Sudaca

Que en diversas encuestas aparezcan como potenciales buenos candidatos Keiko Fujimori, Rafael López Aliaga, Martín Vizcarra, Francisco Sagasti, Carlos Álvarez, Antauro Humala o el propio Pedro Castillo, indica el grado de incertidumbre que pesa sobre la venidera campaña electoral.

Si a ello le sumamos la eventualidad de que surja a última hora un candidato antisistema, nuevo, sorpresivo e imprevisible, se entenderá que nada está dicho sobre la contienda en ciernes y que habrá que estar preparado para un sube y baja descollante, pocas veces visto en la historia política peruana, más aún si hablamos de una elección en la que ya hay inscritos más de cuarenta partidos.

Este desquicie político tiene mucho que ver, sin duda, con la informalidad del Perú, no solo en lo concerniente a la particular anomia política de los informales sino por la participación oscura de mafias económicas en el financiamiento de candidatos, que trastoca por completo el normal devenir de una campaña.

Pero se explica también por la falta de consistencia política de los candidatos peruanos, que deciden aparecer a última hora, generando ellos mismos, las condiciones para que la volatilidad electoral crezca y termine produciendo un escenario de impredecible final.

El mejor símbolo del psicótico panorama político electoral es el papelón literal de la cédula de votación con la que nos acercaremos a las urnas. Expresa mejor que nada, el grado de deterioro de los partidos políticos peruanos, la descomposición socioelectoral del país y la profunda crisis institucional a la que nos ha conducido una transición post Fujimori fallida y la explosión de todos esos males con el advenimiento de gobernantes como Pedro Castillo, en primerísimo lugar, y luego Dina Boluarte y su imbatible mediocridad.

A prepararnos para una elección inédita, a pesar de ser, quizás, la más importante de los últimos decenios, con las encuestas como simples puntos de referencia anecdótica, con sorpresas a la vuelta de la esquina, con candidatos que aparecerán y desaparecerán de una semana a otra, con resultados ajustados y una segunda vuelta que nadie se esperará. Esa es la lamentable cifra del destino político que nos ha tocado en suerte en los tiempos del bicentenario republicano. Tremenda paradoja y desilusión.

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Campaña electoral, Sudaca, Sudaka

La torpeza geopolítica de Trump lo único que va a lograr -contra sus propósitos- es fortalecer a China en el mapa del poder global. Ya la potencia oriental se acerca a los Estados Unidos y simplemente es cuestión de tiempo para que la alcance, fruto del abandono de Washington de los cánones del capitalismo democrático. Con Trump, ese acercamiento se va a acelerar.

Ya China le ha respondido con aspereza inhabitual a los actos de matonería trumpista y se prevé que no se va a dejar pisar el poncho ante la arremetida destructiva del inquilino de la Casa Blanca.

La guerra comercial la va a ganar China. Tiene más que ganar que perder en esa escalada proteccionista lanzada por un antiliberal Trump. Y lo más probable es que bloques tradicionalmente cercanos a los Estados Unidos, como la Unión Europea, empiecen a mirar a China como socio comercial más relevante e, inclusive, militar.

En general, lo que va a lograr Trump es eso, darle mayor predominancia a China en el orbe. Inclusive, Latinoamérica, que ya tiene vínculos sólidos con Beijing, se verá compelida a reforzarlos ante el maltrato norteamericano.

Estados Unidos estaba llamado a reconstruirse, pero en base a un reencuentro con su larga tradición liberal, no con el oscurantismo político y económico que la oligarquía tecnocrática, boyante en dólares pero carente de ideas políticas inteligentes, parece servirle de guía al gobernante republicano.

Cinco años de oscurantismo económico y político le esperan a los Estados Unidos, con la propia democracia liberal puesta a prueba por los arrebatos presidenciales, y en ese trance se va a llevar de encuentro el influjo global que como primera potencia democrática mundial le correspondía desempeñar.

 

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Sudaca, Sudaka, Trump

Si algo debe hacer la sociedad civil -en la cual juegan un rol activo los medios de comunicación- es evitar sumarse a la polarización política que ya cunde en el país.

La visión bipolar de la sociedad y las instituciones o personas mata cualquier debate matizado, serio, plural y, por ende, productivo que haya, arrinconando los términos de la discusión en dos extremos que se niegan y no establecen ningún punto de contacto, como la realidad es, llena de complejidades y ambiguedades que no admiten una visión encasillada de las cosas.

