En nuestro territorio, aquellos procesos donde interviene el consumo, la producción, la comercialización, y sumados a los llamados desarrollos tecnológicos y humanos, constituyen lo que la academia suele denominar los circuitos económicos solidarios que buscan promover el desarrollo económicamente viable, ecológicamente sostenible y socialmente justo para el buen vivir de todos, en un determinado espacio. Para ello, es bueno considerar la formación planificada de los denominados mercados locales. Como es sabido, este tipo de mercados, que se caracterizan exclusivamente porque los compradores y los vendedores generan una relación estrictamente local o regional, pueden generar el comienzo de una cadena interesante de crecimiento como primer eslabón para un desarrollo a mayor escala.

Por lo general, son los sistemas agroalimentarios, quienes  incluyen no solo los aspectos de la producción de alimentos, sino también el procesamiento, la distribución y el acceso, que en el caso de los espacios locales se sostienen a través de los principios de diversidad, descentralización y adaptación dinámica. Interesante situación que se va gestando, creo yo, desde prácticas pasadas ancestrales que caracterizan las zonas llamadas rurales y que son reflejadas en el intercambio de mercancías, donde se  aprecia la dinámica entre productores y consumidores. Todo sistema productivo local, se muestra en una relación más democrática en comparación con los macro sistemas de producción que por lo general con altas tecnologías apuntan al incremento de ganancias de diversas formas. Contextualizando espacios a todo nivel, inclusive el político. 

Una idea que se puede manejar a nivel de gobiernos regionales o quizás desde el mismo Estado es constituir espacios donde se construya o fortalezca de forma planificada las instituciones locales, aquellas que en mediana escala pueden contribuir a un circuito económico que genere una dinámica local potenciada y en donde los productores puedan crecer de manera interna para poder apostar en futuros cercanos a un crecimiento externo. De esta forma se puede mejorar la capacidad de la población para sostener y generar sus propias iniciativas.

Al hablar de instituciones locales me estoy refiriendo a aquellas asociaciones, pequeñas empresas que van surgiendo en los sectores productivos que requieren no solo de capacidad para producir y trasformar sus productos, (algunos programas sociales apuntan en ese sentido) sino en la base de consumo que de igual forma puede ser organizada por los entes involucrados. Es decir formalizar la relación oferta y demanda a nivel de espacios locales. La acción colectiva, presenta alternativas a un manejo industrial a gran escala de los recursos naturales que a la larga verticaliza la relación en el mercado de manera excesiva. Por lo mismo, impulsar el desarrollo participativo desde la producción, es una opción que no deberíamos dejar de tomar en cuenta, puesto que al fortalecer o crear un verdadero mercado local, la interacción comercial, repito, planificada ahorraría costos y facilitaría el paliar las necesidades de la población, estableciendo formas de producción y consumo que contribuyan a encarar la crisis ecológico y social, que afecta, así no nos demos cuenta en nuestra sociedad y sobretodo en nuestros espacios rurales.

Propongo entonces que haya una articulación desde lo local, considerando lo social, lo económico y lo cultural, para que de forma integrada, en el puro estilo adaptativo, se permita generar un tipo de economía que integre y que se ponga al servicio de la población y no del lado opuesto. Es así que lo local, facilita que muchas organizaciones sociales y productoras puedan generar alianzas para ordenar la producción y el consumo. Los circuitos cortos de comercialización y sobretodo los mercados locales tiene muy de cerca la valoración ecológica, la identidad local, la fortaleza de la región y sobretodo la cultura del consumidor. 

Se deben construir redes de consumidores, comprometidos con los productores articulándose para producir cooperativamente parte de sus alimentos. El conocimiento local incide mucho en el conocimiento de formas para satisfacer las necesidades básicas de la población, buscando la reciprocidad y la equivalencia, promoviendo el apoyo mutuo para producir y consumir alimentos sanos. Los precios pueden ser más justos, los productores rurales, apuntan ese esquema.

En el sector urbano, hablar de mercados locales internos es un tema que requiere de mucha más elaboración, las ciudades necesitan otras estrategias, puesto que la dispersión cultural y social así lo exige. Es el Estado que basándose en fortalecer la aceptación de la población para el consumo local, debe promover ello. En resumen, no es mala la idea de voltear la mirada a lo que significa fortalecer los mercados locales.

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crecimiento, Mercado, sociedad

La paupérrima aprobación de 3% que le otorga Datum a la presidenta Boluarte y la desaprobación de 94% -históricas ambas- debería permitirnos extraer algunas conclusiones políticas que le sirvan a quienes nos vayan a gobernar del 2026 en adelante.

Ya no basta con prodigarse en aparecer en inauguraciones -que de eso abunda el régimen actual- o que sus ministros esta vez -a diferencia de los anteriores- se permitan apariciones recurrentes frente a la prensa. Ya no es un tema formal el que define la aprobación o no de un gobierno.

Peor aún cuando Boluarte empezó su mandato con un pasivo enorme, con los muertos luego de las protestas surgidas luego de su asunción de mando, que hasta ahora no hallan justicia ni reparación por parte del Estado, y que, por tanto, es una herida abierta que no termina de cerrar y constituye un dren de impopularidad basal que el gobierno no va a superar mientras no responda efectivamente.

Lo que la ciudadanía espera es resultados concretos frente a los problemas que la aquejan. La inseguridad ciudadana que asola el territorio nacional no encuentra remedio alguno y va empeorando en medio de declaraciones ridículas del titular de Interior, que, como sus antecesores, no tiene la más remota idea de qué hacer para enfrentar el tema. La corrupción se extiende como metástasis -involucra hasta al hermano de la primera mandataria- y el gobierno se hace el sueco al respecto (por ejemplo, el titular del Midisya debería haber sido sacado del cargo luego de las denuncias de Qali Warma).

