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Opinión archivos | Página 16 de 342 | Sudaca - Periodismo libre y en profundidad

Opinión

[REFLEXIONEMOS PERÚ]  Saludos estimados lectores, es grato nuevamente escribirles, para compartir con ustedes reflexiones de nuestro querido país y continente. Esta vez, quisiera profundizar en el mensaje de Milei. Bastante profundo y contundente. Con ello, quisiera analizar la historia de la Educación que ha acontecido en nuestro continente.  Nadie puede negar que la Educación es y ha sido el talón de Aquiles de Latinoamérica. Pero no creo haya sido la mejor.

Nadie puede negar que la historia, a como nos la han contado, ha sido sesgada. En estas épocas de cambios de los primeros 20 años del siglo XXI, para transformar el Perú necesitamos una nueva manera de visionar y entender el futuro, desde la historia. Pero, sobre todo, desde los retos que ha de afrontar la Educación en la sociedad actual.

Volvamos la mirada hacia la realidad del mundo actual, para descubrir allí los retos que ha de afrontar la educación en la sociedad contemporánea. El primero está relacionado con la verdad del hombre que es el sujeto de la educación; el segundo, se refiere a la libertad en el marco del derecho natural y las leyes de la educación; el tercero, a los estímulos ambientales más significativos y potentes de nuestro tiempo: los medios de comunicación social y con ello a todas las tecnologías emergentes en este el ámbito de la cultura digital; y el cuarto, es relativo a la formación docente, en todos los niveles de enseñanza.

La verdad sobre el hombre

Hablar del mundo en el que nos ha tocado vivir es hablar de un despliegue amplio y transversal de los aportes científicos con ayuda de la tecnología. Pero también es hablar de un Humanismo emergente, donde coloca al ser humano al centro de todas las transformaciones, y donde su rol principal es ser agente activo en el direccionamiento de esta cultura digital. Sin embargo, paradójicamente es también la época de las más hondas angustias del hombre respecto a su identidad y destino. La crisis de la identidad de género es la crisis de un humanismo digital sin Dios.

Dios ha creado al hombre con un diseño en su naturaleza, con inteligencia, voluntad y libre albedrío. También fue dotado de un alma, con espíritu y conciencia mental. Más allá de esas preferencias sexuales, que hoy están tan de moda, defendidas por la Ideología del género, el hombre nace hombre o mujer. Les guste o no, es así. La naturaleza humana nace con una libertad, reflejo del creador – padre que es Creador de todo. Es la libertad el don más divino en el ser humano que refleja no solo la esencia de la verdad de su naturaleza sino, sobre todo, la imagen y semejanza de la criatura con Dios.

En un mundo que pugna por desterrar a Dios y toda relación con El, la historia se comprende como un puro escenario material de esfuerzos humanos. La moral se reduce a una higiene de los sentidos y la crisis de esta identidad que vivimos no es otra cosa que el rechazo de Dios de la misma criatura hacia su creador.

Educar en libertad, es formar al hombre en todas sus dimensiones para que sepa cómo buscar su abundancia y felicidad plena, desde su propósito de vida, y que, vinculando su existencia a su Creador, le permite entender un sentido y trascendencia en el mundo. Co-creador de un mejor futuro. De esta verdad, se basa su verdadera liberación y función en el mundo como artífice de su vida hacia otros semejantes como él.

La respuesta a la pregunta sobre qué es el hombre, resulta, a todas luces, decisiva para la acción educadora que siempre se ha considerado como un proceso necesario para el desarrollo integral de la persona. Por eso, todo planteamiento educativo está penetrado y lleva en el trasfondo una concepción del hombre; y la idea de perfección a la que hace referencia el proceso. Dependerá de la noción que se tenga del ser humano, no como fruto de una evolución materialista darwiniana, que se hizo muy famosa en su momento pero que hasta ahora no cuenta con fundamentos científicos. La neurociencia en cambio, sí ha aportado una vez más, la energía que existe entre la interconexión de neuronas por medio de las sinapsis cuando los seres humanos piensan, aman o son felices. Las neuronas se reproducen y caemos en la cuenta que el diseño de nuestra naturaleza le hace mucho mejor a nivel biológico y psíquico, el efecto que producen en nosotros cuando segregamos las hormonas de la felicidad como la oxitocina, cuando experimentamos emociones positivas, como la esperanza, la confianza, la alegría. Acá vemos el reflejo de las leyes de Dios en nuestra naturaleza. Lo que significa que estamos hechos para el Bien Común. No existe una pedagogía que no descanse necesariamente en una antropología.

