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Gobierno peruano archivos | Página 3 de 4 | Sudaca - Periodismo libre y en profundidad

Gobierno peruano

Hasta un par de semanas antes de las elecciones de segunda vuelta, yo no había decidido cuál de los dos candidatos quería que gane. Descontando a López Aliaga, Fujimori y Castillo me parecían las peores opciones para el país. ¿Pero cuál era peor? A mí me costó mucho decidirme. Y a pesar de que era muy difícil encontrar un espacio para discutir este tema sin apasionamientos, pude recopilar argumentos interesantes en favor de uno u otro candidato. En ese momento decidí analizar la situación dividiéndola por temas, y clasifiqué los diferentes argumentos de acuerdo con cada tema. Aquí les cuento cuál fue mi razonamiento, y en qué medida se ha modificado a la luz de los primeros meses de gobierno. Como verán no es nada muy sofisticado, pero es lo que me ayudó a decidir. 

Economía. Respecto al tema económico, un amigo economista me explicó clarito cómo el ideario programa era un tremendo despropósito. El hambre, como señaló RMP. El plan de Fujimori implicaba más estabilidad. El asunto clave era si Castillo iba a poder aplicar el plan de Cerrón. Aquí pensé que con un congreso en contra esto iba a ser difícil. Entonces decidí que en este punto Fujimori sería mejor, pero dada la oposición que enfrentaría Castillo, esto no sería un argumento decisivo contra él. 

Corrupción. Respecto a Fujimori, darle una oportunidad para que nos gobierne, con tremendo prontuario a cuestas, me parecía que iba a favorecer la impunidad. Por otro lado, Cerrón era un tremendo ladrón (con condena y todo), y era bien probable que la intención suya y de su partido (incluyendo a Castillo) fuera entrar a robar también. Por esa razón, se trataba de una decisión difícil. (¿Es mejor dejar que el mismo ladrón te robe de nuevo, o es preferible dejar entrar a un nuevo ladrón?) El apoyo descarado de la prensa a Fujimori me hizo pensar que Castillo recibiría un escrutinio mucho mayor, así que en este punto pensé que, a pesar de todo, sería mejor si ganara él. 

Salud. En plena pandemia, y con el proceso de vacunación en marcha, era claro que del nuevo gobernante dependería la vida de muchas personas. Fujimori y su equipo tienen experiencia de gobierno, pensé. Por lo tanto, no van a perder tiempo adaptándose, y van a continuar con el proceso de vacunación de manera relativamente competente. Castillo, por otro lado, era un total improvisado, y seguramente sería incapaz de realizar esa vital tarea con éxito. Durante varias semanas pensé que obviamente la mejor opción respecto a este punto crucial sería Fujimori. Pero luego me puse a pensar en cómo el sector político al que ella representa había cometido barbaridades tales como promover la ivermectina, o rechazar la vacuna de sinopharm, tomando ventaja de la pasividad mental de sus seguidores, quienes estaban dispuestos a seguirlos con los ojos vendados al abismo. Dos o tres intercambios de terror que tuve en diferentes redes sociales me alertaron del peligro que se vendría, y tenía que sopesar ese riesgo contra una posible iluminación del equipo de Castillo. Pero la verdad es que tomé la decisión sin mucha convicción. Y a pesar de que este era tal vez el factor más importante que considerar al momento de elegir, nunca llegué a decidirme del todo. Si este hubiera sido el único factor, creo que hubiera terminado decidiéndome por Fujimori (a pesar de que yo mismo he escrito a favor de la vacuna sinopharm, y en contra de la ivermectina). 

