Monumental

Esta Casita de Cartón abre sus puertas con una cruz marcada en lo profundo de su pecho. Ha pasado un mes aproximado del adiós de un hermano, de los pocos, poquísimos, que dignificaban justamente esta palabra, «hermano», porque no siempre uno encuentra a la familia en lo sanguíneo, sino en el largo y no siempre justo camino de la vida misma. Y es que no conocí persona más leal y valiente como Bruno Raitzin. Por eso tanto lo admiro, por esa lealtad a sus convicciones; por eso tanto lo quiero, porque nadie como él enaltece la palabra hermano. Y mantengo el presente porque está vivo en estas palabras. Y como dicen, nadie termina de irse si la persona prevalece en nuestros recuerdos. Y desde luego, esta grandiosa persona está dentro del lugar más preciado de mi corazón, donde yacen las más valerosas personas que conocí con los más entrañables recuerdos. 

Pero, a decir verdad, me cuesta entender del todo lo veleidoso e injusto del destino con su ida. Son dos pérdidas irreparables en tan poco tiempo que enfrento. Y aterriza a mi mente nuestra última conversación larga en persona, caminando desde Belgrano hasta Congreso, y en eso mencionabas tu futuro y claro, ahí estaba como la luna ahora en lo alto, muy pero muy en lo alto, River. Ya decía Galeano: «El fútbol es la única religión que no tiene ateos”. Y nuestra religión de vida que compartimos: el sentimiento de pasión por el ‘millonario’. Y es que siempre veía en ti al próximo presidente de River. Siempre que hablábamos había esa idea, que algún día se concretaría, que en algún momento llegaría que un verdadero hincha íntegro del club más grande del mundo tenga de presidente a tan brillante persona como tú… Ahora las palabras buscan un asidero, ni entiendo qué pasó alrededor de todo este tiempo, es por eso de la demora al escribir estas palabras. Y al pasar los días y no ver tus mensajes como buenos deseos o como de un pronto reencuentro, los reels que siempre nos enviábamos, y hablando sobre la vida… Dónde estarás ahora, me pregunto. Imagino en un lugar del universo atento a nuestro River plate querido, cuidando de las personas que amaste, como tu hermana, tu madre, tu padre y todos aquellos que éramos parte de la familia de Plaza Italia.

Y pensar que nuestra amistad nació a la distancia y por una red social, como predestinado, al comentar en una publicación que era de Perú y que iría pronto a Argentina a cumplir mi sueño: el conocer el Monumental. Y me escribiste mostrándome tu predisposición, sin pedir nada a cambio, como lo hacías con tu gente, y ni bien llegando a Ezeiza me comentaste que tenías una entrada para un partido contra Godoy Cruz, el día del ‘maderazo’ contra Grimi. Pero llegar con la hora encima no pude acudir aquel día. Pero, como siempre fiel a tu palabra, a los días ya me estabas haciendo conocer cada rincón del estadio más hermoso del universo. Si, fuiste quien me hizo conocer el templo sagrado y eso siempre lo llevo presente, porque hiciste posible que ese tan anhelado sueño se cumpliera. ¡Qué tiempos aquellos! A los meses te inmortalizarías en aquel partido que marcaría el comienzo de este periodo glorioso de River, del que fuiste parte al cubrirle los ojos a Gigliotti con la linterna verde, en aquella dramática semifinal contra Boca. Aquel día se daría inicio, para muchos, el periodo más glorioso de River, y vos fuiste parte de eso, hermano. 

Pero a su vez, rememorar aquellas viejas tardes colándonos a jugar ajedrez, donde eres muy destacado, o en las tardes que jugábamos al fútbol por Ciudad Universitaria con Agus, David, Joseph, Lucho y demás pibes o cuando venías a aquel pequeño rincón del Bajo Belgrano, que era mi pequeña morada, a almorzar comida peruana que cocinaba mi vieja, de la cual también te estimaba, y tanto te gustó la sazón de mi país, que íbamos a comer a todos lados chaufa, hasta la villa de Chacarita o incontables pollos a la brasa que luego se complementaría con la compañía del ‘Pela’. O como cuando me acompañaste a recibir un poema que saliera publicado en un diario de allá, felicitándome. Y luego en la Feria del Libro. Tus palabras eran: “Me siento muy orgulloso de vos, hermano. Ahora ya has dado un comienzo, más adelante estarás en los grandes, y ahí estaré siento felicidad por vos”. Ahora que hago retrospección, has estado en varios momentos especiales de mi vida. Inmensas gracias por eso, por bancarme siempre.

