Opinión

Queda claro que las conferencias de prensa no le permiten lucirse porque no goza de la virtud de la elocuencia y no transmite convicciones a quienes la escuchan, pero ocurre lo mismo en sus soliloquios discursivos en eventos oficiales y, sin embargo, estos no los ha cancelado.

Obviamente, lo que la presidenta no quiere es que le hablen de temas de coyuntura, de los Rolex, de Córpac, de las atrabiliarias y antidemocráticas decisiones congresales, de sus ausencias inexplicables, de las encuestas, de la reforma de las pensiones, de Tía María y Conga, de la reactivación económica, de la inseguridad ciudadana, etc.

Pero lo que no parece entender la primera mandataria es que ella tiene la obligación cívica y democrática de ejercer un liderazgo nacional y que la única manera de hacerlo es pronunciándose sobre temas que a veces estrictamente no le competen, pero que le caben por su investidura de ser la primera autoridad nacional. Es una tarea que no puede ser delegada a los ministros.

Ya tiene, según la mayoría de encuestas, una desaprobación superior al 90%. Nueve de cada diez peruanos no la quiere. Y eso ocurre no porque haya cometido desastres o esté involucrada en actos flagrantes de corrupción, por lo menos probadamente, y la barbarie represiva de finales del 2022 no alcanza para explicar tamaña desaprobación.

El silencio presidencial se entiende más porque la gobernante no tiene nada nuevo ni interesante que decirles a los peruanos. El suyo es un gobierno inerte, sojuzgado por un Congreso prepotente, y esa debilidad sustancial es lo peor que puede mostrar un líder a sus seguidores.

Estamos en medio de una desgracia política. En momentos en los que más reformas se necesitan, el gobernante responsable de conducirlas y empujarlas, no tiene la menor idea de qué hacer y para evitar mostrar tamaña orfandad, ha decidido ocultarse de los periodistas.

Hay que contar los días para que esta pesadilla acabe y que el nuevo gobierno que entre el 2026 sepa qué hacer, sepa que lo tiene que hacer rápido y sepa que debe ejercer un liderazgo mediático permanente. No se esperaba mucho de Dina Boluarte, quizás ya es bastante que no haya seguido el rumbo de Pedro Castillo, pero resulta más que evidente que el país necesitaba una mejora superlativa, que, tristemente, ni se ha producido ni se va a producir.

En la década de los 70’s, se exhibieron en las salas de cine una saga de películas sobre accidentes y/o incidentes aéreos llamada “Aeropuerto” que ilustraba diversas situaciones como choque entre aviones, secuestro y sabotajes que ponían en peligro a la tripulación, pasajeros e incluso, a personal de tierra y ciudadanos.

La parodia no tardó en llegar y en 1980 se lanzó ¡Aeropuerto! protagonizada por Robert Hays y Julie Hagerty, teniendo actores de primera línea como Leslie Nielsen. En este divertido film, diversas situaciones irónicas y absurdas suceden, desde que un ex piloto veterano de guerra, traumatizado por su experiencia de combate, tiene que pilotear el avión, o aquel “piloto automático” que en realidad es un muñeco inflable que pudo conducir el avión luego de un “final feliz”. 

Así, se sucedían en esta parodia inimaginables escenarios que si cualquiera de nosotros, los hubiéramos vivido en un avión, probablemente no volveríamos nunca a volar.

La pena, y también la rabia, es que nuestro primer aeropuerto internacional del Perú, el Jorge Chávez de Lima, se ha convertido en una mala parodia que ya nos ha traído tragedias y que, por negligencia, desidia y total falta de empatía hacia los pasajeros por parte de las autoridades del Ministerio de Transportes y Comunicaciones y Corpac, está a punto de causar otra y de grandes dimensiones.

En noviembre del 2022, en un simulacro de emergencia, un camión de bomberos se estrelló con una aeronave que estaba despegando, causando la muerte de los 3 bomberos y de 25 heridos provenientes del avión siniestrado. Una negligente planificación y coordinación entre la compañía de bomberos y Corpac, entidad pública que tiene como responsabilidad justamente la seguridad aérea, enlutó a 3 familias y causó un sentimiento de inseguridad y desamparo en los millones de pasajeros que pasan por el hub más importante de América del Sur, como lo es, el aeropuerto Jorge Chávez.

