Ricardo Gareca

TRES

Mucho se ha criticó, en los noventa, el trato paternalista de Oblitas con los muchachos de aquellos años. Pero está comprobado, hasta el hartazgo, que esa es la forma en que nuestros futbolistas mejor responden. Vienen de una clase social baja, con responsabilidades enormes para su edad. Baja autoestima o son fruto de hogares destruidos. Didi, Tim y Gareca han demostrado que ese trato es indispensable para sacar lo mejor del jugador peruano. El finado Ternero -único DT peruano ganador de una Copa Internacional- tenía el mismo trato con sus dirigidos.

Calderón nunca tuvo mucho tacto con sus dirigidos. A muchos, eso les disgustaba. Por ejemplo, Velásquez declaró varias veces que eso le jodía.  También a Ramón Mifflin, le disgustaba esa situación.

Reestructurar el futbol peruano es de Ley. Desde mediados de los noventa, que no tenemos un par de equipos que compitan en los torneos internacionales. Alguien me habló de Cinceano, fue una excepción, que no se volvió a repetir. Encima, no jugaba el típico toque que nos caracterizó. Era un equipo netamente contragolpeador. Deberíamos imitar a Ecuador, cuyos clubes ya tienen jugadas más de 4 finales de Copas Libertadores. Mientras los clubes no tomen conciencia de la importancia de las divisiones inferiores y promoverla como corresponde; así también, capacitar a los técnicos -Primera y Menores-  en el exterior, pues seguiremos igual o peor. La FPF debe tener un Plan de Acción y los clubes deben acatarla.

Sino moriremos de inanición.

 

Tags:

clubes, FPF, Ricardo Gareca

La feliz decisión de apartarlo del equipo, o la gota que derramó el vaso, provino del comando técnico en marzo de 2016, tras la juerga de Luis Advíncula en una discoteca, luego de un partido eliminatorio, que generó escándalo y sanción por parte del comando técnico (Advíncula no volvió a ser titular hasta el partido definitorio del primer repechaje ante Nueva Zelanda en Lima). Pero Pizarro alzó la voz y declaró que el futbolista en su día libre podía hacer lo que quería. Esa era la lógica, pues, que había imperado los últimos procesos eliminatorios y “el bombardero” la propagaba a los cuatro vientos. Gareca, sin embargo, pensaba distinto y había comprendido perfectamente la naturaleza del problema con la selección. El partido siguiente, contra Venezuela, que Pizarro fue reemplazado con el marcador 2 a 0 abajo y que los entrantes Raúl Rui Díaz y Edison “el Orejas” Flores revirtieron, fue el último del excapitán con la bicolor. 

A Pizarro no parecieron afectarle mucho sus desconvocatorias al equipo de todos hasta que percibió que el nuevo team del profesor Gareca podía clasificar a Rusia 2018, entonces desde algunos medios de comunicación, periodistas amigos y hasta alguno futbolistas de la selección, se metió mucha presión para llamar al jugador del Bremen, la que continuó casi hasta la justa mundialista, generando continuas controversias, pero no se logró desconcentrar al grupo, y Pizarro nunca más fue convocado. Así fue como realmente comenzó la era Gareca en el fútbol peruano. 

Ahora viene la repesca, yo creo en la victoria infalible si se repite la actitud del equipo, su altísimo nivel de concentración, su solidaridad en la marca y su acierto en la definición que vimos contra Paraguay, pero es un partido y puedo ocurrir cualquier cosa, tengámoslo presente. Independientemente de ello, ojalá que el profe continúe al frente hasta 2026, este es el momento de consolidar el recambio con los jugadores nuevos que vienen apareciendo. 

Cuando ya no esté, Ricardo Gareca nos habrá dejado al “futbolista peruano confiable”, ese que nunca tuvimos en realidad, y nos habrá enseñado la manera de mantener una selección permanente profesional y competitiva. Dependerá de la plana dirigencial del presente y futuro tomar las mejores decisiones para que el proceso se torne indefinido y nuestra selección sea siempre competitiva en el plano internacional. 

 

 

Tags:

Fútbol, Ricardo Gareca

Lo único que tenían en común Ricardo Gareca y Christian Cueva era el fútbol y mucho aire de improbabilidad. El deporte, en general, no es suficiente para unir a dos desconocidos. Pero Gareca, en una estrategia de marketing impecable, levantó la bandera de la habilidad innata del jugador peruano y eso tiene en Cueva a un exponente idóneo: quimboso, rebelde y atrevido. Para jugar, y para vivir.

A estas alturas ya todos sabemos lo que ha pasado entre el vínculo de Gareca y Cueva. ¿No? Esperen. Gareca apareció en el mundo del fútbol a finales de la década de los setenta en las inferiores de Boca Juniors. Era alto, flaco y potente. Dribleaba a pesar de sus piernas largas, encaraba siempre hacia el arco y pateaba de cerca y de lejos. No era un delantero centro inmóvil, era más un Ronaldo.

Ronaldo el gordo. O un Batitusta. Tenía juego, participaba con los volantes, bajaba a la marca, corría la banda. Una especie de Lapadula, pero más alto. Y quizás mucho mejor. Gareca fue durante un par de años, después del fracaso argentino en el Mundial 82, el delantero titular de la selección. De hecho un gol suyo sirvió para meter a Argentina al Mundial 86.

