Mauricio Saravia

[ENTREVISTAS] Ha pasado un año de la salida de Pedro Castillo de la presidencia y el final de un ciclo marcado por decisiones cuestionables, ¿por qué Dina Boluarte hasta ahora no ha podido sacar al país de ese camino de incertidumbre y constantes crisis?

Lo único que demuestra el gobierno de Dina Boluarte es que es algo que se preveía desde el gobierno de Castillo. No fue una elección en la cual el ganador reflejaba un equipo de trabajo con ambiciones de ganar. Lo que tenemos es la consecuencia de eso y, además, a través de la vicepresidencia  no hubo esfuerzos previos por armar un plan sólido. Boluarte sólo quiere ser presidenta y se respalda en un operador político que es Otárola. Sumado a eso, es difícil conseguir ministros que puedan darle solidez al gobierno. Qué persona competente en su sector va a aceptar quemarse en un gobierno que no tiene idea de lo que está haciendo. En el fondo, quien está gobernando es el Congreso y el de Boluarte es un gobierno de piloto automático y muy autoritario.

Sin embargo, en los últimos años, los gobiernos de Martín Vizcarra y Francisco Sagasti lograron un considerable respaldo por parte de la población pese a llegar al poder de forma inesperada, ¿por qué el de Dina Boluarte no pudo ser un caso similar?

Hay que diferenciar los procesos. Sagasti entró y dijo que era un gobierno bisagra que se quedaría un año en el que se enfocarían en tres puntos fundamentales. Además, Sagasti tenía experiencia como gestor público y eso le permitió dar la sensación de durar poco y hacer cosas básicas. El caso de Vizcarra es muy parecido al de Boluarte en términos de proceso. Si bien no dinamitó el gobierno de Kuczynski,  se puso de lado y cuando las papas quemaron dijo aquí estoy yo. Pero Vizcarra tenía la experiencia como gobernador regional de Moquegua, una experiencia bastante positiva por lo que pudimos conocer. En el momento en que Vizcarra asume, sí se puede sentir que por lo menos había participado de un proceso en que sí había una lógica detrás. Boluarte venía de ser funcionaria pública de un rango bastante menor, una militancia política relativa y el único cargo de gestión que tuvo fue conducir un club departamental que no se asemeja a un gobierno regional ni a una alcaldía distrital.

¿No marca una diferencia importante que Dina Boluarte tiene al Congreso a su favor?

Discrepo en que ella tenga a favor al Congreso. Ella está en favor del Congreso y eso la hace parecer, ante la opinión pública, como una persona incompetente. Si sigues los discursos de Boluarte, sólo sabe decir dos o tres cosas. La primera es quiere un gobierno de paz y unión nacional, lo que es una respuesta de concurso de belleza; la segunda es que son estrictamente respetuosos de la institucionalidad y de los derechos humanos, no hace falta hacer un  fact-checking para saber que eso es una burla, y lo tercero es esta victimización al decir atacada por ser mujer. Este gobierno puede sobrevivir, pero de ahí a representar un proyecto es bastante difícil.

Algunos sectores políticos, como el fujimorismo, tienen presente a Martín Vizcarra en sus discursos, ¿se le podría considerar como un actor político vigente que podría tener chances de volver a la presidencia?

Ha sido el último presidente que se acercó al registro histórico de aprobación en el Perú. Fue alguien que pudo capitalizar una demanda y tuvo una coyuntura, la pandemia, que le permitió hacer eso. Antes del vacunagate había llevado un manejo de gobierno que parecía eficaz y eso es una amenaza para el proyecto fujimorista. Lo que vimos con Vizcarra es nada parecido a lo que vimos en los últimos treinta años, porque lo logró desde el gobierno con una gestión de crisis con la pandemia que, pese a lo que significó el vacunagate, los muertos y las decisiones ridículas, la gente apoyaba. La conferencias que daba los miércoles tenían rating. Supo cambiar el estilo de comunicación y llegada con la gente desde un lugar de poder y eso es algo peligroso para sus enemigos políticos. Si tuviéramos que hacer una elección hoy, no tengo ninguna duda que Vizcarra pasa a segunda vuelta.

