Se encuentra en lo gratificante de ganar dinero, en salir victorioso de un partidito de futbol, también cuando la razón está de aliada en una discusión; mientras sucede emanamos poder, lo despertamos de nuestra mente y actitud. Volteando la moneda, en ese incómodo instante en que le damos propina a una persona de las calles, se siente un perverso dominio, perverso, pero natural. Al decirle que no a un lavaparabrisas pareces volverte cruel. Ese frenesí maniaco es comparable con el efecto de la cocaína; lamentablemente puedo dar verdad en esa equiparación. Supremacía, altivez, temeridad, mirada soberbia y tono seguro. Eres capaz de todo. Una delirante autopercepción de conquistador bombea por nuestras venas, pero como nos ha puesto en evidencia la historia, esto posee una crueldad cegadora y letal. Una sanguijuela para el apetito de vida. Recordemos a Nerón, quemó Roma por caprichos. 

2019. Alan García se disparó en la cabeza evitando ser capturado. Era alguien megalomaníaco y para ese tipo de personas ser denigrado puede ser peor que la muerte. No había pasado mucho desde que salí del colegio cuando ocurrió, pero lo recuerdo; existían conflictos personales indirectamente y me parece unos de nuestros peores dirigentes. Hace mucho, en la inauguración del Gran Teatro Nacional, entre techos altísimos, joyas, personalidades reconocidas y lujo, lo vi. Era gordo, rojo, y bastante risueño en realidad, eso lo distinguía desde la lejanía. Yo era niño aún. Iba a empezar el musical y me crucé al costado de esta gigantesca sombra, un oso caminaba a menos de un metro. Era el expresidente aprista, su tamaño era imponente y debo aceptar que me sentí minimizado, tenía aura intimidante. Igual aparentaba desdén, de niño los juegos egocéntricos de poder me entretenían. En la aventura heroica en la que vivía como niño, este troll era un adversario que no quería enfrentar. Por primera vez respiré la obsesión del poder.

Francisco Tafur
Alan García mirando, sin mostrar alteración alguna, a decenas de presos. Esta foto es una de las que mejor lo retrata.

Primero o segundo de primaria, los recuerdos infantiles son casi atemporales, rodeado del colorido de un salón infantil, entre pequeñas y balanceables sillas de madera, todos saltábamos jugando. Un amigo, de esos que van quedando en el olvido, me golpeaba en la mandíbula disimuladamente, aguanté tres impactos hasta reaccionar. Flexioné las rodillas para incorporar la postura, espalda recta, puño en la cintura, ojos en el blanco, potencia, rotación perfecta y un medido pero fuerte puñete. La boca del estómago dañada doblega a cualquiera, sin importar la fuerza. La concentración karateka de mi mirada se diluía a cada gesto y lágrima de mi amigo, estaba asustado y entristecido de lo que había hecho, creo que fue la primera vez que usé el poder de manera infantil y violenta. Si aun lo recuerdo tiene que haber sido un hecho importante. Qué tan natural es a nosotros el demostrar poderío. Probablemente sea inherente. En mi inmadura cabeza me sentí grandioso, pero terrible a la vez, como le advierte Olivander a Harry Potter sobre Voldemort, la representación del deterioro por la ambición. 

Investigando uno se lleva sorpresas, el mitológico y temido rey vikingo, Ragnar Lothbrok, acechaba todo Europa ganándose la fama de un demonio para las civilizaciones occidentales. Dice: El poder atrae a los peores y corrompe a los mejores. Requiere sabiduría, vivencias, estudio y una contemplación férrea para poder controlar la ferocidad de ser dominante. Tenía 11 años, en el mall de Caminos del Inca, dentro de un local llamado Gamespot. Mi hermano y yo, junto con los Carrera, otros dos hermanos y amigos desde lo inmemorable, estábamos en este local de cartitas de juego. Nos habían dejado ahí unas horas antes de ser recogidos. Unos manganzones, como mi padre llamó a alguno después, hacían torneos, intercambiaban y tenían álbumes donde guardaban sus piezas más atesoradas. Gordos, pelados, lampiños, pero con la poca barba que tenían, lo dejaban crecer. Ahorita me parecerían insignificantes. En este lugar que olía a deterioro sucedió una de mis mayores lecciones de poder, tienen temple los pocos que flexibilizan el poder. Si es parte nuestro, también debe usarse. 

Francisco Tafur
La carta Magic de 20 dólares que me robé. La ira de Dios

Traviesos, por costumbre existían roles asignados en nuestra dinámica clásica, Nosotros dos, los menores, comenzamos a preguntarle por su álbum. Mientras lo distraían, por un lado, yo sacaba sutilmente La ira de Dios, fue tan traumático que hasta me acuerdo el nombre. Caminé y alejándome, antes de llegar a la puerta escucho un alarido grave dirigido hacia mí. Paralizado se aproximó una pared. 1.80 metros vs 1.20.

—! Oe! Chibolo. No te creas pendejo. Me has robado —solo contenía furia en esos gestos.

—Yo no he sido —levanté los brazos y se cayó la carta. Me puse pálido, mi pandilla me defendió. Éramos muy pequeños.

— ¡Huevón! —Me gritó por última vez, nunca me olvidaré de ese rostro deforme de frustración. Para colmo me banearon, un niño de 11 años prohibido de entrar en un lugar de juegos. Si ya sé que hice mal, pero solo era un pequeño. 

Ahí sentí el lado abusivo del poder, es aplastante, sofocante y ocurre a diario a nuestros alrededores. Claramente en situaciones abismalmente peores a lo que estoy contando. Nos recogieron. Perceptivo, mi padre se dio cuenta de que algo pasaba, llegamos al carro. Lágrimas. ¡¿Qué pasó?!, preguntó fuertemente, no era usual cuando éramos chicos. Cachorro, mi amigo, el astuto, contó lo sucedido. Rodrigo acompáñame, dijo la voz gruesa a mi hermano mayor. 

Francisco Tafur
Afiche soviético colgado en mi baño, la golpiza de los poderosos.

