Opinión

[MÚSICA MAESTRO]  Un año más se va y con él, destacados músicos se despiden del mundo físico dejando detrás de sí la estela inolvidable de sus voces, composiciones e instrumentos.

En este nuevo recuento de obituarios encontramos esa amplia diversidad de estilos musicales que, en décadas pasadas, conformaron un panorama artístico que nos fue educando el oído y la capacidad apreciativa, hoy tan degenerada por culpa de las Shakiras y los Bad Bunnies que han convertido el gusto de las masas en un sonsonete balbuceante, homogéneo y simiesco, opuesto a la colorida y multiforme creatividad que se nutría tanto de las tendencias globales como de los sonidos típicos de cada país. Así, íconos del punk irlandés se reúnen con astros japoneses de la música vanguardista, estrellas mundiales del pop-rock e ídolos locales de la música popular.

La muerte de Jeff Beck (10 de enero, 78) fue un golpe muy duro para los amantes del rock clásico y la guitarra virtuosa. Respetado por sus pares y adorado por las siguientes generaciones de guitarristas, el ex integrante de The Yardbirds y gravitante figura del jazz-rock, falleció sin mostrar señales de desgaste físico. Seguía tocando y sorprendiendo a su público hasta semanas antes de su deceso, en un hospital de Sussex.

Una de las partidas más dolorosas en el universo pop-rock fue la de Tina Turner (24 de mayo, 83), representante de la élite del R&B y el rock de los setenta y ochenta. En Brasil, ese mes, sintieron la muerte de Rita Lee (8 de mayo, 75) y Astrud Gilberto (5 de junio, 83). Otra diva, la británica Jane Birkin (16 de julio, 76), recordada por Je t’aime… moi nun plus, tema compuesto por su esposo, el francés Serge Gainsbourg (1928-1991), controvertido en su época por su abierto erotismo -y que fuera tema central de la película del mismo nombre, de 1976- dejó de existir causando conmoción en el panorama musical europeo y, particularmente, en Francia, donde desarrolló la mayor parte de su carrera.

El mundo del rock clásico sufrió la pérdida de varias de sus figuras emblemáticas, como David Crosby (18 de enero, 81), protagonista de la generación Woodstock; Robbie Robertson (9 de agosto, 80), cantante, guitarrista y líder de los canadienses The Band; Randy Meisner (26 de julio, 77), bajista original de los Eagles; Gary Rossington (5 de marzo, 71), único sobreviviente de la formación original de Lynyrd Skynyrd; y, recientemente, el 5 de diciembre, Denny Laine (79), lugarteniente de Paul McCartney en los Wings (1971-1981), y miembro fundador de The Moody Blues.

Del mismo modo, Bernie Marsden (24 de agosto, 72), primera guitarra de Whitesnake y devoto del blues antiguo; y el norteamericano Jimmy Buffett (1 de septiembre, 76), estrella de la época dorada del country-pop. Jim Gordon, baterista que trabajó con Eric Clapton, George Harrison, entre otros, recluido en un centro psiquiátrico de por vida tras asesinar a su madre en un ataque de esquizofrenia, murió a los 77 años, el 13 de marzo. Michael Rhoades (4 de marzo, 69), legendario bajista de sesiones en los estudios de Nashville; Ralph Humphrey (25 de abril, 79), baterista de Frank Zappa & The Mothers of Invention entre 1972-1974; Ray Shulman (30 de marzo, 73), bajista y violinista del grupo británico de prog-rock Gentle Giant; y Clarence “Fuzzy” Haskins (16 de marzo, 81), uno de los vocalistas originales del combo de funk Parliament-Funkadelic; engrosan esta lista de célebres fallecimientos.

Shane MacGowan (30 de noviembre, 65), fue una de las personalidades esenciales del punk irlandés. Aunque nació, fue criado y educado en Londres, el origen de sus padres marcó su forma de pensar y desarrollo artístico. Sumergido en los oscuros callejones de la subcultura punk desde 1977, fundó y lideró, entre 1984 y 1991, una pandilla de rock celta llamada The Pogues que, en su momento de mayor éxito (1987-1988) llegó a ser telonera de U2, Bob Dylan y los Rolling Stones, con su arrebatada fusión de punk, rock y folklore irlandés. Cantautor de afilada y polémica pluma, su excesivo consumo de alcohol y drogas lo fue debilitando paulatinamente, convirtiendo en legendarias sus constantes peleas, accidentes y esa dentadura destruida por tanto desarreglo. Rockeros de fuste como Bono, Bob Geldof, Bruce Springsteen, entre otros, consideran al autor de Fairytale of New York (1987) o Dark streets of London (1984), como uno de los mejores letristas que han conocido. Sinéad O’Connor, una de sus admiradoras, falleció tempranamente a los 56 (26 de julio). Ambos dejan un vacío enorme en la música contemporánea irlandesa.

Yellow Magic Orchestra, trío japonés que revolucionó el pop electrónico y el ambient desde finales de los setenta, perdió este año a dos de sus integrantes: el baterista y cantante Yukihiro Takahashi (11 de enero, 70) y el pianista y compositor Ryuchi Sakamoto (28 de marzo, 71). Tras su disolución, Takahashi se enfocó en el mercado japonés mientras que Sakamoto hizo lo contrario, abriéndose a múltiples colaboraciones y géneros -electrónica, música para películas, bossa nova, sinfónica-, interactuando con luminarias como David Bowie, Jacques Morelenbaum, Adrian Belew y David Byrne. Otro destacado vanguardista, el norteamericano Brian McBride, creador, en 1993, de Stars of the Lid, proyecto que combinaba post-rock con shoegaze y música orquestal, falleció a los 53 años, el 27 de agosto.

La muerte del saxofonista Wayner Shorter (2 de marzo, 89) enlutó a los conocedores de jazz del mundo entero por su trabajo junto a Miles Davis, primero; y al frente de Weather Report, después. También fallecieron otros importantes jazzistas: el pianista Ahmed Jamal (16 de abril, 92), la compositora de free-jazz Carla Bley (17 de octubre, 87); el contrabajista Bill Lee (24 de mayo, 94), padre del cineasta Spike Lee; el crooner Tony Bennett (21 de julio,96), de impresionante carrera de más de ocho décadas; y el cantante, actor y activista por los derechos civiles Harry Belafonte (25 de abril, 96), conocido como “El Rey del Calypso”. Burt Bacharach, compositor y director de orquesta de pop sinfónico, se mudó al otro barrio el 8 de febrero a los 94 años.

