Opinión

Lo sucedido recientemente en Bolivia debe ser una clarinada de alerta en la región respecto de los riesgos de un retorno del militarismo golpista. La insatisfacción con la democracia es tan alta, que una cúpula militar irresponsable puede pergeñar la idea de que una toma violenta del poder podría ser bien recibida por la ciudadanía.

En 1978 marcamos un récord, había catorce dictaduras simultáneas en la región. En Cuba (Fidel Castro), Nicaragua (Somoza), Paraguay (Stroessner), Guatemala (Lucas García), Argentina (Videla), Chile (Pinochet), Honduras (Junta Militar), Brasil (Junta Militar), Bolivia (Bánzer), Haití (Duvalier), Panamá (Torrijos), Uruguay (Aparicio Méndez), Ecuador (Junta Militar) y Perú (Morales Bermúdez). 

El siglo XXI nos agarró en medio de una primavera democrática, solo rota por Cuba y Nicaragua, pero las democracias le han fallado a las expectativas de la ciudadanía de una manera terrible. En el caso del Perú, cuando en 1980 salimos de la dictadura militar de Velasco y Morales Bermúdez, el país respiraba optimismo y se mostraba exultante respecto del futuro. Fue, sin embargo, esa década, la peor de la historia peruana reciente, en cuanto a crisis económica y desplome del Estado por la violencia terrorista.

En los 90, llega al poder Alberto Fujimori, como síntoma de la crisis y él mismo rompe la continuidad democrática al perpetrar el autogolpe de 1992, con una enorme cuota de popularidad. Hoy las encuestas ratifican que Alberto Fujimori sigue gozando de simpatías y que mucha gente vería con solaz que se produzca un golpe militar que ponga orden en la casa democrática alborotada, consecuencia de una transición fallida en reformas estructurales necesarias.

Abortó felizmente lo de Bolivia, pero ya la semilla está plantada y no faltará algún engalonado local que crea que es su momento de gloria y que puede imponer el peso de las armas sobre los votos y el sistema de contrapeso de poderes de la democracia, ya encima muy dañado por un Congreso abusivo y mediocre que está destruyendo la endeble institucionalidad democrática del país, reconstruida a trompicones desde principios de siglo.

Hay que estar alertas. Con todos sus inmensos defectos, la democracia representativa es la mejor compañera de un sistema capitalista competitivo. Su divorcio es siempre causa de males mayores que los que su difícil convivencia puede albergar.

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Una buena noticia es que la centroderecha se está moviendo. Fernando Cillóniz, Carlos Añaños (sorpresivas, en el buen sentido, sus últimas apariciones mediáticas), Keiko Fujimori, Roberto Chiabra, Rafael Belaunde, Hernando de Soto, etc., empiezan a calentar la campaña.

Falta aún mucho trecho por recorrer y se espera que se consoliden alianzas, pero ya de por sí es alentador que veamos un panorama preelectoral en el que no se le deja la iniciativa monopólica a la izquierda radical (ojo con Bellido, que no solo Antauro es el peligroso).

El Perú tiene que ir por la ruta de la derecha, por lo menos un par de gobiernos sucesivos para aspirar a que, si lo hacen bien, encontremos una salida definitiva a la crisis económica, volvamos a los niveles de crecimiento que permitieron la reducción de la pobreza, y que esta vez se haya aprendido de los errores de la transición post Fujimori, que dejó en el abandono reformas cruciales, como las de la seguridad ciudadana, la salud y la educación públicas, la regionalización , la reforma profunda del Estado.

Si eso se logra, el país será otro, seremos nuevamente un ejemplo mundial de crecimiento y fortaleza macroeconómica, pero le habremos agregado pasos para constituirnos en nación al borde de ser desarrollada. Con diez años de dos buenos gobiernos derechistas se habrá logrado asentar las bases para que nunca más el riesgo de un candidato antisistémico reaparezca.

Eso pudo haber ocurrido cuando ganó PPK, quien, si lo hacía bien, apoyado por el keikismo, habría provocado que Keiko Fujimori le hubiera sucedido el siguiente periodo y habíamos tenido esa década sostenida de políticas promercado. Pero la mezquindad de Keiko y la frivolidad de Kuczynski tiraron por la borda lo que hubiera sido un logro histórico.

Tenemos el 2026 una nueva oportunidad, esta vez apremiante, de que así ocurra. Apremiante porque los fracasos políticos de la transición han anidado un sentimiento antiestablishment poderoso, que llevó a Castillo al poder el 2021 y podría volver a llevar a otro semejante el 2026, si la derecha y el centro no logran sumar esfuerzos y evitar la corrosiva fragmentación que hasta hoy se aprecia, pero que, al parecer, empieza a dar paso a esfuerzos de conjunción.

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[EL DEDO EN LA LLAGA] Los abusos sexuales en perjuicio de niñas y adolescentes de las etnias awajún y wampi por parte de maestros de escuela, ¿se pueden considerar “prácticas culturales”, como han insinuado el Ministro de Educación Morgan Quero, la Ministra de la Mujer Ángela Hernández y el Presidente del Consejo de Ministros Gustavo Adrianzén? ¿Están tan deshumanizados que no han tomado conciencia de las trágicas consecuencias de por vida que puede tener un abuso sexual, sobre todo cuando se da en una relación asimétrica donde no puede haber un consentimiento plenamente libre de parte del menor frente a quien ostenta autoridad? ¿No será que señores y señoras como los mencionados han vivido rodeados de tantas otras “prácticas culturales” en torno al sexo, que ya no son capaces de distinguir entre la paja y el trigo, relativizando y banalizando el tema de la sexualidad humana, tema sobre el cual no se habla abiertamente con seriedad en un país donde anteriormente a 1996 apenas hubo educación sexual en los programas educativos del Estado peruano? Esa ignorancia parece ahora pasarles factura.

Sería bueno refrescarles la memoria sobre algunas “prácticas culturales” de la sociedad limeña en la cual crecí y que ahora serían consideradas abusos, e incluso hasta delitos. Una sociedad limeña conservadora que, en cuestiones de sexualidad, siempre ha estado muy lejos del ideal de decencia que ella misma proclamaba. Como decía una tía abuela mía refiriéndose a la Lima antigua, «la mujer tiene que estar contenta con ser la catedral, aunque el marido tenga muchas parroquias». O como alguna vez me dijo mi padre, no obstante un hombre bueno, la única vez en que mencionó algo sobre sexualidad: “Hay mujeres para casarse y mujeres para lo otro”.