Y luego crecimos, y los boliches de egresados se convirtieron en boliches de cumbia después de cada partido, cuando estabas solo llegaba o viceversa, ‘de espalda a espalda ante todos’ como decías, porque íbamos para todos lados y de todas esas noches memorables, una noche quedó especialmente grabado en nuestras retinas. Y fue aquella noche cuando nos subimos al escenario donde cantaba el cantante de los Pibes Chorros, Ariel El traidor en la Tienda de los Artistas, ubicado en el barrio de Palermo, el corazón de la noche porteña. Flameando la remera de Plaza Italia, que era ya el dibujo eterno de nuestras almas. Y claro, en eso estaban los días en las carreteras de Argentina y Sudamérica por River. Porque sí, River era nuestro sentir, el pálpito puro que unía nuestros latidos. Y el primer viaje que hiciéramos fue a Formosa, limítrofe con Paraguay, un 31 de julio del 2016, con tu hermana, ciudad donde parecían más hablar guaraní que castellano. Esos memorables viajes que nos concedieron asados, vinos, fernet y cumbia, como alegrías y tristezas por el natural vaivén del fútbol, incontables anécdotas que escribíamos con los muchachos de Plaza Italia. En sí, hay tantas vivencias, como aquella vez que ‘destruimos’ un McDonald´s, o que viniste a bancarme con tu auto, pasando todos los semáforos en rojo, después de una pelea en un boliche, pocas horas antes de viajar a Brasil. Aquel auto del cual fui el primer amigo en subirme, sin temor a chocarnos, aunque aquella vez nos dimos tremendo susto cuando chocaste la parte lateral. Pero terminamos en carcajadas. Es que éramos amantes a la adrenalina, sí que lo éramos. Y tú no cambiaste tu esencia a pesar de los distintos temporales, siempre fuiste el uno, el mejor. Y en mi último cumpleaños te dije todo que le significabas para mí, con las palabras de tanta admiración y aprecio que te tenía, planificando nuestro futuro reencuentro, que creíamos que sería en Lima, cuando River llegara por estas latitudes por el sorteo de esta Copa Libertadores, pero que en esta vida ya no se dará, y me duele hondamente, hermano…

Hay despedidas tan injustas y esta es una, porque si hubiera sabido que era el adiós, te hubiera dicho tantas cosas más que ahora tengo guardado como también agradecerte por todo lo que me enseñaste y aprendí de ti: la valentía y el honor, la lealtad a uno para mantenerse siempre de pie. Tú eres River, porque llevabas dentro de ti todo lo que representaba los valores del club: lealtad, honor y grandeza. Quién más que tú para representar todo eso, ¿quién?…

Esta Casita de Cartón cierra sus puertas diciendo un hasta pronto con las letras de Amigo de Roberto Carlos: “Tú eres mi hermano del alma, realmente el amigo”. O como el corrido viral de la hermandad: “Junto a mi carnal, no es de sangre, pero demostró lealtad. Y eso vale más». Pero también me es inevitable no poner las cumbias que escuchábamos en los viajes o las noches de gira, y no romper en lágrimas recordando todo lo vivido. “Humano, demasiado humano”, diría Nietzsche. Humano, incomprensiblemente humano ante la muerte, me siento ahora. Siempre serás mi hermano. La dicha de haber conocido a Bruno Raitzin y de recorrer muchos kilómetros de viajes y de experiencias juntos, en nuestro crecimiento mutuo. No sabes la felicidad profunda que siento de haberte conocido en esta vida. Y sé que nos volveremos a ver en alguna próxima. Porque nuestra amistad fue verdadera, fue una hermandad que trasciende los tiempos. Gracias de corazón por todo lo vivido, te amo hermano. Volveremos a gritar un gol de River juntos, ya verás, es una promesa al cielo.

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Jean Ferrari, administrador de la U, ha dicho que habrá importantes remodelaciones en el coloso merengue. Como socio, exdirigente, expalquista y asistente a sus tribunas, me permito sugerir algunas.

1.- Construir baños y cafeterías en la parte baja de las tribunas, de modo de evitarle al sufrido hincha tener que subir y bajar ocho pisos para realizar sus necesidades sanitarias o proveerse de alimentos. Ello haría, además, que se evite la aglomeración tribunera en las partes altas del estadio.

2.- Transformar las entradas a norte y sur, hundirlas y hacer que se ingrese por la parte media del estadio. El mismo propósito: que se llene primero la parte inferior de las tribunas y aumente la presión visual y auditiva a los rivales. Podría hacerse una bifurcación subterránea para evitar cortar la franja central de las dos tribunas populares.

