-Usted ha señalado que cuatro bancos (BBVA, BCP, Scotiabank e Interbank) concentran el 83% del sistema bancario. En ese contexto ¿El Banco de la Nación está en la capacidad de competir con la banca privada?

Potencialmente por su puesto. Pero para eso tienen que cumplirse varias condiciones. Pero quisiera retroceder un paso.

-Por su puesto.

Cuando hablamos de cuatro empresas bancarias que controlan el 83% del negocio, es obvio que no hay lugar para la libre competencia. Entonces estamos hablando de un mercado oligopólico. Es decir: pocos ofertantes frente a muchos demandantes. Ahí no hay opción para el libre juego de la oferta y la demanda. Por lo tanto, hay una mayor probabilidad de que ocurra un abuso de posición de dominio. Que en cristiano significa aprovechar el poder de mercado, como la capacidad de influir sobre los precios. Por ejemplo: el precio básico de la tasa de interés. Entonces, se necesita que haya más competencia y en esa lógica yo sí creo que una idea plausible es el ingreso del Banco de la Nación para que sea un competidor más.

– En la región hay ejemplos de bancos públicos compitiendo con el sistema privado…

Esto no es marciano. Desde 1953 el banco público de Chile, un símil del Banco de la Nación, compite en el sistema. Y lógicamente la competencia en el sistema es bienvenida porque genera más eficiencia y definitivamente -por ejemplo- mejores tasas en favor de los consumidores. Aquí de lo que se trata es de promover la competencia de un mercado concentrado. Este no es un tema político, sino de mejor funcionamiento de los mercados. ¿O los cuatro bancos que concentran el mercado no creen en la libre competencia? ¿O solamente es de la boca para afuera? Mucha gente habla de la libre competencia siempre y cuando no le toquen el mercado concentrado donde operan.

-El Estado suele ser ineficiente en la gestión de recursos. ¿Qué condiciones debe tener el Banco de la Nación para que sea un buen competidor?

Por ejemplo, se debe capacitar al personal en términos de riesgos crediticios. El Banco de la Nación no tiene ese personal calificado y tendría que incorporarse o recalificarse al personal en ese sentido. El banco no es miembro del Fondo de Seguro de Depósitos y debería serlo, porque obviamente ese es uno de los caballitos de batalla de la banca privada. Por eso estoy diciendo, este es un proceso que debería conducir a que el Banco de la Nación tenga las competencias necesarias para competir con la banca privada.

– Al ciudadano ¿Cómo le beneficiaría que el banco público compita con la banca privada?

El ciudadano de a pie se va a beneficiar con productos financieros a menor costo y -sobre todo- con un carácter descentralizado. Por ejemplo: el Banco de la Nación tiene una oficina en San Antonio del Estrecho, en la región Loreto. Se puede llegar ahí a siete días por río o en hora y media por avioneta. Ahí existe una oficina del Banco de la Nación que permite que los padres de familia puedan depositar los abonos o pagos de la universidad de sus hijos (en otras regiones). La gran ventaja del Banco de la Nación es que tiene una red descentralizada y llega a sitios donde no llega la banca privada. También se le debería potenciar la economía digital, el uso del internet de las plataformas, de comercio electrónico para promover operaciones en línea.

– Para que el público entienda cómo funciona el Banco de la Nación podría explicarnos ¿Con qué recursos se maneja? ¿Recibe recursos del Ministerio de Economía y Finanzas, tiene recursos propios o se sostiene por sus utilidades?

Sobrevive de sus propios recursos. No recibe un centavo del tesoro público, excepto el pago por el manejo de los recursos de la gestión de la tesorería. ¿De dónde sacan los recursos para sobrevivir? De sus propias operaciones. El año pasado, que fue un año malo, la utilidad neta del Banco de la Nación estuvo alrededor de los 660 millones de soles (en el 2019 estuvieron alrededor de 1200 millones de soles). El tema es, y eso es lo que no se dice, que la mitad de las utilidades del banco van derechito al tesoro público. En cualquier otra empresa o banco, las utilidades o se redistribuyan o se reinvierten y si estamos hablando de una empresa pública como el Banco de la Nación debería reinvertirse. Pero solo tiene esa posibilidad el 50%.

– ¿Usted considera que a la banca privada le preocupa o le teme que el Banco de la Nación ingrese a competir?

Yo creo que sí. ¿Qué significa más competencia en lo concreto? Productos de mejor calidad y a menor precio. Ese es el resultado de la competencia. Si decimos que estamos convencidos de que mercados perfectamente competitivos son los deseables en economía, porque son mercados más eficientes, entonces por qué negarse a esa posibilidad. Insisto, no es que eso pueda hacerse mañana. Hay una serie de etapas preparatorias para que el banco tenga las competencias que ahora no las tiene. Pero es factible. Si funcionó en Chile, por qué no aquí.

– Cambiando de tema, luego de 20 años, esta semana Moodys bajó la calificación crediticia del Perú ¿Qué pasa con la rebaja de la calificación? ¿Cómo nos afecta?

