Opinión

[MÚSICA MAESTRO] La muerte de la cantante Astrud Gilberto, el pasado 5 de junio, no generó en Luiz Inácio Lula da Silva la necesidad de publicar ningún homenaje en su nombre, cosa que sí hizo inmediatamente tras los decesos de Gal Costa (9 de noviembre de 2022) y Rita Lee (8 de mayo de 2023). Ni un post en Instagram. Ni siquiera un Tweet con foto que sirviera para levantar la noticia en medios locales e internacionales. Nada.

Aunque es esencialmente absurda, esta demostración de indiferencia del presidente de Brasil frente a una pérdida para el panorama musical de su país tan significativa como las otras dos podría llegar a entenderse, desde una mirada forzadamente ideológica. Lula es, después de todo, un cuestionado político de izquierda y, más allá de sus actuales acercamientos a los Estados Unidos de Joe Biden, quizás perciba a Astrud Gilberto como menos brasileña que las otras, actualizando un injusto estigma que persiguió a la cantante durante toda su carrera artística. Un poco tirada de los pelos la digresión, pero imagino a muchos tratando de justificar una descortesía injustificable.

Lo que sí resulta difícil de entender es que otros iconos culturales de Brasil, aun vivos y vigentes como Caetano Veloso, su hermana Maria Bethania, Roberto Carlos, Gilberto Gil o Chico Buarque, se hayan sumado a este silencio invisibilizador, más aún si tomamos en cuenta que la voz de Astrud Gilberto fue responsable de hacer conocida a nivel mundial una canción que es considerada el segundo himno nacional del “gigante de Sudamérica” como quedó demostrado en la inauguración de los Juegos Olímpicos de Rio 2016, la segunda más grabada de la historia, después de Yesterday de The Beatles. Me refiero por supuesto a la composición de Antonio Carlos Jobim (música) y Vinicius de Moraes (letra), Garota de Ipanema.

Nacida en Salvador de Bahía en 1940, Astrud Weinert aprendió desde muy pequeña a hablar varios idiomas -su padre era un profesor alemán de lenguas y literatura- y, aunque le gustaba mucho la música -su madre brasileña cantaba, tocaba piano y mandolina- no soltaba la voz pues era demasiado tímida. De adolescente se hizo muy amiga de la cantante Nara Leão y a través de ella conoció a João Gilberto, con quien se casó en 1959, a pesar de la diferencia de edad -ella tenía 19 años y él, 28. El cantante, compositor y guitarrista, considerado “El Padre de la Bossa Nova”, fue uno de los principales difusores del nuevo ritmo en EE.UU.

A finales de 1962, el productor norteamericano Creed Taylor conectó al saxofonista de jazz Stan Getz con João Gilberto y Antonio Carlos Jobim, tras una exitosa actuación que ambos, junto con otros músicos brasileños, habían ofrecido en el Carnegie Hall de New York. Getz, por su parte, venía también explorando los nuevos sonidos de Brasil a través de álbumes a dúo con el guitarrista Charlie Byrd, como el influyente Jazz samba, grabado ese mismo año. Luego de algunos meses de coordinaciones y ensayos, los tres se juntaron en los estudios A&R de Manhattan, los días 18 y 19 de marzo de 1963, para registrar el material que, un año después, saldría editado bajo el título Getz/Gilberto featuring Antonio Carlos Jobim por el prestigioso sello de jazz Verve Records.

Cuando comenzaron a grabar Garota de Ipanema -tema que Jobim y de Moraes habían escrito para alabar la belleza de una jovencita carioca llamada Heloísa Pinheiro- a Taylor se le ocurrió insertar unas estrofas en inglés, para introducir la canción con más fuerza al mercado norteamericano. Para ello, convocó al letrista y compositor Norman Gimbel, quien adaptó la letra.

Como João Gilberto no era capaz de cantar en otro idioma que no fuese el portugués, sugirió que lo hiciera su joven esposa Astrud, de 24 años, quien estaba en el estudio, acompañándolo. A diferencia de João, ella no tenía ninguna experiencia formal como cantante, aunque sí había actuado frente al público en varias ocasiones junto a su esposo, estando en Brasil. Ella aceptó y grabó dos canciones, The girl from Ipanema y Corcovado, otra famosa composición de Jobim, que en inglés se llamó Quiet nights of quiet stars. El resultado maravilló a Stan Getz y a Taylor quien incluso, al lanzar el single, lo hizo suprimiendo las partes cantadas por João. Lo que siguió después fue una ola de infamias que cambiaron para siempre la vida de Astrud Gilberto.

