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Pedro Francke

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economía en el Perú, ministro de Economía, Pedro Francke

Solo un acto de malsana prestidigitación podría explicar el optimismo exultante del ministro de Economía, Pedro Francke, respecto de la realidad que afronta el país.

Enarbolar orgullosamente las cifras de crecimiento del PBI del 2021 respecto del 2020, en el cual la infame cuarentena dispuesta por el presidente Vizcarra destrozó la economía y produjo una caída de 11.12%, es una argucia demagógica. Estamos ante un simple rebote estadístico, no ante un crecimiento real de la economía.

Inclusive, el tan promocionado crecimiento de la inversión pública (22%), se acota a su justa medida si, como ha hecho Fabiola Alfaro, del SAE/Apoyo Consultoría, se saca de ella el incremento de precios (no el incremento “real” de la inversión): ello explica la mitad del presunto crecimiento; y si, luego, se extrae la inversión en el aeropuerto de Chinchero y la Reconstrucción con Cambios (hechos por convenios de gobierno a gobierno), resulta que la inversión pública real, sin esos factores distorsionantes, no creció respecto de la del 2019.

La verdadera consecuencia de la pérdida de la confianza empresarial, el caos político y la incertidumbre social provocada por este régimen se va a notar con mayor intensidad este año, cuando se avizora un desplome de la inversión privada (de 9% calcula el IPE), consecuentemente del empleo formal, y un crecimiento modestísimo del PBI de menos del 2%.

Con un gobierno proinversión, el boom de los precios de los metales nos podría llevar, como sucedió en el segundo gobierno de García, a tasas superiores al 6% anuales y a reducir la pobreza de manera considerable. Pero eso no va a ocurrir, a pesar de los vientos globales a favor, por obra y gracia de un régimen atrapado en la medianía más obscena en casi todos los sectores de la administración pública.

Es verdad que Castillo no ha provocado estatizaciones, expropiaciones, confiscación de ahorros privados, ataques a los grupos empresariales privados, ni ha impulsado, fuera de alguna letanía cada vez más aislada, la Asamblea Constituyente, como muchos temían, y eso hay que saludarlo, ya que pudo haber sido peor, pero nada de ello le extiende carta de gracia para adjuntarle alguna felicitación por la buena gestión que no está haciendo en materia económica. Por lo que se ve, no hay razón alguna para ver al ministro Francke tan campante y lenguaraz.

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ministro de Economía, Pedro Francke

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Congreso de la República, Pedro Francke

¿Cómo el Congreso le va a dar facultades legislativas en materia tributaria a un gobierno que quiere aumentar el peso fiscal a los grandes contribuyentes, si, en paralelo, deja abandonados a su suerte a proyectos mineros que son los que mayor caja fiscal le brindan?

¿Cómo el Congreso le va a dar las facultades solicitadas, si el Gobierno y junto con él todos los gobiernos locales (regionales y municipales), apenas tienen capacidad de gasto -en algunos casos ni siquiera llegan al orden del 60% de ejecución presupuestal- y no son capaces de invertir a plenitud los recursos que ya reciben?

El superciclo de precios de las materias primas, que disfrutamos, debería colocar al país en un círculo virtuoso de mayores inversiones mineras, por un lado, y de reactivación económica de toda la industria que funciona alrededor de los proyectos mineros que deberían estar en expansión.

Pero un gobierno no solo mediocre -lo que ya sería razón suficiente- sino, además, zigzagueante en materia de señales de confianza inversora, está arruinando groseramente esa inmensa posibilidad económica del Perú.

Entre mensajes estatizantes, que luego son desmentidos, anuncios radicales respecto de proyectos gasíferos, puesta de soslayo frente a la extorsión comunal que sufren minas como Las Bambas, hasta la aún vigente pretensión de instalar una Asamblea Constituyente, lo único que se hace es destrozar la confianza inversora y, por ende, la posterior inversión misma.

En circunstancias de un gobierno propicio a la inversión privada, el 2022 deberíamos crecer en el orden del 5 o 6%. Pero no, apenas, en la mejor y más optimista de las hipótesis, creceremos 2% y hay economistas que estiman un crecimiento de 0% o, inclusive, decrecimiento.