Unos meses antes en ese mismo año 2022 y para semana santa, los controladores aéreos de Corpac, de varios aeropuertos del Perú, entraron en huelga causando decenas de vuelos cancelados y miles de pasajeros varados.

En los primeros días de febrero de este 2024, nuevamente controladores aéreos de Corpac entraron, otra vez, en una huelga con aires de chantaje, que provocaron las consecuencias de siempre, vuelos cancelados y pasajeros varados.

El final de “Aeropuerto 2024” se dio este pasado domingo 2 de junio cuando, sorpresivamente, las luces de balizaje de la pista antigua de nuestro primer aeropuerto, se sintieron de cumpleaños y decidieron apagarse. 

Los vuelos que estaban por aterrizar fueron desviados, pero tal fue la magnitud y el tiempo de restablecimiento del funcionamiento del aeropuerto, que más de 200 vuelos fueron cancelados, decenas de miles de pasajeros varados entre ellos miles de turistas extranjeros y aeropuertos de toda América Latina recibiendo los aviones que no pudieron aterrizar en Lima.

Pero eso no fue todo. Nos enteramos que no hay luces de emergencia, que la pista nueva no se usa por un tema en las lunas de la nueva torre, que el famoso aeropuerto alterno de Pisco, con un bello terminal, no cuenta con escaleras para los aviones ni gasolina en tanques subterráneos ni menos personal permanente de migraciones, porque simplemente, no es alterno y no hay rutas aéreas establecidas hacia y desde el extranjero.

La parodia continuó mal con las declaraciones poco afortunadas del ministro Perez-Reyes adelantando un acontecimiento fortuito a una investigación más que necesaria, y secundado por el presidente de Corpac, que simplemente no puede asegurar que este hecho no se repita ya que hace 14 años que no hacen mantenimiento al cableado eléctrico subterránea. Crónica de una muerte anunciada.

El gran problema del país es que estas situaciones se repiten en todos lados. En los colegios que se caen a pedazos sin baños ni agua para los estudiantes, en los hospitales mal abastecidos donde algunos que son solamente cascarón y donde el maltrato al paciente es pan de cada día, en una policía que sigue sorprendiendo por su ineficacia en la lucha contra la inseguridad ciudadana y en nuestra clase política que sólo se fija en legislar para beneficio propio.

Nos hemos olvidado del Perú. Es tiempo de acordarnos de la patria que nos vio nacer y devolverle con amor, empatía por nuestros compatriotas y una gestión pública de calidad, el legado histórico y la generosidad de nuestra tierra. No tengamos un nuevo “Aeropuerto 2026” con Antauro como piloto.

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Mauricio Mulder ha declarado que probablemente el APRA irá sola a las elecciones del 2026 porque, si bien cree en las alianzas, advierte que pareciera que los otros partidos les tienen temor.

Suponemos que se refiere a que temen que la astucia política de los apristas los haría encaramarse por encima de sus aliados y conseguir los cupos parlamentarios que entre todos disputarían, pero también es cierto que existe un profundo anticuerpo en varios candidatos de la centroderecha respecto del aprismo por la estela de corrupción que lamentablemente proyecta.

La pregunta es, si puesta en la balanza, ese factor debe pesar más que los activos que el aprismo podría aportar no solo a la candidatura sino a la posibilidad de ser gobierno.

La experiencia de haber tenido un buen gobierno, como lo fue el segundo mandato de García -a pesar de su inercia reformista-, mejor que el de Toledo (Humala fue un fiasco, PPK una decepción, Vizcarra una farsa deleznable y Sagasti tuvo un buen desempeño, pero de muy corta duración), le debería dar algún crédito político en la mesa de negociaciones de cualquier alianza.

El APRA puede aportar buenos candidatos parlamentarios (el propio Mulder, Del Castillo, Velásquez Quesquén -el mejor premier de la transición democrática-, Luis Gonzales Posada, José Luis Alvarado, etc.), además de una miríada de jóvenes bien preparados y con capacidad de darle batalla política a los grandes adversarios, que van a ser la izquierda radical y el fujimorismo.