La polarización, fenómeno que separa a la sociedad en dos bloques irreconciliables, es el veneno de la democracia. Convierte el debate ideológico en una batalla de bandos, donde el razonamiento cede ante la pasión y la verdad se diluye. Los ideales se transforman en estandartes de guerra, enfrentando a ciudadanos no por sus convicciones, sino por su afiliación a una causa o ideología que no admite matices.

En lugar de encontrar puntos de convergencia, se elevan los muros de la incomprensión y el odio. Así, los que piensan de manera distinta no son adversarios con los que se debe debatir, sino enemigos a los que se debe destruir. La convivencia, que es la piedra angular de cualquier sociedad plural, se resquebraja cuando las ideologías se convierten en trincheras donde la civilidad es reemplazada por el fanatismo.

El peligro no radica en el desacuerdo, sino en la incapacidad para tratarlo con respeto y razonabilidad. La polarización lleva a un callejón sin salida, donde los extremos se refuerzan mutuamente y la moderación, ese espacio intermedio, se pierde. Lo que debería ser un debate enriquecedor, se convierte en una guerra de posiciones irreconciliables, y la democracia, condenada a la lucha constante entre facciones, se torna inviable.

Si la DBA y los “caviares” se quieren destruir entre ellos, problema suyo debe ser. La sociedad peruana es mucho más compleja que ese blanco y negro al que nos quieren llevar.

La del estribo: muy recomendable la miniserie de Netflix, Gatopardo, inspirada en la novela histórica de Lampedusa, que narra los pormenores de una familia aristocrática en medio de la revolución reunificadora de Italia a fines del siglo XIX.

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caviares, DBA, Sudaca, Sudaka

Nuestro querido Guayo está a punto de completar el Estrecho de Tsugaru, en Japón, y con ello entrar en el exclusivo club de solo 34 personas en el mundo que han conquistado los Siete Mares. Solo una sudamericana lo ha logrado hasta ahora: la chilena Bárbara Hernández. Sí, leyó bien, solo 34. Ni en el chat familiar hay tan poca gente.

La comunidad de nadadores ha crecido, pero sigue siendo una minoría. Para ser sinceros, apenas un puñado de valientes disfrutan nadar en aguas gélidas mientras nosotros nos quejamos del agua fría de la ducha. Y lo peor: en el Perú, nadie habla de esto. Porque claro, estamos ocupados con la última polémica del espectáculo o la política.

Pero ahí está Guayo, sin hacer bulla, avanzando paso a paso, o mejor dicho, brazada a brazada. Ya cruzó seis de los siete mares, cada uno una maratón acuática, una hazaña de otro nivel. ¿Y nuestras autoridades? Bien, gracias. Solo un pequeño reconocimiento en el Congreso en 2024. Ni un sol de apoyo, ni una medalla simbólica, ni un diploma impreso en Word. Nada.

Guayo nos cuenta: “El financiamiento de todo este proceso lo he hecho principalmente con recursos propios, con ahorros de toda la vida y la ayuda económica del Dr. Noriega con el Reto Concebir y de Carlos Alcántara de Champiñones Paccu”. Y este último nado no es barato: el presupuesto ronda los 25,000 dólares.

Todo el Perú debería estar aplaudiendo esta proeza. Desde la buena vibra hasta el apoyo económico, porque el esfuerzo es titánico y no se logra solo con ganas. ¿Cómo es posible que casi nadie sepa que tenemos a un compatriota a punto de ser el único peruano y el vigésimo primer sudamericano en lograr esta hazaña?

Y ojo, esto no es un viajecito de fin de semana. Guayo ha tenido que cruzar aguas en Francia, el Canal de Molokai en EE.UU., el Estrecho de Cook en Nueva Zelanda y el Estrecho de Gibraltar en España, cada uno con presupuestos astronómicos. Hasta ahora, ha logrado financiarse con la ayuda de amigos y algunas empresas, pero esta vez el Estado no puede seguir mirando al techo. ¡No podemos dejar pasar esto como si fuera un simple chapuzón!

Hace dos años escribí sobre Eduardo Collazos y sus cuatro mares (https://s.mtrbio.com/ztoiktlfbp). Porque sí, el deporte nos da alegrías, nos limpia de lo negativo y nos da motivos para celebrar. ¿Nos emocionamos con un gol? Claro que sí. Entonces, ¿por qué no celebrar a un peruano que ha nadado más que los peces de Buscando a Nemo?

