Prog-Rock

Hace algunas semanas, diversas páginas web musicales lanzaron, a través de sus redes sociales, una noticia que ha generado gran expectativa entre los amantes del rock clásico en general -y del progresivo en particular-, que se viene viralizando y actualizando constantemente. Se trata de la conformación de un supergrupo integrado por cuatro extraordinarios instrumentistas para traer al siglo XXI unos discos que, entre 1981 y 1984, representaron la vuelta al ruedo de una de las bandas más respetadas e influyentes de los setenta, después de siete años de ausencia.  

Adrian Belew (74), Tony Levin (77), Danny Carey (62) y Steve Vai (63) son músicos consagrados, de largas trayectorias impulsadas por la creatividad y la innovación, de innegable vocación vanguardista pero sin alejarse de manera radical del mainstream y de uno que otro coqueteo con los gustos populares. Cruzando géneros y expandiendo las posibilidades de sus respectivos instrumentos, esos cuatro nombres se consolidaron como garantía de autenticidad, talento y mucho virtuosismo, ubicándose por encima del espectro común y corriente de lo que consideramos pop-rock para, desde allí, contribuir individualmente a su evolución y permanencia en el espectro sonoro, ajenos a las tendencias y modas masivas. A estas alturas, sin nada qué demostrarle a nadie, estos señores pueden hacer lo que quieran.

Y lo que han decidido hacer es rendirle tributo al periodo 1981-1984 de King Crimson, reinterpretando las canciones de la trilogía Discipline (1981), Beat (1982) y Three of a perfect pair (1984), un retorno que consiguió unir las brillantes sonoridades del pop ochentero más arriesgado y experimental con las características que los hicieron mundialmente famosos durante la década anterior, sin perder prestigio ni generar división entre sus seguidores más fieles, algo que sí ocurrió con varios de sus contemporáneos como por ejemplo Yes, Genesis o Pink Floyd y sus intentos por adaptarse a las tendencias sonoras de esa década, dominadas por la new wave y el pop-rock de estadios. 

La idea de ver al incontenible Steve Vai, considerado uno de los mejores guitarristas de todos los tiempos, replicando los crispados, arácnidos y complejos solos de Robert Fripp y a Danny Carey, dinámico y explosivo baterista de Tool, traducir la polirritmia electroacústica de Bill Bruford, pone a los fans del Rey Carmesí al borde del delirio, de solo imaginar cómo sonará eso. Por otro lado, será ocasión de ver en concierto, otra vez juntos, a Adrian Belew y Tony Levin, quienes junto a otro integrante de King Crimson, el baterista Pat Mastelotto, crearon en 2013 el campamento musical Three Of A Perfect Pair, un evento anual de cuatro días en el que interactúan con sus fans de una manera más cercana y personal. Pero verlos sobre el escenario, tocando de nuevo el material que construyeron junto a Fripp y Bruford hace cuatro décadas, simplemente no tendrá pierde. 

La noticia está tan fresca que, como es común en esta era del tráfico de información en tiempo real, a diario aparecen nuevos datos sobre cómo y desde cuándo surgió la idea, qué expectativas tiene el público, los músicos y demás detalles. De hecho, se acaba de confirmar hace poco que el cuarteto hará una gira de 44 fechas por Estados Unidos y Canadá, que arrancará el 12 de septiembre en San José, California y terminará el 8 de noviembre, en Las Vegas, Nevada. La semana pasada, los cuatro se reunieron con el reconocido YouTuber, productor musical y guitarrista Rick Beato, en Los Angeles, para una conversa exclusiva de una hora que ya superó las 350 mil reproducciones. 

Fripp, conocido por su férrea manera de proteger todo lo relacionado a la emblemática banda que fundó en 1969, aprobó el proyecto -fue Belew quien se lo planteó, hace algunos años, antes de pandemia- e incluso ha declarado que Vai es el único guitarrista capaz de tocar sus partes. El líder absoluto de King Crimson hasta le puso nombre a la nueva creatura. El supergrupo se llama Beat, como el segundo volumen de aquel alucinante tríptico de símbolos arcanos y carátulas monocromáticas. 

