Patagonia

5 y media de la madrugada empieza el tour. Nos acercamos en bus a la laguna Esmeralda para comenzar un trekking de 4 horas a las orillas del lago. Avistamos un zorro salvaje en su hábitat natural. Nosotros solo éramos visitantes en su terreno. Fue increíble. La sensación de ser casi nada frente a la inmensidad colosal de los bosques iba aumentando cada vez más.

Al terminar la caminata te das cuenta de que estás mucho más agotado de lo que creías. La imponente belleza te hace olvidar cualquier fatiga o esfuerzo físico. Llegamos a unas carpas donde nos sirvieron deliciosas lentejas calientes con queso para recuperar energías y continuar con la segunda parte del tour.

Seguimos desde una de las desembocaduras del lago para avanzar en bote. Antiguamente los Tehuelches eran un pueblo indígena que vivía en extremas condiciones y se transportaba en balsas para cazar, al igual que estábamos haciendo nosotros, solo que sin el equipamiento. Los que avistaron la comunidad por primera vez les llamaron Patagones, que viene de pies grandes, y de ahí nace el nombre Patagonia.

La primera parte fue ligera por la ayuda de la corriente, pero se dificultó en la parte más hermosa del recorrido. Entre cerros nevados y bosques de gran altura se mezclaba el rio con la entrada del mar. El bote se movía por las olas y tenías que remar con más fuerza. El agua ahora era salada y a lo lejos podías ver la inmensidad del océano. Superamos esa parte y nos bajamos en una pequeña orilla. “Kilómetro 0 de la panamericana” al costado de un cartel que decía “las Malvinas son argentinas”. No podía creer dónde estaba. Era el inicio de la carretera que se prolonga hasta Alaska.

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El último día visité en barco el canal Beagle, nombrado en honor a la nave en la que Fitz Roy y Charles Darwin hicieron sus exploraciones. Hice el recorrido en la parte externa del barco para sentir la brisa helada mezclada con el olor de mis cigarros.

De suerte pude ver un ave enorme parada en una peña. Era un cóndor en el mar. Abrió las alas y voló hacia las montañas. Entendí por qué era un animal divino en mi país, me quedé viéndolo con las alas abiertas en todo su esplendor. Definitivamente, es un animal legendario. Sentía que había presenciado a una bestia mítica. Sentía su presencia incluso cuando ya se había camuflado en las montañas.

Canal Beagle
Canal Beagle

Al regresar al puerto bajamos al costado de dos barcos grandes equipados para viajar a la Antártida. Uno de ellos lucía una bandera roja con blanco, me acerqué y el viento dejó ver nuestro escudo en la bandera.

Me emocioné al borde de las lágrimas. Estaba mi bandera en el fin del mundo. Existe una sensación afable en presenciar parte de tu nación cuando migras a otra. Me sentía abrazado por mi familia, recuerdos de jugar fútbol con mi hermano en las calles, sentía que estaba caminando con mis perros al lado, protegido y acompañado. No importaba que estuviese en la ciudad más al sur del planeta.

Es difícil de explicar. Por más que uno no sea nacionalista y sea crítico con la situación de su país, es inevitable no querer tu patria, no extrañarla y desear que le pase lo mejor en tiempos que parece imposible. La emoción me acompañó hasta el aeropuerto donde llamé a mis padres, como un niño, para contarles mis aventuras.

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Argentina, El Calafate, Patagonia
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