Autoritarismo. Otra preocupación era quién sería más autoritario. En este punto claramente Fujimori era el peligro mayor. Lo de convertirnos en Venezuela o en “un país terrorista” siempre me pareció absurdo (a pesar de que, efectivamente, había personas filosenderistas en Perú Libre). Fujimori tendría el apoyo de los militares, de la prensa, de los grupos de poder económico, y de la clase política. Castillo iba a tener todo en contra. Si bien había indicios autoritarios en su partido que pronosticaban que sí buscarían perpetuarse en el poder, pensé que sería mucho más fácil deshacerse de él que de Fujimori. Desde Toledo, hemos tenido presidentes que gobernaron cinco años y luego tuvieron que enfrentar a la justicia. Fujimori no cometería ese error. Aquí habría que escoger al más débil e incompetente, es decir, a Castillo. Además, faltando una semana para la elección, mi malestar frente a la campaña descarada del grupo El Comercio contra Castillo reafirmó mi idea de que Castillo iba a tener todo en contra. El Comercio no es Willax, pero no duda en willaxearse cuando lo considera necesario. En mi círculo cercano éramos muchísimos indecisos, y pude ver claramente cómo todos razonamos de manera similar: Fujimori tiene todo a favor, por lo tanto, es el peligro mayor (si esta evidencia anecdótica fuera representativa de un porcentaje significativo de indecisos (digamos, de unos 60mil), el grupo El Comercio habría sido la causa directa del triunfo de Castillo).

¿Cómo se han dado las cosas, a cuatro meses de la elección? Respecto a economía, se cumplió que el congreso y la prensa están de alguna forma conteniendo la realización de las ideas más absurdas de Castillo, al punto de haberlo hecho tomar distancia de Cerrón. En el tema de la corrupción, no puedo decir que los fuertes indicios de corrupción del gobierno de Castillo me hayan agarrado por sorpresa, pues en el Perú la premisa de partida es que los gobernantes van a robar. Pero de todas maneras es un triste espectáculo. A pesar de que se cumplió mi pronóstico de que habría un fuerte escrutinio de la prensa, confieso que no esperaba ver algo así (las reuniones en la casa, la plata en el baño) tan pronto. En el plano de la salud el gobierno de Castillo me ha sorprendido gratamente. No digo que todo esté bien, pero mis expectativas eran muy pero muy bajas. Haber continuado con éxito el proceso de vacunación ha salvado muchísimas vidas. Respecto a lo del autoritarismo y afines, al igual que todo el mundo yo también sabía de la presencia de filosenderistas en el partido, pero no me imaginé que Castillo sería tan descarado de poner a alguien como Maraví de ministro (de quien según varios medios habría indicios de no ser simplemente filosenderista sino de haber sido un terruco hecho y derecho). Sin embargo, sí se ha cumplido, hasta ahora, mi expectativa de que la presión política y mediática lo harían deshacerse de gente así. La campaña del fraude dejó en clara evidencia que a un buen sector de la prensa no le interesa tirar su prestigio, su cerebro, y su dignidad al inodoro con tal de favorecer a Fujimori, lo cual corrobora la idea de que, de gobernar, ella tendría demasiado poder.  

Hasta ahora no ha llegado el hambre (en el sentido de la predicción de RMP), ni nos hemos vuelto Venezuela, ni somos un país comunista, ni tenemos un gobierno autoritario. Más bien tenemos un presidente tan débil y torpe que es posible que lo vaquen antes de su primer año de gobierno. Esto, de por sí, se tira abajo más de la mitad de los argumentos que en su momento fueron los más populares para no votar por él. Aquí tiene que quedar algo claro: si terminan vacando a Castillo esto le daría la razón a las personas que lo eligieron como mal menor, como el más débil. 

“Pero Manuel, si sabías todo esto ¿por qué no lo publicaste antes? ¡Qué fácil es hacerse al analítico calculador cuando escribes después de los hechos!” 

Sí pues. Pero la verdad es que aquí simplemente estoy compartiendo el proceso de razonamiento que llevé a cabo para decidir quién prefería que gané. Yo no soy ni politólogo ni sociólogo, y la verdad es que nunca pensé que mis opiniones sobre este tema fueran muy relevantes. Además, todo esto lo dijeron otras personas en su momento, y muy poco de lo dicho arriba se me ocurrió a mí. 

Quisiera terminar señalando un par de pequeños puntos filosóficamente interesantes respecto a este tipo de razonamiento. Lo primero es que, al momento de hacer una predicción, uno tiene que establecer de antemano tanto las posibles condiciones futuras que nos darían la razón, como aquellas que nos refutarían (si vacan a Castillo, ¿esto le da la razón a los que votaron por Fujimori, o por Castillo?). Lo segundo es que debemos buscar comunidades de diálogo con gente que esté dispuesta a hacer este ejercicio, y luego analizar objetivamente si las predicciones se cumplieron o no. Esto nos ayuda a tener una brújula. Sin esto, andamos sin rumbo, guiados por nuestros prejuicios y emociones, cual gallinas sin cabeza que no aprenden de sus errores. 