También fallecieron este año los hermanos Tim (28 de abril, 71) y Robbie Bachman (12 de enero, 69), guitarra y batería del grupo canadiense de rock setentero Bachman-Turner Overdrive (B.T.O.); el cantautor Gordon Lightfoot (1 de mayo, 84), también de Canadá; Tom Verlaine (28 de enero, 73), guitarrista fundador de Television, influyente banda de la escena post-punk norteamericana surgida en el CBGB; y el guitarrista sueco Lasse Wellander (7 de abril, 70), integrante del famosísimo cuarteto Abba, desde 1975 hasta su separación en 1981.

Los fans del rock británico lamentaron la muerte de integrantes de tres icónicas bandas de post-punk y new wave de los ochenta: Andy Rourke (19 de mayo, 59), bajista de The Smiths; Geordie Walker (26 de noviembre, 68), guitarra de Killing Joke; y Mars Williams (20 de noviembre, 68), saxofonista de The Psychedelic Furs. Asimismo, los bajistas Steve Mackay (2 de marzo, 56) y Pete Garner (3 de octubre, 61), de Pulp y The Stone Roses, importantes grupos de rock alternativo. Por el lado norteamericano, Gary Young (17 de agosto, 70), baterista de Pavement; Van Conner (18 de enero, 55), de Screaming Trees; y Rob Laakso (4 de mayo, 44) guitarrista en las bandas de Kurt Vile.

Un caso especial es el de Sixto Rodríguez (8 de agosto, 81), cantautor norteamericano de country rock y psicodelia de padres mexicanos que fuera recién descubierto a través de un documental ganador del Oscar, titulado Searching for sugar man (2012), donde se reveló que había sido muy conocido en Sudáfrica y Australia. La noticia de su muerte fue muy comentada en redes sociales, a pesar de que su música no trasciende más allá de las influencias del rock chicano (Los Lobos) o sureño (Lynyrd Skynyrd, Little Feat).

Cada vez que se hacen estas semblanzas, las miradas se centran en aquellos artistas de mayor popularidad y perfil mediático. Sin embargo, es relevante recordar a quienes, sin haber estado nunca bajo los reflectores, dejaron su huella como compositores. Por ejemplo, tenemos a Barrett Strong (28 de enero, 81), coautor de clásicos soul como I heard it through the grapevine, Papa was a Rolling Stone o Money (That’s what I want), grabadas por Marvin Gaye, C. C. Revival, The Temptations o The Beatles; Tom Whitlock (17 de febrero, 68), quien compusiera junto al italiano Giorgio Moroder, Take my breath away, balada icónica de los ochenta interpretada por Berlin para la banda sonora de Top Gun (1986); Pete Brown (19 de mayo, 82), letrista de varios himnos de Cream como Sunshine of your love o White room; Lord Creator (30 de junio, 87), compositor de Kingston town, grabada por él mismo en 1970 y popularizada en 1989 por los ingleses Ub40; Richard Kerr (11 de diciembre, 78), que escribió varios éxitos de los setenta como Brandy (You’re a fine girl) (Looking Glass, 1972), Looks like we made it (Barry Manilow, 1977) o I’ll never love this way again (Dionne Warwick, 1978).

2023 fue también un mal año para quienes trabajan tras bambalinas en la industria musical. Por ejemplo, tenemos a Jerry Moss (16 de agosto, 88), fundador junto con el trompetista Herb Alpert del sello A&M Records; el creador de Sire Records, Seymour Stein (2 de abril, 80), responsable del ascenso de superestrellas como Talking Heads, Ramones o The Pretenders; Glen “Spot” Lockett (4 de marzo, 2), productor de Minutemen o Black Flag, bandas emblema del sello independiente SST Records, especializado en punk. Por su parte, nos dejaron Bruce Gowers (15 de enero, 82), director del icónico videoclip de Bohemian Rhapsody de Queen; Nora Forster (6 de abril, 80), promotora alemana que apoyó a varios artistas y fue, desde 1975, esposa de Johnny Rotten. Y ya que hablamos de los Sex Pistols, el 8 de agosto falleció Jamie Reid (76), creador del logo del grupo, la carátula de Never mind the bollocks, su único LP oficial, y otras irreverentes imágenes como aquella del single God save the Queen, en que aparece una foto de la Reina Isabel II con un imperdible en los labios y esvásticas en los ojos.

En cuanto a la música en nuestro idioma, supimos de la muerte del compositor y guitarrista argentino Chico Novarro (18 de agosto, 88), integrante junto a Palito Ortega del Club del Clan y, posteriormente, conocido por sus composiciones en diversos géneros, desde boleros como Algo contigo (1976), reactualizada por el vocalista de Los Fabulosos Cadillacs, Vicentico, en el 2003, tangos y nueva trova, como la entrañable Carta de un león a otro, grabada por el rosarino Juan Carlos Baglietto en 1983.

También desde Argentina, llegaron las noticias del deceso de Ricardo Iorio (24 de octubre, 61), punta de lanza del heavy metal gaucho, fundador de tres importantes grupos, V8 (1979-1987), Hermética (1988-1994) y Almafuerte (1995-2016), y Pablo Molina (2 de septiembre, 58), cantante y multi-instrumentista del conjunto de rock fusión Todos Tus Muertos, al que ingresó en 1994, año de su tercer álbum, Dale aborigen, que definió su estatus como animador de la movida alternativa del rock en español, con su combinación de reggae, punk, ska y sus letras de contenidos políticos y sociales.

La salsa noventera perdió a uno de sus one-hit wonders, el boricua Héctor Rey, conocido por la canción Te propongo, de su álbum debut, Al duro (1991). Otro histórico de la salsa nacido en Puerto Rico, el locutor de radio Hipólito “Polito” Vega (9 de marzo), la voz que presenta el disco de Willie Colón y Héctor Lavoe, Asalto navideño (1970); y el cantante y percusionista cubano Óscar Valdés (19 de octubre), de la primera formación de Irakere, fallecieron a los 85 y 86 años, respectivamente. El folklorista Tito Fernández “El Temucano” (11 de febrero, 1980) y el bajista original de Los Jaivas, Julio Anderson (25 de noviembre, 75), pusieron de luto a los melómanos chilenos. El productor y músico belga Lou Deprijck (19 de septiembre, 77), del grupo Two Man Sound, que hizo bailar a toda Latinoamérica con sus temas Disco samba (1979) y Coco loco (1991). Y Francesc Picas, integrante de Loco Mía, el recordado cuarteto español de los abanicos, falleció el 18 de noviembre, a los 53 años, activando la nostalgia de toda una generación.