Pedagogía del Bien Común

Cuando hablamos de Bien Común, seguramente se podría pensar en el bien común universal. Pero inmediatamente me preguntarán: ¿Cuál sería este? ¿El amor? ¿La justicia? ¿el bien? ¿Todo a la vez? La expresión requiere de precisiones para evitar ambigüedades. La Humanidad no es solo el conjunto de seres humanos. Es también la naturaleza individual propia que crece, se desarrolla y madura con el tiempo. El recién nacido, sin sus padres y más ampliamente sin la comunidad en la cual nace, no logra desarrollar ni el habla, ni el raciocinio ni su libertad. Se actualiza la propia humanidad a través de las relaciones que lo constituyen a uno como humano.

‘Trascender’ significa la ayuda o el bien que yo hago hacia otros en el mundo. Por eso, la humanidad es una realidad común y a la vez participada a cada uno de manera única e irrepetible. Se es humano junto a otros, nunca excluyendo a otros. Pero por más que uno sea virtuoso, libre, educado y culto, y que respete mi dignidad como ser humano que soy, si en alguna parte del mundo existen personas denigradas, dañadas, necesitadas de la ayuda de las personas, persona como yo, solo me será compasivo si tenemos en nosotros al otro, como una criatura creada por Dios, como yo.

El amor al prójimo no existe por mero amor al prójimo. Porque lo instintivo en el ser humano es pensar en sí mismo y en lo que le conviene. La humanidad y el bien común se desarrolla cuando somos conscientes – de modo compasivo- como Dios fue con nosotros, en alguna oportunidad que alguien humano y caritativo se compadeció de nosotros. Y la Bondad, es reflejo una vez más, del diseño de la obra del Creador en la naturaleza humana. Por ello, la búsqueda del Bien Común es la respuesta a la necesaria educación basada en formación humana – la tuya, la mía, la nuestra – de esta consciencia divina tatuada en el mismo ser humano, que nos lleva a ser leales y fieles a los valores humanos, por una causa más alta que la mera convicción personal. La pregunta es sencilla: ¿Queremos vivir juntos como seres humanos o renunciar a la humanidad y vivir como lobos – como lo planteó Thomas Hobbes?

Más Humanismo frente a la Cultura Digital

La pedagogía del Bien Común debe desarrollar al ser humano a un “saber hacer” y “saber ser”, desde una educación integral intelectual “saber buscar la verdad”, espiritual, y deontológica “saber vivir valores”. Implican el cultivo de las virtudes, de la práctica de los valores humanos (religiosos, morales, sociales. Como la bondad, la sinceridad, la empatía, el amor, la gratitud, el perdón, humildad, responsabilidad, autonomía, obediencia, solidaridad, incluyendo a la magnanimidad). La finalidad de la Educación integral personalizada es formar ciudadanos, hombres y mujeres, de Bien. Al servicio de contribuir con hacer un mundo mejor y ayudar siempre, agregando valor a todo el que se cruza por el camino. Desde el trabajo, la educación, los emprendimientos. La creatividad humana está para ello, para crear soluciones y que el impacto de aquello contribuya a la sociedad.

Si llevamos este concepto a los desafíos que se nos presentan con el cambio climático, la eliminación de la pobreza, el hambre cero, mejorar los niveles educativos en la juventud y todos los objetivos de desarrollo sostenible que la agenda de Davos 2030 presenta, podremos entender que la tecnología siendo el eje transversal que encamina la cultura de la transformación digital, la innovación y la sostenibilidad – estoy más que segura – que no llevaría a la miseria como lo dijo Milei, si incluimos en las aulas, de todos los niveles de enseñanza, una Educación Humana para la cultura digital, basada en una pedagogía del Bien Común cuánto bien haríamos. Este es el enfoque que no ha existido y se necesita a nivel de reforma pública. La tecnología no es buena ni mala en sí misma, siempre estará al servicio del ser humano. Sin Educación integral, no podemos estar preparados para los retos, ni tampoco ser valientes para liderar los cambios. El humanismo digital invita a salir de la caverna de Platón y aterrizar al pensamiento de los amigos Sócrates y Aristóteles, para encontrarnos en la calle libertad y atravesar el puente llamado: “Tú puedes liderar el mañana, si te da la gana con innovación social”.  No hay razón más sobre natural que elegir el Bien Común por convicción personal, porque la verdad, siempre nos hará libres.