Entre 1969 y 1974, King Crimson produjo siete álbumes en estudio y dos en vivo, con Robert Fripp como único miembro estable y un total de dieciséis músicos que entraron y salieron, en ese quinquenio, de acuerdo con las decisiones estrictas del capitán de aquel buque sonoro experto en mellotrónicas atmósferas oscuras, entre lo sublime y lo tétrico, cargadas de patrones armónicos difíciles de digerir a la primera, en los que coincidían jazz, rock, fusiones étnicas, música concreta y proto heavy metal. 

Ese último año, 1974, el guitarrista británico de gesto imperturbable y gustos eclécticos -lo inspiran por igual Jimi Hendrix (1942-1970) y Béla Bartók (1881-1945)- decidió dar fin a esta primera etapa de la banda para tomarse un año sabático. En 1976 retomó sus actividades musicales y se involucró con varios artistas destacados, entre ellos Peter Gabriel, con quien trabajó como músico y productor en sus primeros álbumes en solitario tras separarse de Genesis.

Para cuando estaba por llegar la década de los ochenta, Fripp ya se había reinsertado plenamente en su mundo: en 1977 grabó, a instancias de su buen amigo Brian Eno, el icónico riff de “Heroes”, tema central del décimo segundo álbum de David Bowie del mismo nombre; en 1979 lanzó su debut como solista, Exposure, resultado de diversas exploraciones previas; y, en 1980, armó The League Of Gentlemen, un breve e interesante intento de orientarse hacia la estética sonora de la new wave, un aprendizaje que sería fundamental para su siguiente paso.

En ese momento se embarcó en la formación de un nuevo conjunto que sirviera de vehículo para algunas de sus nuevas composiciones. Para ello llamó a su compatriota Bill Bruford, baterista que estuvo en la última encarnación de King Crimson (1973-1974) y a dos músicos norteamericanos: el guitarrista y cantante Adrian Belew -que venía de trabajar con Frank Zappa, David Bowie y Talking Heads- y el bajista Tony Levin, a quien conoció durante las sesiones de los dos primeros álbumes de Peter Gabriel. 

King Crimson ingresó así, con todo el peso de su bien ganado estatus, a la década de los ochenta. Era la primera vez que Fripp interactuaba con otro guitarrista y, para aprovechar al máximo el toque afilado, poco convencional y lleno de extraños efectos de Belew, lo entrenó durante seis semanas para implementar un estilo fluido de arpegios, en tiempos extraños como 5/4 o 17/8 que se repiten de manera cíclica, se entrelazan y contraponen, creando un sonido continuo de resultados hipnóticos, basado en la música tradicional de Indonesia que, por entonces, interesaba profundamente a Fripp para desarrollar su arquetípico estilo en la guitarra eléctrica. 

Levin, bajista de enorme versatilidad y recursos técnicos, trajo consigo el Chapman Stick, instrumento de diez cuerdas que es bajo/guitarra a la vez y se toca con ambas manos aplicando la técnica del tapping, inventado por el músico norteamericano Emmett Chapman (1936-2021) en la década de los setenta. Con ese instrumento se integró, casi como un tercer guitarrista en la sombra mientras que, a la vez, mantenía las notas graves de su bajo para cimentar, en combinación con Bruford, una sección rítmica impredecible y asincopada, ideal para las cascadas de notas, efectos sonoros y riffs cargados de distorsión que disparaban Fripp y Belew. 

De fondo, los Frippertronics, ráfagas de ruido electrónico que Robert Fripp estrenó en el disco que hizo en 1973 con Brian Eno, el pionero (No pussyfooting), en combinación con los experimentos que él y Belew hicieron con un nuevo sintetizador para guitarras eléctricas, el Roland GR-300; reemplazaron al omnipresente mellotron de lanzamientos clásicos como In the court of the Crimson King (1969), In the wake of Poseidon (1970) o Red (1974). Todos estos elementos, más el arsenal de percusiones electrónicas Simmons de Bruford y la pureza vocal de Belew, fueron la base de esta nueva etapa.

