Las vacunas contra la covid-19 de la empresa china Sinopharm terminaron representando, sin haberlo previsto, uno de los síntomas más graves de los que está sufriendo en este momento el país: la desconfianza. Esta ya se había sembrado con cada encarcelación en el nuevo milenio de nuestros presidentes y con el suicidio de Alan García, pero se intercalaba con dosis de justicia con las acciones, a veces ciertamente impulsivas, de un grupo destacado de fiscales.

 

El derrumbe se acrecentó cuando se confirmó que los males del Congreso de la República no se debían a las personas que en aquel momento habían sido elegidas, sino que se trataba de un sistema de representación de redes de corrupción que no estaban dispuestas a perder la batalla y entregarse a la justicia. Todo lo contrario, coparon los partidos políticos y regresaron al Congreso con otros cabecillas. Pocas y pocos congresistas honestos siguieron siendo la breve noticia esperanzadora. Y fue con esas ganas de querer volver a confiar, luchando con marchas, presión y dando incluso dos vidas, como la sociedad civil recibió ciertamente emocionada al nuevo presidente del Congreso y por ello de la República, elegido gracias a ella.

 

Los contratos y arribo de las vacunas de inmediato propalaron una nueva incertidumbre que se sumó al impacto de la segunda ola pandémica por las mutaciones del virus y la falta de producción de oxígeno en nuestra población. Muerte, miedo e incertidumbre encendieron nuevamente la desconfianza y en este momento, cuando se recibió con gran emoción y cobertura mediática el arribo de las vacunas, se descubre que las ministras de Salud y Relaciones exteriores habían mentido, que se habían vacunado como parte de unas sospechosas entregas de acuerdos irregulares con los productores chinos. Miedo, mentira e incertidumbre llevan en crisis económicas como en la que nos encontramos a un resquebrajamiento social donde solo queda “confiar en los amigos” porque no se puede confiar en la educación que actualmente se está ofreciendo, tampoco en los gobiernos regionales, ni en el Congreso, ni el gobierno central. Valga preguntarnos sobre qué sustrato ético está creciendo nuestra juventud, quedando cada vez más desamparada por la muerte de sus familiares.

 

Uno de los indicadores de desconfianza hacia el mundo institucional que estamos viviendo en este momento se refleja en que a mes y medio de las elecciones generales 2021, el 30% de personas encuestadas no sabe por quién votar, votará en blanco o lo hará viciado. Hasta la fecha, ningún candidato o candidata puede ser considerado representativo si ninguna ha alcanzado siquiera el 12% de la preferencia.

 

Ante todo lo acontecido, sin duda este entorno de desconfianza continuará con el próximo Congreso y gobierno. Tengamos claro que serán cinco años más de lucha en la calle. Quizá dos años tarde después del bicentenario, pero no importa, preparemos el terreno para que el 2026 ya no puedan postular congresistas corruptos y consigamos una persona honesta y resolutiva para el encargo de reformar de una vez por todas a un Estado que ya tenemos muy claro de qué males sufre. Sabemos cómo lucharla.

 

El Ministro de Educación, recién ayer, 9 de febrero, ha empezado a negociar la inclusión de las profesoras y profesores a la fase 2 del proceso de vacunación que incluye a los adultos mayores de 60 años, a las personas con comorbilidad (imagino que de los 15 a los 60 ya que el resto son adultos mayores), comunidades nativas e indígenas y personal del INPE. Aún no se ha anunciado públicamente cuando comenzará la fase 2 en tanto depende del arribo de las vacunas.

 

Por eso, esa afirmación, tan general, de vacunar a todo docente parece no tomar en cuenta que hacerlo implica vacunar a 523 mil personas, y sólo con ellos nos referimos a más de un millón de vacunas. ¿Y si agregamos a los más de 4 millones de adultos mayores de la fase 2?, ¿a los aproximadamente 150,000 peruanas y peruanos menores de 60 de las comunidades nativas e indígenas? Esa determinación poblacional requiere mayores especificaciones. Al parecer ya empezaron a notar que no hay tanta cobertura, pues horas después de esta declaración del MINEDU, el MIMP anunció que retirará a las personas privadas de su libertad. Hablábamos de más de 80,000 personas en los penales del país.

 

Y es que hasta la fecha sólo sabemos que en marzo arribará un mínimo 413,000 dosis de la vacuna producida por Oxford/AstraZeneca, como parte de un lote de 1′600,000 dosis de esta vacuna que serán entregados en el primer semestre de este año. Es decir, solo habrá dosis para cerca de un millón de personas más hasta julio. Nada más. Los 14 millones de AstraZeneca están programados para setiembre y los 13 millones provenientes del mecanismo Covax Facility llegarán al país el segundo semestre de este año, con la posibilidad de que muy pocas puedan llegar antes.