The girl from Ipanema hizo que el LP Getz/Gilberto recibiera los Premios Grammy a Mejor Disco y Mejor Canción en 1965. La suave y susurrada voz de Astrud generó admiración a ambos lados del Atlántico. Sin embargo, se encontró con dos inesperados frentes dispuestos a arrebatarle crédito, tanto en lo personal como en lo artístico. Por un lado, Stan Getz declaró que él y Taylor “habían descubierto a una simple ama de casa sin experiencia en el canto”. No conforme con ello, Getz personalmente se encargó de que Astrud Gilberto no recibiera regalías por su participación en el disco. Así, mientras que el saxofonista logró comprarse una mansión en New York con las ventas millonarias del álbum y João cobró 23,000 dólares por trabajar en el disco, a la joven cantante le pagaron, por única vez, 120 dólares por el mismo concepto.

Adicionalmente a ello, la prensa musical del Brasil ignoró su éxito, describiéndola como “una chica con suerte que estuvo en el lugar y el momento indicado”, cuyo único talento era ser pareja de un músico consagrado como João Gilberto. Este hecho afectó de forma irreversible la relación de Astrud con su país. Poco tiempo después, inició un complicado proceso de separación de João, con quien acababa de tener a su primer hijo, y se embarcó en una tóxica relación sentimental con Stan Getz, conocido en el mundo del jazz por ser un “bully” (una persona abusiva).

Luego de trabajar junto a su banda de jazz -y grabar este álbum en vivo, titulado Getz au Go Go (1964)-, forjó su propio camino sola, como cantante de jazz, bossa nova y samba. Así, Astrud Gilberto se unió a una larga lista de músicos brasileños que desarrollaron su carrera en los Estados Unidos, como la actriz y cantante Carmen Miranda (1909-1955), el guitarrista Laurindo Almeida (1917-1995), el percusionista Airto Moreira y su esposa Flora Purim (conocidos por su trabajo junto a Chick Corea en la primera formación de Return To Forever), el famosísimo pianista y director de orquesta Sérgio Mendes, entre otros.

Entre 1965 y 1970, Astrud Gilberto grabó ocho álbumes para Verve Records, estableciéndose como una de las voces más reconocibles de jazz en ese periodo. En aquellos discos, Astrud Gilberto hace gala del repertorio clásico del bossa nova, con canciones como Manha de carnaval, Bim bom, Felicidade, How insensitive o Meditation, escritas por Antonio Carlos Jobim, Luis Bonfá, João Gilberto, entre otros. También en ese periodo, la cantante tuvo mucho éxito con baladas jazz como The shadow of your smile, Fly me to the moon o Stay, algunas de ellas con arreglos del respetado director de orquesta Gil Evans.

Mientras tanto, las movidas artísticamente radicales del Tropicalismo y su ruptura con todo lo tradicional, sumadas a la propia decisión de la cantante de no regresar hicieron que su trabajo fuera ninguneado en Brasil, una situación que no la amilanó, pues continuó trabajando ya afincada en los Estados Unidos de manera permanente. Luego de su cuarto disco, el muy recomendable Beach samba (1967), su discografía se debilitó un poco, con lanzamientos como A certain smile, a certain sadness, junto a otro músico brasileño exiliado voluntariamente, el tecladista Walter Wanderley (1932-1986), en el que se percibe cierto desgaste en aquel estilo orquestado que venía desarrollando. Sus últimas producciones para Verve -Windy (1968), I haven’t got anything better to do y September 17, 1969 (ambos de 1969)- contienen covers de bandas de pop-rock como Chicago (Beginnings), The Beatles (In my life) o The Doors (Light my fire) que no alcanzan a redondear una propuesta sólida aunque tampoco mellaron su bien ganada fama como “la voz y rostro del bossa nova”.

Durante la década de los setenta, Astrud Gilberto reinventó su imagen y sonido, con un disco junto al saxofonista de soul jazz Stanley Turrentine, grabado en 1971, en el que destacan un clásico de The Carpenters, For all we know; Love story, conocido tema instrumental de la película del mismo nombre que fuera popularizado, en su versión cantada, por el recordado crooner Andy Williams; y un arreglo en bossa nova de Mulher rendeira -base de la conocida cumbia Mujer hilandera, muy popular en nuestro país- que recibió el nombre de Brazilian tapestry. Al año siguiente publicó Now, con temas orientados al pop-rock como Touching you o Where have you been?, combinados con los sonidos más tradicionalistas de General da banda, Baião o Zigy zigy za, compuestas por ella misma. En 1987 lanzó Plus, una colaboración con la orquesta del alemán James Last. Sería su último gran disco antes de iniciar un lento proceso de retiro de la escena musical, que se vio interrumpido en un par de ocasiones.