Aquí yo quisiera poner paños fríos. El Perú no ha perdido la condición de grado de inversión como emisor de deuda, sobre todo en el caso de deuda soberana. Lo único que pasa es que hemos descendido dentro de lo que es el grupo de banca de inversión, que es un grupo en el cual las posibilidades de entrar en default son casi inexistentes. Perú pese al downgrade todavía es emisor con grado de inversión. Lo que pasa, sencillamente, es que la reducción en la calificación, hace que sea un poquito más riesgoso de lo que era casi nada anteriormente.

-Antes de terminar, una curiosidad, ha tenido nuevamente algún acercamiento con el presidente Pedro Castillo luego de su alejamiento del equipo técnico de Perú Libre.

[Sonríe] Ninguno. De mi lado, dije las cosas que tuve que decir en su momento. Ese tema del deslinde con el señor Cerrón terminó siendo fundamental.

– O sea ¿Tendría que irse el señor Cerrón para que usted pueda colaborar con el gobierno?

Yo no sé si tendría que irse. Él es el dueño del partido, el dueño de la pelota. Si la pregunta es si me han contactado como la vez anterior, la respuesta es negativa. Y si lo van a hacer o no lo van a hacer habría que preguntarle al profesor Castillo, y a Cerrón de pasadita.

 

Foto de portada: Andina-Agencia Peruana de noticias.

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Banco de la Nación, Kurt Burneo

La demanda de nueva constitución, que parece ser el único punto de programa del presidente Castillo, no tendría por qué ser motivo de conflicto si se debatiera en los términos políticos normales, para los que existen cauces preestablecidos. Pueden avanzarse argumentos a favor y en contra, con seguridad acalorados, sobre el tema, pero así es el quehacer político. Y se gana o se pierde en la cancha, con todas las de la ley. 

Lo que no se debe hacer es colocar un tema propiamente político, incluso ideológico, por importante que sea, por encima del manejo de la agenda diaria, de las demandas urgentes de la población. De la gobernabilidad, en suma. 

En un texto muy conocido   el historiador Alberto Flores Galindo cita a Aristóteles que dice que: “la diferencia real entre democracia y oligarquía es pobreza y riqueza. Siempre que los hombres gobiernen en virtud de su riqueza, sean muchos o pocos, estaremos ante una oligarquía; y cuando los pobres gobiernan, estaremos ante una democracia.” Y concluye diciendo, a partir de la cita del estagirita, que “Democratizar el Perú significaría construir otro tipo de relaciones sociales y otra forma de organizar el poder. La democracia exige la revolución social.” Esa afirmación que suena subversiva, sobre todo en un país como el nuestro, no tendría por qué serlo. ¿Alguien puede negar que hay una agenda de exclusión y pobreza pendiente, aquella que, al hacerse cuerpo en la figura que representaba, como candidato, el profesor Pedro Castillo, lo llevó a la presidencia de la república?

Pero, esa revolución social no requiere de grandes movilizaciones, no se trata de tomar el palacio de invierno, ni de asambleas populares tipo soviets para concretarse. El presidente Castillo tiene, hasta que la población decida si quiere o no cambio de constitución, todo en las manos para realizar profundas transformaciones, muchas de las cuales ni siquiera requieren del amén del Congreso de la República. 

Atender las demandas de un electorado pendiente de sus decisiones para saldar aquella deuda histórica, en un contexto de minoría en el Congreso de la República, y una mayoría de la prensa opositora que no le va a perdonar ni cuándo estornuda, podría ser posible. Sin embargo, el señor presidente Pedro Castillo no está haciendo nada para alcanzar este objetivo que el destino puso a su alcance. Y él, y toda la izquierda que lo acompaña, están perdiendo una oportunidad histórica.   

Pedro Castillo, en suma, debiera estar resolviendo el dilema de iniciar el proceso de atender la deuda pendiente hacia una mayoría poblacional, con lo que, según Aristóteles, actuaría en democracia. Pero no es eso lo que está haciendo. 

 

Para Castillo no importa el ambiente

No voy a centrarme en la total ausencia de acciones políticas relevantes en todos los sectores, salvo la eficacia solitaria de Pedro Francke en el Ministerio de Economía. Quiero referirme a aquello en lo que, con toda razón y sin dudas, ya se ganó el rechazo y la animadversión de toda la comunidad ecologista y la duda e inquietud del pueblo indígena. 

El debate técnico entre los dos candidatos a segunda vuelta, ya fue anuncio de que para ninguno de los dos candidatos se trataba de tema relevante. El dúo Castillo/Cerrón es igual al fujimorismo en su desprecio por el cuidado del territorio. La señora Celeste no recuerdo qué, representante de Perú Libre en esa ocasión, tuvo una presentación vergonzosa. 

Lo que siguió, una vez en la presidencia, es que Pedro Castillo nombró como ministro del ambiente a un abogado, Rubén Ramírez Mateo, sin vinculación alguna con la agenda ambiental, y que además tiene el antecedente de ser abogado de invasores de terreno para vivienda en Lomo de Corvina, en Lima, que no solo no es terreno apto para edificar, sino que es zona de protección arqueológica. Ramírez es hombre de Cerrón que, no me cabe dudas, quiere usar ese ministerio para negociar –vaya uno a saber cuáles – condiciones con las mineras y otras empresas extractivas. 