Guayo es un ejemplo de perseverancia, disciplina y buena vibra. Y siempre digo: «Una persona con voluntad llega más lejos que una persona inteligente». Y Guayo lo ha demostrado. Confieso que cuando quise hacer la Ruta Olaya, busqué a todas las personas posibles y no todas te reciben, pero Guayito nos recibió. Y esta pizarra me marcó. Además, la forma en que nos narra cómo empezó todo es inspiradora:

Esta pizarra me marcó. Además, la forma en que nos narra cómo empezó todo es inspiradora:

“Te confieso que cuando me puse como meta nadar el Canal de La Mancha allá por el 2017 y decidí ir a México a nadar con Nora Toledano una semana para que me pruebe y vea si podía o no lograrlo, NUNCA me imaginé lo que estaba a punto de iniciar sin saberlo…”

Así comenzó todo: Manhattan 2018, Canal de La Mancha 2019, la pandemia en 2020 que suspendió su nado de Catalina, Catalina 2021 y, con ello, la Triple Corona, la primera para el Perú. «No te imaginas cómo lloré de la emoción cuando salí del agua y escuché la bocina del barco anunciando la culminación exitosa del nado. En la orilla estaban mi hermano, unos primos que viven en California y Valeria de Las Truchas, quien, estando en California, se dio el tiempo de ir a esperarme. Nuestra bandera en el kayak, mi hermano me dio otra bandera peruana que besé, llorando de la emoción… Son cosas maravillosas que nunca olvidaré».

Es momento de celebrar, de aplaudir el esfuerzo, de entender que hay peruanos que hacen historia y merecen nuestro reconocimiento. ¡Grande, Guayo! ¡Por el Perú, la patria y la familia!

Al cierre de este texto, nos llegó una invitación para colaborar con el gran Guayo. Este 24 de mayo se realizará una nadada en Agua Dulce, con modalidades con aletas, sin aletas y distancias desde 500 metros hasta 3K. Más que una competencia, será una fiesta para apoyar su última gran travesía. Si estás lesionado o simplemente quieres ayudar, puedes llenar el formulario y adjuntar tu Yape. ¡Todo suma!

Aquí el link https://sistemas.peruswimmers.com/acredita/

Lili Gilvonio

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Aguas abiertas peru, Eduardo Collazos, Estrecho de Tsugaru, Sudaca, Sudaka

Hace bien el gobierno en retomar los esfuerzos del Consejo para la reforma del sistema de justicia -como ha anunciado el ministro de Justicia, Eduardo Arana-, para refundar tanto el Poder Judicial como el Ministerio Público, hoy gravemente afectados por la infiltración izquierdista que ha politizado su quehacer a extremos delirantes.

Hace bien, decimos, porque, tal cual se plantea la reforma, no se hace al manazo, desde afuera -como se temía-, sino que involucra a los propios actores, por más que aparentemente se muestren reacios a hacerlo (ni Delia Espinoza ni Janet Tello parecen empeñadas en ese propósito). No hay reforma orgánica y viable posible que no involucre a los propios ficales y jueces en el proceso.

Debe acabar de una vez por todas la politización escandalosa de ambos poderes del Estado, producto de una larga y meditada cooptación diseñada por controlar estamentos de poder que electoralmente la izquierda nunca ha conseguido, pero que subrepticiamente ha ido labrando, con la complicidad indolente del resto de la sociedad civil que no miraba con atención lo que se venía produciendo.

Como resultado de ello, hemos visto persecuciones políticas al amparo de la labor fiscal, venganzas menudas, corrupción soslayada, protección teledirigida a los allegados o afines, etc., bajo el influjo de organismos externos que se excedieron en sus atribuciones y actuaron de operadores políticos del resultado obtenido.

Ello debe acabar. No se trata de reemplazar una casta por otra, por cierto, sino de establecer instituciones meritocráticas sin que importe el color de la camiseta del magistrado en carrera. Parte de este proceso supondría acabar de una por todas también con la alta tasa de provisionalidad que afecta tanto al Poder Judicial como el Ministerio Público y siendo partícipe del Consejo el Congreso, disponer las partidas presupuestales para lograr ese cometido.

Reestablecer la democracia plena -tarea que el gobierno entrante debe acometer como prioridad- pasa por reconstruir una Fiscalía y un Poder Judicial afectados por la politización y la corrupción, problemas que no se solucionan con arreglos cosméticos sino con una profunda cirugía institucional.

