Al momento de escribir estas líneas los resultados de la elección presidencial ya son irreversibles y le otorgan el triunfo a Pedro Castillo. El pueblo ha hablado y ha dicho que quiere un cambio, falta saber si éste será para mejor. En todo caso, lo que si es cierto es que veinte años de crecimiento macroeconómico no han sido suficientes para acabar con las enormes brechas de exclusión y discriminación que hemos visto exacerbadas en esta campaña electoral.
La única responsable de estos resultados, por los que hoy nuevamente llora, es la derecha obtusa, mercantilista y corrupta que sólo se ocupó de sus propios intereses antes que los de la mayoría de los peruanos. Hoy la voz del Perú real se ha hecho escuchar estruendosamente dejando un país partido entre una costa con mayor acceso a la modernidad y una sierra que también quiere acceder a los beneficios de la modernidad y el mercado. Los que han votado por Castillo lo han hecho, en su gran mayoría, a pesar de él. Por rechazo a lo que el fujimorismo representa. Se trata de un voto prestado y no incondicional. Lo que debe entender el próximo gobierno de Perú Libre es que el mensaje del pueblo es que todos puedan tener acceso a los beneficios que el mercado trae consigo, pero con justicia social.
Pedro Castillo ha ganado dentro del territorio nacional y lo democrático es aceptar los resultados y la voluntad del soberano. El fujimorismo no puede pretender ganar en la mesa lo que perdió en las urnas. Esta no es la ONPE del inefable Portillo, ni el JNE de Montes de Oca, ni el gobierno de Montesinos, aquí hay ciudadanos alertas y vigilantes de que se respeten los resultados. En esta misma columna hemos mostrado nuestros reparos ante ambas candidaturas, pero lo democrático es ahora defender la opción de la mayoría. Vociferar fraude es sólo una muestra de que tras diez años y tres elecciones, Keiko Fujimori, no ha aprendido nada, que sus modales democráticos terminan ahí donde empieza a ser derrotada por la decencia de un pueblo que más que apoyar a Castillo ha rechazado a la corrupción y el crimen que ella representa.
Esta será la primera vez en nuestra historia que la izquierda peruana accederá al poder y lo ha hecho sin tener que renunciar a su identidad y legitimada por las urnas. Lo hace en el peor momento que vive la república, con miles de muertos producto de la peste, con una economía en ruinas, con un sistema de salud colapsado, con la mitad del país en contra. Es de esta adversidad de donde tendrá que sacar las fuerzas y el temple de organizar un gobierno abierto y compuesto de los mejores. Su primera misión deberá ser tender los puentes que se han roto, sanar la fractura y saber que debe gobernar para todos.
De ninguna manera se le ha dado un cheque en blanco al profesor Castillo. Si bien, ha ganado sin tener que moderar su discurso y sin hojas de ruta, también es cierto, que gracias a la iniciativa del Cardenal Pedro Barreto se ha comprometido a respetar la democracia y la institucionalidad que la sustenta. La primera exigencia que se le debe hacer a este nuevo gobierno que recién nace es la de un inmediato plan covid consensuado con todas las fuerzas que asegure la vida de los peruanos. Si algo nos puede unir hoy es la posibilidad real de la muerte que nos acecha y ante un problema común sólo caben soluciones comunes. Una segunda exigencia, es la del respeto irrestricto a la institucionalidad democrática y a la libertad de prensa y de opinión. No podrá patear el tablero de la democracia sino que tendrá que ser creativo para poder poner en marcha las reformas que el país tanto requiere. La tercera exigencia es la de tender puentes y hacer un llamado a la unidad respetando la pluralidad de la que estamos conformados. Escuchar y permitir la participación de todas las voces, pues ahora será el presidente de todos, pero en especial de aquellos que no votaron por él y se sienten atemorizados, es a ellos a los que tiene que dirigirse principalmente.
Es cierto que no tendrá mucha maniobra una vez que asuma el gobierno. Este Congreso ya trabaja una serie de reformas mañosas (como las de su cuarta mini legislatura) que lo dejará atado de manos y es claro que se prepara un golpe parlamentario. También, debemos estar alertas sobre esa posibilidad, pues nos toca defender la democracia desde cualquier punto de donde se la quiera atacar.
Hoy la izquierda tendrá la oportunidad de mostrar que está a la altura de la historia y de las circunstancias. Con un gobierno que busque el bien común de una manera inteligente, basado en decisiones racionales y no dogmáticas, improvisadas o románticas. La realidad que enfrenta es mucho más compleja de lo que podríamos imaginar. Tendrá que enfrentar muchos obstáculos además de la permanente desconfianza y temor de la mitad del país. Su primer gran reto será el modo cómo afronte la crisis económica, ahí demostraran de qué están hechos, pues se trata de que, en el tiempo por el que han sido elegidos, logren el mayor bienestar para todos y no la mayor miseria. Si fracasa en eso de nada le servirá a la izquierda haber llegado al poder, porque sólo le dará la razón a sus adversarios y le cerraran el paso a todo intento popular de conducir sus destinos. Pedro Castillo debe recordar siempre que esta es la única oportunidad de demostrar a todos que la izquierda si es capaz de gobernar bien y en democracia, «porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tendrían una segunda oportunidad sobre la tierra.»