La primera de ellas fue cuando el conocido y exitoso cantante George Michael (1963-2016) la invitó a participar del proyecto Red Hot + Rio, el noveno disco colectivo organizado por una asociación llamada RHO (Red Hot Organization) que recaudaba fondos para la lucha contra el SIDA. Lanzado en 1996, este volumen de la serie Red Hot -que llamó muchísimo la atención en su momento por el nivel de los artistas que convocaba- estuvo dedicado a la música de Brasil. Astrud Gilberto cantó, a dúo con el excantante de Wham!, otra famosa composición de Jobim, Desafinado. Luego de ello, la cantante editaría dos álbumes más, Temperance (1997) y Jungle (2002), para luego dedicarse más a la pintura y la defensa de los derechos de los animales.

El sofisticado timbre vocal de Astrud Gilberto tuvo dos consecuencias opuestas que hasta hoy están presentes en la escena de la MPB y el electropop. Por un lado, influenció positivamente a diversas vocalistas surgidas en décadas posteriores, como por ejemplo la cantautora Marisa Monte, María Rita -hija de otra legendaria cantante brasileña, Elis Regina (1945-1982)- o Bebel Gilberto, la hija que tuvo João Gilberto con Miúcha, también cantante y hermana de Chico Buarque.

En la orilla contraria, el susurro natural de Astrud Gilberto, que conquistó el mercado norteamericano con presentaciones como esta, dio pie a la aparición de un estilo de voz femenina, extremadamente lánguida, que encontró de inmediato su lugar en una de las vertientes más odiosas y rentables de la música electrónica moderna, el lounge y el chillout, utilizadas generalmente como música de fondo para eventos sociales, restaurantes y hoteles de lujo. Ejemplo de esto último es la colección de discos compactos The Rio Series (2005-2008) -también conocida como “Bossa ‘n”– que, aprovechando la moda de ondas como las del Café del Mar (Ibiza) o Buddha Bar (Francia), reunieron canciones de los Rolling Stones, Guns ‘N Roses, Ramones y Bob Marley para grabarlas con aburridos arreglos de bossa nova electrónica.

Casi como si se tratara de una traidora a la patria o una peligrosa terrorista, la figura de Astrud Gilberto, quien falleció en su casa de Filadelfia, a los 83 años, ha sido borrada por completo del imaginario colectivo brasileño, mientras que el resto del planeta sí aprecia y reconoce su aporte a la expansión de uno de los géneros que más apropiaciones culturales ha sufrido a lo largo del desarrollo de la música popular. Esta indiferencia de los líderes de opinión políticos y artísticos brasileños no deja de ser incomprensible y decepcionante, en especial porque la historia de la cantante tiene todos los elementos para generar más empatía que rechazo, en particular en estos tiempos de reivindicación femenina y protección de la mujer ante abusos de toda clase.

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Astrud Gilberto, Bossa Nova, Garota de Ipanema, Lula, MPB, Música del Brasil

[CARTAS A MANUELA SAENZ] Querida Manuela,

He estado ausente unas semanas, decidí tomarme un viaje largo. Cada día de mi viaje fue un aprendizaje, fue un momento para descubrir que hay infinitas posibilidades, así como realidades coexistiendo. El mundo no es estático y rígido sino diverso y vivo. Necesitaba desconectarme, estar con amigas y amigos queridos, así como caminar por los lugares que ya caminé y conocer nuevos sitios.

En esa diversidad del mundo, tenemos la de los seres humanos. Sentada en el aeropuerto de Internacional O’ Hare de la ciudad Chicago, en Illinois, Estados Unidos, veía tanta gente diferente. Todos apurados buscando sus salas de embarque. Pasaban de todas partes del mundo: hombres árabes con sus turbantes y sus camisones largos llamados thawb o suriyah; mujeres musulmanas con túnicas, chilabas y burkas; africanos con sus colores alegres; los nórdicos gigantes rubios; los judíos ortodoxos vestidos de negro con camisa blanca y sombreros conocidos como biber hit – plano por arriba y forrado de terciopelo- así como jóvenes vaqueros con las uñas verdes o con pelucas rosadas. El mundo actual es más grande y diverso de lo que pensamos y estamos íntimamente ligados.

