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Opinión archivos | Página 69 de 342 | Sudaca - Periodismo libre y en profundidad

Opinión

[AGENDA PAÍS] Hace poco, en una amena reunión social, uno de los asistentes recibió unos documentos relacionados con una infracción de tránsito en la Panamericana Sur.

Habiendo ya pasado varios procesos, sin respuesta a las autoridades ni pago de la multa por exceso de velocidad (el vehículo iba a más de 130 km/h cuando el límite era de 100 km/h), el caso había pasado a ejecución coactiva. Pequeño problemita.

La primera reacción fue de rebeldía, casi de ofensa, un cachetadón a nuestro bolsillo y a nuestra dignidad de intrépidos pilotos. Luego siguieron las sugerencias, como la del “no pagues que no pasa nada”, comentario que empezaba a generar entusiasmo el cual fue complementado por un comentario adicional de que en 4 años las multas prescribirían.

Luego de ver la foto adjunta al documento, donde se reconoce al vehículo y a un sonriente conductor, las siguientes reacciones fueron de una rebeldía distinta, que la velocidad permitida es muy baja (con lo cual coincido), que debería de haber una tolerancia (bueno de 100 km/h a 130 km/h difícil pero un 5% podría ser) o incluso alguien se animó a decir que recién pagaría una multa a partir de los 150 km/h.

Me atreví entonces a hacer un comentario nada inocente y quizá, poco pertinente para la ocasión. Aunque coincidía con algunos de los argumentos expuestos, argumenté que, si queremos construir de verdad una nación con valores deberíamos respetar la ley nos guste o no. La otra opción es buscar los mecanismos para poder proponer modificaciones, así se adaptan las leyes en beneficio de la sociedad y no solamente de unos pocos.

El cargamontón fue fenomenal, mi posición era ampliamente minoritaria. Felizmente nos conocemos hace tiempo, saben que me gusta provocar con el objetivo de buscar una reflexión, fuera del bosque, ya que lamentablemente nos hemos acostumbrado en el Perú a hacer lo que nos da la gana.

La ley de la selva en la cual vivimos no nos permite salir del subdesarrollo social que sigue generando brechas enormes, incentiva la informalidad y la corrupción a todo nivel, y agrega fuego al sentimiento de injusticia social que puede generar mayores desbordes violentos de los que ya hemos tenido.

Actuemos con el ejemplo. No porque muchos no cumplen la ley tenemos que actuar igual.

Es tarea de todos, pero principalmente de nuestras autoridades públicas, el implementar de una vez el curso de educación cívica y ser implacables con la corrupción, para que se escuchen las demandas de la ciudadanía y se sigan las recomendaciones de la OCDE para hacer políticas públicas que generen bienestar.

Pero nosotros, los ciudadanos de a pie, tenemos también el deber de colaborar activamente en una visión de país con valores y no ponernos al margen, en el mundo de la indiferencia y de la amoralidad.

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educación cívica, Multa, OCDE, políticas públicas

Dos grandes desafíos geopolíticos tiene que resolver la Cancillería en el corto y mediano plazo. Hasta el momento, la canciller Ana Gervasi se viene manejando con solvencia y profesionalismo y digitando correctamente ambos ejes de acción, pero es preciso trazar un derrotero que luego sigan los eventuales futuros ministros de Relaciones Exteriores y también los próximos gobiernos.

Uno de ellos, el de corto plazo, es el desafío que plantea la hostilidad manifiesta de los gobiernos de México y Colombia, socios de la Alianza del Pacífico, cuyos mandatarios, Manuel López Obrador y Gustavo Petro, se niegan a reconocer la legitimidad constitucional de Dina Boluarte e insisten en la ilusión de que Pedro Castillo regrese al poder, soslayando el rol corrupto, mediocre y golpista del correctamente encarcelado exmandatario.

Frente a ello, prudencia, mantenimiento de las relaciones comerciales y gestos diplomáticos de protesta reiterados, es lo que corresponde. Como López Obrador y Petro responden a una lógica ideologizada, no van a entrar en razón, pero el Perú debe actuar en función de sus propios intereses sin esperar que reconvengan dos gobernantes insensatos.

