[Migrante al paso] Niños saltando, riendo, todos maniacos alrededor de una cabeza de jabalí. Clavada en una estaca, ensangrentado, podrida, cada vez atrayendo más moscas. Ese libro fue el que me recibió al entrar al mundo de la lectura. Esos pequeños atrapados en una isla, sin rastro de autoridad, y su comportamiento, representaban a lo que sería un mundo sin estado o gobierno. A pesar de que se estableció uno con jerarquía de fuerza y locura.  Poniendo al pobre Piggy y Ralph como los outsiders y perseguidos en la etapa final, sin embargo, nunca enfocan la capacidad de rebeldía que se requiere para eso. Era parte del plan lector de primero de secundaria. Nunca me voy a olvidar, sin embargo, desde ese momento la interpretación del libro de William Golding ha ido mutando. Qué tan cercana es la organización de poder del libro al de la vida real, en teoría controlada y ordenada. Últimamente solo veo caos por todos lados. Tal vez más que de una lección se trataba de un reflejo. Entre el consenso en cuanto a la interpretación suele estar muy alejado de lo que la historia realmente significa. Es como una paradoja que pone al límite nuestro lenguaje y damos cuenta del límite de nuestro pensamiento actual. Algo así sucede con el mensaje de una ficción. En fin, en ese momento épico en que cerré el libro por última vez, hace muchos años, mi indagación por la rebeldía aumentó. 

El mito de Ícaro. Qué pasa si no te quieren decir que no vueles muy cerca al sol porque te vas a quemar, qué pasa si de verdad es vuela y anda cuesta arriba hasta que colapses. Hay muchos Ícaros en la historia y no todos son malos, diría que, al contrario. Sin embargo, el consenso es de fábula, te da la lección. No vueles alto. Me gusta más la otra. Vivir al límite hasta que tus alas se derritan. Un rebelde es el personaje mitológico, desafió el cielo hasta no poder más, sin seguir lo que decían las multitudes. Lo accidental, lo que se sale de la norma, lo que contrarresta a la hipótesis. Ahí se encuentra la verdadera disidencia, en no seguir a nadie. Desde ese punto de vista, una rebelión no está formada por rebeldes, son otros más del montón. Ahí nace mi creencia de que unos pocos pueden generar más cambio que masas de personas. Pero qué tanto se puede estirar este hilo antes de romperse. El extremo sería que el más rebelde es quien se retira de la sociedad y avanza por el exterior. De repente el rebelde pierde su esencia cuando tiene una causa. Si hay muchos en la misma corriente, tal vez algo estoy haciendo mal. Las tendencias te ciegan dando por seguro que te abren la mente. Son movimientos hipócritas. 

Jesús era un rebelde. Buda también. Sin embargo, probablemente sus seguidores no tanto. En Siddhartha de Hermann Hesse, quien luego llegaría a la iluminación, se negó a seguir los entrenamientos ascéticos, le dijo a Buda directamente que no lo iba a seguir, le costó separarse de su amigo, y se hundía en los lugares más oscuros de la humanidad. Qué sería de la literatura sin estos personajes contrariados. Qué aburrida la historia de alguien que sólo se deja llevar, como una piedra hundiéndose en el océano. Sin lucha ni conflicto; con un camino predeterminado, amargadamente aceptado. Prefiero tener una vida un poco más desadaptada, donde siempre está la duda sobre el límite moral. Este límite es tal vez el más grande que tiene la humanidad, si rompes una regla, sientes cómo la culpa te inunda y te trae abajo. Muchas veces innecesariamente. Porque no dar el 100 por ciento o más, quién dice que no se puede ir hasta el 120 o 150. Finalmente, quien puso las reglas acaso es un maestro divino que puede hechizar a todos dentro de un mismo flujo. Es imposible, pero la presión y el qué dirán pesan mucho en esta época. La gente tiene miedo de poner los pies sobre la mesa. Periodistas que le cedieron la tutela a su público, por todos lados. Abogados que defienden violadores porque es lo que dice la ley. El desfase está clarísimo.  La ley siempre avanza más lento. 

Todos tenemos una temporada nietzscheana, obsesionados con Así habló Zaratustra, por más de no entender casi nada. Me incluyo. Es prácticamente un manual para liberarte por completo de las ataduras mundanas basado en la no doctrina, sin embargo, si la sigues o siguen muchos, pierde su capacidad única y recae justamente en lo que niega en un inicio. Me pregunto si será posible vivir sin seguir nada, no lo creo, pero sí te puedes aproximar. No sé cómo, pero lo creo posible. Cuando estudié a los filósofos contractualistas, me preguntaba qué tan distanciado está el pacto social inicial al actual, y qué tanto se ha adaptado. En teoría, Hobbes, Rousseau, Locke y demás remontan el momento del contrato, bajo condiciones distintas, a las primeras interacciones humanas. Estado Natural le llaman, por supuesto son sacadas de la nada y muy generalizadas. Quién sabrá nuestro comportamiento natural antes de cederle parte nuestra a un estado, se lo inventaron por completo. Ya se notan las irregularidades entre la norma y lo que sucede en realidad. Toda la vida me he sentido rebelde, últimamente ya no lo sé. El concepto en sí en estos momentos me parece platónico. Inalcanzable. Pero nos encanta vivir así, por lo menos a algunos. Se vienen tiempos hostiles, pero retadores y posiblemente fructíferos. Cuándo se romperá el hilo que nosotros los supuestos rebeldes queremos romper.  