Pero Gareca no fue una estrella rutilante del fútbol de su país. Quedó algunos peldaños por detrás de otros delanteros de su generación, como Valdano, Burruchaga y Pasculli. Ellos fueron los campeones del 86, y Gareca no. Una de las diferencias fue que mientras Valdano era una estrella en España, Burruchaga triunfaba en Francia y Pasculli en Italia, Gareca nunca salió de Sudamérica. 

El técnico de Perú fue goleador de Boca y de Velez. Le fue pésimo en River.  También tuvo una carrera exitosa pero no tan larga en Colombia. Pero nunca dio el salto a Europa. Él dice y los periodistas recuerdan que tuvo ofertas de todos lados. Pero no emigró. Jamás pisó un torneo fuera del continente. Nunca un delantero argentino llegó a un Mundial sin haber salido antes del fútbol local. 

Quizás sea por eso que Gareca ha resaltado siempre la importancia de los jugadores peruanos que emigraron durante su proceso en la selección peruana. O que cambiaron a un mejor equipo. Aún cuando se haya tratado de ligas  poco competitivas como Estados Unidos. Hoy casi todos los convocados juegan fuera del torneo local. Todos menos Ramos, y esa ha sido una gran constante.

Y ahora despierta una nueva intervención de Gareca en la carrera de un jugador de la selección. Boca Juniors ha preguntado por el interés de Cueva en ser el nuevo diez del equipo Xeneixe. Un honor que significa más en la historia que en el papel actual: este Boca pelea en media tabla, pierde regularmente y no juega a nada. El técnico es interino. No le hacen ni sombra a River, normalmente. 

Pero ponerse la camiseta histórica de Riquelme y Maradona no puede ser menospreciado. ¿O sí? El presente de Boca Juniors es horrible. Y lo demuestran dos jugadores peruanos. Zambrano llegó hace meses y no pudo volverse titular. No juega casi nunca, la prensa argentina lo detesta y los hinchas lo insultan después de cada partido. Hasta cae en indisciplina. 

El otro es Advíncula. Aunque suele ser titular, le llueven las críticas. Si pierde una jugada, si no va a la marca, si no sabe centrar. Para la prensa, son dos jugadores nefastos. Y es que así es el mundo Boca. Te destruye o te convierte en un ídolo. Y todo depende del éxito colectivo: los trofeos. Mientras no hayan copas, todo lo que pase por ahí es menospreciado rotundamente. 

Entonces Cueva a Boca. Gareca está de acuerdo. ¿Pero cuál es el costo? Un jugador que ha encontrado regularidad en Arabia y buena forma física, aterrizaría en un equipo sin copas a ser la gran esperanza, con toda la mochila puesta desde el primer día. Y el coqueteo de una ciudad como Buenos Aires en lo disciplinario, y de un equipo con amigos en un contexto conocido y cercano a Lima. 

Cueva a Boca puede ser el peor error de Gareca o el más grande acierto. Para el propio entrenador fue todo un error por precisamente lo contrario, irse de Boca. Salir de la regularidad que tenía como Xeinexe para mudarse a River Plate en 1985 y luego a Colombia, donde perdió todo el protagonismo que tenía para Bilardo en la selección y quedó fuera del Mundial. 

Un jugador con tendencia a la indisciplina como Cueva, con poca capacidad de adaptación en todos los clubes donde ha ido, pero que tiene la gran responsabilidad de estar en el mejor nivel en las cuatro fechas de selección que quedan, no debe arriesgar un solo minuto de continuidad y tranquilidad. Ya ha encontrado un buen momento, con grandes actuaciones.

Y resulta una irresponsabilidad de Gareca llegar a Argentina, dar dos entrevistas en medios y promocionar la llegada de su mejor jugador a un entorno inestable. Solo podría explicarse si él desea dirigir Boca Juniors luego de su paso por Perú y quiere asegurarse a su estrella en ese equipo. Pero para eso falta un montón. Hoy la prioridad es Perú, para ambos. Y Boca es la elección imposible. 

Tags:

Boca Juniors, Cristhian Cueva, Ricardo Gareca, Selección peruana de fútbol

Nunca antes el proceso de Ricardo Gareca como técnico de Perú depende de un resultado. Tanto está supeditado a la consecuencia, que no basta con una victoria, sino con dos. Y caen las estadísticas de siempre: rara vez la selección ha ganado dos partidos seguidos en Eliminatoria. El Perú de hoy está caminando en la cuerda floja. Miles de hinchas peruanos alistan los ansiolíticos. 

Suena injusto decirlo, porque Gareca ha producido una cadena de milagros en el fútbol peruano que han reenganchado a la afición con su equipo. Pero en este momento, además de que aún queda la esperanza de siempre por lograr dos triunfos al hilo, la realidad es la de una selección al borde del abismo. No se juega por la clasificación, se está próximo a caer en la eliminación.  

Hace veinte años, en la ciudad de San Cristobal de Venezuela, el equipo local le metió tres goles en veinte minutos a la selección de Julio César Uribe. Ese día, el suplemento de deportes de El Comercio publicó una portada negra. Negra por completo. En la parte inferior, el resultado del partido: 3-0. Venezuela nos había eliminado del primer mundial del nuevo siglo luego de una década, los noventa, donde la selección peruana no compitió. 