¿Es una práctica cultural que un profesor peruano de geografía, contratado en el colegio alemán, se ponga al lado de la escalera para poder mirar debajo de las faldas de las alumnas cuando éstas sube corriendo a la planta alta una vez terminado el recreo? Se trata de una práctica que nunca tuvo consecuencias para este docente, por lo menos mientras yo estudié en ese colegio

El cineasta español Eloy de la Iglesia retrató en 1983 en su película “El pico” —término con el que se designa en España el pinchazo con una jeringa de heroína— el descenso del hijo de una familia católica conservadora de Bilbao en el infierno de las drogas. El padre, un comandante de la Guardia Civil, le hace un regalo insólito a su hijo por su cumpleaños: lo lleva a un burdel de lujo para que se inicie en el sexo con una prostituta refinada. Le dice a su hijo que su padre había hecho lo mismo con él. Práctica cultural que también se daba en algunos casos en la Lima que conocí de adolescente, lo cual aparece también escenificado en la película peruana “No se lo digas a nadie” (1998) de Francisco J. Lombardi. Sólo que esta vez la ocasión para esta recompensa es la graduación escolar del protagonista.

¿Es una práctica cultural lo que se escuchaba y se veía de los hombres maduros que rondaban en sus automóviles las inmediaciones del Parque Kennedy en Miraflores para recoger a algún muchacho con el cual tendrían una noche de placer? ¿Es una práctica cultural que un hombre mayor aborde a un muchacho de quince años de edad para invitarlo, en tiempos en los que no había Internet, a ver pornografía en su departamento? Cómo me ocurrió a mí en el año 1978 cuando salía un domingo del desaparecido Colegio Marcelino Champagnat, en cuya capilla el Sodalicio celebraba sus misas dominicales. El sudoroso cuarentón huyó cuando lo llamé “pervertido” a gritos. ¿O debí aceptar la invitación y ver lo que pasaba después, pues podría tratarse solamente de una inocente práctica cultural?

¿Es también una práctica cultural que las empleadas domésticas fueran utilizadas en ocasiones como conejillos de indias para la iniciación sexual de los hijos varones de la casa? ¿Han habido jamás denuncias por hechos como éstos?

¿Es una práctica cultural que la iniciación sexual se realice a través de relaciones incestuosas, mayormente entre primos? ¿O que la familia sea uno de los lugares más peligrosos para la integridad sexual de los menores, pues allí ocurren una gran parte de los abusos, donde el abusador puede ser el padre, el padrastro, el tío, el primo o inclusos familiares de sexo femenino?

El problema es similar en Alemania. Hay y han habido prácticas sexuales ocultas durante un tiempo en que no se hablaba abiertamente de de esos temas. Y eso se puede graficar a través del caso del pseudodocumental “Schulmädchen-Report” —en traducción literal “Reporte de colegialas”, aunque en español se conoce como “Las colegialas se confiesan”—, basado en un libro homónino de Günther Hunold, publicado ese mismo año, que presentaba entrevistas con doce chicas y mujeres jóvenes de entre 14 y 20 años sobre su sexualidad. “Schulmädchen-Report” tuvo más de 6 millones de espectadores en Alemania, y seguirían doce secuelas, mostrando el interés y la curiosidad que había sobre la sexualidad, una especie de “terra incognita” en esa época. Sin embargo, no sólo algunas escenas que involucraban a menores de edad o que relativizaban la violación y el incesto eran cuestionables —motivo por el cual las versiones completas de los filmes están actualmente censuradas en Alemania—, sino que el mismo reclutamiento de la jóvenes mujeres que aparecen en los filmes tienen apariencia de “prácticas culturales”. Las jóvenes actrices, generalmente desconocidas, que interpretaban a las “colegialas” del título, no eran las “niñas de escuelas secundarias y superiores, y sus amigos” que aparecían en los carteles de la película como “participantes”, sino principalmente vendedoras de tiendas por departamentos de entre 16 y 19 años, a quienes se les ofrecía una paga diaria de 500 marcos (en comparación con un salario mensual aproximado de 600 a 800 marcos en la tienda).

Regresando a Lima, también existe en muchos una visión ambigua de la violación y no hay plena conciencia de que se trate de una vulneración del derecho a la autodeterminación sexual y a la libertad de las personas involucradas. Como decía una padre de familia que tenía un hijo sodálite: «Cuando la violación es inminente, relájate y disfruta». El placer nunca justifica ni redime un acto que es manifestación de violencia, y que en el futuro puede traer consecuencias nefastas en la vida de una persona, incluyendo en algunos casos el suicidio.

Antes de llamar “prácticas culturales” a hechos de violencia sexual que han sido debidamente denunciados, los ministros de Estado deberían volver sus ojos hacia las “prácticas culturales” que todavía subsisten en una Lima que ellos consideran más desarrollada que las localidades de los pueblos amazónicos. Antes que mirar la paja en el ojo ajeno, hay que mirar la viga en el propio ojo y comenzar por casa. Sería un primer paso para combatir la plaga de los abusos sexuales sin minimizarlos ni relativizarlos.

Soñar con ser director de orquestas sinfónicas en este país de reggaetoneros que celebran sus cumpleaños y despiden a sus muertos a balazos debe generar una sensación de inmensa soledad y desubicación, como si de repente un joven amante de la literatura se viera a sí mismo sentado a la mesa con la Comisión Permanente del Congreso -con un par de Acuñas de invitados de honor- manejando con delicadeza sus tenedores mientras los demás gruñen y sacuden las cabezas dentro de sus platos con fragmentos y salsas de colores por toda la ropa y las manos. O como si, caminando por un basural uno se encontrara, de repente, un diamante.

Quizás fue por eso que Dayner Tafur Díaz tuvo que emigrar, huir de este país de miserias, siendo aun muy joven, para labrar a pulso su sueño de sostener con fuerza una batuta y guiar a sus músicos, ejecutando firmes movimientos corporales y mirándolos fijamente, para que esa máquina llamada orquesta, que puede llegar a tener 100 o 120 piezas -cada una con sus propias emociones, sus propias reacciones somáticas, sus propios buenos o malos días- suene como una sola cosa. Puede ser un plácido interludio de Mozart o una tormentosa pieza de Wagner. No importa. La conexión mística entre director e instrumentistas, si es la correcta, puede crear memorables interpretaciones que, en un solo recital, recorrerán con fluidez y naturalidad todo el espectro de los sentimientos humanos.

La mezquina y efectista cobertura que la prensa convencional le ha dado a Tafur Díaz, brevísima si la comparamos con las interminables páginas y minutos que le dedican a la vida y milagros de faranduleros y futbolistas que nada bueno hacen por la autoestima nacional, me hizo retroceder tres décadas para recordar a otro director de ensambles de música académica nacido en el Perú que, sin internet ni redes sociales, llegó a tener su entrevista en El Comercio y su reportaje en Somos para luego desaparecer del imaginario colectivo popular. Miguel Harth-Bedoya llegó al Perú luego de estudiar en las prestigiosas escuelas de música Curtis Institute de Philadelphia y Julliard de New York, Estados Unidos, para dar unos cuantos conciertos en el auditorio del antiguo Museo de la Nación y colaborar con la formación de la Orquesta Filarmónica de Lima. Precisamente, aquellas presentaciones motivaron que la prensa le dedicara algunos pequeños espacios a Harth-Bedoya, hijo de la maestra y directora de coros escolares y universitarios Luchy González, muy conocida en los elitistas cenáculos limeños dedicados a la música clásica (los más memoriosos la recordarán como la creadora del coro de la desaparecida línea aérea nacional Aeroperú). 