Frente a ese panorama de desgobierno y de medianía, es una ofensa política que el ministro Pedro Francke pretenda que el Congreso le dé carta blanca para que legisle en materia tributaria, financiera y económica, a su antojo y buen parecer.

Lo correcto, por parte del Legislativo, es que le niegue esas facultades solicitadas, que el Ejecutivo presente proyecto por proyecto y que, uno por uno, se vea si se ajustan a criterios técnicos y no a caprichos ideológicos o prejuicios políticos, como los puestos de manifiesto por el propio titular del MEF en sendas entrevistas periodísticas.

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Congreso de la República, Pedro Francke

La opinión pública ha centrado su atención negativa sobre todo en el ministro del Interior, Luis Barranzuela, pero le ha puesto mediana intensidad a recalar en lo que se viene haciendo en un portafolio crucial como es el de Educación, y con su titular, Carlos Gallardo.

En conferencia reciente, el ministro de Educación, en la práctica, anunció la sepultura de la reforma magisterial y en particular de la evaluación meritocrática -una de las mejores y mayores reformas que se habían efectuado en un sector carente de manejos visionarios o de largo plazo-, asentó sus vínculos con Fenate, sindicato apócrifo vinculado al Movadef y, lo que coronó la fiesta, soslayó la urgencia de reiniciar las clases presenciales en el país.

Gallardo es un incompetente mayor. Carece de autoridad y de criterio para manejar una de las carteras en las que un gobierno de izquierda debiera marcar la diferencia respecto de las administraciones de derecha, que suelen no prestarle mayor atención a las políticas públicas básicas, sobre todo las de salud y educación.

A este paso, uno llega a preguntarse, con razón, para qué tanto esfuerzo del ministro de Economía, Pedro Francke, por incrementar el presupuesto vía una reforma tributaria, si uno de los sectores receptores de ese incremento recaudatorio, va a ser un portafolio pésimamente administrado por alguien que claramente no está calificado para el cargo.

El Congreso va a tener que tomar cartas en el asunto. El camino de la interpelación y la censura -o la censura directa- se impone más en este caso que en el de Barranzuela, siendo ambos, ministros que no merecen ocupar un asiento en el consejo ministerial.

La educación pública es uno de los pilares de la inclusión ciudadana y de la mayor equidad social. En la educación pública debieran invertirse los excedentes del éxito macroeconómico del país. Pero ello requiere mano diestra para conciliar intereses propios del sector y generar consensos que permitan sobrellevar la reforma que hasta el momento se ha desplegado, profundizándola y extendiéndola.

No se puede tolerar a un ministro contrarreformista, puesto en el cargo, al parecer, solo para beneficiar a un sindicato radical que quiere aprovechar el poder político del Presidente para trazar una ruta de dominio y de hegemonía en el magisterio, siendo, en esa perspectiva, Gallardo, un monigote que piensa más en ello que en el bienestar de millones de niños y jóvenes, cuyas familias claman por recibir una educación digna, competitiva con la educación privada que solo los afortunados pueden pagar.

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Congreso de la República, fenate, Luis Barranzuela, ministro del Interior, Movadef, Pedro Francke, Presidente Castillo

Queda más que claro que el shock capitalista que el Perú requería para salir de la crisis recesiva de la pandemia y que hubiera permitido remontar las adversidades en las cifras de empleo y pobreza rápidamente, solo va a ser una quimera en manos del menjunje de gobierno que tenemos.

Inclusive, los esfuerzos de responsabilidad fiscal de Pedro Francke al mando del MEF chocarán con la absoluta falta de confianza de los inversionistas empresariales de todo tamaño, quienes, mientras dure el desmadre y además penda como espada de Damocles la posibilidad de una refundacional Asamblea Constituyente, no van a meter la mano al bolsillo para arriesgar sus capitales.

