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presidentes del Perú

En esa perspectiva, conviene que decante el sistema político en general, luego de tantas crisis, que haya tiempo para que se inscriban quienes quieran inscribirse, que haya espacio para que se conformen alianzas maduras y consolidadas, que se abra una línea de morigeración de los ánimos caldeados de un sector significativo de la ciudadanía (que la gente vaya a votar con cólera o frustración ya ha demostrado no ser lo mejor).

Para que ello suceda, lo ideal es que Dina Boluarte gobierne hasta el 2026, que se complete el mandato constitucional y que en ese año, vayamos a elecciones sin sobresaltos ni turbulencias. Ojalá no haya imprevistos (escándalos de corrupción o rebrote de la conflictividad social) que hagan volar por los aires el tablero político nacional y que empecemos a recuperar la tranquilidad institucional que se necesita para que las fuerzas del mercado cambien su perspectiva del país y se regenere el círculo virtuoso de inversión, generación de empleo y reducción de la pobreza.

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Adelanto de elecciones, Dina Boluarte, Gobierno, inestabilidad política, Perú, presidentes del Perú

Y también el Perú ha encarcelado presidentes de la República y espera seguir haciéndolo. Augusto B. Leguía, derrocado por Luis M. Sánchez Cerro, fue desembarcado cuando iba al exilio en Panamá. Pasó de El Frontón al Panóptico mientras su casa fue asaltada por la muchedumbre. Estuvo el último año de su vida sin luz, sin condiciones higiénicas y sin amigos (como anunciaron los compositores criollos tiempo atrás).  Murió en el Hospital Naval del Callao. Por el contrario, Alberto Fujimori, quien purga 25 años por crímenes contra los Derechos Humanos, hoy cuenta con una cárcel excepcional, sin celdas y con amplitud de visitas, dentro de la Dirección de Operaciones Especiales de la Policía (DIROES). Tiene biblioteca, taller de pintura, cocina, sala de reuniones, enfermería y huerto. Francisco Morales Bermúdez, condenado en Italia por el Plan Cóndor, murió en prisión en su hogar, donde también está confinado Pedro Pablo Kuczynski por lavado de activos. Alan García no quiso enfrentar ni el juicio y se suicidó.

Ollanta Humala tuvo prisión preventiva por la misma razón y ahora libre espera los resultados del juicio. Aún se aguarda la repatriación de Toledo por la misma causa. El congreso consiguió que se interrumpiera la investigación del ministerio público contra Manuel Merino por las muertes durante las movilizaciones en su contra. Pero al mismo tiempo, un parlamento anterior consiguió la vacancia de Martín Vizcarra, y el actual busca ahora la de Pedro Castillo, investigados ambos por comisión de delitos contra la administración pública y aprovechamiento del cargo con la evidencia de los colaboradores eficaces. Ya la prensa peruana, dolida por el retiro de los fondos publicitarios del Estado, se encargará de contarnos con pasión y detalle cuáles serán las celdas o las estancias a las que su púbico exaltado los quiere ver llegar.

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política peruana, presidentes del Perú, prisión

EL PODCAST DIARIO DE OPINIÓN DE JUAN CARLOS TAFUR.

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estatismo, gremios empresariales, medios de comunicación, poderes, Populismo, presidentes del Perú, tecnocracia liberal

Hay tres poderes fácticos -gremios empresariales, tecnocracia liberal y medios de comunicación- que a lo largo de las últimas décadas han jugado un rol de contención importante respecto de cualquier devaneo populista o estatista.

Esta trenza derechista logró que Alejandro Toledo se quitase la vincha roja, que Alan García II no hiciese realidad sus promesas populistas de campaña, que Ollanta Humala elija la hoja de ruta, etc. Gracias a su presión, terminaron por evitar que el país se vaya al abismo, y a pesar de la enorme corrupción de la transición democrática, el país creció, disminuyó la pobreza y lo propio ocurrió con la desigualdad.

Lamentablemente, en el último lustro, esta trenza había sufrido serio menoscabo. Los gremios empresariales se hallaban seriamente desprestigiados por el caso Lava Jato y el Club de la Construcción, los tecnócratas liberales habían perdido capacidad de influencia al haber salido del Estado, y los medios atravesaban no solo una serísima crisis económica -que perdura-, sino que arrastraban errores de indulgencia cometidos, sobre todo, con el gobierno de Martín Vizcarra.