Según la última encuesta de Datum, el Congreso tiene una aprobación de 7% y Dina Boluarte apenas llega al 9%, ¿por qué pese a un marcado descontento no hay movilizaciones grandes?

Tengo tres hipótesis. En 2020 tuvimos una gran manifestación contra Manuel Merino. Se salió a las calles y se logró el objetivo que era sacar a Merino. Pero luego de Sagasti vinieron otros como Castillo y Boluarte. Entonces el tema es que se logra sacar a un presidente y luego viene más de lo mismo. La gente se pregunta, cuál es el costo beneficio si luego viene la misma masa de siempre a complicarme la existencia. La segunda hipótesis tiene que ver más allá de la ineficacia de la acción, tiene que ver con la oferta política. No hay una relación entre el sentimiento antisistema y la apuesta por quien lo puede resolver. No se quieren adherir a ninguno porque todos parecen lo mismo. Una tercera es que cada vez es más evidente que más gente siente que lo que pasa en política no los afecta y se preguntan por qué comprometerse en una pelea de blancos, por llamarlo de una manera. Somos un país que ha perdido la fe en lo colectivo.

¿Por qué no se ve unión entre las manifestaciones de Lima con las del resto del Perú?

Ocurre que no hay referentes que puedan albergar un estado de ánimo colectivo. Dentro del mismo movimiento de protesta no existe una posición mayoritaria. Están los castillistas con los institucionalistas y están los que es consideraron más importante que se vaya Boluarte y los que recién ahora reaccionan. Mientras no haya una cohesión en dos o tres ideas claras, esa oposición va a ser un chiste. En el fondo lo que terminan transmitiendo ante la opinión pública es que no vale la pena.

¿Puede deberse a que la oposición de otras regiones no se siente representada por la limeña?

Lo que he podido ver es que fuera de Lima tampoco hay un movimiento tan cohesionado con una plataforma clara. Hay movimientos regionales que tienen demandas, la parte del agro y también los de la minería . Hay una serie de elementos que no necesariamente se concatenan como para decir que hay un movimiento fuera de Lima tan homogéneo. Además aunque son más nutridos que en Lima e involucran más compromiso, no termina de ser masivo ni generar un espacio sino que termina siendo uno que pone en jaque por dos o tres días una ciudad y luego se diluye. No creo que fuera de Lima haya un solo movimiento. Lo que sí creo es que no hay posibilidad de conciliar a Lima con el interior porque el tema es muy emocional.

Acorde a las últimas encuestas, el Congreso parece incapaz de levantar su porcentaje de aprobación, ¿por qué a los parlamentarios parece no importarles la desaprobación si esto podría repercutir en los votos que obtengan sus partido en una próxima elección?

El objetivo de un congresista no es ser popular sino promover una agenda. La mayoría de partidos que lleva gente al congreso no son partidos que históricamente tengan una proceso de construcción de ideología y a partir de eso un plan que suma militantes. Normalmente son construcciones en torno a personas. La lógica de un congresista no está tanto en pensar en un proceso de largo plazo sino en cómo acomodar las cosas que le permite generar leyes a favor de ellos. Por otro lado, la inmovilidad de la calle les permite seguir en eso.

Tras el triunfo del libertario Javier Milei en las elecciones de Argentina, varios políticos peruanos, como Patricia Chirinos y Alejandro Cavero, han empezado a imitar su discurso anti casta, ¿observa a alguna figura de la política nacional capaz de capitalizar el descontento de los peruanos con la clase política?

No. Todos van a ser grandes caricaturas. A Milei le reconozco una dosis de autenticidad y eso el electorado lo percibe. Acá no siento que algo así vaya a pasar. Yo tengo la hipótesis que la candidatura de Keiko Fujimori terminó de morir cuando dio el debate frente al penal de mujeres, apareció su hermano Kenji y se abrazaron. En ese momento que Keiko iba subiendo en las encuestas cae de nuevo y pierde las elecciones. Porque la gente vio eso y pensó que era una candidata que no tiene ningún problema en vendernos una telenovela que no es cierta. Con el fenómeno Milei, todos quieren copiarse un estilo que en el Perú no tiene mucho sentido. Además, creen que copiar sus estilo es ser más grosero, pero se distingue muy rápido cuando una actitud es forzada. Jaime Bayly representaba un poco eso del loco pero autentico. El problema es que acá sí tienes el sesgo de pituco y Bayly jamás hubiera sido presidente.