Enseguida, desde ese ministerio a manos de tan inepta persona se objetó la promulgación de la ley, aprobada por el Congreso de la República anterior, que establecía la obligación de protección, descontaminación, remediación y recuperación de cuencas hidrográficas afectadas por daños ambientales, al tiempo que concedía derechos a los ríos, y para la que solo faltaba la firma del presidente de la república: Castillo la observó asesorado por el Ministerio del Ambiente, y pasó a archivo, y con eso afectó los intereses de millones de ese “pueblo” al que Castillo aludía tanto en sus discursos. 

Un ejemplo sobre cómo esto afecta, sobre un caso que leo en un post de denuncia de un amigo que trabaja en la zona. En Parinacochas, los pobladores del distrito Coronel Castañeda, al sur de Ayacucho, reclaman a la empresa minera Ares por la muerte de truchas en el río Suyamarca y la contaminación del valle Huancahuanca. Si el presidente Castillo hubiera promulgado esa ley que observó asesorado por el peón de Cerrón, los campesinos afectados tendrían un instrumento legal firme para su defensa. Pero no la tienen.

El proyecto de construcción de un ferrocarril desde una región del sur hasta la costa central del país, que tendría como punto de partida el “nodo minero” ubicado en el Cusco o en Apurímac para llegar hasta el puerto de Marcona en el Océano Pacífico, implica la participación de grandes empresas mineras como, por ejemplo, la china MMG que explota Las Bambas – comunidad con conflictos pendientes que el presidente del Consejo de Ministros dejó meciendo en el aire, como sabemos – y la Southern Perú sancionada y con funcionarios culpables de delitos ambientales. Esto subraya la voluntad de continuar con la lógica extractivista de los gobiernos anteriores. ¿Novedad para el “pueblo” ?: pues ninguna. 

Por lo que se refiere a la actividad extractiva petrolera, lo mismo. Las federaciones de Pueblos Afectados por las Actividades Extractivas (PAAE), conformados en gran parte por los pueblos indígenas del circuito petrolero loretano, con lotes como el 192 y el 64 en Datem de Marañón, el 8 de Trompeteros, el 95 en Bretaña, víctimas desde hace 50 años de la destrucción de su entorno y ellos mismos con poblaciones enteras envenenadas, familias diezmadas, recibieron el año 2020, vía DS N° 145-2020-PCM, o Plan de Cierre de Brechas un monto compensatorio que no cubre tantas décadas de devastación y desgracias, pero es igual un monto importante, de 6 mil millones de soles. Falta definir si va a un fideicomiso administrado localmente con fiscalización de los pueblos indígenas, como piden las federaciones indígenas, o se diluye entre los sectores del gobierno central que, como se sabe por experiencia, es la mejor manera de que no llegue nada o la mitad a los beneficiarios.  

Al renovar las conversaciones con los funcionarios del Estado, los dirigentes indígenas se han topado con personas que manifiestan una relación de hermandad e igualitarismo casi infantil, muy buena voluntad, pero nulo criterio, ningún conocimiento ni experiencia, la improvisación como regla. También se mata “sin querer queriendo”, por usar la fórmula del Chavo del ocho que, al menos, reconocía su falta. Quizá aprendan, pero ese aprendizaje puede tener un alto precio, quizá años de retraso. 

La vasta idea de “pueblo” va a llevar, además, al gobierno de Castillo por senderos oscuros, más precisamente. Según reveló Roberto Ochoa hace algunos meses, el entonces candidato Castillo, conocedor como no conocía el gobierno de la fuga por pandemia a las actividades ilegales de miles de personas, fue al corazón de Madre de Dios a organizar mítines sin mayores cuidados, que planteaban desde facilitar la extracción de oro fluvial, incluso en áreas prohibidas, hasta “paralizar los operativos que erradicaron la minería ilegal de zonas como La Pampa”. Con oferta semejante, como bien decía Ochoa, de cumplirse, se abriría la puerta para la “colonización de áreas naturales protegidas, la extracción ilegal de madera, la siembra de cocales, instalación de laboratorios de cocaína, la construcción de trochas carrozables y de aeropuertos clandestinos, entre otras perlas contaminantes y depredadoras.

Eso va en serio, los dirigentes de las federaciones indígenas del circuito petrolero, que tratan sobre sus problemas con los nuevos funcionarios estatales, los han escuchado, con aprehensión, hablar sin desparpajo del pueblo minero, maderero, cocalero, agricultor en la selva, al que hay que reconocer y apoyar para que realice su trabajo en la legalidad, es decir precisamente aquellas actividades que devastan Amazonía y constituyen una de las mayores amenazas para la sobrevivencia del bosque húmedo, y de los pueblos indígenas amazónicos. Pero también de bosques de neblina y bosques secos, hay que agregar. Las promesas de Castillo en Madre de Dios, iban en serio.