A mediano plazo es que se juega la alta diplomacia, y corresponde al lugar que debe ocupar el Perú frente al choque de dos potencias globales como los Estados Unidos y China, ambos con intereses económicos y geopolíticos en América Latina y con mayor agresividad la potencia oriental (aunque ya con mañas punibles como las que acaba de denunciar la ministra de Transportes).

¿Nos toca alinearnos con una de ellas? Todo parece indicar que el Perú debe jugar a mantener una prudente distancia respecto de un conflicto del que no somos parte y frente al que nos conviene guardar la mayor neutralidad posible (tanto los Estados Unidos como China son nuestros principales socios comerciales). Hay mayor cercanía geopolítica con Washington que con Beijing, pero la ascendente potencia económica de China debe llevarnos a una mirada pragmática y centrada en los intereses de Estado del país.

Se espera que el profesionalismo institucional de nuestra Cancillería, probado en reiteradas ocasiones (acuerdo de paz con Ecuador, tratados de libre comercio, fallo de La Haya con Chile, etc.), se mantenga y sepamos dar los pasos pertinentes en función de los intereses nacionales y no de los gobiernos, siempre pasajeros.

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Ana Gervasi, Cancillería, Gustavo Petro, López Obrador

[EMPRENDE] La intención de los artículos que he presentado durante este tiempo es la de sumar temas para el análisis y de manera terca insistir en la propuesta de debate entre los investigadores sociales o también económicos para que se pueda aportar soluciones de cambio y así abrir el camino para la comprensión. De esta forma, siempre espero encontrar alternativas para un posible crecimiento y desarrollo del país. El debate sobre temas sociales, económicos y también políticos creo yo, pueden marcar una agenda que trate y desarrolle las particularidades que se muestran en el día a día de nuestra población.

Son temas que buscan abrir un panorama para pensar y aportar alternativas, situándonos en un espacio donde las características culturales, sociales y económicas son muy variadas y la construcción de esquemas de supervivencia se basan en la realidad misma. La resiliencia de nuestros emprendedores, la migración interna de hace décadas reconfigurando el país, las contribuciones de nuestra diversidad ecológica vistas desde el mercado o la adaptabilidad social pensada o asumida naturalmente por historia y cultura, que los antropólogos, (no todos), avistan como un mecanismo de desarrollo autosostenido, son temas que vistos y analizados seriamente y sin pasiones, muestran, repito, una realidad  nueva y única, posibilitando un cambio a mediano y largo plazo.

En consecuencia, en este artículo, me permito poner un tema que me parece interesante y podría generar también debate o intercambio de opiniones, en el afán de explicarnos cuál es la definición que se puede dar a nuestra sociedad, que de por sí, creo yo es sui generis, producto de estar imbuida en un círculo vicioso que lo ha generado la corriente globalizadora y que nos pone, como un país periférico dependiente de los cambios motivados por el mercado internacional y dominante. Quizás por eso, la existencia de muchos emprendedores por necesidad y que buscan fortalecer la oportunidad avistada. Para ello, es importante revisar si somos una sociedad conformista,

La conformidad social la definen desde las ciencias sociales como el nivel en el que un individuo o grupo puede alterar su opinión y actitud para adaptarse y encajar en las normas de otro individuo o grupo. Asimismo, muchas de estas normas actúan de forma implícita, guiando la interacción y el comportamiento de los miembros que lo componen. La capacidad que tiene el hombre para la toma de decisiones de manera individual hace pensar, se dice, de un sentido de libertad, sin embargo, muchas personas, quizás todos nosotros, no somos conscientes que día a día somos influenciados socialmente. Ser conformistas es aceptar los cambios de creencias o de conductas debido a una fuerte presión de los grupos mayoría, modificando las disposiciones previas de los sujetos y direccionándolas hacia las normas establecidas por el colectivo dominante.