En los últimos meses se ha visto que personajes como Roque Benavides, Carlos Neuhaus y Carlos Añaños han mostrado interés por involucrarse en política, ¿la imagen del presidente empresario puede ser atractiva para el electorado nacional?

El votante no es estático. Esa idea del presidente empresario tenía más correlato hace unos cinco o seis años. Eso creo que es lo que finalmente termina llevando a Pedro Pablo Kuczynski, como persona y partido político, al poder. Pero hoy día estamos ante otros retos. La exigencia para un candidato hoy no pasa por el lado del éxito empresarial sino por alguien con el norte claro con respecto a seguridad, relaciones internacionales, cierta lógica de mano firme y cómo se va a comportar con otros poderes del Estado. Los grandes temas que movilizan son la inseguridad ciudadana y como frenar la recesión.

Se ha visto que en las elecciones de países considerados progresistas, como es el caso de Argentina, ha existido un fuerte cuestionamiento a los derechos humanos, ¿también será un tema central en un país conservador como Perú?

El tema va a pasar más por mostrar a los derechos humanos como el monstruo progresista y que el día que no existan vas a poder salir a trabajar tranquilo, sacar la pistola y matar al ladrón. Si logran generar ese vínculo, estamos muertos a nivel de garantía. Si logran relativizar la defensa de los derechos humanos y ubicarlo como el enemigo a vencer versus seguridad y economía, entonces hay una oportunidad para eso movimientos. Pero si siguen viéndolos como algo de caviares va a ser un discurso con el que alguna gente podrá empatizar pero que no tiene ningún sustento.

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Llegamos al cierre de la primera vuelta de unas elecciones complejas. Si le daban una semana más o Castillo ganaba en primera vuelta o no pasaba. Así de frágiles nuestras apuestas políticas. Tenemos tres países en uno y la tarea urgente es convertirnos en uno solo.

 

Al cierre de este artículo, la ONPE ya reportó avances a más del 55%. Pero el conteo rápido de IPSOS al 100% ya nos dijo que tendremos una segunda vuelta clara: Castillo – Fujimori. La semana pasada ya se veía venir el movimiento. Lo que no sabíamos era qué movimiento se venía. Alcanzamos nivel 10 de turbulencia en la escala el jueves. Ya el domingo nos agarró algo más prevenidos.

 

Subidas, bajadas, estacionados. El siguiente lunes tendremos un mejor y más oficial mapa. Y más tranquilos los ánimos ya que hoy todos nos preguntamos qué pasó con cierto estupor de resaca. Por ahora, algunas cosas que valen la pena ir colocando en su sana dimensión.

 

Un Perú, dos Perús, tres Perús

 

No es nuevo pero por viejo no es menos relevante. Revisando el 100% del boca de urna de IPSOS, que es lo que más podemos hacer mientras ONPE avanza (más rápido de lo planeado además) vemos con claridad el origen de los votos de Castillo y cómo se “comió” a Lescano por donde compitió. También vemos bloques conservadores de derecha muy claros.

 

Perú 1. Apurímac, Ayacucho, Cajamarca, Huancavelica, Puno (el único sitio donde Lescano le compite y aún así le gana), Castillo ha ganado arrasando, con más del 35% de votos. Es clave. El Perú más pobre y el más rural masivamente votó por Castillo y dejó de lado a quien venía ganando cierto espacio. Pero además, allí, la izquierda moderada de Mendoza dejó de prender desde el 2016. Aún muy pronto para evaluar qué pasó con la candidata y sus tropiezos de campaña.

 

Pero no solo allí. Castillo ganaría con holgura también en Amazonas, Ancash, ¡Arequipa!, Cuzco, Huánuco, Junín, Lima Provincias, Madre de Dios, Moquegua, Pasco San Martín y Tacna son departamentos donde el candidato obtendría más del 20% y el primer lugar. El lápiz pintó más de lo previsto.

