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Opinión archivos | Página 176 de 342 | Sudaca - Periodismo libre y en profundidad

Opinión

Y a pesar de ello, mantienen incólume su apoyo al gobierno. ¿Es que acaso en los niveles intermedios del Estado sí les están dando trabajo a los militantes de esta agrupación? ¿Es que acaso están a la espera de que Castillo se libere de Cerrón y les vuelva a proporcionar algún cargo público de importancia? ¿Van a seguir el camino de Anahí Durand, quien prefirió el sueldo antes que la dignidad?

De hecho, este sector político, va a quedar achicharrado luego del mandato de Castillo. Verónika Mendoza y sus huestes no volverán a tener protagonismo electoral por un buen tiempo, si insisten en este blindaje al régimen, pero podrían salvar la cara y mejorar sus perspectivas, si, inteligentemente y con madurez política, toman plena consciencia de que el de Castillo no es un gobierno de izquierda en los hechos, sino una cleptocracia incompetente que ha llegado a medrar del Estado sin importar la coloratura ideológica del funcionario nombrado.

Si hacen ello, y, en esa medida, deciden en algún momento quitarle su apoyo y sumarse, por ejemplo, a quienes, desde el Congreso buscan la vacancia presidencial o, los más sensatos, la reforma constitucional que permita el recorte de su mandato, podrán salvar, en alguna medida, su vigencia política.

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Cambio Democrático-Juntos por el Perú, Gobierno, Pedro Castillo, política peruana

En tiempos polarizantes, en la que se divide la sociedad en torno a un enemigo político, son necesarios propuestas que vinculen la integración de todos los peruanos con el sentido de pertenencia, vale decir, de nación. Hasta la fecha, ese es uno de los temas pendientes que ha tenido la política en nuestro país, que se ha caracterizado por ser inmediatista.

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Populismo

Gradualmente estallo un grado de desacuerdo y algunos, con derecho, comenzaron a defender otros estilos. Sin embargo, esto llevo al extremo de decretar que en cuestiones de gusto visual ya no existía un estándar objetivo. El atractivo en la arquitectura se convirtió en un fenómeno subjetivo. Esto también fue bien recibido por los desarrolladores inmobiliarios, ahora a nadie se le permitiría describir un edificio como feo. El gusto era subjetivo.

Tercero. Originalidad: Durante gran parte de la historia se entendió que lo último que se necesitaba en un arquitecto era originalidad. El trabajo de un arquitecto era simplemente hacer un edificio mas o menos como los demás edificios en un distrito. Como resultado, la mayoría de los distritos de la mayoría de las ciudades se parecían mucho. La arquitectura era bellamente impersonal y repetitiva.

A partir del siglo veinte el arquitecto fue considerado como un individuo con una visión única que necesitaba expresarse en toda su creatividad. De pronto los arquitectos comenzaron a competir para crear formas que demuestren su carácter distintivo y su valor.

El mundo olvido que la originalidad en la arquitectura podría ser tan desagradable como en la cirugía cerebral. Se perdió la capacidad de decir que lo que realmente ansiábamos eran edificios que se parecieran a los que siempre se habían hecho, en los cuales no sería necesario preguntarse quién los hizo.

Cuarto. Expansión: Durante gran parte de la historia las personas vivieron en calles y plazas estrechamente organizadas y cuidadosamente alineadas, básicamente porque era conveniente. Cuando uno se movía a pie valía la pena mantener las cosas cerca. Pero con la propagación de los automóviles la presión para usar eficientemente el espacio se desvaneció. 

Quinto. Mantenerlo local: Inicialmente los arquitectos no tenían mas remedio que construir con materiales que fueran tanto naturales como locales. Esto tenia dos ventajas, primero que como regla general las cosas no pueden ir tan mal con materiales naturales y también es difícil construir muy alto con ellos, lo cual garantiza cierta modestia. Segundo, que los materiales locales nos ayudan a orientarnos y conectarnos con lugares particulares.