Iremos viendo sin mucha esperanza. Ya el mensaje del primer ministro ante el Congreso de la República, da una idea de hacia dónde va la cosa: aparte unas cuantas menciones sueltas, ni por azar una propuesta de política ambiental, en tiempos de urgencia climática. De ignorancia con respecto a qué se refirió el presidente de la república cuando habló de lucha contra la deforestación, en medio de un rosario de promesas: una sola mención a los bosques, y solo tangencial, una cita que quiso ser poética. Ni hablar del mar de Grau, sobre lo que tampoco hubo una línea, aparte de prometer pesca.

Queda claro, como dijeran en la Red Muqui, “que el gobierno de Pedro Castillo mantendrá una línea de continuidad en la política minera del país.” Es decir, de preferencia por los intereses de las empresas sobre los de las poblaciones, ni siquiera una promesa de trato equitativo. Y ello será en lo que se refiere a todas las actividades extractivas, hay que agregar: no solo minería, como ya vimos, incluyendo las peligrosísimas concesiones a cierto “pueblo” que debiera recibir alternativas a lo que hace, y no aliento depredador. 

En tiempos de urgencia climática, estas son noticias gravísimas. 

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Medio ambiente, Pedro Castillo, Vladimir Cerrón

Se le presenta una nueva oportunidad al Congreso para recuperar legitimidad política frente a la ciudadanía: la interpelación y ojalá censura del ministro de Trabajo, Iber Maraví.

Las pruebas en su contra son contundentes. Los atestados policiales que ha publicado La República no son uno, son varios, no son en base a un testigo sino son muchos más. Maraví, según esos documentos, estuvo involucrado en la cúpula fundacional de Sendero Luminoso y participó, inclusive, en atentados terroristas.

Ya era una afrenta al país el gabinete Bellido, salvo excepciones. Lo es ahora terriblemente más honda, con la presencia de alguien como Maraví. Nunca se le debió dar la confianza a este gabinete. Al menos, se espera que en el proceso de interpelación planteado, esta vez el Congreso no decepcione ni desaire la expectativa ciudadana.

Particularmente, cabe invocar a Acción Popular, Alianza para el Progreso, Somos Perú y Podemos, sin cuyos votos es imposible una censura, que en esta ocasión, antepongan eventuales intereses políticos subalternos, al prestigio de la patria, que no puede verse mancillada por la presencia en el poder de alguien con semejante prontuario, vinculado a un movimiento que generó un baño de sangre en el país y enlutó a decenas de miles de familias peruanas.

Y si el Premier Bellido -a quien, dicho sea de paso, Maraví no le hace caso y se zurra en su pedido de renuncia-, hace cuestión de confianza por esa interpelación y eventual pedido de censura, pues el Legislativo tendrá que asumir los costos políticos y proceder igual a censurarlo y tumbarse el gabinete, si se diera el caso que el Premier antepusiese un capricho para hacerle frente a un clamor político popular.

La gobernabilidad del país, que es, al parecer, lo que les preocupa a algunos líderes políticos del centro (Acuña, Lescano, Luna Gálvez, etc.), no pasa por bajar la cabeza frente a los despropósitos del régimen. Por el contrario, como se está viendo, ese desvelo transita por la necesidad de controlar los desmanes políticos que el Ejecutivo está cometiendo, al amparo de un Presidente diletante y a quien el cargo le ha quedado sobradamente grande.

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Iber Maraví

Li Ce es fotoperiodista y ha sido editora de fotografía en prestigiosas revistas del Perú. Tenía una vida tranquila y un trabajo estable. Eso que llamamos una vida profesional lograda. Pero un día lo dejó todo: cambió el bullicio de la ciudad, el estrés de Lima y las correrías agobiantes de las redacciones periodísticas para mudarse a un rincón perdido de la selva peruana. En este espacio verde y espeso de nubes pomposas viene levantando su casa-taller. Un lugar desde donde impulsa el emprendimiento de su vida: Machina.

“Machina es un taller de diseño y fabricación de artesanía contemporánea con productos fabricados en madera certificada o reciclada”, cuenta Li Ce a través del Zoom. Detrás de ella se observan algunos de sus trabajos: candelabros, portarretratos, revisteros, pero también nos precisa que fabrica repisas, sillas, mesas, todo tipo de muebles que construye como piezas únicas. “Mi objetivo es hacer piezas hermosas y duraderas que le den soporte y realce a cada aspecto de la vida cotidiana que resalten en los espacios que ocupamos diariamente”.

Machina fue fundado en Lima en el 2016. En su momento era un trabajo paralelo mientras Li Ce editaba las imágenes de reconocidas revistas, entre ellas una dedicada a la arquitectura, decoración y el diseño de interiores.

“Trabajé más de 10 años para medios impresos y la mayor parte de ellos para una revista de decoración. Me había empapado demasiado de las tendencias de diseño mundial. Todos los días consumía diseño, mañana, tarde y noche”, cuenta la comunicadora convertida en artesana de la madera.