La salud pública sigue siendo un desastre y no hay siquiera una política pública desde el Ministerio de Salud o desde el gobierno que prometa reconducir el problema. Y la sensibilidad ciudadana al respecto es enorme luego del desastre que fue el manejo estatal de la pandemia.

Los candidatos que aspiran a llegar a Palacio deben saber no sólo que el pueblo les va exigir propuestas claras y verosímiles frente a estos problemas, sino que, si llegan a cumplir su meta palaciega, se les exigirá que echen a andar una maquinaria estatal hiperactiva que establezca un horizonte de mejoría tangible en los problemas concretos señalados.

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Boluarte, Datum, Encuesta

El Ministerio del Interior pretendía comprar chalecos antibalas sin tener la seguridad que estos cumplían con los requerimientos de seguridad establecidos. Sudaca accedió a los documentos de esta polémica adquisición que iba a costar más de setecientos mil soles.

1732 es el número de homicidios que se han registrado en 2024 y también es el número que refleja el momento de terror que están padeciendo los millones de peruanos como producto de una crisis de inseguridad que, pese a los esfuerzos del gobierno para negarla, es una realidad ante la cual no parece existir una respuesta eficiente que le pueda poner un alto.

Cristian Rebosio

Si bien la lista de responsables ante esta escalada criminal es larga, resulta lógico que los reflectores apunten, principalmente, al Ministerio del Interior y a su titular, Juan José Santiváñez Antúnez. Sin embargo, el ministro, que cuenta con un 76% de desaprobación acorde a la encuesta realizada por Datum Internacional el mes pasado, parece estar más lejos que nunca de encontrar la solución a la ola de inseguridad que está golpeando al país y su ministerio se muestra, cada vez, más perdido.

Sudaca pudo acceder a una resolución del Tribunal de Contrataciones del Estado que ha sido emitida en los últimos días y que pone al descubierto que el Ministerio del Interior, en un momento tan crítico como el actual, comete errores insólitos en asuntos claves como la adquisición de chalecos antibalas.

¿INDIFERENCIA O INCAPACIDAD?

El pasado 3 de junio, el Ministerio del Interior convocó a una licitación pública que tenía como objetivo adquirir chalecos antibalas y, para ello, se había estimado un valor de poco más de setecientos mil soles. Para el 9 de septiembre se presentaron las ofertas y el 24 de este mismo mes se anunció a quien había obtenido la buena pro.

Cristian Rebosio

Consorcio Sourcing Group Perú S.A.C. y Sourcing Group Corp habían sido los elegidos por el comité de selección para obtener la buena pro con su oferta de S/ 708 000.00 por los más de tres mil chalecos antibalas requeridos y que, según los documentos del proceso en cuestión, iban a estar destinados a las comisarías. 

Cristian Rebosio

Sin embargo, en los primeros días de octubre, este proceso dio un giro inesperado al conocerse que existían falencias en la oferta presentada por Consorcio Sourcing Group Perú S.A.C. y Sourcing Group Corp. En los documentos que Sudaca pudo revisar, no fue el propio Ministerio del Interior quien se percató de esto sino Caddin S.A.C., otro de los postores, el cual presentó un recurso de apelación y solicitó que se declare no admitida la oferta que había recibido la buena pro por parte del comité de selección.

La razón por la cual se solicitaba que se tome esta medida resultó ser muy grave. Según la apelación presentada, las ofertas, para ser admitidas, debían incluir un “certificado de cumplimiento del estándar de resistencia balística NIJ 0101 06, emitido por el Instituto Nacional de Justicia de EEUU y Reporte de Pruebas completo que dio lugar a la certificación en mención, emitido por un laboratorio autorizado por el Instituto Nacional de Justicia de EEUU”.

Este certificado no es una simple formalidad sino que garantiza el nivel de protección que brindarán los chalecos antibalas y cuenta con un prestigio ganado a nivel mundial desde hace varias décadas. Increíblemente, el postor que ganó la licitación no lo tenía y el comité de selección no tomó en cuenta que no cumplían con este requisito.

Tal como se puede leer en la siguiente imagen, en la resolución se explica que el postor presentó un certificado que correspondía a un producto distinto al que el Ministerio del Interior estaba solicitando.  “La certificación es por el modelo P3MM-GC y, no por el modelo AXIIIA-1 que requiere la Entidad”, se lee en el documento. 

Cristian Rebosio

En esta apelación, además, se pone atención en la responsabilidad del comité de selección ante el no cumplimiento de los criterios establecidos para la presentación de ofertas en este proceso de licitación. 

Cristian Rebosio

Por su lado, el Ministerio del Interior, a través de su director de la Oficina de Abastecimiento, responde a estos cuestionamientos intenta minimizar la ausencia del certificado de los chalecos antibalas señalando que, si se declara fundada la apelación, el costo de la contratación aumentaría en cuarenta mil soles. Además, agregan que los aspectos cuestionados “exceden la evaluación que realiza el comité de selección”.

Cristian Rebosio

 

Pero, en la Resolución Nº 4502-2024-TCE-S6, la sala que atendió este caso señaló que, efectivamente, el modelo ofertado por el postor al que le habían otorgado la buena pro no contaba con la certificación NIJ 010106 que era una de las exigencias señaladas en las bases del proceso.

Cristian Rebosio

En la referida resolución, el Tribunal de Contrataciones del Estado no exime de responsabilidades al Ministerio del Interior. Según explica, el comité de selección sí tenía la obligación de verificar la vigencia de la certificación debido a que las propias bases indicaban que debía ser de esa manera. 

Cristian Rebosio 

Por ello, el pasado 12 de noviembre, el Tribunal de Contrataciones del Estado se pronunció y determinó que correspondía “No admitir la oferta del Consorcio Sourcing Group Perú S.A.C. y Sourcing Group Corp” y, por consiguiente, se les revocaría la buena pro obtenida algunos meses atrás.