Los seguidores del rock nacional quedaron estupefactos cuando se anunció, el 28 de diciembre, el prematuro fallecimiento de Pedro Suárez Vértiz, a los 54. Entre las dudas de quienes pensaban que era una broma del Día de los Inocentes, la muerte del ex vocalista de Arena Hash (1985-1992) y exitoso solista (1993 en adelante) se confirmó antes del mediodía. El compositor y guitarrista venía padeciendo, desde casi una década, de una extraña enfermedad neurológica que le fue quitando la capacidad de comunicarse, situación que lo alejó de los escenarios. Aun cuando la calidad de sus canciones es un tema debatible, nadie puede discutir su enorme popularidad y simpatía, conocido por su actitud relajada y carismática, ajeno a escándalos y apegado a su familia y amigos.

Otros artistas peruanos cuyas muertes ocuparon titulares fueron el bolerista Iván Cruz (6 de noviembre, 77); el compositor y maestro Jorge Madueño (2 de agosto, 80), padre de José Luis y Jorge “Pelo” Madueño; o el cantautor Raúl Vásquez (18 de abril, 74), compositor del hit de la nueva ola La plañidera (1969).

Los casos de Milagros Soto “La Princesita Mily” (22 de mayo, 57) y Abelardo Gutiérrez “Tongo” (10 de marzo, 65) son dignos de resaltarse, por pertenecer a una subcultura popular con la cual muchos no nos identificamos pero que no deja por ello de tener una dimensión propia. Ambos formaron parte del movimiento urbano-marginal conocido como “música tropical-andina” o chicha. Ella limeña y él huancaíno, lideraron dos importantes grupos de esa época, Pintura Roja e Imaginación, entre 1983 y 1989.

Desde el año 2000 en adelante, “Tongo” se concentró más en un género diferente, la parodia musical, convirtiéndose en una personalidad de internet, muy popular entre las clases bajas y la farándula, por sus estrambóticas y, muchas veces, ridículas, versiones de conocidas canciones de pop y rock, reemplazando las letras originales por frases sinsentido, burlándose de su incapacidad para pronunciar el inglés. También tuvo temas propios como La pituca o Sufre, peruano sufre, de nulo valor musical pero muy replicadas en programas cómicos, de entretenimiento y redes sociales.

Finalmente, dos días antes de la Navidad, el público peruano lamentó el fallecimiento de Lisandro Meza (23 de diciembre, 86), cantante, acordeonista y compositor que fuera muy popular en nuestro país entre 1992 y 1998, con canciones como Senderito de amor, El macho, Trompo sarandengue, El hombre feliz y muchas otras. Conocido como “El Macho de América”, el artista colombiano visitó en varias ocasiones nuestro país, animando festivales populares en Lima y provincias. La trayectoria de Lisandro Meza comenzó en los años sesenta, como integrante de Los Corraleros de Majagual, probablemente la orquesta más importante de cumbias y vallenatos de esa época.

Otros notables que nos dejaron este 2023: Lisa Marie Presley (12 de enero, 54), hija de Elvis y ex pareja de Michael Jackson; el cantante y actor israelí Chaim Topol (8 de marzo, 87), conocido por su papel de Tevye en el musical Fiddler on the roof; la soprano lírica italiana Renata Scotto (16 de agosto, 89); Kaaija Saariaho (2 de junio, 70), compositora vanguardista de Finlandia; Angelo Bruschini (23 de octubre, 62), guitarrista británico de Massive Attack; George Winston (4 de junio, 73), pianista norteamericano de new age.

IN MEMORIAM 2022

IN MEMORIAM 2021

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[EL DEDO EN LA LLAGA] Curiosamente, sin tener conocimiento de este estudio, esta realidad fue llevada a la pantalla en 1978 por el director de cine español Eloy de la Iglesia (1944-2006) en una película que en su tiempo fue considerada sensacionalista: “El sacerdote”. De hecho, algunos críticos de cine de la época calificaron sus películas de “groserías fílmicas”, pues el cineasta español no tuvo reparos en tocar temas provocadores en filmes como “El techo de cristal” (1971), “La semana del asesino” (1972), “Nadie oyó gritar” (1973), “Una gota de sangre para morir amando” (1973), “Juego de amor prohibido” (1975), “La otra alcoba” (1976), “Los placeres ocultos” (1977), “La criatura” (1977) y “El diputado” (1978). Por el naturalismo y la crudeza de sus películas, abordando temas incómodos, Eloy de la Iglesia ha sido comparado con cineastas como el italiano Pier Pasolini Pasolini, el alemán Rainer Werner Fassbinder y el español Pedro Almodóvar. Fuera de su afiliación al Partido Comunista de España, Eloy de la Iglesia compartía con los cineastas mencionados una condición humana de la cual nunca hizo un secreto y que se refleja en varias de sus películas: la homosexualidad.

Situándonos en Madrid de la segunda mitad de los años 60, cuando todavía Francisco Franco gobernaba España bajo el nacionalcatolicismo conservador compartido por la mayoría del clero —aunque en esos momentos ya se insinuaban algunos cambios modernizadores propiciados por el Concilio Vaticano II—, el film nos cuenta la historia del P. Miguel, un sacerdote de 36 años que entró al seminario a en su adolescencia —cuando solo tenía 14 años de edad— a instancias de su madre y que ahora se ve obsesionado por un impulso sexual que le lleva a sentirse atraído por una de sus feligresas y a tener continuamente visiones relacionadas con el sexo, como, por ejemplo, imaginarse a una chica en bikini de un anuncio echada sobre el altar cuando le está rezando a la Virgen, o imaginarse a una pareja de novios a la que está casando —ella ya embarazada— realizando el acto sexual, o durante un agasajo después de la Primera Comunión de los niños, imaginarse a su feligresa preferida realizando un coito anal con su esposo en medio de la celebración.

Cuando el P. Miguel le pide ayuda al P. Alfonso, párroco de una parroquia que —incluyendo a los dos mencionados— cuenta en total con siete sacerdotes, éste le achacará ser débil y no poder controlarse, por lo cual, a fin de evitar que entre en continuo contacto con los feligreses —que constituyen para él una tentación—, el obispo mismo decidirá relevarlo de sus obligaciones y le encomendará dedicarse a la catequesis de niños que se preparan para la Primera Comunión. Cuando el P. Miguel se sienta en el confesionario para confesar a los niños, se queda mirando las piernas de un infante de 8 años —que resulta ser el hijo de su feligresa— y se sentirá excitado sexualmente. Ya en el confesionario, cuando comienza a acariciar el rostro del niño, se levantará y huirá apesumbrado de la angustiante situación.