* Manuel Barrantes es profesor de filosofía en California State University Sacramento. Su área de especialización es la filosofía de la ciencia, y sus áreas de competencia incluyen la ética de la tecnología y la filosofía de las matemáticas. 

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Gobierno peruano, Pedro Castillo

Se suele decir -desde la opinión pública y la academia- que los primeros meses definen el carácter del gobierno para los cinco años de gestión. Evidentemente, desde el Toledo hasta Kuczynski, se sabía -de acuerdo a esta premisa- cuál sería el carácter que asumirían estos presidentes para gobernar el país. 

En estos meses que Pedro Castillo viene asumiendo el ejecutivo hemos podido apreciar que el rumbo que tendrá este gobierno es de generar el camino hacia una Asamblea Constituyente. Se tiene de conocimiento que actualmente nos encontramos con una crisis económica que necesita ser reactivada, pero que hasta el momento no se han dado visos de poder enrumbarlo económicamente. 

Nuevamente vuelvo a la teoría. Desde la academia se sostiene que las instituciones tienen buen desempeño cuando florecen y se mantienen económicamente estables. Cuando hay crisis, las instituciones colapsan. Hasta la fecha y teniendo un contexto internacional favorable, el presidente Castillo no ha convocado públicamente a los capitales para mover la economía positivamente y así generar empleo y mover a la pequeña y media empresa. Hasta la fecha, el presidente Castillo -por errores propios y de sus aliados maximalistas de Perú Libre- no hace más que encerrar su discurso y su acción en prácticas de gasto social sin detenerse a pensar que todo gasto necesita de inversiones para poder sostenerse en el tiempo. 

Hasta la fecha, el presidente Castillo no da garantías de ir hacia una gobernabilidad que nos permita como país sensatamente recuperar el tiempo perdido por su antecesor Martin Vizcarra. Tácticamente, se da respiro al cambiar el gabinete para sostener el plan maximalista que aún tiene en mente. Sino apreciemos lo que sostuvo en Cusco hace dos semanas en la que dijo que seguía en marcha el plan de campaña electoral. 

Como señalé en mi columna pasada, son tiempos álgidos para la democracia del Perú. La oposición política hasta el momento es muy reactiva. Reacciona ante cualquier coyuntura que genera el gobierno. No proponen públicamente. Si bien no hay líder de esta parte del espectro político, deben ir hacia una agenda país (en economía, salud, educación y seguridad) que les permita redireccionar a un gobierno que no puede sostener una gestión pública y que está haciendo daño económica y socialmente al país. 

La oposición política tiene el gran objetivo, en estos tiempos complicados para el régimen, de establecer los candados constitucionales necesarios, establecer agenda país y generar vínculos con la oposición social en regiones para contrarrestar la única agenda del ejecutivo que tiene públicamente clara: gasto social para generar las condiciones de una Asamblea Constituyente.

 

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Gobierno peruano, Pedro Castillo, Plan de Gobierno

Cada nuevo gobierno que llega al poder realiza cambios en todas las instituciones. Ello es totalmente válido. Nuevo gobernante, «nueva» administración. Todos los partidos lo hicieron, iniciando por el segundo gobierno de Alan García, quien no dudó en llenar de militantes apristas cada rincón de TV Perú. La gestión de Humala hizo lo suyo y no dudaron en sentirse poderosos, al punto de humillar a diversos reporteros del canal del Estado.

Efectivamente, los ministros de Ollanta Humala miraban por encima del hombro a los periodistas del canal de los peruanos: Pedro Cateriano.

¿Cómo olvidar –YouTube guarda el registro– cuando reporteros de TV Perú intentaron realizar preguntas al exministro Pedro Cateriano, en vivo, y el ex aliado de la campaña de la señora K lanzaba miradas de desprecio y actitudes de hombre con poder? Todo televidente del canal de todos los peruanos pudo verlo. Don Pedro Cateriano no supo disimular o el poder lo embriagó.

