Pandemia

El sector joyería podría llegar durante este año a los US$ 116 millones 823 mil, cifra totalizada en el 2019, informó Rocío Mantilla, presidenta del Comité de Joyería y Orfebrería de la Asociación de Exportadores (ADEX). “Los integrantes de la cadena estamos optimistas gracias a la recuperación observada hasta septiembre”, dijo.

La Gerencia de Manufacturas de ADEX informó que la exportación de joyería y orfebrería superó los US$ 85 millones 736 mil entre enero y septiembre, registrando un importante crecimiento de 197.9% respecto al mismo periodo del 2020, es decir US$ 28 millones 779 mil. Cabe recordar que las cifras de la pre pandemia del 2019 fueron de US$ 103 millones 918 mil a septiembre.

Si bien el incremento es significativo, Mantilla aclaró que se debe a la baja base de comparación del 2020 cuando se inició la crisis sanitaria y golpeó fuertemente este rubro, sobre todo por su baja demanda al ser bienes suntuosos.

Impacto social

El presidente del gremio empresarial, Erik Fischer Llanos, resaltó además que la joyería es uno de los sectores con mayor impacto social y espíritu artístico gracias al pasado y la cultura milenaria que tiene el Perú. “Eso se manifiesta en el día a día en nuestros artesanos y joyeros. Esto es trabajo desarrollado y socialmente inclusivo”, apuntó.

Dichas declaraciones se realizaron durante la inauguración del taller de lapidación de piedras preciosas en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, donde se donó 193 máquinas de alta calidad para el corte y pulido de piedras por parte de la Agencia Turca de Cooperación y Coordinación. El impacto de esta donación en el sector se observará en un horizonte de seis meses.

“Como joyeros y orfebres incluimos pocas veces piedras preciosas en la fabricación de nuestros productos ya que el proceso es muy artesanal y eso nos resta competitividad en el exterior. Con este taller se incentivó el uso de piedras preciosas peruanas en la joyería y otros sectores. La historia cambiará porque le daremos un nuevo valor a nuestra oferta”, comentó.

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Más de 1,7 millones de micro, pequeñas y medianas empresas formales operan en el mercado peruano, según un estudio realizado por el Ministerio de la Producción, y son cada vez más los peruanos los que se animan a emprender formalmente. Solo en el primer trimestre de este año, en pleno contexto pandémico, se constituyeron 26 mil 877 empresas según datos del Instituto Nacional de Estadística e Informática.

Los negocios peruanos han sabido adaptarse a la pandemia, mejorando sus cadenas de producción y distribución, pero existe un área que muchos aún no le prestan tanta atención y es la seguridad digital o ciberseguridad. Por ejemplo, en un emprendimiento, es común que tanto las cuentas de diversas plataformas, así como los dispositivos personales sean utilizados como herramientas comerciales, lo que podría estar poniéndolos en riesgo.

“Las estafas financieras y el robo de credenciales de acceso son las amenazas más comunes y resolverlas puede resultar en un gran dolor de cabeza. Sin embargo, cuando estas amenazas afectan a las personas que trabajan de manera independiente, los efectos adversos se potencian ya que pueden impactar tanto su vida personal como laboral”, advierte Fabiano Tricarico, director de consumo para América Latina en Kaspersky, compañía dedicada a la ciberseguridad.

Tricarico plantea por ejemplo, que la imposibilidad de acceder a WhatsApp puede ser catastrófica para un negocio que vende productos hechos en casa. “Lo mismo ocurre cuando un influencer pierde acceso a su perfil en YouTube o Instagram. Podemos comparar esto con los ataques de ransomware que están paralizando a las grandes corporaciones”, indica.

¿Cómo proteger mi negocio?

El representante de Kaspersky indica que para evitar estafas o robos de información es importante habilitar funciones de seguridad como la autenticación de dos factores en las cuentas y perfiles en línea y, preferiblemente, usar una aplicación de autenticación en el dispositivo móvil como Google Authenticator. Asimismo, para aplicaciones de mensajería, que son también un canal muy común para el phising, es necesario contar con una contraseña numérica para que el doble factor de verificación sea única y no una fecha fácil de adivinar, como aniversarios, cumpleaños de los hijos.