Todos sus esfuerzos por controlarse resultarán en vano. Incluso su visita a un cabaret, vestido de civil, en busca de una prostituta terminarán generándole angustia y sufrimiento. La prostituta le comentará ante su bochorno que tiene cara de cura, pero que eso es habitual, pues no sería el primer cura que acude al establecimiento en busca de sexo furtivo.

Lo cierto es que ni siquiera la autoflagelación y el uso de cilicios que se incrustan en su carne sangrante logran que el P. Miguel ahogue el deseo sexual que lo agobia. Por eso mismo, le confesará al Padre Alfonso lo siguiente:

«Es mentira que la carne sea débil. La carne es muy fuerte, y cuando ella manda, el espíritu no puede resistir. Es mentira, es mentira, P. Alfonso. Lo que de verdad es débil es el espíritu».

Cuando al final la feligresa la confiesa que se ha separado de su marido y que ella está enamorada de él, el P. Miguel cederá ante los impulsos naturales, teniendo sexo con ella, no sin un enorme sentimiento de culpa por considerar, según su visión moral, que ella está cometiendo adulterio y él, sacrilegio. En su locura obsesiva, el P. Miguel tomará la radical decisión de sacrificar la carne por el espíritu, y durante la Nochebuena se recluirá en su habitación para castrarse brutalmente con unas tijeras de jardinería.

Después de pasar por el hospital y una institución de salud mental, regresará a la parroquia, donde el P. Alfonso le comunicará que el obispo ha decidido que ya no puede seguir ejerciendo el sacerdocio. El diálogo generado constituye un diagnóstico certero de la condición enferma de la Iglesia católica:

«—Créame, me duele muchísimo no poder contar con usted. De verdad, a pesar de todo lo ocurrido, lo siento. Ya ve, el Padre Ángel ha dejado el sacerdocio para casarse. El Padre Luis y el Padre Manuel se han ido, cada uno por su camino. Ya no me quedan más que el padre Alberto con su música y el Padre Carlos con su inocencia. Cualquier día se irán ellos también. Y yo me quedaré solo, triste y viejo. Pero lo que más me preocupa es que esa soledad, esa tristeza y esa vejez son algo más que un problema mío. Son un problema para toda la Iglesia.

—Nunca imaginé que acabara usted mostrándose tan pesimista.

—Ya ve. Pero no crea. A veces releo la carta que me dejó el Padre Luis cuando se marchó y recupero los ánimos.

—¿Ah sí? ¿Y qué le dice?

—Escuche. Le voy a leer solamente el final. “Por eso, Don Alfonso, he tomado esta decisión. Porque creo que la Palabra de Dios es también Palabra de Dios al hombre, porque estoy convencido de que la salvación debe comenzar ya aquí ahora, en este mundo, en esta vida”. Fíjese, me he pasado la vida preocupado por la merienda, y ahora de viejo leo estas cosas, y ya ve, me emociono. Por eso le digo: no todo es pesimismo».

Todo ello se complementa con las últimas palabras que el P. Miguel, ahora un hombre destrozado con un futuro incierto, le dirige a la imagen del Cristo crucificado en el templo:

«¡Qué difícil resulta rezar cuando ya no se tiene fe! Pero me gustaría rezarte por última vez, incluso celebrar mi última misa. ¿Qué haces ahí crucificado durante tantos cientos de años? ¿A quién sirve? ¿A quién benefician tu sacrificio, tu dolor y tu sufrimiento? ¿Por qué? ¿Para qué? Siempre muestran tu mueca de dolor, tu corona de espinas, tus clavos en las manos y en los pies. Y, sin embargo, te tapan el sexo. Quizás te ocurre lo mismo que a mí. A ti también la Iglesia te ha castrado».

Somos testigos, pues, de la inmadurez afectiva y sexual de un hombre, castrado psicológicamente por un padre dominante y una madre sobreprotectora, que será incapaz de manejar sus afectividad y sus impulsos en la edad adulta, lo cual desemboca en una especie de paranoia obsesiva que lo hace proclive a las obsesiones sexuales e incluso lo podría hacer caer en la pederastia —cosa que no llega a ocurrir en el film—. Asimismo, se trata de un magistral retrato sociológico del catolicismo español de la época, donde se presentan personajes como el cura conservador nacionalsocialista, el cura progresista, el cura que decide colgar los hábitos y casarse, el cura dedicado a la música y que vive en su nube, el cura inocentón, el párroco conciliador que no toma partido por nadie en aras de la convivencia pacífica de personalidades tan distintas en su parroquia.

En su época la película obtuvo malas críticas:

«Un nuevo engendro fílmico que ensancha esa vía particular de cursilería melodramática, erótico-sociológico-política que con tanta insistencia cultiva Eloy de la Iglesia» (Pedro Crespo en el diario ABC, 9 de junio de 1979).

«En “El sacerdote” asistimos a la puesta en escena de una castración. Castrado —simbólicamente— por su madre cuando a los catorce años le envía a un seminario para que se convierta en cura, el padre Miguel asiste a un dramático desdoblamiento interno. […] El mayor defecto, el menos perdonable, del cine de De la Iglesia son sus personajes. Arbitrariamente construidos para servir a los didácticos objetivos de sus historias, sus personajes no resultan nunca creíbles, verdaderos. De la Iglesia es tan incapaz para retratar con un mínimo de objetividad a un diputado de derechas —“La criatura”— como a uno de izquierdas —“El diputado”— o a este atribulado sacerdote» (Fernando Trueba, en el diario El País, 1° de junio de 1979).

Aún así, la descripción más certera y exacta la hace el mismo director de la película:

«Es la historia de una obsesión, un hombre sin acceso a la vida sexual, castrado psíquicamente, que acaba castrado físicamente. […] Es una película agresiva y tremendamente popular, muy inmediata, cotidiana, que tiene una gran capacidad de sugerencia a todos los que hemos tenido una formación religiosa en la generación de los sesenta. Presenta la historia de un tipo determinado, un hombre castrado como ente sexual por su ideología y sus creencias determinadas. El hecho de que sea un sacerdote es un dato anecdótico, pero no del todo significativo. La película no lleva ninguna clase de mensaje o moral; quizá la tesis esencial sea la necesidad imperiosa de la libertad y el acceso a una libertad sexual». (Eloy de la Iglesia, el diario El País, 23 de mayo de 1979).