Ese partido fue la conclusión exacta no de una generación de futbolistas, que siguieron un tiempo más dando pena en las canchas, sino de una expresión futbolística que se había apagado por completo. El verdugo era la peor selección del continente, aquel equipo que nunca ha ido a un mundial, donde el deporte principal es el beisbol y al que siempre le habíamos ganado. 

Ya pasó, hace veinte años. Y hace unas semanas también, donde la selección más floja que Bolivia ha presentado en los últimos treinta años nos quitó el partido de encima en una jugada al último minuto. Es por esa realidad del equipo peruano, y por la historia reciente del formato de Eliminatorias, que todos los partidos cuentan con el mismo nivel de competencia y probabilidades de éxito. 

Hay una máxima en el fútbol sobre la presión. Cuando a un equipo chico se le quita la presión frente a una cuesta alta, puede esto producir resultados inesperadamente positivos. Es el arte de la sorpresa, el “underdog”, ese que intenta desde quitarse el miedo al fracaso de conseguir un resultado sin precedentes. La cumbre de la confianza. 

En estos dos partidos, Perú debe jugar como si la pelota no doliera el patearla y los músculos fueran flojos. Con la desfachatez de Carrillo y la hidalgía de Lapadula. Sin esa sensación de que con esta nos quedamos fuera. Porque nos hemos quedado fuera mil veces y estamos en la cuerda floja, pero esta es la oportunidad de oro para demostrar que aún damos pelea. 

La mochila es pesada, pero no pasa nada si perdemos. El ciclo de Gareca se termina y empieza otro, con nuevos jugadores. Las viejas glorias se retiran, tocará respirar y buscar nuevos referentes. Vendrá un nuevo técnico. No pasa nada si perdemos el partido, y pasa mucho si lo ganamos. Y no habrá portada negra, tendrá que haber una página entera escrita sobre el futuro. 

Tags:

FPF, fútbol peruano, Partidos, Ricardo Gareca, Selección peruana de fútbol

Perú es una selección menor. Del mundo y de Sudamerica. Tiene un universo de máximo treinta jugadores seleccionables. A penas cinco de ellos, una mano, pertenecen al primer nivel futbolístico. Solo Bolivia y Venezuela, los próximos rivales de la selección, se asemejan a esa realidad. Perú tiene una cultura futbolística de grandes riquezas, pero un nivel de fútbol subdesarrollado.

Y para esa selección, llegar al Mundial no es una obligación, es un milagro. Perspectiva. La única vez que la blanquirroja estuvo en zona de clasificación para ir a Rusia 2018 fue en las tres últimas fechas, tras una racha de tres partidos seguidos ganando. Fue la primera vez que Perú ganaba tres partidos seguidos en Eliminatoria, un lugo exclusivo de equipos como Argentina y Brasil. 

Otros resultados jugaron en favor de Perú. Se obtuvieron tres puntos sobre la mesa. Ocurrieron tapadas inmortales, goles anulados y efectividades extrañas. Y aún así se clasificó por dos goles de diferencia. Nada más. ¿Qué se esperaba para Qatar 2022? ¿Cuatro triunfos seguidos? ¿Paolo Guerrero goleador de las Eliminatorias? Un equipo invencible, que no falle nada, con alta precisión. 

Es imposible. Para un equipo como el Perú, es imposible. Por el fútbol local y la falta de desarrollo de menores. Por la actualidad de sus figuras. Por la falta de alternativas de jerarquía en la mayoría de posiciones. Por los estadios sin público, la fechas triples, la falta de entrenamientos. Por el ritmo físico. Por la jerarquía de los rivales directos. Y por la mentalidad, que hoy ya no es tan sólida.

Perú sufre del síndrome del equipo chico. A falta de un término más preciso en español, es un underdog. Sorprende al ganar. Si gana, es a último minuto. No puede encarar los partidos desde la superioridad, porque los pierde. Y desde la inferioridad, tiene más ventaja al cerrarse atrás y buscar la sorpresa. Tiene pocas para definir, y debe aprovecharlas. Es el sacrificio y el coraje. La garra. 

En ese esquema y realidad, hay un concepto vital para el éxito de un equipo chico. Una cura para el síndrome. La solidaridad defensiva, que es, por ejemplo, lo que mantiene a Edison Flores como una opción en el once titular. La vocación de tener volantes ofensivos con el físico, la configuración mental y las ganas de regresar para cerrar espacios. Porque los lateral de hoy suben en ataque, siempre.

Por ese detalle, o pretexto, botaron a Messi y a Suárez del Barcelona. No volvían a marcar. Y hoy en el PSG, si le hacen goles, es porque Messi, Neymar y Mbappé no contribuyen en cerrar espacios, sobre todo a la contra. Son espectadores de lujo de jugadas donde no irán a por la solidaridad. No son para eso sus piernas. Porque no sufren del síndrome de equipo chico, al contrario.

Pero para un once pitufo, enano, que está propenso a romper la línea defensiva o que puede ser superado por velocidad y técnica, el retroceso es aún más importante. Sobre todo contra rivales directos por el cupo al mundial como Colombia, Uruguay y Ecuador, que tienen los laterales veloces que se suman al ataque con facilidad, para hacer diagonal, relevos o centros. Incluso, para definir.

El fútbol moderno obliga a tener volantes ofensivos que regresen a marcar. Atentos a la vuelta. El destino de equipo chico es tener las piernas para aguantar. Perú no se va a volver un equipo con jerarquía para determinar partidos e imponerse contra sus rivales. No. Perú va a sufrir cada punto y lo va a ganar ajustando el resultado siempre. 

