Mucho cuidado con hacerle el juego a Pedro Castillo con el sainete que viene montando en su juicio oral. No cabe burlarse ni tildarlo de ignorante o de bruto, cuando claramente lo que está desplegando es una estrategia inteligente de acción política.
Castillo busca victimizarse y cosechar aprobación popular, que sabe que ya tiene en alguna medida, y favorecer a los candidatos que traten de recoger su herencia en el venidero proceso electoral y eventualmente, de darse el triunfo de alguno de ellos, apostar allí a un indulto que lo saque de prisión.
Aplicar el escarnio simplón frente a ello solo lo ayuda en su propósito. Le confirma al pueblo que las élites -entre las cuales ubica al periodismo- maltratan a un expresidente por pobre y humilde, y no recala en que se le juzga merecidamente por su propósito golpista, además de soslayar el monstruoso desmadre político que fue su gobierno, con la complicidad de casi toda la izquierda.
Es menester demoler políticamente a Pedro Castillo, pero no repitiendo el bullyng inocuo y contraproducente que se le aplicó en la campaña electoral, sino mostrando con objetividad las enormes corruptelas de su corto régimen y exponiendo hasta el cansancio el video de su pretendido golpe, que mucha gente parece haber olvidado.
Eso es tarea de la prensa y de la clase política democrática. Castillo es una mancha republicana que debemos borrar y evitar que quede grabada en cierta memoria popular como un gobierno que no pudo ejercerse por la feroz oposición de los sectores acomodados y la prensa servil a los poderosos, que es la narrativa que sus huestes reiteran hasta el agotamiento.
El gobierno de Castillo fue el peor de los últimos lustros y de haber continuado habría conducido al Perú a su ruina económica, política y moral. Eso es lo que debe quedar instalado en la memoria colectiva y evitar que la victimización que viene aplicando surta efecto. De permitirlo solo habremos contribuido a labrar un destino electoral nuevamente indeseado el 2026.
Una nueva ley aprobada por el Congreso amenaza con habilitar a los odontólogos a realizar una serie de procedimientos quirúrgicos que pondrían en riesgo a sus pacientes.
Si algo ha caracterizado al grupo de parlamentarios que actualmente ocupan los escaños del Congreso de la República es su predisposición para legislar, sin vergüenza alguna, en favor de intereses particulares y sin escuchar voces autorizadas. Pero esta forma de realizar la labor congresal trae consecuencias que termina padeciendo el peruano de a pie.
Esto es lo que ha ocurrido con la Ley N°32210, la cual nació de una propuesta legislativa que buscaba habilitar a los odontólogos para que realicen una serie de procedimientos que, hasta ahora, eran una exclusividad decirujanos plásticos y profesionales de la salud dedicados a la dermatología.
LA LEY Y SU ORDEN
Pero este tipo de leyes no son una novedad. En el año 2019, el propio Colegio Odontológico del Perú le solicitó al entonces presidente de la Comisión de Salud del Congreso, Segundo Tapia Bernal, que el proyecto de ley N° 2620/2017, el cual regulaba la comercialización, uso y aplicación de sustancias de relleno denominadas biopolímeros y afines en tratamientos corporales con fines estéticos y definía dichos procedimientos como acto médico, incluya a los a los cirujanos dentistas y les permita hacer uso de biopolímeros absorbibles inyectables.
Sin embargo, esta solicitud no prosperó y quienes integraban el parlamento por aquella época no respaldaron el pedido del Colegio Odontológico del Perú.No obstante, años después, han vuelto a hacerse presentes en el Legislativo con un proyecto de ley, todavía más ambicioso, que recibió la luz verde y que ha despertado preocupación entre profesionales de la salud por el contexto en que fue aprobado.
Fue durante los primero días de junio del año 2022 cuando ingresó un proyecto de ley que tenía como autor al congresista fujimorista César Revilla Villanueva y, tal como lo señala en su título, dicha iniciativa pretendía modificar una serie de artículos de la ley de trabajo del cirujano dentista.