En cuanto a las estafas a través del fraude financiero, es recomendable adoptar buenos hábitos digitales para evitarlas. El primero es no creer en promociones milagrosas y no hacer clic en enlaces que estas incluyen, ya que estas estafas buscan robar datos financieros  de tarjetas de crédito, credenciales de banca móvil o tiendas en línea. También es recomendable mantener las aplicaciones y los sistemas operativos actualizados, pues los programas maliciosos intentan infectar los dispositivos aprovechando las fallas no parchadas. De igual forma, descargar aplicaciones solo de fuentes legítimas y leer detenidamente los permisos que estos solicitan evitará la instalación de malware y protegerá su privacidad.

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La turbulencia política parece ser una de las características de los últimos tiempos en el Perú. Al margen de las razones, los problemas políticos son una marca registrada en la evolución del país. Nos estamos acostumbrando a los pedidos de vacancia, renuncias, conflictos entre el Ejecutivo y el Legislativo, etc. Y así solo se genera inestabilidad.

El ruido político tiene un impacto negativo sobre la recuperación de la economía. Existen varias razones. En primer lugar, cualquier decisión de inversión supone incertidumbre (nadie puede saber qué pasará en el futuro), pero también es cierto que vivimos en una incertidumbre aumentada debido a las contradicciones del gobierno, que parece no tener un rumbo definido. Como consecuencia, los inversionistas postergan decisiones y los consumidores hacen lo mismo, pues el temor a no saber qué puede pasar genera que prefieran esperar antes de endeudarse o realizar ciertas compras. La incertidumbre obliga a tener cautela y eso hace que la recuperación sea más lenta.

En segundo lugar, los estudios empíricos muestran que, desde el momento en que alguien invierte, pasan, en promedio, dos años para recuperar lo invertido y tres o cuatro años, dependiendo del sector, para obtener ganancias. El problema es que la inversión, que es la fuente principal del crecimiento, no está creciendo como debería. Las proyecciones de crecimiento de la inversión privada para 2022 son 0%. El fanatismo a veces hace pensar que eso no importa; pero es un error: si nadie invierte, ¿quién entonces, se encargará de contratar personas, es decir, crear empleo?

En tercer lugar, ¿por qué no mantenemos lo que funciona y mejoramos lo que no funciona? Entiendo que puedan existir muchos soñadores, pero los problemas de muchos ciudadanos son reales: no tienen empleo, seguridad, agua, etc. Eso hay que solucionarlo. Y para eso se requiere decisión política y conocimiento técnico. ¿Por qué se cree que con una asamblea constituyente esas personas que tanto necesitan, van a estar mejor? ¿Cuál es la conexión? La economía no es un acto de fe, ni tampoco es magia.

En cuarto lugar, la historia muestra que, si un gobierno tiene una mayoría de oposición en el Congreso o no tiene bancada, entonces tiene que ganarse a la población para poder gobernar con hechos concretos que eleven su bienestar. O tiene a la población y/o al Congreso. Lo que no se puede hacer es tener gobernabilidad sin alguno de ellos. La popularidad del presidente del país está cayendo y puede terminar sin ninguna de las dos. Ahora deberá recuperar a la población, en un contexto más complejo que cuando asumió el poder, hace solo dos meses.

La economía requiere estabilidad política en democracia para poder progresar. Aunque suene trillado, se requiere confianza y actuar en varios frentes. Solo quienes han invertido y arriesgado entienden a qué me refiero con confianza y credibilidad.

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Carlos Parodi, Entendiendo de Economía, Pandemia, Ruido político

Las medidas implementadas por el Estado como el confinamiento, el distanciamiento social, las restricciones a la movilidad, las limitaciones para reuniones, la paralización de actividades y el cierre instituciones educativas para contrarrestar la pandemia provocaron cambios radicales en la rutina de millones de personas. El impacto en su salud mental aún no se conoce con exactitud. Menos en la de niñas, niños y adolescentes. 

El cierre de las instituciones educativas primarias y secundarias implicó que ellos no tuvieron acceso a educación, no interactuaron con sus pares y sus docentes, no jugaran, ni practicaran algún deporte, entre otras actividades. ¿Cómo los afecta? ¿se adaptan mejor que los adultos? ¿cómo lo enfrentan hoy en día? ¿cuán resilientes son? 