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La derecha aplaude enfervorizada cuando cuestionamos las actitudes antidemocráticas de la izquierda, pero no debería tener sustento para hacerlo cuando en ella misma anidan pulsiones autoritarias esenciales.

Es la derecha que sigue sosteniendo que el triunfo de Castillo fue producto de un fraude, la que abomina de las políticas de género y luego se desgañita pidiendo pena de muerte para los violadores, la que aplaude la prescripción de los delitos de lesa humanidad, la que defiende la represión policial de fines del 22 e inicios del 23 (“tantos muertos como sea necesario para recuperar la paz” llegó a decir uno de sus más preclaros representantes), que se emociona hasta las lágrimas con los arrebatos autoritarios del Congreso pretendiendo tirarse abajo la autonomía de los organismos de justicia o destrozando la reforma universitaria, la que saluda los disfuerzos autoritarios de alguien como el alcalde limeño que quiere tumbarse el Lugar de la Memoria.

Y no es poca y viene en proceso de crecimiento, contaminando inclusive a representantes políticos que uno estimaría de centroderecha o que ahora pretenden postular a la Presidencia bajo las banderas de un centro convocante, pero que en muchas de sus declaraciones sobre alguno de los temas mencionados dejan entrever un talante autoritario preocupante.

El déficit democrático de nuestras élites políticases pavoroso. La democracia representativa, la formal, la burguesa, la clásica, ha dejado de movilizar a la ciudadanía y su clase política reacciona frente a ello sin tratar de virar el rumbo equivocado de la población, sino acomodándose a dichas tendencias sin rubor.

La derecha, en particular, viene retrocediendo en criterios de libre mercado, formas democráticas y defensa de las libertades civiles. Está cada vez más bruta y achorada y hay que hacer votos, por ello, para que los representantes lúcidos de ella, que se alinean en nuevos partidos, se consoliden y crezcan lo suficiente para disputarles el protagonismo estelar que de otra manera esa otra derecha radical va a tener el 2026.

La del estribo: notable la puesta en escena deMuseo de la ficción I. Imperio, una versión original del clásico Macbeth. Es una videoinstalación performática que se presenta por primera vez en Lima y en Latinoamérica, obra del artista Matías Umpierrez y protagonizado por dos grandes del teatro mundial como Ángela Molina y Robert Lepage. Va en el ICPNA hasta fines de agosto, en doble función, a las 6 y a las 8 pm. Entradas en Joinnus.

Sigue la saga: valioso aporte a la historiografía crema la del periodista Pedro Ortiz Bisso, con su libro 100 años, 27 títulos, 11 historias, donde relata anécdotas y experiencias vitales del club de sus amores, con un estilo narrativo directo y puntual. Un aporte más al centenario del más grande.

[Música Maestro] Una congresista, cuestionada por sus vínculos con organizaciones criminales y poseedora, ella misma, de un estilo matonesco, es rechazada en un bar limeño por su agresiva manera de ejercer la política -si a eso podemos llamar “ejercer la política”. Un gobernador regional, de repentino enriquecimiento y gustos lujosos, pródigo en regalar/prestar joyas a las autoridades para ganar su favor, recibe una andanada de reclamos si apenas se atreve a asomar la nariz por la ventana de su despacho. Una presidenta con más del 90% de desaprobación es enfrentada públicamente y recibe jalones de pelo, empujones y no puede dar el paso por cualquier punto del país sin que los ciudadanos le recuerden, a gritos, lo que piensan por más que ella pretenda que todo va bien con su popularidad. 

Salvo un incidente lamentable e imposible de suscribir -el intento de impactar la cabeza de la mencionada congresista con un vaso de vidrio desde lo alto de un balcón- hay en estas manifestaciones ciudadanas un elemento de ineludible realidad, el hartazgo frente a las acciones cínicas e impunes de quienes detentan el poder. 

Cuando las personas sienten que las herramientas legales o institucionales no funcionan, necesitan inventar maneras de canalizar la frustración ante el maltrato, el ninguneo, la sinvergüencería. Una de ellas es el rechazo espontáneo en espacios públicos, acción a la que los investigadores de la política social en Argentina y España le han creado un nombre: escrache (castellanización de la palabra anglosajona “scratch” que significa literalmente “arañar, rasguñar”). 

A pesar de que el poder político cuenta con toda una batería de defensores, el escrache ocurrido en el conocido bar La Noche de Barranco, la madrugada del pasado domingo 4 de agosto, funcionó como una llamada a la acción -o, como dicen los marketeros huachafos, un “call-to-action”- que generó réplicas en días y lugares distintos -Piura, Ayacucho, Puno- con más ciudadanos ganando confianza en sí mismos y decidiéndose a protestar. 