Esto me lleva a querer compartir contigo que, a nivel internacional, junio es el mes del orgullo de la comunidad LGTBIQ. Creo que debes tener varias preguntas hasta este momento como qué significa LGTBIQ y orgullo de qué. Te cuento, el último miércoles de junio a nivel internacional, dado que se replica en muchas de las capitales del mundo occidental, se busca reivindicar la dignidad humana básica y rechazar la discriminación que sufrieron y todavía sufren las personas lesbianas, gays, transexuales, bisexuales, intersexuales y queer. Ellos marchan orgullosos de ser diferentes.

Era la madrugada del 28 de junio del año 1969 cuando se produjeron los disturbios del bar Stonewall del barrio Greenwich Village de la ciudad de Nueva York. Era un sitio de reunión de personas gays, lesbianas, trans, bisexuales y otros de la comunidad; por este motivo, la policía realizó una redada. Hubo mucha violencia esa madrugada y a raíz de ello nace la decisión de marchar para pedir reconocimiento, aceptación y mejoras colectivas de esta comunidad hacia la sociedad.

Tú te vestías de Húsar, con pantalones montabas a caballo, tenías un rango militar y eso generó mucha polémica. La razón fue porque usabas pantalones, estabas en espacios de toma de decisiones y de poder que eran exclusivamente para varones. ¿Cuál es la relación entre usar pantalones y ser varón o mujer? Hoy en día las mujeres usamos indistintamente vestidos, faldas o pantalones, en tu época no era así.  Actualmente, se cuestiona por qué los hombres no usan vestido o falda o se cuestiona el clásico ejemplo del color celeste para identificar al varón y rosado para la mujer. ¿Cuál es la relación entre estas normas sociales y la anatomía humana? Ninguna.

Muchos hablaban de ti a tus espaldas, que eras poco femenina, que eras seguro una ¨machona¨ y prostituta con el Libertador y los Generales. Es decir, confundían la orientación sexual con la identidad sexual. La orientación, como explicaba una gran amiga lesbiana y activista, es la atracción de amor profundo hacia una persona de tu mismo sexo. Ella se siente mujer, le gusta ser mujer y se enamora de mujeres. La identidad sexual es cómo una persona se identifica, que puede o no coincidir con su cuerpo biológico. La identidad sexual tiene que ver con cómo uno mismo se percibe en el mundo. En tu caso, no sabían si eras heterosexual, homosexual, transexual o simplemente una libertina. Por eso me gusta escribirme contigo porque fuiste una transgresora, allá por 1821.

Al igual que tú creo que el amor es el amor. Creo que toda persona que ama no debe ser condenada ni mucho menos maltratada. Existen tantos casos en la historia que sufrieron hasta la muerte por amar a quienes no debían, como el mismo Oscar Wilde, quien en su impecable defensa en el juicio el que enfrentó por ser homosexual citó la frase de Lord Alfred Douglas de su poema Two Loves (impreso por primera vez en The Chameleon en 1894): “Soy el amor que no se atreve a pronunciar su nombre”. Hoy, en 2023, es inaceptable en una sociedad que se basa en principios de igualdad, fraternidad y libertad condenar a alguien por amar. Lo que todos y todas condenamos es la violencia en todas sus formas, el forzar a las personas adultas, niños, niñas y adolescentes a tener relaciones sexuales no deseadas o a tocamientos no deseados. Eso es lo que debemos penalizar que no tiene nada que ver con el amor hacia otros y uno mismo como la orientación sexual y la identidad sexual.

¿Sabes? Ahora que he estado en mi viaje por Europa y Estados Unidos cada vez los jóvenes rompen más con las identificaciones de género. Pintarse las uñas o el pelo de colores o ponerse pestañas postizas es común en la juventud. Sin distinción. Al final, la sociedad va cambiando, es inevitable cuestionar las normas y convenciones. La comunidad es actualmente una minoría, pero tengo la sensación de que estos jóvenes están abriendo paso a un cambio social más grande. Han pasado 200 años desde que te ponías uniforme militar y cabalgabas, Manuela.  Como dijo la gran Virginia Woolf, escritora británica considerada una de las más destacadas figuras del vanguardista modernismo anglosajón del siglo XX y del feminismo internacional: “Un yo que sigue cambiando es un yo que continúa viviendo”; es decir, cambiar es lo que nos permite seguir adelante, sin que nada nos detenga. ¡Feliz mes del Orgullo!