Como toda familia, la mía también tiene sucesos que quedan en el misterio. Yo no lo presencie, pero escuché lo que escuché, fue potente. Cuerpo fuerte, manos grandes, ceño fruncido y movimientos bruscos. Entre gritos atolondrados buscó al barbudo jugador de cartas, mayor de edad. Lo puso en su sitio a la vieja escuela. Enfrentamiento directo. Ahí quedó. Hice mal, pero fue una travesura. Yo hubiera hecho lo mismo, un abuso a alguien cercano rebasa mi límite de paciencia. Ese caso fue un buen manejo del uso de poder. Como comentaría Albert Einstein la combinación entre sabiduría y poder está casi extinta. Sería un reto nombrar a tres con esas características.

En el colegio me sentía invencible. Era bueno en fútbol, peleaba bien, amigo de todos y con un hermano mayor que me protegía junto con toda su banda. Era intocable. Enaltecido y, a veces pleitista, pero si buscaba rivales era en gente más fuerte. A la larga te das cuenta de que quienes buscan poder exterior solo son infantes con cuerpo de adulto. Una vez tenía que sacar un documento de migraciones en Argentina, no lo iba a poder lograr si no fuera por contactos familiares. En la larga fila, «que pase el invitado de»… prefiero no mencionar nombres. Las miradas me apuñalaban en la nuca mientras yo optaba por no ver a nadie. Repulsión y disgusto padecía en ese momento, como advertir el llanto de un perro.

Cuando pensamos en poder, se nos viene a la cabeza el estado o dirigentes, es normal, ellos son los poseedores y aplastadores. De adolescente soñaba con un ciclo de dominancia que no implique opresión, todo quedó en ideas, pero sería hermoso. Hace unos días veía un documental del ascenso de Hitler y todo el preámbulo a la guerra es bastante parecido al panorama actual. Trump y Le Pen aproximándose al poder. Orbán en Hungría. Netanyahu y Hamas. Putin, el nuevo Mefisto. Kenia al borde de la guerra civil. Odio a los inmigrantes y puras mentiras epidemiológicas. Esto es de temer. Cuando menos lo sepamos ya estaremos en un punto de no retorno. No más poder al poder, pero parece inevitable, como una epifanía de caos estruendoso.

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Poder

La gente no es tonta. Bastó que la izquierda, encabezada por Verónika Mendoza, se sumara a la movilización convocada para este 19 de julio en contra del gobierno, y la misma derivó en un fracaso rotundo. Ni siquiera se pudo llenar una cuadra de manifestantes.

Mendoza no solo es una mala candidata sino que, además, es pésima política. Jugó sus cartas de apoyo al nefasto régimen de Castillo y solo se distanció de él, oportunistamente, cuando sus cuadros fueron retirados del gobierno.

Pudo ser la izquierda moderna que el Perú necesita a gritos que se conforme, pero prefirió las migajas del poder y se alineó incondicionalmente con un gobierno radical, estatista, corrupto y finalmente golpista.

En la última encuesta de Ipsos, publicada hoy en Perú21, aparece con 3% de intención de voto -que no está mal-, pero tiene la mitad de Antauro Humala, quien alcanza un 6% de respaldo electoral. Una vez más, si las tendencias se mantienen, va a ser desbordada por los radicalismos izquierdistas, dada su ambigüedad y modosería ideológica, valga el término.

Esta vez debe haber calculado que si el gobierno y el Congreso tienen una altísima desaprobación, convocar una protesta contra ambos, era, pues, políticamente, muy rentable, pero a pesar de jugar con esa ventaja, demostró que no tiene capacidad de convocatoria popular alguna (como tampoco la tiene Martín Vizcarra, quien también se sumó al coche).

Le haría mucho bien al país que el espectro de la izquierda moderada sea ocupado por otra persona que no sea Verónika Mendoza. Ojalá Alfonso López Chau, quien hoy no aparece en las mediciones, pueda ocupar ese espacio y así consolidar un nicho ideológico vacío de un buen liderazgo.

Que no se confunda, por cierto, moderación con tibieza. Una izquierda democrática bien puede ser disruptiva con el statu quo. Así lo va a demandar una campaña polarizada, donde el centro aguachento no va a tener cabida. Verónika Mendoza no merece seguir teniendo espacio en el proscenio electoral peruano. Por lo que se ha visto, es una radical disfrazada de moderada, que solo busca oportunistamente el poder a como dé lugar. La izquierda misma haría bien en marcar sus distancias de ella en cualquier alianza futura posible.

-La del estribo: un placer enorme leer al entrañable Julio Ramón Ribeyro. La publicación de cinco cuentos, bajo el título Invitación al viaje y otros cuentos inéditos, contiene relatos hallados en el archivo personal del autor, en la residencia de su viuda en Paris, escritos al parecer en la década del 70. El primer libro que leí, fuera de las obligaciones escolares, fue La palabra del mudo y a partir de ello recorrí su obra completa No me cabe si no inmenso gozo por redescubrir la magnífica prosa del mejor cuentista peruano.

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El 26 de mayo de 2023 fue presentada en el Festival de Cannes la película francesa “L‘Abbé Pierre – Une vie de combats”, un biopic dirigido por Frédéric Tellier que narra la historia del sacerdote católico Henri Grouès (1912-2007), más conocido como el Abbé Pierre. Este ambicioso film con un presupuesto estimado de 15 millones de dólares busca abarcar la biografía entera de un personaje icónico no sólo para la Iglesia católica gala, sino también para la nación francesa, pues fue distinguido por el Estado francés en el año 2004 con la Gran Cruz de la Legión de Honor en reconocimiento a su labor.

¿Qué labor? Durante la Segunda Guerra Mundial se unió a la Resistencia francesa y ayudó a muchos judíos y políticos perseguidos a escapar a Suiza, España y Argelia, suministrándoles documentos de identidad y salvoconductos falsificados. Con frecuencia era el mismo Abbé Pierre —sobrenombre que utilizó entonces para ocultar su verdadera identidad— quien guiaba a los fugitivos a España a través de los Pirineos o a Suiza a través de las montañas de Chamonix.

