Esta fecundidad mariateguiana en el plano político latinoamericano se complementa con los logros conseguidos por los estudios literarios peruanos de las últimas décadas. El gran aporte que significó el sétimo de sus 7 ensayos, «El proceso de la literatura», dejó escuela cuando fue retomado por el gran crítico Antonio Cornejo Polar, que pudo esbozar gracias a él su teoría de la heterogeneidad cultural. Cornejo desarrolla la propuesta de Mariátegui de que el Perú no es una sociedad «orgánicamente nacional» y, por lo tanto, tiene más de un eje de gravitación cultural. La convivencia asimétrica de tiempos, modos de producción, lenguas e identidades históricas determina formas de expresión culturales extrañas entre sí. Su fusión o mestizaje feliz resulta imposible mientras se prolonguen las tremendas injusticias en nuestro país. Eso significa que es mejor aceptar sus peculiaridades y reconocer que en el Perú existen distintos sistemas literarios. Que un cogollito limeño solo exalte un tipo de literatura no quiere decir que las demás literaturas peruanas no existan ni dejen de merecer nuestra atención y estudio. Al contrario; a ellas debemos dedicar nuestros mejores esfuerzos.
Mariátegui, pues, no ha muerto. Sigue inspirando luchas y debates. Que la Semana Santa mantenga vivos sus ideales de justicia e igualdad.