¿Qué se perdió en el camino?
He sabido de algunas comunidades indígenas en diversos lugares de la Amazonía que, en asambleas, deciden sembrar coca y vender a los narcotraficantes, o dejar sus parcelas en manos de taladores ilegales de madera. Así como en los andes ya hicieron muchos desde hace tiempo, entregando su alma al abandono de su autoestima y de sus tierras a la fuerza extractiva legal e ilegal que brinda dinero fácil. ¿Pueden hacer algo diferente si el Estado permite que los invadan, destruye sus bases materiales de vida, y los abandona?
Si el Estado en manos de los blancos o criollos desprecia a indígenas, mestizos y aculturados, si – a pesar de las promesas del Estado y de los reclamos por educación intercultural bilingüe, salud intercultural, atención descentralizada – se crea un entorno empobrecido, no se invierte en educación para las mayorías, si se ignora la educación ambiental que permitiría revalorar el entorno, si se abandona la salud de las personas a su suerte, si todo sigue concentrado en Lima por obra de una descentralización falsa, si se ensalza y se venera la cultura ajena[6], la occidental, que se apropia del término cultura, y se persiste en el desprecio oficial de las culturas nativas a las que se les concede, tras mucha presión, apenas una dependencia especial porque son historias al margen, ¿qué se espera?
Y si – además de ello – se persiste en bloquear el acceso a los instrumentos de asimilación al sistema que se ensalza con currículos escolares (por ejemplo) que priorizan aquel “aprendizaje por competencias” que desenraiza, desarraiga de la vida en el territorio, y ello se hace de la misma manera que hace quinientos años, y con el mismo desprecio étnico, y con la misma voluntad de saqueo de toda la vida, ¿qué se genera?
Se genera una mayoría de población que asume la corrupción y el despojo como sentido común, que tras rechazar lo propio integra la cultura dominante apenas a medias por retazos que ofrece el pobre entorno de los medios de comunicación, sin completar su formación, mediante esfuerzos solitarios de asimilación. Se genera un mundo incompleto, un limbo cultural que tan solo conoce los gestos que le afectan, e ignora los códigos completos de los que siempre han dominado y todo lo tienen.
Castillo, Cerrón y sus allegados son productos típicos de este proceso. Cerrón es médico, pero su principal preocupación es la política, y cuando se reclama marxista no lo hace desde la creatividad social, desde alguna reflexión creadora como reclamaba Mariátegui, sino mediante una extraña mezcla de manuales de inicios del siglo XX, de la peor vertiente estalinista, además, más la criollada aprendida.
He allí lo que nos gobierna hoy, una caterva de afanosos imitadores de las catervas de privilegiados que, durante siglos, se repartieron los beneficios que provenían de la tierra, del guano, del caucho, de la pesca, de los minerales, con intermediarios para hacer la bonanza de lugares ajenos y a costa de quienes habitamos estas tierras. Afanosos imitadores de los privilegiados que hicieron la vista gorda a las actividades ilegales de las que también viven, mientras se dan golpes de pecho e invectivan contra fantasmas comunistas creados a su antojo. Imitadores de poco pelo y menos capacidades para hacer lo mismo que los otros, que se pueden burlan de ellos pero que no por eso dejan de ser su creación, y finalmente su destino.
Porque, salvo algo que reemplace a unos y a otros, estos que ya se ejercitaron en los gobiernos regionales, adquirirán la destreza necesaria para reemplazar a los otros allí donde ya están, y continuarán el ciclo de desaparición de toda promesa de país.