Desde su sede en la ciudad de Grenoble en el sureste de Francia, creó el primer refugio para acoger a aquellos que buscaban evadir el Servicio de Trabajo Obligatorio impuesto por el régimen colaboracionista de Vichy en la Francia ocupada al mando del mariscal Philippe Pétain, que cooperaba con el régimen nazi de Alemania. 

El mismo Abbé Pierre relataría posteriormente:

«Comencé por ayudar a esconderse en refugios de la montaña a jóvenes a los que querían mandar forzados a trabajar a las fábricas alemanas. No sólo fueron los nazis, sino los gendarmes del gobierno colaborador de Vichy los que llegaban con los camiones para llevar por la fuerza a la gente […] Personalmente no maté a nadie, pero participé con todas mis energías en crear la red que permitía abastecer de alimentos, medicamentos y municiones a los grupos armados de la Resistencia que comenzaron a operar en las montañas de Grenoble».

Pero por lo que más se le recuerda al Abbé Pierre es por la fundación del movimiento Emaús, destinado a aliviar el sufrimiento y las necesidades de los más pobres, sobre todo aquellos que vivían en las calles y les faltaba lo necesario: alimento, vestido y vivienda. En 1947 el Abbé Pierre alquila una casa deteriorada en Neuilly-Plaisance, 14 km al este de París, la reconstruye y abre un albergue juvenil internacional al que da el nombre de Emaús, como símbolo de la esperanza renovada. En 1949 invita a Georges Legay, un asesino y expresidiario con intenciones suicidas, a construir alojamientos para las familias sin techo. 

«Conocí a Georges, que había tenido una vida terrible y sólo pensaba en suicidarse, entonces le dije: “Eres libre de suicidarte si quieres, pero antes de hacerlo ¿por qué no me ayudas a montar una casa para los desesperados, para la gente sin techo, sin trabajo?”»

El Abbé Pierre quiso que desde su origen Emaús fuera un movimiento abierto a todas las nacionalidades y orígenes étnicos, sin distinción alguna por motivo de las convicciones políticas, espirituales o religiosas de sus integrantes y de las personas a las que acoge.

En un momento, a falta de financiamiento, el Abbé Pierre comenzó a mendigar por las calles de París, y los otros miembros del grupo propusieron que todos se dedicaran a buscar en la basura para recuperar y vender todo aquello que todavía fuera útil, lo cual hizo que fueran conocidos como los Traperos de Emaús.

El 1 de febrero de 1954 el Abate Pierre irrumpió por sorpresa en Radio Luxemburgo y consiguió que le permitieran hablar en directo, con un discurso en el que proclamó “la insurrección de la bondad”:

«Una mujer acaba de morir congelada esta madrugada en la acera del bulevar de Sebastopol, manteniendo aún aferrada a su mano la notificación judicial de expulsión de su domicilio. No podemos aceptar que sigan muriendo personas como ella. Cada noche son más de 2000 personas soportando el hielo, sin techo, sin pan, más de uno casi desnudo; para esta misma noche es necesario reunir 5000 mantas, 300 grandes tiendas de campaña, 200 ollas. Venid los que podáis con camiones para ayudar al reparto. […] Al Hotel Rochester, calle Le Boétie 92. Imploro, frente a los hermanos que mueren de miseria, aumente en nosotros el amor para hacer desaparecer esta lacra. ¡Que tanto dolor despierte el alma maravillosa de Francia!»

De esta manera, generó una ola de donaciones que alcanzaron los mil millones de francos para aliviar las necesidades de los más menesterosos.

Desde entonces fueron surgiendo en diferentes países asociaciones que imitaban el ejemplo del Abbé Pierre, tomándolo como modelo. En 1969, en Berna (Suiza) setenta grupos provenientes de veinte países adoptaron el Manifiesto Universal del Movimiento Emaús, y decidieron crear una secretaría internacional de enlace. En 1971 el movimiento adoptó el nombre de Emaús Internacional. En el preámbulo del manifiesto mencionado se empieza diciendo:

«Nuestro nombre, Emaús, es el de una localidad de Palestina donde unos desesperados volvieron a encontrar la esperanza. Este nombre evoca en todos, creyentes o no, nuestra común convicción de que solo el amor puede unirnos y hacernos avanzar juntos».

Sobre la presencia del movimiento en el Perú, la página oficial de Emaús Internacional relata lo siguiente:

“En 1959 hay en Lima un sacerdote francés llamado Gérard Protain que ayuda a los traperos —vecinos de barrios desfavorecidos— a organizarse y cooperar entre ellos. Con su duro e ingrato trabajo en el vertedero de El Montón, consiguen sobrevivir y ayudar a otras personas aún más pobres, construyendo viviendas humildes y guarderías para niños abandonados. En 1961, esta comunidad se fusiona con los Amigos de Emaús en lo que pasa a llamarse Emaús del Perú, que recibe voluntarios extranjeros que contribuyen al funcionamiento de las guarderías».

Actualmente existen en el Perú siete organizaciones miembros de Emaús Internacional, cuatro de ellas activas en Lima: Cuna Nazareth y Emaús San Agustín, con locales en Chorrillos; Emaús Solidaridad y Apoyo, en Villa María del Triunfo, y Emaús Villa El Salvador. Las otras tres son Emaús Piura, Emaús Lambayeque y Emaús Trujillo.

La obra social a favor de los pobres del Abbé Pierre es innegable. Sin embargo, medio año después del estreno oficial de su película biográfica en Francia en noviembre de 2023, donde es presentado como un héroe de los tiempos modernos, han aparecido sombras que empañan considerablemente su figura. No se trata de las confesiones que hizo en 2005, dos años antes de su muerte, a la cadena France 3, donde admitió que en su vida cedió al sexo de manera pasajera, en relaciones efímeras, y que nunca permitió que el deseo sexual se arraigara y tomara el lugar y la disponibilidad que él había elegido para servir a Dios.

«Fue una experiencia insatisfactoria puesto que el placer implica un compromiso de duración. El compromiso que tenía con la Iglesia me impedía todo tipo de obligación», confesó.

Aún así, defendió que el celibato no debía ser obligatorio y reivindicaba que se pudiera ordenar a hombres casados. Hasta aquí ningún problema serio.