 

Entonces, hasta que el gabinete al que pertenece el ministro de Educación se vaya, las clases serán virtuales. La conectividad se nos ha dicho, también estará lista recién en julio. ¿Cómo se va a mejorar o paliar esta carencia? ¿Seguirá creciendo la brecha que dará más de dos años de desventaja a los estudiantes de zonas rurales y urbano marginales? Ojalá que el ministro priorice vacunar a las profesoras y profesores de estas zonas que dice tener identificadas. Cómo será su negociación. Al no haberlos incluido en la primera fase de marzo, para julio, en el mejor de los casos, esos colegios tendrán docentes presenciales junto con internet, con el riesgo de que de inmediato un nuevo gobierno que sabemos que siempre afecta la dinámica laboral en los sectores estatales por los sistemas de reemplazo, nos complejice los problemas en el Minedu. Urgimos un plan realista que asuma que el mayor número de vacunas llegará en el mes de Setiembre.

 

Tampoco es difícil pensar propuestas. Por ejemplo, el grupo de trabajo que se instaló en diciembre para planificar el retorno presencial del año escolar 2021, ¿por qué no cambia de inmediato su objetivo por uno que mejore la calidad y cobertura de la virtualidad en lo que queda del año? ¿Y si ponemos a los docentes rurales en primera prioridad en caso de algún adelanto de Covax?

 

Por lo pronto, necesitamos un ministro que responda por lo que ocurrirá en menos de un mes con el comienzo de las clases en los colegios del país, sobre todo en los que aquí nos preocupan. Pensar en setiembre no debe ser por ahora su prioridad, porque, finalmente, para ese momento será muy probable que sea otra persona la que ocupe su lugar.

 

Lima, 10 de febrero de 2021

En la entrevista que realizó Enrique Planas a Jesús Solari, el actual vocero del Instituto de Radio y Televisión del Perú, IRTP, y Gerente de Televisión de TV Perú sobre la cancelación del programa Presencia Cultural, el más antiguo de nuestra televisión, único en su contenido sobre la producción artística y cultural del país y afincado cómodamente en el imaginario realmente nacional, en tanto los lugares del país solo llega la Televisión estatal.

En ella, Solari justificó la decisión afirmando que, como se busca vincular el canal con todas las generaciones actualmente, se requiere de “un ritmo comunicacional que conecte con todos los públicos”. Luego aclaró que la cultura debe ahora ir “indexada con el entretenimiento” porque sino las personas se desconectarían del objetivo de difundirla. Esta suerte de alineación al índice de la diversión que al parecer de Solari demandan todas las generaciones peruanas con el ritmo del entretenimiento, permite no solo existir, sino, lo más importante para un gerente de televisión: permite ser vistos.

Y creo que tiene razón. La cultura que transmitía Presencia Cultural es una que complejiza y profundiza las representaciones plásticas, musicales, literarias de la sociedad peruana, mientras que la producción mediática de entretenimiento requiere, como hace años lo señaló Joan Ferrés (1), el recurso del estereotipo, tan utilizado en la industria televisiva, para simplificar y, muy importante, tipificar la realidad. La complejidad y la reducción cuando cuadran, lo hacen con discursos irónicos, de lo contrario, se oponen la una a la otra casi como extremos de un espectro que va de la luz a la oscuridad: el arte cuestiona y el estereotipo refuerza. El estereotipo está institucionalizado y reaparece una y otra vez, reduciendo, por dar un ejemplo, a la campesina peruana en la Chola Jacinta. Eso implica que su permanencia se debe a que el estereotipo es compartido por colectivos sociales como principio organizador de la realidad, pero desde una perspectiva conservadora y dominante que tiende a perpetuar, a petrificar, tal y como funciona con el personaje de Benavides, el racismo.

Desde este ritmo, me pregunto si la necesidad mediática de los candidatos al Congreso de la República y a la presidencia de nuestro país no los está ya reduciendo mediante la propaganda y las entrevistas televisivas a estereotipos creados desde un principio organizador conservador, pero entretenido: el bruto empresario educativo, el futbolista de humilde ignorancia, la sospechosa heredera destronada, la comunista terruca, el intelectual senil, el fascista religioso.

¿Cómo liberarnos de esta reducción y poder tener una mirada compleja sobre las propuestas de las candidatas y candidatos? Dolorosamente, la pandemia en la que nos encontramos ha dejado en claro cuál es la agenda: salud, educación, reactivación económica, trabajo, turismo, producción cultural, minería, recaudación de impuestos… Pero nada de eso funcionará y lo sabemos bien, si la verdadera intención es la de volver a saquear el país, cuidar que el poder económico, legal, informal o ilegal, no tambalee, y mantener el “para mis amigos todo, para mis enemigos, la ley”. Que el estereotipo no nos oculte los grupos de poder regionales y nacionales que no quieren que el orden corrupto desaparezca tras doscientos años de lo mismo. Para más información, tenemos novelas, películas, obras de teatro, historietas, retablos, fotografías, performances, piezas valiosísimas de arte que no han cesado, ni dejarán de advertirnos que, cómo siempre habrá un grupo de poder que se querrá aprovechar.

Televisión y Educación (Paidós, 1994)

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