Felizmente, sin embargo, luego del triunfo de Pedro Castillo, esta triada de poderes fácticos está recuperando su capacidad de influencia y está logrando lo que, por ejemplo, un Congreso opositor mediocre y blandengue no ha logrado, como es la caída de un gabinete y luego de varios ministros, o que se modere la línea económica inicialmente planteada por el régimen.

Los gremios se han modernizado y entendido que su rol político no puede ser “a lo bestia” y que bien dosificada la postura enérgica es mucho más decisoria. Los medios, casi por unanimidad, han puesto el acento hipercrítico en la denuncia de las tropelías del gobierno, recobrando prestigio, y la tecnocracia liberal ha logrado compensar su ausencia de las instancias de decisión públicas con una presencia mediática influyente.

En medio de la ausencia de liderazgos políticos, de la defección de los principales partidos, de la debilidad institucional del Congreso o de los poderes locales, que la trenza derechista se haya recompuesto, recupere bríos y capacidad de influencia, es una extraordinaria notica que hay que ponderar. El Perú de estos años críticos lo va a agradecer.

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Desde el 2000 hasta el día de hoy, si hay algo que caracterizado al Perú es que para las vacancias y renuncias presidenciales no ha sido un factor determinante el componente externo, vale decir, la calle o las masivas salidas de los ciudadanos organizados, como en Ecuador o Bolivia. Lo que ha caracterizado a nuestro sistema político fueron las caídas de presidentes por factores internos. Eso lo hemos podido apreciar desde la renuncia de Fujimori por los vladivideos, la renuncia de Pedro Pablo Kuczynski (PPK) por la compra de votos y la vacancia de Martin Vizcarra también por factores internos. 

Se preguntarán por la renuncia de Manuel Merino a través de las salidas a las calles. La verdad, es un caso que no se convierte en regla. Fue un episodio inaudito producto de una crisis sanitaria por la que pasamos, pero no es lo que nos caracteriza. Sucedió también en 1975, en pleno régimen dictatorial, con el paro de los policías en un contexto de severa crisis económica que favorecía ello. La forma de protesta del ciudadano es a través de las urnas, votando por el mal menor y no por convicción. Eso ha sido, y sigue siendo, la regla de nuestro sistema político en la que el ciudadano -que vive en una economía informal (80% según el INEI)- vive del día a día y en la que aún hay un pan en la mesa de los hogares peruanos.  

Algo importante a apuntar es que se pueden generar las condiciones para estas situaciones a través de protestas sociales focalizadas (léase paro de transportistas o conflictos sociales en torno a la minería e hidrocarburos) en la que se vaya legitimando un descontento con el accionar del presidente, como sucedió con Fujimori y PPK. Pero vuelvo a repetir: no es la calle -como expresión movilizadora y organizada- la que caracteriza al peruano. 

Al respecto, habría que analizar el porqué del asunto, el porqué de esa conducta política parroquial. Ya mencioné que un condicionante estructural es la economía informal; otra estaría muy relacionada a la poca capacidad cívica o ciudadana. Como diría el politólogo Guillermo O´Donnell, poseemos una peculiaridad delegativa, en la que solo votar consta como parte de nuestro deber democrático. 

El espacio público también no se presta para la generación de una cultura política responsable. Hemos podido apreciar, desde la transición de la democracia hasta ahora, que lo que caracteriza al espacio público es la diatriba, la satanización del adversario y la judicialización. Vivimos -como diría el historiador francés Pierre Ronsavallon- una contrademocracia, vale decir, una cultura política del veto, de eliminación del adversario, tan dañina para nuestra joven democracia. 

Nos toca a todos los actores involucrados en mantener nuestro Estado de Derecho, estar alerta de los enemigos de las libertades y también de las actitudes poco democráticas de los actores dentro de nuestro sistema político que generan las condiciones para el acecho de organizaciones negativas para el país. 

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presidentes del Perú, renuncias presidenciales, vacancias

Luego de 100 días en el gobierno (aunque varios se pregunten si es así), la administración Castillo se muestra estable frente a la opinión pública. No hay elementos de juicio para pensar que frente a lo que opinaba la población peruana al inicio de su gobierno, se ha generado un cambio relevante en sus indicadores de aprobación / desaprobación.

De acuerdo con la última encuesta del IEP, la fluctuación del indicador de aprobación del presidente Castillo no ha sufrido una diferencia relevante con respecto a sus cifras de agosto. Apenas 3 puntos de diferencia, que en la prueba de intervalos de confianza no marca diferencias significativas.