Según lo propuesto en esta iniciativa legislativa, los odontólogos podrían estar habilitados para realizar procedimientos quirúrgicos que, hasta la fecha, sólo podían ser llevados a cabo por médicos cirujanos. Esta situación generó una contundente oposición por parte del Colegio Médico del Perú que justificó esta postura alegando que la formación de los odontólogos no abarcaba todos los aspectos que debían tenerse en cuenta para poder realizar correctamente un procedimiento quirúrgico lo que, en consecuencia, pondría en riesgo a los pacientes.
Cabe señalar que, tal como lo señala el propio proyecto de ley, no parte únicamente del interés del congresista de Fuerza Popular sino que este fue “socializado y consensuado con el Colegio de Odontólogos del Perú”.
La historia de esta ley dio un giro inesperado en diciembre del año pasado cuando, sin un amplio debate de por medio, pese a que el Ejecutivo la había observado e ignorando las advertencias del Colegio Médico del Perú, dicha ley fue aprobada por insistencia y publicada, sospechosamente, a pocos días de la navidad.
¿QUIÉN SE BENEFICIA CON ESTA LEY?
Esta insólita situación ha llevado a que se instale la pregunta sobre quién es el más interesado en que esta ley sea ratificada por el Congreso y las respuestas podrían estar en el propio Colegio Odontológico del Perú. Sudaca ha podido revisar el historial del decano de este colegio, el doctor Luis Ghezzi Hernández, quien en el pasado ha sido invitado especial de FACOP.
FACOP, Faculdade do Centro Oeste Paulista, es una institución con raíces en Brasil que se dedica a brindar cursos relacionados a la odontología y procedimientos estéticos y, casualmente, dos meses antes que esta ley sea publicada en El Peruano, FACOP anunció su llegada al Perú, lo que supondría un negocio más lucrativo si los odontólogos están habilitados para realizar ciertos procedimientos, tal como lo avalaría la Ley N° 32210.
Sudaca conversó con Luis Ghezzi, quien señaló que esta ley “favorece a la población” y respondió a los cuestionamientos alegando que se han dicho mentiras con respecto al impacto que podría tener esta ley. Además, agregó que “hay un interés económico a favor de algunas especialidades y algunosdirigentes del Colegio Médico del Perú para monopolizar la atención médica”.
En los últimos días, algunas fuentes también han señalado que existirían sospechosos depósitos bancarios entre una persona cercana a FACOP y el decano del Colegio Odontológico del Perú. Sin embargo, en conversación con Sudaca, Luis Ghezzi ha rechazado rotundamente estas versiones.
Esta semana el Congreso podría votar para derogar la polémica Ley N° 32210 y tendrá la oportunidad de enmendar uno de sus tantos errores que, en esta oportunidad, golpea directamente la salud de los peruanos que corren el riesgo de estar en manos de personas que no están capacitadas correctamente para los procedimientos que esta ley les permitiría llevar a cabo.
Como parte de su compromiso con el desarrollo de sus empresarios, Teoma ha anunciado un sorteo exclusivo de entradas para el Wake Up Conference 2025. El sorteo de las entradas se realizará el 22 de marzo en vivo durante el gran evento SÁBADO DE GIGANTES: INQUEBRANTABLES, que contará con la presencia de los mejores expositores de Latinoamérica: David Novoa, CEO Fundador de Teoma; Orlando Denegri, Máster PNL; Daniel Iriarte, El Tiburón de las Ventas; y Pedro Castre, Coach Financiero. Además, durante el evento se lanzará el nuevo sistema educativoTeoma para todos sus líderes. Este será un evento sensacional, y en él se anunciará al ganador que tendrá la oportunidad de vivir esta experiencia transformadora con Anthony Robbins en Bogotá. Los detalles sobre cómo participar son muy fáciles: solo debes adquirir tu entrada para este evento sensacional, SDG: INQUEBRANTABLES, hasta el 16 de marzo.