La trilogía se inicia con Discipline (1981), el disco de la portada roja. Del caos controlado de Indiscipline -que alguna vez fuera usado por Canal N como cortina para uno de sus noticieros- al plácido arrullo cósmico de Matte kudasai -«espérame, por favor» en japonés-; del funk enfermizo de Thela Hun Ginjeet -anagrama de Heat in the jungle, en referencia a las peligrosas calles de New York- a la enigmática calma del instrumental The sheltering sky; el debut del nuevo cuarteto fue reluciente y, a la vez, recogió el sonido de King Crimson del lugar en que había quedado encapsulado desde 1974. Discipline -otro instrumental- y Frame by frame son buenos ejemplos de las secuencias circulares de arpegios que Fripp y Belew llevaron a un nivel magistral, sobre todo en vivo. Y Elephant talk, con ese inicio de Levin en el Chapman Stick y la guitarra de Belew simulando el barritar de un elefante, es un modelo de cómo ser sarcástico sin decir nada concreto.

Beat (1982) es un homenaje a la literatura norteamericana de los cincuenta y sesenta, base ideológica e intelectual del hippismo. Belew, quien escribe todas las letras en los tres discos, ha contado que durante esos primeros años en King Crimson, sus escritores de cabecera fueron Jack Kerouac, Neal Cassady y Allen Ginsberg. Precisamente, el tema que abre el disco azul se llama Neal and Jack and me, en clara referencia a Cassady y Keroauc. El instrumental Sartori in Tangier, por ejemplo, toma parte del título de una obra de Ginsberg -Satori in Paris (1966)- y menciona a la ciudad marroquí donde la Generación Beat solía reunirse. Neurotica -uno de los temas más robustos del álbum- toma el nombre de una revista asociada al movimiento Beat. Y Heartbeat, brillante tema pop que tuvo incluso un videoclip que muchos recordarán haber visto en Disco Club, está inspirado en el libro del mismo nombre escrito por la esposa de Neal Cassady. Por otro lado, el misterio de The howler y la suavidad de Two hands son prueba de la versatilidad del cuarteto. Musicalmente, Beat incorpora ritmos africanos a todo el aquelarre crimsoniano, que le permiten brillar a Bill Bruford -las muestras más claras de ello son Waiting man y Sartori in Tangier-, que aportan frescura a los arrebatos disonantes de Robert Fripp y los conecta con otros artistas interesados en estas fusiones, como Peter Gabriel y Talking Heads.

Cierra el tríptico Three of a perfect pair (1984), el de portada amarilla, con canciones como el tema-título, Man with an open heart y Model man, piezas de creativo pop-rock progresivo que suenan accesibles si las comparamos con temas más desafiantes, guiados por la improvisación, como las instrumentales Industry, Nuages (That which passes, passes like clouds) o Larks tongues in aspic III, vínculo conceptual con el King Crimson clásico -las dos primeras partes están en el quinto disco de 1973, del mismo título- que son, junto a los convulsos requiebros de Requiem, del álbum anterior, los extremos de una banda que no conoce límites cuando se trata de innovar y sorprender al oyente. En Sleepless, Levin ataca su bajo de cuatro cuerdas con solvencia, algunos años antes de que hiciera lo mismo, para públicos más grandes, en el recordado éxito de Peter Gabriel, Sledgehammer (álbum So, 1986). Mención aparte para Dig me, canción que en solo tres minutos combina la oscura experimentación con un intermedio rockero luminoso.

Después de una gira que los llevó hasta Japón, la banda se separó, de acuerdo con los planes originales de Fripp -tres años, tres giras, tres discos-, cerrando un ciclo brillante en la trayectoria del grupo. En 1998 apareció el doble en vivo Absent lovers: Live in Montreal, que recoge un concierto de 1984 y, años más tarde, en el 2016, Fripp lanzó al mercado una gigantesca joya para coleccionistas, en edición limitada. Se trata de On (and off) The Road (1981–1984), una caja que contiene 11 CDs, 2 DVDs y 5 discos Blue-Ray de audio y video, con prácticamente todo lo que hizo el cuarteto, desde versiones remasterizadas de los álbumes originales hasta conciertos, tomas alternas y un largo etcétera de grabaciones inéditas (aquí un video del “unboxing” del masivo compendio). 

Este legado adquirió vida propia en la trayectoria artística de King Crimson, a pesar de la densa sombra que le hacia su propio pasado. De hecho, Discipline iba a ser el nombre original para el cuarteto y, luego, en los noventa, Fripp usó nuevamente el término para bautizar su primer sello discográfico, Discipline Global Mobile Records, desde donde se han realizado todas las producciones de King Crimson desde el inicio de su tercera etapa, en 1995.