Cristian Rebosio

El desenlace de esta adquisición de chalecos antibalas no sólo expone la falta de rigurosidad en las compras de instrumentos de trabajo que, en tiempos tan violentos como los que está atravesando el Perú, son un elemento indispensable para policías que trabajan en las comisarías sino que también evidencia que quienes están a cargo de estas compras desconocen el trabajo que deben realizar. 

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Juan Santivañez, Ministerio del Interior, Policia

La Fiscalía es la institución menos considerada, según revela la última encuesta de Datum. Un 80% de la ciudadanía no confía en ella, seguida de los jueces (muy cerca con 77%) y la policía nacional (63%), el trípode sobre el cual descansa la justicia en el Perú.

Menuda tarea le corresponde desempeñar a la flamante Fiscal de la Nación, Delia Espinoza. Tiene que reconstruir radicalmente una institución devaluada por la politización de casos como el de Lava Jato, la corrupción al interior del Eficcop y la inaceptable conducción de una magistrada como Marita Barreto, o las tropelías cometidas, por ejemplo, alrededor del caso de ZamirVillaverde, que con valentía viene denunciando diariamente Beto Ortiz. Por donde se mire se encuentra podredumbre o perversión de la función fiscal.

Por lo pronto, ya se esperaría de la autoridad de control que actúe sobre las denuncias periodísticas efectuadas en los últimos días, en tanto la magistrada Espinoza repiensa con pulcritud cómo recomponer una institución que ha sido destruida desde sus cimientos por malos fiscales.

Resultado en gran parte de una actuación institucional lamentable de la Junta Nacional de Justicia, pronta a acabar sus funciones felizmente, tanto el Ministerio Público como el Poder Judicial se han llenado de profesionales bamba, con títulos mal habidos, diplomas truchos y credenciales morales tachables.

La corrupción es, junto a la inseguridad ciudadana, uno de los mayores problemas nacionales, según reflejan todas las encuestas. Ese mal no va a poder ser resuelto mientras no haya una justicia proba en la cual la gente confíe, como viene sucediendo ahora.

Tarea urgente y primordial de la fiscal Delia Espinoza es proceder rápidamente a una purga moral de la institución que preside. Si deja supervivir el statu quo, terminará devorada por la inercia institucional enquistada en el edificio de la avenida Abancay, hoy maloliente y abrumadoramente desacreditado ante la opinión pública.

[La columna deca(n)dente] En una de las entrevistas más desafortunadas de este año, el ministro de Transportes y Comunicaciones, Raúl Pérez Reyes, ha demostrado que la desconexión con la realidad nacional parece haberse convertido en el sello distintivo del gobierno de Dina Boluarte. Sus declaraciones sobre las protestas de transportistas y otros ciudadanos a nivel nacional, coincidentes con la Cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), no solo minimizaron un problema alarmante, sino que reflejaron la insistencia del Ejecutivo en negar la gravedad de la crisis que enfrenta el país.

Para contextualizar, los transportistas alzaron su voz en medio de una ola de criminalidad que cobra vidas de choferes y trabajadores. Sin embargo, lejos de priorizar este grave problema, Pérez Reyes se mostró más preocupado por el momento elegido para protestar, calificándolo de inoportuno por coincidir con la “fiesta” de la APEC.

Lo que resulta realmente preocupante es su intento de deslegitimar las demandas. En respuesta al periodista Martín Riepl, quien le recordó que el Perú no está precisamente de fiesta sino enfrentando una crisis de inseguridad y violencia creciente, el ministro lanzó una pregunta indignante: “¿A quiénes están matando?”. En un país donde el sicariato y la extorsión son noticias cotidianas, esta pregunta no solo es brutalmente insensible, sino que también busca minimizar los hechos.

Para el ministro, las pancartas que claman “nos están matando” son simples herramientas de una “agenda política”. Vincular reclamos legítimos con la “izquierda radical” o con fines electorales es una estrategia conocida del gobierno de Boluarte: descalificar la protesta para evitar atender sus causas. Este tipo de discurso refuerza la percepción ciudadana de que el gobierno no tiene interés en escuchar las demandas ni resolverlas.

En este contexto, el rol de la APEC merece especial atención. Este evento internacional era, para el Ejecutivo, una oportunidad de oro para proyectar al Perú como un país estable y seguro. Sin embargo, al minimizar las protestas y calificar de politizados a quienes las impulsan, el ministro Pérez deja entrever un problema mayor: la prioridad del gobierno no es resolver las crisis internas, sino proyectar una fachada de normalidad hacia el exterior.

Este intento por “normalizar” la situación interna se alinea con un patrón observado desde diciembre de 2022, cuando la represión gubernamental dejó 49 muertos en el contexto de las manifestaciones. Las voces que exigen justicia para las víctimas han sido etiquetadas como oportunistas e interesadas, perpetuando un discurso que intenta invisibilizar tales crímenes. Es evidente que el Ejecutivo busca mantener un discurso donde el orden se impone frente al caos, pero lo hace a un costo altísimo: la erosión de la confianza y el respaldo ciudadano.

En política, las palabras importan, y las del ministro Pérez Reyes no han hecho más que ahondar el malestar general. Su metáfora de la “fiesta” trivializa el descontento social. Su pregunta sobre las víctimas no solo constituye una falta de respeto, sino también una negación de la realidad que viven miles de compatriotas. Y su insistencia en deslegitimar las protestas evidencia un gobierno que interpreta las críticas como una amenaza.

El país no necesita ministros que minimicen los problemas ni discursos que maquillen la realidad. Necesita que el gobierno de Boluarte escuche, actúe y priorice la vida de sus ciudadanos por encima de todo. Porque, a diferencia de lo que piensa el ministro, el Perú no está en una fiesta. Está de duelo.