¿Por qué esto es relevante? Porque nos habla de una lógica de estabilidad en un país que está bastante polarizado. Si bien la aprobación de Castillo es más baja a estas alturas que la de sus predecesores, éstos ya venían experimentando un declive muy significativo en sus cifras como veremos más adelante.

Donde parece haber movimiento es en los sectores que respaldan esa aprobación, aunque allí sí es pronto para poder determinar bastiones perdidos. Recordar que las bases por segmento en cada encuesta ya son pequeñas y por lo tanto los movimientos hay que tomarlos con pinzas. Aun así, lo que se ve es que donde más está perdiendo apoyo el presidente Castillo son el sur del país (-16%), en el centro (13%), lo rural (-14%), el NSE DE (-8%) y jóvenes (-10%)¹. Todas estos sectores que anteriormente significaban la base más sólida del apoyo gubernamental. 

¿Qué puede estar pasando allí? Hernán Chaparro hipotetiza el martes en su columna semanal que “los resultados de la encuesta del IEP indican que el capital político de la identificación ya dio todo lo que pudo y que ahora lo que está en la agenda ciudadana es la gestión.”² Es decir, que ya lo simbólico de la oferta castillista llegó a su techo y si no comienzan los resultados concretos el gobierno entrará en un agujero negro en el que la vacancia podría empezar a tener un significado relevante para la mayoría. En la misma línea opina Juan de la Puente en su balance de los 100 días, cuando señala que: “La más grande de las intuiciones que guían a Castillo es su simbolismo, una de las cinco representaciones en el modelo de Hanna Pitkin. No obstante, se acaba el tiempo de lo simbólico”³. Sin embargo, creo que hay un punto que los analistas no están tomando en cuenta para evaluar la caída en estos segmentos de la aprobación: El potencial sentimiento que puede generar el cambio de orientación del gobierno hacia una izquierda algo más moderada. 

El cambio de PCM, reemplazando a Bellido por Mirtha Vasquez, generó una reacción inmediata en los segmentos señalados. Especialmente en los geográficos (sur y centro), que son los centros relevantes de la votación y aprobación que ha tenido Castillo hasta el momento. 

La llegada de Vasquez a la PCM y sus implicancias en su alcance puede haber resentido la aprobación de estos sectores que podrían empezar a sentir algo a lo que el gobierno debería prestar especial atención: la percepción de ser más de lo mismo, de una esperanza frustrada. El siguiente cuadro muestra la diferencia entre lo que fue la aprobación a Bellido en sus primeros días de gestión con la aprobación a Vasquez en su nombramiento:

Aprobación PCM

Claramente, allí donde era fuerte Bellido cae Vásquez, especialmente en zonas geográficas. Va a depender de la Premier y del gobierno en general el poder hacer que la lógica que guio a esos segmentos a apoyar a Castillo y Bellido se mantenga ahora que la facción radical de Perú Libre parece que se fue a la oposición. Por ahora, parece un lío de percepción más ideológica que real. Pero eso no quita que se requiere de acción concreta y de comunicación de dicha acción. El éxito del gabinete Vásquez estará en la posibilidad de representar realmente ese cambio pedido y esa atención requerida por los olvidados de siempre. Mirtha Vásquez ha señalado que su gestión es y será de izquierda; desde el ala cerronista le responden que ellos son la verdadera izquierda. Momento de definición entonces. 

Paréntesis: lo que llama poderosamente la atención es que en general, las encuestas que aparecen -a excepción de la de IEP- no preguntan jamás por algo positivo relacionado con el gobierno. Sólo se hacen preguntas con mención a temas polémicos o en los que claramente la opinión pública va a estar en contra, con preguntas que realmente son para usar en una clase de “cómo no preguntar”. Abiertamente, cuestionamos: ¿cuál es la aprobación de la política de vacunación del gobierno, por ejemplo? Y la respuesta resuena en el vacío. Nunca se ha vivido de parte de la mayoría de las encuestadoras tanta falta de información. Algunos colegas señalan que es porque el cliente paga por lo que el quiere preguntar. Hay un sentido ético que tenemos que revisar entonces.

Volviendo a los indicadores, la aprobación del Congreso aparece como uno que refleja la polarización que tenemos hoy en el país, pues se hace en contraposición al gobierno y se compara para ver quién está mejor y quién peor. La verdad es que el parlamento nacional sale peor que el mismo gobierno. Sin embargo, esto puede ser engañoso si seguimos viéndolo como un todo.