Después de exponer estas razones el ensayo concluye lo siguiente:

El mundo se volvió tan feo porque nos olvidamos de argumentar que los lugares donde vivimos determinan el tipo de personas que podemos ser. En un ambiente degradado, por más segura y rica que sea nuestra vida material, nuestros espíritus se hundirán.

La modernidad ha tenido poco respeto por nuestra fragilidad, ha imaginado que mientras el techo no goteara podríamos habitar entre edificios de fealdad insuperable y no perder nuestras ganas de vivir.

Hemos construido un mundo feo a partir de la estupidez, no la falta de recursos. Un libro o una canción de mal gusto puede ser archivada y no molestar a nadie, pero un edificio feo permanecerá desfigurando la tierra y molestando a los que deben mirarlo por trescientos años. 

No sabemos cómo articular políticamente nuestro disgusto por la fealdad. Nos han enseñado a decir que queremos un mundo más rico, más justo, más verde pero todavía estamos tropezando para clamar que también desesperadamente queremos un mundo más hermoso.

La promesa de la modernidad fue que las cosas importantes estuvieran disponibles a bajo precio para todos, pero paradójicamente no podemos producir en masa una hermosa arquitectura. Como resultado la mayoría de esta hermosa arquitectura fue construida antes de 1900 y colapsa bajo el peso de los turistas. Las pocas calles agradables que quedan son más costosas que nunca. 

El desafío es recordar nuestro anhelo de belleza y luchar contra las fuerzas que nos impedirían actuar en consecuencia.

Hasta aquí llega el resumen del ensayo. El tema es complejo y tiene muchas aristas. Continuare explorándolo en futuras entregas. Por favor enviar comentarios y sugerencias a mi twitter @rafaelletts. Gracias por leer.

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modernidad

Si al menos tuvieran un rol acumulativo, de ir despertando consciencias y activando de a pocos a la ciudadanía, bienvenidas sean, pero actos políticos presididos por rostros como los de Lourdes Flores o Raúl Diez Canseco, no tienen futuro alguno y, más bien, generan paulatino rechazo y desgano de la población, que no va a encontrar en estos actos un canal de genuina expresión de indignación respecto de las tropelías de un régimen infame como el de Castillo. Si en Lima, que el 85% desaprueba a Castillo, solo van cuatro gatos a las marchas es que algo se está haciendo mal. Ojalá lo entiendan los organizadores.

-La del estribo: dos libros a leer: Treinta kilómetros a la medianoche, de Gustavo Rodríguez, y Mariposas y Murciélagos, una compilación de crónicas de Julio Villanueva Chang. Hay que saludar la profusión editorial del mercado peruano, tanto en ficción como en no ficción. La pandemia, al parecer, no ha afectado el ánimo de nuestros escritores.

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Encuestas, Marchas, Pedro Casrtillo

AOPYO tiene programas de enriquecimiento personal, de carreras y de consejos estudiantiles. Cada uno de ellos tiene como propósito trabajar con los participantes y hablar sobre problemas mentales y emocionales para que los participantes puedan profundizar en ellos y contextualizarlos. A través de estos programas y de llevar el Tai Chi para la paz, AOPYO tiene como gran objetivo combatir la violencia urbana a través de la prevención o la intervención. La violencia existente debe ser erradicada por medio de programas sociales donde se enfatice una sana convivencia. 

Hoy en día, mientras se atraviesa tanta violencia y tantos atentados por la venta de armas a personas que tienen problemas de salud mental, además de revisar las leyes para que haya más control en su venta, o mejor aún la erradicación total de ellas, sería bueno incentivar más programas como el de AOPYO, que busca formar individuos a través de actividades integrales donde se quiere el bienestar tanto físico como mental y emocional de cada una de las personas involucradas.  

Así como AOPYO, hay muchas otras organizaciones juveniles locales en distintas ciudades de los Estados Unidos, pero hacia ellas rara vez van los reflectores. Parte de nuestra labor dondequiera que estemos es visibilizar los esfuerzos positivos y no repetir hasta el cansancio el horror de las masacres. Quizá con un poco más de información, muchos jóvenes que han perdido la fe puedan encontrar alternativas. 