Esas 24 canciones y, probablemente algunas otras sorpresas del catálogo anterior y posterior de King Crimson, formarán parte del repertorio de Beat, como viene deslizándose en redes sociales. Las conjeturas van desde las más serias -¿estarán registrando en video los ensayos? ¿insertarán fragmentos de 21st Century schizoid man en medio de Indiscipline, Dinosaur a la mitad de Elephant talk?- hasta las bromas que alucinan a Steve Vai tocando sentado, como Fripp, o a Danny Carey negándose a tocar de espaldas al público los paneles hexagonales de la batería electrónica de Bruford. Pero una cosa sí es segura: Beat será el acontecimiento musical del año. Faltan solo unos cuantos meses para comprobarlo. 

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La columna vertebral del sonido de Yes, en todas sus etapas, fue el bajista Chris Squire, como puede uno notar desde sus primeras grabaciones -por ejemplo, el inicio de Survival (Yes, 1969) o a la sorprendente línea de bajo del cover de No opportunity necessary, no experience needed (Time and a word, 1970), tema original del trovador negro Richie Havens. Squire, lamentablemente fallecido en el año 2015, a los 67 años, de una extraña forma de leucemia, tenía una presencia sónica y escénica capaz de sostener cada canción del grupo, dando unidad a los desenfrenos instrumentales de Wakeman y Howe, con un sentido de la improvisación y las síncopas poco comunes en esta era del rock. El rotundo tono, medidamente distorsionado, de su bajo Rickenbacker de cuatro cuerdas, y esa increíble habilidad para pasar de notas aisladas, espaciadas, a cascadas de escalas que recorren todo su diapasón sin descanso y sin perder un solo tiempo -por ejemplo en Roundabout– o el contraste de veloces fraseos y pausas que realiza en Heart of the sunrise -escuchar aquí el bajo aislado de Chris Squire, para mayor detalle- basta para dar cuenta de su enorme talento y la importancia de su estilo en la personalidad musical de Yes.

El álbum no es, como pudiera parecer de primera mano, un único concierto registrado de principio a fin. Se trata más bien de una combinación de dos giras diferentes. Las canciones Perpetual change, Long distance runaround y The Fish (Schindleria Praematurus) pertenecen a la gira del disco Fragile, desarrollada entre septiembre de 1971 y marzo de 1972, cuando el baterista del grupo todavía era Bill Bruford. Unos meses después, faltando semanas para comenzar la nueva gira, esta vez para presentar el siguiente disco -Close to the edge-, Bruford renunció a Yes para unirse a King Crimson, la banda liderada por el guitarrista Robert Fripp. En su reemplazo llegó Alan White, de estilo más rudo e intuitivo, quien tuvo que aprenderse tan complicado repertorio en solo tres días. El resto de Yessongs es con White sentado detrás de los tambores, lugar que no abandonaría hasta un año antes de su muerte, ocurrida el año pasado, a los 72 años.

Como ocurre en prácticamente toda su discografía desde 1971, la carátula de Yessongs es una obra del diseñador y artista plástico Roger Dean, creador de mundos fantásticos en los que confluyen formaciones rocosas, volcanes, manantiales de agua clara, cielos limpios, floras espaciales y criaturas de todo tipo, una traducción en imágenes cósmicas de los universos sonoros de Yes. Escuchando temas como Heart of the sunrise o Starship trooper -cuya sección Würm es usada en los créditos finales de Yessongs, la película- es posible dar movimiento a las formas que componen uno de los empaques “más complejos y elaborados que me ha tocado hacer”, en palabras del diseñador. Debido a que se editó como disco triple, Dean decidió armar un cuadríptico que diera continuidad a las carátulas de los dos álbumes previos con cada elemento – Escape, Arrival, Awakening y Pathways- representando la evolución de este ecosistema planetario musicalizado.

Después del Yessongs -que fue un éxito comercial para la banda tanto en Europa como en Estados Unidos, donde fue certificado como Disco de Platino a finales de los noventa por alcanzar el millón de copias vendidas solo en ese país- vino un periodo difícil para la banda, tras la publicación del doble Tales from topographic oceans que, en su momento, ocasionó la indignada renuncia de Rick Wakeman y el primer quiebre de esta formación que volvería a reunirse en dos oportunidades, en el periodo 1977-1979 -que generó los álbumes Going for the one (1977) y Tormato (1978)- y, posteriormente, en 1995-1996, para producir el álbum doble, mitad en vivo y mitad en estudio, Keys to ascension.