Se trata ciertamente de una película atrevida y provocadora que no podría realizarse en la actualidad, pues contiene escenas problemáticas, no solamente la de la excitación sexual del P. Miguel ante un niño, sino también un recuerdo de su infancia donde se baña desnudo con otros menores adolescentes, entre ellos compiten por ver quien tiene el miembro más grande y al final uno de ellos se folla una oca mientras otros se masturban en su presencia. O la misma escena de la autocastración, que no se anda con remilgos al momento de su puesta en imágenes.

Sin embargo, ante todo lo que se ha llegado saber sobre lo que ocurre en las trastienda de la Iglesia en ámbitos clericales y religiosos, la que alguna vez fue considerada una historia sensacionalista se queda corta, pues la realidad de la vida sexual secreta de los clérigos resulta mucho más cruda y descarnada de lo que revelaba este film profético.

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[PIE DERECHO]  El 27 de marzo de este año Sudaca publicó un informe donde revelaba que el fiscal encargado de la Tercera Fiscalía Corporativa de Santa Rosa, Abelardo Caycho Ramos, había redactado un acta fiscal, elevada a la secretaría general del Ministerio Público, en la que daba cuenta de presiones indebidas de los fiscales Andy Rodríguez y Max Castro para archivar un caso contra el sentenciado Walter Ríos, cabecilla de Los Cuellos Blancos.

A renglón seguido, Sudaca no recibió una carta aclaratoria, no sufrió una querella por difamación ni ningún desmentido por parte de los imputados. ¿Qué hicieron? Violentando todo el orden legal vigente y abusando de su poder, incluyeron al suscrito, junto al periodista César Romero de La República, en una investigación reservada, bajo la hipótesis absurda de pertenencia a una presunta organización criminal, y en base a ello ordenaron el seguimiento, reglaje, chuponeo telefónico y videovigilancia de los mencionados desde el 5 de abril hasta fines de noviembre, cuando el caso es archivado por la inexistencia de indicio alguno que probara una imputación antojadiza, utilizada como excusa legal para espiar a periodistas y descubrir sus fuentes informativas.

Al respecto, se han pronunciado IPYS, la Sociedad Interamericana de Prensa y el Consejo de la Prensa, condenando un hecho escandaloso y que podría estar afectando en estos momentos a otros colegas de prensa, inadvertidamente, porque se hace bajo la ladina figura de “investigación reservada”.

La Junta Nacional de Justicia debería actuar de oficio en este caso y proceder a evaluar la conducta procesal de los fiscales mencionados, quienes siguen en funciones, y son un peligro para la normalidad jurídica de cualquier democracia que se precie de serlo.

No es posible que se violente el derecho a la intimidad, en función del abuso de poder de un par de fiscales denunciados por haber cometido irregularidades en un proceso como el de Los Cuellos Blancos, teñido de sombras, como ha denunciado Sudaca en reiteradas ocasiones.

Nos reafirmamos en que el Ministerio Público, en general, necesita ser acotado en sus prerrogativas legales, puesto que, en manos de fiscales inescrupulosos, se convierte en una chaira que no se arredra en violentar la libertad de prensa con tal de lograr sus turbios propósitos.

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[EN UN LUGAR DE LA MANCHA] Sin embargo, no es este el tema que quiero tratar aquí, aunque todo lo que se diga en esta columna guardará siempre vinculación con la lectura. Quisiera comentar tres hechos puntuales. Este año, como recordarán, la Feria Internacional del Libro de Lima tenía como país invitado a México, pero un exabrupto político hizo que el señor López Obrador pateara el tablero y rechazara la invitación. Eso, felizmente no empañó el evento. La FIL se realizó de igual modo, con gran afluencia de público, buen nivel de ventas, pero eso sí, con la pena de no contar con el invitado, un país de poderosa tradición literaria.

El segundo hecho que quiero puntualizar es el siguiente: hacia fines de octubre, si mal no recuerdo, el Congreso de la República, en uno de sus pocos aciertos en materia de cultura, acaso el único, hizo que la exoneración al IGV al libro en el Perú fuera permanente, de modo que no se tuviera que pasar cada tres o cuatro años por la ordalía de renovarla. Motivos ajenos a la actividad editorial (los vaivenes en el precio del papel, por ejemplo) no han provocado quizá un reflejo inmediato en el precio de los libros, pero no deja de ser una buena noticia que se cuenta con ese respaldo legal. Lo pendiente: la devolución del IGV a los editores, sobre todo a los independientes, cuyo volumen de ventas es sustancialmente menor al de sus megacompetidores.

El tercer punto es la Feria Ricardo Palma, tradicional reunión de libreros que se realiza siempre en la parte final del año, en el parque Kennedy de Miraflores, su lugar natural, aun cuando en el pasado se intentaran otras locaciones. Hubo gran afluencia de público, actividades de interés y muchas novedades bibliográficas tanto locales como extranjeras. Como para no quejarse.

Finalmente, el Ministerio de Cultura realizó durante el año 2022 la Encuesta Nacional de Lectura, a nivel nacional y con una convocatoria masiva que llegó a casi 70 mil encuestados. ¿La magnitud del universo de esta encuesta la hará más confiable? Se espera que sí y ojalá que así sea. De cualquier forma será una herramienta útil para saber en qué situación estamos exactamente en materia de lectura. Por ahora solo un botón: el incremento de lectoría per cápita por año llega a 1.9, casi 2. ¿No es una buena noticia? Lo es, sin duda.

La pelea por la lectura tiene que librarse también en hogares y escuelas. Los padres deben comprender de una vez la importancia de formar el hábito lector en sus hijos, porque de esa manera estarán contribuyendo a construir futuros ciudadanos sensibles e informados; la escuela, por su parte, debe planear estrategias de lectura más realistas y que permitan una conexión más profunda entre el estudiante y la realidad nacional, sin perder de vista el aspecto lúdico y placentero que debe acompañar el gesto de tomar un libro entre las manos.

Si podemos decir que el 2023 fue un buen año para el libro y la lectura en el Perú, no debemos dejar de lado que hay muchas y más grandes tareas por delante. Sigamos trabajando por un país de lectores. No puede ser malo informarse, analizar, juzgar críticamente, interpretar y conocer más a fondo del mundo en que vivimos. Amén.

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[PIE DERECHO] Hace un par de días escribí una columna señalando que la única manera de que el país recupere la confianza perdida en su mejoría, pasaba porque adviniese un régimen de derecha o de centroderecha y que la eventualidad de un triunfo de la izquierda nos llevaría a un hundimiento mayor en la crisis multisectorial que transitamos.

