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El Covid-19 sin agua: así se sobrevive a la pandemia en los pueblos jóvenes | Sudaca - Periodismo libre y en profundidad

El Covid-19 sin agua: así se sobrevive a la pandemia en los pueblos jóvenes

Parque Industrial, en Villa María del Triunfo, y Cielo Azul, en Manchay, son dos de los 2.500 asentamientos humanos de Lima que no tienen conexión de agua. Camiones cisterna de Sedapal los abastecen solo una vez a la semana. Los vecinos invitan a su presidente a vivir unos días con ellos. A ver si se da cuenta que esa periodicidad es, como es obvio, insuficiente (*).

Lavarse las manos y bañarse seguido. Cada vez que Victoria Huanca escucha esas recomendaciones de autoridades y expertos en salud siente impotencia. ¿Por qué? Porque su casa, en lo alto de un cerro de Villa María del Triunfo, en el asentamiento humano Parque Industrial, no tiene esa ‘suerte’. Si hay días que no tiene agua ni para cocinar, ¿cómo le alcanzaría para asearse constantemente?

Para llegar a la vivienda de doña Victoria, de 49 años, hay que sortear primero un empinado camino de tierra y piedras. Quebradas de por medio, allí una persona puede caerse sin que nadie la empuje. En algunos tramos se cruzan riachuelos de heces y desperdicios. Hay vecinos que los arrojan a las calles polvorientas porque todavía no construyeron sus silos. Sobra decir que en este pueblo joven tampoco hay pistas ni veredas. Las autoridades se han olvidado que existe.

El camión cisterna de Sedapal, que reparte agua de forma gratuita, solo pasa por la casa de doña Victoria una vez a la semana. Cuando lo hace, llena su tanque de plástico de 1.100 litros, que es más conocido por el nombre de su marca: el rotoplas. Todos los días, doña Victoria hace malabares para estirar como chicle la insuficiente ración que recibe. En San Isidro, según el regulador del agua Sunass, una sola persona usa 254 litros al día. Ella vive con sus cinco hijos.

Los olvidados. El asentamiento humano Parque Industrial (Villa María del Triunfo), fundado en  el año 1999, no tiene hasta hoy conexión de agua y alcantarillado. Tampoco, pistas ni veredas (foto: Juan C. Chamorro).

Desde hace dos semanas, además, doña Victoria ya no tiene que luchar solo contra la escasez de agua y la pandemia (ya estuvo enferma el año pasado), sino también contra el hambre. ¿Por qué? Porque no tiene dinero para solventar los gastos económicos ni la alimentación de sus pequeños: ¿Qué pasó? Julio Ramos, su esposo de 40 años, está internado desde hace dos semanas en el hospital Kaelin, muy cerca de que le amputen el pie derecho.

Don Julio se cayó de una escalera, se fracturó el tobillo y se hizo un profuso corte en el pie que le ha provocado una grave infección. Necesita un trasplante de piel. Con esa desgracia encima, ya no puede seguir trabajando como vigilante de un restaurante en San Borja y le es imposible llevar el pan a su hogar.

¿Cómo sobreviven doña Victoria y sus hijos? La dirigencia vecinal de Parque Industrial ha puesto en marcha, desde junio del año pasado, el programa autogestionario Olla Común, que ofrece generosamente el almuerzo a S/1.50 (sí, a un sol con cincuenta céntimos). Pero incluso ese precio es demasiado alto para ella. A su familia, por eso, le entregan la comida -sopa y segundo- gratis.

Otro calvario que vive esta mujer es que su único hijo varón, Julio, tiene una infección en el oído y si no consigue tratamiento. Lo necesita con urgencia, porque puede quedarse sordo.

¿Cómo es un día sin agua en medio de la pandemia? Doña Victoria lo narra a Sudaca: “Es muy triste. El camión viene una vez a la semana, todos los miércoles. No es suficiente. Cuando tenemos niños, queremos bañarlos [todos los días] y no hay agua. Cuando no hay agua [porque no cubre la semana], tenemos que prestarnos de los vecinos, uno o dos baldes” ¿Qué pide, con la voz quebrada? “Aunque sea, que nos envíen el camión cisterna dos o tres veces a la semana”.

Es cosa seria

Nataly Balbín, de 25 años, también es vecina del Parque Industrial de Villa María del Triunfo. ¿Dónde queda exactamente este asentamiento humano? Para llegar, cualquier limeño tiene que ubicarse primero en la cuadra 7 de la avenida Salvador Allende (Pista Nueva), a la altura del paradero del Tren Eléctrico. Allí debe tomar una combi que subirá el cerro y lo dejará en el arco de ingreso del pueblo joven. De ahí en más, hay que caminar. Y es bastante.