El síndrome del equipo chico se combate con solidaridad y responsabilidad defensiva. Esa selección mundialista Rusia defendía con nueve jugadores, y era muy dificil hacerle gol. Esta de hoy, con los mismos jugadores, ¿podrá recuperar el antídoto?

Tags:

Qatar2022, Ricardo Gareca, Selección peruana de fútbol

Era hoy, Ramón. Pero no fue. Esta vez no hubo gloria en las alturas. En La Paz es muy complicado. Se sabía. Bolivia ha ganado más partidos en la altura durante Eliminatorias de lo que ha perdido. El oxigeno falta, las piernas aflojan y el contragolpe es más difícil de aguantar. La angustia de perder sobre el final, sin embargo, es un golpe anímico impactante. ¡Cómo duele, carajo! 

Y sí, el poder de las Eliminatorias es generar siempre partidos improbables. Puede ocurrir que un equipo pierda cuatro partidos seguidos y luego gane los siguientes cuatro. Es posible que el último de la tabla le gane a un equipo en racha. O que muchos empates acorten la tabla y esta sea siempre muy apretada, hasta el final. Es el torneo más competitivo del mundo, una absoluta tierra de nadie. 

Para todos menos para Brasil y Argentina, esta vez. Tras ellos, ocho selecciones pelean casi palmo a palmo por tres cupos al Mundial. Y todos son equipos que sufren altibajos y pelean a muerte partidos hasta el último minuto. Hay patadas y el VAR no sirve para nada. Incluso, las selecciones sufren de varios lesionados, los equipos tienen poco recambio y suelen jugar leyendas al borde del retiro. 

Así y todo, hay un camino para que Perú llegue al Mundial. Aún. Aunque parezcan estar eliminados. De los siguientes siete partidos, debe hacer al menos doce puntos. Es decir, ganar cuatro. El resto pueden perderse, aunque sumar un punto siempre será más importante. Pero, repito, hay cuatro partidos que deben ser victorias. No hay otro desenlace para mantener la ilusión viva del Mundial.

Estos, por pura lógica y probabilidades simples, son contra Paraguay, Bolivia y Ecuador en Lima, y contra Venezuela de visita. El resto son gestas imposibles, dígamoslo con claridad. Argentina es una máquina y en Buenos Aires irán con todo para asegurar la clasificación. Colombia es un equipo superior y se ha demostrado largamente. Y Uruguay en Montevideo, ambrienta como estará de puntos, resulta un rival improbable de vencer. 

Que no se entienda mal. Paraguay, Bolivia y sobre todo Venezuela y Ecuador no son tres puntos asegurados. Todos ellos son equipos al nivel competitivo de Perú. La blanquirroja no está con claridad por encima de ninguno de estos rivales parejos. Pero, vale decir que en la ruta hacia Rusia 2018 se ganó ajustados esos mismos partidos de local. Solo el de Venezuela quedó en empate 2-2. 

Y aún con todo ese escenario de resultados logrables, Perú está en una condición de cuidados intensivos donde debe mirar el resto de partidos. Por ello, es bueno lanzar otra verdad importante y trascendental. Hay siete partidos futuros donde existe tolerancia cero y nulo margen de error en el resultado que Perú necesita, pero el equipo de Gareca solo podrá verlos por televisión. Se resumen en una idea sencilla: Brasil, Argentina y Colombia deben ganar todo lo que queda. Punto.

Pero, principalmente, es obligatorio que Brasil gane a Paraguay y Chile de local, y a Ecuador de visita. Son resultados probables, pues en las Eliminatorias al 2018 Brasil ganó los tres encuentros por goleadas 3-0. Lo mismo debe hacer Argentina con Chile en Santiago y Ecuador en Quito. Estas parecen gestas más complejas, y lo son, pero esos resultados también fueron conseguidos en la Eliminatoria pasada por una versión de Argentina muy inferior a la actual. 

Colombia, por su parte, debe darle dos alegrías al equipo peruano. Ganarle a Ecuador y a Paraguay de local, en forma obligatoria. Durante las Eliminatorias pasada, el primero quedó en un cómodo 3-1, pero perdieron sorpresivamente contra Paraguay 1-2 con goles en los últimos tres minutos. Sin embargo, en este torneo actual, Colombia necesitará esos triunfos para asegurar la clasificación.

Estas victorias se ven probables en el papel. Pero pueden ser arruinadas sobre todo si Argentina y Brasil, virtualmente clasificados, eligen probar equipos o sistemas alternativos de juego. Eso los pondría en gran vulnerabilidad sobre el final del torneo, como pasó con Brasil ante Venezuela la fecha anterior, cuando ya han jugado contra Perú pero aún no contra rivales directos.  

Son siete encuentros con resultados obligatorios, pero eso no es todo. Quedan seis partidos adicionales entre rivales de Perú donde el universo ideal sería que todos fueran empates. Bolivia contra Paraguay en La Paz; Paraguay contra Chile, Uruguay y Ecuador en Asunción; Chile con Ecuador en Santiago; y Venezuela y Bolivia en Caracas. Que empaten todos, ya está, así de simple.  

Pero si no pueden ser empates, el análisis permite ir uno por uno para ver a quién debe alentar el equipo peruano. Primero: Bolivia debe revalidar su victoria a Perú con un triunfo ante Paraguay en la altura, resultado recurrente. Luego Paraguay tiene que cobrarse la revancha con Chile en Asunción. Pasó ya durante el torneo anterior. Y Chile, resentido, deberá recuperarse ganando a Ecuador en Santiago. 