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Sudaca, Sudaka

Siguiendo la tendencia internacional hacia la polarización, en el Perú hoy, en el ámbito político, prosperan las opciones radicales en desmedro de las agrupaciones más centradas, quienes contribuyen a su devaluación por su pasmo político.

Conforme nos acercamos a las elecciones apreciamos que esa polarización aumenta, aminorando las posibilidades de que agrupaciones de centroizquierda o centroderecha prosperen.

Salvo que ocurra un milagro y la ciudadanía se harte de este fenómeno y busque opciones más sensatas, lo más probable es que el 2026 tengamos que definir la elección entre dos radicales.

Al Perú le conviene infinitamente más una segunda vuelta entre alguien como López Chau versus alguien como Rafael Belaunde, que una que coloque frente a sí a Guido Bellido versus Rafael López Aliaga. La viabilidad de la institucionalidad democrática estaría más a salvo y, por ende, la propia solvencia macroeconómica del venidero lustro.

Ya existe un caudal de votos importante a favor del centro, pero la tugurización del segmento juega en contra de las pretensiones de alguien surgido de esta cantera ideológica. Va a tener que hacer varias tareas, muchas de las cuales ya hemos expuesto hasta el cansancio en esta columna (alianzas, buen plan de gobierno, cuadros técnicos, purga de candidatos, frentes sociales en caso no prosperen las alianzas, etc.).

Los grandes adversarios a derrotar no son solo los extremos radicales sino también el fujimorismo, que goza de una base electoral sólida e irreductible, que, sin embargo, tiene esta vez un techo que va más allá del antifujimorismo raigalsino que abreva del pacto soterrado de Keiko con el desprestigiado régimen de Dina Boluarte.

De no hacer la tarea, el centro va a ser subsumido por los extremos polarizantes y después no podrá culpar a nadie de su desventura. La tendencia está dada y tienen que remar contra la corriente.

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Rafael Lopez Aliaga, Sudaca

Un sector que puede terminar teniendo gran impacto electoral en la jornada del 2026 es la derecha radical. La inseguridad ciudadana es su combustible creciente y seguramente los discursos prometiendo mano dura, pena de muerte, retiro dela Corte de San José, segregación de migrantes venezolanos, etc., serán parte del arsenal narrativo a emplear.

En general, según la encuesta del IEP, la derecha ha venido creciendo significativamente en las preguntas de autodefinición ideológica, en consonancia con el aumento de la inseguridad. Por más que el gobierno de Dina Boluarte sea identificado como de derecha (más aún ahora que ha estrenado un arraigado anticaviarismo) y tenga un nivel de aprobación paupérrimo, la derecha crece como la espuma.

El problema es que el 10 o 15% que se puede identificar como de derecha radical va a tener que dividir sus preferencias. Ya en estos momentos hay por lo menos tres candidatos que pisan esos predios: Rafael López Aliaga, Phillip Butters y Carlos Álvarez.

No está tan fragmentada como la centroderecha, que presentará cerca de 20 candidatos, pero no tiene el caudal de votos de aquella, bastante más grande que la derecha radical. Eso le puede complicar el panorama de meter a algunos de los tres mencionados en la segunda vuelta electoral.

López Aliaga lleva ventaja por su tribuna municipal. Butters tiene que romper la burbuja televisiva en la que se mueve y Carlos Álvarez tiene que prepararse para afrontar con solvencia la campaña que atacará su identidad sexual (ésta va a ser una campaña furibunda y muy sucia).

El problema para ellos es que si se nivelan sus intenciones de voto, no podrán disputarle el sitio a la izquierda radical y antisistema, y al fujimorismo, que tiene un sólido 10 o 12%, difícil de revertir, a pesar del apoyo absoluto que le brinda al impopular gobierno de Dina Boluarte.

Lo interesante, en todo caso, es que serán animadores de la campaña. Son contestatarios, beligerantes, políticamente incorrectos y confrontacionales. Al menos garantizan algo de condimento a una contienda que si algo no debe ser, por lo que juega en ella, es sosa y plana.

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Sudaca, Ultraderecha

Son dos los riesgos políticos que la democracia debe sortear este 2026 si quiere ser parte de un proceso de reconstrucción de la democracia y romper la espiral de deterioro a la que el Ejecutivo aliado al Congreso han conducido al país.