Lo que sí resulta problemático y devastador es lo que este miércoles 17 de julio acaban de comunicar oficialmente Emaús Internacional y Emaús Francia: que el Abbé Pierre abusó de por lo menos siete mujeres entre la década de 1970 y el año 2005, una de ellas menor de edad (16-17 años) en el momento de los hechos. Lo cual cierne dudas sobre si las relaciones sexuales efímeras que mantuvo el religioso en vida fueron de mutuo consentimiento o en un contexto de abuso sexual, o si hay más víctimas, pues quienes podrían haberlo sido antes de la década de los 70, deben tener una edad muy avanzada o haber fallecido.

“La noche de las estrellas fugaces” es el título que el controvertido cineasta español Jesús Franco quiso darle a su película surrealista de corte erótico-macabro de 1973 —estrenada como “Christina, princesa del erotismo” y reestrenada años más tarde, con escenas añadidas rodadas por el cineasta francés Jean Rollin, con el título de “Una virgen entre los muertos vivientes”—. En la versión original del director, la joven Christina, tras la muerte de su padre, viaja hacia la mansión en una zona rural que le tocaría como herencia y donde aún viven familiares suyos a los que no conoce, deviniendo la trama en una experiencia onírica y surrealista a más no poder donde la familia muestra un comportamiento extraño y parece ocultar secretos y depravaciones inconfesables, y cuyos integrantes estarían todos muertos y confabulados para arrastrar a Christina hacia la locura y la muerte concebida como un estanque de desesperanza.

La Iglesia católica parece estar viviendo su noche de las estrellas fugaces, con figuras que brillan un momento en el firmamento, como el Abbé Pierre, la Madre Teresa de Calcula, el P. Josef Kentenich —fundador del Movimiento Apostólico de Schönstatt—, el P. Josemaría Escrivá de Balaguer —fundador del Opus Dei—, o el laico Germán Doig del Sodalicio de Vida Cristiana, sólo por mencionar a algunos, para que luego se descubra que ellos o sus familias espirituales esconden, detrás de fachadas de santidad, abusos de diversos tipos y depravaciones que han llevado a más de uno a problemas de salud mental y a perder toda fe y esperanza. Y muchas autoridades eclesiásticas siguen sosteniendo que se trata de casos individuales, cuanto todo apunta a que es la estructura misma de la Iglesia la que favorece que se cometan y encubran abusos espirituales, psicológicos, físicos, laborales, económicos y, con menor frecuencia, como punta del iceberg, abusos sexuales.

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[Música Maestro] ¿Qué convierte a una canción en un “clásico”? Su capacidad de trascender en el tiempo, de emocionar por igual tanto a quienes la escuchan por primera vez como a quienes se saben de memoria cada verso, cada fraseo de los instrumentos, cada detalle. A veces son composiciones muy sencillas que destacan precisamente por eso, por su sencillez. Y, otras, son elaboraciones complejas que marcan tendencias, definen rumbos, quiebran paradigmas. También tienen que ver cuestiones externas: quiénes la hicieron, las circunstancias que rodearon su concepción, las intenciones y efectos secundarios de su lanzamiento.

El caso de Under pressure, grabada hace 43 años, califica perfectamente como un clásico absoluto del pop-rock ochentero. Apareció por primera vez entre octubre y noviembre de 1981, como anticipo de lo que sería el décimo álbum de Queen, Hot space, lanzado en mayo del año siguiente. En la discografía de “La Reina” este disco es una prolongación de lo que habían iniciado con la banda sonora de Flash Gordon y el LP The game, ambos de 1980, con uso masivo de baterías electrónicas y sintetizadores -algo que habían evitado tenazmente durante la década anterior- y exploración de otros géneros. Sin embargo, Under pressure, que cierra el álbum, posee más elementos de la potencia rockera que los caracterizó en sus inicios que de canciones funk, soul y R&B como Body language, Back chat o Staying power.

Su impacto fue inmediato porque era la primera vez que Freddie Mercury, Brian May, John Deacon y Roger Taylor se unían a otro artista para hacer un dúo. El elegido para tan especial ocasión fue nada menos que David Bowie, lo que generó gran expectativa por escuchar el producto de aquella colaboración. Hay varias razones que hacen especial a Under pressure. La primera es que se trata de una excelente composición. Firmada por los cinco músicos, es una creación musical de arreglos cambiantes, varios momentos climáticos y una sencilla e inflamada letra que apela a preocupaciones fundamentales de una humanidad en plena transformación. 

En los albores de la década de los ochenta, la sociedad a nivel planetario mostraba los primeros signos de esa insensibilidad que, poco a poco, fue convirtiéndose en la enfermiza forma que, lamentablemente, tenemos hoy de entender el mundo. Tras el idealismo hippie de los sesenta y la disrupción punk de los setenta, los vicios del hiper consumismo y la subcultura pop más escapista, desconectada de la realidad, dominaba los rankings de las radios convencionales. En ese contexto, que dos gigantes de la edad dorada y rebelde del rock se juntaran para hablar de amor por el prójimo y neurosis colectiva fue todo un acontecimiento. 

Queen y David Bowie eran, para 1981, dos de los artistas británicos más prestigiosos y respetados tanto por el público como por la crítica especializada. No estamos hablando de una estrategia premeditada en aburridas oficinas de marketing para rescatar las carreras caducas de un par de dinosaurios. En ese año, ambos estaban en el pico más alto de su éxito y listos para incorporarse a los nuevos sonidos que imponía el cambio de década, algo que consiguieron gracias a sus reconocidas capacidades de adaptación. 

Queen había pasado de casi inventar el heavy metal con canciones como Ogre battle (Queen II, 1974), unir para siempre el rock y la ópera en Bohemian rhapsody (A night at the opera, 1975) y producir, en medio, una combinación de hard-rock con vaudeville, blues y prog-rock de alta calidad, a revivir a Elvis Presley en Crazy little thing called love y encender las discotecas con Another one bites the dust (ambas en The game, 1980). 