Varios amigos de izquierda que mantengo desde hace décadas me llamaron a recriminarme mi sectarismo y a mostrarme decenas de ejemplos de administraciones de izquierda que habían logrado prosperidad y desarrollo para sus países (muy puntualmente, fue mentada la experiencia de la Concertación en Chile).

De hecho, sí es factible admitir que puede haber gobiernos de izquierda económicamente exitosos, pero en todos los casos que ello ha ocurrido, ha sido porque han admitido previamente la vigencia de una economía de mercado, matizada, en el caso de los gobiernos de izquierda, por políticas institucionales y sociales más progresistas o liberales, pero que la mantenían como lecho rocoso.

Eso, lamentablemente no sucede en el Perú. Acá, un sector de la izquierda fue evolucionando favorablemente cuando, primero, abandonaron las tesis revolucionarias referidas a la captura violenta del poder, y reconocieron a la democracia como la única vía de ascenso al poder. Ello aconteció hace ya décadas. Pero ese proceso político no ha venido acompañado de un proceso equivalente en lo económico, donde superviven posturas populistas o estatistas, sin rubor ni empacho.

Ni siquiera el sector moderado de la izquierda peruanas admite políticas de mercado, pro inversión privada, pro empresa, pro libertades económicas. Y ello saltó más a la vista cuando esa izquierda se prestó, dócil y solícita, a los devaneos gubernativos del nefasto régimen de Pedro Castillo. Allí se le vio el verdadero calzón a la izquierda peruana.

Y junto a ello se aprecia también una involución de su progreso político, cuando se llena de remilgos para condenar las tropelías antidemocráticas de regímenes como el cubano, el venezolano y el nicaraguense. Se cimbran hasta el paroxismo para no llamar a las dictaduras en esos países como lo que son, poniendo de manifiesto -y ese es el problema- que no le harían ascos a la eventualidad de seguir los mismos rumbos en el Perú de acceder al poder.

Por todo ello es que la posibilidad de que la izquierda realmente existente en el país vuelva al poder el 2026, constituye una seria amenaza a la viabilidad política, económica y social del Perú.

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Crisis Multisectorial, economía peruana, izquierda peruana

[EN LA ARENA] En estos días de fiestas es casi imposible escapar de las ganas de hacer un balance del país. Las juntas con amigos y familiares nos muestran siempre que no es tan fácil vivir en un país tan obviamente complicado. Y la condición más clara, que nos han explicado hasta el cansancio, década tras década, diversos autores, es que disfrutamos el excluirnos radicalmente entre nosotros. Un ejemplo concreto y directo: actualmente sólo el 20% de nuestra economía es informal; sin embargo, más del 70% de peruanos (y en algunas regiones hasta el 90%) tiene un trabajo informal. De todos ellos, más de un millón de niños, niñas y adolescentes ha tenido que abandonar el colegio para empezar a trabajar así, informal o peor aún, ilegalmente, sufriendo el ser víctima de un trabajo forzado o sexual.

Mientras tanto, la presidenta que tenemos en este momento (contra la voluntad de la mayoría de peruanas y peruanos) ha dedicado todo el año a viajar al extranjero, fotografiarse con celebridades y llevar un saludo de paz. Mientras tanto, aquí ella es indiferente y deja hacer a su gabinete y al Congreso. En el proceso judicial en el que se encuentra por las masacres que con su conocimiento se perpetraron (otro caso clarísimo de exclusión y crueldad racial con el que empezamos el primer trimestre del año) ella, la presidenta, sólo guarda silencio.

Inspirada probablemente en el delirante presidente de El Salvador, su labor como presidenta se ha reducido (o concentrado, cómo se lo quiera percibir) al de la seguridad urbana. Para ello ha decidido, como su homólogo, quebrar leyes y sentidos básicos del derecho. Por lo pronto, su apuesta por dar el control policial de las calles a los militares parece no haber presentado cambio alguno. Ahora dotará de labores fiscales a los policías. Además de si reduce o no la violencia urbana, el problema es su impacto en la legislación y los antecedentes que nos deja, permitiendo que se pueda ejercer violencia de parte del Estado.

Casualmente, desde el año 2021, las cifras de tasa de homicidios en el Perú han dejado de aparecer en los estudios divulgados sobre los índices de criminalidad en América Latina por las Naciones Unidas. Sin embargo, si comparamos las cifras del año 2020 con las de este año difundidas por encargo de entidades del gobierno, podemos ver que el número de personas lamentablemente asesinadas ha disminuido notablemente. El año 2020 fueron cerca de 1900 y hasta la semana pasada el Sistema Informático Nacional de Defunciones había registrado menos de 1,100. Sin duda el índice de 6 por cada 100 mil habitantes debe haber disminuido y haber mantenido nuestra estabilidad en la región, en donde países como Colombia, Ecuador, México u Honduras, superan tasas de más de 25 hasta de 38 como alcanzó El Salvador hace algunos años.

Si el índice en Perú está bajando, queda la pregunta de por qué la presidenta insiste en quebrantar el sistema jurídico en nombre de una violencia que los medios presentan falsamente como haber “batido récord”. Porque así, la presidenta alimenta la exclusión, el odio al migrante, la sospecha contra el pobre.

En estos días de fiesta, también resulta imposible no soñar. En toda esta historia de manipulación de la información, la prensa y los rezagos de partidos políticos tienen un papel fundamental porque la exclusión se alimenta de la mentira, en cambio la solidaridad, con la búsqueda de la verdad. La exclusión no quiere que nada cambie, la solidaridad siempre quiere que seamos más y mejor. El país somos “todos”, mucho más que “nosotros”. Mi deseo para el 2024 es que al menos un medio de comunicación nacional y al menos un partido político también nacional, tenga la capacidad de proponer como salir de este mundo de trampas y engaños, de sangre y de fuego, para mirarnos, cuidar nuestras tierras de los delincuentes y dejar que nuestras niñas, nuestros niños puedan crecer en plenitud.

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análisis crítico, Exclusión, Manipulación Informativa, Seguridad Urbana

[LA TANA ZURDA]  En el Perú, diciembre quema, por el cariño, por el ambiente, por la comida, por las fiestas, pero también, literalmente, por la manera de festejar que tenemos, de comprar y reventar «cuetes», o sea, cohetes, cohetones, cohetecillos, ratablancas, rascapiés, mamarratas, calaveras, pokerratas, luces de Bengala, en fin, toda una variedad de explosivos de diversos tamaños, colores y sonidos. El problema no es solo la gran cantidad de heridos que causan, hasta el punto de llegar a mutilar dedos y manos, sobre todo de niños dejados al descuido, sino que esto cada vez perjudica más a otros seres que cohabitan con nosotros.