En los pasillos de Tv Perú siempre se supo que Nadine Heredia contaba con una cobertura especial por parte del canal. Eso no es periodismo gubernamental. ¡Ni de lejos!

Ahora bien. Lo que viene para Tv Perú en la era de Perú Libre en el poder. No es muy distinto, es peor. No sólo porque van a instalar a sus amigos en el canal del Estado, sino porque no tienen cuadros capaces para dichos puestos. Hasta el momento, no tenemos un presidente ejecutivo del IRTP y el ministro de Transportes y Comunicaciones, Juan Silva Villegas, tuvo la osadía de quejarse sobre la línea informativa de TV Perú.

Es evidente que, para Perú Libre y aliados más fanáticos, la información que proporciona el canal del Estado y la opinión de sus trabajadores debe ser monolítica y alineada a los intereses del partido y del gobierno. ¡No hay forma, señores, de ninguna manera!

¿Qué pretende el gobierno de Castillo con declaraciones y actitudes que sólo demuestran sus raíces autoritarias? ¿Qué concepto tiene el partido de gobierno sobre la libertad de expresión como derecho fundamental? Soslaya que todo medio de comunicación, con clara oposición a su gestión, tiene el derecho de expresar su posición en temas políticos, y que los ciudadanos tenemos el derecho a la información, algo que este gobierno no tiene claro, y lo demuestra con la relación agresiva que mantiene con los diversos medios, incluso contra el canal de Estado.

TV Perú necesita una reingeniería. No podemos permitir que los gerentes o directivos del canal controlen y manipulen el trabajo de reporteros que deciden realizar preguntas importantes e incómodas a ministros que creen que el canal de Estado es la caja de resonancia para sus pésimas gestiones: preguntas que generan indignación para ciertos ministros porque no saben qué, ni cómo responder. Cuando esto sucede, el reportero es llamado a gerencia y es «regañado» porque al ministro y a su equipo de prensa no les gustó sus preguntas. Lo digo por experiencia personal. El equipo de prensa de la exministra de Salud de Pedro Pablo Kucsynzki, Silvia Pesaj, puso mi nombre en gerencia de prensa porque no les gustó mi entrevista.

Seamos claros y directos. La línea editorial del Canal de los peruanos es definida por lo que decide el gobierno que ingresa. Ha sido así por muchos años. Pero es necesario que eso cambie. Sí. ¿Cómo hacerlo? El presidente ejecutivo no puede seguir siendo elegido a dedo por el Ministerio de Cultura. Dicho puesto debe dejar de ser un cargo de confianza, al igual que el gerente de prensa. ¿Tal vez es momento de dejar la creación de los contenidos a terceros? La elección de los altos cargos debería darse mediante un riguroso concurso público. La responsabilidad del canal del Estado es cubrir e informar las actividades del presidente y sus ministros, por supuesto.

Sin embargo, señores ministros, informar significa dar a conocer las distintas aristas de un tema. Lo malo, lo bueno y lo feo. Necesitan una aceptable percepción de imagen. Lo sabemos. Pero esa responsabilidad no es del canal de Estado. La responsabilidad es sólo suya.

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Gobierno peruano, línea editorial, Tv Perú

Muchas voces reclaman la aparición de un líder de la oposición que capitalice el descontento de un sector de la población con el gobierno y que galvanice y potencie los ánimos disidentes, que irán creciendo conforme el régimen se vaya deteriorando, producto de su inmensa mediocridad administrativa y desparpajo político.

Se habla, inclusive, de la necesidad de conformar un gabinete en la sombra que le respire en la nuca al oficialismo y vaya generando en la población la sensación de que hay mejores alternativas, o siempre las hubo, respecto de lo que está aplicando Palacio a trompicones, en medio de una confusión programática feroz (donde coexisten castillistas, cerronistas, caviares e improvisados, en un guiso políticamente indigesto).

Así, se menciona la posibilidad de buscar cuadros nuevos, distintos al establishment o elenco estable de la política de centro y derecha (mucho del que aparece en los mítines de Erasmo Wong), para que aglutinen fuerzas y reemplacen inclusive a quienes fueron candidatos presidenciales en la última jornada electoral (Keiko Fujimori, Rafael López Aliaga, César Acuña, Yonhy Lescano, Alberto Beingolea, Daniel Urresti, etc.).