Hoy, salvo los conocedores y melómanos de siempre, algunos periodistas y los fieles oyentes de Radio Filarmonía, nadie sabe quién es Miguel Harth-Bedoya, a pesar de la brillante carrera que ha tenido, como pupilo del japonés Seiji Ozawa (fallecido en febrero de este año a los 88) y protegido del finés Esa-Pekka Salonen (65) -uno de los directores de la segunda mitad del siglo XX más reconocidos internacionalmente- quien lo promovió para que se haga conductor de la Orquesta Filarmónica de Los Angeles, entre otros logros artísticos que aquí, por supuesto, pasaron desapercibidos para el gran público que vibra de emociones patrióticas cuando la selección de fútbol empata. Me temo que algo de eso le sucederá a Dayner Tafur Díaz quien tiene exactamente la misma edad que tenía Harth-Bedoya en aquel lejano 1994, 26 años.

Por supuesto, no sería racional esperar que los directores de orquesta tengan la misma popularidad masiva de la cual gozan, por ejemplo, los cantantes de cumbia, pop-rock, salsa o reggaetón. Nunca lo han sido. El asunto es que antes, por lo menos, existían dentro de un esquema de difusión en el que incluso los niños eran expuestos a diversas formas musicales. Por ejemplo, para quienes fuimos niños o adolescentes durante los años ochenta, antes de saber quiénes fueron Arturo Toscanini (Italia, 1867-1957), Herbert Von Karajan (Austria, 1908-1989), Leonard Bernstein (EE.UU., 1918-1990) o Daniel Barenboim (Argentina, 1942), la figura del director de orquesta quedó instalada en nuestros cerebros a través de dibujos animados. 

Podía ser de manera irreverente y lunática como en aquel clásico episodio de Bugs Bunny en que el conejo de la suerte, disfrazado de implacable director, lleva al extremo de sus capacidades humanas a un encopetado y obeso tenor; o misteriosa, como cuando Mickey Mouse puede controlar el mundo desde su podio, en la legendaria Fantasia (1940). Actualmente es muy poco probable que niños de 8 o 10 años entren en contacto con el fascinante mundo de lo orquestal, viendo maratones de Bob Esponja o Peppa The Pig. En la histórica película de los estudios Disney aparece también, en las sombras, otro extraordinario director de ensambles sinfónicos, Leopold Stokowski (1882-1977). Dicho sea de paso, en aquella parodia de 1949 titulada Long-haired hare, los ilustradores disfrazan a Bugs Bunny del recordado conductor británico de origen polaco.

Dayner Tafur Díaz es uno en un millón. En el 2013, cuando él tenía 15 años, las canciones que más sonaban en radios y canales populares de televisión eran las de Pitbull, Shakira, Katy Perry, El Grupo 5, Nene Malo y un largo etcétera de personajes similares que, con un cien por ciento de seguridad, mantenían cautivos a sus compañeros de colegio con sus melodías pegajosas, ritmos homogéneos y letras insulsas. Es fácil imaginar al adolescente Dayner totalmente ensimismado, escuchando con audífonos algún pasaje instrumental de Beethoven, Mozart o Bach -los tres primeros autores que aparecen cuando uno escribe “música clásica” en el buscador de YouTube- en el más absoluto aislamiento. Como es natural, también debe haber estado en contacto con la música popular de su generación. Después de todo, es una etapa difícil en la que hay que interactuar, no quedarse atrás- pero, definitivamente, no tendría con quien conversar de su secreto gusto por los violines y las óperas.

Dayner nació en 1998 en Chimbote, capital de Santa, una de las veinte provincias de la región Áncash, conocida como activo puerto pesquero y, hasta hace poco, centro de operaciones de una de las tantas organizaciones políticas-criminales que padecemos los peruanos, liderada por el tristemente célebre César Álvarez, alias “La Bestia”. Ser de una familia de provincias y vivir en una de las zonas más aquejadas por la corrupción son condiciones que no permiten hacer buenos pronósticos sobre el futuro de sus pobladores más jóvenes. A contracorriente, comenzó a tocar la trompeta, su primer instrumento, durante su etapa escolar. Luego se integró a la Orquesta Sinfónica Infantil Juvenil de Chimbote, creada en el 2010 por dos esforzados centros culturales de la zona, Centenario y Arpegio, con el apoyo económico de Siderperú para sacar adelante a jóvenes músicos diferentes al promedio.

Tafur Díaz, hijo de un conocido periodista chimbotano, Hugo Tafur Julca, acaba de ser admitido en la Orquesta Filarmónica de Berlín, una institución con más de 140 años de existencia y que ha tenido como directores principales, entre otros, a estrellas de la batuta y el podio como Sergiu Celibidache (Rumania, 1912-1996), Claudio Abbado (Italia, 1933-2014) o el mencionado Karajan, entre otros. Nuestro compatriota será nada menos que director asistente del ruso Kirill Petrenko, de 52 años, uno de los mejores de su generación, quien asumió el puesto de director principal en el 2019, en reemplazo de Sir Simon Rattle, reconocido conductor británico que estuvo dieciséis años al frente del ensamble alemán, del 2002 al 2018.

«El director de Perú impresionó con su comprensión musical y expresividad en su trabajo con la orquesta», declaró el panel de expertos que lo seleccionó entre 70 competidores de diversos países del mundo. Durante los siguientes dos años, trabajará junto a Petrenko en la preparación de repertorios, ensayos, pruebas acústicas y organización de conciertos. Asimismo, en su calidad de director asistente tendrá también oportunidad de dirigir a la orquesta misma, en las ocasiones que se lo pida el titular. Según comentó en una nota del medio digital Áncash Noticias, su rol es “similar al de un asistente de entrenador en un equipo de fútbol, encargado de detalles que el director principal no puede atender durante la dirección”.

La carrera de Dayner Tafur Díaz va en franco ascenso en el competitivo y exigente mundo de la música clásica. Desde que llegó a Alemania el año 2017, “como parte de un voluntariado” como dice escuetamente su página web, se dedicó a estudiar de forma perseverante y metódica. Como saben todos los que han tenido oportunidad de visitar ese país europeo, los conjuntos de cámara y las grabaciones de compositores legendarios son tan comunes en calles, centros comerciales, restaurantes y plazas públicas, como aquí las majaderías de los reggaetoneros. Definitivamente, el entorno determina que los potenciales talentos de una persona afloren o queden sepultados de por vida. En el caso de Dayren el ambiente contribuyó a que ese brillo que llevaba por dentro comenzara a salir hacia la superficie.

Ha sido primer lugar, en el año 2022, en el II Concurso Internacional de Dirección de la Ópera Royal de Wallonie (ORW) en la ciudad de Lieja (Bélgica). Y el año pasado ganó uno de los certámenes más importantes dedicado a promover a directores de orquesta menores de 33 años, el German Conducting Award (GCA) que entrega cada dos años el Consejo de la Música Alemana, una organización no gubernamental fundada en 1953 en Bonn, capital de la antigua República Federal de Alemania. Tras la fusión de 1990, incorporó a sus pares de la República Democrática de Alemania, instalándose definitivamente en la recuperada Berlín.