Pero, además, puede contribuir con una lista de tecnócratas, no necesariamente apristas, que trabajaron durante su gobierno y permitieron que el país creciera a las tasas que creció y la pobreza se redujera de 50 a 27% en el lapso de un lustro.Esa larga lista de burócratas y tecnócratas le sumaría al nuevo gobierno un lecho rocoso de partida que podría ser muy útil para sobrellevarlos primeros tiempos de acomodo que suelen tener los gobiernos entrantes.

No es, en suma, un mal aliado el APRA. Los partidos de centroderecha que ya están conversando harían bien en tener en cuenta al partido de la avenida Alfonso Ugarte. Históricamente, además, son aliados leales, valor político muy preciado en tiempos en los que los pactos se rompen a la primera de bastos, echando por la borda el gran esfuerzo de conformarlos.

Por razones de tiempo no suelo ver mucha tele y menos películas. La chamba es demasiado fuerte, pero a veces me doy mis gustitos, hago mi balde de pop-corn y enciendo la pantalla.  

Esta vez me dio curiosidad una película, Madame Web, que vienen anunciando mucho en Netflix y que al poco rato me di cuenta que era para adolescentes. Pero por qué no, me dije. Total, tengo una hija adolescente y siempre hay cosas peores.

La decepción, sin embargo, se vio pronto superada por la sorpresa. Ocurre que el Perú sigue siendo emporio y objeto de la imaginación colonizadora, pues desde el principio se hace alusión a nuestro país. En la cursilona cinta, una fotógrafa norteamericana incursiona en la selva amazónica en busca de una araña desconocida que podría curar la enfermedad congénita de su hija aún dentro de su vientre.

Una vez que la fotógrafa encuentra la mágica arañita, su ayudante Ezequiel (presumiblemente un peruano, o un latino al menos) la traiciona. Mata a balazos a los otros miembros del equipo y a ella misma le mete su plomo para quedarse con la arañita. No contaré el resto para no pecar de «spoilera», pero debe saberse que la hija llega a nacer, es rescatada por una extraña tribu de amazónicos llamados «Las arañas» (qué original) y adquiere superpoderes gracias al veneno del arácnido que le es aplicado al momento de morir la madre durante elparto.

Cassie Webb (Cassie por Casandra, la adivina que puede ver el futuro, y web por la red o internet y a la vez por la telaraña) es esa hija que treinta años después vive en Nueva York y poco a poco empieza a entender su extraordinaria condición y sus dotes personales.

Técnicamente, la protagonista sería una peruana por nacimiento, aunque de padres gringos. Por eso mismo, comparte con cientos de miles de hijos de migrantes peruanos que han venido a establecerse en los Estados Unidos la condición de la transterritorialidad. Al buscar sus raíces en la selva, Cassie, ya adulta, encuentra su verdadera identidad. Pero el Perú solo aparece como un lugar agreste, lleno de gente pobre, con ómnibus que se balancean al borde los precipicios. En suma, una imagen que representa un lado dolorosamente cierto de nuestra realidad.

Lo interesante es que esa imagen no empaña la idea de que seguimos siendo fuente de riquezas naturales exorbitantes y de misterios insondables, pues la legendaria arañita puede con su veneno curar enfermedades que la ciencia occidental apenas comprende y otorgar poderes físicos increíbles, como le ocurre al traicionero Ezequiel.

Esta idea del Perú como espacio de lo imposible o como fuente de la felicidad no es nada nueva, en verdad. Surgió desde las primeras expediciones de colonizadores españoles que buscaban el «País de la Canela», la «Ciudad de los Césares» o «El Dorado» desde el siglo XVI. La selva amazónica ha sido imaginada como una proyección rimbombante de la fantasía occidental, y Madame Web no es muy diferente.

La biodiversidad amazónica es tan grande que hay miles y miles de especies animales y vegetales que la biología apenas ha estudiado y catalogado en un 50%. Es posible que la cura del cáncer, el parkinson o el alzheimer se encuentren en las sustancias que quizá la ciencia llegue a descubrir en el futuro.