En verdad, no les falta razón a quienes creen que ya ese conjunto de figuras cumplió su ciclo y que la única forma de derrotar la aparición de una izquierda disruptiva (que hoy ha sido Castillo, pero que mañana puede ser Antauro Humala o Indira Huillca), es cultivar la presencia de figuras nuevas, fuera de la caja, novedosas.

Pero también es cierto que a estas alturas del partido, cuando aún existe absoluta incertidumbre respecto del rumbo que va a tomar el gobierno, si moderado, con un Castillo desprendiéndose de Cerrón y el Movadef y, por ende, de la Asamblea Constituyente, si acaso un Castillo manteniendo esa alianza y ese propósito, haciendo de su afianzamiento en el poder una herramienta para radicalizarse antes que para centrarse, es mejor mantener en ristre todas las fórmulas opositoras, cada una con su afán y su estrategia, funcionando libremente.

La oposición como un racimo, no como un puño único, parece ser la mejor manera de transitar esta fase de lucha política. Y en esa medida, bienvenidos los mítines de sábados y domingos, la radicalidad de cierta derecha, la oposición congresal, las organizaciones sociales populares, la manifestación principista de gremios empresariales, el rol mediático de denuncia -tan importante en estos días-, la aparición en la prensa de diversos líderes de ese amplio espectro que va del centro a la derecha. Todo suma, nada resta.

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descontento, Gobierno peruano, Oposición

¿La cercanía de Sendero Luminoso, en su versión política, al gobierno, implica el riesgo de que retornen las acciones subversivas o que la violencia terrorista reaparezca en el país? No, no va por la generación de ese temor la aprensión que genera la constatación de esa cercanía.

La preocupación democrática legítima estriba en que el pensamiento marxista leninista maoísta, matriz del senderismo y credo de muchos allegados a Castillo, simplemente considera a la democracia una “pelotudez”, como la ha calificado el congresista radical Guillermo Bermejo, con absoluta y descarnada sinceridad.

Si el sector filosenderista del gobierno sigue cerca del poder, el riesgo de que se dinamite por dentro la democracia representativa es alto, porque es ése un objetivo explícito de ese pensamiento, su no creencia en las formas de la democracia representativa, a las que considera expresiones decadentes del dominio burgués sobre una sociedad mayoritariamente proletaria que aspiraría a un régimen comunista abierto y desenmascarado.

Mientras Castillo no rompa con el filosenderismo, la democracia peruana está en riesgo. Se intentarán varios caminos para destruir la democracia y no cejarán en ese esfuerzo. Uno de ellos es el de la Asamblea Constituyente, un mecanismo pensado para construir una república comunista y respecto del cual aún no existe certeza si el régimen forzará las cuestiones de confianza para disolver el Congreso y poder convocarla.

Otro camino es el de la destrucción paulatina de las instituciones tutelares de la sociedad peruana, mediante su infiltración y control (Fuerzas Armadas, Policía Nacional, red de gobernadores regionales, autoridades municipales y regionales a través de un triunfo electoral el próximo año, sojuzgamiento del Poder Judicial y el Ministerio Público, agresión a la prensa independiente, etc.).

El gobierno de Castillo no es solo un riesgo para la sostenibilidad del modelo económico, que tantos éxitos ha tenido en las últimas décadas en cuanto la reducción de la pobreza y de las desigualdades. Por ahora Francke, y ojalá la permanencia de Velarde, garantizan un manejo responsable de la economía, pero su estabilidad es relativa y precaria y a la primera de bastos el régimen puede dar un golpe de timón hacia fórmulas más estatizantes o populistas.

No obstante, el riesgo mayor es que desde el poder se logre lo que con la dinamita y los fusiles, Abimael Guzmán no pudo hacer, como fue la destrucción del sistema democrático peruano. Mientras Castillo no deslinde con los sectores marxistas leninistas maoístas que abiertamente profesan ese credo y que pululan a su alrededor, el peligro señalado está vigente y presente.