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Día del Orgullo LGTBQ+, identidad sexual, LGTBIQ

«Llamo a estas personas que nuevamente están anunciando la ‘tercera toma de Lima’ o la ‘nueva toma del Perú’, ¿cuántas muertes más quieren por el amor de Dios, acaso no les duele en el alma haber perdido a más de 60 personas en estas movilizaciones violentas? Ninguna de esas muertes la ha provocado ni la ha buscado el Gobierno», señaló la presidenta Dina Boluarte respecto de la anunciada protesta que grupos de izquierda han convocado.

Hay un error conceptual y moral de base en la declaración de la presidenta. Los muertos no se ocasionaron solos o los causaron los protestantes. Como se ha acreditado, fueron obra y gracia de excesos policiales y militares. ¿Qué nos quiere decir la gobernante? ¿Que de producirse nuevas protestas violentas, el gobierno reaccionaría represivamente igual que en diciembre y enero y, por ende, se volvería a producir la carnicería que se produjo?

No hay justificación alguna para lo sucedido, y las investigaciones fiscales presentes o futuras deberán acreditar las sanciones penales de quienes resulten responsables (Dina Boluarte y Alberto Otárola incluidos en la pesquisa) y ser debidamente castigados judicialmente.

Por más violenta que sea una protesta, por más que se tomen carreteras, bloqueen puentes, incendien locales públicos o privados, o se tomen aeropuertos, la respuesta no puede ser la muerte de sus autores. No hay pena de muerte para tales delitos (definitivamente, lo son). Lo que corresponde es la detención inmediata de los violentistas y su procesamiento penal.

El uso de las armas por parte de la policía o de las fuerzas armadas, cuando se les encarga labores policiales, solo es justificable legalmente cuando está en riesgo la integridad o la vida de los propios hombres de uniforme o de terceros civiles, por acción de los manifestantes que protestan. Así corresponde en un Estado de Derecho, como el que supuestamente nos ampara.

Eso es algo que, lamentablemente, la presidenta Boluarte no parece entender y por ello sus declaraciones, ignominiosas para los deudos y para la sociedad civil aún indignada por lo sucedido, indignación que, entre otros factores, explica el inamovible grado de desaprobación del régimen. Los muertos seguirán lastrando al gobierno mientras éste no enmiende, repare o haga justicia.

 

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[EN UN LUGAR DE LA MANCHA] El nombre de Franz Kafka designa a esa clase de escritor fundamental e insustituible tanto en el seno de su propia tradición (las literaturas alemana y Occidental, digamos) como en el resto del universo literario: Kafka pertenece a una lengua y una cultura, pero en el papel ha viajado intensamente por millones de lectores y ha ejercido un decisivo influjo en escritores de diverso origen que se han planteado, en algún momento, reflexionar desde la ficción sobre la condición humana. No postulo que todo escritor sea kafkiano; lo es, en mayor o menor grado quien pretende arriesgar su palabra para retratar el absurdo, la incomprensión, la crisis de la subjetividad de una época; para hablar de ambientes opresivos y realidades cercanas a la aberración.

Uno de esos viajes ha ocurrido recientemente entre nosotros. El destacado narrador peruano Jorge Valenzuela ha obtenido el Premio Copé de Ensayo 2022 con un volumen titulado Un mundo precario. Ensayo sobre la obra y la escritura de Franz Kafka. Es muy sugerente el hecho de remarcar en el título la palabra “ensayo” en clara alusión a un género que privilegia la especulación pero, en este caso, no su forma: se trata de cuatrocientas viñetas que van tejiendo un acercamiento puntilloso a muchos de los temas que se dan cita en el universo kafkiano: la ley, la condición de judío, la vocación por la escritura, la crisis del sujeto y el lenguaje, la angustia (asunto que Kafka lleva a niveles cósmicos), la contradicción, la vida siempre a merced de un phatos incontrolable, en fin, todo aquello que nos hace pensar en el adjetivo “kafkiano” para designar algo que nos provoca una profunda perturbación.

Aunque el texto tiene un planteamiento de naturaleza eminentemente fragmentaria, incluso calidoscópica, su lectura evidencia una organicidad que se demuestra en la lectura, ordenada o no, de los fragmentos que componen la totalidad del texto. Valenzuela parece haber apelado aquí a la idea de obra abierta de Umberto Eco, dejando al lector la libertad de elegir la aleatoriedad como método de lectura. Es posible también renunciar a dicha elección y seguir una lógica lineal, que será igualmente provechosa.