Hubo una época en que estas llamadas a la acción venían en forma de canciones. Y hay una en especial que, por su claridad y contundencia, merece ser rescatada del olvido e incorporada al lenguaje cotidiano de las personas de bien que estamos ya hartos de tantas faltas de respeto y atropellos a la razón, parafraseando a Enrique Santos Discépolo (1901-1951) y su inolvidable tango Cambalache, de 1934.

Robert Nesta Marley (1945-1981) es reconocido mundialmente como embajador de la música y la cultura de Jamaica, una figura emblemática que funcionaba como gurú espiritual y representante en la tierra de Jah, cuya misión fue todo el tiempo esparcir amor y armonía, en medio de densas humaredas de sagrada ganja y las relajantes melodías del reggae, ese cadencioso género que él y sus cómplices lograron introducir en los ghettos negros de Londres, gracias al apoyo comprometido del productor inglés Chris Blackwell (87), quien los llevó a él y a su banda The Wailers a los estudios de Island Records, sello que había fundado en 1959.

Las canciones de Marley tienen, en su inmensa mayoría, letras amables y positivas, que ensalzan valores como la solidaridad, la libertad, la ilusión romántica y el desapego a las cosas materiales, una filosofía impregnada de su devoción y práctica del rastafarianismo, religión cuyos orígenes se remontan a las primeras décadas del siglo XX, cuando las poblaciones negras jamaiquinas que aun pugnaban por conseguir su liberación -Jamaica fue colonia británica por más de 300 años entre 1655 y 1962-, abrazaron los ideales panafricanistas que llegaban desde el reinado de Haile Selassie (1892-1975), emperador de Etiopía, gracias al trabajo de varios activistas locales, entre los que destacó el sindicalista Marcus Garvey (1887-1940).

Pienso, por ejemplo, en Three little birds, con ese coro que antecede en casi una década al Don’t worry be happy de Bobby McFerrin (1987), canción que sirve de consuelo ante situaciones difíciles; los himnos románticos Is this love, One love, Satisfy my soul o Waiting in vain -de álbumes postreros como Exodus (1977) y Kaya (1978); o en esa suave tonada que es sensible alegato por la soberanía y la libertad, a la autonomía de pensamiento y el respeto a la vida humana que es Redemption song (Uprising, 1980). En todas estas canciones, Marley impone su punto de vista conciliador y reflexivo, apelando a la recuperación del sentido de lo humano con fuertes dosis de ternura, sin dejar de mostrarse como un pensador popular y firme, capaz de defenderse si la situación lo merece.

Pero el aura sacerdotal/chamánica de Marley también conoció su límite. Fue después de un viaje a Haití, a inicios de los setenta, que lo dejó conmovido no solo por la pobreza extrema sino también por el talante dictatorial de sus autoridades, por lo que comenzó a escribir canciones de tono más rebelde, mostrándole los dientes a los abusos del poder. Para cuando The Wailers -Bob Marley (voz, guitarra), Peter Tosh (guitarra, voz), Neville “Bunny Wailer” Livingston (percusión, voz), Earl Lindo (teclados) y los hermanos Aston y Carlton Barrett (bajo y batería)- entraron a los estudios Harry J. de Kingston a grabar su sexto álbum, ya tenían listo un repertorio de composiciones originales que son, de lejos, las más militantes de su catálogo.

El disco Burnin’ se grabó durante la primavera de 1973 entre Londres y Kingston y es la última producción de la formación de The Wailers que incluye a Marley, Tosh y Livingston, juntos desde 1965, durante su primer periodo como grupo local de R&B, reggae y ska. Tras el impacto del álbum anterior, Catch a fire (1971) -el primero bajo la tutela de Blackwell- la industria musical en Inglaterra esperaba con ansias las nuevas canciones del predicador jamaiquino y su afinado conjunto. Y lo que recibió se convirtió de inmediato en un clásico de la canción protesta. 

Get up, stand up abre el álbum y establece el tono de manera categórica e irrefutable. Pero también otras canciones son de índole combativo como, por ejemplo, Duppy conqueror, Small axe o Burnin’ and lootin’. Por cierto, Burnin’ también incluye otro de los éxitos inmortales de Bob Marley & The Wailers, I shot the sheriff -que ingresó al canon rockero gracias a la versión que grabara Eric Clapton en su segundo álbum como solista, 461 Ocean Boulevard (1974)-, cuya letra alude a la represión policial y el hostigamiento que pueden llevar a una persona pacífica a cometer un delito en extremo violento. Como se desprende de la letra, el protagonista no niega el hecho y trata de explicarlo diciendo que fue “en defensa propia”. 

Las tres estrofas de Get up, stand up contienen frases de potente vigencia en la coyuntura mundial, aplicables a cualquier país y cualquier época, lo cual la convierte en una pieza de música popular atemporal. Por ejemplo, aquello de “oye predicador, no me digas que el cielo está debajo de la tierra, yo sé que tú no sabes lo que realmente importa en la vida” es un ataque directo a cualquier clase de charlatán -un tele-evangelista, un vendedor de fórmulas para alcanzar el éxito, un candidato/a al congreso o la presidencia- que usa los medios de comunicación para convencer y engañar a las masas. Desde Elon Musk hasta Rafael López Aliaga, a todos les va como anillo al dedo esta aclaración achorada, envuelta en un fondo musical amable, casi podríamos decir que inofensivo, como es el reggae.

