La élite política limeña debe sacarse las vendas de los ojos de una vez, principalmente el centro político, o quienes pretendemos construirlo, me incluyo, sin duda. El Perú, tras de Velasco hasta la fecha, se ha organizado a espaldas del republicanismo, ha desarrollado otros códigos de comunicación. A las normas republicanas y sus valores se les superpone absolutamente todo, lo que equivale a su inexistencia, salvo por el ademán de votar cada 5 años y cada 4 años.
Pero pensar, como señaló Neira, en construir la república desde nuestra propia realidad, al día de hoy, es una ecuación dolorosísima a fuer de realista, por eso la evitamos y, los que más, se limitan al populismo patrimonial. Es decir, a administrar lo que hay con parches, obras dispersas, mucha coima y harta corrupción. ¿Qué sistema podríamos crear partiendo de la realidad si nuestra realidad es una sociedad que hace quinientos años se relaciona con el Estado a través de la corrupción? Ya no importa si a la clase política la mató Fujimori, o si se disolvió dentro de su propia incapacidad.
¿Qué estamos dispuestos a hacer? ¿Qué batallas estamos dispuestos a librar si lo que enfrentamos no es una realidad en la que hay corrupción, sino un escenario en el que la realidad es la corrupción, acompañada de decenas de otros malos hábitos arraigados por siglos en la sociedad? Y la clase política que había, zozobrante tabla de salvación, yace en el fondo de nuestros sueños republicanos. En el Perú, primero es la revolución -y no me refiero a la marxista sino a la moral- y después es la república, ténganlo presente aquellos que todavía sueñan con sus togas y sus grandes oradores.
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