Originalmente, el Consejo de la Música Alemana -Deutscher Musikrat en alemán- comenzó a entregar este galardón desde 1995 pero solo a músicos locales. En el 2017, en alianza con diversas asociaciones privadas de la ciudad de Colonia, se abrió la participación a otros países. El peruano es el cuarto ganador de la versión internacional del GCA. Los anteriores fueron el iraní Hossein Pishkar (2017), el español Julio García Vico (2019) y el belga Martijn Dendievel (2021). 

Como suele pasar cada vez que los medios convencionales huelen una noticia que les permita fingir interés en cuestiones culturales, el caso de Dayner Tafur Díaz también fue usado durante una semana por aquí y por allá, con titulares que no dejaban de incluir la frase “orgullo peruano”. Hasta alguno se apuró en buscar las declaraciones de Juan Diego Flórez, felicitándolo, para llamar la atención y conectarlo con una personalidad vigente y muy mediática de la ópera mundial. También hubo medios serios como Filarmonía -en sus versiones radial y digital- que le dieron genuino realce a la persona misma, con entrevistas como esta en la que podemos ver y oír a Dayner, su evolución como persona y como músico. 

Estamos hablando de un individuo que hoy, después de cinco años de trabajo duro, estudio y talento, está construyendo su propio camino en un terreno donde la excelencia y la disciplina son indispensables para avanzar. La música clásica le ha permitido a este joven peruano no solo sobresalir sino insertarse en un medio en el que está en contacto con cuestiones que el Perú, su país, no puede ni podrá dar jamás a sus hijos. 

Como ha ocurrido con otros músicos peruanos que desarrollaron sus carreras al margen del Estado y sus paupérrimos sistemas educativos y de promoción cultural -Alex Acuña (jazz), Juan Diego Flórez (ópera), Ramón Stagnaro (pop-rock)-, el joven director de orquestas hoy es un artista cosmopolita, capaz de expresarse con solvencia en varios idiomas, que además de la trompeta ahora toca también piano. Y aun tiene un amplio margen de tiempo para seguir creciendo y aprendiendo. Esto para orgullo suyo y de su familia, no para un país que les niega oportunidades diariamente a millones de jóvenes que, como él, tienen que alejarse por completo para poder explotar sus potencialidades y destacar.

Un aspecto especial de Dayner Tafur Díaz es que, como buen centennial, nacido en la generación Z (entre 1995 y 2015 aproximadamente) es que, además de la dirección orquestal especializada en la ópera italiana -Giuseppe Verdi, Giacomo Puccini- y en autores del periodo romántico como Felix Mendelssohn (Alemania, 1809-1847), Johannes Brahms (Alemania, 1833-1897), Georges Bizet (Francia, 1838-1875), Gustav Mahler (República Checa, 1860-1911)- pero que también puede interpretar obras contemporáneas como las de Alberto Ginastera (Argentina, 1916-1983), Aaron Copland (EE.UU., 1900-1990) o Arnold Schoenberg (Austria, 1874-1951), es muy activo en redes sociales, específicamente a través de su canal de YouTube, donde publica videos de divulgación musical como este, en el que explica una ópera de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791), La flauta mágica. 

Su misión, dice, es “democratizar la música clásica, haciéndola accesible para todo tipo de audiencia, independientemente de su nivel de conocimientos musicales”. Un loable esfuerzo que no lo convertirá en el YouTuber más famoso pero que sí servirá de inspiración para otros que sueñan con alejarse de este país de sicarios, políticos corruptos y farándula de agresiva vulgaridad para convertirse en diamantes en medio del basural. 

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Alguna vez cuando niños nos hemos asombrado o hemos estado en trance hipnótico con narraciones que nos abrían las puertas a mundos de ensueño, fantasía y, por supuesto, mucho de crueldad, elemento que sin duda multiplica los efectos de la conmoción frente a una historia cautivante. Estas narraciones no son otras que los llamados “cuentos de hadas” o también “cuentos maravillosos”, muchas veces clasificados erróneamente como relatos para niños.

Charles Perrault, uno de los autores fundamentales de este género, nació en París en 1628. Su trabajo creador, inspirado en cuentos orales y relatos populares, terminó por dar forma a un tipo de narración en el que los hechos sobrenaturales, a diferencia de lo que ocurre con el cuento fantástico, tienen una explicación: los operadores mágicos (hadas, embrujos, maldiciones, etc.). Ese rasgo es clave en la aceptación inmediata de esos mundos representados por parte de los lectores.

A Perrault se le recuerda por textos que son un paradigma del cuento de hadas o maravilloso: “Cenicienta”, “Pulgarcito”, “La bella durmiente” o “Caperucita roja”, que han alcanzado difusión universal y han tenido una notable influencia cultural, siendo todos ellos no solamente auténticos clásicos del cine animado, sino también material adaptable hasta el infinito para representaciones dramáticas dirigidas esencialmente a un público infantil. 

Uno de los componentes más recurrentes de este tipo de relatos es la moraleja –tradición que nos lleva a Esopo (siglo V a.C.) –una sentencia interpretativa que cierra cada relato, que se inscribe allí a manera de enseñanza o también como un mecanismo de alivio a las perturbaciones que pudiera provocar la historia. Perrault no escapa a la regla, y se da maña para escribir moralejas en verso, acaso el modo más efectivo de recordarlas. 

No es infrecuente encontrar en estos relatos elementos de horror o el tratamiento de oscuras pulsiones humanas, incluyendo el canibalismo, como ocurre en “La bella durmiente”, cuando la reina madre del príncipe que deshace el hechizo de la princesa siente el voraz deseo de devorar a los hijos de su nuera, e incluso a la mismísima progenitora de sus nietos políticos. Un mayordomo leal oculta a la princesa y su prole y ofrece a la reina madre cordero y venado y logra engañarla por un tiempo. Cuando la reina ruin descubre la trama, ordena que el mayordomo, la princesa y sus niños sean introducidos en una gran batea con sapos y serpientes como castigo. Al llegar el rey, la reina ogra se lanza al fondo del recipiente. 

La historia, como se ve, es bastante truculenta, pero Perrault la narra con maestría: se lee de un tirón, sin titubeos, y no sorprendería que con la respiración algo agitada. Canibalismo y suicidio, oscuridad y maldad, envidia, soberbia, el catálogo de pecados capitales y pulsiones primitivas es amplio y aterrador. Eso explica que este tipo de relatos haya llamado la atención de diversos sicoanalistas como Sigmund Freud (quien veía en estos cuentos frecuentes manifestaciones edípicas), Carl Jung (que a partir de su lectura formuló una teoría de arquetipos universales del inconsciente colectivo) o Bruno Bettelheim (que analizó las diversas formas de deseo sexual presentes en el corpus de estos textos).

