musica maestro

Dentro de esa paleta multiforme de asuntos que cubre con su superdotada inspiración, Serrat tiene también de esas canciones que elevan el espíritu, más valiosas que cientos de páginas mentirosas de autoayuda o ese engendro de la modernidad llamado “coaching ontológico”. Hoy puede ser un gran día -del LP En tránsito, de 1981- es quizás la más potente de ese estilo de narración que, en solo dos minutos, tiene la capacidad para levantarte de la cama por muy mal que te sientas. De ese mismo disco, la balada No hago otra cosa que pensar en ti -a la cual también le agregó versos nuevos- formaron parte de esta despedida que intenta, sin éxito, comprimir una carrera tan amplia y llena de momentos cumbre.

De nuevo Serrat, el demiurgo de la palabra bien dicha, da en el clavo con una versión diferente, de aires venezolanos de Tu nombre me sabe a hierba, la única canción que, cuando yo era niño, sonaba en las radios románticas por su onda nuevaolera. “Porque te quiero a ti, porque te quiero, aunque estés lejos yo te siento a flor de piel”. El cierre llegó con la muy esperada Cantares -1969, del disco que dedicó al poeta sevillano Antonio Machado (1875-1939)-; Esos locos bajitos -En tránsito, 1981, capaz de emocionar hasta a quienes no han tenido ni tendrán nunca hijos-, Penélope -single de 1969 que figura entre las favoritas del público- y Fiesta -Mi niñez, 1970, esa saltarina melodía para la tradicional festividad de San Juan en que la añoranza por la armonía social se combina con la inevitable comprobación de que, por más que nos esforcemos en pensar lo contrario, el ser humano siempre es atraído por su lado oscuro y prefiere “regresar a las divisas” que llevarse bien con el prójimo sin esperar nada a cambio.

La banda que acompaña a Joan Manuel Serrat no puede ser mejor. En pianos y teclados, dos históricos, los extraordinarios Ricard Miralles (78) y Josep “Kitflus” Mas (68), amigos y colaboradores eternos del cantautor. El primero fue su arreglista y director musical entre 1967 y 1987 y luego desde el 2002 en adelante -periodo que se inicia con el álbum Versos en la boca; y el segundo tomó la posta de Miralles en la década de los noventa, para discos como Utopía (1992), Nadie es perfecto (1994) o Sombras de la China (1998). Completan este brillante acompañamiento, músicos más jóvenes: David Palau (guitarras), Raui Ferrer (bajo, contrabajo), Vicent Climent (batería), José Miguel Sagaste (vientos, acordeón) y Úrsula Amargós (violín, voz), hija de otro ex arreglista de Serrat, ya fallecido, el compositor y pianista Joan Albert Amargós. Un grupo de lujo para una despedida inolvidable.

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Para el dúo con Gwilym Simcock, Metheny escogió Phase dance, una de sus composiciones más celebradas que formó parte del primer álbum oficial de The Pat Metheny Group, publicado en 1978. Melodías como estas superan el paso de los años por su naturaleza fresca y atemporal. El piano de Simcock sonó inspirado y profundo. Luego fue el turno de Linda May Han Oh de lucirse junto a su líder, con un medley del disco Beyond the Missouri sky (Short stories), que Pat grabara en 1997 con el contrabajista Charlie Haden (1937-2014). Dos temas de Haden –Waltz for Ruth y Our Spanish love song- y una relectura del clásico tema de amor de la recordada película italiana Cinema Paradiso (Giuseppe Tornatore, 1988), que fuera escrita por Ennio Morricone y su hijo Andrea, quien firma esta pequeña e intensa viñeta acústica en que Linda decora el ambiente con el uso del arco sobre las cuerdas de su contrabajo. La respuesta del público fue puro agradecimiento ante esta exhibición de sutileza interpretativa.

El concierto se iba acercando a su final y Pat Metheny parecía no querer irse. Tras un escueto pero emocionado “Thank you for coming, is great to be in Peru!” llegaron los bises, tres en total. Luego de Are you going with me? (álbum Offramp, 1982), una de las más esperadas del recital, y un exquisito popurrí de temas acústicos, tocado a solas con guitarra barítono, el grupo en pleno regresó, por última vez, para cerrar con Song for Bilbao, tema que fuera estrenado en Travels (1983). Aunque faltaron algunas piezas como Have you heard, The first circle o la sensacional September fifteenth (homenaje al pianista Bill Evans), fue un concierto redondo, de los mejores en este retorno de los espectáculos masivos tras dos años de silencio y cuarentenas.

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