Las zonas con mayor desaprobación del Congreso son Lima (78%) y el sur (80%). Los extremos al momento de evaluar al gobierno se juntan en su evaluación al Congreso. ¿A qué se debe? A expectativas diferentes. Mientras que unos esperan que el parlamento sea más ágil para promover la vacancia y taponee toda iniciativa que venga desde el Ejecutivo, los otros pueden estar esperando mayor promoción de leyes que beneficien las regiones o en general se alineen más con una perspectiva de izquierda. Por lo que es difícil poder evaluar la alta desaprobación parlamentaria de manera monolítica. E incluso en la votación de investidura se pudo notar un eje Lima – No Lima que posibilitó que algunos congresistas de Renovación Popular o Avanza País que vienen de provincias terminaran dándole su voto al gabinete.

Comparando momentos

¿Fueron tan diferentes los momentos de Castillo con los momentos del otro presidente que en la historia reciente fue considerado de izquierda, como lo fue el de Humala? Pues hay más coincidencias de las que se cree. No hay que dejar de notar que el gobierno de Castillo y el Parlamento hoy tienen las cifras más bajas de los últimos gobiernos. Pero en tendencias la cosa viene pareja.

100 días de Humala

Si bien la aprobación de Humala era superior (en noviembre alcanza 56% de respuestas positivas a su gestión), lo cierto es que estaba en declive. En septiembre el indicador de aprobación de Ipsos le daba 65% y en octubre 62%. 9 puntos menos en dos meses. Bastante importante.

Cuadro 1: Tendencias de la aprobación presidencial en los tres primeros meses de gestión 2011 / 2016 / 2021

aprobación-presidencial

Fuentes: Ipsos (2011, 2016), IEP (2021)

El Congreso, muy similar a lo que se tiene hoy. Solo el 24% lo aprueba en noviembre de 2011, perdiendo 16 puntos de aceptación desde septiembre. Su indicador de desaprobación era 66%. En declive también, igual que ahora.

Tampoco estuvo ajeno a los escándalos y símbolos de descomposición desde sus esferas más cercanas. Recordemos el affaire Chehade que hizo que antes de los 100 días el gobierno se quedara en la práctica sin su segundo vicepresidente y con el ala oficialista resquebrajada. El caso Chehade, acusado de interferir con la policía para que beneficie al grupo Wong desalojando una azucarera, fue interpretado como un cisma en el gobierno, generando una crisis política importante.

Pero además, si bien es cierto que Humala no tuvo una crisis de gabinete en los 100 primeros días, su primer presidente del Consejo de Ministros le duró solo 4 meses, tiempo en el que Lerner le cedió la posta al Valdés un militar en retiro que venía del ministerio del Interior. Tampoco fue un gobierno armonioso. El detalle es que su gobierno priorizó dar los sectores productivos a ministros más liberales (Castilla en Economía es un ejemplo de esto), mientras que los de desarrollo social a una corriente más de izquierda (García Naranjo en Mujer)

Cuadro 2: Tendencias de la aprobación congresal en los tres primeros meses de gestión 2011 / 2016 / 2021

congreso-aprobación

Fuentes: Ipsos (2011, 2016), IEP (2021)

100 días de PPK

En el caso de PPK la figura es similar. En noviembre de 2016 su aprobación aún estaba en positivo (51%), pero había perdido 12 puntos desde septiembre que alcanzó 63% de aceptación a su gestión. Asimismo, solo 37% aprobaba la gestión del Parlamento. En septiembre de dicho año alcanzaba el 46%, una caída de 9 puntos en su aprobación.

PPK tuvo un gabinete más estable y trató de seguir la lógica de Humala, con ministerios productivos más “de derecha” y ministerios sociales más de “izquierda”. Lo que no tuvo estable fue la relación con el Congreso de amplia mayoría fujimorista. Las constantes amenazas de censuras y los juegos políticos que se armaron terminaron pro hacer del suyo un gobierno muy inestable y fusible.

¿Qué viene ahora? Una calma muy corta, esperando lo que la Premier pueda ofrecer con un gabinete renovado y que requiere tal vez un par de ajustes más. Y estar a la expectativa de cómo la opinión pública va describiendo sus adherencias.

 


¹Diferencia tomada entre septiembre y octubre en la encuesta de opinión del IEP. En: https://iep.org.pe/wp-content/uploads/2021/10/Informe-OP-Octubre-2021-completo.pdf

²En: https://larepublica.pe/opinion/2021/11/02/que-tiempos-aquellos-por-hernan-chaparro/

³ https://www.patamarilla.com/2021/11/la-ultima-confianza-castillo-a-los-100-dias/

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