El propio Francke, quien ha pedido facultades legislativas en materia tributaria, chocará con una realidad fiscal en el sector minero distinta a la que él seguramente esperaba. Si pensaba que allí estaba la vaca lechera para todos sus males, se equivocó de cabo a rabo. Ya el sector minero, según un estudio del IPE, tiene una carga tributaria del orden del 47%, muy por encima de Canadá, Australia y Chile, directos competidores en el sector, siendo solo superados por México.

Quiere decir que casi la mitad de la utilidad minera se va al Estado. Es como si el gobierno fuera accionista, sin riesgo alguno, de la mitad de las acciones de las empresas mineras. Mucho más no les puede sacar, sin correr el riesgo de espantar a los potenciales inversionistas que hoy están a la espera de empezar a operar, en proyectos valorizados en varios miles de millones de dólares.

Antes que pensar en sobrecargar el sector minero, a lo que el gobierno debiera abocarse es a destrabar los proyectos entrampados o acelerar los que ya están en fase pronta de operaciones. Con ese aumento considerable de inversiones, obtendría mucho más que con una facilista sobrecarga impositiva.

Pero esto que vemos en el sector minero lo apreciamos en todos los ámbitos del Estado. Se ha extendido un ánimo antiprivado fatal para la economía. Una empresa privada ha ofrecido hace semanas toda su plataforma logística para desplegar un proceso de vacunación masivo a través de las farmacias y, pues, el presidente de EsSalud y el titular de Salud, ni bola. Seguramente, llenos de prejuicios contra el sector privado, se conducen a la parálisis.

Serán cinco años perdidos. El gobierno de Castillo será peor que la pandemia. Ni con Francke en el MEF o Velarde en el BCR se logrará mucho si se alberga senderistas en Palacio junto a radicales cerronistas, además en guerra cruenta entre ellos, y todo ello bajo la sombra del desgobierno de un Presidente incapaz.

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Asamblea Constituyente, Pedro Castillo, Pedro Francke, Perú

El Congreso viene cumpliendo hasta el momento de modo satisfactorio su rol de control y oposición del Ejecutivo. En base a la holgada mayoría del centro y la derecha han logrado hacerse de la Mesa Directiva y de las principales comisiones parlamentarias, y además, como corresponde, han empezado a ejercer control político del gobierno central citando a ministros a dar explicaciones.

De otro lado, la calle sigue movilizada. Hasta el momento, de un modo muy parcial, en base a la legítima y valiosa colaboración del empresario Erasmo Wong (lástima que se haya sumado a la estrategia golpista, pero, en fin, eso ya es hoja a la que se le debe dar vuelta, en términos de estrategia opositora), y deberá ampliarse a gremios que como el Sutep ya han expresado su malestar por la clara inconducta del régimen con los términos sindicales del magisterio.

Pero lo que falta es que surjan líderes políticos que galvanicen este estado de ánimo y lo conduzcan durante el periodo que dure este gobierno. No se entiende, por ejemplo, el silencio de Keiko Fujimori. Muy activa cuando se trataba de obstruir desde el saque al gobierno de PPK (cuando allí debió haberse promovido un pacto de derechas que hoy habría arrojado un desenlace inmensamente superior al que tenemos), y hoy silente y pasiva.

Ha hecho bien en abstenerse de aprovechar su número de parlamentarios para tener presencia en la Mesa Directiva. Aún tiene heridas que restañar ante la opinión pública por lo abominable que fue la conducta de su bancada en el periodo anterior. Pero fuera de las instancias congresales tendría mucho que decir y hacer.

Julio Guzmán salió muy mal parado en las elecciones. Puede perder, inclusive, la inscripción, pero no es un político muerto y más bien podría capitalizar la creciente decepción por la gestión de Castillo para recolocarse y retomar posiciones expectantes que antaño tuvo.

Y así por citar solo dos. Podrían surgir también nuevos liderazgos. La circunstancia lo amerita. Se viene una batalla larga para contener cualquier eventual arresto radical y autoritario de un régimen que alberga en su seno esta variante y que no se sabe, a ciencia cierta, cuánto tiempo convivirá con la tecnocracia del MEF (Francke) y del BCR (Velarde) sin patear el tablero populista.

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Julio Guzmán, Julio Velarde, Pedro Francke
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