En el último tramo de la Eliminatoria, será conveniente ver a Paraguay perder con Uruguay en Asunción. Ya ocurrió así 1-2 para ir a Rusia 2018. Venezuela debe hacer lo propio contra Bolivia en Caracas. Y sí, la goleó 5-0 en la Eliminatoria anterior. Finalmente, deberá darse un triunfo paraguayo de local contra Ecuador en la penúltima jornada, como suele ocurrir. 

En resumen, hincha peruano, quedan 17 partidos cruciales para los intereses de Perú. Cuatro victorias peruanas, siete triunfos de Argentina, Brasil y Colombia, y luego una ruta de seis partidos adicionales donde hasta dos resultados convienen. Salvo el empate 2-2 de Perú en Maturín contra Venezuela la Eliminatoria pasada y un triunfo agónico de Paraguay en Barranquilla, todos los demás resultados necesarios se dieron en el camino a Rusia 2018. 

Parecen lógicos, son probables, pero las eliminatorias en Sudamericana son el torneo más complejo del planeta. Y aún así, aunque sea usando la calculadora y viendo un montón de partidos por televisión con total angustia, hay esperanza para Perú rumbo a Qatar. Esta es la única imperdible. 

Tags:

Qatar2022, Ricardo Gareca, Selección peruana de fútbol

Nunca ha sido tan importante ganarle a Chile para llegar a un Mundial. La eliminatoria pasada Perú llegó a Rusia a pesar de perder los seis puntos contra ellos. Incluso, en 1997, cuando faltan dos partidos para llegar a Francia, con un empate en Santiago bastaba. Ahora, un punto no sirve. Perder es el sinónimo de una eliminación. Solo ganar extiende la respiración del equipo de Gareca.

En un partido visagra como este, en plena mitad del torneo, la realidad es que el rival solo ha ganado un partido oficial de los últimos catorce, contra Bolivia. Y se encuentra en un momento de recambio generacional, con un técnico casi nuevo. No estarán Vidal ni Vargas, tampoco Mena en la defensa. Para ambos equipos, este no es un partido para clasificar al Mundial, sino para no quedar fuera.  

En el lado de Perú, la realidad es que ya hace algún tiempo la selección no hace honor a los siete años de la gestión Gareca. La solidez defensiva no llega. El ataque no logra articulación. El gol se consigue con mucho sacrificio. La definición en la últlima jugada es un mal que ha regresado a la blanquirroja. Y en todos esos problemas, aún así, Perú puede ganarle a Chile. 

Pero para ello hay que tomar buenas decisiones de cambio. Atrévete, Tigre.

Hay un concepto en el fútbol imprescindible para el éxito. Es la jerarquía. Es ese elemento de experiencia, calma y dominio de escena fundamental para controlar las acciones de un partido. En una final como esta, y un clásico histórico donde se juega más que un simple partido de fútbol, el parámetro fundamental para tomar decisiones se basa en la categoría. 

En esa línea, es una buena noticia hoy Carlos Zambrano. El central de la actualidad con más experiencia y trayectoria futbolística en el más alto nivel de competencia, vuelve a la selección inmediatamente después de hacerle un gol de cabeza a River Plate de visita, con la camiseta de Boca Juniors. No es un detalle menor. Será suplente en el Xeneixe, pero me pregunto cuándo Zambrano no metió todo para sacar adelante partidos, con ese coraje que lo caracteriza.

A su lado, no es tampoco un detalle menor que Luis Abram haya jugado por primera vez un partido completo con la camiseta del Granada de La Liga española. Uno de los cinco mejores campeonatos del mundo. Al mismo tiempo, fue el primer triunfo del equipo en la temporada, nada menos que contra el Sevilla. En su lucha silenciosa por la titularidad, Abram ha dado un batacazo. 

Perú llegó a una final de Copa América en el 2019 con esos dos centrales. Zambrano y Abram. Es la segunda mejor expresión defensiva de la era Gareca, detrás de Ramos y Rodríguez. Además, empezaron la eliminatoria haciendo juntos dos dignos partidos contra Paraguay y Brasil (salvo la expulsión). Jerarquía resuena y presente futbolístico también. Una buena charla técnica y motivacional para Carlos y todo el respaldo para Luis debieran ser suficientes.

El complemento entre ellos es especial. Abram va al marcaje al cuerpo con la elegancia de saber quitar la pelota de los pies sin ocasionar falta. Zambrano en la misma situación va al choque fuerte y deja huella en el delantero. En las divididas, Zambrano cierra alto mientras Abram espera en las espaldas. En el anticipo, ambos son precisos. Tienen buen juego aéreo los dos. Y se conocen.

Callens, Araujo y Santamaría gozan de un buen presente, pero se ausenta en todos aún la jerarquía. El primero juega en un fútbol sin peso internacional. Araujo requiere aún de mayor rodaje. Y es solo un símbolo haber convocado a un buen back del fútbol mexicano como Anderson, pero que está muy desatinado con la selección peruana. Ah, y Ramos juega en la Vallejo. No más que decir. 

