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Lima – Perú

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Elecciones 2021, Encuestas, Perú

Un sector recalcitrante de la derecha peruana, entre civiles y militares en retiro, se alista para tocar las puertas de los cuarteles si gana el candidato radical de izquierda Pedro Castillo. Hay que denunciarlo a tiempo. Sería inadmisible y un acto legicida mayúsculo.

La democracia se respeta y si el 6 de junio es elegido Pedro Castillo pues habrá que soportar estoicamente cinco años de desastre económico, en el peor de los casos, y de impulsos autoritarios, en el peor, pero mientras no se aparte de la Constitución y sea, por ende, un gobierno legítimo, habrá que respetar el mandato de las urnas.

Personalmente, no creo que gane. Y temo que si lo hiciese se anime a desplegar una estrategia anticonstitucional para llevarnos a la deriva venezolana o boliviana, con lo cual daría el pretexto perfecto para que desde los cuarteles hagan sentir su voz.

Pero mientras ello no suceda, habrá que aceptar la voluntad popular. Hemos llegado a esta situación límite, además, por culpa de regímenes derechistas mediocres y corruptos que a lo largo de las últimas décadas no han sabido aparejar el crecimiento económico con la construcción de un Estado inclusivo en lo esencial (salud, educación y seguridad).

El voto por Castillo no es psicótico. Tiene fundamentos, exacerbados por razones fortuitas como las originadas en el apocalipsis que ha significado para los sectores populares la pandemia, pero los tiene. No se puede soslayar ni despreciar el ánimo de un pueblo, si alcanza la mayoría en las ánforas.

Felizmente, todo hace suponer que la opción destructiva de las bases macroeconómicas del modelo -las mismas que sí han dado resultados tangibles en la reducción de la pobreza y las desigualdades- no triunfará, si se mantienen las tendencias de las encuestas.

Pero si por azar, algo ocurriese que torciese esas tendencias y el próximo domingo 6 se alzase con el triunfo el candidato de Perú Libre, los demócratas deberán hacer respetar un resultado y aprender que las democracias pueden albergar también gobiernos desastrosos, como ya ha sucedido antes en nuestra historia.

Tocará dar la batalla desde el Congreso y eventualmente desde las calles para impedir que perpetre el despropósito de conducirnos a ser un Estado socialista, cuando ese no es el mandato de sus propios votantes. Y la lucha deberá ser recia e implacable, pero mientras el señor Castillo no patee el tablero constitucional, esa oposición deberá ser cabalmente respetuosa de los cánones legales de la democracia que nos da cobijo ya hace 21 años, el periodo democrático más prolongado de nuestra historia republicana.

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Elecciones 2021, Militares, Perú

Ha funcionado la nueva narrativa keikista estrenada en el debate técnico, la misma que ha dejado en segundo término “el Perú versus el comunismo” (sin dejarlo por completo de lado), para pasar a exponer criterios sociales y de alguna manera antiestablishment que parece haberle empezado a rendir frutos.

Hablar de cambios en educación y salud es, de hecho, según mostraban todas las encuestas previas a las elecciones, lo que la gente principalmente identificaba como deficiencias del modelo. No era la economía de libre mercado, la apertura comercial, la propiedad privada, etc., lo que se ponía en entredicho, sino los aspectos señalados, que resienten a la gran mayoría del pueblo peruano por su inexistencia o deficiencia (que encima la pandemia se ha encargado de acentuar). En los últimos días, Keiko ha logrado la magia de defender el modelo y a la vez cuestionarlo, que era lo que le convenía estratégicamente hablando.

De hecho, ha contribuido al acercamiento también el propio debate técnico, que, como el de Chota, ha marcado un punto de inflexión al mostrar la superioridad programática del keikismo respecto de la improvisación, ya enervante, de Castillo y sus huestes.

En el simulacro de Datum, donde más cae Castillo es en Lima (6.3) y es allí también donde más sube Keiko (5.8), pero el candidato de Perú Libre desciende en todas las regiones menos en el oriente, mientras Keiko cae en el norte (1.5) y en el sur (3.4), pero sube en el centro (1.1) y en el oriente (3.2).