Al final de cada estrofa, el cantautor antecede al coro que nos empuja a luchar por nuestros derechos una pregunta cuestionadora, una motivación a usar nuestra inteligencia: “¿Qué vas a hacer ahora que has visto la luz? ¡Levántate y pelea!” Cuando vemos cómo en nuestra cotidianeidad se han entronizado el abuso y la trapacería, que a la mal llamada “clase política” le resulta muy cómodo pasar por encima de la gente y pierde, en el camino, no solo la vergüenza sino también la dignidad -les da lo mismo que se les insulte de mil maneras, ellos siguen llevando adelante sus planes sin que se les mueva un pelo para salirse con la suya- esta clase de canciones deberían formar parte de nuestro discurso más íntimo. Sin embargo, a pesar de los escraches, seguimos dormidos pensando que todo va sobre ruedas.

La frase más significativa de Get up, stand up cierra la tercera y última estrofa, un resumen de lo que olvidan todos los malandrines de cuello-y-corbata que creen que nunca se van a acabar sus fuentes de poder e impunidad: “You can fool some people sometimes but you can’t fool all the people all the time” que literalmente podemos traducir así: “Puedes cojudear a algunas personas por algún tiempo, pero no puedes cojudear a todas las personas todo el tiempo”, algo que deberían escuchar a diario todas nuestras autoridades del sector público y muchísimos personajes del privado. De alguna manera, relaciono este juego de palabras a otro también muy conocido, escrito por Bob Dylan en la parte final de uno de sus himnos generacionales, Like a rolling stone, de su entrañable sexta producción discográfica, Highway 61, revisited (1965), que a la letra dice: “When you ain’t got nothing, you got nothing to lose” (“cuando no tienes nada, no tienes nada que perder”).

De acuerdo con los créditos del álbum Burnin’, Get up, stand up fue escrita a cuatro manos por Bob Marley y Peter Tosh (1944-1987). De hecho, Tosh también la grabó, en su segundo disco en solitario, Equal rights (1977) y la incluyó regularmente en sus repertorios en vivo hasta su trágico asesinato, a manos de dos pistoleros que querían robarle dinero. El mismo año Neville Livingston (1947-2021), el tercer Wailer, también hizo un cover del tema para su segunda aventura como solista, Protest. Mientras que las versiones de Marley y Tosh son muy parecidas, la de Bunny Wailer posee un ritmo un poco más saltarín, sin despegarse por supuesto del espíritu original del reggae que cultivaron e hicieron popular desde sus inicios.

En 1988, Get up, stand up fue la canción escogida para cerrar los conciertos de la gira colectiva Human Rights Now!, organizada por Amnistía Internacional por el cuarenta aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y que reunió sobre el mismo escenario a cinco superestrellas del pop-rock mundial: los norteamericanos Tracy Chapman y Bruce Springsteen, los británicos Sting y Peter Gabriel y el senegalés Youssou N’Dour. El ambicioso tour recorrió países de Europa, Asia, África, Norte, Centro y Sudamérica, ante multitudes que llegaban a superar las 50,000 personas, en ciudades como Los Angeles (EE.UU.), Montreal (Canadá), Abidjan (Costa de Marfil) o Buenos Aires (Argentina). 

En cada visita, los músicos realizaban conferencias de prensa y difundían los postulados de la justicia social, el respeto por los derechos de las minorías y la equitativa distribución de la riqueza, en lo que fue además una continuación del proyecto humanitario Live Aid que habían iniciado, entre 1984 y 1985, los compositores y activistas británicos Midge Ure y Bob Geldof. Como ha quedado demostrado con el tiempo, muchas cosas que se denunciaron en esos años no solo no cambiaron sino que han empeorado a nivel planetario -la corrupción política, la ambición de los multimillonarios y la decadencia del pensamiento crítico que padecemos en el Perú son solo botones de muestra- pero esas denuncias también son testimonio de la disposición que tienen algunos artistas para promover la toma de conciencia entre las masas. 

De esta manera, una generación después de haberse estrenado, Get up, stand up de Bob Marley & The Wailers adquirió vida propia como grito de guerra para aquellos colectivos ochenteros preocupados por defender los derechos humanos. Así como, en nuestro idioma, el clásico de los Quilapayún El pueblo unido jamás será vencido -también de 1973- se posicionó como himno de las calles, la composición de Marley y Tosh fue entonada por públicos de los cinco continentes que asistieron a esas masivas presentaciones. 

El cierre de esa gira fue en el Estadio Monumental de River Plate de la capital argentina y es particularmente emocionante la versión final de Get up, stand up con la que acabaron aquel 15 de octubre de 1988, acompañados de León Gieco y Charly García, quienes habían sido sus teloneros como representantes del país anfitrión. En el 2014, la canción fue incluida en el proyecto multimedia Playing For Change, con la participación de Keith Richards, el guitarrista de blues Keb’ Mo’ y un conglomerado de artistas de países como Jamaica, Zimbabwe, Brasil, Uruguay, Australia. El colorido video en YouTube tiene más de 16 millones de visualizaciones.