En Madame Web el veneno de la arañita peruana sirve, además, para salvar a la Gran Manzana de los horrores del guía traidor, que simbolizaría al latino egoísta, ambicioso y criminal. Mientras tanto, Cassie, nacida en el Perú, pero de madre gringa, restablece el orden civil y protege a tres jovencitas (una anglo, una latina y una afroamericana) que simbolizan el futuro étnicoy racial de los Estados Unidos.

En suma, el Perú sigue siendo excusa para las propuestas»políticamente correctas» del multimillonario negocio del entretenimiento mediático yanqui, como es el caso de Netflix y otras plataformas. Sin embargo, hay que reconocer que el cuidado de la biodiversidad peruana puede ser la clave de un futuro sostenible y menos contaminador que el que nos deparan gobiernos neoliberales como el de Dina y su posible sucesor(a). O sea, entre Willax y Netflix, la opción es obvia.

Ojalá se descubra la arañita mágica y salgamos del hoyo en que nos encontramos.

Son muchos los golpes que se le viene dando a la democracia en nuestro país. Al parecer a las autoridades actuales les interesa convertirnos en un país retrógrada en donde las libertades fundamentales son vulneradas constantemente. Un plan autoritario está en marcha, lo que terminará afectando a los más vulnerables.  

El principal responsable de estos retrocesos es el Congreso de la República, quien opera de la mano con sectores del gobierno que mantienen silencio frente al ataque y la mediocridad. Ya se ha afectado la separación de poderes, se ha incrementado la corrupción, se ha vulnerado la autonomía de la Defensoría del Pueblo y se ha retrocedido en materia de igualdad, lucha contra pobreza y no discriminación.

De igual manera como se ha procedido en países que han visto socavada su democracia como Venezuela y Nicaragua, en nuestro país se ha iniciado el proceso para censurar y poner barreras a las organizaciones de la sociedad civil, y, cuestionar la cooperación internacional para el desarrollo.  

El Congreso de la República ha aprobado un pre dictamen en la Comisión de Relaciones Exteriores, que acumula diversos proyectos legislativos que pretenden modificar la Ley de la Agencia Peruana de Cooperación Internacional (APCI). Utilizando argumentos falaces como la falta de transparencia o de rendición de cuentas de las organizaciones de sociedad civil, esperan el aval de la ciudadanía para seguir avanzando. 

En un mundo en donde se puede inventar y difamar sin pruebas, diversos sectores vinculados a la política actual lanzan afirmaciones falsas sobre el rol de la ONGs, quienes además tienen mecanismos de auditoría y fiscalización permanentes. 

El objetivo final es censurar a quienes, en defensa de las libertades, vigilan y hacen seguimiento a la política pública. Se quiere callar a quienes ponen freno a las autoridades para que no cometan abusos y a quienes denuncian la corrupción públicamente. 

Este es un plan orquestado, que preocupa porque socava la democracia y nos pone en riesgo de convertirnos en sociedades autoritarias; en donde los derechos no se encuentran garantizados. Eso que “dicen” temer, en eso nos quieren convertir. 

Lo cierto es que en nuestro país son las ONGs de diverso tipo, las que con el apoyo de la cooperación internacional han logrado promover grandes cambios a favor de los más vulnerables. Ahí en donde el Estado ha estado ausente, las asociaciones sin fines de lucro de diverso tipo han brindado apoyo y asistencia.  Es gracias al actuar de estos actores que en la agenda pública se han posicionado temas invisibilizados históricamente como la violencia contra las mujeres, los derechos de los niños y niñas, el derecho a la salud, a la educación, la lucha contra la pobreza, los derechos de las personas adultas mayores, de las personas con discapacidad, de las poblaciones indígenas y afrodescendientes, entre otros temas de relevancia para el bienestar social. 

Ahí donde el Estado no ha está presente y reina el olvido, son las organizaciones de sociedad civil las que han brindado ayuda permanente, recordándole a las autoridades sus obligaciones. 

Frente al abandono, la indiferencia, la pobreza y la crisis; las asociaciones nuestro país han tenido una respuesta de soporte, han sido ayuda en tiempos difíciles y voz de los que no tienen voz. Es gracias a estos espacios-  que hoy son atacados-  que muchos derechos de los que hoy goza toda la ciudadanía se han garantizado. 