Por su parte, David Bowie le cambió la cara al panorama radial del Reino Unido con extravagancias como Space oddity (David Bowie, 1969) o Life on Mars? (Hunky dory, 1971), ayudó a consolidar el glam-rock como género -le dio una divinidad encarnada en The rise and fall of Ziggy Stardust and The Spiders From Mars (1972)- y respondió a la cruda simplicidad de los Sex Pistols con una trilogía sofisticada de insondables contenidos y múltiples influencias -los LP Low, «Heroes» (1977) y Lodger (1979)-, más concentrado en evolucionar en los barrios bohemios de Berlín mientras el resto vagabundeaba por los convulsionados pubs de Londres. Under pressure era, entonces, la unión de dos consagrados.

David Bowie (1947-2016) y Freddie Mercury (1946-1991), dos de los mejores cantantes de la historia del rock, eran viejos amigos y compinches en la extravagante y despatarrada escena glam de mediados de los setenta, en la que compartieron éxito y amistades, como la del cantante Ian Hunter. En 1972, cuando Queen iniciaba su meteórica historia, Bowie compuso una canción que Hunter convirtió en himno absoluto, All the young dudes. Un par de años después, en el guitarrero tema Now I’m here (Sheer heart attack, 1974), Mercury menciona a Mott The Hoople, la banda de Hunter, en una de las estrofas. Las andanzas entre ambos, dioses máximos de la androginia rockera, incluyen romances clandestinos con la actriz Carrie Fisher (1956-2016) y encerronas privadas organizadas por Bowie cada vez que Freddie coincidía con él en alguna ciudad estando de giras. Los divos habían compartido de todo, menos el micrófono. 

El encuentro se dio en los Estudios Mountain, en la ciudad alpina de Montreaux (Suiza). Era el mes de julio de 1981 y la banda se encontraba en plena grabación del Hot space cuando, un día, les cayó Bowie de visita. Entre las nuevas composiciones que estaban trabajando, había una del baterista Roger Taylor cuyo título tentativo era Feel like y que se transformó en lo que el mundo conoció como Under pressure. En YouTube circula una de las tomas de esa base, con letra absolutamente distinta cantada por Freddie. Pueden escucharla haciendo click aquí.

Aunque la camaradería era natural entre la banda y David, el perfeccionismo de ambos fue fuente de algunas fricciones. May y Taylor han recordado en varias oportunidades el choque de egos que se produjo en el estudio cuando llegó el momento de grabar. Dos divos pertenecientes a la alta realeza rockera juntos es garantía de una que otra escaramuza. Sin embargo, nunca hubo peleas graves, como se deslizó alguna vez, pero sí una sana competencia que benefició al resultado final. 

Como dijo el melenudo guitarrista en una entrevista a la revista Mojo: “Freddie y David cruzaron sus cuernos, sin duda. Pero fue gracias a ello que las alas se extendieron y por eso salió todo tan genial. Ellos “peleaban” pero en cosas muy sutiles como, por ejemplo, quién llegaba tarde al estudio. Fue maravilloso y terrible a la vez”. La icónica línea de bajo inicial fue también motivo de tensión cuando Bowie trató de corregir la forma en que estaba siendo tocada -y que finalmente quedó. “Yo soy el bajista aquí” respondió John Deacon, serio y cortante.

La canción inicia con el hi-hat de Taylor y ese inconfundible riff de siete notas secas tocadas por Deacon en el registro agudo de sus cuatro cuerdas que recibe, en contrapunto, chasquidos, palmas y tímidos acordes picoteados al piano por David Richards, un colaborador de la banda. Poco a poco, se siente cómo va ingresando la guitarra de Brian May -en arpegios que hacen recordar brillantes canciones de George Harrison como If I needed someone (Rubber soul, 1965) y Here comes the sun (Abbey Road, 1969) y a The Byrds- y los borboteos vocales de Freddie, esos que llevaba al paroxismo cada vez que cantaba en vivo, hasta que la batería de Taylor rompe la introducción para dar paso, ahora sí, al tema. 

Hasta aquí, dos elementos diferentes a lo que suelen tener las canciones de Queen. Tanto el piano como la guitarra tienen roles importantes pero no protagónicos, que van construyendo la canción a medida que avanzan los segundos, con sutilezas de estudio que le van dando carácter. Además del piano de Richards, Bowie y Mercury tocan sintetizadores y añaden interesantes arreglos corales de fondo. Pero lo principal son las voces. Freddie Mercury pasea su imbatible rango vocal por toda la canción, pasando de fuertes sostenidos de tenor a inalcanzables notas altísimas. Mientras, el majestuoso tono grave de David Bowie se luce en cada una de sus intervenciones.

Y está, por supuesto, la letra. La búsqueda de empatía y solidaridad en una sociedad que va camino a convertirse en la jungla de individualismos codiciosos que es hoy -si en 1981 el amor era “una palabra anticuada” imagínense ahora-, la necesidad de hacer algo para cambiar eso y la indignación ante no poder hacerlo, expresada en los impresionantes diez segundos en que Freddie se pregunta “¿por qué?”, mientras lanza la voz hasta el máximo de su capacidad. Después de eso, los bombazos de la batería de Taylor desatan la explosión rockera del tema, liderada por los acordes cerrados de la Red Special de May. “People on streets” (La gente en las calles), que iba a ser el título de la canción, es un mantra que llama a la acción. La gente sale a las calles cuando la presionan mucho, algo que los gobiernos corruptos no deberían nunca subestimar.  

Y, en el fondo, dos leitmotifs básicos: los chasquidos que escuchamos al principio se repiten en el intermedio y ponen punto final a la canción después de la intensa coda, a la que se une la aguda y rasposa voz de Taylor; y el bajo que, junto al sutil y contenido piano, anticipa la conclusión después de haber guiado el tema para atravesar esta montaña rusa emocional: angustia, esperanza, rabia, amor, catarsis liberadora.

Under pressure tuvo un videoclip oficial, pero ni David Bowie ni Queen estuvieron disponibles para participar. En lugar de eso, el director David Mallet, quien ya había trabajado con ambos por separado, así como con los Rolling Stones, Blondie, Roxy Music, entre otros, armó un collage de imágenes para graficar la letra escrita por Bowie. Desde escenas reales de edificios en demolición, protestas callejeras, atentados, catarsis en conciertos multitudinarios y atolladeros en el tráfico hasta fragmentos de conocidos filmes mudos como Nosferatu (F. W. Murnau, 1922), El acorazado Potemkin (Sergei Eisenstein, 1925) y fervorosos besos de las películas de Rodolfo Valentino sirven como interpretación del enclaustramiento, la soledad, la presión, la necesidad de recuperarnos de todo eso.