Get up, stand up también es el título del musical que se estrenó, en el circuito de teatros del West End de Inglaterra, en el año 2021 y se mantiene en cartelera en la actualidad. Esta canción que todos deberíamos aprendernos de memoria fue, además, la última que Bob Marley interpretó en vivo, con la que cerró el que sería, a la postre, su último concierto, realizado el 23 de septiembre de 1980 en la ciudad norteamericana de Pittsburgh (Pensilvania), una grabación que fue hallada en los archivos del músico en el año 2000 y vio la luz recién el 2011, en un álbum doble titulado Live Forever. 

Bob Marley falleció a los 36 años el 11 de mayo de 1981 en Miami, un hecho que generó múltiples teorías conspirativas acerca de cómo contrajo el melanoma cancerígeno que hizo metástasis por su negativa, por razones religiosas, a someterse a la amputación de la zona afectada (pie derecho). Empero, su legado musical se mantiene vivo gracias a la potencia de mensajes como el de Get up, stand up, pletóricos de vigencia y significado. 

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Van a tener que trabajar mucho, sostenida e inteligentemente, los candidatos de la centroderecha y centroizquierda democráticas, para lograr enfrentar la tendencia a que el 2026 irrumpa con inesperada contundencia un candidato antisistema, radical, populista y/o autoritario.

Las condiciones están dadas para que ocurra algo semejante. Tenemos un Estado débil, incapaz de desplegar políticas públicas y mucho menos de brindar servicios esenciales de calidad, la gente está irritada y furiosa por ello (todas las encuestas coinciden al respecto), la clase media -sostén histórico de las democracias- está disminuyendo a pasos agigantados (o por la pobreza creciente o por la emigración masiva de sus miembros).

En el mundo, además, las democracias occidentales han perdido su hegemonía ante la aparición de la China y la revitalización de Rusia, rompiendo el monopolio que después de la caída del muro de Berlín ejercieron los Estados Unidos y la Unión Europea. Es más, en las propias democracias occidentales, la democracia misma está seriamente amenazada por la irrupción de la derecha radical autoritaria.

En el caso peruano se suma el desgaste de la transición democrática post Fujimori por no haber sido capaz de afrontar los desafíos sociales que le correspondían, limitándose a gobernar en piloto automático.

El fenómeno no es nuevo. En circunstancias parecidas han emergido Fujimori, Bukele, Milei, Bolsonaro, Correa, Chávez, Castillo, el propio Trump, para no hablar de los extremistas europeos.

Las cartas vienen jugadas en ese sentido. Por el lado izquierdo, un Antauro o un Bellido; por el lado derecho un Butters o un Álvarez. Si el gran centro democrático no se pone las pilas y no toma consciencia del grave riesgo de la fragmentación y la futilidad de las campañas cortas, perderá sin atenuantes las próximas elecciones.

Que nadie se dé después por sorprendido. Si al coctel mencionado, le sumamos, la penetración de las redes sociales y la destructiva participación de los dineros ilegales en las campañas -seguramente apoyando a los candidatos disruptivos- entenderemos la magnitud del desafío. Ojalá lo entienda el poco de clase política democrática decente que subsiste en el país.

Innova Ambiental solicito al Ministerio del Ambiente la actualización de su Registro Autoritativo para excluir varias infraestructuras de gestión de residuos. La solicitud fue dirigida al Director General de Residuos Sólidos del Ministerio del Ambiente, Luis Alberto Bravo Barrientos.

Por su parte, el Ministerio del Ambiente (MINAM), a través de la Dirección General de Gestión de Residuos Sólidos, ha denegado la solicitud presentada por el Comité de Gestión Parlamento 10 para realizar una reunión sobre la evaluación del Programa de Adecuación y Manejo Ambiental (PAMA) del relleno sanitario Portillo Grande, ubicado en el distrito de Lurín.

La empresa cuenta con el Registro Autoritativo EO-RS-00073-2020, vigente desde el 1 de septiembre de 2020, que incluye varias infraestructuras para la disposición de residuos sólidos. Sin embargo, debido al término del Contrato de Concesión del Servicio de Limpieza Pública del Cercado de Lima, notificado por la Municipalidad Metropolitana de Lima el pasado 8 de mayo de 2024, INNOVA AMBIENTAL S.A. ha cesado sus operaciones en dichas instalaciones.

El contrato con la Municipalidad, que finalizó el 30 de mayo de 2024, abarcaba la operación de infraestructuras clave como “Portillo Grande”, “El Zapallal” y la Planta de Transferencia de “Huayna Cápac”. Tras el término del contrato, la empresa devolvió estas infraestructuras a la Municipalidad, transfiriendo también todos los derechos y obligaciones legales y ambientales.

Solicitudes y Documentación Adjunta

Marcelo Socoowski Azev, Gerente General de Innova Ambiental, firmó la carta enviada al Ministerio del Ambiente solicitando la baja de estas infraestructuras del registro vigente. En la solicitud se adjuntan documentos de respaldo, entre ellos, una copia de la vigencia de poder del representante de la empresa y comunicaciones oficiales con la Municipalidad Metropolitana de Lima.