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APEC, crímenes, Dina Boluarte, inseguridad, MInistro de transporte

Luego de la explosiva declaración de la empresaria Mirtha Gonzáles, respecto de haber sido extorsionada para que a cambio de una millonaria suma de dinero sea excluida del proceso de investigación de organización criminal en la que está incursa (en el mismo caso de quien escribe, en clara muestra de abuso fiscal), es menester e imperativo que la autoridad de control y la propia Fiscal de la Nación tomen cartas en el asunto.

Algo turbio se maneja en el Eficcop y en el equipo de fiscales comandado por el fiscal Niño, brazo derecho de Marita Barreto. Trascendidos a los que uno tiene acceso informan de manipulación de declaraciones de aspirantes a colaboradores eficaces -particularmente de Jaime Villanueva- para inventar cargos o testimonios que involucren a personas a las que la fiscal Barreto aborrece, entre ellos mi persona.

A falta de prueba alguna, de no haber encontrado nada en los peritajes a los equipos electrónicos incautados, se le ha conminado a Villanueva a buscar cualquier cargo que se le ocurra para involucrarme en un caso que no tiene asidero alguno (explícitamente, se señala en el expediente que se me incluye en el tramado de la organización criminal -y se me ha allanado, por ello con el afán de mancillar mi honra-, por el solo hecho de haber publicado tres informes que Barreto no perdona que se hayan publicado porque la afectaban directamente a ella). Todo ello cuando hay jurisprudencia clara en la Corte Suprema de que no puede considerarse delito, bajo ningún concepto, la publicación de informes periodísticos.

En el caso de la empresaria Mirtha Gonzáles el caso reviste especial gravedad porque, según se reveló anoche en el programa Contracorriente, ella puso al tanto de la extorsión al propio fiscal Niño y simplemente no se actuó nada. Peor que eso, hoy se pretende pedirle prisión preventiva a la extorsionada y el extorsionador anda feliz, libre, sin investigación alguna.

Tiene que extirparse el tumor Barreto de la Fiscalía. Está probada su falta de pergaminos profesionales y académicos para haber llegado a ocupar ese cargo (por eso, ha sido suspendida). Es una fiscal rencorosa y vengativa, presta a violar la ley y el debido proceso a cuenta de sus rencores o discrepancias ideológicas con quienes ella estima adversarios. Y cuenta con el arsenal extorsivo de malos elementos de la fiscalía y de la policía y la certeza de que tiene entre sus colaboradores a un corrupto probado como Jaime Villanueva, cobarde y mentiroso, capaz de lo que sea para librarse de la cárcel, que es lo que le debería corresponder por no haber aportado hasta ahora prueba alguno de sus dichos contra varias personas (incluidos fiscales y periodistas).

[Migrante al paso] Una verdad lamentable

Desaparecí. Me esfumé de sus vidas como si nunca hubiera formado parte de ellas. Después de dos meses en Canadá, viviendo en la casa de unas personas junto con otro joven, mi despedida fue abrupta. Nunca supe qué fue de sus existencias. No sé si siguen vivos. Ellos tampoco saben si yo lo estoy. Me trataron como uno más de su grupo y yo les devolví el mismo afecto. Me acompañaron al aeropuerto y, antes de verles los rostros por última vez, me dieron un pequeño marco de madera con una fotografía en la que aparecíamos todos juntos. Nunca supe por qué, pero lo boté en el primer basurero que encontré al cruzar Migraciones. Ya había cumplido mi etapa en ese lugar y quería olvidarlo. Sin embargo, fui cobarde y respondí a su bondad con una frialdad propia del país que dejaba atrás. Ya no es momento de arrepentirme, pero ahora, tal vez, me hubiera gustado actuar de otra manera. Tenía solo 17 años y pensaba que el mundo estaba a mis pies. En realidad, yo estaba siendo pisoteado por el mundo.

Lo mismo me ha ocurrido a lo largo de mi breve vida. A mis amigos de la promoción los dejé de ver. Les sigo teniendo aprecio, pero han pasado años desde que vi sus caras. Viví en Argentina más de dos años y no hice ningún amigo cercano. Tengo seis o siete amigos que considero mi familia, y con eso me basta. Creo en lo que dice Aristóteles: “Un amigo de todos es amigo de nadie”. No sé si esto le ocurre a todos, pero por ahora puedo vivir tranquilo de esa manera. Narro estas experiencias porque me preocupa el futuro de la amistad en las nuevas generaciones. Hace poco leí una noticia sobre un niño que se quitó la vida debido a un amigo virtual desarrollado por una inteligencia artificial. Existen más de una decena de estas aplicaciones y, sin ánimo de sonar como un viejo amargado, ¿qué valores y empatía se pueden desarrollar por medio de estas plataformas? El mundo está patas arriba, y no es culpa de los pequeños; es culpa nuestra. De nosotros, los adultos, que no sabemos qué hacer al respecto. También de una educación desfasada que, en mi opinión, ya no sirve para nada. Ninguna escuela se salva de profesores depredadores, ninguna comunidad religiosa tampoco y, peor aún, muchas familias tampoco se libran. La coyuntura sociopolítica está embruteciendo a quienes deberían estar a cargo de los niños por no poder controlar su propio odio o sus sueños frustrados. Ser madre o padre no es ningún mérito si no cumples tu rol como se debe. Si no vas a hacerte cargo o vas a descuidar a tus hijos, mejor no los tengas y sométete a una vasectomía o algo similar.