3.- Construir en la parte alta que quedaría, si se hacen estas bajadas en declive, patios de comidas que también hagan más placentera la estadía en el recinto deportivo.

4.- Que se construyan escaleras mecánicas en todas las tribunas, que alivien el trajín al que hoy se ven sometidos las decenas de miles de asistentes por el mal diseño del estadio.

5.- Que se retomen las conversaciones con los vecinos de la urbanización Mayorazgo para retomar el proyecto inicial, que era que los vehículos de los palquistas ingresasen por un túnel subterráneo con salida a dicha urbanización de uso exclusivo automotor. Alrededor de 30 mil vehículos acuden hasta el propio estadio en cada partido de la U. El tráfico se vuelve endemoniado. Con este túnel, que no tendría por qué afectar la seguridad vecinal, esa situación se remediaría enormemente y ya solo se permitiría el tránsito peatonal desde el óvalo Huarochirí hasta el estadio.

6.- Que se construyan o habiliten ascensores para los palquistas. Si se hace ello y se construye el túnel para sus vehículos, podría conversarse con la Asociación de Palquistas y establecer un pago simbólico por entrada para cubrir esa inversión, que, en verdad, los tendría a ellos como principales beneficiarios. De esta manera, además, en los registros de asistencia y recaudación se sumarían los casi veinte mil palquistas que acuden usualmente al Monumental, demostrando, con más diferencia, quién tiene la mayor hinchada del Perú.

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Pero vayamos al inicio, cuando el equipo haría su “monumental” ingreso. Como es sabido, desde hace años no hay más hinchadas visitantes debido a múltiples incidentes entre barras como muertes. Aun así ¡no cabía espacio para ni un alfiler ni un alma más! Desde un lateral un telón y desde la popular otro, una camiseta inmensa, la que llevara el equipo en el 2018, año en que ganara de la mano del “Muñeco” Gallardo la final histórica de la Libertadores a Boca en Madrid. Los bombos, las bengalas rojas y blancas como los globos y las banderas, como la albiceleste y los trapos, al son del “River, mi buen amigo”. Los jugadores miraban anonadados. Era un apoteósico recibimiento como es costumbre en cada partido. Y después de un primer tiempo donde tuvo un solo dominador, al equipo local, la gente comenzaba poco a poco a impacientarse. Como mi amigo Manuel Esponja, que no paraba de comerse las uñas. Él me diría: “ojalá que no sea uno de esos superclásicos donde River ataca y ataca y al final faltando pocos minutos, con un contrataque o un córner, Boca hace un gol”. Pero esta vez estaba predestinado que la historia fuera distinta. En el segundo tiempo, el equipo “millonario” seguiría yendo al frente, con un remate al palo y con buenas atajadas de “Chiquito” Romero. Se vislumbraba un 0-0 injusto. Pero en el tiempo adicional, una falta imprudente del lateral izquierdo de Boca, Sández, cambiaría el destino final del partido al dar un penal para River. Que con gran determinación y frialdad el colombiano Borja convertiría en ¡¡¡Gol!!! Desatando el grito sagrado y la euforia máxima entre todos los aficionados, como la de mi compañero Manuel Esponja, que entre conocidos y desconocidos se abrazaban, empapándose de lágrimas. Por primera vez River le ganaba en el último minuto al cuadro “Xeneize”, y eso desataría una celebración única. Pero en eso se armaría un barullo entre los jugadores por un festejo desmedido de Palavecino, que hizo que el partido sobrepasara el centenar de minutos y que a su vez produjera 3 expulsados para cada equipo, como viejos superclásicos. El resultado no cambiaría de resultado y se daría un triunfo histórico para los hinchas de River, que celebraban efervescentemente con Enzo Pérez y los demás jugadores, acompañado del «Tomala vos, damela a mí, el que no salta, murió en Madrid», entre otros cantos.

Posteriormente nos iríamos a festejar al Hall, donde se reúnen los hinchas para continuar con la celebración de un partido importante. Y allí estaría mi entrañable amigo y compañero de viajes, fanático como pocos de River, Bruno Raitzin, junto con los muchachos de Plaza Italia, con los que cantaríamos y saltaríamos hasta quedarnos afónicos. Para luego, como tenía que ser, la fiesta llevarla a otra parte. A un “boliche”, dando el mejor cierre posible a la estadía de Manuel Esponja en el país de la pasión, como haciéndome vivir mi momento más emotivo en el fútbol, y con la cual esta casita de cartón cierra esta memorable columna que indudablemente llevará de recuerdo hasta que tenga que dar su último suspiro y sea enterrado en un cajón, pintado rojo y blanco, como su corazón.

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