Queen incorporó Under pressure a su repertorio desde el primer momento hasta 1986, año de su última gira y aparece en todos los álbumes en vivo que se han editado del cuarteto desde entonces, con Mercury asumiendo ambos roles, el suyo y el de Bowie, apoyado por Taylor para las partes más altas. En cambio, David Bowie no incluyó la canción en ninguna de sus giras mientras Mercury estuvo vivo. Tampoco la cantaron juntos en ningún escenario, algo que habría sido digno de verse y oírse. 

La primera vez que Bowie la cantó públicamente fue el 20 de abril de 1992 durante el concierto tributo a Freddie Mercury. Lo hizo a dúo con la escocesa Annie Lennox, acompañados por May, Deacon y Taylor, en una notable interpretación. Posteriormente, Bowie puso Under pressure en sus setlists, con su propia banda, en la que destaca la cantante y bajista norteamericana Gail Ann Dorsey que realiza un gran trabajo asumiendo las líneas vocales de Mercury, como podemos ver en este video extraído del DVD A Reality Tour (2004).

En 1990 se popularizó en todo el mundo una canción llamada Ice ice baby, carta de presentación de un rapero blanco norteamericano, Vanilla Ice, que empezaba con un sampleo ligeramente alterado de la icónica introducción de Under pressure. El escándalo se produjo cuando salió a la luz que el individuo, cuyo nombre real es Robert Van Winkle, no había respetado los créditos de Queen y David Bowie y adujo para justificarse que había comprado “los derechos de la canción” y que la melodía no era 100% la misma (lo cual era una broma de muy mal gusto). Un vocero de la banda lo desmintió de inmediato y, después del juicio por derechos de autor, Vanilla Ice se vio obligado a pagar regalías a ambos y colocar sus nombres en posteriores lanzamientos del tema, incluido en su primer LP, Hooked.

A través del tiempo, artistas de distintos estilos y épocas han grabado Under pressure. Por ejemplo los mexicanos Fobia, para el CD Tributo a Queen: Los grandes del rock en español (Polygram, 1997), con el título Presionando. O el quinteto norteamericano de hardcore The Blood Brothers, en un intenso CD llamado Dynamite with a laserbeam: Queen as heard through the meat grinder of Three One G (31G Records, 2006), en el que bandas de géneros alternativos y extremos que van del death metal al ruidismo electrónico rinden un particular tributo a “La Reina”. Joss Stone, la diva británica del soul moderno, grabó Under pressure para el CD Killer Queen: A Tribute to Queen (2005); mientras que la banda experimental de post-rock Xiu Xiu la incluyó en su sexto álbum Women as lovers (Kill Rock Stars, 2008). 

Sin embargo, ni la sofisticada y fuerte elegancia de Annie Lennox, ni la arrolladora performance vocal de Gail Ann Dorsey, ni el descarnado riesgo de Michael Gira, líder de los legendarios Swans, presente en la grabación de Xiu Xiu, son capaces de acercarse al imbatible Freddie Mercury, como podemos apreciar en esta, una de las primeras presentaciones en vivo de Under pressure, en la ciudad de Montreal, Canadá, durante el último concierto de The Game Tour 1980-1981, incluida en el CD Queen Rock Montreal (2007). Nada como la pureza musical de Queen en pleno para disfrutar de Under pressure en vivo.

Dada la práctica unanimidad de diversos abogados constitucionalistas -algunos de insospechado antifujimorismo- respecto de la imposibilidad de Alberto Fujimori de postular a la presidencia de la República, no parece probable que Fuerza Popular se quiera correr el riesgo de que al final del día el Jurado Nacional de Elecciones considere inválida su inscripción y se tire abajo la lista presidencial.

Todo parece apuntar a una estrategia política destinada a agrupar tendencias dentro del fujimorismo. La campaña del 2021 trató de lograr eso y lo hizo parcialmente (más aún luego de la durísima reacción de Keiko ante el indulto de su padre, provocando al final que se lo revirtieran, llevándose de encuentro en el camino a su hermano Kenji).

A pesar de ello, algunos gestos lograron dar cierta imagen de unidad y fue eso lo que le permitió a Keiko pasar a la segunda vuelta a pesar del enorme desprestigio de su bancada por el sabotaje ruin perpetrado contra Pedro Pablo Kuczynski, agravado por su enfrentamiento con un muy popular Martín Vizcarra.

Esta vez se estarían curando en salud desde años atrás, lanzando al padre a la presidencia, a pesar de los señalamientos legales y de las consideraciones serias y atendibles respecto de la salud y edad del exmandatario.

Alberto Fujimori conserva un arraigo enorme en sectores populares no tanto por su victoria contra el terrorismo o las reformas económicas, sino por la inmensa red de microobras populares (postas, redes de agua y desague, caminos rurales, etc.) que sembró en todo el territorio nacional, en los lugares más recónditos del país, donde aún lo recuerdan con gratitud.

Ese recuerdo popular está tratando de ser aprovechado por Keiko, quien adolece de esa química y, más bien, se ha labrado a pulso un antikeikismo superior al antifujimorismo auroral.

Con visos de pantomima, estaríamos siendo testigos de una inteligente estrategia político electoral, que apunta a sumar los votos necesarios para pasar a la segunda vuelta, aprovechando la fragmentación de la centroderecha y apostando a que surja un candidato más radical que Pedro Castillo (como Antauro Humala), el escenario perfecto para que Keiko repita por tercera vez el pase a la jornada definitoria. Con el albertismo de su lado y las condiciones señaladas, lo podría lograr.

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[Agenda País] Al día de hoy, ya son 31 organizaciones políticas oficialmente inscritas para participar en las elecciones presidenciales del 2026, más otras 19 que están en el proceso y que podrían sumarse a esta lid electoral.