No es solo actuar como actúan los demás, es estar condicionados a cómo actúan normalmente, se pierde la autonomía y se cambia el comportamiento, los pensamientos y los sentimientos de las personas con respecto a una norma social. Se puede hablar de una mejor adaptación, es lo normal, se muestra cierta coherencia en el accionar diario, uniformidad y convivencia, o se podría también entender que las figuras dominantes, dominan también la vivencia diaria y es cómodo.

La normativa también genera conformismos sociales, pues ella contribuye a la búsqueda de la aceptación y lógicamente es válido, y por qué no también pensar que la masa comunicacional es influyente en la aceptación de un cambio y por ende de la pérdida de autonomía. Lo cierto es que una sociedad conformista o camino a serlo es punto de análisis, sobrando los casos que la definen como positiva o quizás negativa para el crecimiento de nuestro territorio y nuestra población.

A veces, nos conformamos sin creer realmente en lo que se va construyendo; la conformidad social pasa por una aceptación obligada de acuerdo a circunstancias que responden a una realidad implícita o explícita pero que solo busca ser atendida mas no aceptada interiormente. Otras veces nos alineamos creyendo en lo que la mayoría grupal ya nos propone y la hacemos verdad, ahí aceptamos por la presión social.

En resumen, el tema de conformismo social, nos permite analizar de cerca las motivaciones que cualquier grupo tendría para hacer valer la aceptación de lo que ocurre o de permitir construir a lo que verdaderamente no ocurre. El ser independiente genera alternativas de cambio, otra es parte de una situación generada por las masas. ¿La pregunta es, como nos definimos nosotros? ¿La sociedad peruana es conformista, es seguidora voluntaria o es rebelde cultural y socialmente hablando también? Creo que los emprendedores tendrían una primera respuesta. Esperemos que dice el tiempo

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antropólogos, Conformismo, desarrollo autosostenido, presión social

El transfuguismo es una de las peores calamidades que viene asolando nuestro sistema político. Fuera de casos aislados de migrantes partidarios, previos a los 90, es en el 2000 que este fenómeno se estrena, con la compra de voluntades políticas perpetrada por el montesinismo, que, con rumas de billetes, logró brindarle a Fujimori la mayoría congresal que necesitaba para su fallido periodo de gobierno 2000-2005.

Luego de ello, durante la transición democrática, hubo un periodo de relativa calma, porque los gobernantes supieron establecer pactos de gobernabilidad que otorgaron estabilidad y, por ende, hicieron innecesario el transfuguismo digitado. Así, Toledo pactó con el FIM, Alan García con el fujimorismo y Ollanta Humala con Perú Posible.

La desgracia volvió a sobrevolar los predios de nuestra política cuando Kuczynski amañó los votos del grupo de Kenji Fujimori en base a ofrecimiento de prebendas de gasto social a diversos congresistas regionales, logrando con ello, los votos que evitaron su vacancia (cuando se destapó el escándalo con los “mamaniaudios”, PPK tuvo que renunciar a la Presidencia).

El problema, sin embargo, siguió escalando y durante el gobierno de Castillo llegó a su cúspide, con el reclutamiento de los bautizados “Niños”, quienes a cambio de cargos públicos para allegados, proyectos en sus regiones y demás gollerías, simplemente, sin dejar sus bancadas, votaban a favor del gobierno en cuanta ocasión era necesario.

El transfuguismo es una perversión del voto popular. Altera el sentido del sufragio y daña a la democracia y al juego político limpio. ¿Cómo desterrarlo? Por lo pronto, emprendiendo la principal reforma política que el establishment político se niega a aprobar: las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO), que fueran sugeridas, sin éxito hasta ahora, por la Comisión de Alto Nivel para la Reforma Política, presidida por Fernando Tuesta.

Con ello, se acota la posibilidad de que ingresen a una lista de candidatos los que más dinero sucio ponen sobre y debajo de la mesa, se asegura una mejor selección de postulantes y futuros congresistas, y disminuye ostensiblemente la posibilidad de que los así elegidos vayan a ser materia prima dispuesta a venderse por un plato de lentejas al gobierno de turno.

