Dentro del lenguaje sonoro y simbólico del rock, el guitarrista líder siempre ha sido la columna vertebral: extravagante, poderoso, capaz de extraerle a su instrumento riffs contundentes, solos imposibles, fraseos estremecedores. Y siempre con una actitud desinhibida, que muestra desenfado y rebeldía ante lo establecido, pero también conciencia de su propia capacidad, una autoestima elevadísima basada en el puro talento y que (casi) nunca necesita la aprobación de nadie -padres, maestros, autoridades, la sociedad, el mercado- ni de «coaches» para sentirse bien consigo mismo.
De ese papel primordial en contextos rockeros surgió, en la terminología de la prensa especializada, la figura del guitar-hero. Desde Jimi Hendrix hasta Joe Bonamassa, los héroes de la guitarra y sus superpoderes son relampagueantes, histriónicos, inspiradores. En el 2005, el ojo avizor de algún bureau de publicistas y programadores convirtió la subcultura del guitar-hero en un rentable videojuego de PlayStation, transformando la velocidad y habilidad de guitarristas legendarios en luminosos retos para sedentarios cibernautas adictos a las lucecitas de colores y la escapista gratificación de alcanzar el siguiente nivel.
La lista de guitar-heroes puede llegar a ser interminable. Géneros como blues, heavy metal, rock clásico o rock progresivo han contribuido con toda clase de variantes de estos semidioses de las seis cuerdas, cuyas icónicas figuras siguen presentes en el imaginario colectivo, incluso para quienes no poseen un gusto particular por la música. Los hay de todo tipo: fantasmagóricos como Uli Jon Roth o Brian May, con bandanas y capas; agresivos como Ritchie Blackmore o Pete Townsend, lanzando patadas y rompiendo guitarras; espectaculares como Eddie Van Halen o John Petrucci; blueseros como Eric Clapton o John Mayer; poseídos por espíritus chamánicos como Jimmy Page o Carlos Santana, ultra virtuosos como Steve Howe o Steve Vai. Y también existen, por supuesto, los unsung heroes (héroes ignorados) a quienes, a pesar de su extremado talento y dilatada carrera, nadie identifica a la primera. Steve Hillage es uno de ellos.
Nacido en Londres en 1951 -cumplió 70 en agosto de este año- Stephen Simpson Hillage fue integrante, durante la primera mitad de los setenta, de una de las bandas psicodélico-progresivas más aventureras, originales y estrafalarias de ese período, Gong. El colectivo, que suele identificarse como una de las agrupaciones animadoras de la escena de Canterbury, era un conglomerado franco-británico liderado por el extravagante y alunado compositor, cantante y guitarrista, Daevid Allen quien, a su vez, había participado de la formación original de Soft Machine, junto a Kevin Ayers, Mike Ratledge y Robert Wyatt. Como miembro estable de Gong, Hillage grabó tres álbumes, los más representativos de su largo catálogo, desconocido para públicos convencionales: Flying teapot, Angel’s egg (1973) y You (1974) –trilogía conocida como Radio Gnome Invisible-, collages sonoros en los que confluyen Zappa, Hawkwind y los Grateful Dead en sus vuelos más astrales.
Antes de eso, Steve Hillage había estrenado su talento a los 17 años, como guitarrista y compositor en Uriel, un combo de rock psicodélico que formó con sus amigos de la Universidad de Kent, Dave Stewart, Mont Campbell y Clive Brooks, con quienes grabó un único álbum, Arzachel (Demon Records), una pieza psicotrópica de música que, aún hoy, suena fresca y diferente. Los miembros restantes de Uriel formaron, poco después de disolverse en 1969, otro grupo extraordinario de modesta recordación incluso entre entusiastas seguidores del rock progresivo, Egg. Luego formó Khan, otra banda de breve duración con la que editó un único LP, Space Shanty (1972), que suena a Iron Butterfly mezclado con Emerson, Lake & Palmer.
Sin embargo, el primer trabajo realmente importante de Steve Hillage, en términos de alcance popular y comercial, fue en 1973, cuando fue convocado por Mike Oldfield para ser uno de los guitarristas que presentarían en vivo su opera prima, Tubular bells, en el salón Queen Elizabeth de Londres y en el video promocional producido por la BBC, que dio a conocer esta ondulante melodía, famosa mundialmente como banda sonora del clásico film de terror The Exorcist, estrenado ese mismo año. Hillage sería también parte de la banda que grabó la primera versión sinfónica de las campanas tubulares, The Orchestral Tubular Bells e incluso reemplazó a Oldfield en uno de los conciertos que hicieron, a finales de 1974, en el Royal Albert Hall.