Apostemos a ello.

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AOPYO, Jóvenes

¿Es un problema de salud mental y una excusa para comprender y eximir de responsabilidad a monstruos al mismo tiempo que financiar la vida de especialistas?, ¿es un asunto de regulación y control de instrumentos de muerte convertidos en mercancías enormemente rentables?, ¿es un inevitable efecto secundario extremo de gamificar nuestra vida colectiva?

Probablemente todos los anteriores, pero no se ve a nadie haciendo nada en serio, salvo buscar ganar puntos en la polarización que cada vez afecta a más sociedades.

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EE. UU., suicidios, Tiroteo

La calle, por su parte, tiene que poner como gran tema de agenda la lucha anticorrupción. No hay nada que indigne más a un ciudadano de a pie que descubrir que los gobernantes se roban el dinero de todos los peruanos en beneficio propio. Y si, en base a ello, se logra movilizar más gente, con protagonistas más convocantes o surgidos de la propia sociedad -como ocurrió el 5 de abril-, ello puede coadyuvar a que el Congreso por fin reaccione y salga de la modorra acomodaticia en la que se encuentra, arrellanado, con la vana pretensión de quedarse allí, bien sentado, todo el periodo completo.

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corrupción

«The Fletch», como se le conocía al espigado tecladista, quien falleció a los 60 años, se consideraba a sí mismo como «el menos musical» en la banda creadora de clasicazos como Shake the disease, Blasphemous rumours, Personal Jesus, Everything counts o Enjoy the silence. En la nota que sobre él se publicó en la versión online de la revista Rolling Stone, recuerdan una declaración suya incluida en el alucinante documental sobre la banda, 101, dirigido en 1989 por el célebre D. A. Pennebaker (también director de Don’t look back (1967), acerca de Bob Dylan; Ziggy Stardust and The Spiders From Mars (1979) de David Bowie, entre otros): «Dave (Gahan) es el cantante, Martin (Gore), el compositor, Alan (Wilder), es el músico completo. Y yo, bueno, yo doy vueltas por el estudio». 

Pero, más allá de esta demostración de falsa modestia con respecto a su rol en Depeche Mode, lo cierto es que la impronta de Fletcher fue decisiva tras la salida de Alan Wilder -quien, a su vez, había reemplazado al fundador Vince Clarke, posterior factótum de Yazoo y, más reconociblemente, de Erasure- pues quedó como único encargado de los teclados y sintetizadores, además de ser el mediador entre los egos colosales de sus compañeros. Con Dave Gahan moviéndose sobre el escenario como un híbrido entre Mick Jagger, Iggy Pop y Michael Hutchence (INXS); y Martin Gore encargándose cada vez más de sus portentosas guitarras Gretsch con atuendos que parecían salidos de un baile de máscaras, Andy Fletcher quedaba como el único en estado robótico, con sus lentes oscuros y trajes largos, más parecido a un integrante de Kraftwerk que a la máquina llenadora de estadios en la que su grupo se convirtió, con hartos merecimientos por cierto, desde aquel álbum brillante llamado Violator (1990).

El caso de Alan White, por su parte, nos lleva a la verdadera realeza del rock mundial. Antes de unirse a Yes, para reemplazar a Bill Bruford -que se fue a trabajar con King Crimson tras grabar los cinco primeros discos de Jon Anderson y compañía, entre 1969 y 1972- el baterista trabajó muy de cerca con dos ex Beatles, George Harrison y John Lennon. Con el primero grabó algunas sesiones del extraordinario álbum triple All things must pass y también fue miembro estable de The Plastic Ono Band, del segundo, acompañándolos en conciertos y grabaciones, entre ellas el famoso LP Imagine. White llegó a Yes en 1972-1973, poco antes de iniciar la gira promocional del álbum Close to the edge. Tuvo solo tres días para aprender el complicado material de la banda, temas de bruscos cambios de ritmos y tonalidades, nada parecidos al directo rock and roll que venía de hacer con Lennon. White, quien además era pianista, se acomodó en el puesto dejado por el polirrítmico Bruford e hizo suyas cada una de las canciones de Yes, como queda claro en aquel concierto que mencionamos previamente, Yessongs. Aquí dos muestras de esa primera gira: And you and I y Close to the edge.

