Cada 12 de octubre se abre la polémica en torno a la significación del descubrimiento/conquista de América, según la perspectiva en la que nos coloquemos. Lo cierto es que no podemos ignorar que esa es una fecha más que simbólica pues nos devuelve a nuestras identidades heridas, fracturadas y aún en proceso de constituirse. El impacto de la empresa conquistadora fue brutal para los habitantes de esta región del mundo al puto que significó el exterminio de culturas enteras que fueron masacradas, diezmadas por la enfermedad o el trabajo forzoso.
Con todo y lo que significó que España nos trajera también la exquisita cultura occidental, su lengua (en la cual hoy escribo estas líneas), su religión y otros tantos grandes aportes, de ninguna manera podemos tergiversar la historia al punto de decir que eso significó una liberación del yugo imperial de Aztecas o Inkas. Eso sería, desconocer con fines políticos e ideológicos, la tragedia que también significó la conquista.
Vista en perspectiva histórica, como bien dice el maestro José Antonio del Busto. “No somos vencedores ni vencidos somos descendientes de los vencedores y vencidos”. Es decir, debemos ser equilibrados al momento de pensar sobre aquello que nos sucedió. Toda empresa conquistadora, la española, la inka, la azteca, la romana, etc., trae muerte y destrucción, eso es lo inevitable en la locura que significa la guerra. No es eso lo que nos hace más buenos o malos, al final todas las culturas tienen sus aspectos buenos y siniestros. Toda dicotomía implica una simplificación que tiene la finalidad de encubrir al otro y ser utilizada para tratar de justificar posturas igualmente autoritarias como todas aquellas que provengan del chauvinismo.
Pero, también es cierto que, pese a ser cierta, se debe matizar la postura de Del Busto, pues es obvio que se está refiriendo a los mestizos que si bien somos ahora la mayoría no somos todos los que habitamos estas tierras. Esa postura oculta a las culturas indígenas que llevan más de cinco siglos resistiendo con sus lenguas, sus costumbres, sus modos de vida que nos dicen en cada acto que están milenariamente presentes y que no sólo significan la resistencia, sino que tenemos mucho que aprender de ellos, su equilibrada relación con la naturaleza, su solidaridad, comunalidad, su relacionalidad, etc.
Eso es lo que las fuerzas oscurantistas desde la extrema derecha tratan de encubrir intentando cambiar la historia. Tal ha sido el llamado de grupos disparatados como Vox cuando en boca de Iván Espinoza han señalado que “frente al multiculturalismo, nuestras raíces”; desconociendo por completo las profundas “raíces” multi e inter culturales de España. Habría que preguntarle a ese señor de qué raíces nos habla, si de las de la España católica, andaluza, gallega, catalana, musulmana, vasca, etc. Es evidente que este discurso de odio quiere volver a un pasado idealizado par catalizar las fuerzas más oscuras y siniestras de la sociedad señalando que el otro, el extraño, es amenazante. Ya Europa y el mundo vivieron las crueldades que entraña el nacionalismo y la xenofobia.
Pero lo más alucinante de todo esto es que algunos políticos locales como la señora Fujimori o los integrantes de Avanza País se presten como furgón de cola de sus señores de ayer y parece que de hoy también. Desconociendo lo que somos y queremos llegar a ser se colocan al lado de quienes en sus delirios nos desprecian. Eso no sólo significa que no hemos aprendido nada de la historia, sino que además en el fondo no han logrado descolonizar sus mentes y sólo muestran su infinita voluntad de seguir sirviendo al patrón. Los que ayer bailaban al ritmo del baile del chino hoy lo hacen al ritmo que sus nuevos amos les imponen.
Ante estos extremos simplificadores el abordaje intercultural nos enseña que no existen las “culturas puras” que, más bien, todas son una amalgama muchas veces formadas por múltiples contradicciones con las que tenemos que pender a convivir. Nuestra apuesta como país debería ser el de arribar a un entendimiento pluricultural que se reconozca en su diversidad. Un país como el nuestro, ese de todas las sangres, constituye su identidad en la multiplicidad. Pero eso sólo será posible en la medida en que podamos restituir a los pueblos originaros la dignidad que les fue arrebatada, en esa medida el reconocimiento no es suficiente, hace falta la restitución de su propia humanidad en igualdad. Finalmente, ese gran proyecto que tenemos pendiente como comunidad sólo podrá ser posible mediante un nuevo pacto social donde se puedan escuchar todas las voces que conformamos esa hermosa polifonía que es el Perú.