Sed de agua. Cada vivienda del Parque Industrial recibe la entrega gratuita de agua, por parte de los camiones cisterna de Sedapal, solo una vez por semana. Es obvio que es insuficiente (foto: Juan C. Chamorro).

Nataly es madre soltera y el agua que le reparten tampoco le alcanza para el aseo, ir al baño, cocinar los alimentos, hacer la limpieza de su casa y lavar su ropa. Sobre todo porque su pequeña hija ha sido operada recientemente. El camión cisterna también llena su rotoplas una vez a la semana. Su casa, en la que vive con sus padres, está ubicada en lo más alto de este pueblo joven.

Desde el año pasado Nataly no puede trabajar porque tiene que cuidar a Antonella, de un año y medio de edad, que fue sometida a la cirugía de displasia de cadera en diciembre. La niña tiene que permanecer tres meses con yeso en las piernas hasta que se recupere.

Pudo pagar el costo de la operación, de S/9.000, gracias al préstamo que le facilitó su primo. Ella ha comenzado a pagarle en cuotas. Sin embargo, necesitará más dinero para la terapia. Acude diariamente al comedor a comprar el menú para ella y su hija. Al no cocinar el almuerzo, ahorra agua para el desayuno y la cena. También puede guardar algo de dinero.

“El agua nos hace mucha falta. Todos los días sufro bastante. Si no viene el aguatero [camión cisterna], tengo que prestarme. A ella [mira a su hija] le lavo de aquí [desde la cintura] hasta la cabeza y los piecitos, pero es insuficiente”, asegura la joven madre.

Cocinar con poca agua

La encargada del comedor que lleva el nombre Olla Común Las Esperanzas, Jovita Betsy Emiliano, dijo a Sudaca que cada día preparan 150 platos de menú. De esa cantidad, 50 almuerzos son repartidos de forma gratuita a los vecinos con mayor necesidad económica, entre adultos mayores y madres solteras. El resto, 100 almuerzos, se vende a S/1.50. Ese dinero sirve para la autogestión: para asegurar la compra de los alimentos del día siguiente. ¿De dónde sacan el agua? Los vecinos que participan colaboran, cada uno, con un balde.

En la Olla Común Las Esperanzas, en el asentamiento humano Parque Industrial, el menú con sopa y segundo cuesta S/1.50 (foto: Juan C. Chamorro).

En total son 80 madres que apoyan y rotan por turnos al comedor, a partir de las 08.00 de la mañana. Ellas se dividen el trabajo por grupos: las que compran los alimentos, las que lavan las verduras, las que recolectan el agua en baldes de los vecinos y las que cocinan. Por la cuarentena, todas se quedaron sin trabajo. Antes de la pandemia, se ganaban la vida como trabajadoras del hogar, ambulantes de la calle y comerciantes.

¿Cuál es la solución? El presidente de la junta vecinal del asentamiento humano Parque Industrial, Ignacio Tito Poma, explicó a Sudaca que Sedapal debería aumentar la periodicidad de la entrega de agua a dos o tres veces a la semana por vivienda. De esa manera, las 900 familias que viven en su pueblo joven, fundado el 9 de septiembre de 1999, podrían pasar con un poquito más de tranquilidad la cuarentena. Igual, nunca estarán totalmente seguros.

¿Por qué? Aparte de cuidarse de no infectarse con el coronavirus, los vecinos de Parque Industrial tienen que hervir bien el agua que reciben. Hay casos en los que se han detectado residuos de pintura y sarro, probablemente porque las cisternas no están del todo limpias.

El año pasado hubo 10 casos de Covid-19 en Parque Industrial y murió una persona. En lo que va de este año, se han registrado siete casos. Hay temor de que el número pueda crecer con el inicio de la segunda ola.

¿Burocracia e indecisión?

¿Por qué no tienen conexión de agua en sus casas? Sudaca le hizo esa pregunta a Tito Poma, de 50 años. El dirigente explicó que se trata de un tema burocrático y de decisión política. Sedapal les ha informado, dice, que la zona debe tener primero un reservorio de agua. Desde hace 22 años, la empresa y los políticos les prometen que ese reservorio se va a construir. El año pasado finalmente recibieron la esperada noticia de Sedapal: la licitación de la obra ya está en marcha. “Ver para creer”, señala don Ignacio.