No nos dejemos engañar, mucho se ha hecho, mucho se ha logrado. Todo lo avanzado está en riesgo, por el accionar de quienes, con pensamientos oscurantistas, intentan socavar toda idea de libertad. 

Se necesita defender la democracia, lo que queda, reconstruirla y defender las libertades. Esta ya no es una tarea de pocos, es una responsabilidad de todos. 

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La mayoría de peruanos debe tener la misma sensación que un ilegal tiene en el extranjero. Carece de toda protección legal, es acosado por la policía, no goza de servidos básicos de calidad, no tiene carta de ciudadanía.

Lo que ha ocurrido en el aeropuerto no es si no un botón de muestra del desamparo absoluto que tienen los ciudadanos o consumidores respecto de los abusos de las empresas o entidades públicas. Tienen DNI, pero no tienen derechos.

Es un espanto las consecuencias psicosociales y políticas que ese estado de cosas genera en la población, particularmente a la hora del voto. Si a uno, por ejemplo, a pesar de ser asegurado y cotizar a EsSalud, no lo atienden, no le dan cita, no le dan cama, no le dan los remedios que requiere, en suma, lo dejan a su desamparo ¿cómo puede sentirse esa persona respecto del establishment?

Por eso, se debe ser muy severo respecto de los gobiernos de la transición post Fujimori. Recibieron un país en bonanza económica, bendecido además por un boom en los precios de las materias primas, y no hicieron reforma alguna que acercara al Estado al ciudadano, que integrara al país y no generara la división terrible que existe hoy en día entre el sur andino y Lima y la costa norte, que satisfaga las necesidades básicas del peruano de a pie y que su ascenso a la clase media -medido monetariamente- fuese de la mano con una mejoría de su calidad de vida.

Los peruanos que creen en el libre mercado y en la democracia, y más aún quienes se preparan para ser sus candidatos, deben ser plenamente conscientes de que eso no puede volver a ocurrir. De repente, inclusive, ya es demasiado tarde para evitar el desastre, pero si por esos azares del destino, confluyesen los astros, el gobierno reactivase la economía, se formasen frentes ideológicos consolidados, se arrebatase una porción del electorado del sur andino a la izquierda radical, y ganase una opción centroderechista, está obligada a hacer un gobierno radicalmente disruptivo y reformista. El país no aguanta otro fracaso de la inercia mediocre.

Sospecho que mi interés por los espacios y los objetos nació con la soledad que significó crecer sin hermanos, mascotas, videojuegos o televisión. La exploración del departamento en el que crecí debe serle ajena a quienes tuvieron estas distracciones. No son pocos los recuerdos que tengo observando con gran curiosidad un pedazo de la alfombra o alguna de las esquinas de la casa. Pero, con mayor emotividad, aparecen en mi memoria las veces que convertí a las almohadas de los sillones de la sala en refugios y monstruos monumentales que combatía con pasión. En los momentos de calma, me recuerdo pensando en las formas de la madera de los techos —cuyas vetas dibujaban criaturas— o en los rincones de las paredes, los zócalos, los estantes y los rajones de las sillas o mesas. No se trataba solo de observar la forma, sino en pensar en su particularidad, imaginarlos como seres con vida, pero, principalmente, con memoria.

Así empezaron las preguntas por quién había observado antes aquel rinconcito de pared que llamaba mi atención por entonces, o esa columna olvidada al lado de la terma, o ese espacio entre los hilos rotos de la alfombra. Esa pregunta llevó a no solo pensar en quién había depositado su atención en estos rincones, sino a pensar en qué habían conocido estos espacios y seres inanimados. ¿Qué recuerda aquella esquina? ¿Qué manos se han apoyado en el marco de esta ventana?