“Saliendo del colegio había estudiado en la Escuela de Bellas Artes. Aprendí las técnicas de las artes plásticas y la fotografía. Luego estudié ciencias de la comunicación y me gradué en producción audiovisual. Aunque me alejé de las artes plásticas, por un tiempo, el trabajo artístico con las manos nunca dejó de reclamarme”, afirma.

   

La vida en la montaña

Sin querer todo se iba alineando para su futura vida en la selva peruana. A la par de su trabajo periodístico, compró un par de máquinas que instaló en un cuarto de su casa, el instinto la hizo dibujar sus primeros diseños y de pronto su hogar se llenó de aserrín: ya estaba cortando, lijando y taladrando la madera. Todo lo hacía después de su trabajo como fotógrafa.

“Poco a poco fui implementando más el taller y aprendiendo la técnica con bastante facilidad. Era bastante cansado pues era como tener dos trabajos y la carpintería es físicamente demandante”, recuerda.

Por su trabajo como comunicadora, pronto Li Ce, entendió que si quería dedicarse a esto debía trabajar su marca, la visión y el propósito de su negocio. “Fue en ese momento que me di cuenta que estaba en un camino sin retorno”. Vivir en la selva ya no era una idea fantasiosa. Comenzaba a palparse como una realidad. Pronto llegó la pandemia, el encierro, hubo quienes fueron en la búsqueda de espacios abiertos para vivir huyendo de una cuarentena que nos destruía. En ese contexto ¿Por qué no mudar su vida a un espacio donde pueda estar en contacto con la madera, la materia prima de su negocio? Total, Machina ya era una realidad, los productos se ofertaban por internet, se vendía bien, había que entender aún más el origen del producto: la madera, in situ. Entonces tomó la oportunidad y se marchó. Machina tenía nuevo hogar: un lugar perdido en la selva.

“Hace poco mudé el taller a una montaña en la selva. Esta fue una idea que concebí hace algunos años atrás”, cuenta. “Cuando aún trabajaba como editora y empezaba a preguntarme qué era lo más importante para mí. La respuesta fue aprender de lo más básico y esencial acerca de la vida”, explica. “En medio de este contexto en el que vivimos, tan bullicioso y cargado de mensajes desalentadores y superficiales, de distracciones y paliativos, esta fue mi manera de buscar el silencio necesario para que la vida se manifieste tal cual es, sin maquillaje”, insiste Li Ce. “Por eso quise acercarme a la naturaleza, para absorber de ella lo que deseo plasmar en mis creaciones. Salir de Lima fue el primer paso y había que llevar el taller”.

Para Li Ce Machina es un reencuentro con el trabajo hecho a mano. Hace el diseño de los productos, el packing, los fabrica, los fotografía y comunica su valor a través de las redes sociales. “Al principio, pensaba que al trabajar la madera la estaba transformando, pero ahora me doy cuenta de lo mucho que ella me ha transformado a mí”, reflexiona sobre sus piezas fabricadas de madera y de  manera artesanal. Entonces ahí aparecen los libreros, collares, tarimas modulares, y demás muebles.

“Uno de nuestros objetivos es alejarnos de la cultura de lo descartable y contribuir a cambiar esa predisposición del consumidor actual. Esa de comprar cosas económicas, pero débiles que pronto se deterioran y deben cambiarse produciendo más basura y un mayor desperdicio de recursos”. Su idea, nos cuenta, es tener productos duraderos, como los muebles de los abuelos.

Antes de terminar la entrevista le preguntamos a Li Ce qué recomendarles a los emprendedores que buscan entrar en esta piscina sin agua que es iniciar un negocio en el Perú. Y su respuesta fue sencilla: animarse, lanzarse y encontrar en lo que hacen la pasión necesaria para hacer su negocio sostenible. Sin importar el dónde estés, ya sea en la bulliciosa ciudad o en el silencio de la selva. Aquel lugar que inspira a Li Ce, para crear, para seguir adelante… para tener madera para emprender.

Dato:

Puede contactar a Machina a través de su Instagram y Facebook. También revisar su catálogo.

 

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Li Ce, Machina, Madera

El año pasado, algunos meses antes de cumplir 90, lúcido y brioso, el saxofonista de jazz Sonny Rollins disparaba frases como estas, en entrevista para la sección cultural de The New York Times: «A mi edad, todos mis amigos ya se han ido -Miles, Coltrane, Dizzy, Bird-, y ahora debo lidiar conmigo mismo. A veces comienzo a quejarme pues no puedo llamar a nadie por teléfono para perder el tiempo conversando, pero para mí es una señal de debilidad. No hay escapatoria para esto. Tengo malestares por todo el cuerpo pero, espiritualmente, viejo… me siento mejor que nunca. Estoy en el camino correcto».