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Bien Común, Educacion Integral, Humanismo Digital, Transformacion

[PIE DERECHO]  La última encuesta anual de Lima como vamos, ratifica, en Lima y Callao, lo que sucede a nivel nacional: el principal problema, de lejos, es el de la inseguridad ciudadana. Así lo considera el 70.9% de los habitantes de Lima y Callao. Muy lejos, en segundo lugar, la limpieza pública, con 34.9%, seguido de corrupción de funcionarios (33.8%), contaminación ambiental (32.8%) y, además de otros, calidad del transporte público (24.7%).

Un 87% se muestra insatisfecho con la seguridad ciudadana y curiosamente, el problema es percibido más significativamente en el sector A (con 82.1%), a diferencia del E, donde un 58.6% lo considera el problema más importante. Da para un análisis más profundo esa diferencia sociológica del mapa del delito, ya que los medios parecieran transmitir la percepción de que éste ocurre con mayor intensidad en las zonas más empobrecidas de la ciudad.

De otro lado, preguntada la población respecto de qué medidas la harían sentirse más segura, barre la respuesta de “patrullaje continuo de la policía o del serenazgo (con 72%), cámaras de seguridad (54.8%), casetas de serenazgo (34.1%), iluminación de calles (32.1%). Es decir, se reclama mayor presencia del Estado.

Sorprende ingratamente, al respecto, ya no solo la ineficaz respuesta del gobierno frente a esta situación (en sus últimas decisiones ha demostrado no saber qué hacer sobre la materia), sino, sobre todo, la inexistencia de propuestas por parte de la clase política nacional. No hay precandidato alguno que haga del tema su eje programático y no plantee, por ende, una solución o una alternativa respecto de qué hacer frente a este problema, lo que explica en gran medida el malestar ciudadano expresado en las encuestas sobre la democracia.

Una democracia incapaz de asegurar el cumplimiento de la cláusula primera del contrato social, es decir, la provisión de seguridad, la defensa de los derechos a la propiedad y a la vida, es una democracia fallida.

No sorprendería, si se pudiera hacerle la pregunta al millón y medio de peruanos que ha migrado al extranjero en los dos últimos años, que la inseguridad ciudadana sea una de las razones consideradas para tomar esa decisión radical. Si desde ya, como otra encuesta ha señalado, más de un millón de peruanos paga cupos a las mafias de la extorsión, se entenderá que la zozobra que ello conlleva pueda dar sustento a decisiones de esa envergadura.

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Democracia, inseguridad ciudadana, Migración, Propuestas políticas

[CASITA DE CARTÓN]  Esta casita de cartón abre sus puertas un nuevo año, viendo el amanecer en Santiago de Chile, con su sol fulguroso traspasando las ventanas y provocando emociones encontradas. Este año que se fue, probablemente sea el año más difícil que haya transitado, donde entendí que la ‘vida solo vale un segundo’. Y con esto que se entienda con lo singular y caprichoso que tiende ser. Y al perderme por lugares recónditas, como suelo hacer en cada ciudad que voy,  veo en pleno corazón de esta capital, un mural del inmenso cantautor, Víctor Jara,  con la frase de una de sus memorables piezas musicales, ‘El derecho de vivir en paz’. Y que va muy en consonancia con el año que ha pasado, que viene acarreando miserables guerras y derramamientos de sangres, donde los grandes perdedores como siempre somos nosotros, la población. Pero también se me viene a la mente, ‘Te recuerdo Amanda’, canción del cual en parte adopté el, Manuel, para mi álter ego en mi novela Generación Equivocada, ‘Manuel Esponja’. Me quedo perplejo ante su mirada del vate al cielo, lugar donde debe estar, en el parnaso sagrado de las letras. De pronto me pregunto, ¿cuándo volverá Manuel? En referencia a la canción. Y lo pongo en el celular, y me reencuentro por un momento con aquella persona retratada y su sentir, con la sencilla osadía de percibir sus sensaciones, y como años atrás, profundamente me conmueve, al punto de botar lagrimitas, en aquellas épocas cuando suspiraba sobre la esperanza de un mundo mejor o cuando dedicaba canciones de amor a mi compañera de vida por aquel entonces, de otros extraordinarios hermosos locos como Silvio Rodríguez o Joaquín Sabina. Qué serán de esas canciones como de ella, y como de aquel joven soñador, Manuel Esponja. Eran buenos tiempos más allá de toda tristeza, porque al final quedaba la frase de Miguel Abuelo: ‘Más allá de toda pena, siento que la vida es buena’. Y eso fue, aquellos tiempos de ensueño en un cambio social y en el amor. Con eso cumplí, así que tranquilamente ya puedo caminar por los círculos dantescos en el infierno. Y cada año que pasa, es un año menos de vida, como apuntalara el genio argentino, Charly García, o un año nuevo, un nuevo amanecer, como normalmente la gente profesa, dentro de la esperanza de que cambiarán su vida para mejor. Y ahora estoy en ese timón, por más que el surco de la cotidianidad muchas veces sea agobiante o desesperanzada, o ‘la luna una explosión’ ante la trágica y reiterativa historia del hombre y las guerras.