Advíncula va por derecha, que además viene de entrenar un par de meses con Zambrano en el mismo club. Trauco ya tiene dos partidos de titular y noventa minutos en la liga francesa, recuperando el ritmo futbolístico. López aún está en formación y es preferible volver a Trauco por su funcionamiento de equipo, porque Gareca no va a dejar de privilegiar que la pelota le llega limpia a Yotún.

En el mediocampo es un partido idóneo para poner a Tapia y Aquino juntos otra vez. El primero tiene un mecanismo de juego defensivo en el centro, y se desgasta demasiado cuando debe salir a cortar a una banda. Aquino es necesario para hacer los relevos por ese sector, cuando Advíncula vaya al ataque. Por el otro lado, Yotún en lo suyo. Si hablamos de jerarquía, el volante del Cruz Azul es el jugador con más rodaje del equipo actual, incluso algunos partidos internacionales por delante que el propio Guerrero. Si hay un momento para destacar, es este.

Adelante, Cueva es el diez de la selección de Gareca, llevó a Perú a un Mundial y pasa por un buen momento físico. Con Carrillo lesionado, apostar por Flores es insistir en un jugador que aún no recupera su mejor momento. No le ayuda tampoco estar jugando en una liga menor. Y Gonzáles o García carecen de la categoría necesaria para intimidar a una defensa chilena que saldrá con el cuchillo en la boca. La soberbia del jugador chileno al ver un jugador de menor relieve alimenta ese ego maníaco que los hace jugar mejor. 

Por la derecha pero jugando de interior, para las diagonales que envíe Yotún, y dejar el alma entera, a pesar de no ser su posición habitual, va Gianluca Lapadula. El delantero del Benevento ya tiene cuatro goles en un mes de la Serie B italiana y ha recuperado plena forma física. Comanda el ataque de un club que solo con él va a poder pelear su regreso a la máxima competencia italiana. 

Y el nueve, aunque no pase por su mejor versión, es Guerrero. Ante la ausencia de Carrillo, repito, no queda de otra. Ni Ruidíaz ni Ormeño podrían generar mayor peligro a Gary Medel. Aún son delanteros de goma a nivel internacional. Paolo debe jugar su partido 107 con la selección y buscar como un animal sangriento llegar a los 40 goles internacionales. Pues, es cierto, ya no le quedan muchos más. 

En esa sinfonía, a Chile se le puede ganar. Para el segundo tiempo, Peña y Farfán esperan en la banca. Principalmente el segundo, que parece haber encontrado la solución a sus problemas físicos metiendo sexta en los últimos veinte minutos con un Alianza que sin él no estaría invicto en la punta del torneo peruano. Pocas con más estimulantes para el equipo que el diez de la calle dando chocolate.

Perú se juega la vida en una oportunidad de oro para demostrar que se merece llegar a un nuevo Mundial. Es ahora o nunca. 

Tags:

Ricardo Gareca, Selección peruana de fútbol

Hay una espina clavada en el núcleo de la selección peruana. Es un talón de Aquiles evidente. Va a costar la clasificación al Mundial, seguro. A la larga y en la historia, se hablará de una eliminatoria donde Perú no pudo encontrar una pareja de centrales a la altura de la competencia internacional. En nueve partidos, ya van cinco duplas diferentes. Ninguna con éxito.

No es ninguna novedad que para Rusia 2018, la solidez de la pareja de centrales era casi un elemento de orgullo nacional. Pero Rodríguez y Ramos no fueron dos futbolistas íconos irrepetibles por su calidad individual. El triunfo de aquel esquema era más allá de los nombres. La selección sabía en su conjunto a qué jugaban esos dos centrales, y era facil incluso reemplazarlos.

Así podían entrar Santamaría y Araujo sin causar cataclismos. Así era facil imaginar a Zambrano o Abram reemplazándolos, como ocurrió en la Copa América del 2019. Un central por izquierda lento, pero con gran anticipación y capacidad de salida sin perder la pelota, jugando rápido con Trauco o Yotún. Ese era Rodríguez. Y un central por derecha, fuerte en balón parado y que vaya al choque. Ese era Ramos.

Después de Brasil 2019, Gareca no pudo volver a alinear esa defensa. El COVID mató esa idea. Y entonces, el equipo se desequilibró desde su origen en la zaga central. Se perdió la salida, la anticipación, el juego de líneas para bloquear los ataques. Perdió en eso incluso confianza el arquero, frustrado por goles cojudos, que habían dejado de pasar. Con esto no responsabilizo a la defensa central del Perú de hoy, pero es uno de sus principales síntomas. 

Ya van nueve partidos de Eliminatoria y Gareca no ha podido reconstruir a esa dupla para que su equipo siga jugando a lo mismo. Y el equipo además cambió: Trauco ya no es titular y López no juega a lo mismo, no tiene el pase largo, sino una velocidad que le permite subir al ataque. Carrillo ha logrado protagonismo y el equipo necesita mayor salida por derecha. 

A estos dos cambios en la estrategia de juego, se suma uno defensivo: hoy Perú tiene dos volantes de marca al mayor nivel internacional, cómo jamás antes los tuvo. Renato Tapia es uno de los mejores mediocampistas defensivos de La Liga española y Pedro Aquino es el mejor de México. No encontrar la forma de utilizarlos a ambos al mismo tiempo, es como si Vidal y Aranguiz no hubieran podido compartir equipo en el mejor Chile de la historia.