Nada impide que estos textos sean leídos por entretenimiento también. Pero hay que recordar que son al mismo tiempo herramientas que permiten explorar la sicología profunda de las personas. El mundo representado en estos relatos propone un escenario donde actúan motivos universales como el amor, el miedo, el deseo y el conflicto. Esa circunstancia favorece el hecho de que estos relatos sean un espacio seguro para que cada lector confronte los conflictos que viven en su interior.

Recientemente la editorial peruana De Lirio ha editado una selección de cuentos de Perrault, traducida por Alejandra y César Garayar e ilustrada magníficamente por Jéssica Valdez. La edición es impecable, los textos se leen con absoluta naturalidad y las ilustraciones complementan sin problemas la lectura. Se incluye un prólogo sobre la edición a cargo de Fanuel Hanán Díaz, que aclara la historia textual y revela mas de una circunstancia del contexto en el que Perrault compuso sus historias. La selección incluye, además de los cuentos mencionados antes, otros clásicos como “Maese gato o el gato con botas”, “Barba Azul”, “Las hadas” y “Riquet, el del copete”. ¿Qué si vale la pena, pregunta usted, lector? Claro que sí.

Charles Perrault. Cuentos de Mamá Oca. Lima: De Lirio, 2024.

[EN LA ARENA] Salir de viaje es un recurso al que han recurrido muchos de nuestros ministros y gobernantes. Con variados objetivos, por supuesto. Quisiéramos que todos fueran para conseguir acuerdos internacionales que nos convengan o porque se están resolviendo proyectos vitales con poblaciones locales, pero aquí en Perú, ¿cómo describir el uso que del viaje han hecho nuestros políticos? El avión presidencial podría ser una pista si pensamos en todo aquello de lo que ha sido objeto: los vuelos de narcotráfico de Alberto Fujimori, las parrandas de Alejandro Toledo, los vuelos de Alan García con Jorge Barata o la promesa de vender el avión del presidente Pedro Castillo. Otro criterio podría ser cómo en estos tiempos mediáticos, presidentes como Javier Milei y Dina Boluarte parten en busca de un reconocimiento que en vano llene sus bien fundamentadas inseguridades. 

De todos, los viajes por huida son los más reveladores, porque dejan muy claro que se trata de vuelos tomados por no querer dar la cara. Uno de los más famosos, narrado como novela policial, fue el de la huida de Alan García a Colombia y de ahí a Francia. Como si se tratara de un heroico y perseguido líder político, García contó haberse escondido y planificado su fuga, con ayuda del gobierno a través de Hurtado Miller, tras haber sido acusado por ordenar las matanzas en los centros penitenciarios y por enriquecimiento ilícito. En aquel entonces, todavía el Estado peruano no había ratificado del Estatuto de Roma, en el que se establece que los delitos de lesa humanidad son imprescriptibles. Así que pasados los diez años, Alan García regresó al Perú el 2001. El Estatuto recién entró en vigor al año siguiente. Ahora el Congreso busca desconocerlo. 

De estilo opuesto, parco y tecnológico, fue el último viaje que realizó Alberto Fujimori, cuando renunció desde Japón por fax. Se reeligió a sí mismo por tercera vez y a pocos meses de haber juramentado, salieron los vladivideos. Fingió estar sorprendido, echó toda la culpa a Vladimiro Montesinos, dijo que llamaría a elecciones y luego enrumbó hacia la Cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico. Al pasar por Tokio decidió renunciar, se asiló y al Congreso le llegó por Fax su carta de renuncia. Indignado, el Congreso rechazó la renuncia del Presidente, lo declaró incapaz moralmente y lo inhabilitó por diez años para ejercer cualquier cargo público. Al finalizar el año 2005 fue detenido en Chile por sus crímenes. Por cierto, Chile acaba de ampliar su extradición. 

Dina Boluarte, bajo investigación por las masacres ocurridas al comenzar su mandato y su colección de relojes ha optado por el silencio. Todavía no está en tiempos de huida, pero sí sus ministros, que han huido de presentarse ante dos comisiones del Congreso de la República por sus declaraciones contra los pueblos Awajún y Wampis, justificando los abusos sexuales cometidos por docentes en la residencia rural de Condorcanqui, al decir que se trata de prácticas culturales. 

El ministro de Educación, Morgan Quero, huyó a Puno para anunciar la construcción de seis Escuelas Bicentenario que costarán más de 500 millones de soles. La ministra de la Mujer, Ángela Hernández, fue a Tumbes para inaugurar un Centro de Emergencia Mujer. La ministra de Cultura, Leslie Urteaga, fue a Junín para recibir la solicitud de que una fiesta tradicional sea considerada patrimonio cultural de la Nación. Y el ministro de Salud, también convocado, César Vásquez, pues se fue con la presidenta Boluarte a visitar China. Como consecuencia, la congresista Ruth Luque, y su bancada han impulsado una moción de censura.

Viajes y silencios, así les responden a nuestras niñas, a nuestros niños. Y sin embargo, los políticos que hoy nos gobiernan, desaprobados por la población, insisten en ser candidatos y proponen nuevas postulaciones. Quizás este sea el gobierno más negacionista de nuestra historia, en el que sus actores no saben ni quieren dar la cara. 

[LA TANA ZURDA] Digan lo que digan y pese a todos sus problemas, Cuba sigue siendo un país que produce intelectuales de altísimo nivel. Podremos comprobarlo esta semana con la visita de la Dra. Susana Haug Morales, profesora de la Universidad de La Habana y talentosa poeta que llega al Perú invitada por el Centro de Estudios Vallejianos (CEV) y la Asociación Internacional de Peruanistas (AIP).

En el reciente mes de marzo, cuando se develó el primer busto de César Vallejo frente a la Casa de la Poesía de La Habana, Susana Haug participó en una mesa redonda sobre la presencia de Vallejo en Cuba, haciendo gala de erudición y un sentido agudo de la obra de Vallejo que motivó a las mencionadas instituciones peruanas, dirigidas por Jorge Kishimoto (CEV) y José Antonio Mazzotti (AIP), a gestionar su presencia en el Perú. Estos vallejólogos de cepa compartieron la mesa redonda sobre el gran poeta peruano, a los que se sumó el consagrado poeta cubano Roberto Méndez.

En el Lima y Cuzco, Susana Haug tiene programadas las siguientes actividades:

Lunes 24 de junio, 10 am: Universidad César Vallejo (campus Los Olivos) para impartir una charla al alumnado sobre «Vallejo en Cuba». Seguirá la charla «El Inca Garcilaso y sus eternos detractores» por José Antonio Mazzotti.

Miércoles 26, 7:30 pm: Vallejo Librería-café, presentación del libro El Inca Garcilaso y la invención del Perú, de José Antonio Mazzotti. Participan Susana Haug (Universidad de La Habana), José Carlos Vilcapoma (UNALM) y Luis Millones Santa Gadea (UNMSM).

Jueves 27 de junio, 11 am: Universidad Nacional Agraria la Molina (auditorio A5). Conferencias magistrales y conversatorio: «Nueva visión sobre Junín y Ayacucho».