Creo que este año me ha acercado a definirme, de alguna manera, en lo esencial, por más que el dandi de la poesía, el vino y la elegancia, Oscar Wilde, señalara que ‘definirse es limitarse’. Pero es que hay cosas con las que uno nace y  que no se podrán diluir, por más que la corriente de los hechos traten de endurecernos o hasta fulminarnos, y es que no podemos ir contra natura, y sí, soy trágicamente sensible, pero eso no me imposibilita de ver la vida con los ojos de la neutralidad, o por lo menos lo intento. Y ahora, en esta etapa, después de quemar las cortinas de la noche, aceptando mis sombras. Y es que como señalaría Nietzsche: ‘Debes estar preparado para arder en tú propio fuego: ¿Cómo podrías renacer sin haberte convertido en cenizas? Y aquí seguimos, la historia del loco y el suicida todavía escribe su historia de vida en este año en qué aprendió a vivir. Para cuando me lleve la parca, me iré tranquilo, ya viví lo suficiente. O como cantaría al viento, el encantador de los lirios y los versos, Pablo Neruda, ‘Confieso que he vivido’. Ya no es ‘Me olvidé de vivir’, de Julio Iglesias, ya no. Así que la función debe continuar, hasta que el destino diga basta.

Esta casita de cartón cierra sus puertas agradeciendo a los que se toman el tiempo de leer estas líneas. Y a los que me escriben por eso. Buen año para todos esos hermosos locos lectores.

 

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Aceptación, Música, poesía, Vivencias

[LA COLUMNA DECA(N)DENTE]  En un intento por reforzar su imagen de liderazgo, los ministros y ministras del gabinete Otárola, en cada oportunidad que se les presenta, enfatizan que sus acciones son por decisión expresa de la presidenta Boluarte. Esta insistencia podría interpretarse como un intento de Boluarte de reafirmar su autoridad frente a la opinión pública.

Hace unos días, el primer ministro Otárola, ante el señalamiento de que es él quien se encuentra detrás de todas las decisiones gubernamentales, afirmó que solo es “el portavoz del gobierno” y que todos los ministros están bajo “el liderazgo de la mandataria”. “Parece una broma [lo que sostienen], pero no es así. Aquí estamos bajo el liderazgo de la presidenta de la República, quien no solo toma las decisiones y ve las orientaciones fundamentales del gobierno, sino que también impulsa las reformas políticas y públicas que requiere el país”, sostuvo enfático. Esta defensa de la presidenta Boluarte podría indicar que se encuentra en una situación vulnerable.

La percepción de la opinión pública de que Otárola es quien manda, y no Boluarte, tiene un impacto negativo en la figura presidencial porque merma la legitimidad de la presidenta. La legitimidad es la aceptación de un gobierno por parte de los ciudadanos y ciudadanas. Cuando la población percibe que el primer ministro es quien manda, se cuestiona la legitimidad de la presidenta como máxima autoridad del país. Esto se debe a que la legitimidad no se basa únicamente en el cargo que se ocupa, sino también en la capacidad para ejercer ese cargo.

Asimismo, lleva a cuestionarnos «¿quién manda a quién?». Esta pregunta cuestiona la capacidad de la presidenta para ejercer el poder. Si los ciudadanos y ciudadanas perciben que el primer ministro es quien toma las decisiones, es menos probable que perciban a la presidenta como Jefe de Estado y responsable de dirigir la política general del gobierno; y capaz de garantizar la estabilidad política, social y económica del país.