 

Perú 2. Pero no solo está Castillo. La costa norte, Piura, Lambayeque,  La Libertad más Ica de la costa sur, apuesta como casi siempre por el fujimorismo y además por López Aliaga que ha entrado con fuerza en estas ciudades. Es importante ver cómo el fujimorismo cedió parte de su capital político de antaño a una opción más a la derecha de ellos como la de López Aliaga.

 

Perú3. Y nos queda Lima. Una Lima que elige a De Soto, Fujimori y López Aliaga. La mitad de limeños apuesta por una de estas tres opciones. Pero es la capital y es lo que casi termina metiendo a De Soto en la pelea. Tal vez ahí era donde Las Vegas tomaba la información para sus apuestas. Lima es una incógnita cerrada. Muy difícil también de comprender cómo su apuesta es principalmente por opciones tan de derecha.

 

 

El eje conservador

 

Una de las cosas que más me llamó la atención con la aparición de López Aliaga en la escena electoral nacional fue su discurso abiertamente conservador y a la vez tan confrontacional y agresivo. Muchos antes tal vez intentaron exponer una lógica en ese sentido, pero RLA tuvo los medios, el medio y el discurso para hacerlo.

 

Lo terrible es que no es el único. Haciendo una suma de fuerzas políticas que suman a Castillo, Fujmori, Lescano y Lopez Aliaga, estamos hablando de una fuerza de 50% del electorado. La mita del país que vota hoy por una alternativa de control de los derechos individuales. Que desea que el ejercicio del gobierno impida la ampliación del ejercicio de los derechos individuales. Si quitamos a Castillo y nos quedamos con el eje conservador de derecha, la cifra llega a la cuarta parte de la población. Uno de cada cuatro.

 

Lo peor es que es un discurso que basa su premisa en una palabra: libertad. Aunque suene paradójico, en nombre de la libertad se apuesta por un Estado menos inclusivo y más represivo. Hoy, los movimientos que consideran que el Estado “no debe imponerles una forma de vida liberal” ya tienen una cara política que se va a quedar allí.

 

El centro que no existía

 

El Partido Morado que se debate entre la valla y la desaparición. El experimento Forzai (estoy seguro de que da para una película). Buena parte de Juntos por el Perú. Representan al 18% de los electores. La alternativa ganadora decíamos. El modelo no quiere extremos decíamos. Al final fueron propuestas que se consideraron tibias y que no significaron mucho ni siquiera en Lima, que era donde debieron prender.

 

¿Por qué? Porque si de algo este columnista está seguro sin pruebas -aún- pero sin dudas también, es que los candidatos no prendieron, que sus apuestas no funcionaron y que se relacionaron muy mal con sus electores.

 

Pero tienen un fiel de balanza muy importante que es donde será importante pelear. Si logran amalgamar una bancada única van a tener peso propio y van a poder construir. Quién sabe si de allí no se vislumbra algo para las regionales y para el 2026. Gente hay. Proyecto no.

 

El Congreso del terror

 

No conocemos a los congresistas. Tampoco a sus partidos de procedencia. Qué van a proponer, cómo lo van a negociar, qué tipo de relación tendrán con el ejecutivo. Fragmentado además. No habrá mayoría de nadie. Pero parece evidente por donde vendrán las alianzas. Parece que la principal bancada no llegaría a 30 congresistas (la de Perú Libre), pero acá siempre es buena la variedad.

 

No es menor que el candidato que mayor votación ha sacado ha manifestado su intención de cerrar el Congreso si le bloquea la posibilidad de una nueva Constitución. Llevado a ese extremo, ¿el país se puede someter a otros cinco año de tensión permanente entre Ejecutivo y Legislativo? ¿Seremos capaces de aguantarlo?