Este martes 7 de septiembre, Rollins cumple 91 años de edad y, aunque dejó de tocar el saxo tenor en el año 2012, debido a una fibrosis pulmonar, la vitalidad de sus memorias y la devoción que despierta entre los verdaderos amantes del jazz ha mantenido su imagen presente, como un tótem, casi como una divinidad. Ahora, que se nos están haciendo costumbre los obituarios de excelentes músicos que, por razones cronológicas, van «mudándose al otro barrio» -Rubén Blades dixit-, vale la pena recordar la trayectoria de este iluminado improvisador que brilló, como acompañante o al frente de sus propias bandas, por más de seis décadas.

Se trata de uno de los dos únicos sobrevivientes (el otro es el saxofonista Benny Golson, de 92 años) de aquella generación proverbial de jazzistas que posaron en la legendaria sesión fotográfica conocida como A Great Day In Harlem, realizada el 12 de agosto de 1958 frente a un edificio ubicado en el #17 East de la 126th Street, entre Madison y la Quinta Avenida, el corazón del barrio más negro de la Gran Manzana. En la toma, preparada por el entonces novel reportero gráfico Art Kane para una edición especial de la revista Esquire, Sonny Rollins, entonces de 28 años, aparece al lado de otros 56 grandes nombres del jazz, entre ellos su gran amigo Coleman Hawkins (1904-1969) y su maestro, el pianista Thelonious Monk (1917-1982).

Para esa época Rollins, aún con el pelo corto y sin su característica barba puntiaguda bajo el mentón, ya había trascendido la categoría de «promesa». Su sexto álbum como líder de grupo, Saxophone Colossus (Prestige, 1956) –que contiene St. Thomas, una de sus composiciones más famosas-, se convirtió en su principal carta de presentación y, posteriormente, en su apelativo. También le decían, como cuenta el trompetista Miles Davis (1926-1991) en su autobiografía, «Newk», por su gran parecido físico con el jugador de béisbol Don Newcombe, con quien hasta lo confundían en taxis y trenes.

Rollins grabó más de sesenta producciones discográficas, entre álbumes en estudio y en vivo, para los sellos más importantes de la edad dorada del jazz: Prestige, Blue Note, Impulse!, Riverside y Milestone. Su amistad con Max Roach (1924-2007) -el genial baterista con quien trabajó durante muchos años- o con Ornette Coleman (1930-2015), generaron algunas de las grabaciones más fluidas de hard bop, be bop y free jazz, entre lo clásico y la avant-garde. Pero si a alguien en realidad admiraba Rollins, era a Monk, con quien publicó una histórica colaboración titulada simplemente Thelonious Monk & Sonny Rollins (1953).

A finales de los años 50, luego de codearse con los más grandes de su tiempo –Charlie Parker, Miles Davis, The Modern Jazz Quartet- y publicar una veintena de álbumes, muchos de ellos alabados por la crítica especializada -como Tenor madness (1956), cuyo tema-título es la única grabación que hizo junto a John Coltrane (1926-1967); Way out West o A night at the Village Vanguard (1957), Rollins, abrumado por un éxito que jamás soñó conseguir e imbuido de una densa convicción espiritualista, desapareció del ojo público y el ajetreo de su vida profesional. Pero no dejó la música. Durante casi tres años se le vio, saxo en mano, practicando en el puente Williamsburg, que conecta el bajo Manhattan con Brooklyn, según sus propias palabras, “para no molestar a sus vecinos”. En 1962 regresó de ese hiato con un LP titulado, convenientemente, The bridge. Hoy, miles de sus seguidores vienen realizando una campaña, por redes sociales, para que este puente se llame Sonny Rollins Bridge, en su honor.

De mirada torva y gesto serio, Rollins fue defensor, como muchos otros jazzeros, de los derechos civiles de las poblaciones negras en los duros años de la segregación racial. Su álbum Freedom suite, de 1958, netamente instrumental, grabado junto a Max Roach (batería) y Oscar Pettiford (contrabajo), contiene una dura declaración de principios, un alegato contra la injusticia de un país que “quiere escuchar la música de los negros pero no la historia de los negros”. Para muchos, Freedom suite –tema de casi veinte minutos- es la primera canción de protesta sin letra. El álbum contiene también una hermosa interpretación del clásico de 1950 ‘Till there was you, también grabada por los Beatles en 1963, en su segundo LP With The Beatles.

A diferencia de sus pares, que se entregaron a las fusiones y subgéneros como el jazz-rock o el smooth jazz, Rollins se mantuvo en sus trece, lanzando una sucesión de álbumes de jazz puro, algunos más accesibles que otros -tocando standards, baladas o acercándose al blues y al funk, como en The way I feel (1976) o Easy living (1977), en sociedad con un elenco diverso de colegas de esas nuevas vertientes como el tecladista George Duke, el bajista Stanley Clarke, los bateristas Billy Cobham y Jack DeJohnette, en los que presentó sus composiciones ancladas en su inacabable capacidad para la improvisación, los fraseos vertiginosos y la influencia de ritmos como el soul y el calypso.