Bajo la producción del “sexto integrante” de Yes durante el periodo 1970-1974, Eddie Offord, Yessongs constituye un registro único de lo que estos cinco músicos, entonces por debajo de los treinta años de edad, pudieron lograr en su mejor momento. En el año 2015, el sello Rhino -parte de Warner Music Group, casa matriz de Atlantic Records- lanzó un boxset de catorce discos compactos y vinilos titulado Progeny: Seven shows from Seventy-Two (aquí una sesión de desempacado o “unboxing” de esta colección), que consiste en siete conciertos completos -dos discos por cada uno- realizados entre octubre y noviembre de 1972, de donde se extrajeron las canciones de Yessongs, un álbum que llega a nuestros tiempos con su integridad musical intacta, tan sorprendente como cuando fuera puesto a girar por primera vez en el tornamesa de algún barrio hippie de Londres o New York, hace cincuenta años.

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A mitad de camino entre el art-rock y el pop, Collins lanzó sus primeros álbumes –Face value (1981) y Hello! I must be going (1982)- en simultáneo a excelentes discos de Genesis como Duke (1980), Abacab (1981) y Genesis (1983), que siguieron dividiendo a su vieja hinchada, en algunos casos de manera irreconciliable. Canciones como In the air tonight, I don’t care anymore o Thru these walls, inspiradas por el derrumbe de su primer matrimonio, tenían aires oscuros; mientras que I missed again, I cannot believe it’s true o It don’t matter to me exhibían ritmos más festivos, adornados por los vientos de The Phenix Horns, sección de metales de Earth Wind & Fire. Collins alcanzó el megaestrellato con su tercer disco, No jacket required (1985), con canciones como Sussudio, Take me home o Don’t lose my number, cuyos videoclips tuvieron intensa rotación en el mundo entero. Posteriormente, sus álbumes … But seriously (1989), Both sides (1993) y Dance into the light (1996) produjeron más éxitos como Another day in paradise, I wish it would rain down (con Eric Clapton como invitado), Both sides of the story, Everyday o It’s in your eyes. Su estilo como solista se orientó, desde el principio, al pop-rock con fuertes dosis de soul y R&B, que le permitió construir un sonido propio de gran aceptación masiva. Cada álbum, entre 1981 y 2002, tuvo como carátula una foto en primer plano de su rostro. En 2016, cuando relanzó toda su discografía en estudio, actualizó la fotografía para mostrar el inevitable paso del tiempo en sus facciones.

La balada Against all odds (Take a look at me now), tema central de una olvidada película del mismo nombre de 1984, nominada al Oscar por Mejor Canción Original, es una de las más representativas de esa década. Otras canciones como Do you remember? (1989) o One more night (1985) siguieron esa línea romántica. Separate lives, dúo con Marilyn Martin, fue parte de la banda sonora de White nights (Taylor Hackford, 1985), film protagonizado por los bailarines Mikhail Barishnikov, Gregory Hines, y la actriz Helen Mirren. Su primer #1 llegó en 1982 con el cover de You can’t hurry love, canción de 1966 de The Supremes. El video, un homenaje a los grupos vocales de esa época, fue todo un éxito en MTV. En 1988 escribió Two hearts, otro tributo al sonido Motown, para la banda sonora de Buster, película protagonizada por él mismo. Este disco contiene otra famosa canción de amor, A groovy kind of love, cover de 1965. En sus conciertos -con Genesis o solo- Collins solía introducir fragmentos de clásicos del soul como In the midnight hour o Reach out I’ll be there. En el 2010, la pasión del cantante por este género alcanzó otro nivel con el álbum Going back, su última grabación oficial, donde interpreta prolijamente clásicos de The Temptations, The Four Tops, Martha & The Vandellas, Stevie Wonder y Smokey Robinson.