A menudo y por tradición se han festejado las celebraciones de fiestas religiosas, y días cívicos, así como feriados patrióticos con fuegos artificiales. La pirotecnia aparece en las celebraciones de fiestas patronales, aniversarios y hasta conciertos. Era lindo ver cómo el cielo se encendía con formas y figuras psicodélicas que formaban figuras espectaculares, pero ese festejo –como los de la Navidad y el Año Nuevo– trae como consecuencia muy malos efectos tanto a la tierra donde vivimos como a los seres vivos.

En la actualidad ya se han evidenciado los problemas que conlleva el uso de estos explosivos hacia las personas con condiciones diferentes, autistas y personas que sufren enfermedades respiratorias. Asimismo, las personas que tienen síndrome de Down o alguna condición mental sufren muchísimo por las explosiones que emiten estos festejos. Y ni mencionemos a perros, gatos y mascotas en general, que literalmente sufren dolor por los ruidos tan altos, que, a la larga, solo contribuyen a lo que se conoce como contaminación acústica.

Realmente es bien cuestionable la forma de expresar de esa manera nuestra devoción, nuestro cariño y nuestra lealtad hacia algo que queremos. Más bien, deberíamos expresarnos de una forma en la cual no se dañe a nadie y no se malgaste el dinero en algo tan dañino y perjudicial.

Numerosas cuentas en redes sociales se quejan de tener que compartir un espacio limitado donde se prenden castillos de fuego y entre las humaredas y los ruidos, la gente no puede hallar tranquilidad. Las autoridades tratan de vigilar estos actos, pues realmente debemos considerar si pertenecen a nuestro siglo o no. La Superintendencia Nacional de Control de Servicios de Seguridad, Armas, Municiones y Explosivos de Uso Civil (SUCAMEC) es la rama de la Policía Nacional que viene desde hace años tratando de controlar la fabricación y el comercio ilegal de estos explosivos de «entretenimiento». Y lo más importante, su uso, pues muchas veces este se hace sin supervisión alguna y de ahí es que surgen los accidentados, que terminan abarrotando las salas de emergencia de hospitales, clínicas y postas médicas. Y a veces hasta la morgue.

Nuestra falta de conciencia cívica a veces nos lleva a actuar de manera absurda y peligrosa, atropellando los derechos de los demás y poniendo nuestras vidas en riesgo.

Si queremos un Perú mejor, empecemos por apoyar y difundir las campañas de prevención. Manifestemos nuestro sentido de la Navidad y los augurios de Año Nuevo de manera más pacífica y menos peligrosa. En vez de comprar cohetones, compremos chocolates, demos un abrazo a quien lo necesita. Recuperemos el espíritu fraterno de la Navidad. La explosión de cariño debe ir por dentro.

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Consecuencias, Festividades Peruanas, Impacto Negativo, Pirotecnia

[CIUDADANO DE A PIE] El XIX Encuentro Internacional de Periodistas, llevado a cabo a inicios de este mes en la ciudad mexicana de Guadalajara, tuvo como invitado a Pablo Iglesias Turrión. Politólogo, fundador de Podemos, exvicepresidente del Gobierno de España y actualmente periodista en medios digitales, Iglesias tuvo a su cargo la conferencia titulada “La delgada línea entre el periodismo y la política.” Su experiencia en movimientos sociales e instituciones democráticas, así como el hecho de haber sido el blanco de una intensa campaña de lawfare, permitieron a Iglesias abordar este complejo tema con un enfoque perspicaz e incisivo, el cual nos ha servido como punto de partida para hacer algunas breves reflexiones sobre el periodismo político en nuestro país.

El periodismo como política 

El desprestigio mundial que sufre la política ha alcanzado niveles paroxísticos en el Perú, donde el sistema democrático representativo atraviesa una profunda crisis causada, como ya ha sido dicho tantas veces, por la ausencia de partidos políticos dignos de ese nombre. Esta carencia se hace particularmente evidente en el paupérrimo nivel moral e intelectual de la mayoría de nuestros congresistas, incapaces como son de articular un discurso propositivo y medianamente coherente. Es en estas condiciones de dolorosa ausencia de liderazgos, que adquiere especial relevancia la observación que hace Pablo Iglesias sobre el nuevo rol que han adquirido los periodistas, en tanto que verdaderos actores políticos e ideológicos en nuestras sociedades. Son ellos quienes, con sus formas de jerarquizar, abordar y analizar la actualidad nacional e internacional, van modelando la opinión pública según sus propias convicciones, motivaciones e intereses. No creemos que exista actualmente un personaje político en nuestro país, cuyas opiniones puedan atraer más la atención que las de un Marco Sifuentes en “La Encerrona” o las de un César Hildebrandt en “Hildebrandt en sus trece”. “La gente ya no milita en los partidos políticos, sino en los medios de comunicación, y no existe proceso político trascendente sin ellos. El poder mediático es el poder político fundamental en sociedades en las que se deja a la gente votar”, afirmó enfático Iglesias.

Medios de comunicación y calidad democrática

El derecho ciudadano a la información veraz sobre los hechos de relevancia pública es, al mismo título que la libertad de expresión y de opinión, pilar fundamental que sustenta el buen funcionamiento de la democracia, de ahí su reconocimiento en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. A este respecto, Iglesias plantea dos preguntas muy pertinentes que tocan a la propiedad de los medios de comunicación: ¿Es posible que el periodismo asuma la función democrática que le corresponde, si grandes empresas con intereses económicos particulares, son las propietarias de lo que pueden ver, leer y oír los ciudadanos? Y ¿Tiene protección el periodismo independiente cuando los medios pertenecen a empresas privadas? La recientemente defenestrada periodista Juliana Oxenford podría, sin lugar a duda, responder apropiadamente a estas preguntas, de las que en última instancia, depende la calidad democrática de un país como el nuestro.