En ese sentido, es de crucial importancia investigar el impacto emocional de la pandemia en las niñas, niños y adolescentes. Hasta el momento, se han realizado pocas investigaciones desde la academia. Por eso mismo, es loable el esfuerzo llevado a cabo por el Ministerio de Salud y Unicef por conocer la situación de aquellos en el país. Sus hallazgos son muy preocupantes. “Los resultados del estudio visibilizan la afectación de la salud mental en el contexto de la pandemia por la COVID-19 en las niñas, niños y adolescentes, así como de sus cuidadores. Otros estudios refieren que la pandemia es un factor de riesgo para el incremento de la incidencia de problemas de salud mental y exacerbación de quienes tenían dificultades pre existentes”. 

Hace pocos días, Unicef presentó su Estado Mundial de la Infancia, “En mi mente, promover, proteger y cuidar la salud mental de la infancia”. Según el documento, 5 de cada 10 adolescentes de 10 a 19 años padecen ansiedad y depresión en América Latina. Asimismo, 16 de cada 100 jóvenes entre 15 y 24 años “se sienten deprimidos o tienen poco interés en realizar alguna actividad” en el Perú. Niñas, niños y adolescentes que demandan atención del Estado mediante una política pública ad hoc que mitigue la situación descrita. En su formulación el uso de evidencia es imprescindible. Como se conoce, en no pocos casos, el diseño de alguna política pública no toma en cuenta la evidencia producida. Razón por la cual, la generación y el empleo de la misma sigue siendo un desafío en la gestión pública. 

Desafío que puede ser compartido con las universidades públicas y privadas. Se entiende que, luego de su licenciamiento, están en condiciones de realizar investigaciones sistemáticas y  rigurosas. Ellas cuentan con investigadores, recursos y experiencia. Por eso mismo, no les sería difícil investigar el impacto de la pandemia en la salud mental de las niñas, niños y adolescentes. O documentar las buenas prácticas de los 203 centros de salud mental comunitaria ubicados en el territorio nacional.  Modelo de atención comunitaria a la salud mental destacado en el Estado Mundial de la Infancia. Quizás por ello la primera ministra Mirtha Vásquez, durante su presentación del Congreso, afirmó lo siguiente: “implementaremos 300 nuevos centros de salud mental comunitaria y el fortalecimiento de los 203 ya existentes con profesionales para el cuidado prioritario de la salud mental de niñas, niños y adolescentes y de mujeres sobrevivientes de violencia”.

El Estado debe convocar a las universidades para desarrollar una agenda de investigación en salud mental. Es de esperar que de tal encuentro el diseño e implementación de una política pública que mitigue el impacto de la pandemia en la salud mental de los niños, niñas y adolescentes gane en efectividad y eficacia. Los tiempos apremian y la mejora de su salud mental es una condición imprescindible para su bienestar y desarrollo integral.  

 

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adolescentes, Covid-19, niñas y niños, Pandemia, Salud Mental

Cuando la historia se interna en el presente sin tomarse tan a pecho la saludable costumbre de la distancia crítica, es decir, cuando hay una proximidad entre la realidad y su representación escrita, la frontera con el periodismo se hace muy porosa. En ambos casos, la historia del presente y el registro informativo de lo inmediato, hay un sentido de la urgencia, una ansiedad por hacer constar y ver las cosas. Esta es la impresión que deja seguramente en los lectores el volumen Días contados. Lucha, derrota y resistencia del Perú en pandemia, crónica de muchas facetas escrita a dos manos por Rafaella León y Luis Jochamowitz. 

El título es bastante explícito y se suma ya a una serie de libros aparecidos durante los oscuros e impredecibles meses que empezamos a vivir en marzo del año pasado. Sin embargo, la intención que declaran los autores de hacer de esta escritura una crónica “sanitaria” y “política” ofrece, sin duda, un matiz que nos aleja de la perspectiva intimista y coloca el relato en un horizonte más amplio (Lima, por defecto), a modo de estrategia para entender, aun inicialmente, los múltiples sentidos que adquiere el Covid 19 en relación con la vida peruana. 

La pandemia ha sido (lo es todavía) un termómetro social, un medidor de presión, un muestrario de conductas y reacciones, una caja de sorpresas. Ha sido campo fértil para la posverdad, para la desinformación y pésimas prácticas mediáticas y, también, para desarrollar la conciencia de la carencia, para transparentar una serie de desigualdades ocultas bajo el canto de sirena de las cifras macroeconómicas, dudoso escudo protector contra la menor insinuación de cambio o reforma.