Es culpa de los padres que ocurran hechos como aquel trágico suicidio de un niño de 14 años en California. Si la excusa es que no conocían los riesgos, debieron investigar, debieron preocuparse. Ya todos sabemos que las épocas de pichangas callejeras y bicicletas amontonadas en jardines quedaron atrás. Antes se temían secuestros o robos; ahora el peligro está en los hogares. Y para todos los adultos, profesores, padres, psicólogos y demás que pierden los papeles con niños, son unos fracasados que no sirven para nada. La amistad es esencial para la vida, y pobres de aquellos que no la tienen. Cuando estaba en primero o segundo de primaria, viví una experiencia que me marcó tanto que hasta recuerdo a los personajes con nombre y apellido, que no vale la pena mencionar.

Francisco Tafur

Hora de salida del colegio. Mi grupo de amigos nos acercamos al pobre chico que había estado todo el día callado. “Vamos a jugar”, le dijimos entusiasmados. Su respuesta nos dejó pasmados:

—Ya no puedo ser amigo de ustedes; mi padre me lo ha prohibido —nos contestó cabizbajo.

El energúmeno del padre estaba al costado.

—¿Por qué le has dicho eso? —le pregunté a quien me llevaba 100 kilos.

—Por culpa de ustedes, mi hijo no va a poder ser nadie —dijo enfrentándose, a un niño de 10 años.

Yo era pequeño, pero tenía el ego maradoniano. Lo miré fijamente a los ojos, como me habían enseñado en el karate. Tenía los ojos rojos de ira; de ser posible, lo habría golpeado. Ese viejo calvo, panzón, sin barba y con tatuajes me hizo darme cuenta de que existe gente miserable en el mundo. Eso es lo que puede hacer una adultez sin sabiduría. En mi cabeza lo comparaba con mis padres, y este señor parecía un insecto musgoso a su lado. Lo único que supe de mi viejo amigo fue que se hundió en las drogas y pasó de un centro de rehabilitación a otro.

En otra ocasión, fui con dos amigos y sus padres a correr olas, y tuvimos que regresar temprano porque iba a ir a la ópera con mi familia.

—¿Qué es eso? —le preguntó uno de ellos a su padre.

—No tienes ni por qué saber; nunca vas a ir —le dijo, orgulloso de su ignorancia. Todos rieron menos yo. Igual, ¿qué podía esperar de un viejo surfer que tenía más agua salada que neuronas? A mí no me afectó porque, como dije anteriormente, tengo el ego alto.

Actualmente, está de moda el dicho de que tienes que matar al ego porque es tu enemigo. Nunca he escuchado nada más falso. Yo he superado todas las situaciones difíciles gracias a eso. No sé si quieren convertir a la humanidad en un mundo de vegetales, de gente sin ambición y sin sueños. Es ridículo. La educación del hogar, al igual que la institucional, está en deterioro desde que yo era sólo un niño, y lo peor es que parecen aceptarlo con aplausos.

Francisco Tafur

Ahora les contaré lo que para mí significa ser padre, aunque no lo soy. Tenía como 11 años, y en el centro comercial Caminos del Inca había un lugar para jugar cartas de Pokémon y Magic. Mi padre nos dejó una hora allí mientras hacía compras. Éramos cuatro: mi hermano, su mejor amigo, mi mejor amigo y yo. Como travesura, le robé una carta a un grandulón e intenté escapar. Me atraparon y recibí una reprimenda fuerte de parte de este barbudo que jugaba cartas para niños. Me vetaron del local como si fuera un delincuente.

Pasó media hora y llegó mi padre. Se dio cuenta, ya que somos parecidos y siempre tuvo la capacidad de notar cuando algo me había ocurrido. Caminamos al estacionamiento, subimos al carro, y mi padre levantó la voz exigiendo que explicáramos qué había pasado. Mi gran amigo José le contó porque tampoco estaba satisfecho con lo sucedido. Recibí el castigo que ameritaba, pero eso no fue todo. Nos dijo que esperáramos en el auto y llevó a mi hermano con él. En esa época, mi padre aún era joven, con una fuerza de temer, la voz imponente, más de un metro ochenta, y el tamaño de sus manos parecía el de un gorila. Armó un escándalo para proteger la dignidad de su hijo, yo. Amedrentó a todos los que estaban en el local, y cuando señalaron al que me había insultado, se lo comió vivo. Claramente, muerto de miedo, pidió disculpas; de lo contrario, el pobre barbudo habría quedado hecho leña. Yo me sentí orgulloso de quien era mi padre y supe que siempre podía contar con él.

Nuestro país es un territorio minado para los infantes. A diario se reportan aproximadamente 34 casos de violencia sexual contra niños, niñas y adolescentes. Lo más aterrador de esta cifra, que de por sí ya es espeluznante, es que siete de cada diez casos son perpetrados por familiares o personas cercanas. No somos un país en dictadura, no somos un país comunista, no somos un lugar donde se come bien, no somos el país de Machu Picchu. Somos un país de violadores, asesinos y extorsionadores. Esa es la verdad. Mientras los pequeños sufren las consecuencias, los adultos irresponsables actúan cobardemente. “Mírenme, soy de izquierda, soy mejor”. “Mírenme, soy de derecha, soy mejor”. Tres días de clases virtuales, ¡ay, qué escándalo! Les recomiendo a todos los adultos peruanos que dejen de lloriquear y actúen frente al verdadero problema, que es la situación de los niños. En ellos se encuentra el futuro. No en gente que se pelea por su orientación política; sinceramente, son unos payasos. Como ya lo he dicho antes: un adulto que no protege a sus menores no es más que un fracasado.

[Música Maestro] Esta semana de vacías cumbres multilaterales, necesarias protestas ciudadanas y delincuencias desbordadas, es el turno de la salsa, el género que junto con el bolero son solo dos de los mejores ejemplos de la excelencia musical latina, en épocas del balbuceante reggaetón y ese híbrido multiforme que, bajo el rótulo engañoso de latin-pop, deja pasar todas las pequeñeces y vulgaridades de Shakira, Bad Bunny y afines. Para bailar en cualquier época del año, y para recordar lo bien que sonaba la música latina en otros tiempos, estos cuatro ejemplos son solo la punta del iceberg de todo lo que estamos perdiendo.