En 1996 armó The Phil Collins Big Band y dirigió, desde su querida batería, esta orquesta de veinte músicos para interpretar arreglos especiales, en clave de jazz, de sus canciones más conocidas, algunos temas de Genesis y clásicos del funk como Pick up the pieces. El álbum A hot night in Paris (1999) fue testimonio de este proyecto musical. En 1997 participó en el concierto benéfico Music For Montserrat, junto a superestrellas como Eric Clapton, Mark Knopfler, Sting, Elton John y Paul McCartney (aquí los vemos en Golden slumbers, clasicazo de los Beatles de 1969). Por esos años también compuso y grabó la banda sonora de dos películas animadas de los estudios Disney, Tarzan (1999, por la que recibió un Oscar por la balada You’ll be in my heart) y Brother Bear (2003), expandiendo aún más su lenguaje con percusiones tribales africanas de profunda sonoridad. Lamentablemente, debido a sus problemas de salud, que incluyen una operación a la espalda y dolencias nerviosas en las manos, Phil Collins dejó definitivamente de tocar la batería el año 2014. Sin embargo, sus aportes al instrumento siguen siendo valorados por las nuevas generaciones de bateros, que lo analizan permanentemente, como en este video de YouTube, del canal Drumeo.

Phil Collins, quien realizó su primer concierto en Lima en abril de 1995, comenzó a anunciar su retiro durante la primera década del siglo XXI con giras mundiales de despedida. Diversos problemas de salud fueron reduciendo sus apariciones públicas hasta el 2016, en que anunció el Not Dead Yet Tour, título de su autobiografía publicada ese mismo año. Esta gira lo trajo de vuelta al Perú, con extraordinarios músicos como Daryl Stuermer (guitarra), Lee Sklar (bajo), Luis Conte (percusión), Brad Cole (teclados), quienes lo acompañan desde hace más de dos décadas. Aunque visiblemente disminuido, Collins dio una demostración de resistencia y compromiso con su público, interpretando sus canciones dos octavas por debajo de su registro habitual y haciéndolo sentado en una silla. Cuando se anunciaron, en el 2021, las fechas de The Last Domino? Tour, esta vez con Genesis, pocos pensaron que las fuera a concluir. Pero la gira fue todo un éxito, haciendo de esta despedida una de las más emotivas de la historia del rock mundial.

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El compositor disloca el concepto de lo panóptico –“todo lo que se ve”- con fines positivos, altruistas. Proteger la tierra para ser capaces de esparcir la medicina que esta necesita dice Gabriel en uno de sus versos. En ese sentido, Panopticom está en la misma línea conservacionista de clásicos de su discografía como Red rain (álbum So, 1986), Here comes the flood (Peter Gabriel 1, 1977) o su éxito radial Shock the monkey (Peter Gabriel 4, 1982) aunque con un tono mucho más optimista. También ha abordado este asunto, desde diferentes enfoques, a través de sus colaboraciones con Deep Forest -la canción While the Earth sleeps de 1995- o aquella divertida melodía que coescribió junto a Thomas Newman para la película animada Wall-E (Disney/Pixar, 2008), Down to Earth que inclusive fue nominada ese año al Oscar por Mejor Canción Original.

Por supuesto que el medioambiente no es la única preocupación de Peter Gabriel. Desde sus inicios como solista, el ex líder de Genesis se definió como un artista capaz de abarcar un amplio espectro de causas humanitarias y políticas, las mismas que musicalizó desde sus obvias raíces en el prog-rock matizadas con pop, soul y música electrónica -siempre rodeado de colaboradores de fuste como Robert Fripp, Daniel Lanois y Brian Eno- a lo cual incorporó un profundo interés por conocer y dominar las expresiones musicales de África, el Sudeste Asiático y el Medio Oriente, con ayuda de los mejores artistas de estas zonas, adelantándose por lo menos una década al concepto “world music”. Sus grabaciones, durante los ochenta y noventa, junto a artistas como Youssou N’Dour (Senegal), Angelique Kidjo (Benin), Nusrat Fateh Ali Khan (Pakistán) o Hossam Ramzy (Egipto), entre otros, impulsaron sus carreras hasta convertirlas en globales. In your eyes, uno de los temas de su aclamado quinto disco So (1986), es una clara muestra de este aprendizaje.

En este campo Peter Gabriel es un verdadero pionero, capaz de arriesgar incluso su estabilidad económica con tal de conseguir que el mundo occidental abriera sus oídos a las músicas diferentes y exóticas de otras latitudes. En 1980, por ejemplo, organizó un festival llamado Mundo de Música, Arte y Danza -WOMAD por sus siglas en inglés (World Of Music, Arts and Dance)- para dar vitrina a artistas de países como India, Camerún, Burundi, Nigeria, Turquía, entre otros. En aquella primera edición, el WOMAD Festival generó unas inmensas pérdidas y deudas para Gabriel y su equipo organizador. 

