Lo primero a comentar de la conferencia del consejo de ministros de hoy tiene que referirse el pasmoso desorden explicativo de la misma. Un desastre informativo. Eventos de este tipo se destinan a aclarar y explicar, no a enredar y a obligar a la ciudadanía a descifrar de qué diablos se está hablando. Al final de la misma nadie sabía con claridad a qué regiones se refería ni cuáles eran las medidas restrictivas tomadas, que no eran explicadas en conjunto sino aisladamente y con distintos ministros de portavoces.
Lo segundo es un lamento. Porque indica que el gobierno repite, aunque atenuadamente, los errores de Vizcarra, como es creer que las restricciones físicas conducen a algo bueno. Más brutal que la cuarentena dictada el 15 de marzo por el gobierno anterior no ha habido. Y fue en el cumplimiento de esa cuarentena que la pandemia se disparó a niveles inimaginables. En otras palabras, las restricciones no parecen servir de mucho y probablemente estemos ante un ciclo natural del virus, ajeno a las restricciones indicadas.
Las medidas dominicales son, a mi juicio, el summum de la sinrazón. Es el día que menos gente sale a las calles y por ende hay menos aglomeraciones. ¿Por qué se insiste en prohibir la salida de vehículos y en algunas regiones de personas? ¿En base a qué data se ha establecido que las salidas dominicales son la causa del rebrote de la pandemia?
Lo que la conferencia de prensa debió señalar o los periodistas preguntar es cómo se va a dotar de camas UCI, plantas de oxígeno y personal intensivista ante el colapso evidente del sistema de salud pública. Pero de eso ni una palabra. Supuestamente, además, las cuarentenas tienen como finalidad lentificar al proceso para darle tiempo al gobierno de adecuar la respuesta sanitaria. ¿Se van a comprar unidades UCI? ¿Cuántas? ¿A quiénes? ¿Cuándo llegan? ¿Se van a montar plantas de oxígeno? ¿Cuántas? ¿Adónde? ¿Se va a cubrir la necesidad de personal médico? ¿Cómo? (¿por qué no se valida rápidamente, por ejemplo, los grados académicos de los médicos venezolanos que han emigrado a nuestro país y que en estas circunstancias pueden ser de utilidad enorme?).
En resumen, el panorama no resulta alentador. El gobierno peruano, como muchos en el mundo, no saben qué hacer y recurre a las restricciones, al parecer por seguir recetas anticuadas de los epidemiólogos o, lo que es peor, por contentar a cierto sector de las tribunas que se complace con encierros y mano dura, así sean contraproducentes por el enorme impacto económico que producen.