Uno primero, es el triunfo de un radical populista, sea de derecha o de izquierda, que decida hacer tabla rasa, en base a su probable popularidad, de lo poco que queda de institucionalidad democrática en el país. Otro segundo, es la aparición de un outsider aventurero, sin programa ni cuadros, que irrumpa a la hora nona en medio de la multitud de agrupaciones que tentarán suerte el 2026 (Castillo es la más cercana medida del desastre que podría avecinarse).

A los radicales populistas se les combate con política, con planes de gobierno eficaces y vendibles, con cuadros técnicos, con frentes sociales (ya que las coaliciones electorales no prosperarán, por lo visto). A los outsiders, haciendo política anticipada, desde ya, sin esperar a diciembre de este año para aparecer, imitando justamente a los referidos outsiders, como parecen pretender sinfín de candidatos que guardan perfil bajo en estos momentos.

Corresponde dar un golpe certero a la narrativa populista que ofrece soluciones fáciles a problemas complejos. Los ciudadanos, cansados de promesas vacías, claman por alternativas realistas, pero con una visión a largo plazo.

Un aspecto clave es el fortalecimiento de la institucionalidad. Los outsiders, con su discurso anti-establishment, ganan terreno precisamente porque la percepción de que las instituciones no funcionan es cada vez más fuerte. Si el Ejecutivo y el Congreso no maduran políticamente y no ponen de su parte, se abrirá espacio para que los populistas se presenten como salvadores.

Es urgente, además, trabajar sobre los problemas reales de la gente: la inseguridad, la pobreza, el desempleo. Combatir a los radicales populistas no es solo una cuestión de teoría política, sino de ofrecer soluciones concretas y cercanas a la gente. De nada sirve atacar a los outsiders si no se presenta una alternativa viable que, además, resuelva de manera efectiva las demandas populares.

Con un lenguaje claro y sencillo, libre de tecnicismos, conectando con un electorado que se siente desconectado, la política puede y debe recuperar su capacidad de entusiasmar, de motivar a la acción, pero sobre todo, de generar esperanza.Si no se hace así, estaremos condenados y el 2026 será el parteaguas democrático del país.

La del estribo: amante de las novelas históricas, leo con pasión y con culpa -por no haberlo hecho antes-, Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar, bajo la inspiración estimulante del club del libro de Alonso Cueto. Muy recomendable para buenos momentos de solaz y de aprendizaje histórico.

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elecciones 2026, pie derecho, Sudaca, Sudaca Perú

Ha hecho bien el PPC en suspender la militancia y cancelar la precandidatura de Fernando Cillóniz luego de conocerse que el mencionado era director de las empresas vinculadas a Novonor, el nuevo nombre de la corrupta Odebrecht, en el controvertido proyecto Olmos.

Luego de ello, el propio Cillóniz, quien es un hombre honesto, renunció a seguir haciendo política ratificando que, según su criterio, la empresa se había reinventado y hoy funcionaba con criterios de gobernanza radicalmente distintos y supervisados.

El problema es que en política, y más ahora en el Perú plagado de corrupción que hoy vemos, donde pululan los medianos empresarios corruptos que han reemplazado a las brasileñas y al Club de la Construcción, es menester actuar con inmaculada pulcritud.

Eso se espera no solo del PPC sino de cualquier partido que quiera aspirar a gobernar el país del 2026 en adelante, que haga una purga radical de sus candidatos, que no haya en sus listas prontuariados, abusadores, violadores, denunciados por corrupción, etc. El país va a ver con buenos ojos un partido limpio de toda sospecha capaz de tomar decisiones radicales a la mínima suspicacia o mancha.

La derecha tiene varios desafíos. Ir en alianzas es fundamental, aunque la experiencia indica que la fortuna electoral no le ha solido sonreír a pactos de ese tipo (que yo recuerde solo el APRA-SODE funcionó en 1985). Segundo, establecer un plan de gobierno detallado en aspectos claves, como el de la inseguridad ciudadana. Y tercero, presentar listas impolutas.

Esos tres requisitos son esenciales si se quiere aspirar en serio a competir contra los extremos populistas que desde la izquierda y la derecha quieren cosechar de la desazón ciudadana. Hay espacio para opciones moderadas, democráticas y pluralistas, pero tienen que hacer una tarea especial que los antisistema no están obligados a cumplir porque cosechan de territorios ciudadanosa los que esos aspectos no les interesan.

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