La directora del colegio Nuestro Sagrado Corazón de Jesús, Jesús Carrasco Anchelia, quien tiene el cargo de representante del Niño, Adolescente y Adulto Mayor de Parque Industrial, ha propuesto una medida de emergencia para paliar la crisis del agua: instalar tanques de agua temporales que tenga mucha más capacidad que un rotoplas.

“Si hubiera [tanques temporales], aunque sea de la pileta cogemos un balde de agua si nos falta. Hay días en que a las familias no les llega el agua [del camión cisterna], entonces tenemos que prestarnos del vecino para [preparar] el desayuno. Sin agua no se vive. El agua es vida aquí”, sostuvo con preocupación.

El baño de la miss Jesús (así la llaman cariñosamente sus alumnos) tiene solo una tasa conectada con un silo. Cada cierto tiempo tiene que mover la tasa a otro lugar para evitar que el silo colapse. Para bañarse, se para sobre el interior de una batea y se echa agua al cuerpo con un recipiente. Reutiliza lo que se almacena en dicha batea para regar las plantas. Otras familias no tienen el ‘inodoro’ de la miss Jesús y deben ir al baño en un hueco en la tierra. Las que no pueden lidiar con el posible colapso de sus silos, echan los desperdicios a la calle.

Otra demanda que tienen los pobladores es que la municipalidad de Villa María del Triunfo, a cargo de Eloy Chávez, agilice los trámites de inscripción de su Olla Común. Así podrían recibir alimentos de la comuna y del gobierno. Exigen también el visado de los planos de sus viviendas para obtener títulos de propiedad del Organismo de Formalización de la Propiedad Informal (Cofopri). De esa forma, cuando se construya el reservorio de Sedapal, si es que se construye pronto, podrán solicitar su conexión domiciliaria.

Cielo Azul

El asentamiento humano Cielo Azul está anclado, al igual que Parque Industrial,  sobre un cerro, aunque un poco más abajo. Está situado en la zona de Manchay, en el distrito de Pachacámac, a un costado del pueblo joven San Judas Tadeo.  Se podría decir que aquí la gente sufre un poco más: las 40 familias que lo habitan, además de no tener agua potable ni alcantarillado, tampoco poseen energía eléctrica.

¿Por qué? Al no tener títulos de propiedad, quienes viven en Cielo Azul no pueden solicitar los servicios básicos como la luz. Los vecinos de San Judas Tadeo que sí tienen medidor de luz en casa −no agua ni desagüe, por supuesto−, les alquilan la corriente eléctrica, permitiéndoles jalar cables, previo pago mensual de S/60. Los que pueden pagar lo hacen. Los que no pueden, como Tula García, de 30 años, iluminan sus casas con velas.

En oscuridad.  En el asentamiento humano Cielo Azul de Manchay (Pachacámac) no solo falta la conexión de agua y alcantarillado sino también la energía eléctrica. Aquí están un poco más olvidados (foto: Juan C. Chamorro).

La  joven mamá de Fred (9) no tiene luz en su hogar desde hace dos meses por falta de dinero. Cuando empezó la cuarentena, la cabina de Internet en la que trabajaba cerró y ella perdió el empleo. Antes de la pandemia se desempeñaba como empleada del hogar, pero sus empleadores le pidieron que se quede ‘cama adentro’. Como ella no podía, pues tenía que cuidar a su hijo, la despidieron.

Para subir a su casa hay que avanzar por un camino de escaleras que una parte es de cemento y, otra, de tierra y rocas. Tula tuvo Covid-19 el año pasado. Tiene miedo de volver a enfermarse por la escasez de agua. Su familia tampoco puede asearse como debería. El camión de Sedapal pasa por su casa una vez por semana. Ella sufre más que otros vecinos porque, encima, su rotaplas está en la parte baja del cerro en el que vive.

La casa de Tula está en lo alto de Cielo Azul. Y como no hay un camino para que el camión cisterna pase cerquita, todos los días tiene que trasladar el agua almacenada hasta arriba en baldes. Son 40 gradas, ida y vuelta. Un vía crucis.

Si bien unos 10 camiones del municipio de Pachacámac, a cargo de Elvis Pomez,  apoyan en la distribución del agua que realiza Sedapal, esto no cubre la demanda. Solo en el distrito hay cerca de 300 asentamientos humanos que no tienen conexión de agua domiciliaria.

