Formación docente

La formación docente no debe concebirse como una actividad que genere aprendizajes teóricos, sino como una que genere buenos hábitos y estrategias de enseñanza. El modelo a seguir es el del aprendizaje de un deporte, no el del aprendizaje de una ciencia. 

Con esto no quiero decir que los futuros docentes no deban aprender contenidos específicos (matemáticas, historia, química, etc.) Por supuesto que deben aprender estas materias en la medida en que se adecúen al nivel de los que serán más adelante sus alumnos. Pero los aspectos pedagógicos tienen que aprenderse no como algo teórico sino práctico. Los futuros docentes deben ser entrenados en pedagogía al mismo estilo de un deportista, con ensayos, repeticiones, y supervisión de cerca. 

Tanto en las carreras universitarias de educación, como en los institutos pedagógicos, e incluso en los talleres de formación docente, el énfasis se suele poner en la teoría pedagógica de moda, esperando que este aprendizaje puramente teórico sea suficiente para que los futuros docentes sepan cómo desenvolverse en las aulas. 

Esto no funciona así: no importa cuántas veces le digas a un profesor que es importante, por ejemplo, iniciar una clase generando un ‘conflicto cognitivo’ en sus estudiantes, si no los haces practicar, no van a hacerlo rutinariamente en sus clases. Así como un tenista no necesita aprender la física que describe el movimiento de una pelota de tenis, los futuros docentes no necesitan leer treinta páginas de Piaget: necesitan aprender lo básico y practicar hasta que las estrategias para generar dichos ‘conflictos cognitivos’ surjan de manera natural. Esto no se consigue leyendo, sino con ejercicios prácticos y con un entrenador que los vaya corrigiendo. Creer que un docente debe educarse como teórico de la pedagogía es tan absurdo como creer que se puede aprender tenis sentado en un sillón viendo videos.

Una hora de formación docente sobre este tema debería dividirse así: diez minutos en los que se explica qué es un conflicto cognitivo (a saber, cuando los estudiantes reconocen los límites de sus conocimientos previos y la necesidad de aprender algo nuevo) y por qué es importante; diez minutos en los que se ponen un par de ejemplos; y el resto del tiempo se hacen ejercicios sobre el tema en los que los futuros docentes generen ejemplos en grupo. ¡Y que la siguiente hora de clase se base en puros ejercicios también! 

Mi punto aquí es que los aspectos pedagógicos de la formación docente deben enseñarse con el objetivo de generar buenos reflejos pedagógicos en los futuros docentes (buenos hábitos), y esto solamente se consigue practicando de manera constante. 

Es más, incluso los aspectos de contenidos específicos (historia, física, etc.), al menos en el caso de los docentes de secundaria, deberían enseñarse como si fueran una clase de colegio, para que los futuros docentes experimenten por sí mismos, desde la perspectiva de los estudiantes, cómo deberían ser sus propias clases. 

Se repite hasta el cansancio que el aprendizaje debe partir de la experiencia, pero los formadores de docentes olvidan ellos mismos aplicar este principio.

* Manuel Barrantes es profesor de filosofía en California State University Sacramento. Su área de especialización es la filosofía de la ciencia, y sus áreas de competencia incluyen la ética de la tecnología y la filosofía de las matemáticas. 

Tags:

docentes, Educación, Formación docente
x