Contra viento y marea, Innova Ambiental busca oficializar la finalización de sus operaciones en las mencionadas infraestructuras y actualizar su registro ante las autoridades competentes. La empresa reafirma su compromiso con la normativa vigente y el cumplimiento de sus obligaciones ambientales.

El silencio del Ministerio del Ambiente. El ministerio aún no ha emitido una respuesta oficial a esta solicitud, pero se espera que se pronuncie en los próximos días sobre la actualización del Registro Autoritativo EO-RS-00073-2020, conforme a los procedimientos establecidos.

Sobre la solicitud de reunión

La solicitud de reunión fue enviada por el Comité de Gestión Parlamento 10, liderado por su presidente, Rober V. Ángeles Salas. El propósito era discutir el procedimiento de aprobación del PAMA presentado por Innova Ambiental S.A., la empresa encargada del relleno sanitario Portillo Grande.

Sin embargo, el MINAM, mediante la carta 00285-2024-MINAM/VMGA/DGGRS, informó que la petición no es procedente. Según el Director General de Gestión de Residuos Sólidos, Luis Alberto Bravo Barrientos, la solicitud de aprobación del PAMA está actualmente en proceso de evaluación y elaboración de informes. Además, el MINAM ha comunicado previamente esta situación al Comité en varias ocasiones, a través de diferentes cartas enviadas a la dirección de correo electrónico proporcionada por el Comité.

Adicionalmente, el MINAM informó que Innova Ambiental S.A. ha solicitado la actualización de su Registro Autoritativo como Empresa Operadora de Residuos Sólidos, solicitando la exclusión de ciertas infraestructuras y operaciones relacionadas con residuos sólidos. Esta exclusión ha sido realizada tras la correspondiente evaluación, y los detalles pueden ser verificados a través del enlace proporcionado por el MINAM.

Al cierre de este informe, la disconformidad de los vecinos ha llegado al punto de querer iniciar diferentes movilizaciones y plantones a las afueras de aquellas instituciones responsables de este caso y de su fin sin fecha exacta.

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Ha causado muchas y justificadas suspicacias la aparición de una novela inédita de García Márquez y cinco cuentos de Julio Ramón Ribeyro en un periodo de tiempo relativamente breve. Sin duda se trata de lanzamientos que en el encabezado dejan ver dos nombres que funcionan casi como una marca. Que el libro dejó de ser un objeto sagrado hace tiempo, no es novedad. Que la publicidad envuelva inéditos en papel brillante, tampoco. Hay su pizca de ingenuidad en pensar estos libros como una especie de Santo Grial.

Me ha conmovido, pese a todo, ver legiones de lectores abalanzarse sobre los libros inéditos de García Márquez y Julio Ramón Ribeyro. Novela y cinco cuentos, respectivamente, que tienen algo en común: sus autores no deseaban publicarlos porque estaban inacabados, en proceso, aun truncos. Por algo permanecían inéditos, ¿no? Lo bueno es que estas cosas nos hacen ver que el libro es a veces mercancía y que una buena estrategia de comunicación y propaganda puede hacer el milagro de vender gato por liebre, pasando por encima de la voluntad de dos autores que ya en el más allá no tenían ninguna posibilidad de impedir su publicación.

Leí Nos vemos en agosto con cierto desagrado, no sé si decir con tristeza. Se presiente la sombra de lo que fue, en su momento, uno de los lenguajes mas cautivantes de la narrativa latinoamericana, ese que alcanzó lo inalcanzable en textos como Cien años de soledad o El otoño del patriarca. Poco premio es percibir ese olor sin que se concrete. Nos vemos en agosto me recuerda la manera cómo Fellini imaginaba a sus personajes y los dibujaba: eran parte de un proyecto, no un trabajo culminado.

Leyendo los cuentos inéditos de Ribeyro, que vienen acompañados del prestigioso eslogan “el más vendido de la FIL”, tengo sensación parecida. En estos relatos está presente la atmósfera clásica de lo fantástico que solía trabajar el autor, aquella que se encumbró en piezas notables como “La insignia”, “Doblajes” o “Ridder y el pisapapeles”; del mismo modo, otros relatos se inclinan por ese ánimo realista que pone al fracaso como motivo central, pero solo se advierte un eco de la maestría lograda en cuentos como “Una aventura nocturna”, “Terra Incógnita” o “Los gallinazos sin plumas”. 

No puedo dejar de mencionar, sin embargo, cierta nostalgia. Recordar la primera vez que leí con asombro a los dos. A Ribeyro en el colegio, revelándome la vida cotidiana de seres pequeños y grises que mi burbuja me impedía ver, víctimas de un destino aplastante y al que no era posible enfrentar. Esas batallas perdidas eran de algún modo mías también. A García Márquez en la universidad, de cachimbo, con un desvencijado ejemplar de Cien años de soledad en las manos, leyendo en una suerte de estado de gracia, con un ojo en la poesía y otro en la historia alegórica que contiene la novela. Gratitud por siempre. 