El libro se centra sobre todo en el año 2020 y es una sugerente exploración de entresijos y detalles observados con rigor y precisión y abarca una vasta serie de sucesos. El libro se inicia con las primeras noticias de la epidemia, en un lugar muy remoto, en teoría ajeno a nosotros hasta que llegó ese día de marzo en que se declaró la cuarentena general. Anotan los autores (y los sigo en eso): “Durante décadas se discutirá sobre la cuarentena general del 2020, su efectividad y sus costos. En ese momento, sin embargo, nada se sabía y todo era posible. Los responsables políticos tenían en sus manos decisiones de una magnitud difícil de comprender” (p.45). Queda para la postal que fuimos el primer país de la región en ordenar una cuarentena. 

Como en los buenos relatos periodísticos, los hechos no están solos. Vienen también acompañados de las impresiones de sus narradores. El inicio del capítulo 3 (“El presidente confinado”) es muy ilustrativo al respecto: “La nueva edad del mundo comenzó con una rara belleza. Grandes avenidas vacías, autopistas silenciosas, cielos despejados, fauna silvestre que reaparecía tímidamente, como si nos hubieran estado observando desde lejos y se atrevieran a volver ahora que habíamos desparecido, nosotros, la plaga” (p.55). 

Los episodios van sucediéndose. Aparece un perfil de Vizcarra, pieza infaltable del museo del vilipendio (del merecido en todo caso), se relata el desconcierto y el miedo producidos por el aislamiento social y se enfoca un punto que mucha prensa tocó en su momento pero luego prefirió silenciar: los retornantes (a la larga una cadena de contagio), aquellos caminantes que en su desesperación abandonaban Lima para volver a sus poblados, donde al menos podrían probar bocado.

El diseño narrativo parece corresponder a la lógica (no declarada) de un diario. En su linealidad, se dibuja el drama de la pandemia de una manera sobria y contenida, aun cuando muchos de los sucesos narrados podrían despertar enorme repudio en uno. Dos ejemplos: el tristemente recordado “vacunagate” (pp. 345-356) y el comercio del oxígeno medicinal, cuya subida de precio se encargó de mostrarnos el rostro más inhumano e indolente del mercado, para no olvidar el sistema de robo y pillaje de balones procedentes de los hospitales, así como los esfuerzos por solucionar esta enorme y aguda crisis respiratoria (pp.167-170 y 297-328).

Hay mucho más, por supuesto. Personajes de perfil heroico, otros aborrecibles; historias que indignan y conmueven, abundantísimos palos de ciego para darle cara a una situación desconocida y que sorprendió al país, literalmente, en ropa interior. Una crónica del desconcierto y la desesperación. Y al fondo, algo de luz. 

Días contados. Lucha, derrota y resistencia del Perú en pandemia. Lima: Planeta, 2021. 

Libro-Días contados

 

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Alonso Rabí Do Carmo es profesor ordinario de la Universidad de Lima, donde imparte cursos de Lengua, Literatura y Periodismo. Estudió Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y obtuvo el Doctorado en Literatura Latinoamericana por la Universidad de Colorado. Ejerce el periodismo desde 1989.

 

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Libro, Pandemia, Rafaella León y Luis Jochamowitz

Si hay un área en las empresas que sufrió más que ninguna otra con la pandemia esa fue el área de logística. Tanto para las materias primas como para los productos intermedios y los terminados, las cadenas globales de suministros se vieron fuertemente presionadas por las restricciones ante la covid-19.

De acuerdo al Informe Multicliente de Operadores Logísticos de MAXIMIXE, en el 2020, el nivel de exportaciones peruanas en valor registró una caída de 12,3%, explicado por los menores envíos de los principales productos tradicionales, como petróleo y gas natural (-52,7%). Para el 2021, la publicación prevé que el movimiento de carga a granel sólido crezca un 7,9% por efecto estadístico, reflejo del menor dinamismo durante el 2020.

Para las empresas, esta nueva normalidad representa una oportunidad de identificar las partes más sensibles de su cadena logística y reforzarla ante alguna nueva amenaza. Roberto Delgado García, docente de Administración de Empresas de CERTUS, considera que, si las empresas se adaptan, podrán hacer de la logística una ventaja competitiva.

“Las empresas crearon nuevos sistemas de distribución basados en tecnología, por medio de apps, páginas o incluso redes sociales, potenciaron estos canales ante la necesidad de sus negocios y también con las restricciones presenciales propias de la pandemia, muchos expertos dicen que esta pandemia nos hizo evolucionar hasta cinco años en temas de gestión”, indicó.