 

El ajedrez

 

Fujimori salió anoche, antes de saberse -quizás sabiéndolo- ganadora otra vez del segundo lugar a lanzar el primer piropo a Hernando de Soto con quien hasta ese momento disputaba el pase al balotaje. Comienza así la temporada de ofertas y alianzas, del dame-que-te-doy político. Claro, con menos de 15% del país van a necesitar mucho de los perdedores. También salió el VP de López Aliaga, almirantazo él, a tender puentes de apoyo, pero con condiciones: no comunistas, no cambios a la constitución, que crean en la libertad (ya explicamos su significado líneas arriba). Le hablaba ¿a quién?

 

¿Quién va a convocar a Acción Popular y a cuál Acción Popular además? ¿Quién se va a sentar con Forzai papá y con la Vero a animarlos? ¿Con Urresti y Luna? ¿Será posible? ¿Castillo tiene al lado operadores políticos para hacerlo?

 

JP es la incógnita. ¿Se pegarán a la izquierda de Castillo como parecería el derrotero natural y después de que por haber endosado a PPK el 2016 Mendoza dejó de conectar con el sur? ¿Dejarán libertad a sus votantes? Lo que es claro es que no van por el fujimorismo de ninguna manera. Esa ficha va a estar interesante y no se espera una definición pronta.

 

De estas alianzas depende, en buena parte, nuestro país.

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¿Qué nos deja la tormenta de números de ayer? Demasiada adrenalina tal vez. Pero debajo de todo ello, en el fondo, la constatación de que nada se mueve. Y que seguimos esperando a los indecisos, a los del extranjero y al voto rural.

 

Tuvimos encuestas, simulacros, empresas nuevas, las de siempre… Distintos criterios. Pero hay ideas centrales que tienen que permanecer así en la cabeza de los lectores. Las reseño:

 

Un tercio elige nadie

 

No se mueve, está quieto. Se tapa los ojos. Inédito. Ya hemos hecho bastante hincapié en que es una cifra difícil de mover esta de los que eligen “nadie”. Pero lo terrible es que nadie ha tratado de hacerlo. Su perfil es: mujeres, de edad media hacia arriba, de NSE bajos del interior. Cuando les hablamos nos dicen que las elecciones son un tema secundario frente a convivir con la pandemia, con las muertes por salud y por bolsillo, por educación. ¿Cómo quieren que el debate ayude si nadie les dijo nada? ¿Qué se ha hecho desde la oferta y el discurso por convencerlas? Nada. Esto es claro desde enero. Y se mantiene así. Es cierto que en el simulacro de IPSOS baja algo, pero en las encuestas IEP e IPSOS se mantiene así.

 

La pelea por el primer lugar

 

Ya no podemos hablar de que hay un candidato fijo en segunda vuelta. Eso se lo llevó el río. Lescano no está más seguro aunque sigue teniendo opciones. Pero va a la baja. Notable en Ipsos, progresiva en IEP. Las mujeres candidatas suben algo, pero el fenómeno es De Soto y es Castillo. Ambos generan un “salto cuántico” (Urresti dixit) y se ubican expectantes. De Soto con mejor posición. Pero ya venía siendo parte del pelotón que se presta y se quita votos semana a semana. El que parece perdido irremediablemente es Forsyth. Ya no logra consolidarse en los primeros lugares ni siquiera para Ipsos, que siempre lo había registrado como peleando más arriba.

 

¿Quieren ver bien las tendencias? Pues Paolo Sosa hizo un estupendo trabajo para graficar esto (desde su cuenta de twitter: @paolososa) y acá las pueden ver (tomo prestado, con la debida mención, este cuadro):

 

Evolución del voto

 

Se ve con claridad el descalabro de Forsyth, la caída de Lescano y López Aliaga, y la tendencia al alza de De Soto y Castillo. Ligero repunte de Vero y Keiko. Nos falta más de esto en el análisis.

 

El Congreso y los votos BV

 

Provoca inspirarnos y dejar nuestro voto con alguna obra de arte impresa. Pero esta vez mientras menos votos, más se incrementan las curules y el pase de la valla de las distintas agrupaciones que pueden hoy tener menos de 3% de intención de voto. ¿Por qué? Porque se descuentan los válidos y se hace un prorrateo solo con ellos. ¿73 curules te dicen algo? Fue lo que obtuvo Fuerza Popular el 2016 con menos del 30% de los votos totales. Así que aunque tengas que ponerte un gancho en la nariz, mejor vota.