Los creativos y sólidos desarrollos de batería rockera de White, diferentes al estilo jazzero y experimental de Bruford, se compenetraron con el gigantesco bajo Rickenbacker de Chris Squire, columna vertebral del sonido de Yes en todas sus épocas, formando una sección rítmica imbatible en el rock progresivo. Escuchar temas poco difundidos dentro del catálogo de Yes como On the silent wings of freedom (LP Tormato, 1978), Tempus fugit (Drama, 1980, el subestimado LP que grabaron con Trevor Horn y Geoff Downes, en voz y teclados, respectivamente, conocidos como The Buggles por su éxito Video killed the radio star, de 1979) o Hold on y Changes (ambas del disco 90125, de 1983, el mismo del que salió Owner of a lonely heart) dan una idea clara de cuan buen baterista era Alan White. El instrumental Whitefish -combinación del apellido del batero con el apelativo de Squire, «The Fish»- que el grupo lanzó en su LP en vivo 9012Live: The solos (1985) capta bien la interacción casi psíquica que existía entre ambos músicos. 

Tras el fallecimiento de Squire, hace ya siete años, White quedó como el miembro de Yes que más tiempo permaneció en la banda, ya que los demás -Jon Anderson, el guitarrista Steve Howe, los tecladistas Rick Waleman y Tony Kaye- entraban y salían todo el tiempo. Cuando el grupo se disolvió en 1981, fue Alan White junto a Chris Squire quienes rearmaron Yes, reclutando al guitarrista sudafricano Trevor Rabin, primero como un proyecto que se llamó Cinema que luego se extendió con el retorno de Kaye y Anderson, para esa nueva etapa que buscó adaptar el sonido del grupo a las tendencias radiales y de MTV.

En una época en que se promovía, a nivel de las redes sociales de antaño -grupos de amigos sentados en una esquina conversando acaloradamente sobre sus gustos musicales- la indiscutible e irreconciliable diferencia entre los metaleros y los “waves”, las canciones de Yes y Depeche Mode abrieron para mí, en esos años ochenteros sin internet ni Spotify, varias ventanas paralelas hacia sensibilidades sónicas diferentes pero, ambas, igual de fascinantes y profundas. Recordar las suites arcanas de álbumes como Tales from topographic oceans (1973) o Relayer (1974), los primeros dos de Alan White en estudio con Yes; o las densas elucubraciones electrónicas de discos como Black celebration (1986), Music for the masses (1987) o Songs of faith and devotion (1993), grabados por la alineación más exitosa de Depeche Mode, con Andy Fletcher como uno de sus cuatro pilares, es volver a vivir los inicios de mi camino como amante de la buena música, el mismo que no admite más fronteras que las del talento, la creatividad y el buen gusto.

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Cultura, Música

Considerado luego como un escritor esencial para la configuración de la nacionalidad cubana, la imagen de Martí se dispersa en varios catecismos ideológicos, en evidente mal uso de su figura. Eso no quita la importancia ni el valor de Martí en el contexto de la cultura cubana: representa la autonomía intelectual y espiritual, la libertad de seguir los dictados de la conciencia, la fundación, en pocas palabras, de una literatura y de una manera de pensar y hacer literatura.

Decir que su obra es necesaria y actual excede el propósito de un halago porque son dos adjetivos que se cargan de verdad. Diría, como Fernández Retamar, que “José Martí es nuestro apasionante contemporáneo, y nos reserva aún muchas sorpresas en los años por venir” (pp.821). Una antología como Martí en su universo hará posible ese asombro. 


Martí en su universo. Una antología. Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española. Barcelona: Alfaguara, 2021.

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Martí
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