En segundo lugar, nos ayuda a prevenir futuros abusos. Al conocer y reconocer los errores del pasado, podemos implementar medidas y políticas que garanticen que estas violaciones a los derechos humanos no vuelvan a ocurrir. Es importante que el Estado asuma su responsabilidad y garantice la justicia y la reparación a las víctimas y sus familias.
Finalmente, la memoria de los abusos policiales y militares es un recordatorio constante de la importancia de respetar los derechos humanos y la democracia. Es fundamental que la sociedad en su conjunto aprecie y defienda estos valores, y que los agentes del Estado cumplan su labor de manera ética y responsable, siempre protegiendo los derechos humanos y las libertades civiles.
Para ello, entre otras cosas, sirven lugares como el LUM, que una reaccionaria concertación conservadora pretende clausurar por nimiedades, con clara motivación ideológica antimemoria, que no debe ser admitida por la sociedad civil activa.
Las ventanas de 30 centímetros pintadas para que no entre luz. Vigilancia constante para que no hablen. Con vendas en los ojos. Echados en un colchón, esposados de pies y manos, convivían con las torturas en los cuartos adjuntos y el sonido del trabajo forzado. Las torturas tenían nombre y los detenidos, números. Aparte de los golpes estaba el “submarino”: te sumergían en un balde hasta casi ahogarte. También, “la picana eléctrica”, con la que te amarraban al metal de una cama sin colchón y te sometían con descargas eléctricas de distintas magnitudes para que el dolor aumente.
Cuarto de partos
El horror creció cuando en un cuarto enano había en el piso había una pregunta: “¿Cómo era posible que en este lugar nacieran chicos?”, parte de un testimonio. 34 bebés nacieron en la ESMA, las detenidas embarazadas desaparecieron y los recién nacidos, sin madre, eran entregados a apropiadores. Imaginar a una mujer cuyo embarazo se desarrolló entre torturas y condiciones de vida extremas; y, encima, que dé a luz para nunca más ver a su hijo o hija, fue espeluznante. Jamás había sentido algo así. Bajé las escaleras con las piernas un poco temblorosas y salí del “Casino”.
Nunca más volveré a ver Argentina del mismo modo; nunca más veré igual a la iglesia católica argentina que le dio la mano a la dictadura; mi entendimiento sobre la maternidad jamás será el mismo. Esa es la importancia de estos potentes hechos que deben ser expuestos a la sociedad. En mi país, Renovación Popular que maneja el municipio de la capital, a través de un secretario distrital, ha cerrado el museo del Lugar de la Memoria (LUM), entre una chanchedad de clausuras.
El LUM debe regresar y de manera feroz. Una visita debe impregnar el terror del conflicto armado interno que sufrieron los peruanos, mostrando crudamente lo que fue. Quitarse los guantes de seda ante ambos bandos. Tiene que ser un antes y un después. Se requiere una arremetida urgente contra la amnesia colectiva, en la que los conservadores están como chanchos en el lodo. Renovación Popular está colocando un cilicio sobre la población y aparenta ajustarlo cada vez más. Este domingo no renace nadie, mueren identidades.