Teoma premia a sus líderes
Teoma viene premiando a sus líderes que han alcanzado sus metas con full day a distintos lugares de experiencias increíbles, entradas a eventos extraordinarios como Teomorfosis, Teoma Fest, Sábado de Gigantes y Wake Up Conference 2025. Estos reconocimientos buscan motivar a los líderes de la empresa a seguir superándose y logrando el éxito dentro de la organización. Además del sorteo, Teoma recompensa el esfuerzo de sus líderes con una experiencia única para continuar su desarrollo personal y profesional con el reconocido motivador Anthony Robbins.
Innovación y liderazgo en redes de mercadeo
Teoma se ha consolidado como una potencia mundial en el ámbito del network marketing y los negocios. Su compromiso con la innovación, la sostenibilidad y el desarrollo personal ha permitido a miles de personas mejorar su calidad de vida y alcanzar la independencia financiera. En su último evento anunciaron que buscan dinamizar la marca y consolidarla como líder indiscutible en redes de mercadeo en América Latina, incluyendo la adopción de envases biodegradables y la expansión a nuevos mercados, como Estados Unidos y Europa.
Impacto de conocer a Anthony Robbins gracias a Teoma
Asistir al Wake Up Conference 2025 y experimentar de primera mano las enseñanzas de Anthony Robbins puede ser un punto de inflexión en la vida de cualquier empresario. Robbins ha asesorado a líderes mundiales y empresarios, y su enfoque ha impactado a millones en todo el mundo. Su capacidad para inspirar y ayudar a las personas a superar obstáculos lo ha convertido en una de las figuras más influyentes del desarrollo personal y profesional.
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Los últimos días, creo yo, el tema que trae nuestra atención es la eterna discusión de qué tanto informal es nuestro pais, el cómo se van generando elementos de análisis y de discusión en las calles y también en las instituciones que forman parte de nuestro estado. Somos testigos de un sector informal que se constituye por empresas, por trabajadores cuyas actividades están validadas en la práctica por operar muy al margen de los marcos legales y normativos y que simplemente se legitiman como una muy rentable actividad económica.
El pertenecer a un sector informal supone ser parte de un “archipiélago” de islas que evitan las cargas tributarias y que no tienen normas de cumplimiento, esto implica la ausencia de la protección y la atención de los servicios por parte del estado. Una relación paralela y de dos modelos de mercado, el popular y el oficial. Ya los investigadores lectores recordaran los detalles de la relación entre el estado y la sociedad y toda la teoría trabajada. “De Soto (1989) en su clásico estudio sobre la informalidad, muestra una fortaleza conceptual donde se permite concentrar el análisis en las causas de la informalidad antes que meramente en los síntomas de ésta”.
El mercado popular se distorsiona cuando la economía llamada “formal” está excesivamente reglamentada y no se canaliza un crecimiento ordenado y programado, las capacitaciones y los accesos a créditos están validando muchas veces el desarrollo de un mercado que dentro de la formalidad deseada continúa siendo informal, pues las condiciones no son integrales para la atención de los negocios que ocupan el mercado nacional. Es por esto que el trabajo informal junto con las actividades informales se caracteriza por una baja muestra de eficiencia en términos de baja productividad, sueldos bajos, precariedades laborales y falta de seguridad social. Teorizando un poco, es bueno recordar que un pais con un gran sector en informalidad tiene muy bajo ingreso per cápita, desigualdad de ingresos, pobreza declarada, el mercado financiero muy débil y poco desarrollado.
La informalidad en términos económicos es lo que hemos tratado de resumir en líneas arriba, sin embargo, existe nuevamente la prueba de una conexión muy estrecha entre los sectores que marcan el desarrollo de un pais y es el sector social, el político y obviamente el económico. Por eso, no debemos dejar de advertir la recurrente informalidad social que convive con nuestra realidad.