Vamos a dejar algo claro antes de avanzar. Perú es un equipo escaso. Esto se puede evaluar con un indicador: solo un jugador en todo el país (Tapia) compite en una de las cinco mejores ligas del mundo. La mayoría están en América, y algunos pocos militan en ligas menores de Europa. Incluso, la gran figura, Gianluca Lapadula, juega hoy en la Serie B de Italia, luego de haber descendido dos veces en las últimas temporadas. Y ante la escasez, uno se las arregla como puede, y no puede desperdiciar o regalar nada.

Si Gareca quiere competir en la próxima fecha triple, tiene que echar andar toda la carne en el asador. Y eso amerita algunas modificaciones. En principio, entender que la zaga central debe jugar para este nuevo equipo que aparece. Y para ello es bueno explayarse en el nuevo funcionamiento completo del equipo.

Nunca vamos a salir de la línea de cuatro, así que los laterales son hoy López y Advíncula. Ambos con proyección y retroceso. Tiene el físico para hacer todo el recorrido, como no ocurría con Corzo y Trauco la eliminatoria pasada. Por lo tanto, el central debe estar acostumbrado a jugar retrocedido, al medio y a la expectativa del corte por anticipación. 

Los relevos ya no son más labor de los defensores centrales. De hecho, hoy jugar con Tapia y Aquino debería ser suficiente marca al medio del campo y en retroceso para evitar la salida de los centrales. Por eso falla tanto Santamaría. Su juego es salir con la pelota limpia por el medio. Es su elección, y el rival ya ha leído suficiente de él para tapar esa deficiencia, que era marca de fábrica de Rodríguez. Lo que hace ya no es necesario.

La salida rápida con el equipo de hoy es por las bandas. El pase directo para la corrida y adelanto de los laterales, y transicionar de frente a Carrillo y Cueva pasada la mitad de la cancha para generar peligro. En el medio, Peña a la espectativa de la distribución, privilegiando su pierna derecha, que es por donde más van a correr Carrillo (diestro para centrar) y hacer las diagonales Lapadula (zurdo para encarar). 

Chile juega con dos delanteros rápidos y movedizos como Vargas, Meneses o Morales. Poner a defensas altos y más lentos que el promedio como Santamaría, Callens y Ramos es un despropósito. Es la fecha triple para los regresos de Abram por izquierda y Araujo por derecha. Ambos pasan por un excelente momento a un alto nivel competitivo: Araujo es referente de un equipo holandés y Abram se va ganando un puesto de titular en La Liga española.

Con Gallese en el arco, esos centrales, el equipo lo completan López, Advíncula, Tapia y Aquino como doble seis, Peña por delante, Cueva y Carrillo (o Gonzales) y Lapadula. En la banca de suplente, los posible cambios son Yotún, Farfán, Guerrero, Trauco y Flores. Presión alta en la salida del rival, juego directo por las bandas, pases largos al raz para el delantero centro. 

Tags:

Qatar2022, Ricardo Gareca, Selección peruana de fútbol

Ricardo Gareca es un Dios para el Perú, pero sufre de algunos demonios internos. Es un todopoderoso con pesadillas que lo atormentan de noche. Ha construido un texto bíblico de cómo tomar decisiones al mando de la selección peruana. Parecen firmes siempre, y están avaladas por su éxito. Pero al parecer sus demonios han tomado gran control de sus santas escrituras. 

El primer mandamiento de San Gareca es que él primero es un ex jugador y luego un entrenador de fútbol. Ahí, la lealtad por la historia del jugador, el sentimiento de grupo y el entendimiento de la psicología individual del futbolista son lo más importante. Desde ese lugar ha protegido a Cueva tantos años, a pesar de los excesos. O ha elegido y sostenido a algunos jugadores con bajo rendimiento. 

Y con esa visión de ex jugador, Gareca ha dejado en claro en una entrevista con Liberman hace algunos días, que a algunos jugadores se les trata de una forma y otros, pues de otra. Algunos son dignos discípulos y otros a veces ya no tanto. A algunos se les puede exigir más y a otros, simplemente menos. Eso se da por sus condiciones personales, orígenes, contextos. Para cada quien, un trato distinto.

Este es el origen de los demonios del Tigre Gareca. La falta de una lógica clara en su elección y planteamiento. Entran o salen jugadores del equipo sin ninguna o con muy escasa explicación o justificación. El testamento según Gareca no mantiene una lógica constante. Están los que no juegan, los medio lesionados, los de buen presente, los del Medio Oriente, los perdonados. Todos van o no, si él lo decide. 

Parecen lejos los días en que Gareca postulaba otros mandamientos. El fin de las argollas, que despidió a Vargas o Pizarro. La exaltación de los méritos pasados sin sustento en el presente. Chau Ascues o Ballón. La elección en base a quienes mejor juegan en su club y ligas competitivas, como fueron las apariciones de Cueva, Flores, Carrillo, Abram, Trauco y toda la nueva sangre. 

El primer y más grande demonio del Tigre es el León. Carlos Zambrano fue separado de la selección por primera vez en el 2015 tras una roja contra Chile en Copa América. Una patada innecesaria. Se le excluyó por cuatro años en el mejor momento de su carrera. Era un gran referente del Frankfurt de la Bundesliga. Sin explicación suficiente, la prensa adjudicó la decisión a la expulsión. Chau, sin asco.