En la encuesta están prácticamente empatados (Castillo 41.6, Keiko 41.5), pero en cuanto a niveles socioeconómicos, Castillo cae en el A/B 7.7 puntos y se desploma en el D (-11 puntos), donde Keiko sube casi 5 puntos. La candidata de Fuerza Popular, por su lado, crece fuerte también en el A/B (7.8).

Campaña publicitaria que invoca lo racional pro Keiko y anti Castillo, y mensajes emotivos, han calado, sin duda, en los ánimos populares y muestran con claridad que la tendencia de crecimiento de Castillo y descenso de Keiko se comienza a revertir, al punto de confirmar nuestras impresiones iniciales luego de la primera vuelta de que a pesar de la enorme diferencia con la que partieron ambos candidatos, la final iba a ser ajustada y que había varios factores que hacían pensar que el desenlace iba a terminar siendo favorable a la candidata de Fuerza Popular.

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Debate, Elecciones 2021, Perú

Muchos recordarán aquella escena de Conversación en La Catedral en la que Zavalita, luego de aquel largo diálogo con Ambrosio descubre que su padre guardaba un ominoso secreto. Es, acaso, una de las escenas más emblemáticas de la novela, que explica además el clima de malestar íntimo y existencial que acosa a Zavalita. Todas las familias guardan secretos, es cierto, pero los del padre parecen tener un peso y una densidad especiales.

Y líbranos del mal, la reciente novela de Santiago Roncagliolo (1975), articula su trama en torno a un secreto guardado por un antiguo colaborador de una secta religiosa que captaba jóvenes de clase alta y, so pretexto de educarlos espiritualmente, le dejaban una ventana abierta a la práctica del abuso sexual. Si el intertexto no le quedó claro todavía, querido lector, le recuerdo que hay una profunda investigación periodística acometida por Paola Ugaz y Pedro Salinas y multitud de otras referencias textuales y cinematográficas.

Roncagliolo elige un diseño sencillo pero altamente eficiente. Una narración lineal de base, con pequeños saltos hacia atrás y hacia adelante, lo que sin duda colabora con una lectura fluida en la que la tensión narrativa se acumula vertiginosamente, como saben hacerlo quienes manejan con pericia el arte de intrigar y de mantener en vilo a un lector. Y líbranos del mal, no es la excepción.

Otro aspecto destacable de esta novela es la manera en que se perfila la sicología de los personajes, desde una abuela decrépita que intenta ocultar el pasado de su hijo, ahora viviendo en Nueva York, a salvo, en teoría, de sus oscuras vivencias posadolescentes, hasta el nieto que viene a Lima y ejerce prácticamente de investigador, lo que le valdrá, finalmente, descubrir eso que tanto atormenta a su padre.

La madre, acosada por el alcohol, sumida en el desamor y la soledad del padre que se mantiene como administrador de un centro parroquial neoyorquino, ocultándose como puede de sus propias sombras. O los sacerdotes que van apareciendo en la novela, o Furiase, el cerebro de las casas de reclutamiento y líder de la extraña orden.

La sexualidad, la culpa, la sumisión, la disfuncionalidad, la esclavitud por el dogma son, entre otros, temas que van haciéndose lugar a medida que se despliega el argumento. En la ficción de Roncagliolo, al menos, uno encuentra cierta compensación: el hijo logra descubrir los hilos y las heridas que ha dejado el pasado en el padre, desde el recuerdo de los jóvenes abusados hasta un presente de sombría irritación. En la realidad, como se sabe, hay numerosas víctimas esperando la hora de la justicia y la necesaria y obligada reparación.

La escritura de Y líbranos del mal, gatillada por una serie de historias fácticas y documentadas en relación con crímenes sexuales cometidos por altos miembros de la iglesia, nos invita a la reflexión sobre el lugar de las víctimas y a preguntarnos, también, por la indolencia, el cinismo negligente y la inexplicable lentitud con que se han abordado estos casos.

Y líbranos del mal. Lima: Planeta, 2021.

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Literatura, Perú, Santiago Roncagiolo

Todos los días, de lunes a viernes, Alexandra Ames, David Rivera y Paolo Benza discuten los temas más importantes del día por Debate. En nuestro episodio número 140: ¿Aumentaron los millonarios en Perú durante la pandemia? Pari ‘parcha’ a Castillo sobre las AFP. Bermejo y un cirujano dentista que diagnostica Covid-19. Y lo del Vraem se va aclarando.