Los Barrios Altos, sector histórico y criollo de nuestra capital, es un claro ejemplo de cómo nuestras instituciones políticas subestiman la realidad social de este espacio, las falencias y necesidades son solapadas con discursos liricos de una Lima que se fue, sin embargo, la realidad es otra, los Barrios Altos es un cúmulo de problemas que recae en el desorden social y promueve la subsistencia sin elementos que arraiguen un cariño en sus pobladores (ahí hay una razón). No se toma en serio la realidad del barrio, y todo se resume a advertir solo la violencia y el peligro, sin embargo, no se toma en cuenta que muchas casonas antiguas señoriales y solares periféricos al gran damero de Pizarro, hoy se ven invadidos por el mercado informal, por el dinero que prima sobre la atención de las instituciones que apuestan por embellecer la historia. La informalidad recae en estos espacios desprotegidos.
Un incendio, como el que acontece actualmente, que destruye y que pone en evidencia que la informalidad trae informalidad, demuestra que el sistema no esta funcionando. Normalmente cuando hablamos sobre este tema nos referimos básicamente al trasfondo económico, a la informalidad de los negocios, sin embargo, el tema va más allá. Es un conjunto de debilidades funcionales que se trasladan a esta realidad que estamos viviendo. Almacenes clandestinos, edificios mal estructurados, espacios tugurizados, y una ciudad que está olvidada. Una cadena de informalidades que ponen en cuestión un gran problema de fondo He allí, una razón.
El 8 de marzo se conmemoró el Día Internacional de las Mujeres en todo el mundo, una fecha emblemática que no pasa desapercibida gracias a la fuerza que el movimiento de mujeres y feminista tiene a nivel global.
Convenientemente, este día tampoco pasó desapercibido para la primera presidenta del Perú, quien, con un discurso bastante endulzado, intentó posicionarse como gran defensora de las mujeres, cuando sabemos que es todo lo contrario.
Es bajo el gobierno de Dina Boluarte que se están dando los mayores retrocesos en materia de igualdad. Un ejemplo de ello es la amenaza a la continuidad del MIMP.
Boluarte pasará a la historia por ser la presidenta que, paradójicamente, le quitó a más de la mitad de la población la única institución con rectoría en el Estado para promover la igualdad y luchar contra la discriminación y la violencia de género.
Pasará a la historia por hacerle el juego al patriarcado y rendirse ante él, con argumentos falaces que solo siguen hablando de su propia enajenación a un poder al que ya no puede enfrentar, y que está detrás de esta y otras propuestas de retrocesos.
El 8 de marzo, Boluarte saludó a las mujeres por la mañana y, por la tarde, permitió que la PNP arremetiera contra las que llegaban a la Plaza San Martín en una marcha pacífica e histórica.
Es también en este gobierno que las organizaciones feministas y de derechos humanos son más hostilizadas y estigmatizadas, mucho más que en años anteriores.
Haciendo gala de su indiferencia con los derechos de las mujeres en el ámbito internacional, Dina Boluarte no ha enviado una delegación (como sí lo han hecho muchos presidentes anteriores) a la 69ª Sesión de la Comisión sobre el Estatus Jurídico de la Mujer (CSW 69) de las Naciones Unidas. Esta es una reunión anual en la que los países dan cuenta del avance en políticas orientadas al empoderamiento y desarrollo de las mujeres en el mundo. Este año, el tema fue la revisión de los compromisos asumidos en la Plataforma de Acción de Beijing hace 30 años.
La delegación peruana, ausente.
Saludar y reprimir.
Saludar y destruir.
Es cierto que ser mujer no te hace, necesariamente, buena persona; asumirlo sería caer en una posición esencialista. Sin embargo, igual duele.
Cuando la historia cuente este periodo, dirá que hubo una presidenta mujer que gobernó victimizándose, instrumentalizando los derechos de las mujeres y destruyendo las garantías para su protección. Lamentable.
No puede soslayarse la catástrofe de la pandemia -que ocasionó 220 mil muertos en el país- en los resultados electorales del 2021. Tampoco en los superlativamente bajos niveles de aprobación del régimen de Dina Boluarte. Y, probablemente, tampoco, en los que registrará al cabo de poco tiempo el gobierno entrante el 2026.