WILLIE COLÓN – TIEMPO PA’ MATAR (Fania Records, 1984)

Este álbum vendría a ser el número treinta de la extensísima discografía del director de orquesta, compositor, trombonista, productor y cantante nuyoricano Willie Colón (74), y el séptimo como solista. Además, es el último disco que produjo para la escudería FaniaRecords, que tanto impulso recibió gracias a su talento y capacidad para ir abriendo el camino de la salsa con grandes intérpretes y autores como Héctor Lavoe (1943-1993) y Rubén Blades (76).

Colón compensa su poco privilegiada voz -tuvo que asumir el rol de cantante en su orquesta tras la acre separación de Blades- con una impresionante creatividad como compositor y arreglista, desarrollando una carrera marcada por la innovación en un género que estaba condenado a un desarrollo más repetitivo, con pocas posibilidades de evolución, tras la asonada salsera nacida en los discos producidos por Jerry Masucci (1934-1997) y Johnny Pacheco (1935-2021) durante la década de los setenta, en los que Colón fue protagonista. Para mediados de la década siguiente, la salsa ya estaba dando muestras de esa crisis, con tendencias más ligeras como la salsa sensual, mientras que el latin-jazz, por su parte, cerraba su círculo a unas élites de músicos, oyentes y asistentes a conciertos dispuestos a sofisticar todavía más el sonido de lo caribeño.

Este álbum presenta tres covers. El más famoso de ellos fue Gitana, una canción escrita en 1979 por el cantaor español José Manuel Ortega Heredia «Manzanita» (1956-2004), para su primer disco, Poco ruido y mucho duende (1978). Willie Colón pone al servicio de esta cautivadora melodía todos sus poderes como arreglista y se aseguró la inmortalidad con una canción ajena que hizo suya, quizás la más popular de su catálogo solista, que hasta ahora tiene alta rotación en radios salseras. Además de los cambios de ritmo y giros, destaca el bajo de Salvador Cuevas (1955-2017), uno de sus más cercanos colaboradores y músico principal de Fania.

Los otros dos covers son Noche de los enmascarados, una de las primeras composiciones escritas en 1967 por el astro brasileño Chico Buarque; y Voló, una jocosa crónica de inmigrantes escrita por el poeta y músico portorriqueño Rafael Hernández Marín (1891-1965). Con este álbum, Willie Colón confirmó su vocación por las fusiones, incorporando elementos de rock, jazz, música flamenca y bossa nova a sus composiciones salseras, con profundas descargas, bombas y sones, todo enmarcado en su contundente ensamble de percusiones múltiples, trombones, flautas y coros femeninos, además del uso de una sección de cuerdas de treinta músicos que le da aires sumamente elegantes a las canciones que conforman el disco.

Colón compuso cinco de las ocho canciones de Tiempo pa’ matar, entre las que destacan la balada/bossa nova Serenata y el tema-título, que aparece como un resumen de su vida artística, caracterizada por esa asociación entre los músicos de salsa y las mafias, imagen que él ayudó a consolidar en sus primeras producciones con Lavoe al frente del micrófono. En la salsa Falta de consideración -que también muestra toques brasileños en el segundo puente- la letra parece referirse al pleito con Blades, quien le habría respondido con su éxito Camaleón de 1987.

Para El diablo, Colón hace uso de su ingenioso sentido del humor, con una canción en ritmo de bomba. Callejón sin salida, la última de las canciones firmadas por el trombonista, es un cha-cha-chá combinado con reggae e intermedio salsero. Grabaron este disco los siguientes músicos: Willie Colón (voz, trombón, percusión, dirección musical y arreglos), Jorge Dalto (piano), Salvador Cuevas (bajo), Marc Quiñones, Martín Martínez, Édgar Reyes, José Mangual Jr., Milton Cardona (bongós, congas), Nicky Marrero (timbales), Johnny Almendra (batería), Mauricio Smith (flauta, saxo tenor), John Purcell (saxo soprano), Leopoldo Pineda, Luis López, Dan Reagan, QuilvioCabrera (trombones), Lewis Kahn (violín), Graciela Carriquí, Sylvia Villegas, Victoria Villegas (coros).

ORQUESTA INMENSIDAD – ALEGRÍA (Bárbaro Records, 1983)

Dicen los entendidos que este disco contiene la primera salsa sensual», un subgénero que es resultado de la conversión de baladas enarreglos salseros y que se apoderó de las preferencias del público latinoamericano, con la inclusión de canciones de letras melosas, sugerentes y sus giros sonoros livianos, sosos. El tema en cuestión esLo siento mi amor, una balada de 1978 compuesta por el español Manuel Alejandro y entonada por su compatriota Rocío Jurado, con su vozarrón y su boca pintada, para escándalo de las señoras de la época.

Sin embargo, aunque el tema cumple con esas características, no fue la razón del éxito que tuvo esta segunda producción de la Orquesta Inmensidad, creada en Miami y producida por Johnny Pacheco para el sello Bárbaro Records, subsidiario de Fania, en momentos en que la otrora máquina de compleja música latina dirigida por Jerry Masuccise encontraba, como decimos los peruanos, de capa caída.

Alegría, título de este LP de 1983, presenta a un joven cantante de poca experiencia pero harto pedigrí salsero: el hermano menor de Rubén Blades, Roberto, quien se metió al bolsillo a las muchachas con una versión ligera del estilo vocal de su célebre hermano, pero sin un atisbo del brillo del compositor de clásicos como Plástico o Pedro Navaja. La orquesta tiene un sonido bastante convincente, con dinámicos arreglos para metales y fuerte presencia del trombón, herencia de las legendarias producciones de Willie Colón y sus pares, pero un ataque menos complejo para alejar a la salsa de la actitud barrial, representante de los sectores populares menos favorecidos, para hacerla más atractiva a la nueva juventud pop que estaba cada vez más metida en el «American way of life«.