Dr. José Antonio Mazzotti (Tufts University, Boston): «Bolívar en la encrucijada frente al incaísmo de Olmedo»

Dra. Susana Haug (Universidad de La Habana): «Versión cubana: Junín y Ayacucho en el continente».

8:30 pm: Recital de poesía en Rayuela Mundo Café (Terán 951, Chorrillos) con los poetas peruanos Raúl Mendizábal, Pablo Salazar Calderón y José Antonio Mazzotti.

Viernes 28 de junio, 7:30 pm: Mesa redonda «Vallejo en Cuba» en el Centro Cultural Ricardo Palma de la Municipalidad de Miraflores (Av. Larco 770), junto con José Antonio Mazzotti y Jorge Kishimoto. 

Sábado 29 de junio, 3 pm: Gran recital y concierto Perú-Cuba organizado por la Asociación Cultural La Huaca es Poesía en el Complejo Arqueológico Huallamarca (esquina Nicolás de Ribera y Av. El Rosario, San Isidro). Participan también los poetas Rafael Hidalgo, Lesley Costello, Brenda Vallejo y Manuel Liendo, concluyendo con un concierto del cantautor Rudy Rivera. Tambien la poeta cubana presentará el libro Poemas posthumanos de José Antonio Mazzotti. 

Viernes 5 de julio, en el Cuzco:  Simposio sobre «El Inca Garcilaso en dimensión internacional» junto con Jorge Kishimoto y Christian Fernández Palacios en el auditorio de la Municipalidad del Cuzco, Ciudad Imperial.

Susana Haug es poeta y profesora de Literatura Hispanoamericana y Caribeña en la Universidad de La Habana, Cuba. Sus numerosos trabajos publicados incluyen ensayos sobre poesía hispanoamericana contemporánea, José Martí, José Lezama Lima, César Vallejo, el Inca Garcilaso, narradores del continente y procesos culturales antes y después de la Revolución cubana. Su estudio sobre Los raros en las literaturas hispanoamericanas del siglo XX. Apocalípticos e integrados. (Los casos de Pablo Palacio, Macedonio Fernández, Antonio Di Benedetto y Hugo Hiriart) es un sólido examen de algunos de los autores que, por razones cronológicas, no pudieron entrar en la lista de “raros” de Rubén Darío (un tipo de escritor que trabaja al margen del canon pero que, por la misma razón, innova y desafía las convenciones literarias existentes). La profesora Haug identifica cuatro autores que merecen amplia atención, pero que la mayoría de los críticos literarios no han logrado explicar en profundidad. Ella elabora el concepto de Borges de “un canon del deseo” en contraposición a “un canon del poder”, ofreciendo perspectivas originales sobre los autores antes mencionados y sus correspondientes tradiciones nacionales.

Aproveche esta semana y vaya a alguna de las actividades mencionadas. Valen un Perú (y una Cuba).

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Cuba, Inca Garcilaso, novedades literarias, Presentaciones, vallejo

[LA COLUMNA DECA(N)DENTE] La congresista Rosangella Barbarán, en un alarde de creatividad digno de un genio, ha elevado las ideas de Alberto Fujimori a la categoría de «pensamiento Fujimori». ¿Quién diría que el legado de un ex presidente condenado por crímenes de lesa humanidad y corrupción podría ser considerado un pensamiento filosófico? Pero Barbarán no se anda con rodeos, ella sabe reconocer la grandeza donde otros solo ven autoritarismo y violación de derechos humanos.

Intrigado por este salto cualitativo, le pregunté a la congresista, vía X, en qué consistía tan excelso «pensamiento». Pero, para mi sorpresa, la dilecta congresista Barbarán no tuvo a bien responder a mi consulta. Tal vez estaba muy ocupada planeando cómo encarnar y aplicar el «pensamiento Fujimori» en el Congreso y en la vida política nacional.

No me rendí ahí y decidí consultar a otro conspicuo congresista naranja, Alejandro Aguinaga, para ver si él podía iluminarme sobre este nuevo descubrimiento filosófico. Pero, al igual que su colega Barbarán, Aguinaga prefirió guardar silencio. Quizás temían que si revelaban los secretos del «pensamiento Fujimori», perderían su ventaja competitiva en el mercado de las ideas autoritarias.

En fin, parece que el «pensamiento Fujimori» es un misterio reservado solo para los elegidos de Keiko Fujimori. Los mortales comunes tendremos que conformarnos con leer las memorias de Alberto Fujimori, escritas en prisión, para tratar de entender la profundidad de este nuevo paradigma intelectual. Mientras tanto, Barbarán y Aguinaga seguirán elevando el nivel del debate político peruano con sus brillantes aportes a la luz del “pensamiento guía” de Alberto Fujimori.

Pero, ¿qué es realmente este «pensamiento Fujimori» que tanto alaba la congresista Barbarán? Según los expertos, se trata de un conjunto de ideas y estrategias políticas que se caracterizan por el autoritarismo, la corrupción y la violación de los derechos humanos. Durante su gobierno, Fujimori pasó de ser un presidente elegido democráticamente a convertirse en un líder autoritario que concentró el poder en torno a su figura y relegó a las instituciones democráticas.

Barbarán y Aguinaga, conspicuos seguidores del “pensamiento Fujimori”, parecen estar empeñados en revivir este legado cuestionado y oscuro. Lejos de reconocer los crímenes y abusos cometidos durante el gobierno de Fujimori, ellos prefieren elevarlo a la categoría de «pensamiento filosófico», como si se tratara de una obra maestra del pensamiento político.

Pero, ¿cómo puede considerarse «pensamiento» algo que se cimenta en la corrupción y la vulneración de los derechos más básicos? Es evidente que el «pensamiento Fujimori» no es más que un intento de legitimar y glorificar un régimen autoritario, disfrazándolo de supuesta grandeza intelectual. Los peruanos de a pie, aquellos que no pertenecen al selecto círculo de Keiko Fujimori, tendremos que conformarnos con leer las memorias del ex presidente, escritas desde la prisión, para intentar comprender la profundidad de este «nuevo paradigma intelectual». 

Por último, parece que la presidenta Dina Boluarte ha decidido aplicar el famoso «pensamiento Fujimori» en su gobierno, lo que sin lugar a dudas hubiera hecho Keiko Fujimori. ¡Qué original! Debilitar las instituciones democráticas, es sin duda una estrategia brillante. Y hablando de discursos, Boluarte no se queda atrás. Su estilo confrontacional contra sus críticos y opositores es digno de su novísimo mentor. En fin, parece que el Perú está condenado a repetir la historia. Primero fue Alberto, ahora es Dina. ¿Quién será el próximo en aplicar el «pensamiento Fujimori»? ¿Tal vez Keiko misma, cuando por fin llegue al poder? Solo el tiempo lo dirá. Mientras tanto, sigamos disfrutando de este espectáculo, de este amago de democracia, una democracia a la peruana.

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[MÚSICA MAESTRO] En el argot del rock clásico conocemos como “supergrupo” a aquel cuyos integrantes provienen de bandas consagradas que se juntan para un evento específico o para iniciar un camino propio, paralelo a su actividad principal o un capítulo nuevo de sus desarrollos artísticos. 