Ese recuerdo sin embargo no me impide ver que acaso estos libros, cuyos autores habían desterrado al silencio, no merecerán tanta complacencia. No sé si Vivir para contarla continúe, no tengo noticias de que García Márquez hubiera continuado escribiendo sus memorias o interrumpido su escritura. Se rumorea por ahí que aparecerán nuevos volúmenes de La tentación del fracaso, el diario de Ribeyro. Dos pretextos más que ideales para que esta vez sea yo quien se abalance impunemente sobre ellos.

Uno ya no sabe si está ante un cuadro de cinismo desembozado, o un estado de confusión moral e ideológica pavoroso, cuando escucha a la excongresista Indira Huillca, escamotear las inquisitivas preguntas de Jaime Chincha respecto del caso de Venezuela y si lo que allí se vive califica como dictadura, respondiendo que sí, pero que es igual a la que se vive en el Perú.

Fuera de la retórica y demagógica calificación de “dictadura congresal” que la izquierda se ha inventado para definir la prepotencia y daño democrático que nuestro Legislativo, sin duda, está perpetrando, no hay forma, ni en la más enfebrecida imaginación, que pueda hacer que se califique el gobierno de Dina Boluarte como dictatorial.

Acá el Congreso puede hacer idioteces, pero no ha sido capaz siquiera de tumbarse a la Junta Nacional de Justicia y sus leyes son desacatadas por el Poder Judicial, explícita o tácitamente (como en el caso de la prescripción de los delitos de lesa humanidad); la prensa actúa independientemente y mayoría, si no la totalidad, es crítica del régimen; la sociedad civil (ONGs y gremios empresariales) opera con libertad y autonomía y sus integrantes pueden decir, como lo hacen, lo que les viene en gana sin temer ser encarcelados al día siguiente o sufrir represalias económicas.

Hubo muertes injustificadas a fines del 2022 e inicios del 2023, y la justicia ya tiene un camino trazado para juzgar a los responsables (inclusive el Ministerio Público ha presentado denuncia constitucional contra la presidenta). En una democracia también ocurren violaciones a los derechos humanos, pero, a diferencia de Venezuela, que tiene más muertos en su haber, acá hay un derrotero de justicia que al final del día sancionará a los culpables.

¿Algo así podría ocurrir en Venezuela? Allá se detienen a los opositores, se ha acogotado a la prensa independiente hasta casi hacerla desparecer, las ONGs no existen y los gremios empresariales que osen protestar sufren de inmediato expropiaciones o severos castigos y la represión asesina a diario a opositores. Los poderes del Estado (el sistema judicial y electoral) están copados por el gobierno y éste es capaz por ello de tramitar un fraude escandaloso como el de las últimas elecciones presidenciales.

¿Puede Indira Huillca, sin ruborizarse, decir que vivimos en una dictadura como la venezolana? Eso lo dice para rebajar el calificativo que le endosa al régimen de Maduro y demuestra una vez más, lamentablemente, que un sector importante de la izquierda peruana ha involucionado y ya no tiene entre sus banderas a enarbolar la de la democracia.

Sudaca conversó con César Nakazaki, abogado de Edwin Oviedo, tras conocerse que el empresario azucarero había sido absuelto por el presunto delito de homicidio vinculado al caso “Los Wachiturros de Tumán”. El letrado cuestionó el trabajo del fiscal Juan Carrasco Millones y el uso de los colaboradores eficaces.

¿Cómo ha recibido la noticia sobre la decisión del Poder Judicial de absolver a Edwin Oviedo por el presunto delito de homicidio?

No me sorprende porque es una proyección que hice desde que tomé el caso dado a que sólo estaba construido con testimonios de colaboradores eficaces que no iban a poder corroborar porque Edwin Oviedo es inocente y eso es lo que ha determinado el juzgado el día de hoy, que la Fiscalía no ha presentado pruebas de cargo.

¿Estamos ante un caso de uso indebido de la figura del colaborador eficaz?

Desde hace tiempo, incluso hay una investigación periodística, se sabe sobre el trabajo poco prolijo del fiscal Juan Carrasco Millones y las colaboraciones eficaces porque fabrica pruebas. Él hace que una persona declare como colaborador eficaz y, sin ninguna corroboración, utiliza las declaraciones. Eso, a nivel de juicio, no está permitido. Por eso el juzgado ha sido muy claro al señalar que colaboradores eficaces sin pruebas que lo corroboren no sirven para emitir una sentencia condenatoria.

Usted ha señalado que ocurrió una acusación deficiente, ¿se refería al uso de los colaboradores en el caso de Edwin Oviedo?

Esa es una frase del juzgado que ha determinado que la investigación hecha por el fiscal Juan Carrasco fue deficiente, razón por la cual ha decidido que se envíen copias al Ministerio Público para que se investigue cuál es la metodología de investigación que ha seguido el fiscal para tratar de entender tanta deficiencia.

¿Por qué tomó tanto tiempo?

En la Corte de Lambayeque hubo muchos problemas precisamente por una mala actuación de la Fiscalía que nos obligó a ir a la Corte Suprema y plantear un mecanismo que se llama transferencia de competencia. La Corte Suprema verifica que en la corte de origen no se garantizaba un debido proceso y decide sacar el caso y trasladarlo a la corte de La Libertad, donde hoy se ha dado a conocer esta sentencia absolutoria.

