izquierda moderna

EL PODCAST DIARIO DE OPINIÓN DE JUAN CARLOS TAFUR.

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Derecha, Izquierda, izquierda moderna

¿La derecha tiene que unirse? ¿Las circunstancias críticas por las que pasa el país obligan a un acto político que en circunstancias normales no sería necesario? ¿O, por el contrario, es importante que se siga produciendo una criba entre los diversos actores que van desde el centro a la derecha del espectro ideológico peruano?

En Uruguay se creó la llamada “coalición multicolor” que agrupó a los archienemigos partidos blanco y colorado e, inclusive, a grupos de extrema derecha, ganaron las elecciones y pusieron al derechista Luis Lacalle en la Presidencia, con mayoría en el Senado y en la Cámara de Representantes. Así pudieron derrotar al Frente Amplio, colectivo izquierdista que ya había estado en el poder con Tabaré Vásquez y José Mujica, entre el 2005 y el 2020.

En el Perú, los hechos no parecen obligar a ello. La izquierda no solo ha sufrido un enorme desprestigio en su corta gestión gubernativa con Pedro Castillo, sino que se ha dividido entre los sectores radicales y los que, desde dicha orilla (coincidiendo con la extrema derecha) llaman “caviares defensores del establishment”, la izquierda moderada.

No hay, pues, un gran enemigo al frente y, salvo que se produzca una vacancia expréss y precoz, jurídicamente injustificada, no hay forma de que resurja algún candidato disruptivo de izquierda en el futuro mediato o inmediato. La derecha no tendría necesidad de unirse electoralmente para alcanzar el poder.

Lo que sí parece necesario es que se diseñe un programa mínimo común, una suerte de Acuerdo Nacional centroderechista, que varios candidatos con pensamiento similar firmen, y que, una vez definida la elección, se ejecute un pacto que asegure no solo el cumplimiento de ese acuerdo sino la consecución de la mayoría suficiente en el Legislativo para evitar de plano cualquier posibilidad de que volvamos a asomarnos al escenario de inestabilidad que implica el juego perverso de la vacancia presidencial-disolución del Congreso.

Se necesitan tres o cuatro lustros continuos de gobiernos de derecha para asegurar, esta vez construyendo en paralelo un Estado eficiente y moderno (especialmente en salud y educación públicas), que el país prospere lo suficiente para desterrar para siempre extravíos populistas o regresiones izquierdistas.

-La del estribo: notable la serie televisiva Maradona, sueño bendito, que muestra los claroscuros de la vida del astro argentino del fútbol mundial, sin tamizar ninguna de las sombras tóxicas que arruinaron su vida, a la vez que nos devela el extraordinario carisma y liderazgo que le permitieron ascender de la pobreza extrema a la cúspide social. Va en Amazon, pero si no se tiene la suscripción, ya la tienen los proveedores amigos.

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Derecha, Izquierda, izquierda moderna

La izquierda moderna y progresista, eventualmente hasta liberal, tenía una oportunidad de oro con el triunfo de Castillo para asentar sus posturas, marcar su cancha, y establecer una buena plataforma de acción para las elecciones futuras.

Pero el affaire Bellido-Cerrón terminó por desbaratar cualquier posibilidad en ese sentido. Porque una cosa es respaldar al gabinete que preside Mirtha Vásquez, con quien claramente comulga, y otra hacerlo con el anterior, cuando se tragó piedras de molino, sin rubor ni remilgo.

Por eso, los ataques que recibe provienen de ambas orillas del espectro ideológico, tildándola de acomedida y acomodada, que por una cuota de poder es capaz de digerir el peor de los sapos.

En particular, resalta el caso de Verónika Mendoza, que no solo concilió con  las posturas extremistas infantiles del cerronismo sino que las alentó y apoyó en medio de la primera crisis del régimen (en la famosa reunión en la calle Roma, la residencia del ministro de Justicia, Aníbal Torres, cuando se le pidió a Cerrón su alejamiento y la salida de Bellido: Mendoza respaldó, increíblemente, al exgobernador de Junín).

Se cargan mucho las tintas respecto de la urgencia y necesidad imperativa de que cuaje una derecha liberal, distinta a la versión mercantilista, conservadora y autoritaria que lamentablemente crece y medra a su alrededor, pero poco se dice respecto de la misma necesidad y urgencia de que en la izquierda florezca una opción semejante, no sólo democrática sino respetuosa de la economía de mercado (se puede ser de izquierda y respetarla).

Hasta el momento, su presencia en el gobierno constituye islotes que no se la juegan en defensa de sus postulados. No está en el poder, por lo que se ve, para plasmar una opción ideológica, sino simplemente, al parecer, para aprovechar todos los resquicios que Castillo y su cúpula le permiten por defección del ala radical cerronista.

Así, grita el silencio de esa izquierda cuando el Presidente lanza un disparate catedralicio, como el de la estatización de Camisea, que tanto daño produce en la comunidad inversora del país. El mutis es absoluto. Ni una sola manifestación divergente ni un pedido interno de rectificación. La izquierda light se está achicharrando en este gobierno por su docilidad política, sus afanes de poder por el poder, y su sometimiento a cualquier despropósito que desde Palacio se anuncie o se perpetre.

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Camisea, izquierda moderna, Presidente Castillo, Vladimir Cerrón

El anuncio de Pedro Castillo y su posterior efectivización, de invitar a Julio Velarde a que se mantenga como presidente del Banco Central de Reserva, ha generado turbamulta al interior de Perú Libre y de su bancada, y muestra que el camino de la eventual moderación del presidente electo no estará libre de turbulencias y zozobra.

Pero lo interesante de reflexionar es si acaso, el acceso al poder por parte de la izquierda, con la dosis de realismo y pragmatismo a la que está obligado un gobernante que no sea un desquiciado (como lo fue el primer Alan García), termina por generar la edificación de una izquierda moderna, capaz de aceptar que es perfectamente posible construir una opción de políticas públicas de izquierda junto al respeto a los principios básicos de una economía de mercado.

Esta elección tan polarizada va a producir un decantamiento tanto en la derecha como en la izquierda. Ya en la derecha, el keikismo ha empezado a tomar distancia de las posturas maximalistas de la ultraderecha (ojalá lleve al keikismo a recuperar el centrismo liberal-populista de sus orígenes y abandone el nicho de la ultraderecha que tanto daño le hizo en los últimos cinco años).

Lo mismo puede suceder en la izquierda si Castillo rompe con los sectores cerronistas radicales y decide seguir el camino de la sensatez macroeconómica y si, además, abandona, así sea solo por pragmatismo, la idea de convocar a una Asamblea Constituyente. Puede terminar siendo el germen de una izquierda moderna. Castillo, por su arraigo popular, lograría lo que el elitismo de la izquierda mendocista no pudo hacer en sendas ocasiones.

Al Perú le convendría que se fortalezcan posturas de izquierda y derecha relativamente liberales, que permitan trazar en perspectiva un escenario de eventual rotación en el poder sin que eso suponga que el tablero de la gobernabilidad estalle en mil pedazos cada cinco años.

Sería bueno que el final de la transición post Fujimori dé pie a un escenario democrático a la chilena, y no a la entronización de opciones extremistas de ambos lados, que lo único que harían, a la postre, sería destruir los cauces democráticos en los que nos venimos moviendo, a pesar de todo, hace más de veinte años.

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izquierda moderna, Julio Velarde, Perú Libre
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