Cada viñeta tiene una cierta autonomía, pero eso no implica una desconexión. Cada viñeta, más bien, concreta un acercamiento. Por ejemplo, en la número 246, brevísima, se alude a una obra capaz de cancelar binarismos convencionales: “En el mundo de Kafka lo opuesto al amor no es el odio, lo opuesto es el orden establecido cuyo poder, oscuridad y anonimato lo aniquila todo” (p.148). La 329, por citar otro caso, se detiene en la autopercepción de uno de los grandes personajes de Kafka: “Es atrozmente conmovedor cómo Gregorio Samsa asume con naturalidad, pero sin dejar de sufrir, su condición de insecto. Es como si su nueva apariencia lo fuera afirmando en lo que es (alguien diferente de lo que es en su exterior): una persona en busca de aceptación y amor” (p.193).

El final del libro es crepuscular. Se representa la escena final del trayecto vital del escritor. Aquejado de un mal que lo ha dejado fuera de toda posibilidad vital, Kafka suplica a su médico que le inyecte morfina para terminar su calvario: “Su espantosa lucidez lo lleva a considerar que seguir viviendo, en las condiciones en las que se encuentra, es la peor muerte que se le puede imponer a un ser humano: ´Máteme´, le ordena a su médico, ´si no, usted es un asesino´” (p.234).

Un mundo precario es un trayecto crítico y reflexivo a través de la obra de un escritor emblemático y universal; un escritor al que George Steiner, en su célebre artículo “K” recomendaba encarecidamente leer como lee Valenzuela ahora: evitando “que la muralla china de la crítica no aprisione la obra, que el mensajero pueda pasar por las puertas del comentario”. Un mundo precario ofrece al lector agudeza en la mirada, libertad en la interpretación y una prosa más que estimable. Vala la pena internarse en él.

Jorge Valenzuela Garcés. Un mundo precario. Ensayo sobre la obra y la escritura de Franz Kafka. Lima: Ediciones Copé, 2023.

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Franz Kafka, George Steiner, Libros, Un mundo precario, universo kafkiano

El Congreso se siente impune, cree que sus actos no generan consecuencias políticas, que su desprestigio no afecta a todo el establishment político, que las barbaridades que se perpetran y las corruptelas que se develan pasan debajo del radar de la irritación ciudadana.

Porque en el caso de la presidenta Dina Boluarte se entiende de alguna manera su desaprobación, más allá de lo que haga. Que haya sucedido a un mandatario que tenía la aprobación de un tercio del país y que, además, haya ocasionado las muertes conocidas, justamente en las zonas castillistas, es un pasivo que difícilmente la abandonará, y que explica en gran medida los altísimos niveles de desaprobación que exhibe y de los que no se puede librar desde que asumió la posta presidencial.

¿Pero el Congreso por qué tiene tan alta desaprobación? Es verdad que el fenómeno es global, que los Legislativos no gozan de simpatías y que en el Perú en particular la gente lo aborrece (alguna vez un congresista me refería que al día siguiente de haber juramentado ya le mentaban la madre en la calle), pero el desastre nacional tiene otras causas.

A los sótanos a los que ha llegado el Parlamento actual, solo se llega con empeño y premeditación. Una tras otra, este Congreso ha dado muestras de mediocridad y corrupción, además de absoluta indolencia respecto de los pesares ciudadanos (la condecoración y develamiento del retrato de la expresidenta del Legislativo, Maricarmen Alva, no es, si no, un síntoma más de ese desprecio por la opinión pública).

Si a ello le sumamos, la ausencia total de un programa de reformas o iniciativas legislativas orgánicas, que se basen en la relativa mayoría congresal obtenida, se entiende por qué el desenganche, aparentemente irreversible, de este poder del Estado de la gracia ciudadana.

Y en ese plan, se llevan de encuentro el prestigio de las élites políticas, abonando y allanando el camino de un autócrata próximo, que prometa arrasar con el establishment. Tamaña irresponsabilidad debe ser denunciada y los integrantes de la clase política que no tiene curules deben mostrar la mayor distancia crítica posible de este engendro legislativo que las elecciones del 2021 parieron.

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castillismo, Congreso, Dina Boluarte

Ha salido con todo Keiko Fujimori a zarandear al gobierno de Dina Boluarte. Le ha enrostrado “una actitud triunfalista y con cero autocrítica”. “Después de ver eso, nos debe llevar a nosotros a un cambio de actitud porque si ella y su Gobierno no es capaz (sic) de hacer los cambios que corresponde, debemos nosotros de señalar justamente cambios en el gabinete”.