A pesar de eso, temas como Renacer o Traigo alegría buscan crear conexión con el clásico orgullo latino, pero terminan ahogadas por el resto de canciones que hablan de cosas más ligeras como Es amor, En cada cosa o el bolero Mírame, todos en clave romántica y liviana. El disco produjo un superéxito que hasta hoy es el más solicitado en las presentaciones de Roberto Blades, que a trancas y barrancas se hizo finalmente de un nombre propio en el universo salsero, aunque siempre bajo la sombra de su hermano, talentoso y comprometido socialmente con los problemas de América Latina y del mundo.

Me estoy refiriendo a Lágrimas, una canción diferente, con arreglos creativos y muy diversos escritos por Douglas Keith, uno de los trompetistas de la orquesta, de letra y estribillo pegajosos y una sensacional cadencia que combina profundas percusiones y brillantes trompetas y trombones, que dejan la sensación de ser hasta tres canciones en una, por los vertiginosos giros que da en sus casi siete minutos de duración. Al ser Lágrimas la primera canción del álbum, crea en los oyentes un nivel alto de expectativas que se cae de inmediato con las otras siete pistas, que no poseen la misma calidad.

Dicho eso, Alegría es un disco que se deja escuchar y que contiene algunos momentos simpáticos, a la distancia, y todavía superiores a lo que vendría después en la salsa, años de oscuridad dominados por la infame salsa erótica de finales de los ochenta en adelante. El disco termina con otro cover, el tema Señora, compuesto por el mexicano Víctor Yturbe y que fuera muy popular en 1981 en la versión que grabaran los españoles Rumba Tres, para su disco Quisiera ser bandolero.

Integraron la Orquesta Inmensidad: Roberto Blades (voz), Raúl Gallimore (voz, piano, arreglos en todos los temas, excepto Lágrimas), Manuel Patiño (bajo), Alex León (timbal), Alvaro León (bongós), Rigoberto Herrera (congas), Douglas Keith (trompeta, arreglos en Lágrimas), Juan Carlos Cabrera y Rick Hoffman (trompetas), Humberto La Voy y James Warren (trombones).

MANNY OQUENDO Y SU CONJUNTO LIBRE – CON SALSA… CON SABOR (Salsoul Records, 1976)

La salsa clásica fue monopolizada por Fania Records, el sello del norteamericano Jerry Masucci y el dominicano Johnny Pacheco que lanzó al estrellato mundial a los grandes nombres del estilo como Willie Colón, Ismael Miranda, Ray Barretto, Rubén Blades, Héctor Lavoe, etcétera. Pero eso no significa que solo de allí salieran salseros notables. A ese grupo de no afiliados a la Fania pertenece el timbalero y bongocero neoyorquino José Manuel Oquendo (1931-2009), Manny para los amigos, que en 1976 lanzó su primer disco como solista con su recientemente formado Conjunto Libre.

Manny Oquendo, de padres portorriqueños, fue un músico intuitivo que creció escuchando el inmenso bagaje musical de sus padres y se inició en las percusiones apadrinado por dos gigantes del latin-jazz y la salsa de todos los tiempos: Tito Puente (1923-2000), el Rey del Timbal; y Eddie Palmieri (87), pianista y director de Orquesta La Perfecta, con quienes trabajó en las décadas de los cincuenta y sesenta.

Oquendo conforma el Conjunto Libre junto a los hermanos Jerry y Andy González (percusionista y bajista respectivamente) y, apoyado por el sello Salsoul de los hermanos Cayre, lanzó este disco titulado Con salsa… con sabor, en 1976. El álbum posee una enorme personalidad marcada por el erudito trabajo como arreglista de Manny, quien ordena elementos del jazz, la rumba y la salsa -de vida relativamente corta en ese tiempo- para generar un producto 100% bailable que era, a la vez, una prueba de fuego para quien se sometía a su escucha.

Así, el inicio con el clásico boricua Lamento borincano -una de las canciones populares más cantadas de la historia- es rotundo, con la voz de Héctor Alomar invocando a los espíritus de toda una generación de vocalistas caribeños y un fabuloso solo de cuatro de Nelson González. Las descargas son realmente duras, si uno escucha temas como Saoco o No critiques, ejemplos de lo que era el sonido de esa salsa que iba por un camino sinuoso, en medio de la elegancia y el sabor callejero inherente a sus orígenes.

Oquendo y su Conjunto Libre que, en los ochenta y noventa sería conocido simplemente como Libre, ensaya también una incursión en el bolero, en el cover de Risque, una composición del brasileño AryBarroso (1903-1964), con ciertos aires de jazz que también se aprecian en Donna Lee/A gozar y bailar. Donna Lee es, por supuesto, el standard del saxofonista Charlie Parker (1920-1955), que aquí sirve de introducción para una canción de mucho ritmo y potencia al momento de la coda, perfecta para cualquier fiesta que se respete.

Además este tema cuenta con la participación especial del flautista Dave Valentín, en una de sus primeras grabaciones profesionales. El piano está a cargo de otro famoso portorriqueño, Oscar Hernández, que se convertiría en uno de los principales productores y músicos de sesión de salsa y latin-jazz, además de ser integrante de Seis del Solar -el grupo ochentero que acompañó a Rubén Blades- y, años después, fundador de la hoy prestigiosa The Spanish Harlem Orchestra. Andy González, bajista y productor de gran prestigio en los Estados Unidos, aseguró además la participación de grandes sesionistas como Ronnie Cuber (saxo), Milton Cardona (congas), Mike Lawrence (trompeta) y Barry Rogers (trombón). Conjunto Libre hace salsa que es solo para conocedores.