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antiestablishment, Fernando Tuesta, Kuczynski, mamaniaudios, montesinismo, Ollanta Humala, PASO, transfuguismo

[EN EL PUNTO DE MIRA] El país pasa por un malestar social permanente contra el Estado (que es deficiente para canalizar demandas), contra la forma de abordar la informalidad en la economía, en la sociedad y la política del Perú, y contra el centralismo limeño que acompaña al proceso de descentralización que estamos viviendo. Así estamos desde hace un buen tiempo.

Demostraciones de ese malestar social las hemos podido apreciar en diversos momentos. Ahí tenemos las marchas de miles de jóvenes que hicieron que se derogue la Ley Antilaboral juvenil del año 2014. También tenemos el mal manejo político que tuvo la exalcaldesa Susana Villarán en el traspaso al Mercado de Santa Anita de los mayoristas informales de La Parada, en el que hubo dos muertos, y los diversos conflictos en torno al pésimo manejo del canon de los gobiernos regionales. Estos casos nos detallan cómo termina la insatisfacción social permanente: en conflictos sociales aislados sin articulación alguna a mediano y a largo plazo en plataformas políticas nuevas o dentro de las ya existentes.

Mi hipótesis es que las reformas de ajuste en los años noventa generaron la no adaptación de las organizaciones civiles vinculadas a los partidos políticos a las nuevas necesidades de la gente. Perdieron su sentido común (las ideologías ya no funcionan como atajos cognitivos) y estos pasaron a ser receptivos de lo que los medios de comunicación y redes sociales ofrecían. El peruano se ha acostumbrado a un crecimiento económico informal. Estos aspectos, entre otros, afectaron a la política partidaria y a la oferta política en general. Hay mucha desconfianza.

¿Cómo recuperar la confianza para la revitalización de la política partidaria? Es difícil responderlo, dado que aún transitamos por un escenario poscolapso del sistema de partidos en el país. Lo más práctico sería describir cómo funciona actualmente una democracia sin partidos. Sobre el tema existen varios estudios.

Pero haciendo trabajo de campo para un estudio que he realizado para mi tesis de maestría, he notado que no todo está perdido sobre la política partidaria en torno a ejes programáticos. De acuerdo al caso que investigué, existe la posibilidad de realizar trabajo político partidario vinculado a un contexto de alta fragmentación y organización mínima. El caso de Acción Popular es uno de ellos.

Ello nos demuestra que si bien existen –como regla general– membretes y políticos dispersos en el mercado electoral peruano, se puede formar política partidaria ubicando elementos de ese malestar social que generan división política para la formación de una identidad política o para resignificarla.

Sé que el reto es mayor para ello, porque también se necesitan otros incentivos y recursos que no sean solo sociales o geográficos, sino también institucionales. Y sobre esto hemos visto que vamos en otra dirección. La no reelección de presidentes regionales y congresistas no es la solución al problema de corrupción en las regiones.

En fin, volviendo al tema, es importante señalar cómo se ha reconfigurado la política partidaria. Actualmente se habla mucho de que seguimos en un estado de ánimo que no encauza políticamente.

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Malestar social, política partidaria, Susana Villarán

En entrevista publicada hoy en El Trome, Keiko Fujimori no descarta la posibilidad de volver a postular, contra toda crítica hecha al respecto por sus adversarios y analistas políticos independientes, pero lo más relevante, a juicio de este columnista, es su señalamiento de que anda buscando un candidato de consenso.

Acierta en ello Keiko Fujimori. Se necesita que los principales partidos de centro y derecha aglutinen esfuerzos y lancen un candidato potable, capaz de derrotar al autócrata que va a surgir de las canteras de la izquierda antisistema (felizmente, hoy la izquierda se ha fraccionado y lanzará al menos siete candidatos).