Así, ha pedido la salida de los ministros de Salud, Energía y Minas, Salud e Interior, nada menos. Y, por cierto, tiene razón. Son ministros que no dan la talla para las urgencias del momento y afectan directamente la viabilidad del régimen, contribuyendo a su permanente nivel de desaprobación ciudadana.

¿Le hará caso la primera mandataria? Es un juego gana-gana el de Keiko. Si le obedecen, reforzará su perfil opositor y de poder. Si desoyen su solicitud, la alineará con mayor distancia respecto de un gobierno con el que la ciudadanía la identificaba. Buen negocio político por donde se le mire.

Esta paulatina lejanía del fujimorismo y del oficialismo, puede traer, sin embargo, más allá del impacto político general referido, consecuencias directas en la gobernabilidad congresal y la anuencia facilista con la que hasta ahora contaba Dina Boluarte.

Una bancada grande como la de Fuerza Popular es el fiel de la balanza en muchas de las decisiones que se toman en el Legislativo y si se encrespa respecto de la voluntad palaciega, le puede ocasionar más de un problema. Baste mencionar la ola de interpelaciones y censuras que podrían venir (como ya ha insinuado la propia Keiko Fujimori).

Alguna vez lo dijimos: Dina Boluarte durará en Palacio, el tiempo que le demore a la derecha darse cuenta de que su permanencia allí afecta sus intereses políticos y particularmente electorales.

No ha llegado aún ese momento de ruptura total, pero es el primer paso de lo que podría ser un distanciamiento que luego sea seguido por otras bancadas de derecha, que sumadas a las de la izquierda resentida, siempre dispuesta al contragolpe, podrían reducir las probabilidades de que Dina Boluarte gobierne sin sobresaltos hasta el 2026.

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Dina Boluarte, Fujimorismo, Keiko

Pero también en otra novela crearía un protagonista así de intimidante y legendario. Y ese sería en “Meridiano de sangre”, una novela western, apocalíptica, cuyo personaje, el juez Holden, un ser maquiavélico, de dos metros y 50 kilos, albino y a su vez políglota e imponente por su sapiencia y sabiduría, le daría un sitial privilegiado en las letras norteamericanas, por el reconocido crítico literario, Harold Bloom, al considerarla como la figura más terrorífica de toda la literatura estadunidense. De la misma forma, Meridiano de sangre, le daría un espacio en el sagrado parnaso literario, al lado de otros otros grandes escritores que le influenciaron, como Melville, Hemingway o Faulkner. Del que entendió bien la lección que dejara para todo escritor comprometido con su arte: 99% de talento, 99% de disciplina y 99% de trabajo.

Pero su apetito literario no quedaría allí, tendría todavía guardado para sus miles de seguidores otro interesantísimo proyecto, y que sería publicado lustros después con el nombre de “La Carretera”. Texto de ciencia ficción, distópica, de prosa parca y minimalista, como en alusión de los restos que quedaba en ese mundo destruido, de paisajes devastados como la naturaleza alrededor. Todo es tan sombrío como hasta las conversaciones de sus personajes, que continúan por la inercia sin alma ni esperanzas. Estáticos. Inhóspitos. Fiel reflejo de lo que queda de ese mundo desgraciado y monótono. Esta obra, merecidamente, lo volvería conocido a nivel mundial y a su vez le daría el prestigioso Premio Pulitzer.

Al terminar de escribir esta columna, se me aparece un párrafo leído en Meridiano de sangre, que retrata el determinismo en varios de sus personajes, como la vida, nosotros, y el azar y su derrotero que muchas veces no tiene sentido común pero que existe y del que siempre estamos determinados: “Cuando los corderos se pierden en el monte se les oye llorar. Unas veces acude la madre. Otras el lobo”. Se va una pluma que deja un legado importante. Justo un 13 de junio, fecha en qué se celebra el día del escritor, y sin duda, Cormac McCarthy encaja perfecto con esta celebración. Nos vemos en la carretera, maestro.

