En esas condiciones es que ha habido —según Martuccelli— una revolución de la sociabilidad que cuestiona las jerarquías sociales y culturales. Vale decir, desde hace cinco décadas, entre las clases sociales, culturales, de edad, de género, entre otros, existe una expectativa de tratamiento más horizontal. Dicho tratamiento (que es una cuestión más de expectativa que de realización) se da en un contexto fuerte de desigualdad económica, aún no superada en nuestro país, que —en ocasiones— genera cierto tipo de fricciones, sin lograrse —a través de las instituciones— un trato más equitativo.
Son estas nuevas formas aspiracionales y las pragmáticas también que han venido formando parte de la ética del limeño actual. Ética que —en un horizonte de mediano o largo plazo (quién sabe)— encontrará un rumbo más o menos definido.