Pensar en la historia de los objetos y los espacios hoy me hace transitar hacia los pasos y la sucesión de hecho que componen la historia privada y pública de la humanidad. Quienes estudiamos en la Católica nos hemos sentado en la rotonda que alguna vez alojó las nalgas de profesores como Antonio Cisneros. Ni qué decir de la plaza Francia que tiene tantos recuerdos de Ribeyro o la casona de San Marcos que no pocos chismes debe recordará de Alfredo Bryce, Mario Vargas Llosa y tantos más. Cuando viajamos pensar en esto se vuelve más fascinante. Es fácil llegar a sitios históricos que vivieron a inmensos personajes. Piénsese en el Teatro Odéon, Trafalgar Square o el Café Tortoni. Aunque confieso que más me llaman la atención los detalles de los espacios. Una pequeña grieta en un desgastado adoquín en una vieja y prestigiosa universidad europea, la alfombra de una casa que recibió muchísimas visitas, el colchón de la cama de quien mantuvo muchas aventuras sexuales, cada rincón que compone un baño, etc. Si verdaderamente tuviesen memoria estos seres inanimados, el valor de estas sería incalculable. Los objetos conviven con nosotros, registran y experimentan el paso del tiempo y las vivencias de quienes se acercan a ellos. Es ese lo que me interesa y hace disfrutar tanto de los muebles antiguos, los libros viejos, las ropas de segunda mano, las casas museo y los edificios desgastados. No podría soportar rodearme de artículos y espacios absolutamente nuevos. Los sentiría fríos e ignorantes, así como recuerdo que los siente una muchacha en alguna novela de Roberto Bolaño. Si no me falla la memoria, la chica vive en una enorme casa moderna, nueva, y cuyos muebles han sido todos comprados al mismo tiempo. Son de valioso diseño e irreprochable calidad, pero no tienen memoria. En cambio, la casa de su mejor amiga —de familia de viejo dinero— siempre le da la comodidad que la memoria, el cariño y la historia que contienen esos seres inanimados otorga. Cada uno cuenta una o varias historias. Fueron heredados, comprados en viajes, modificados o regalados. 

Se me ocurre que un poco así es que uno le otorga un valor sentimental a un espacio u objeto: cuando este acumula una serie de vivencias, relaciones, modificaciones. De ahí a que uno aprecie más al libro que le regaló alguien importante, al mueble que heredó de un familiar que ya no está o a la prenda que compró en algún viaje. Las casas crecen y cambian, se modifican, se repiensan. No hay nada más valioso que el objeto o el espacio cuya pertenencia supuso un esfuerzo. Más se quiere y valora a la casa que fue construida de a pocos que a la que se hizo de un tirón. Más se valora al libro, juguete o cena, que supusieron un ahorro o sacrificio monetario que los que se consiguieron con indiferencia o despilfarro. Los primeros incluyen una historia plagada de emociones, mientras que los segundo responden a una decisión despreocupada. No llevan mucho detrás. 

Lima, junio 2024

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Es un buen proyecto el propuesto por el abogado constitucionalista Natale Amprimo. Consiste en plantear una reforma constitucional para que los expresidentes del Tribunal Constitucional conformen una comisión reorganizadora que reemplace a los miembros de la Junta Nacional de Justicia y que, de inmediato, remueva a los fiscales supremos y elija a los nuevos entre los fiscales superiores, previa evaluación.

El proyecto ha sido recogido ya por varias bancadas y ojalá hagan lo propio las mayoritarias, especialmente Fuerza Popular. No se ve otra manera de salir del entrampamiento en el que se halla el sistema de justicia, plagado de corrupción y de politización.

Los fiscales todopoderosos abusan de su poder, avasallando derechos constitucionales y la JNJ no hace absolutamente nada al respecto. Hay una connivencia que merece ser cortada de raíz.

Consolidado el proceso, será necesario que el nuevo gobierno, a partir del 2026, reforme por completo el sistema de justicia. La de Amprimo es una solución de emergencia, pero lo que debe lograrse es un cambio radical de uno de los pilares fundamentales de la democracia, como es el sistema de justicia (uno de los pocos en los que el Estado debe invertir sin cortapisas).

El Estado de Derecho democrático es condición imprescindible para que funcione correctamente una economía de mercado. Sin una justicia justa, valga la redundancia, no hay tutela de los derechos individuales, piedra angular de la vida social y económica.

El Poder Judicial, en sus instancias superiores y supremas mal que bien se salva de la ignominia, pero el Ministerio Público es un antro de injusticia y abuso, impune y sin control alguno.