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Elecciones 2021, Perú, VRAEM

Si gana Keiko Fujimori va a aparecer en el horizonte de su gobierno la eventualidad de una protesta social desbordada, como las que hemos visto en Chile y ahora en Colombia.

La oposición de Perú Libre va a estar atada de manos en el Congreso, sin mayoría suficiente para jaquear al gobierno, así que recurrirá a las calles, donde tiene tres aliados importantes: el magisterio radical (que ya el 2017 acompañó a Castillo en una masiva huelga sindical), los colectivos antifujimoristas, que son muy potentes, y el pueblo aún irritado por el apocalipsis que la pandemia ha significado para los sectores populares.

El menor error (uno de ellos puede ser un rápido indulto a su padre; debería repensar esa promesa de la campaña de primera vuelta), una decisión equívoca, una ley inapropiada o sensible, puede hacer que detone un conflicto de difícil control. Piñera en Chile se salvó de caer por la pandemia y la cuarentena posterior y Duque, en Colombia, sigue con el tema fuera de todo manejo.

En esa circunstancia, se va a requerir un rápido despliegue de programas sociales, que eleve la popularidad de Keiko y acote la potencial protesta, pero si ésta ocurriese va a ser imprescindible un manejo de inteligencia preventiva y mucho tino represivo (no hay gobierno que aguante una racha de muertos y heridos por excesos policiales).

Este riesgo, sin embargo, no es exclusivo de Keiko Fujimori. A Castillo, por sobre expectativas frustradas le puede ocurrir exactamente lo mismo. Sea que Castillo ejerza un régimen moderado o radical, no va a poder saltarse a la garrocha el orden constitucional y en esa medida no va a poder llevar a cabo ni el 10% de las propuestas de su ideario original o su Plan Bicentenario.

Y la gente que vota por él tiene una esperanza desbordada de que ocurra un Pachacuti, una vuelta al revés del modelo vigente y que los beneficios de ello sean tangibles de inmediato. Si el pueblo siente que la mediocridad de Castillo y de su gobierno, y la imposibilidad legal de hacer lo prometido, frustran esas esperanzas, seguramente la calle será el primer recurso a tomar a mano.

Los nubarrones de la protesta violenta callejera se ciñen sobre ambos candidatos y podrían llevar, de salirse de control, al recorte de cualquiera de los dos mandatos.

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Elecciones 2021, Encuestas, Perú

Maximo San Román, integrante del equipo técnico de Keiko Fujimori

“Hemos liderado el crecimiento [económico] en esta parte de América, de todos los países. Somos el número uno en los últimos 20 años” 

Contexto: Entrevista en Exitosa Noticias

Fuente:


[7:58-8:07]

FALSO

Durante una entrevista, Máximo San Román, ex vicepresidente al inicio del gobierno de Alberto Fujimori y ahora miembro del equipo técnico de la candidata Keiko Fujimori, dijo que los problemas económicos del país se debían a la falta de una reforma del Estado, y, como parte de sus argumentos, dio el siguiente dato: “Hemos liderado el crecimiento [económico] en esta parte de América, de todos los países. Somos el número uno en los últimos 20 años”. Luego de revisar los informes económicos de organismos internacionales, Ama Llulla concluye que esta afirmación es falsa.

Si bien, hasta el 2019, Perú se consideró como uno de los países que creció más rápido económicamente, según lo precisa en sus informes el Banco Mundial, no es correcto afirmar que haya sido el país que más creció en la región. Ello no ocurrió durante el 2019, previo a la pandemia, ni tampoco en años precedentes, como mostraremos en esta verificación. 

En primer lugar, hay que precisar que, una de las principales maneras de medir el crecimiento económico es a través de la variación porcentual del Producto Bruto Interno (PBI), es decir, el valor de los bienes y servicios finales producidos por una economía durante cierto periodo de tiempo. En el caso peruano, este indicador es medido por el Instituto Nacional de Estadística e Informática del Perú (INEI).

Ahora bien, si observamos la variación anual del crecimiento del PBI, podemos afirmar que, desde el inicio del milenio, en ningún año el Perú se posicionó como el país con mayor crecimiento. Por ejemplo, en el 2000, Chile y México encabezaron esta lista, encontrándose nuestro país incluso por debajo del promedio regional, con 2.7% de crecimiento.   