¿Cómo es un día sin agua? Sudaca también le preguntó esto a Tula García. Esta es su triste confesión: “En Cielo Azul, si no hay agua, no podemos cocinar ni lavar. Antes [de la cuarentena] me iba al río de Manchay Bajo llevando la ropa, para poder lavar las frazadas. Ahora no se puede ir ni lavar al río. En este tiempo, las colchas no las lavamos. El agua la cuidamos como oro; no podemos gastar y gastar. Nuestro sueño es tener nuestro título de propiedad, y tener agua y luz”.

El presidente de la junta vecinal de Cielo Azul, Miguel Ángel Vela (76), señaló que espera que la municipalidad de Pachacámac les dé las constancias de posesión de sus terrenos, para tener por lo menos la conexión de luz.

En este pueblo joven también se ha instalado una olla común. Sin ella, en lugar de morir de Covid-19, morirían de hambre. El almuerzo cuesta S/2. Los vecinos tienen el apoyo de la comuna distrital, que les entrega arroz, papa y aceite una vez a la semana. No alcanza.

La respuesta de Sedapal

En entrevista telefónica con Sudaca, el presidente de Sedapal,  Francisco Dumler, reveló la cruda realidad de la capital:  “Hay 2.500 asentamientos humanos que no tienen las conexiones de agua y alcantarillado. Lima solo posee una cobertura del 93% de conexiones domiciliarias. Eso quiere decir, que de los 10,5 millones de habitantes que tiene la ciudad más o menos, ese 7% [que no tiene agua en sus casas] representa a unos 800.000 pobladores”.

Esos asentamientos humanos, añadió Dumler, se encuentran ubicados principalmente en los distritos de Puente Piedra, Comas, Ancón, Carabayllo, San Juan de Lurigancho, San Juan de Miraflores, Villa El Salvador, Pachacámac y Lurín.

¿Por qué no tienen conexión de agua en sus casas? El titular de Sedapal explicó que “hasta que uno no tenga título de propiedad de su terreno, no puede solicitar servicio de agua potable”. Precisó que para que Cofopri otorgue el título de propiedad a una persona que vive en un asentamiento humano, “tiene que haber pasado, según la norma, diez años de tenencia pacífica [de la propiedad] no consuetudinaria y no onerosa”.

Después de haber transcurrido esos 10 años, la persona recién podrá solicitar la conexión de agua domiciliaria. Pero acá empieza otro largo trámite: debe haber un proyecto de inversión pública para dicha instalación, que puede costar a Sedapal, por la geografía de la zona, hasta S/100.000 por vivienda. Lo mismo ocurre con la instalación de las tuberías de alcantarillado.

Para Dumler, una solución es que se entregue “un bono” económico a los vecinos de 1.000 asentamientos humanos, para que se trasladen a zonas donde ya exista “planificación urbana”. Es decir, se tendrían que ir a vivir a otro sitio donde sea más fácil y menos caro para la empresa conectarles el agua.

Sobre el reclamo de los vecinos de Parque Industrial y Cielo Azul para que Sedapal aumente la periodicidad de la distribución del agua en los camiones cisterna, Dumler respondió que la información que él maneja es que la entrega se realiza “dos a tres veces por semana”. Precisó, sin embargo, que “esto no es ciencia exacta”.

Dumler recordó que antes de la pandemia 290 camiones cisterna vendían el agua en 2.500 pueblos jóvenes. Cuando comenzó la primera cuarentena, en marzo de 2020, Sedapal alquiló esos camiones para distribuir el agua de forma gratuita. Después, contrató otros 61 vehículos para continuar haciendo esa labor. La flota se incrementó a 351 camiones. También recibe el apoyo de camiones cisterna de algunos municipios.

Para Sedapal, el costo del alquiler mensual de los 351 camiones es de “aproximadamente entre S/8 millones a S/9 millones al mes”, según Dumler. “Esto cubre la demanda”, dijo. Con esa declaración, cierra la posibilidad de que la empresa pública contrate más camiones cisterna y se pueda incrementar la entrega de agua a los pueblos jóvenes capitalinos.

Los vecinos de Parque Industrial y Cielo Azul invitan gentilmente al titular de Sedapal a que viva junto a ellos, en sus casas, por unos días, para que él mismo se dé cuenta que la entrega de agua que realiza la empresa es insuficiente. “Él tendría que venir a ver cómo vivimos. Que pase una semanita acá para que sepa cómo se necesita el agua”, finaliza la vecina del asentamiento humano Parque Industrial, Nataly Balbín.

* Imagen de portada: Un trabajador de un camión cisterna de Sedapal entrega una ración de agua a una vivienda del asentamiento humano Parque Industrial, en Villa María del Triunfo (foto: Juan C. Chamorro).

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