Sufrir un problema grave de salud y descubrir que el Estado no existe para ayudar casi en absoluto es devastador para la sensación de pertenencia comunitaria que toda nación requiere como amalgama de convivencia aceptable.
A los muertos habría que agregarles los millones de afectados, que no murieron, pero que, víctimas del virus, sintieron también la ausencia total del Estado como mecanismo de auxilio, y se entenderá el voto furioso antisistema del 2021, como se deberá entender también el que surgirá sin duda el 2026, porque en materia de salud pública nada ha cambiado para bien en los últimos años.
Y nadie de la clase política se preocupa por el tema. Es absolutamente secundario, soslayando que al día por lo menos 350 mil peruanos acuden a un centro de salud pública a atenderse de alguna dolencia y reciben el trato indigno que tanto EsSalud como el Minsa le brindan a sus pacientes. El sistema de salud pública peruano es una fábrica diaria de ciudadanos antiestablishment y los efectos traumáticos del Covid se prolongan en el tiempo por esa razón.
No ha habido inversión pública en unidades de cuidados intensivos, en provisión de oxígeno, en dotación de medicamentos, mucho menos se ha cortado el nudo gordiano de la corrupción que campea en el sector. Si volviera a acontecer una pandemia, los resultados catastróficos seguramente se repetirían, como si nada hubiéramos aprendido de lo sucedido.
Responsabilidad histórica del desenlace lecorresponde a los gobiernos de la transición post Fujimori que no aprovecharon la bonanza fiscal para invertir en una reforma de la salud pública. Corresponsable el gobierno actual que no tiene entre sus prioridades el tema. Cómplices los políticos con pretensiones presidenciales que no colocan a la salud pública en el sitial de privilegio que le debería corresponder.
[La Tana Zurda]Con A dónde volver (Revuelta, 2024), Andrea Cabel (Lima, 1982) nos ofrece no solo una recopilación de su trabajo poético, sino “una reordenación selectiva de su obra en cuatro apartados”, como bien señala el recordado Eduardo Chirinos en la nota introductoria. Esta reunión de poemas, organizada en secciones que atraviesan su trayectoria, nos permite comprender la evolución de su voz, el desarrollo de sus obsesiones y la manera en que su escritura ha ido destilando su esencia a lo largo de los años. Más que una simple compilación, el libro sugiere una relectura, una recomposición de su imaginario y de los temas que la han acompañado en su exploración lírica.
Desde Las falsas actitudes del agua (2006), su primer poemario, hasta sus textos más recientes e inéditos, Cabel ha construido un lenguaje que es, a la vez, íntimo y abismal, de una cadencia fragmentaria y musical, donde la memoria, el dolor y la identidad se entrelazan en una constante búsqueda. Su poesía se caracteriza por la superposición de imágenes de alto impacto sensorial, por la fragmentación del verso y por la cadencia rítmica que juega entre el susurro y el grito contenido.
En A dónde volver, el lector se enfrenta a una estructura dividida en cuatro partes: “Retratos”, “La eternidad de una esquirla”, “Fruta partida” y “A dónde volver”. Estos segmentos funcionan como ventanas que permiten atisbar distintos momentos y preocupaciones de la poeta. En “Retratos”, por ejemplo, encontramos un tono confesional, en el que la voz poética se interroga sobre la construcción de la identidad y la figura del otro, mientras que en “La eternidad de una esquirla”, la exploración del tiempo y la herida de la pérdida marcan los versos. “Fruta partida” se presenta como un espacio de intersección entre el cuerpo y el lenguaje, entre lo tangible y lo simbólico. Finalmente, “A dónde volver” cierra el volumen con un tono que oscila entre la incertidumbre y la revelación, como si el libro mismo fuera una pregunta abierta sobre el destino de la poeta y su obra.