Mientras que, en 2001, Ecuador, Costa Rica, Venezuela y Chile fueron las naciones que lideraron la tasa de variación del crecimiento económico en América Latina. En aquel año, Perú registró una variación de solo 0.6%. 

República Dominicana fue el país con más crecimiento de la región en 2002, y en segundo lugar estuvo el Perú luego de registrar un crecimiento del 5%.

Durante el 2003, Argentina fue el país que más creció (8.8%), seguido de Honduras (4.5%) y Paraguay (4.3%). Perú en este caso registró un crecimiento del 4.2%. 

Para el 2004, Venezuela fue el país que más incrementó su PIB con 18.3%, seguido de Argentina (9%), Ecuador (8.2%) y Panamá (7.5%). 

Continuando con la cronología, en 2005, Cuba lideró la tasa de crecimiento al registrar una variación del 11.2% de su PIB, seguida de Venezuela (10.3%), Argentina (8.9%), Uruguay (7.5%) y Panamá (7.2%). 

Al siguiente año, Cuba, República Dominicana, Venezuela, Panamá y Argentina lideraron el ranking de países que más crecieron. Estas naciones estuvieron seguidas por el Perú que obtuvo un crecimiento de 7.5%. 

De acuerdo a los datos de la  Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) —organismo de las Naciones Unidas, en 2007, Panamá y Argentina se mantuvieron como los países con más crecimiento en el PBI, y Perú se posicionó en el cuarto lugar, con una variación positiva de 8.5%. 

El 2008 fue un buen año para Perú, ya que fue el segundo país que más creció en América Latina al registrar un aumento de 9.1% del PIB, superado solo por Panamá que tuvo una variación positiva del 9.9%. 

Durante los siguientes años, los países que lideraron el crecimiento fueron Uruguay (con 4.2% en 2009); Paraguay (con 11% en 2010); Panamá (con 11.3% en 2011 y 9.8% en 2012); Paraguay (con 8.4% en 2013), Panamá (2014) y República Dominicana (con cerca del 7%, tanto en 2015 como 2016).

Posteriormente, en 2017, Panamá lideró el crecimiento con 5.6%, y tanto en 2018 como 2019, República Dominicana fue el país con más crecimiento. 

Es importante señalar que, de acuerdo a los análisis del Banco Mundial, expresados en documentos como su Examen del Desempeño y el Aprendizaje Relativo (en el marco de la alianza con el Perú para los años fiscales 2017-2021), en 2019 ya se registraba una desaceleración económica en el país y América Latina. 

Similar fue el análisis de la CEPAL en su Anuario Estadístico de América Latina y El Caribe, que en el mismo año alertó de una “desaceleración económica generalizada y sincronizada a nivel de países y de sectores” de la región. Lo cual llevó a consolidar “seis años consecutivos de bajo crecimiento”. Es decir, poco antes de la pandemia, organismos internacionales habían alertado sobre la situación económica de América Latina. 

Consultado para esta verificación, Marcel Ramírez, economista y docente de la Universidad del Pacífico, confirmó que para analizar el crecimiento económico de los países se observa normalmente la variación de su PBI, pero indicó que únicamente ver el ránking de las variaciones da una perspectiva incompleta. “Es importante ver a qué ritmo venía creciendo antes el país. Así, ves los datos de que el país ha venido desacelerando su crecimiento hasta el 2019, en que llegó a 2.2%”, comentó.  

Ramírez añadió que sería más preciso comparar el PBI per cápita, que es un indicador más útil para ver el nivel de desarrollo de los países. El PIB per cápita es el promedio de Producto Bruto por cada persona y se calcula dividiendo el PIB total por la cantidad de habitantes de una economía. 

Ahora bien, en este indicador el Perú tampoco fue el número uno en los últimos 20 años. Antes del inicio de la pandemia el país registró un PBI per cápita de US $6.486 por habitante, nivel que se situó por debajo del promedio de América Latina que se ubicó en US $8.995,8 per cápita, según las cifras oficiales de la CEPAL.  

Según pudo revisar Ama Llulla, desde el año 2015, ha sido Chile el país que cada año lideró el nivel de PIB per cápita, oscilando en US $15.091 por habitante.