Un par de ejemplos básicos, para entender la figura: Crosby Stills Nash & Young reunió, a fines de los sesenta, a integrantes de tres exitosas agrupaciones: The Byrds (David Crosby), The Hollies (Graham Nash) y Buffalo Springfield (Stephen Stills y Neil Young). O, a mitad de los ochenta, decenas de estrellas del pop se juntaron en Inglaterra y Estados Unidos para los proyectos Band Aid y USA For Africa, dos supergrupos que dieron origen al movimiento Live Aid que recaudó millones de dólares para llevar ayuda humanitaria al África. Aunque solemos pensar en The Police como una de las tantas bandas nuevas que aparecieron en pleno auge del punk y los albores de la new wave, el famoso trío fue también una especie de supergrupo, la unión de tres instrumentistas virtuosos y ampliamente fogueados. 

Stewart Copeland, un baterista nacido en EE.UU. pero criado entre Líbano e Inglaterra, país al que llegó con sus padres a los  15 años, se unió en 1974 a Curved Air, respetada aunque poco conocida banda de rock progresivo. Participó en Midnight wire  (1975) y Airborne (1976), los dos últimos álbumes oficiales del quinteto liderado por el violinista Darryl Way y la cantante Sonja Kristina -con quien Copeland se casaría en 1982- y, aunque lejos del estilo que exhibiría en The Police, dejó claro qué tipo de percusionista era en temas como Juno o Dance of  love. De hecho, en los créditos del álbum final de los intérpretes de clásicos del prog-rock británico como Melinda o Back street  luv, lo presentan como “la artillería pesada”.

Sting, cuyo nombre verdadero es Gordon Sumner, nació en Wallsand, cerca de Newcastle, al noreste de Inglaterra. Antes de The Police, el bajista y cantante integró entre 1974 y 1977 una banda de jazz-rock llamada Last Exit. Aunque en su momento llamó la atención de Richard Branson, fundador del sello Virgin  Records, Last Exit no dejó grabaciones oficiales. Actualmente, gracias a la magia de YouTube, podemos saber cómo sonaban.

Por su parte, el guitarrista Andy Summers -nacido en la ciudad sureña de Lancashire- era, al momento de conocer a Sting y Copeland, una especie de estrella en la escena del blues y la psicodelia británica. Diez años mayor que sus futuros compañeros, Summers había pasado por grupos importantes como Soft Machine y The Animals -en el décimo disco de la banda de Eric Burdon, Love is (1968)-, además de colaborar, entre 1969 y 1976, con artistas de diversos géneros, desde Neil Sedaka y Joan Armatrading hasta Kevin Ayers y Mike Oldfield.

Cuando Steward Copeland y Sting decidieron unirse, llamaron al francés Henri Padovani, un guitarrista punk, para completar el grupo. Entre enero y agosto de 1977, esta primera versión de The Police grabó algunos temas, entre ellos Fall out y Nothing  achieving, composiciones del baterista influenciadas tanto por  Sex Pistols como por Elvis Costello & The Attractions. Sin embargo, pasó poco tiempo antes de que ambos comenzaran a notar las limitaciones técnicas de Padovani. Una invitación a tocar en un proyecto ajeno a ellos, Strontium 90, liderado por el bajista Mike Howlett (ex Gong) fue la cuota de destino que necesitaban. En ese grupo Sting, Summers y Copeland tocaron juntos por primera vez. Andy quedó impresionado por la dinámica de los otros dos y les dijo: “Ustedes tienen algo. Y me necesitan en su grupo. Pero con una condición: Henri (Padovani) debe irse”. 

Aunque al principio no les fue muy fácil desembarcar a Padovani -de hecho, The Police actuó algunas veces como cuarteto-, eventualmente lo hicieron. En cuanto a Strontium 90, grabó algunas canciones y luego participó de un concierto-reunión de Gong, en 1977. Veinte años después, en 1997,  apareció el disco Strontium 90: The Police Academy, con algunos de esos temas, entre ellos una versión primitiva de Every little thing she do is magic, desprovista de los sofisticados arreglos que todos conocemos. Los tres integrantes de The Police tenían, entonces, nexos con el jazz y el rock progresivo del más alto calibre. Aunque su origen se produjo en el circuito punk, era evidente que tenían un perfil distinto. Como escribió alguna vez un crítico, reseñando uno de sus primeros conciertos: “Las bandas de punk solo se saben cuatro acordes. Este trío, en cambio, se sabe cuatrocientos acordes”. Otro cronista de la época, al ver sus capacidades como instrumentistas, los calificó de “fake punks”.

La discografía de The Police es una de las más concisas e interesantes de la primera mitad de los años ochenta, que marcó  a fuego a toda una generación de amantes del pop-rock con su brillante combinación de estilos. Al principio fueron tres géneros, rock, punk y reggae, que lograron condensar de manera fluida y natural en el álbum Outlandos d’amour (1978), pero luego incorporaron elementos del jazz y la new wave. En este debut destacan los superéxitos Can’t stand losing you y Roxanne -fuentes de polémica por abordar temas espinosos como el suicidio y la prostitución, respectivamente- y otro infaltable en nuestras fiestas barriales ochenteras, So lonely. 

Roxanne fue el tema que los catapultó. Miles Copeland III -hermano mayor de Stewart y manager del grupo- no confiaba mucho en el futuro de esa onda que combinaba rasgueos de Bob Marley con vestimentas parecidas a las de Johnny Rotten. Pero apenas escuchó esa canción, salió corriendo a las oficinas de A&M Records y les consiguió un contrato de grabación. Canciones como Next to you, Truth hits everybody y Peanuts -una diatriba contra Rod Stewart y sus setenteras poses de divo-, están inscritas en la tradición punk. Otras, como Born in the  50’s y Hole in my life muestran el lado más rockero y muscular del trío en este debut que apenas alcanza los cuarenta minutos de duración. 

Luego vino Regatta de blanc (1979), que incluye las inolvidables Message in a bottle -tema básico para estudiantes de guitarra eléctrica- y Walking on the moon, para muchos la canción más reggae de su catálogo, aunque también están Bring  on the night y The bed’s too big without you. En este álbum se mantiene el esquema del anterior con un ligero desmarque del punk-rock, salvo canciones como It’s alright for you, Deathwish o No time this time que muestran todavía cierta vocación por los ritmos veloces y la confrontación directa. Pero si algo elevó su juego musical fue el semi instrumental Regatta  de blanc. El vértigo de los instrumentos y las interjecciones gritadas de Sting -que se volverían una marca registrada- crean una atmósfera poderosa alrededor de esta canción que les valió su primer Grammy al Mejor Tema de Rock Instrumental.