La única vez que cruzó la frontera hacia el universo del pop-rock fue en 1981, cuando aceptó participar de las sesiones del álbum Tattoo you de los Rolling Stones, para colocar su experto saxofón en tres canciones, Slave, Neighbours y el éxito Waiting on a friend. Y como él mismo cuenta, lo hizo un poco a regañadientes: «Mick (Jagger) no entendía lo que yo estaba haciendo y yo no lo entendía a él. Fue mi esposa –Lucille, fallecida en el 2004- quien me convenció de grabar con ellos. Yo los consideraba -y es un error, por supuesto- una banda que no estaba al nivel del jazz». Por el lado de los Stones, no cabían en sí mismos de la felicidad porque este titán del jazz trabajara con ellos. Jagger calificó aquella sesión de «maravillosa» y Charlie Watts, que lo había visto en vivo en 1964 en la efervescente 52nd Street de New York, quedó fascinado y hasta desarrolló una gran amistad con Sonny. «Compartimos el mismo sastre en Nueva York. Aquella vez tocó de maravilla. Lamentablemente nunca coincidimos en el estudio, fue un overdub. Y si eso hubiera ocurrido… ¡Carajo, no habría sabido qué tocar!»

A partir de los noventa, Sonny Rollins se fue encerrando y recluyéndose más -tuvo otro año sabático previo, entre 1969 y 1971, en que se concentró en el yoga-, aunque siguió lanzando álbumes de gran factura como Here’s to the people (1991) o Global warming (1998). Con los años su imagen cambió hasta volverse icónica: vestido de frac o de colores, enormes lentes oscuros y una electrizada pelambrera y barbas blancas, un personaje de aspecto misterioso y fantasmagórico, venerado por pequeñas legiones de amantes del jazz en el mundo entero y desconocido por las masas gigantescas y deformes que creen que escuchar jazz es tener canciones de Kenny G y música lounge en su iPad. Su vínculo con New York es extremadamente fuerte. En 1985 dio un recital exclusivo de puras improvisaciones, en el Museum Of Metropolitan Arts (MoMA), titulado convenientemente The solo album. Y en el 2001, tras los ataques terroristas del 9/11, Rollins dedicó su álbum en vivo Without a song a su ciudad natal. 

Walter Theodore Rollins, el coloso del saxofón, ha recibido múltiples condecoraciones en los últimos veinte años. Diez veces coronado con el grado de Doctor Honoris Causa por prestigiosas escuelas de música –Berklee College de Boston y Julliard School de New York, nada menos- y depositario del prestigioso premio y medalla Kennedy Center Honors, que recibió de manos del presidente Barack Obama en el año 2011, en una ceremonia en la que también fueron premiados las actrices Meryl Streep y Barbara Cook, el cantautor Neil Diamond y el cellista Yo-Yo Ma, declara no tenerle miedo a la muerte y, aunque ya no toca su querido saxo, supervisa los detalles de cada lanzamiento nuevo con material inédito como el disco doble Rollins in Holland (Resonance Records, 2020), que recupera grabaciones y recitales de 1967. O la serie Road shows, cuatro álbumes lanzados entre 2008 y 2016, que contiene grabaciones de Rollins entre los 70 y 80 años de edad. 

OTROSÍ: Mientras cerraba estas líneas me enteré del fallecimiento de otro legendario músico, el compositor griego Mikis Theodorakis, conocido universalmente por la melodía central del film Zorba The Greek (Michael Cacoyannis, 1964), protagonizada por Anthony Quinn, de nefasta recordación para nosotros por ser música de cabecera del terrorista Abimael Guzmán Reinoso. Theodorakis fue una de las figuras artísticas y políticas clave en el desarrollo de Grecia durante el siglo 20. Nos seguimos quedando solos…

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Compositores, Música, Saxofón, Sonny Rollins

Durante el pico de la segunda ola, a donde trabajo, el Hospital de Tingo María, llegaron varios pacientes desde otras provincias, tanto del mismo Huánuco como de otros departamentos. La mayoría de ellos eran casos muy graves, por lo que lamentablemente, fallecían a los días o tras varias semanas en UCI. 

Cuando un paciente fallece teniendo una prueba positiva para la infección por SARS-CoV-2 o se encuentra catalogado como caso sospechoso de la misma, se aplica el protocolo de manejo de cadáveres contemplado en la DS 087-2020 DIGESA/MINSA, donde se indica que el difunto no puede ser velado ni ser trasladado fuera de la provincia en donde falleció. 

Esto último fue muy difícil de asimilar para los familiares de aquellos fallecidos. Nunca imaginaron que intentar salvar la vida de su ser querido tuviese un costo tan alto. “No voy a abandonar a mi madre aquí”, “cómo van a crecer mis hijos chiquitos tan lejos de su padre”, “yo me lo llevo a mi tierra así sea lo último que haga”; son algunas de las frases que los deudos me decían entre lágrimas cuando venían a buscarme implorando que les dé una autorización de traslado (algo que me hubiese gustado hacer, pero que escapaba de mis manos).