Con el vencimiento el último viernes 12 de julio del plazo para afiliarse a los partidos para poder integrar las planchas presidenciales y ser candidato a una de las cámaras del parlamento, se ha iniciado el proceso electoral.

No ha sido sorpresa alguna la cantidad de movidas políticas con renuncias, afiliaciones, transfuguismo en el congreso, acomodos y renacimientos de políticos olvidados que han confirmado la informalidad y la poca ética de quienes manejan y manejarán los destinos del Perú.

Es una vergüenza que se permita a los congresistas cambiarse de bancada como si fuera ropa interior y una falta de respeto a los electores que votaron por cada uno de ellos dentro de un partido político. Dentro de la inconclusa reforma electoral falta una que prohíba el transfuguismo y que la renuncia a una bancada signifique el desafuero del congresista y su reemplazo por el accesitario. Pero las leyes las hacen los congresistas…

Luego de este reacomodo, lo que debería esperarse de los verdaderos líderes políticos es, por un lado, trabajar a la interna de sus organizaciones para canalizar las demandas de la población en planes de gobierno humanos y factibles, así como en la formación de cuadros que puedan implementar esos planes en políticas públicas efectivas. 

Por el otro lado, y si los egos pueden ceder a la visión de un Perú mejor, sería saludable para la democracia el encontrar consensos entre varias fuerzas políticas para realmente ser una opción viable, con mayoría relativa en el parlamento y no estar al filo de la navaja de la censura o incluso, de la vacancia.

¿Será mucho pedir?

Si tomamos en cuenta la historia política reciente pareciera un imposible que dos partidos o más se puedan unir para crear un frente político con miras a las elecciones del 2026. De hecho, para las elecciones del 2021, la única alianza PPC-APP se cayó por las infames declaraciones que Marisol Perez-Tello hizo de César Acuña, y cuyo audio fue convenientemente filtrado por sabe Dios quien.

Aun con nuestro historial caudillista, la multiplicidad de cacicazgos llamados partidos políticos y la polarización de los argumentos, se encuentran ciertos signos de esperanza en que algunas fuerzas políticas puedan encontrar puntos en común y formar alianzas con acuerdos pragmáticos.

Un ejemplo de ello son las constantes declaraciones de Carlos Añaños haciendo un llamado a la unión de los lideres políticos, otro es Rafael López-Aliaga quien también está buscando aliados, también el nuevo PPC con Carlos Neuhaus a la cabeza está abierto a confluencias e incluso hasta Keiko Fujimori, que, habiendo lanzado a su padre de candidato presidencial, no descarta ir en alianza.

También, por el lado oscuro, ya hay una alianza del mal entre Antuaro Humala y Veronika Mendoza, a la cual habrá que enfrentarse en las urnas para que no aprovechen de la democracia para luego destruirla.

Parece que falta mucho para el 2026, pero el tiempo pasa volando. Más temprano que tarde veremos quienes son los verdaderos lideres en los cuales la población debería confiar su voto, que más que una cédula electoral, es una entrega de esperanza a quienes manejarán los destinos de nuestro país. Tremenda responsabilidad.

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2026, Antauro Humala, caciques, Carlos Añaños, Carlos Neihaus, caudillos, Congreso, Elecciones, Keiko Fujimori, Marisol Pérez Tello, Partidos políticos, Rafael Lopez Aliaga, transfuguismo

El 49% de la población considera que Keiko Fujimori es aliada del gobierno. Un 48% lo estima así con César Acuña y 42% con López Aliaga. ¿Mellará en algo su desempeño electoral, considerando que la presidenta Boluarte tiene un respaldo de apenas 6% según Ipsos y 5% según IEP?

La pregunta viene a colación de la próxima elección de la Mesa Directiva del Congreso y si acaso, los partidos mayoritarios estrenarían el año legislativo entrante una actitud más beligerante respecto del gobierno, al extremo inclusive -señalan algunos analistas- de evaluar una vacancia presidencial.

Me parece poco probable. Primero porque el escenario extremo de la vacancia los colocaría en la peor situación, la de tener que asumir los costos de manejar el poder Ejecutivo, una moledora de carne en estos momentos. Y, segundo, porque la verdad es que a la ciudadanía le importará poco si un candidato estuvo o no cerca del gobierno. Ya vemos que la izquierda, presuntamente incinerada por su apoyo a Pedro Castillo, hoy se presenta renovada y con reactivados bríos sin que le haya afectado semejante apoyo.

Hay que tener en cuenta, además, el corrosivo y significativo dato de la última encuesta del IEP, que señala que al 68% del país le importa poco o nada la política. ¿Qué le va a importar, pues, si debe decidirse por un candidato a quien se le identificaba años antes con un gobierno impopular? No será ese el factor decisivo a la hora de votar.

Por lo tanto, se prevé que la situación de la Mesa Directiva será políticamente poco incidente en el devenir del poder en el país, a menos que la ocupe una lista de izquierda opositora, lo cual es bastante improbable, dada la alianza fáctica mayoritaria del autodenominado “Bloque Democrático”.

No se avizoran cambios significativos en la relación Ejecutivo-Legislativo el periodo político venidero. Se mantendrá la alianza de hecho que hoy nos gobierna, con un Ejecutivo allanado a los deseos parlamentarios y un Congreso que protegerá al Ejecutivo en los asuntos más álgidos.

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Si algo le debe quedar claro a la centroderecha peruana, urgida de armar alianzas y pactos para evitar la pavorosa fragmentación que actualmente exhibe, es evitar mezclar tendencias ideológicas en un afán absurdo de jalar votos del centro o la centroizquierda.

La izquierda moderada, bautizada como “caviar” en el Perú, tiene, entre sus especialidades, infiltrarse en movimientos de naturaleza ideológica distinta y luego cogobernar. Así ha ocurrido en los gobiernos de la transición (Toledo, García, inclusive PPK), cuando no habían sido ellos partícipes ni protagonistas del triunfo.

La gente va a votar esta vez por líneas ideológicas definidas, sin ambigüedades o mescolanzas. Que la izquierda vaya sola, dividida entre radicales enfebrecidos y presuntos moderados, y que la derecha haga lo propio, partida entre una derecha radical conservadora y atisbos nacientes de una derecha liberal moderna.