El lenguaje de Andrea Cabel es el de una poeta que se sitúa en el borde de la enunciación: su palabra es un equilibrio entre la imagen poderosa y la sensación de fragilidad que la rodea. Su poética se alimenta de lo efímero, de lo quebrado, de los resquicios en los que la memoria se instala y se disuelve a la vez. A través de su obra, Cabel ha construido un imaginario donde la ausencia es presencia, donde el lenguaje busca capturar lo inasible y donde el cuerpo es un territorio en constante mutación. Es interesante notar cómo la estructura del libro rompe la linealidad temporal de su producción y ofrece, en su lugar, una especie de mapa emocional y simbólico. En este sentido, A dónde volver no es solo un recorrido por su poesía, sino una propuesta de lectura que desafía la idea de un progreso poético lineal. Cada sección es una variación sobre un mismo tema, cada poema una puerta a una habitación distinta de la misma casa en ruinas.
Uno de los aspectos más destacados del libro es su capacidad para transmitir la soledad como una experiencia universal, sin caer en el sentimentalismo. Cabel logra hacer de la pérdida un lugar desde donde se escribe, pero también desde donde se reinventa la propia existencia. En este sentido, su poesía dialoga con una tradición de voces femeninas que han encontrado en el lenguaje una forma de resistencia y de autoconstrucción. Otro punto fuerte de su poética es la relación entre lo íntimo y lo cósmico: sus imágenes fluctúan entre lo microscópico y lo inmenso, entre el temblor de un cuerpo y la vastedad del universo. Sus versos sugieren que la experiencia humana no es más que un punto en la inmensidad del tiempo, pero que ese punto es suficiente para construir un mundo.
“¿A dónde volver?”. Esa es la pregunta que atraviesa todo el libro, y que la autora deja sin respuesta definitiva. Tal vez volver sea un gesto imposible, un deseo inalcanzable, pero la poesía de Cabel sugiere que el único retorno posible es a la palabra, a los poemas mismos, a ese espacio donde la memoria y la imaginación convergen. Su escritura es, en última instancia, un intento de fijar lo fugaz, de hacer tangible lo inasible, de darle forma a la ausencia. Este libro, más que un cierre o una retrospectiva, es una reafirmación de la poética de Andrea Cabel: una poesía que se mueve entre la sombra y la luz, entre la herida y la cicatriz, entre el abandono y la esperanza.
Que en diversas encuestas aparezcan como potenciales buenos candidatos Keiko Fujimori, Rafael López Aliaga, Martín Vizcarra, Francisco Sagasti, Carlos Álvarez, Antauro Humala o el propio Pedro Castillo, indica el grado de incertidumbre que pesa sobre la venidera campaña electoral.
Si a ello le sumamos la eventualidad de que surja a última hora un candidato antisistema, nuevo, sorpresivo e imprevisible, se entenderá que nada está dicho sobre la contienda en ciernes y que habrá que estar preparado para un sube y baja descollante, pocas veces visto en la historia política peruana, más aún si hablamos de una elección en la que ya hay inscritos más de cuarenta partidos.
Este desquicie político tiene mucho que ver, sin duda, con la informalidad del Perú, no solo en lo concerniente a la particular anomia política de los informales sino por la participación oscura de mafias económicas en el financiamiento de candidatos, que trastoca por completo el normal devenir de una campaña.
Pero se explica también por la falta de consistencia política de los candidatos peruanos, que deciden aparecer a última hora, generando ellos mismos, las condiciones para que la volatilidad electoral crezca y termine produciendo un escenario de impredecible final.
El mejor símbolo del psicótico panorama político electoral es el papelón literal de la cédula de votación con la que nos acercaremos a las urnas. Expresa mejor que nada, el grado de deterioro de los partidos políticos peruanos, la descomposición socioelectoral del país y la profunda crisis institucional a la que nos ha conducido una transición post Fujimori fallida y la explosión de todos esos males con el advenimiento de gobernantes como Pedro Castillo, en primerísimo lugar, y luego Dina Boluarte y su imbatible mediocridad.