Pasaron cuatro años y Zambrano había dejado Alemania para probar suerte en Rusia, Grecia, Suiza y Ucrania. No recuperó su nivel futbolístico y aun así fue convocado a la Copa América del 2019. De hecho, cuando eso pasó, Zambrano llevaba media temporada sin jugar en su club, el Dínamo de Kiev. El Tigre le dio la chance al León, en un rugido de auxilio, porque no encontraba dupla de centrales tras la extinción post mundialista de Ramos-Rodríguez.

Y es aquí donde vale preguntarse si es el jugador quien debe agradecer a Gareca por la oportunidad o si más bien se le debería agradecer al jugador por su buen rendimiento. Zambrano fue separado por desconfianza y traído de vuelta como salvavidas sin siquiera tener continuidad en su club. Gracias a su jerarquía se creó la última pareja de centrales sólida de Perú en la era Gareca: Zambrano-Abram. Después de él, la Biblia no ha encontrado una dupla segura. Y ha probado todas las mezclas posibles.

Ahora, Zambrano ha vuelto a ser separado por falta de confianza tras el codazo a Richarlison en Lima. Y no ha sido perdonado ni reincorporado a pesar que Perú es la peor defensa de las Eliminatorias con catorce goles en contra. De hecho el mismo jugador declaró no tener contacto con el comando técnico hace dos años. Y su presente es mejor que el del 2019: juega regularmente en Boca Juniors.

¿Vale jugar la clasificación al Mundial sin el mejor central del país disponible? Haciendo uso de un lento e impreciso Ramos, solo presente por su calidad de líder, o de un Callens procedente de un fútbol estadounidense donde se juega varios cambios por debajo del ritmo de las Eliminatorias. Con Abram aclimatándose a España, Santamaría es el único central con una realidad nivel selección. 

El otro gran ausente de la lista es Pedro Aquino. Es el volante defensivo titular del América de México, el equipo más grande y puntero invicto de la Liga MX. En lugar de Aquino se ha llamado a Cartagena, que dejó el fútbol argentino por Emiratos Árabes Unidos. A sus 26 años, se fue a una liga donde los jugadores van a retirarse, que es incluso inferior a dónde juegan Carrillo y Cueva.

La separación de Aquino sólo se explica desde alguna secreta indisciplina, aunque no hay información sobre eso. Es el capítulo apócrifo de la Biblia garequiana. Y si fuera el caso, por qué no trabajar de cerca en la psicología de una estrella cuyo valor asciende a siete millones de euros, como se hizo con Cueva. ¿Perú puede darse el lujo de separar a un volante de la categoría de Aquino? 

Otro jugador defensivo que no ha sido considerado es Miguel Araujo. Claro, pareciera que aquí Gareca aplica la falta del ritmo futbolístico. Araujo aún no se une al Emmen para iniciar la temporada, pues se encuentra en búsqueda de mejores ofertas para evitar la segunda división de Holanda. Sin embargo, sí están convocados jugadores en similar condición física, como Trauco, Flores o Peña.

Una más: Gareca no ha mandado ni una paloma mensajera a mostrar interés por Gustavo Dulanto. ¿Quién? Un defensa en plenitud a sus 25 años, que emigró el 2019 al Boavista de Portugal y ahora es el capitán indiscutible del Sheriff Tiraspol. ¿Cuál? El mejor equipo de Moldavia que hoy está a muy poco de convertir a Dulanto en uno de los pocos peruanos en jugar fase de grupos de la Champions.

El otro inmenso demonio de Gareca se llama Raúl Ruidiaz. Pero este lo es, muy por el contrario, por blindarlo. Hace algunos meses, cuando Lapadula despegó como el nuevo héroe de Perú, quedó claro que Ruidiaz debía despedirse de la selección. No jala marcas, ni siquiera estorba, no gira de frente al arco, no tiene portento físico, no hace goles, los volantes no le encuentran el pase, no aporta en la marca.

En números, Ruidiaz es el mejor delantero peruano en el exterior y es, al mismo tiempo, la peor opción peruana en ataque. En Estados Unidos su equipo es puntero, es el goleador del torneo y el jugador más determinante. Anota cada semana. Sí, todo eso. Pero fíjese un detalle: en cada gol que hace hay que ver como marcan esos defensas. El espacio que le otorgan y la libertad de movimiento para pensar, girar y posicionarse en el disparo. Compruébelo. 

Aún así, ya hace mucho que Ruidiaz es la Pulga del Tigre. Incluso es peor opción que Santiago Ormeño, la única gran ausencia celebrable. Este resultó ser un delantero trotón que no intimida a nadie. Un tipo carismático y bonachón que no aporta en nada al juego de la selección, igual que Ruidiaz. Sería mejor opción modificar algún versículo de la Biblia y probar alternativas nuevas. 

Ojo. Es muy probable que Ruidiaz juegue de arranque contra Uruguay e incluso Venezuela. Lapadula está sancionado y falto de fútbol. Guerrero frágil hace años que solo juega de suplente. Y en el banco está solitaria la Pulga, en esta lista de convocados incompleta y sin variantes. Una selección que demuestra todos los demonios que rodean a San Gareca: sus dudas, desdichos y preferencias. 

Como él mismo profesó en el versículo 10:2022 de la carta a los Uruguayos: un equipo debe jugar siempre mejor, pero jugando siempre igual. Ergo, las variantes no están contempladas. Palabra del Señor.

Tags:

Raúl Ruidiaz, Ricardo Gareca
Página 1 de 2 1 2
x