En función a lo expuesto, Ama Llulla concluye que la afirmación de Máximo San Román, integrante del equipo técnico de la candidata Keiko Fujimori, acerca de que el Perú fue el país número uno en crecimiento durante los últimos 20 años, es falso. 

 

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Elecciones 2021, Fake news, Perú

Nos aproximamos a la recta final de una segunda vuelta cuyo único resultado cierto será la profunda la fractura del Perú. Atrapados entre dos peligrosas opciones, el elector peruano ha colocado al país en la difícil disyuntiva de tener que elegir entre dos males mayores. La corrupción autoritaria, por un lado, y los delirios de la planificación y la idealización romántica de un pueblo con una fuerte raigambre autoritaria, por el otro. La conclusión de este extraño proceso electoral es que no hemos salido del autoritarismo que ha caracterizado nuestra historia, que aún estamos lejos de poder establecer un sistema democrático de convivencia. Que aún tendremos que ir al rescate de una débil, enclenque y frágil democracia.

Estamos viviendo la peor crisis de nuestra historia desde la guerra con Chile, con miles de muertos producto de la peste planetaria que vivimos. El Perú es un país devastado. No es causal que la gran mayoría de muertos se haya producido por la falta de oxígeno, los precarios sistemas de salud -con sólo 150 camas UCI para 33 millones de personas al iniciar la pandemia-, con la corrupción que significó la compra de pruebas rápidas en lugar de las moleculares, una extraña negociación de vacunas chinas cuya eficacia ha sido cuestionada, el vacuna gates, por no hablar de la grave crisis institucional que ya vivíamos antes de la pandemia, son sólo algunos indicadores de cómo estamos como país.

A todo esto se suma una campaña de miedo, terruqueo y enfrentamiento que ha llegado el extremo infame el uso y aprovechamiento político de una tragedia como la matanza de 16 personas por parte del terrorismo ahora al servicio del narcotráfico. Se apela a lo más primitivo de nosotros mismos para infundir horror. El maniqueísmo es la expresión de un pensamiento obtuso, impide ver matices. No llegamos a entender que ser de izquierda no es sinónimo de ser terrorista, así como ser de derecha no lo es de ser fascista. En lugar que este acto repudiable y doloroso perpetrado por los terroristas sea suficiente para llamarnos a la unidad como peruanos se ahonda, aún más, la división.

Como enseñaba Alberto Flores Galindo, somos “un país donde las solidaridades son escasas, no existe una imagen común, ni se comparten proyectos colectivos. Ser peruano es una abstracción que se diluye en cualquier calle, entre rostros contrapuestos y personas que caminan “abriéndose paso”. El margen para el consenso resulta estrecho.” Sumidos en un sálvese quien pueda, los peruanos sentimos que estamos solos enfrentando el rostro de la muerte que ahora nos acecha. Por eso, las dos propuestas más autoritarias son las que han logrado pasar a esta segunda vuelta. Enfrentados por el miedo a perder lo que se ha conseguido con mucho esfuerzo, a perder los privilegios, a no perder nada o a perder la vida ante el abandono y la indiferencia estatal, esta elección ha sido el triunfo de la desesperanza.

El autoritarismo es la marca de nuestra historia nacional. El binomio entre paternalismo y violencia como el que hoy vivimos crean lealtades de tipo vertical entre el caudillo, el señor, el hombre providencial y su séquito. El paternalismo violentista es la versión moderna del cacique andino o del curaca y el corregidor colonial. En una situación como esta no es posible la aceptación igualitaria del otro como un ciudadano autónomo. Por eso, vemos como los conflictos políticos, como los de estas elecciones, terminan convertidos en luchas de caudillos y sus seguidores todos jalando para sus propios intereses.

Lo cierto es que parecen enfrentarse aquello que Basadre caracterizo como el Perú oficial contra el Perú profundo. Estamos partidos en dos mitades y asistimos a una campaña basada en el odio, el insulto, el agravio antes que en la propuesta. No se trata de que una amplia mayoría quiera un cambio del modelo económico, la mitad del país, que está optando por el mantenimiento del modelo antes que por la decencia, no lo quiere. También es cierto que la otra mitad del país ya no quiere más seguir siendo excluida y marginada y ahora ha encontrado un vehículo para hacer sentir su voz.