¿Se está marcando un precedente con respecto al uso de los colaboradores eficaces?

Es importante porque hablamos de una acusación de dos asesinatos en la que se pedía teóricamente cincuenta y dos años de pena cuando lo máximo de la pena es treinta y cinco años. Se termina con una absolución y no se determinan los responsables por el uso deficiente de la colaboración eficaz por parte de la Fiscalía y Juan Carrasco Millones.

¿Fue un trabajo defectuoso por incapacidad de Juan Carrasco Millones o existió la intención de proceder de forma indebida?

A diferencia de La Libertad donde las excooperativas y exhaciendas tienen empresarios reales, en Lambayeque, salvo el Grupo Oviedo en Pomalca que intentó luego en Tumán que haya un empresariado agroindustrial serio, esto es manejado por malos empresarios que administran la excooperativas de manera trucha con amparos conseguidos en cualquier lugar del Perú sin pagar tributos y de manera informal. Este grupo de empresarios es el que ha estado detrás del caso de Oviedo.

¿Juan Carrasco es una especie de enviado de estos personajes que menciona?

Coincide plenamente con los intereses de estos malos empresarios porque ellos amenazaron a Edwin Oviedo que si intentaba ingresar a Tumán iba a pagar las consecuencias y esta fue la investigación que inventó el fiscal Carrasco.

Usted también señaló que el uso de los colabores eficaces cambiará, ¿qué precisa la nueva ley a la que hacía mención?

Ha salido una nueva ley que corrige varias cosas y señala que el testigo colaborador tiene que estar perfectamente corroborado, que entre testigos colaboradores no se puede corroborar y establece una serie de exigencias que van a llevar a una mejor utilización de la colaboración eficaz. Por ejemplo, la declaración del colaborador va a ser grabada y el fiscal no va a poder parar la declaración y pedirle que agregue cosas. Hay una serie de exigencias que ha modificado el procedimiento de colaboración eficaz.

En Sudaca hemos dado a conocer otros casos de colaboraciones eficaces usadas por Juan Carrasco que también presentaban irregularidades, ¿este nuevo caso podría derivar en algún tipo de consecuencia para él?

Todo depende de si la Fiscalía decide investigar cómo ha trabajado la colaboración eficaz. Yo lo plantee en el juicio, pero el juzgado no tomó ese punto. Quise probar el fraude, pero el juzgado no fue por ese lado.

¿Pero que sea un fiscal al que en reiteradas oportunidades se le cuestione el uso de los colaboradores eficaces no llevaría a que tenga alguna consecuencia para él?

Tiene que haber una investigación con respecto a la forma de trabajar. He conocido directamente el trabajo deficiente del fiscal Carrasco en el caso del exalcalde Roberto Torres, los hermanos Roncal y el de Edwin Oviedo. En tres casos he podido investigar los graves defectos que tiene el fiscal Carrasco cuando investiga.  Pensé que eran problemas de formación, pero, luego de conocer cómo se mueve la economía en al ámbito agroindustrial en Lambayeque me genera serias dudas que haya sido sólo por falta de conocimiento.

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César Nakazaki, Edwin Oviedo, Juan Carrasco

Este es un gobierno que brilla por su ineptitud. En diversas conversaciones sostenidas con la dirigencia magisterial del SUTEP, tanto el Ministerio de Educación como el MEF habían llegado a diversos acuerdos que iban a ser tenidos en cuenta en el pliego presupuestal del próximo año.

El gobierno, haciendo caso omiso a su propia palabra, ha decidido romper su compromiso y pretende aprobar un Presupuesto General en el que no se incluirían ninguno de los acuerdos tomados. Como resultado de ello, el SUTEP, gremio que agrupa a 320 mil maestros y que el pasado 23 de mayo convocara a un exitoso paronacional que diera lugar a inmensas movilizaciones callejeras en todo el país, ha decidido iniciar desde hoy una huelga de hambre en cuatro macrorregiones y, de seguir siendo soslayado, convocar a una pronta huelga nacional indefinida.

No solo estamos frente a un incumplimiento de la palabra oficial empeñada sino frente a un acto de torpeza política mayúscula del régimen. Como hemos sostenido recientemente, este gobierno no va a caer por acción del Congreso (jamás van a vacar a Dina Boluarte), pero un movimiento de las masas en las calles, que ya están en punto de ebullición -como se aprecia por diversos actos aislados de furia popular-, sí puede ser el detonante de su caída.

Este gobierno, que dilapida recursos, de la mano de un Congreso populista, no es capaz de cumplir acuerdos básicos, que deberían llevarlo a cumplir la Constitución, que asigna el 6% del PBI al sector Educación, está jugando con fuego.

Una movilización beligerante de la masa magisterial puede ser el gran gatillador de la indignación popular respecto de un régimen que apenas tiene 5% de aprobación. El ministro de Educación y el titular del MEF son ciegos frente a esa posibilidad. Ojalá el premier Adrianzén, quien parece más ducho en política, se dé cuenta del grave riesgo que implica tener a todo el magisterio movilizado y el potencial de contagio y de detonante de la furia callejera que ya las encuestas reflejan, pero que aún no cuaja en protesta pública.

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