 

¿Dónde nos deja todo esto? En el medio de la nada. En el cierre de la publicación de encuestas, ninguna certeza. No hagan caso a los órdenes de los candidatos. Todos están empatados como el IEP prueba al hacer cálculos de intervalos de confianza. Las tendencias mostradas arriba son las que mandan. Las que hay que mirar si queremos comprender cómo llegarán.

 

¿Predicción? Ninguna. Irresponsable sería dar alguna. Solo entender quién va para arriba y quién para abajo.

 

Hay cosas que debemos cambiar

 

Ahora bien y, ¿estás tranquilo con la forma en que las cosas se llevan en esta campaña? ¿O cierras los días con más angustia que tranquilidad por lo que se viene? ¿Crees que las cosas han sido violentas, mentirosas, poco claras?  Hemos vivido una campaña rápida y no por eso calmada. Por el contrario, es una carrera electoral que nos deja agobiados. Muy seguro que el 12 de abril vamos a seguir igual. Una sensación rara, ¿no? No hay horizonte. Entre fake news, candidatos que no despegan, que despegan a punta de violencia, un debate mediocre y mucho ataque sin sustento. Con pandemia. Con encierro, sin plata. Una campaña sin alegría, sin esperanza. Casi como una serie europea de Netflix. De las que solo te golpean y no hay final feliz.

 

¿Se pudo haber hecho mejor? En este país la respuesta no sólo siempre es sí, sino que es urgentemente sí. Por eso, algunas medidas que creo que son relevantes no desde el accionar de los políticos, sino desde acá, desde el análisis y de los medios. Vamos a tratar de exponerlas:

 

Rol educador del JNE

Ya sabemos que las encuestadoras no lo haremos. Los medios parece que tampoco quieren comprarse ese pleito. Pero estamos tan acostumbrados al hecho de que 10 es más que 9 que entender lo que es una estimación, que no es tan precisa como eso, requiere seguir trabajando.

Si las encuestas son un medio de información -quizás el más importante de todos durante la campaña- tal vez el JNE puede ayudar educando sobre cómo leerlas, interpretarlas, presentarlas. Desde las técnicas hasta la comprensión de sus resultados.

Si hay un tufillo estatista por decir esto, que lo haga Transparencia, o IDEA, no importa quién. Pero que sea eficiente. Necesitamos mayor transparencia.

 

Consejo de Ética de la Encuesta Peruana

Así rimbombante para que suene más chévere. Necesitamos ser más orgánicos en esto. Discutir más las diferencias y que sean más explícitas. Que haya un manejo más técnico. Que se deje en ficha a los que no tengan este manejo.

Ayer tuvimos encuestas y simulacros. ¡Las grandes diferencias! ¡Cómo es posible! Son mermencuestas, sin credibilidad, ¡pagadas! (todas los son, ¿no?), a cuánto el punto, etc.

Cuando era más fácil tomar lápiz y papel, armar un cuadrito y comparar encuestas con encuestas. ¿Saben cuál era el margen promedio de diferencia total entre las encuestas? Menos del 2%. Hernán Chaparro hizo el cálculo y era clarísimo.

Con un poco de discusión y buena disposición a abrir un poco aquello que está en una suerte de “caja negra” para la opinión pública podemos regular y guiar mejor. Todo depende de la buena voluntad, si eso existe.

 

La prensa peruana

O los medios. Ya hemos analizado en esta columna la relación entre la aparición de candidatos en entrevistas con la intención de voto. Deben regularse. Este ha sido el más roto de los acuerdos. Los PR son los nuevos jefes de campaña. No lo sé, no me consta, si es que se monetariza el ser invitado a una entrevista. Pero hay partidos que se juegan allí también. Y en programas no políticos que “regalan” su tiempo a candidatos. O en portadas de impresos, que descaradamente -incluso en palabras de sus directores- buscan bajarse candidaturas y subir otras.

 

Hay que repensar todo esto, ¿o no?

 

 

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