Las lecciones de la crisis

Dentro de los principios que Agustí Martí, ingeniero industrial con experiencia en este sector, recomienda para tener una cadena de suministro resiliente en este contexto, se encuentra la previsión mediante una planificación logística previa que incorpore un estudio de las actividades de la competencia, de los proveedores y, sobre todo, de las expectativas del cliente.

Además, en un artículo para IEBS Business School, plantea que se aplique una estrategia de digitalización para compartir información con todos los eslabones de la cadena e introducir una cultura de gestión de riesgos con mejora continua.

En el corto plazo, Gonzalo Fornos, director de Supply Chain Transformation de KPMG en España, propone asegurar las comunicaciones con los principales clientes y revisar los contratos activos con los proveedores críticos. Entre las acciones de mitigación considera importante revisar los impactos en la cadena de valor según el sector. Para el mediano y largo plazo aconseja:

  • Comprender e implementar la automatización digital y de procesos.
  • Desarrollar e implementar mejores prácticas en la relación con los proveedores.
  • Replanteamiento de estrategias de “make or buy” y “re-shoring” (fabricación en casa)
  • Mayor alineamiento con áreas financieras para el cuidado de la caja a través de la gestión eficiente de inventarios y condiciones de pago.

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Ante los cambios que han ocurrido desde que inició la pandemia, las compañías han necesitado ser ágiles; es decir, han requerido adaptarse de manera rápida ante un escenario incierto tanto de manera interna como externa, hacia los clientes. Esto les ha permitido tener la capacidad de aprovechar los entornos y desarrollar nuevos productos y/o servicios que generen valor al mercado y permitan que la organización sea más competitiva.

Según el 14vo Reporte anual de Agilidad 2020, algunas áreas que están aplicando la agilidad son Desarrollo de Software (37%), Tecnologías de la información (26%), Operaciones (12%), Marketing (7%), Recursos Humanos (6%) y Ventas (5%).

De esta manera, son diversos los resultados que se pueden obtener aplicando agilidad empresarial. Por ello, Renzo Trisoglio, autor del libro Agilidad Empresarial. No son atletas, son Squads (Editorial Planeta), comparte algunos de estos beneficios significativos para que las organizaciones inicien su camino hacia la transformación ágil:

1.-Reduce gastos: Se producirá un ahorro significativo para la compañía, pero se debe tener en cuenta que no será de inmediato o a corto plazo. Los resultados, en su mayoría, se pueden obtener a partir del primer año, cuando se comienzan a lograr paulatinamente las metas trazadas.

2.-Incrementa el valor en los clientes: Al enfocarse en las necesidades, frustraciones y deseos del cliente se construirán productos o servicios que respondan cubran directamente el insight, captando la necesidad más profunda de nuestro cliente.

3.-La reestructuración de la organización es real: Las compañías pueden comenzar su transformación desde la alta dirección siguiendo con las demás áreas o viceversa. Esto dependerá del contexto y del apoyo que se tenga tanto de los altos directivos como del resto de colaboradores.

 

4.-Equipos colaborativos: El trabajo en equipo y la colaboración se debe iniciar desde adentro, empezando por potenciar las diferentes habilidades de los colaboradores, tanto blandas como duras. Esto permitirá que en los diferentes niveles de la organización se trabaje de manera interactiva y persiguiendo un mismo objetivo.

5.-Net Promoter Score (NPS): Mejora considerablemente indicadores como el NPS que analiza detractores y promotores sobre una marca y/o servicio, debido al enfoque centrado en el cliente que se emplea durante una adopción ágil.

En resumen, la agilidad no es una cura mágica para las dificultades de la organización, se debe analizar si el negocio necesita un dinamismo distinto, con el objetivo de mejorar los resultados pensando en los consumidores y las personas que conforman la organización.

 

-La del estribo. Vuelve el teatro presencial, el verdadero teatro (el virtual es otra cosa, valiosa y artística, pero no es teatro). Por lo menos hay dos en cartelera: Nuestros cuerpos sin memoria, una coproducción de la Alianza Francesa, la Escuela Nacional Superior de Arte Dramático (ENSAD, Perú) y la Escuela Nacional de las Artes y Técnicas del Teatro (ENSATT, Francia). Además, Días Felices, de Samuel Becket, con la dirección de Alberto Isola, y las actuaciones de Norma Martínez y Roberto Ruiz, en el Británico. !Qué maravilla! Van por joinnus.

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