El elector va a premiar la consistencia ideológica y el carácter disruptivo de las candidaturas. Y para ello se necesita claridad programática, programas de gobierno coherentes e identidad ideológica definida.

En alguna medida, el fracaso de la transición democrática es que su variopinta conformación ideológica la contuvo de emprender las reformas que se requerían, en términos institucionales (salud y educación públicas, seguridad, ampliación de la economía de mercado, reforma del sistema fiscal y judicial, reforma político-electoral). Y supuestamente en muchos de esos temas, los cuadros de la izquierda aupados a los gobiernos respectivos eran especialistas. No ha sido útil ni siquiera para ello.

Se requieren una centroderecha y una derecha libres de infiltración ideológica. El país afronta una crisis tremenda, con debilitamiento pasmoso de la democracia y mediatización de la economía de mercado, con instituciones fallidas y nula voluntad reformista. Afrontar ese desafío requiere una maquinaria política afiatada y no menjunjes doctrinarios que por el tonto afán de ganar algunos pocos votos (porque no aporta más la izquierda moderada), se puede ir al tacho.

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Juan Carlos Tafur, Opinión

Nació en Lima un 8 de julio de 1874, en una época que pronto sería sombría para el Perú: la de la guerra con Chile, que duró de 1879 a 1883. Es decir, José María Eguren era apenas un niño de cinco años cuando se vivió el horror y la humillación de la invasión chilena, sobre todo en la costa peruana. Sin embargo, entre los cinco y los nueve años su imaginación, que se habría forjado al compás de saqueos, violaciones y fusilamientos, se formó más bien en la relativa tranquilidad de la hacienda Chuquitanta, al norte de Lima, propiedad de su hermano mayor Jorge. José María fue un niño de salud frágil, propenso a las recaídas, y bastante tímido. Por eso su universo está poblado de animales silvestres y de mucho color, que se expresó en una obra plástica (cuadros y fotografías) de singular sensualidad.

Seguramente algún crítico especializado ha examinado este aspecto de la formación de Eguren, pero vale la pena insistir en el tema para explicar la increíble riqueza imaginativa y el tono aparentemente alejado de la realidad prosaica que su poesía ostenta.

José María Eguren también creció en un ambiente literario con un estilo vigente, el del Modernismo, que a fines del siglo XIX y principios del XX se encarnaba en el Perú en la figura de José Santos Chocano, un año más joven y por lo tanto miembro de la misma generación, consagrado internacionalmente y figura pública de enorme resonancia. Uno pensaría que por la diferencia diametral entre el estilo de ambos poetas ellos serían rivales mortales en la vida pública y cotidiana, pero no fue así. Llegaron a ser buenos amigos y Chocano impulsó a Eguren a publicar en las mejores revistas limeñas antes de acabar el siglo XIX.

Hacia 1897 se mudó Eguren al balneario de Barranco, donde vivió más de treinta años antes de regresar al centro de Lima. Sin embargo, como gran observador de la naturaleza y el paisaje, pasaba largo tiempo en caminatas por los alrededores, cruzando fundos y haciendas, pedregales y acequias, que alimentarían su visión de la vida con insectos, pájaros y otros animales que aparecen de manera familiar en su amplio bestiario. Nunca salió de Lima, Barranco y sus alrededores. Ni siquiera viajó a provincias; mucho menos al extranjero.

Se dice que su primer libro de poemas, Simbólicas, publicado en Lima en 1911, representa la superación del Modernismo vigente e inaugura la moderna poesía en el Perú. Puede ser, dependiendo de qué se entienda por modernidad. Lo cierto es que es un libro muy inusual, no solo por la temática fantasiosa, nada realista, muy cercana al sueño y al mundo de la pura imaginación, sin aspiraciones morales, políticas o nacionales, como observó años más tarde José Carlos Mariátegui, llamándolo nuestro primer poeta «puro». El lugar común lo clasifica como poeta simbolista, pero esta es otra etiqueta que también requiere revisión debido a la tremenda originalidad de su escritura.

El prestigio que le valió su primer libro fue consolidado con «La canción de las figuras “ (1916), su segundo poemario. Luego, en 1929, Mariátegui tuvo la feliz iniciativa de reunir dos libros inéditos (Sombras y Rondinelas) con una amplia selección de sus dos primeros libros bajo el título general de Poesías. Y eso fue prácticamente todo lo que publicó en vida. Sus artículos de reflexión estética y filosófica fueron reunidos póstumamente con el título de Motivos.

Algo que siempre llamó la atención fue su renuencia a participar en la vida pública y en el candelero literario. Hoy, que los poetas pululan y se 

autoglorifican en festivales y redes sociales, Eguren sin duda se habría sentido extraño. Su salud frágil y su carácter tímido lo acompañaron toda la vida. Pero llegó a ejercer el cargo de Director de Bibliotecas y Museos Escolares del Ministerio de Instrucción Pública entre 1931 y 1940, más por necesidad que por vocación.

Se murió un 19 de abril de 1942, sin cumplir los 68 años. Cómo me hubiera gustado conocerlo. Hasta hoy sigue siendo una figura admirada y emulada, que abrió una veta riquísima en la escritura en español en el Perú. Su musicalidad, sus referencias a mundos inéditos o de un pasado mágico, lo hacen un autor muy querido para todo aquel que quiera escapar de la poesía social o de una visión realista de la vida. La poesía, después de todo, también debe servir para liberarnos de las cadenas de la cotidianidad y hacernos volar por mundos inéditos. Si no, nuestro parnaso sería todavía más aburrido.

Este jueves 18 de julio hablarán de todo ellos tres especialistas en poesía peruana. Se trata de Jorge Valenzuela, Renato Guizadoy Jorge Kishimoto, quienes sostendrán un sustancioso conversatorio sobre Eguren en la Biblioteca Ricardo Palma de la Municipalidad de Miraflores. El acto comienza a las 7:30 pm en Av. Larco 770, segundo piso. Si quiere saber más sobre Eguren, y de paso dar rienda suelta a su imaginación, le recomendamos darse una vuelta. Pero –¡cuidado!–, no se lo vaya a comer Paquita.

 

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150 años, Eguren, presentación
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