A prepararnos para una elección inédita, a pesar de ser, quizás, la más importante de los últimos decenios, con las encuestas como simples puntos de referencia anecdótica, con sorpresas a la vuelta de la esquina, con candidatos que aparecerán y desaparecerán de una semana a otra, con resultados ajustados y una segunda vuelta que nadie se esperará. Esa es la lamentable cifra del destino político que nos ha tocado en suerte en los tiempos del bicentenario republicano. Tremenda paradoja y desilusión.
[La columna deca(n)dente] El 7 de marzo, en Expreso, Alejandro Muñante, congresista de Renovación Popular, publicó un texto titulado “¿Qué es una mujer?”. En dicho artículo, el también pastor evangélico cual cruzado con la espada desenvainada, emprende una batalla contra el mayor enemigo de nuestro tiempo: una palabra. No la corrupción, no el crimen ni la impunidad, sino la malvada, escurridiza y omnipresente palabra “género”. En su cruzada lingüística, nos advierte que las mujeres están en peligro, no por la violencia, la desigualdad o el feminicidio, sino porque alguien, en algún lugar, no ha definido “mujer” como él quiere.
Siguiendo el manual del populismo conservador, el pastor Muñante nos ofrece una dicotomía simple: de un lado, los defensores de la verdad biológica absoluta; del otro, las hordas de fanáticas y fanáticos de la «ideología de género», esa conspiración global que, al parecer, es responsable de todo, desde los embarazos adolescentes hasta el aumento del precio del pollo a la brasa. Su frase “las que no pueden definir lo que es MUJER, están asustadas porque ahora les vamos a enseñar a hacerlo” revela una ambición pedagógica insólita: un congresista decidido a dar clases de biología básica a quienes no han solicitado su sabiduría descomunal.
La clave de su discurso no está en su pedagogía improvisada, sino en su brillante estrategia política: si los problemas del país siguen sin resolverse, el truco es cambiar de tema. No hablemos de la lucha contra las organizaciones criminales; hablemos, en cambio, de la semántica de “mujer”. No discutamos violencia de género, pongamos en duda si el género existe. Esta es una estrategia discursiva de manual: construir un enemigo difuso —la ideología de género— y culparlo de todo. ¿Las políticas públicas no han eliminado la violencia contra las niñas, adolescentes y mujeres en todos estos años? Claramente es culpa del feminismo, no de la falta de gestión, presupuesto o ejecución.
Su rechazo al término «feminicidio» es otro giro magistral: si no nombramos el problema, el problema desaparece. Es un método infalible, similar a cerrar los ojos y esperar que el monstruo bajo la cama se esfume. Y cuando cuestiona la efectividad del Plan Nacional de Igualdad de Género, aplica la lógica del “si no resolvió todo de inmediato, no sirve”. Siguiendo esa línea, deberíamos eliminar el Congreso, dado que no ha erradicado ni la corrupción ni la crisis política y, por el contrario, sirve de todo corazón a los intereses de las organizaciones criminales.
En el fondo, lo de Muñante no es un debate, es una performance. Un show donde se presenta como el último bastión de la cordura ante el supuesto caos de la “ideología de género”, una amenaza tan peligrosa que, curiosamente, solo existe en los discursos de quienes la combaten. Su insistencia en reducir la realidad a definiciones rígidas no es un acto de rigor intelectual, sino un truco de prestidigitación: mientras discutimos su lección improvisada de biología, nadie le pregunta por las redes criminales enquistadas en el Congreso, la precarización del Estado de derecho o la impunidad rampante.
Pero si de definiciones se trata, quizá debamos concederle una: Muñante es la prueba viviente de que el conservadurismo no necesita argumentos, solo espantapájaros a medida. Su cruzada contra el género es tan útil como discutir si el agua está demasiado mojada. Si la política se limitara a jugar con palabras, Muñante sería un estadista colosal. Lástima que legislar implique lidiar con la realidad y no únicamente con su diccionario imaginario.