Esta percepción se ha visto reforzada por dos factores: las declaraciones públicas del primer ministro, que han dado la impresión de que es quien toma las decisiones importantes del gobierno; y la falta de presencia pública de la presidenta en espacios no controlados por su gobierno. ¿Podrá la presidenta Boluarte contrarrestar esta percepción? ¿Tiene las habilidades y capacidades necesarias para recuperar la legitimidad de su figura, demostrar liderazgo y ganar la confianza de la ciudadanía? Solo el tiempo dirá si la presidenta Boluarte podrá demostrar que las tiene para asumir un liderazgo presidencial democrático.

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Alberto Otárola, Dina Boluarte, Presidencia, Primer ministro

[TIEMPO DE MILLENIALS] La creación de empleos verdes constituye una de las herramientas fundamentales para la construcción de un modelo económico y social sostenible a largo plazo, según los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para 2030 establecidos por la Asamblea General de Naciones Unidas en el Acuerdo de París en 2015.

¿Qué es un empleo verde?

De acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo (OIT), los empleos verdes son empleos decentes que contribuyen a preservar y restaurar el medio ambiente ya sea en los sectores tradicionales como la manufactura o la construcción o en nuevos sectores emergentes como las energías renovables y la eficiencia energética.

Asimismo, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) indica que se tratan de empleos de calidad: aquellos que incluyen ingresos justos y suficientes, acceso a seguridad social y protección social, y la tranquilidad de un buen ingreso en la vejez a la hora de jubilarnos.

Por su lado, El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) define los empleos verdes como «los trabajos en agricultura, actividades de fabricación, investigación y desarrollo, administración y servicio que contribuyen sustancialmente a preservar o restaurar la calidad medioambiental».

¿Cuáles son los beneficios para una economía sostenible?

De acuerdo con la OIT los empleos verdes permiten:

  • Aumentar la eficiencia del consumo de energía y materias primas
  • Limitar las emisiones de gases de efecto invernadero
  • Minimizar los residuos y la contaminación
  • Proteger y restaurar los ecosistemas
  • Contribuir a la adaptación al cambio climático

A nivel empresarial los empleos verdes pueden producir bienes o prestar servicios que beneficien al medio ambiente y también pueden contribuir a procesos de producción más respetuosos con el medio ambiente en las empresas. Por ejemplo, pueden reducir el consumo de agua o mejorar el sistema de reciclaje.

¿Y en Perú?

De acuerdo con Vinatea & Toyama, en nuestro país, se identifican dos principales problemáticas con respecto a los empleos verdes:

  • La primera, relacionada a la presencia de empleos no verdes, es decir, los empleos formales e “informales” en la economía formal y los empleos en la economía informal dentro de los sectores verdes priorizados, que cumplen con todos, algunos o ninguno de los criterios de empleo decente, pero no cumplen ningún criterio ambiental.
  • La segunda, relacionada con el porcentaje de empresas que cumplen con los criterios ambientales: no superan el 10% del total.

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Desarrollo Sostenible, Empleos verdes, ODS2030, Sostenibilidad economica

[PIE DERECHO]  Como lo venimos sosteniendo desde hace años -y lo seguiremos haciendo hasta el hartazgo-, los riesgos de la democracia peruana y su proyección económica, no provienen solamente de una izquierda que, como la peruana, no tiene nada que aportar al país, como no sea autoritarismo y destrucción de la economía, sino también de una ultraderecha populista, que felizmente no ha agarrado cuerpo y difícilmente lo hará luego del fiasco gubernativo de Rafael López Aliaga.

Con mayor razón la urgencia de que se consolide un frente de centroderecha, cuya centralidad transite por la necesaria reconstrucción de instituciones como el Ministerio Público (hoy absolutamente degradado), el Poder Judicial, la Policía y las Fuerzas Armadas, la reforma política, la construcción de un eficaz sistema de salud y educación públicas, etc., pero que no descuide un ápice la urgente e imperativa apuesta por una vigorosa economía de mercado, capaz, solo ella, de hacernos recuperar la senda del crecimiento económico, única vía de reducción de la pobreza y de reinstalación en la pendiente progresiva que habíamos logrado entre mediados de los 90 y la primera década de este siglo.

En el Perú reciente no se ha hecho casi reforma alguna en los últimos lustros, ni siquiera en los tiempos de vacas gordas, y ese déficit nos estalló en la cara con el triunfo de Pedro Castillo. Lamentablemente, nos ha tocado en suerte un gobierno cargado de medianía como el de Dina Boluarte, del cual sería iluso esperar reformas de algún tipo, y esa estabilidad mediocre abona en favor de los candidatos que ofrecen patear el tablero del statu quo el 2026.