Hay fiscales honestos e institucionalistas que ven con espanto lo que se ha hecho con su institución, convirtiéndola en una chaveta contra los que conviene destruir y en un manto de impunidad en beneficio del amigo o del poder del dinero.

La república pocas veces en su historia ha visto el grado de descomposición moral y profesional del Ministerio Público que hoy apreciamos. Se espera que la propuesta de Amprimo, que ayuda a mejorar la situación, tenga el eco merecido en el Congreso y pronto veamos una calificaciónsustantiva del problema.

[TIEMPO DE MILLENIALS] En los últimos días hemos sido testigo de las consecuencias de omitir funciones por parte de la empresa pública Corpac tras las fallas del sistema eléctrico de la piesta de aterrizaje del aeropuerto Jorge Chávez. Asimismo, hemos escuchado las declaraciones o excusas dadas por sus representantes. En buena cuenta hemos visto la falta de cultura de accountability.

¿Qué es accountability?

No existe una traducción formal para el término accountability al español. Pero se relaciona directamente con la responsabilidad y la actitud que se percibe de una persona dentro de un ambiente laboral, representando su capacidad de ubicarse de manera activa en cuanto a los problemas. Es un compromiso propio y con los demás para entregar resultados específicos, respondiendo por las acciones que se tomen para alcanzarlos, asumiendo sus consecuencias, positivas o negativas, la rendición de cuentas.

Para poder desarrollar esta habilidad, necesitamos trabajar en dos elementos: El Accountability Personal y que la empresa tenga una Cultura de Accountability que permita el desarrollo de las personas.

Accountability personal

Hace referencia a la responsabilidad individual de asumir las consecuencias de nuestras acciones y decisiones. Implica conocer cuales son nuestras responsabilidades y compromisos, y actuar de manera ética y transparente en todas las áreas de nuestra vida, buscando siempre mejorar.

Además, significa reconocer nuestros errores, aprender de ellos y tomar medidas para corregirlos. Al ser accountables, cultivamos un sentido de integridad y confianza tanto en nosotros mismos como en los demás, contribuyendo así al crecimiento personal y a relaciones más sólidas y honestas en todas las facetas de nuestra vida.

Cultura de Accountability 

Promover el accountability en una empresa tiene muchos beneficios ya que los trabajadores se sienten y están empoderados para cumplir con sus obligaciones y compromisos, rendir cuentas por sus logros y admitir responsabilidad en caso de errores.

Esta cultura promueve la transparencia, la confianza y la honestidad en todos los niveles de la organización, lo que contribuye a un ambiente de trabajo saludable y productivo además de generar satisfacción laboral en los trabajadores.

El accountability se basa en cuatro pilares principales, descritos por los autores Craig Hickmann, Roger Connor y Tom Smith:

Este pilar prevé el reconocimiento de un cuello de botella. Aquí, es importante estudiar los problemas e identificar todos los puntos que no están alineados con las políticas empresariales o la legislación de un determinado lugar.

En este pilar, los líderes deben asumir su responsabilidad y buscar soluciones. Se trata de un proceso que exige el compromiso del equipo, centrado en la mejora del rendimiento y la optimización de los procesos organizativos.

Este es el pilar de la solución. Las respuestas deben ser racionales y factibles, con posibilidades reales de resolver el problema. La creatividad es un factor de éxito, así como la previsión de nuevos posibles cuellos de botella.

Por último, el accountability contempla las acciones de mejora, es decir, la ejecución de las propias soluciones. Es importante medir los resultados y seguir promoviendo mejoras continuas.

Nombre del artículo: La necesidad del accountability a propósito del caso Corpac

Nombre de la columna: Tiempo de Millenials

Columna semanal de opinión

Autora: Fiorella Danjoy

No existe una traducción formal para el término accountability al español. Pero se relaciona directamente con la responsabilidad y la actitud.

Para poder desarrollar el accountability, necesitamos trabajar en el accountability personal y que la empresa tenga una cultura de accountability.

El accountability personal hace referencia a la responsabilidad individual de asumir las consecuencias de nuestras acciones y decisiones.

La cutltura del accountability promueve la transparencia, la confianza y la honestidad en todos los niveles de la organización.

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