Del hipnótico soul-funk de When the world is running down, you make the best of what’s still around al reggae politizado de Driven to tears y el instrumental new wave The other way of   stopping -escrito por Copeland-, Zenyatta Mondatta (1980) fue el primer álbum en que el grupo comienza a explorar otras texturas, tanto en sus composiciones como en los acabados que les daban en el estudio. Además, incluye canciones alucinantemente buenas como Voices inside my head -otra vez los gritos monosilábicos de Sting, dándole personalidad a la banda-, el reggae Man in a suitcase y la tensa Behind my camel, composición de Andy Summers que, a pesar de que Sting la  odiaba tanto que se negó a grabarla -Andy terminó tocando el bajo en el estudio- les dio su segundo Grammy, otra vez en la categoría de rock instrumental. Pero Zenyatta Mondatta es pasó a la inmortalidad por sus dos canciones principales.

¿Quién no ha escuchado De do do do, de da da da? Esta canción es, en apariencia, el primer éxito de The Police no influenciado por el reggae. Y digo “en apariencia” porque la batería de Copeland nos dice todo lo contrario. El popular tema, cuya letra hace una reflexión sobre el sinsentido de las palabras y el encanto de las canciones simples, se convirtió en el emblema de este disco, junto con Don’t stand so close to me, en que Sting vuelve a jugar con un tema controversial -la joven escolar que se relaciona con su profesor- y lo conecta con la célebre novela Lolita (1955) del ruso Vladimir Nabokov (1899-1977). No es la única referencia literaria que encontramos en The Police. Su primer éxito, Roxanne, tomó el nombre del personaje femenino de un clásico de la literatura de fines del siglo XIX, Cyrano de Bergerac (Edmond Rostand, 1897). Y tanto los títulos como varias canciones de los siguientes discos estuvieron inspirados en obras del célebre escritor socialista húngaro Arthur Koestler (1905-1983), experto en política, psicología y ficción.

Ghost in the machine (1981), sobre la base del reggae fantasmal  Spirits in the material world y la festiva Every little thing she  does is magic, mostró el progreso definitivo de la banda. Totalmente desligados del punk pero fieles a la influencia  jamaiquina, The Police incorporó instrumentos como piano, saxofón, steel drums, teclados y contrabajo, así como temáticas más densas como en Demolition man, Rehumanize yourself o Invisible sun. Dos años después aparecería Synchronicity  (1983), que produjo exitazos como Wrapped around your finger -un reggae atmosférico en el que los rasgueos de guitarra aparecen solo en la imaginación del oyente atento- y su inolvidable videoclip en cámara lenta, King of pain y, por supuesto, Every breath you take, una de las canciones que definieron la década de los ochenta. El álbum mostraba una banda extremadamente enfocada y madura, capaz de pasar del escapismo de Synchronicity I/Synchronicity II a la denuncia sociopolítica de Murder by numbers, que Sting cantó en versión jazz, con la banda de Frank Zappa en 1988. Sin embargo, en el pico más alto de su popularidad, el cantante, bajista y principal compositor decidió disolver al grupo.

Parte de la legendaria saga del triángulo perfecto que fue The  Police fue la permanente tensión y competencia entre dos de sus vértices. Las discusiones de Sting y Stewart Copeland podían escalar hasta la agresión física. Y Andy Summers, el hermano mayor, se encargaba de ponerles paños fríos y hacer que prevaleciera la amistad y el inmenso respeto que se tenían como músicos. Otra manera de bajar esa tensión era dedicarse, de vez en cuando, a proyectos personales. Copeland lo hizo primero, en 1980, con una banda new wave llamada Klark Kent -un divertido video en YouTube lo muestra a él con sus compañeros de The Police, en el programa musical Top Of The Pops, usando máscaras para no ser reconocidos- que editó un único disco. Summers, por su parte, grabó un par de interesantes álbumes de experimentación guitarrística con Robert Fripp (King Crimson), I advanced mask (1982) y Bewitched (1984). Y Sting, una vez finalizada la gira del LP Synchronicity -que incluyó un multitudinario concierto en el histórico Shea Stadium de New York- se dedicó a grabar su primer disco como solista, el notable The dream of the blue turtles (1985), anclado en su amor por el jazz.

En 1986, surgió la posibilidad de reunirse para preparar un sexto disco, pero Stewart Copeland sufrió un accidente que le impidió tocar la batería por varios meses. El trío decidió solo regrabar uno de sus temas, con arreglos diferentes. Don’t stand so close to me ’86, con un videoclip que apelaba a la nostalgia y funcionaba como un mensaje de despedida, fue incluido en el  LP recopilatorio Every breath you take: The Singles, que fue #1 en todo el Reno Unido ese año. En el 2018 apareció el CD Flexible strategies, que reúne todos los lados B de sus singles   ochenteros y formó parte del boxset Every move you make: The studio recordings. 

Más de veinte años después, Sting, Summers y Copeland volvieron a tocar juntos en The Reunion Tour, una gira de 152 conciertos que cubrió Estados Unidos-Canadá, Europa, Australia, Latinoamérica y Japón, un regreso comparable al de Led Zeppelin en el mismo año o el de Pink Floyd, al año siguiente en el concierto Live 8. Como resultado de ello, se produjo el CD+DVD Certifiable: Live in Buenos Aires que incluye el documental Better than therapy y, por supuesto, un compendio de los dos megaconciertos que dieron en el Estadio Monumental de River Plate, los días 1 y 2 de diciembre del 2007, ante casi 90 mil personas por noche.

Sting (72) se convirtió en una de las superestrellas más exitosas e influyentes del pop-rock mundial, con álbumes destacados  como … Nothing like the sun (1987), Ten summoner’s tales   (1993) o Brand new day (1999), además de desarrollarse como actor y adscribirse a diversas causas benéficas. Ha tocado jazz, rock y música clásica, interactuando con los mejores en cada campo. Y lo vimos en Lima, en su espectáculo sinfónico Symphonicities, el año 2011.

Andy Summers (81) tiene una muy prolífica carrera con discos instrumentales y homenajes a estrellas del jazz como Charles Mingus, George Gershwin y Thelonious Monk, además de su proyecto Call The Police, con el que llegó a Lima en 2019, homenajeando a su banda matriz. 

Y Stewart Copeland (71), uno de los mejores bateristas en la historia del rock, se dedicó desde 1986 a su otra pasión, componer bandas sonoras. Paralelamente, integró dos supergrupos más. Por un lado, en el 2000 formó el trío Oysterhead junto al guitarrista Trey Anastasio (Phish) y el bajista Les Claypool (Primus) y, años después, en el 2017, se unió a Adrian Belew (guitarra, King Crimson, David, Bowie, Talking Heads, Frank Zappa), Mark King (bajo, Level 42) y Vittorio Cosma (teclados, Premiata Forneria Marconi) en Gizmodrome.

Sin embargo, los logros artísticos que The Police registró en tan solo cinco años -de 1978 a 1983- no han podido ser eclipsados por las casi cuatro décadas de desarrollos individuales de sus miembros. Su extraordinario legado permanece intacto en la memoria auditiva tanto de melómanos y coleccionistas con profundos conocimientos y capacidades apreciativas como de oyentes convencionales de radios especializadas en canciones “del recuerdo”. 

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