Con mayor razón se impone una urgente coalición democrática que no solo aumente las posibilidades de un triunfo electoral, sino que el mismo vaya acompañado de un respaldo parlamentario que la libre de las recurrentes crisis políticas que han hecho que en los últimos siete años tengamos cinco mandatarios.

Desde la sociedad civil sería saludable que haya presión hacia la clase política ubicada del centro hacia la derecha liberal, para que constituya un gran frente electoral, que sirva de contención a la izquierda en su conjunto (ni la versión moderada se salva) y a la ultraderecha conservadora y autoritaria que insiste en alcanzar protagonismo impulsado por la ola regional.

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#Reconstruccion Institucional, centroderecha, Democracia, Economía

[EL CORAZÓN DE LAS TINIEBLAS]  Según narran Alberto Flores Galindo y Manuel Burga en su clásico “Apogeo y Crisis de la República Aristocrática”, durante el Oncenio de Leguía (1919-1930), el mayor de la Guardia Civil, Genaro Matos, no comprendía por qué el gobierno transaba con la debilitada casta terrateniente cajamarquina. Esta representaba al viejo civilismo y era liderada por el legendario hacendado y bandolero Eleodoro Benel Zuloeta. Sin embargo,  desde 1925, el Estado poseía fuerzas de sobra para aplastar al díscolo rebelde.

Pero existía una poderosa razón de Estado que Leguía alcanzó a ver aunque el Mayor Matos no: Benel Zuloeta tenía vínculos muy cercanos y hasta consanguíneos con varios de los oficiales de la Comandancia General de la Primera Región Militar, situada en Chiclayo. Por ello, a pesar de encontrarse casi vencido por las fuerzas de Matos, y refugiado en la clandestinidad, el díscolo bandido logró un acuerdo muy favorable con el gobierno que consistió en la entrega de armas por los dos bandos terratenientes en disputa (Los Benel y los Vásquez). Al final, Benel entregó poquísimas armas, mientras que sus contrarios fueron arrestados por los militares y desarmados totalmente, devolviéndole al bandolero chotano el equilibrio de fuerzas que Matos le había arrebatado.

Poco después, en 1926, se estableció en Chiclayo la Segunda Comandancia de la Guardia Civil, la que poseía 229 miembros y fue reforzada por 440 soldados del ejército en 1927. Ya con este fuerte contingente militar bajo su mando, Matos emprendió la búsqueda de Benel quien optó por suicidarse en La Samana, su hacienda chotana. Hasta hoy, Benel ha permanecido en el imaginario popular como un mito. Decenas de relatos cuentan sus hazañas y hasta el dúo folclórico “Sentimiento Serrano” le ha dedicado un huayno presentándolo como un guerrillero que enfrentó al poder terrateniente y jamás pudo ser vencido por el Ejército Peruano.

Para lo que nos toca, la historia -y el mito- de Eleodoro Benel es el reflejo de la complicada relación entre el Estado peruano y el poder terrateniente en la tercera década del siglo veinte. Este vínculo, sostenido impecablemente durante el periodo de la República Aristocrática (1895-1919) a través de alianzas de interés y reparto de puestos congresales o prefecturas, entró en crisis durante el gobierno de Leguía. El once años dictador, consecuente con su proyecto modernizador, no podía permitir lo que el Mayor Matos no alcanzaba a comprender: que en circunstancias en que militarmente las huestes de Benel podían ser aplastadas, el gobierno hiciese negociaciones de paz, como si se tratara de dos fuerzas semejantes.

Pero Leguía era un viejo zorro de la política y sabía que, en determinadas circunstancias, una previsible alianza entre terratenientes y sectores del Ejercito podía derrotar a las fuerzas del Estado. Por eso actuó donde pudo y cuando estuvo seguro. Como sabemos, el poder terrateniente en el Perú fue clausurado por el general Juan Velasco recién a partir de su radical ley de reforma agraria, aprobada el 24 de junio de 1969. Leguía solo dio los primeros pasos en la consolidación del poder estatal.

Más o menos por aquellos tiempos, en la década de 1920, el célebre político peruano, Víctor Raúl Haya de la Torre, planteó que la única manera de combatir el imperialismo norteamericano era conformando un bloque político y económico regional, que actuase como tal y le plantase cara. Aunque comenzando la década de los treinta, Haya dejó de lado el enfoque marxista, nunca dejó de sostener que era imprescindible una alianza regional -léase 1942, La Defensa Continental- para defender el régimen democrático.