Su perfil definitivo como guitar-hero se construyó a partir de sus dos primeros álbumes como solista, Fish rising (1975) y L (1976, bajo la producción de Todd Rundgren), cargados de rock progresivo, jazz-rock, psicodelia y space-rock de primerísimo nivel. Sus largos pasajes instrumentales conservan algo del sonido experimental de su tiempo con Gong -además de los títulos arcanos y la costumbre de escribir palabras como «musick», «electrick», algo así como lo que Daniel F. hace con la «k» en sus redacciones-, aunque son, de hecho, composiciones más aterrizadas que los etéreos y, por momentos, indescifrables temas que escribió con Allen. En medio de sus canciones, firmadas a dúo con su pareja, la cantante y tecladista francesa Miquette Giraudy, covers de Donovan (Hurdy gurdy man) y los Beatles (It’s all too much) le dieron entrada a las radios y programas de la época.
La guitarra de Hillage es afilada, de cambios inesperados y complejas evoluciones. Pero también es de notas extendidas y atmosféricas, con apoyo de sintetizadores y efectos de estudio que, en ese tiempo, eran una novedad. Sus solos alcanzan vértigos alucinantes que lo ubican, al lado de Robert Fripp y Jan Akkerman, como precursor de la técnica sweep picking que luego desarrollaron músicos como Frank Gambale, Tony MacAlpine, Marty Friedman, entre otros guitarristas virtuosos. Junto con Daevid Allen, su compañero y mentor en Gong, Steve Hillage desarrolló el estilo de guitarra glissando –término del lenguaje y la notación musical que denomina a las notas ligadas, efecto que se consigue al deslizar los dedos a lo largo de las cuerdas para crear sonidos continuos-. En el 2006, ambos armaron The Glissando Guitar Orchestra, un ensamble de diez músicos, para grabar The Seven Drones, composición de Allen para exhibición de esta técnica, desde distintos modelos de guitarras eléctricas.
Con el tiempo, los intereses estilísticos de Hillage fueron cambiando, orientándose hacia cuestiones más rítmicas y menos espaciales. Así llegó su LP Motivation radio (1977) en que dejó fluir su gusto por el funk, específicamente la onda de George Clinton y sus bandas hermanas, Parliament y Funkadelic. Álbumes como Green (1978, producido por el baterista de Pink Floyd, Nick Mason) y Live herald (1979) reencontraron a Steve con su estilo matriz, el rock progresivo, desde el cual migró al ambient, un tipo de música diametralmente opuesto a lo que había hecho hasta ese momento.
El hipnótico LP Rainbow dome musick (1979), fue la primera clarinada de este brusco giro de timón del guitarrista. Y la base para su involucramiento, ya en los noventa, en la escena subterránea del dance británico, tras escuchar al legendario dúo de pinchadiscos The Orb poniéndolo en una fiesta electropop de los bajos fondos londinenses. En los ochenta, ocupó su tiempo produciendo discos de artistas como Simple Minds y Robyn Hitchcock. Hillage, ya desprovisto de la imagen hippie que lo caracterizó en los setenta -y siempre con su adorada Miquette al lado-, organizó el área dedicada a este subgénero electrónico en el famoso Festival de Glastonbury, en el que actuaron en varias ediciones bajo el nombre System 7, proyecto desde el cual Hillage experimentó con el uso de guitarras procesadas digitalmente, sintetizadores y demás artilugios. Con este nuevo perfil Hillage, ya en sus sesentas, compartió escenario con nombres encumbrados de la subcultura dance, house y de DJs como Aphex Twin, Paul Oakenfold, entre otros. En paralelo, Steve Hillage colaboró de cerca con otros pioneros de la música de vanguardia basada en la electrónica como el alemán Manuel Göttsching (de los krautrockers Ash Ra Tempel) o el japonés Isao Tomita.
Hillage ve esta cambiante trayectoria como un continuum de su alma musical, y no desecha ni se avergüenza de sus trabajos anteriores. Por el contrario, siempre ha encontrado tiempo para colaborar con sus colegas de Gong. Entre el 2008 y 2010, aún con Daevid Allen vivo, Hillage y Giraudy se reintegraron al grupo para múltiples giras por Europa y la grabación del álbum 2032 (en el año 2009, con casi todos los miembros de la formación 1973-1975). En años siguientes, el guitarrista ha colaborado frecuentemente con la nueva alineación de Gong, que no incluye a ninguno de sus miembros originales. En el 2016, Steve Hillage supervisó el lanzamiento de un boxset de 22 discos, Searching for the spark (1969-1991) –título de uno de los temas de su tercer LP, Motivation radio (1977)-, que recoge material clásico y grabaciones inéditas de su paso por Uriel, Khan, Gong y su propia discografía en solitario.
Si quieres saber a qué suena Steve Hillage en sus diversas facetas, recomiendo estos temas (click al texto para activar el vínculo): Other side of the sky, Castle in the clouds (1973, con Gong), Solar musick Suite, The salmon song (1975), Lunar musick Suite (1976), Light in the sky (1977), Anthems for the blind (1983), Fractal liaison (1991, con System 7), Soft rain (2001, con System 7).