OSCAR D’LEÓN – CON DULZURA (Top Hits Records, 1983)

El décimo primer álbum del salsero venezolano Óscar D’León (81, nombre verdadero Óscar Emilio León Simoza) como solista, al frente de su propia orquesta, se inscribe en el terreno de la salsa clásica con fuertes raíces en el son, el guaguancó, el cha-cha-chá y otros ritmos afrocubanos que dieron forma a la salsa como género masivamente popular.

El uso profuso de secciones de cuerdas hace recordar a algunas producciones de Fania Records y Willie Colón, mientras que la habilidad para el soneo y la improvisación del llamado “Faraón de la Salsa” está aquí en su mejor momento, con una serie de llamadas creativas y salidas rápidas a momentos específicos de las intrincadas secciones instrumentales arregladas por él mismo.

Autodidacta en la interpretación del contrabajo, Óscar D’León se caracterizó siempre por su carisma sobre el escenario, su potente y aguda voz, que podía también alcanzar registros muy graves y solfeos de complejidad intuitiva, y una permanente disposición a la picardía y el sentido del humor, con canciones que pasaron a ser consideradas clásicas de la salsa en la década de los ochenta, justo antes de que el estilo se vulgarizara con referencias a encuentros sexuales de todo tipo, romances ligeros y baladas transformadas en salsa que reemplazaron en gran medida a las composiciones originales con sabor a Cuba.

Los grandes éxitos de este LP titulado Con dulzura, en cuya carátula vemos al cantante atravesando a machetazos lo que parece ser un campo de caña de azúcar, son, por supuesto, Calculadora y Desde que te fuiste. La primera es un cha-cha-chá extremadamente pegajoso y humorístico, en el que un hombre reprocha a su mujer el ser una calculadora humana. Los coros, intencionalmente nasales, repiten el estribillo infantil “dos-y-dos-son-cuatro-cuatro-y-dos-son-seis” de manera compulsiva, bromista y maniática. Por su parte, la segunda es una fina salsa en la que el cantante intercala dos líneas melódicas diferentes a manera de canon –estilo de la música clásica en el que se superponen unas letras a otras- un recurso que también usó, por ejemplo, Willie Colón en su éxito noventero Idilio.

En ambas, el trabajo de las cuerdas es excelente, pues provee a estas dos composiciones –de Richard Egües y Don Felo, respectivamente- de un sonido elegante, perfecto para bailes de salón. El resto del álbum es bastante regular, con temas como Mi novia (escrito por el mismo Óscar D’León) y Melao de caña, un tema fundamental de la música afrocubana, compuesto originalmente en 1952 por la educadora y poeta Mercedes Pedroso.

En la contracarátula de la edición en vinilo se puede leer una dedicatoria “a la memoria de los maestros Ñico Saquito, Rafael Cortijo y Rafael Lay, director de la Orquesta Aragón”, artistas de la edad de oro de la música rítmica producida en Cuba, a quienes el cantante considera guías permanentes de su trabajo. Lamentablemente, el sonido elegante y tributario a los pioneros de la música latina que impuso Óscar D’León en estos primeros esfuerzos solistas, tras su salida de las orquestas Dimensión Latina y La Crítica, que lideró en los setenta, se fue diluyendo y el repertorio del llamado «sonero del mundo» terminó cayendo presa en las tendencias modernas, menos respetuosas de este acervo. Con dulzura es uno de los mejores trabajos de León en esta época.

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Es un hecho que los populismos y la radicalización serán factores presentes en la campaña del 2026. Los ejemplos exitosos de Milei, Bukele y Trump harán surgir émulos creyentes en que ese es el camino correcto para ganar las elecciones y su discurso polarizante enervará la posibilidad de que surjan candidatoscentrados y sensatos.

Los candidatos que apuesten por una modernidad liberal serán vapuleados por los extremos, tanto de la derecha como de la izquierda. La intensacampaña anticaviar en el fondo es una resistencia no al pensamiento izquierdista que presuntamente alberga este sector, sino un rechazo a los principios liberales políticos que enarbolan, y que comparten con la derecha democrática.

Va a ser una tarea difícil para el centrismo derechista o izquierdista resistir indemnes este avasallamiento radical, pero es un desafío que no pueden soslayar, ya que lo peor que podrían hacer es disfrazarse de extremistas cuando claramente no creen en ello y no es, además, el camino que le corresponde al Perú para salir de la crisis en la que se encuentra.

Lo que sí cabe es que hallen propuestas disruptivas, que claramente tomen distancia sideral del establishment, que denuncien el orden de cosas degradante al que el Ejecutivo y el Congreso están conduciendo paulatinamente a la institucionalidad democrática, y de esa forma afrontar un proceso en el que parten con el marcador en contra.

El norte está relativamente claro: reconstruir la economía proinversión que existía hasta el 2011 y construir una institucionalidad estatal de buen servicio público, en aspectos como la salud y la educación pública, seguridad ciudadana y lucha anticorrupción. Hacer adicionalmente algunas reformas (la regionalización, reforma política electoral, del Estado, etc.) y así reconducir rápidamente al país a la senda del desarrollo económico que tenía desde los 90 hasta finales del segundo gobierno de García y emprender la tarea que la transición democrática descuidó por completo (las reformas de segunda generación).

Y deben tener claridad de que necesitan romper los esquemas con una campaña de marketing electoral ingeniosa y cautivante, porque para hacer lo que se propone (que suena fácil, pero es toda una reingeniería del Estado), se requiere mayoría parlamentaria, propia o con pactos que les permita alcanzarla. Por allí está el camino para enfrentar la pauperización política a la que el mundo democrático liberal -y de lo cual no estamos exentos- se conduce.

 

 

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