El paradigma Fox de los hechos alternativos

En su conferencia, Pablo iglesias hizo referencia a lo que él ha denominado “el paradigma Fox de los hechos alternativos” que recibe su nombre de la cadena norteamericana de noticias Fox, condenada a pagar 787,5 millones de dólares por propagar falsedades en torno a las elecciones presidenciales norteamericanas del 2020. Este paradigma periodístico tiene dos componentes: la legitimación de la mentira informativa con fines políticos, y la relativización de la verdad, consistente en dar versiones diferentes y hasta contradictorias sobre un mismo asunto, con el objetivo de que la gente tenga muchas dificultades para conocer la verdad. Periodismo no es, como afirma el politólogo español, “contar que alguien dice que llueve y que alguien dice que hace sol, sino abrir las ventanas y comprobarlo.” Ambos procederes pueden ser detectados en los medios de comunicación de nuestro país, los que en su inmensa mayoría defienden posiciones de derecha neoliberal. Así por ejemplo, en la portada del último jueves 21 de diciembre, el diario Perú 21 publicó en su portada el siguiente titular: “Fracasó paro contra Milei. Rígido protocolo de seguridad evitó bloqueos y actos de vandalismo de grupos de izquierda.” La realidad es que para ese día en Argentina, no se había convocado ningún paro (por lo que mal podría haber fracasado), sino que se trataba de la marcha trotskista anual conmemorativa -que suele convocar un número modesto de participantes- de las movilizaciones del 2001, que significaron la caída del fracasado gobierno derechista presidido por Fernando de la Rúa. En cuanto al controvertido (por ilegal) “Protocolo de seguridad” de la ministra Bullrich, ese mismo día por la noche, no pudo impedir la movilización de decenas de miles de ciudadanos de todas las tendencias políticas, que llenaron las calles en protesta contra las medidas económicas de Milei, medidas por cierto, muy del agrado, tanto de la línea editorial de Perú 21, como del resto de la prensa concentrada.

La relativización de la verdad es un método más sinuoso y no siempre fácil de detectar. El diario “progresista” La República, cuenta en su plantel de periodistas con dos connotados defensores del neoliberalismo: Rosa María Palacios y Augusto Álvarez-Rodrich, quienes disponen de espacios de opinión en este medio “muy de izquierda” (Palacios dixit) con el que ya quisieran contar personalidades de esa tendencia política. Ambos despliegan lo que bien podría calificarse como una estrategia de “hechos alternativos”. Así, mientras RMP defendía el derecho a la protesta y lamentaba las muertes extrajudiciales ocurridas durante las movilizaciones sociales en el sur del país, AAR abundaba en la tesis gobiernista -sin pruebas hasta el día de hoy- de que las mismas eran instigadas por grupos delincuenciales y extremistas aunadas a oscuras fuerzas foráneas de inspiración izquierdista, lo que desgraciadamente no podía sino justificar indirectamente su brutal represión. Al tiempo que RMP abogaba por un adelanto de elecciones como único medio para superar la crisis, AAR criticaba las marchas en pro de la renuncia de Dina Boluarte, asegurando que estas deberían exigir únicamente el cambio de algunos ministros. Cuando el pasado noviembre, RMP criticó duramente la afirmación de Dina Boluarte de que el Perú “estaba en calma y paz” recordándole la responsabilidad de su gobierno en 49 muertes extrajudiciales y los graves problemas de seguridad ciudadana existentes, el buen AAR afirmaba que Boluarte en el fondo tenía razón. Todo esto podría bien atribuirse al sano derecho de opinión y discrepancia, pero en todo caso, menudo problema habrán tenido los seguidores de ese medio de comunicación, para saber de qué lado se encontraba la verdad, y más aún para  entender cuál es su línea editorial… si es que tiene alguna. Hay algo en lo que RMP y AAR coinciden plenamente, aunque discrepen en ello con el 88% de los peruanos: mantener intocable la Constitución neoliberal de 1993 ¿Sorprende eso a alguién?

¡Feliz 2024!

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ideología, Periodismo, Política, propiedad, verdad

[PIE DERECHO] Ahora que por arte de la edad, la maduración (uno nunca deja de hacerlo), o haber ingresado a un perentorio círculo de lectura (el de Alonso Cueto), he recuperado el hábito de leer, que lamentablemente había perdido por falta de tiempo, sobre todo, aun cuando no haya llegado a los niveles febriles de dedicación a los libros que tenía en mi juventud, en razón del fin de año y la habitual puesta en blanco y negro de una lista de propósitos, expongo una lista de libros que he intentado leer, pero cuya finalización ha naufragado por desmotivación, o por no haberme sentido atrapado por el libro.

La guerra del fin del mundo, de nuestro orgullo nacional, Mario Vargas Llosa. No sé por qué razón, pero no me capturó y lo dejé, aunque según los entendidos sea una de sus obras maestras. La enfrentaré este año entrante. Es uno de los pocos libros que me falta de la vasta producción de nuestro narrador arequipeño.

Ulises, de James Joyce. Tengo que sacarme ese clavo. Quizás me ocurrió que lo empecé a leer de adolescente, porque estaba en los anaqueles de la biblioteca de mi padre, y me resultó incomprensible dada mi orfandad literaria.

Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes. Tarea mayúscula porque su dificultad no habrá variado cuando lo vuelva a abrir. Es el castellano del inicio del siglo XVII, disonante con el actual, y que exacerba la dificultad de su lectura.

Guerra y paz, de León Tolstoi, el monumental novelista ruso que no es de lectura difícil, hay que señalarlo, pero es la extensión del libro la que desalienta a quienes poco a poco nos vamos acostumbrando a textos cortos (las fiestas me cogen leyendo a uno de mis autores favoritos, el francés Éric Vuillard, su novela Una salida honrosa, sobre la guerra de Indochina, donde el párrafo corto y el capítulo breve, son su sello distintivo).

El Capital, de Karl Marx. Tuvimos con un grupo de amigos un intento fallido de formar un grupo estudios marxistas este año que concluye. Me propongo reanimarlo y, obviamente, parte esencial de ese grupo será leer la obra prínceps del filósofo alemán.

Moby Dick, de Herman Melville. Tuve el infortunio de leerla de niño en versión resumida e ilustrada. Entonces cuando hace poco la compré para leerla como corresponde, me desalentó su tamaño. Está en la lista de pendientes.

Se me quedan varios libros más en el tintero, Armas, gérmenes y acero, de Jared Diamond, terminar El infinito en un junco de Irene Vallejo, recomenzar alguno de los de Oliver Sacks (los tengo todos, debido a mi pulsión de comprar libros que sé que no voy a leer en el momento, y que me viene de la época juvenil, cuando no había importación de libros y si uno veía cualquiera en un estante debía adquirirlo porque si no, podía pasar buen tiempo para reencontrarlo), Los mitos griegos, de Robert Graves, sobre quien pesa una sensación culposa, porque de estudiante universitario vendí la edición de Losada que mi padre tenía y luego me tomó décadas volverla a conseguir en esa misma edición, para saldar esa deuda simbólica con mi progenitor.

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Clásicos, Desafíos Literarios, Libros, Propósitos Literarios
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