Y en este esfuerzo no puede haber principismos infantiles (“nada con el fujimorismo” o “nada con el aprismo”) que ya se empiezan a escuchar en algunos pasillos políticos de las nuevas agrupaciones derechistas surgidas. Se debe buscar un consenso básico entre la derecha liberal, el fujimorismo, el aprismo, Alianza para el Progreso, Renovación Popular y Avanza País (si mantiene el talante liberal que le imprimió Hernando de Soto). Por allí va la cosa o debería ir.

No solo se trata de una acción política pensada en pasar a la segunda vuelta y allí triunfar, sino en la urgencia de asegurar una cuota parlamentaria importante en el próximo Congreso, que lo blinde al futuro gobierno respecto de la inestabilidad política que ha caracterizado los últimos lustros al país.

Va a tener que haber renuncias no solo electorales sino eventualmente doctrinarias menores, pero así ocurre siempre que se establecen pactos como el sugerido por la principal candidata de la centroderecha y lideresa indiscutida de un sector importante del país (no por gusto ha pasado a tres segundas vueltas en las últimas elecciones).

Se va a necesitar un candidato de consenso que luego pueda gobernar con relativa calma y superar los dos más graves problemas que nos aquejan: la zozobra política y la parálisis económica. Con ello resuelto, será posible atender otros problemas estructurales: salud y educación públicas, inseguridad ciudadana, regionalización, reforma político-electoral, etc. Es importante que Keiko Fujimori haya dado un paso político en esa perspectiva.

-La del estribo: gran puesta en escena de Patricia Villalobos y Javier Valdés, en la obra Pequeñas infidelidades, confirmando satisfactoriamente las expectativas anunciadas en este espacio hace un par de semanas. Va en el Teatro de Lucía y puede adquirir sus entradas en Joinnus.

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centroderecha, Congreso, Izquierda, Keiko

Hace bien el Congreso en buscar la reconsideración de la votación parlamentaria para lograr la ansiada bicameralidad. Es una reforma política importante, significativa en cuanto a su impacto en la mejora institucional democrática y que, por ende, tendrá efectos positivos en la marcha económica del país (ya está más que probado que a mejor democracia mayor crecimiento económico).

El Perú, en general, es un país de bajísima representación parlamentaria y haría bien en aumentarla, y aprobando luego mecanismos adecuados (distrito electoral múltiple, renovación por tercios, etc.) lograr que este poder del Estado no vea evaporarse tan rápidamente su legitimidad.

Algunos medios de comunicación se han abocado a hacer campaña en contra con argumentos falaces y haría bien el propio Congreso en lanzar una estrategia informativa que genere simpatías ciudadanas y que, además, permita lograr los votos suficientes en el Legislativo, para evitar el imprevisible pase a referéndum, que es como se tendría que hacer si prima la última votación, donde no se alcanzaron los 87 votos necesarios para que califique como primera votación en aras de una reforma constitucional plena y legítima.

El gran argumento de los que se oponen a esta reforma es, señalan, que se está metiendo de contrabando, entre otras cosas, la posibilidad de que los actuales congresistas puedan postular al Senado. Bueno, efectivamente ello se está permitiendo, pero eso no es malo, es muy bueno. Una de las peores desgracias de las reformas vizcarristas es haber prohibido la reelección parlamentaria y si al menos, con esta reforma bicameral, se logra acotarla, en buena hora.

Aprobar la bicameralidad es una gran reforma, muy positiva para la democracia y el país. Le otorgaría una mejor y mayor institucionalidad a uno de los contrapesos del poder que más desprestigio arrastra en las últimas décadas, y cuya desventura irradia, sin duda, también hacia el Ejecutivo.

Es una estupidez soberana y pone de manifiesto un alma política mezquina, oponerse a ella simplemente porque los autores del proyecto son los miembros de la bancada de Fuerza Popular. El antifujimorismo ciego y torpe no puede llegar a extremos de delirio tales que conduzcan a torpedear una reforma a todas luces benéfica para el país.

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Antifujimorismo, Bicameralidad, Congreso
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