Es por ellos que siento importante que esta directiva sanitaria ya debería ser dejada sin efecto, pero también existen razones objetivas por las cuales creo que hace mucho que debió ser modificada. Comenzaré por lo más claro para todos: La evidencia científica. Ya se ha demostrado que el contagio es a través de gotículas y que el riesgo de hacerlo al entrar en contacto con superficies contaminadas es ínfimo; por ende, una persona fallecida no va a contagiar a nadie. Esto hace que a día de hoy, carezca de sentido continuar con la prohibición de velar y trasladar a los difuntos. 

Si bien esa es la razón principal por la que esta directiva ha quedado obsoleta, me gustaría retratar las razones por las cuales creo que la prohibición del traslado no fue bien pensada, porque es importante aprender de los errores y porque esta mala planificación ha generado que se atropellen derechos de los deudos injustificadamente. Para ello, mencionaré datos de casos que se registraron durante esta segunda ola. 

Dada nuestra distribución geopolítica y la existencia de cementerios en varios centros poblados, a veces respetar el límite entre una provincia y otra tomaba un carácter absurdo. Nosotros siempre procuramos que el cementerio elegido para la inhumación, sea el más cercano posible al que deseaba la familia. En una de esas coordinaciones se dio el caso de unos deudos que habían llegado desde el centro poblado de Ramal, que pertenece a Tocache, la provincia de San Martín que colinda con Leoncio Prado (la provincia en la que queda Tingo María). El cementerio más cercano a ellos dentro de nuestra jurisdicción era el del centro poblado de Milano. ¿La distancia entre este y el de Ramal? 5 minutos, solo que, a pesar de estar tan cerca, cruzar la frontera está prohibido. 

Al menos para ellos, hubo un cementerio cerca a su hogar. Desafortunadamente, esa no fue la suerte de todos. Recuerdo el caso de un paciente a quien aprecié mucho. Él era policía y se encontraba de servicio aquí cuando se enfermó, sin embargo, toda su familia vivía en Piura. Los hijos quisieron ver la posibilidad de que se le incinerara para así llevar sus cenizas a casa. El único crematorio de Huánuco queda en la capital pero, a pesar de estar a 2 horas y media de Tingo María, es otra provincia, por lo que al final él tuvo que ser inhumado en el cementerio de nuestra ciudad. Se fue portando su traje de policía, con los honores que correspondía.  

Viendo esta problemática, como coordinadora he tenido que ser más estricta con las referencias. Antes de aceptar que se trasladara a cualquier paciente, había que estar muy seguros de que realmente íbamos a poder ayudarlo acá, porque de fallecer, dejar a su familiar aquí iba a ser aún más doloroso para la familia. Incluso así, llegaron varios con pronóstico muy malo a corto plazo. La situación más extrema que recuerdo es la de un paciente que fue traído en ambulancia desde Tocache y que falleció a su llegada a triaje. Nuestra intervención fue mínima, pero aun así se tuvo que sepultar aquí. 

Esta normativa también afectó a aquellos pacientes que tras varias semanas en UCI, fallecían. Lógicamente, ellos ya habían pasado la etapa en la que eran contagiosos y por lo general, la causa de su fallecimiento solía ser alguna complicación. El caso más frustrante fue el de un paciente que ya se encontraba en hospitalización con solo 0.5 litros de oxígeno, próximo al alta; pero que se complicó con lo que llamamos un TEP masivo (cuando un coágulo ocluye un vaso principal) y falleció. No pudo ser llevado a su ciudad porque al haber ingresado por neumonía COVID-19, debía ser manejado bajo el protocolo que dicta la directiva sanitaria. 

Quisiera terminar allí, sin embargo, debo mencionar también lo sucedido con los pacientes que el año pasado fueron internados en área COVID-19 por tener prueba de anticuerpos positiva, pero que ingresaban por cuadros no relacionados a la infección. Siempre andábamos pendientes de si ya habían salido los resultados de PCR de los más delicados, para así poder cambiar sus estados a “caso descartado” y, de esa forma, queden exentos del protocolo en caso de fallecimiento. Lastimosamente hubo resultados negativos que llegaron luego de que ya todo había sido aplicado. 

Por último, quiero comentar también acerca de los velorios. Se me hace un tanto discriminatorio que no sea permitido en caso de que el fallecido tenga una prueba positiva; pero sí si este ha fallecido por otra causa. Reitero, el difunto no va a contagiar a nadie, además, las medidas de cuidado deben ser las mismas siempre, porque al velorio de un paciente no COVID, también puede asistir alguien infectado y contagiar al resto de asistentes. He tenido pacientes que se han contagiado en los velorios, no lo negaré, y es por eso mismo creo que estos deben ser permitidos para todos, para así poder establecer ambientes y protocolos que se puedan controlar. 

Los que no lograron superar la enfermedad no son solo parte de las estadísticas. Tienen una familia detrás que también importa, porque para nuestra cultura, el poder velar y enterrar a nuestros seres queridos es muy valioso. Quitar la oportunidad de cumplir con nuestras tradiciones por protocolos que ya no tienen sentido, es generar un daño innecesario; es por esto, que es urgente actualizarlos, antes de que la tercera ola pegue más fuerte en las regiones fuera de Lima.

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Covid-19, Creencias, Cultura, Muertos, UCI

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