Ante la posibilidad de caer en bancarrota, su amigo y productor Tony Stratton-Smith le sugirió reunirse con sus ex compañeros de Genesis para un único concierto, el mismo que se realizó el 2 de octubre de 1982. El histórico reencuentro de Peter Gabriel con Phil Collins, Mike Rutherford, Tony Banks y Steve Hackett, acompañados por Chester Thompson y Daryl Stuermer, se llamó Six Of The Best y generó enorme expectativa entre los fans del grupo, que asistieron masivamente a esta cita irrepetible (de hecho, esta formación de Genesis no volvió nunca a tocar en vivo, solo se juntaron nuevamente en 1999, para grabar una nueva versión de The carpet crawlers, clásico de 1975. Lo recaudado en aquel concierto sirvió para superar el fracaso financiero del WOMAD y le permitió continuar. Del 28 al 31 de julio del año pasado, para celebrar la edición 40 del festival, Peter Gabriel reunió a una constelación de artistas africanos y asiáticos, entre los que destacaron Angelique Kidjo y la legendaria banda de afro-beat Osibisa (Ghana). También estuvieron los norteamericanos The Flaming Lips y el brasileño Gilberto Gil.

El activismo integracionista, político y medioambiental de Peter Gabriel lo motivó también a fundar un moderno y extremadamente bien equipado complejo de estudios de grabación y sello discográfico, Real World. Construidos en la hermosa e histórica ciudad de Bath, al sur de Inglaterra, los Real World Studios son, desde 1989, de los más solicitados por importantes artistas de todo el mundo y, por supuesto, los cuarteles generales de todo lo relacionado a Peter Gabriel y sus colaboradores más cercanos. Uno de los primeros discos que allí se grabó fue Passion, la extraordinaria banda sonora del film The last temptation of Christ de Martin Scorsese, compuesta por Gabriel y por la que recibió un Grammy como Mejor Álbum de New Age en 1990.

Pero en su obra musical también hay espacio para el humor relajado y la ironía, por si están pensando que se trata de un artista dedicado en exclusiva a fruncir el ceño y poner el dedo en las llagas de múltiples injusticias y vicios sociales. Canciones como The Barry Williams Show (Up, 2002) o Big time (So, 1986) muestran ese lado más lúdico que potencia con una muy interesante propuesta audiovisual, tanto en sus videoclips como en sus shows en vivo, en que ofrece un amplio despliegue técnico y creativo -como en esta versión de Growing up de su gira mundial 2002-2003. Sea desde la seriedad de Biko (Peter Gabriel 3, 1980) o Don’t give up (So, 1986, a dúo con Kate Bush); o desde la diversión de Steam (Us, 1992) o la popular Sledgehammer (So, 1986), la coherencia de Peter Gabriel está asegurada.  

Panopticom también se grabó, por supuesto, en los estudios Real World, entre enero y febrero del 2022 y tiene un sonido luminoso, entre lo acústico y lo eléctrico que recuerda ligeramente a su primer single como solista, Solsbury Hill, de 1977. Junto a Peter Gabriel en voz, bouzouki y teclados, sus eternos compañeros de ruta Tony Levin (bajos), David Rhoades (guitarras), Manu Katché (batería) y un invitado especial, Brian Eno (teclados, efectos). Cada ciclo lunar, como decíamos al principio, traerá consigo una nueva canción de i/o acompañada de una pieza de arte que representará al tema. En el caso de Panopticom, el artista plástico David Briggs ofrece una hipnotizante composición de lo que asemeja ser un torbellino rojo sobre fondo negro, hecha a base de transparencias. La creatividad e integridad artística de Peter Gabriel está de regreso. Una buena noticia. 

POST-DATA: Una nueva pérdida para el ecosistema sonoro se produjo mientras cerraba este texto. David Crosby, legendario integrante de The Byrds y Crosby, Stills, Nash & Young, una de las principales voces de la contracultura musical de los sesenta en adelante, dejó de existir el 18 de enero, rumbo a los 82 años. Aquí lo homenajeamos cuando llegó a los 80. Ver nota.

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