón de Perú Libre e integrada también por Luis Aragón de Acción Popular, flamantemente designado como representante en la mesa directiva por parte de su bancada.

Esta lista de izquierda (intransigente, achorada y antidemocrática), de ganar la elección de la mesa directiva, tendría en sus manos la agenda política del congreso, pudiendo priorizar proyectos de corte populista afectando aún más la economía del país e incluso, intentar un camino hacia una asamblea constituyente.

El peligro no acaba en este control de proyectos sino también, que ante una poco probable y no deseada renuncia o vacancia de Dina Boluarte, tendríamos en la presidencia del Perú nada menos que a Waldemar Cerrón, hermano y mano derecha del condenado por corrupción Vladimir Cerrón, líder del partido Perú Libre, con consecuencias que son fáciles de imaginar.

Es por ello imperativo que las fuerzas democráticas del congreso puedan desprenderse de sus intereses particulares y consensuar una lista para la mesa directiva donde encontremos parlamentarios probos y capaces de llevar un período anual del congreso con visión de país y en beneficio de todos los peruanos.

Congresistas como Gladys Echaíz de Renovación Popular, Patricia Juárez de Fuerza Popular, Alejandra Tudela de Avanza País, Eduardo Salhuana de APP y Carlos Anderson de los no agrupados (en caso se modifique el reglamento o se una a una bancada), son opciones que pueden devolver al congreso un poco de la prestancia perdida estos últimos años y permitan priorizar proyectos y reformas políticas imprescindibles, así como asegurar una transición constitucional, de llegarse a ese extremo.

El último mes de mayo hubo una caída de la producción en el Perú de -1.4% llegando a -0.4% para los primeros 5 meses del año, lo cual significa que estamos a puertas de una recesión que incrementará, sin dudas, la pobreza que ya viene en aumento sobre todo en las zonas urbanas.

El Perú necesita recuperar la confianza en sus autoridades, no podemos caer en más incertidumbres con una mesa directiva de izquierda radical y populista en el congreso que espantaría aún más a los inversionistas nacionales y extranjeros, y fomentaría protestas sociales de corte violento, como ya lo hicieron a principios de año.

Es momento de demostrar que las fuerzas democráticas del congreso pueden unirse desprendiéndose de ideologías y enfocándose en el bienestar de los ciudadanos. Este reto es un adelanto de lo que podría suceder en las elecciones generales de 2026 donde habrá más de 25 partidos políticos en el partidor y una necesidad de actuar de inmediato ante la amenaza que populistas radicales de izquierda tomen la mesa directiva del congreso y terminen destruyendo el país.

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Las críticas de Keiko Fujimori al gobierno de Dina Boluarte merecieron de la primera mandataria una respuesta modosa, tangencial, que bien valdría la pena, sin embargo, volver a retomar: la de adelantar elecciones, que el fujimorismo congresal se encargó de abortar.

No parece haber otra salida a la crisis. Algunos pensaban que lo mejor era esperar hasta el 2026, para fijar cierta estabilidad en el movedizo tablero político peruano o para que las fuerzas políticas nuevas tengan chance de inscribirse y expresar mejor el sentir ciudadano, que las actuales agrupaciones partidarias, pero la crisis política ha escalado y no solo no genera claridad respecto de su salida sino que sigue afectando enormemente a la actividad económica privada, que no suelta un dólar de inversión mientras subsista la precariedad política.

Un Ejecutivo inerte y un Congreso desmedido, son la fórmula perfecta para el desastre que hoy apreciamos, con ambos poderes del Estado desaprobados por la ciudadanía de manera abrumadora.

Con un adelanto de elecciones se produciría un “reseteo” político que, es verdad, podría llevarnos nuevamente al abismo castillista, pero también a la resurrección de una opción republicana liberal, de centroderecha, que corrija los entuertos que el Perú viene sufriendo desde el 2016, en materia política, y desde el 2000 en materia de reformas estructurales.

Cuando Martín Vizcarra, mucho antes de ser vacado, le ofreció al Congreso aprofujimorista de entonces que se vayan todos y se adelantasen las elecciones, era, claramente, la mejor opción y nos hubiera evitado todos los problemas posteriores (disolución del Congreso, vacancia de Vizcarra, etc.), pero el Legislativo se emperrechinó en sus curules y hoy vemos las consecuencias de ello.

Para ser sincera, la presidenta Boluarte debería no solo soltar una indirecta sino emprender una campaña política y mediática a favor del adelanto de elecciones generales, poner contra las cuerdas al Congreso (aún con los riesgos que eso implica) y que, con el aval mayoritario de la opinión pública -que en algún momento despertará de su letargo y la va a acompañar en ese propósito- logre obligar al poder de la plaza Bolívar a retomar el tema.

No se ve otra salida. El país no aguanta tres años más en esta zozobra sistémica. Es un error mayúsculo pensar que no hay crisis porque no hay convulsión social. El tejido social se está degradando hasta extremos que, mientras más dure el proceso, mayor será su explosión electoral.

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La buena noticia, sin embargo, es que la izquierda tiene casi una decena de candidatos en liza, que van a dividir su voto y tornarán difícil que vuelva a repetirse siquiera la figura de un outsider como Pedro Castillo, aunque la proliferación de candidaturas de centro derecha y derecha que se avecina es de antología y podría permitirle igual a la izquierda colarse entre los palos de la fragmentación derechista.

Una de las intenciones de la Comisión de Alto Nivel para la Reforma Política era que se fortalecieron los partidos y que ello tendría como base su reducción. La realidad ha terminado por sacarle vuelta a la voluntad reformista y asistiremos, atónitos, a una avalancha de candidaturas en las elecciones venideras, lo que de por sí ya augura un próximo quinquenio de inestabilidad política.

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Todo parece indicar que lo mejor que le puede pasar al país es que Dina Boluarte dure hasta el 2026, pero debe haber oposición recia y vigilante, no solo de un sector del espectro ideológico, que, por ende, será el único que cosechará eventualmente de ello. Sin caer en la irresponsabilidad demagógica de la izquierda, el centro y la derecha deben marcar la correcta distancia de un gobierno que muestra severas falencias y ausencia de perspectiva.

La del estribo: muy recomendable la obra El diablo, en base a un cuento de León Tolstói. Bajo la dirección de Mateo Chiarella y Lucho Tuesta, va en el teatro Blume, hasta el 26 de junio, de viernes a lunes. Entradas en Teleticket.

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No es un escenario catastrófico. Hace dos meses había 18 candidatos de centroderecha, cuya dispersión amenazaba con entregarle en bandeja el pase a la segunda vuelta electoral a un candidato de izquierda disruptiva, que se llevaría toda la bolsa poblacional izquierdista, dado el desprestigio enorme en el que se ha visto embarcada la supuesta izquierda moderada (Verónika Mendoza y adláteres).

Ojalá seamos testigos de una segunda vuelta entre dos candidatos de centro o de derecha, lo que aseguraría la continuidad del modelo económico, y se esperaría que las reformas urgentes (salud, educación, seguridad, descentralización, etc.) se empiecen a plasmar. En un ciclo virtuoso, con tranquilidad congresal (habrá que suponer que se ha aprendido la lección del 2016), el Perú podría dar vuelta a la página a la crisis política y la parálisis económica por la que discurre.

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