Marx

El presidente Pedro Castillo lleva apenas una semana de juramentado y ya el fantasma de la vacancia recorre el Congreso. La derecha ha sabido capitalizar los desaciertos del gobierno en el nombramiento de algunos funcionarios para exagerarlos, maximizarlos y crear un ambiente de zozobra donde lo que pretenden es agudizar las contradicciones a fin de crear las condiciones subjetivas y objetivas para un cambio de régimen. Parece que en los últimos meses nuestra derecha aprendió más de estrategia marxista-leninista-maoísta que muchos de los que están ahora en el gobierno.

Era previsible que los ataques, de quienes nunca reconocieron los resultados democráticos, serían arteros y estarían dirigidos a distraer al gobierno de los asuntos fundamentales que debemos afrontar en esta situación de crisis sanitaria que aún vivimos. No darle un minuto de tregua al gobierno para que no pueda ocuparse de los asuntos fundamentales como amortiguar la inminente tercera ola que se avecina o iniciar con la tan ansiada reactivación económica y generación del empleo, es parte de una estrategia vil que, como siempre, coloca los intereses personales de algunos por encima de los interés de las mayorías.

Más allá de las necesarias correcciones que el Presidente Castillo tendrá que realizar, lo importante es que no se deje distraer y se mantenga concentrado en lo que debe ser el corazón de su gobierno: la atención de los más pobres, de aquellos que históricamente estuvieron excluidos y hoy lo han llevado al poder. El pueblo al que él –y no la derecha- representa necesita atención urgente en su salud y su economía. Un gobierno popular no puede permitir que los más pobres sigan muriendo asfixiados por falta de atención, de oxígeno o de dinero.

El gobierno debería hacer un llamado a la unidad nacional en torno a ese tema fundamental. El Acuerdo Nacional debe activarse y convertirse en la plataforma para un acuerdo sobre la vida y la economía donde puedan participar todos los que de veras quieran que el Perú bicentenario salga del hoyo en el que se encuentra producto de la corrupción y el hambre desmedida de poder. Ahí se verá quienes están verdaderamente preocupados por el país y quienes actúan sólo por mero oportunismo político.

El Presidente Castillo y su gobierno tienen que ser capaces de mirar al Perú más allá de su coyuntura y no caer en la constante provocación del enfrentamiento al que lo llevará la derecha. Pero, también tiene que hacer un mea culpa y salir pronto del escollo que él mismo se ha colocado para poder tener la tranquilidad necesaria de dedicarse a la resolución de los problemas fundamentales para los que fue elegido. El primer gobierno de izquierda elegido democráticamente, tras doscientos años de república, no se puede permitir fallar en su trabajo por los más pobres y desposeídos.

Por otro lado, la derecha debe comprender que ellos perdieron las elecciones y quien gobierna es el Presidente Castillo junto al partido que lo llevó al poder así como sus aliados que lo apoyaron para lograr el triunfo. Su misión es la fiscalización pero no pueden colocarle la agenda al gobierno ni pretender que no cumpla con la convocatoria a la Asamblea Constituyente que fue la principal promesa que lo llevó a ganar las elecciones. El pueblo ha votado por un nuevo pacto social que nos incluya a todos, donde los sin-voz puedan dejarse escuchar por primera vez en doscientos años. Deben comprender que no se busca una Constitución a la medida del gobierno sino un nuevo acuerdo social y político donde todos puedan participar y juntos configuremos el país que queremos. No se puede seguir teniendo miedo al pueblo y el rumbo que éste quiera para su destino.

Todo gobierno tiene una etapa de aprendizaje y éste no ha tenido tregua en la suya. Habrá marchas y contramarchas, aciertos y errores como lo tiene todo aquel que inicia algo nuevo y desconocido. Por eso, es necesario apaciguar los miedos y las destempladas voces que ya piden la vacancia de un presidente que apenas inicia su gobierno. Ya no es tiempo de la desmesura sino de la prudencia y la deliberación seguidas de la acción. De igual manera el Presidente Castillo debe comprender que ahora él gobierna para todos los peruanos y debe también saber prestar oídos a quienes de buena fe le piden enmiendas y correcciones en lo andado. La grandeza de un gobernante está en saber escuchar más que en saber hablar.

Hoy nuestros enemigos comunes son la muerte y el hambre. La peste nos ha colocado ante esa terrible situación y frente a un peligro común sólo caben soluciones comunes. En el tercer tomo de El Capital, Marx usó la figura de la “lucha de los hermanos enemigos” para referirse a la descomposición del capitalismo. Nuestro deber ciudadano es evitar esa pelea por ver quién se queda con lo poco que hay por repartir o quienes siguen peleando por mantener unos privilegios que históricamente se han construido en base al sufrimiento de otros. Hoy todos corremos el mismo peligro y el mismo riesgo y la unión y el acuerdo se hacen más necesarios que nunca. Un gobierno para todos, sin claudicar de sus principios y las propuestas que lo llevaron al poder, debe poder  convocar a todos los sectores en torno a superar el drama que nos aqueja. Ya habrá tiempo para las disputas y las mezquindades.

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