Infierno Iluminado

En «Apocalipsis en Belleza», nos dice, por ejemplo, “denle / un ocaso / a los muertos / a la muerte / los muertos / los vivos». En la cuarta sección, “El Santo Evangelio de la Puta Pucacunca o la Revelación Flamígera de Simone Lahbib”, nos propone: “no quiero perder esa imagen puesto que en este universo destinado a la no perduración solo la conciencia de mi mente guarda los recuerdos y si yo muero y desaparezco totalmente // entonces esa imagen ha de extinguirse”, en clara meditación existencial.

Gutiérrez difícilmente ganaría un concurso literario o sería reconocido por el Ministerio de Cultura. Su verso es de desafío, de cachetada al gusto imperante, de grito y desesperación. Ahonda en el feísmo y la desazón y les saca jugo. 

Si algo caracteriza a un poeta es su aguda sensibilidad. Lo difícil es transmitir esa sensibilidad en palabras que resuenen y nos dejen impactados. Para algunos, Infierno iluminado será «too much»; para otros, será la continuidad y renovación del legado inicial de Kloaka, su espíritu profundamente rupturista, que nada tiene que ver con la creciente institucionalización a la que quieren reducirlo algunos de sus expulsados.

El infierno peruano requiere de esas antorchas de poesía de vez en cuando para recordarnos que no todo es felicidad, que nuestro progreso es relativo y que todavía, como diría el gran Vallejo, «hay, hermanos, muchísimo que hacer».

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