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Abimael Guzmán, Gobierno peruano, Presidente Castillo, sendero luminoso

Una reciente encuesta de opinión pública nacional publicada por CPI a comienzos de esta semana sugiere que el turbulento comienzo del Presidente Castillo parece seguir una trayectoria relativamente similar a la de gobiernos anteriores, aunque partiendo de una base bastante menor. La aprobación del Presidente sube a 44%, del 40% registrado en agosto, con su desaprobación también en 44%. Esos números pueden sonar sorprendentemente altos considerando las circunstancias, pero deben ser puestos en contexto histórico: tanto los Presidentes Humala como Kuczynzki también experimentaron crecidas en su aprobación en el setiembre siguiente a su juramentación, posteriormente al otorgamiento de confianza a sus primeros gabinetes – sólo que ambos superaban entonces el 60%, muy por encima del nivel de aprobación del Presidente Castillo. 

Igual, el incremento de la aprobación presidencial en medio de un mes donde salió a la luz evidencia adicional de vínculos entre integrantes del Gabinete y el MOVADEF, así como de afinidad con las ideas de Sendero Luminoso, ha sorprendido – y desolado – a muchos. La expectativa era ver reflejado un rechazo más contundente al Gobierno en función de estas revelaciones. No ha sido el caso.

La razón de ello es sencilla: a esta altura, el electorado ya está perfectamente al tanto de la cercanía de este Gobierno a personas e ideas de la esfera de influencia de Sendero Luminoso. Las revelaciones periodísticas sobre el tema han sido abundantes y constantes desde la campaña de segunda vuelta. Nuevas denuncias harán poco por cambiar la percepción sobre la importancia de las mismas, por más difícil que nos resulte entender que no despierten para la mitad del electorado la misma repulsión y sentido de urgencia que nos genera a los que pululamos por twitter consumiendo noticias políticas a diario, repitiendo hasta el cansancio, sin mayor evidencia que nuestra propia exasperación que “este Gobierno es insostenible” y que “así no va a durar”. 

Hay quienes ven en esto evidencia de que la estrategia del Gabinete  de posicionar el conflicto entre el Gobierno y la oposición como una extensión de las tensiones entre Lima y “el Perú profundo”, entre el establishment y “el Pueblo”, ha tenido éxito y que el apoyo al Gobierno se ha tornado fundamentalmente identitario.   No estoy de acuerdo con esa impresión – al menos, no en la dimensión que se sugiere. 

Más bien, creo que buena parte de dicha aprobación obedece a votantes que ven a este Gobierno como a cualquier otro que lo haya precedido, como un gobierno nuevo ordinario, normal, y al que por ende están dispuestos a concederle – por ahora – el mismo apático optimismo que les mostraron a Humala y a Kuczynski en sus primeros días. El razonamiento es bastante simple: ¿qué alternativa hay más que darle una oportunidad a un gobierno que recién empieza? 

Estos son electores que no tienen tiempo ni interés para andar pendientes de cada reportaje periodístico sobre los vínculos del Gobierno con lo que para ellos constituyen fantasmas del pasado, y que están más avocados a lidiar con los problemas de su vida diaria. Ellos juzgarán al Gobierno en función de que tan competente se muestre en atender sus prioridades, que la encuesta muestra con claridad: reactivar la economía, poner bajo control la inflación y normalizar la vida cotidiana conforme amaina la Pandemia (el ejemplo más concreto de ello es el pedido de asegurar un retorno seguro a las clases).

En dicho sentido, el Gobierno haría bien en no malinterpretar la aprobación que mantiene: esta constituye un llamado al Gobierno a ponerse a trabajar, ya mismo. Ciertamente no es un endoso a agendas de cambios estructurales bruscos que más bien entorpezcan la recuperación económica. Ya es sabido lo impaciente que puede llegar a ser el electorado Peruano con sus autoridades cuando percibe que estas no están poniendo la atención en sus problemas. El rápido colapso de la aprobación de los últimos tres Gobiernos electos – que partieron con niveles de aprobación mucho mayores – resulta más que ilustrativo del destino que le espera al actual si no está a la altura de las expectativas de la población.

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Gobierno peruano, Perú, Presidente Castillo
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