Recordé a Benel, Matos, Leguía y a Haya cuando me puse a leer a conciencia sobre la difícil situación que actualmente atraviesa nuestro vecino Ecuador. Obviamente, 100 años de cambios espectaculares y dos realidades que aunque parecidas, distan de ser iguales, nos separan del difícil presente por el que atraviesa el vecino del norte.

Si para América Latina, el siglo XIX se constituyó en la era del centrifuguismo, cuando el Estado intentaba, aun infructuosamente, consolidarse contra diferentes poderes regionales y terratenientes; el siglo XX asistimos a la paulatina afirmación de nuestros estados y de su autoridad por sobre cualquier otro tipo de poder constituido en el territorio bajo su administración.

Sin embargo, hace unos pocos días, Cristina Papaleo, columnista de opinión para la DW, ha planteado la existencia de un ecosistema criminal latinoamericano sostenido por el narcotráfico. En este, los cárteles mexicanos de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación se disputan, en varios países de Centro y Sudamérica, el control de las redes de producción y distribución de drogas. En lugar de administrar todo el proceso, los cárteles establecen alianzas con bandas locales lo que facilita su labor. De hecho, Colombia y el Perú son claves en este esquema pues rodean geográficamente a Ecuador y lo proveen de toneladas de cocaína y derivados que, desde los puertos de Guayaquil y otros, se exportan al resto del mundo.

Si hablamos del Perú, a las redes del narcotráfico se le suman toda una gama de actividades ilegales que van desde la trata de mujeres, el tráfico de armas, la minería ilegal y la tala indiscriminada de los árboles de la Amazonía. A esto habría que sumarle la entusiasta participación en estas actividades de algunos sectores vinculados a los poderes económico y político formal e informal. De suerte que si un pronóstico podemos ofrecerle al Perú es que el Estado, en lo más esencial, no se encuentra en condiciones de afrontar un levantamiento coordinado de todas o parte de las mafias y actividades del crimen organizado que operan en el país.

El siglo XIX, durante la Era Victoriana, se hablaba del Estado Gendarme. Es decir, de un Estado cuya función principal debía ser resguardar la actividad económica de cualquier intento por interrumpirla o por negociar derechos que pudiesen disminuir su natural flujo y ganancias. Hoy, cabría preguntarse, después de lo visto en el Ecuador, si estamos al frente de varios estados latinoamericanos que actúan como gendarmes de las bandas dedicadas a actividades ilegales.

En el Perú, la situación descrita pareciera ya estar sucediendo y las pocas instituciones que aún permanecen independientes de este esquema sufren de un asedio constante que proviene de algunos sectores políticos representados en el Congreso.  ¿Qué pasaría si surgiese en el Perú un candidato que ofrezca la lucha frontal contra la corrupción como lo hizo el asesinado Fernando Villavicencio en el Ecuador? ¿Qué pasaría si se logra instalar un gobierno que se tome en serio eso de restaurar la autoridad del Estado por sobre las actividades ilegales con la intención de restringirlas o erradicarlas? Daniel Noboa anunció mayores medidas de seguridad carcelarias para los líderes de estas organizaciones criminales y a estas les ha costado muy poco reaccionar poniendo a su país de cabeza.

En 1942, Haya de la Torre planteó la alianza entre los Estados Unidos del Norte y los Estados Unidos del Sur -esos que todavía no existen- en pro de la defensa de la institucionalidad democrática. Me pregunto si lo que hace falta en el continente no es una verdadera y funcional alianza norte-sur para combatir a tan grandes enemigos.

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crimen organizado, Ecuador, Eleodoro Benel, Historia Perú

[PIE DERECHO] En el Perú, como bien señala Walter Bayly, ex CEO de Credicorp, en entrevista a Semana Económica, no vamos a crecer de modo superlativo de acá hasta el 2026 debido a que se va a mantener flotante la inversión privada, el principal motor de nuestro crecimiento.

Razones para ello hay de dos tipos. Una de responsabilidad gubernativa. Otra de responsabilidad de los partidos de centro y de derecha.

La primera pasa por el poco peso político de un MEF liviano, que no tiene la fuerza para detener los exabruptos fiscales de otros ministerios. La presidenta Boluarte debería hacer algunos cambios en su gabinete para consolidar uno más amigable con la inversión privada. Ello pasa por buscar un nuevo ministro de Economía y Finanzas, pero también otra persona que ocupe el cargo de ministro de Energía y Minas (el actual solo se desvela por relanzar Petroperú y no por alentar la inversión minera) y, ya si queremos redondear la faena, convocar a un nuevo titular de Transportes, que el actual no da pie con bola.