Ambas candidaturas carecen de una visión integral de país, de una propuesta sobre el tipo de sociedad que queremos ser. Parecen no poder comprender que gane quien gane necesitará poder crear un consenso mínimo para hacer viable su gobierno. Por eso resulta muy peligroso llevar la confrontación al extremo. Si fuera el país y no sus intereses personales o grupales los que pusieran por delante, podrían llegar a acuerdos mínimos ante temas urgentes como qué hacer para mitigar la pandemia o un llamado a la unidad después que el terrorismo aprovecha la coyuntura de enfrentamiento para hacer de las suyas.

Más que una elección esta es la suma de todos los miedos ante un peligro común que nos atañe a todos, la preservación de nuestra vida. Eso es lo que nos estamos jugando en esta elección. De a quien elijamos dependerá la manera de gestionar la crisis sanitaria, económica, política y social que vivimos. Por eso, ante un problema común sólo caben soluciones comunes y no más división. Ya es momento que alguno de los dos candidatos se comporte como un estadista y haga un llamado a la unidad nacional.

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Elecciones 2021, Perú, Segunda vuelta

La violencia de género es una pandemia que no ha sido superada y que afecta la vida de miles de mujeres, niñas, adolescentes y de la población LGBTI a diario. En el actual contexto electoral, de segunda vuelta, las propuestas orientadas a enfrentar esta problemática han estado por completo ausentes; lo que es un mal indicador y evidencia el perfil conservador y poco vinculado a una lógica de derechos de ambas candidaturas.

Mientras tanto el feminicidio, las desapariciones de mujeres, la violencia sexual, el embarazo forzado, el embarazo adolescente y el odio hacia las personas de diversidad sexual son problemáticas que se han profundizado causando dolor, indignación, miedo y preocupación en las víctimas y sus familiares. La indiferencia frente a estos problemas es más que preocupante.

¿Puede hablarse de democracia sin que se garantice el derecho a la igualdad?, ¿Puede hablarse de un cambio real si las mujeres, niñas y población LGBTI siguen sufriendo – tanto en el ámbito rural como urbano- por la discriminación de género y la violencia que profundiza la exclusión y desigualdad?

En el debate electoral protagonizado por los equipos técnicos sólo una persona – Avelino Guillén del partido Perú Libre- enfatizó la importancia de la prevención de los crímenes, incluyendo la violencia contra las mujeres y los feminicidios, para garantizar la seguridad ciudadana. Esto es fundamental y representa un atisbo de esperanza para que la agenda urgente no quede atrás. Sin embargo, ningún otro representante se refirió a estas problemáticas ni hablo del impacto de la discriminación. Preocupa – a la vez – que no se escucha ninguna propuesta del señor Pedro Castillo frente a estos temas.

En relación a la candidata Keiko Fujimori, su equipo no presentó ninguna propuesta en materia de igualdad de género ni lucha contra la violencia. Si bien esto preocupa, no sorprende en la medida que su partido y ella misma ha sido una permanente opositora a los derechos de las mujeres y de la población LGBTI, habiendo hecho mucho daño con su apoyo a la Campaña antiderechos “Con mis hijos no te metas”.

En días previos al debate, la candidata lejos de presentar alguna propuesta en este nuevo y supuesto escenario de “arrepentimiento” negó – nuevamente- las esterilizaciones forzadas cometidas durante el gobierno de su padre y se atrevió a nombrar a las mismas como un “plan de planificación familiar”. Con ello volvió recordar no sólo su indiferencia frente a lo que se considera un crimen de lesa humanidad, sino además nos recordó su gran desprecio por la vida de miles de mujeres que llevan más de 25 años buscando justicia.

A pocos días de la segunda vuelta electoral es claro que cualquiera sea el resultado tendremos un escenario – probablemente- adverso para la defensa de los derechos de las mujeres y la igualdad, por lo que tocará mantenerse alertas y vigilantes para denunciar e impedir retrocesos.

Este domingo 30 de mayo es el debate presidencial, los candidatos tienen una última oportunidad para presentar propuestas orientadas a hacer frente a la discriminación y violencia de género. De no hacerlo quedará clara su indiferencia. Habrá que recordarles que no hay democracia sin igualad y que trabajar por la erradicación de todas las formas de violencia de género es defender la vida; y que nuestras vidas importan.

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Elecciones 2021, Perú
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