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Meridiano de sangre, Stephen King

[EN LA ARENA] El expresidente Donald Trump compareció por primera vez el martes 13 de junio ante la Corte Federal de Miami por 37 cargos penales que enfrenta por haberse llevado, al salir de la Casa Blanca el 2021, documentos clasificados de la CIA, del Departamento de Defensa, de la Agencia de Seguridad Nacional, del Departamento de Energía y del Departamento de Estado a su resort en Mar-a-Lago. Los cargos también incluyen haber obstruido la recuperación del material. Como todos los analistas lo señalan, es el primer exmandatario de Estados Unidos acusado de cargos federales. Él único que pudo haber sido acusado a ese nivel fue Richard Nixon. Por eso es que en las afueras de la corte de Miami, esperando la salida de Trump muchos periodistas no dejaban de comparar la caída de ambos presidentes. Pero se trata de historias muy distintas. Esta acusación contra Trump tiene como preocupación que los documentos clasificados que almacenó en cajas en su visitado resort incluían información sobre la defensa y el armamento, incluido el nuclear, no solo de Estados Unidos sino también de países extranjeros, incluyendo tanto las vulnerabilidades de su país, como las represalias posibles ante ataques extranjeros. Una dimensión muy distinta a la que nos remite el caso de Richard Nixon cincuenta años atrás: el caso Watergate, con el que muchos están familiarizados por haber sido llevado a al cine y la televisión.

Desde que llegaron al gobierno, Nixon y sus colaboradores del Partido Republicano acosaban a políticos de la oposición y grupos de activistas utilizando la Oficina Federal de Investigaciones (FBI), la Agencia Central de Inteligencia (CIA) e incluso el Servicio de Impuestos Internos (IRS). Estas acciones salieron a la luz cuando fue detenido un grupo de integrantes del “Comité de reelección del presidente” por entrar a robar a la sede del Comité Nacional del Partido Demócrata de Estados Unidos, la cual quedaba en el complejo de oficinas Watergate de Washington D. C. Cuando se supo que “los ladrones” estaban vinculados al gobierno, el Congreso de los Estados Unidos inició una investigación. Nixon negó tajantemente cualquier participación, insistía en que se había enterado al mismo tiempo que el Congreso del robo. Pero un año y unos meses después, el 5 de agosto de 1974, la Casa Blanca entregó una cinta de audio grabada en la Oficina Oval de sólo unos días después del robo, en la que Nixon y otros funcionarios discutían cómo impedir la investigación del FBI para evitar ser implicados. Hasta los abogados de Nixon reconocieron que el presidente había mentido no sólo a ellos, sino a toda la nación. De inmediato, los congresistas de todos los partidos, más aún el republicano, declararon que apoyarían su destitución. Pero Nixon renunció de inmediato y abandonó junto con su familia la Casa Blanca. El Congreso, entonces, abandonó el proceso de destitución quedando a la espera de que se abriera la investigación penal a nivel federal. Sin embargo, contra toda expectativa, el vicepresidente Gerald Ford, apenas tomó el mando del gobierno, indultó a Richard Nixon. Con un indulto completo e incondicional lo eximió de cualquier crimen que hubiera cometido o en el que pudiera haber participado como presidente, basándose en que “el perdón” era en ese momento lo mejor para el país. Una suerte de fantasía fujimorista, digamos.

Nixon jamás aceptó ser culpable. Al parecer, Trump tampoco lo hará. Él culpa a Joe Biden, el actual presidente, de ser quien usa al Departamento de Justicia para ganar las elecciones del 2024. De poco sirven sus rabietas contra el fiscal. Temerosa, la ciudad de Miami esperaba miles de fanáticos defendiendo a su republicano. Pero que fueran tan pocos los seguidores que llegaron a la Corte a darle su apoyo, puede ser una señal de un país que ojalá despierte pronto de las mentiras de un hombre acostumbrado a sentirse por encima de la Ley.

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Mar-a-Lago, Nixon, Trump, Watergate

Del débil gobierno central se espera poco, a pesar de que, para hacerle frente a las protestas en su contra, sí supieron desplegar todas sus fuerzas del orden. Pero en el Congreso, ¿a nadie le interesa tomar esta batalla? ¿No puede este Congreso ponerse de acuerdo en al menos en un paquete de leyes en conjunto con el Ministerio del Interior que logren hacerle frente a la inseguridad ciudadana y la migración irregular? Temas que deberían ser transversales a las derechas e izquierdas.

Sin ir muy lejos, en Chile, el partido Republicano logró aprovechar muy bien el malestar ciudadano por el tema de la inseguridad ciudadana y convertirlo en una bandera política, que incluso les dio la mayoría en la nueva Asamblea constituyente. Pero en el Perú, no se oye, padre.

La inseguridad ciudadana seguirá siendo un tema que crecientemente preocupe a la ciudadanía, y será un eje de debate durante elecciones próximas, dándole ventaja al candidato o partido que sepa construir credibilidad sobre cómo solucionar el tema. Esto puede- peligrosamente- favorecer discursos radicales y antisistema, o puede ser aprovechado inteligentemente por los nuevos partidos que ostentan el poder en el 2026.

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