Quizás la salida del premier Otárola pueda esperar algunos meses. Es él el pivote de estabilidad de un gobierno precario, pero tendría que tener la cintura suficiente para saber sacar de sus cargos a sus propios alfiles (como el ministro Álex Contreras) y asumir que lo pueda reemplazar alguien con juego propio, como ha sido tradición con los mejores ministros de Economía que el Perú ha tenido en las últimas décadas, quienes tuvieron a presidentes del consejo de ministros que los supieron respaldar aún a sabiendas de que ello suponía un relativo compartimiento de poderes.

La segunda transita por la altísima incertidumbre que generan las elecciones del 2026, en las cuales la propia situación económica -con el consecuente aumento de la pobreza- alienta la creación de condiciones propicias para que discursos radicales prendan.

Y del lado de las fuerzas políticas pro inversión privada se aprecia una lamentable irresponsabilidad al no estar dispuestos a lanzar una suerte de Concertación chilena, pero de centroderecha, capaz de aplanar los riesgos de que uno o hasta dos candidatos disruptivos radicales pasen a la segunda vuelta definitoria, lo cual sería una tragedia de proporciones bíblicas para el futuro de la economía y la política peruanas. Mientras esa amenaza siga latente, no habrá inversionista privado que se la juegue.

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crecimiento económico, Economía, Inversión Perú, política peruana

[PIE DERECHO]  Uno de los pilares de la reforma política emprendida a medias en años anteriores, consistía en el financiamiento público a los partidos que hayan conseguido mantener la inscripción electoral, con el objeto de tornarlos menos dependientes del financiamiento privado, por lo general irregular y dado a pactos no santos entre intereses mercantilistas y poder político.

Lamentablemente, según lo acaba de demostrar la asociación civil Vigilancia Ciudadana, los partidos que reciben esos fondos malversan los mismos en usos irregulares y cuestionables.

La supervisión del uso de tales fondos corresponde a la ONPE, pero este organismo electoral no está cumpliendo con su labor, la misma que dado el caso debería escalar, inclusive, a instancias penales. Es más grave que se malempleen fondos públicos, de todos los peruanos, a que se maquille el ingreso de recursos privados. Lo segundo es perseguido de modo tan implacable como desmedido por el Ministerio Público. Lo primero, ni siquiera es tocado con el pétalo de una rosa.

Una de las razones por las que el Perú transita por una severa crisis política corresponde a la precariedad de los partidos. La democracia se debe sostener en la existencia de partidos sólidos, cada vez más flexibles de acuerdo a los tiempos desideologizados que vivimos, pero transparentes y dinámicos. Si hoy los organismos responsables pasan por alto las trapacerías que se cometen en los inicios de la reforma política, lo más probable es que la terminen por desacreditar y pervertir.

Esos dineros deberían derivar en capacitaciones, instalación de locales descentralizados, conferencias ideológicas, instancias de participación ciudadana, no en pago de sueldos a las autoridades partidarias o contrataciones irregulares (en un caso, se ha disfrazado el pago por aparecer en televisión como contratación del productor del espacio televisivo, en otro, un prófugo de la justicia, como Vladimir Cerrón, sigue cobrando).

Si con la misma laxitud se controla el ingreso de dineros de las economías delictivas a la política partidaria (narcotráfico, minería ilegal, tráfico de tierras, etc.), se entenderá por qué la degradación sostenida de la vida política peruana, la misma que, a contrapelo del crecimiento económico de las últimas décadas, ha ido cuesta abajo. La institucionalidad política no ha marchado a la par del desarrollo socioeconómico del país y allí anida una de las fracturas institucionales más graves por resolver.

La del estribo: ya viene La doctora en el Teatro La Plaza, para arrancar la temporada teatral del año. Entre tanto, continuamos la maratón cinematográfica. Recomendadas: Los delincuentes (Argentina), Trenque Lauquen (Argentina), The holdlovers (EEUU), Rustin (EEUU), Amerikatsi (Armenia), Blanquita (Chile), El sueño de la sultana (España), Saben aquell (España), Monster (Japón) y Bastarden (Dinamarca).

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Crisis política, Fondos públicos, ONPE, reforma política
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