Malestar social

[EN EL PUNTO DE MIRA] El país pasa por un malestar social permanente contra el Estado (que es deficiente para canalizar demandas), contra la forma de abordar la informalidad en la economía, en la sociedad y la política del Perú, y contra el centralismo limeño que acompaña al proceso de descentralización que estamos viviendo. Así estamos desde hace un buen tiempo.

Demostraciones de ese malestar social las hemos podido apreciar en diversos momentos. Ahí tenemos las marchas de miles de jóvenes que hicieron que se derogue la Ley Antilaboral juvenil del año 2014. También tenemos el mal manejo político que tuvo la exalcaldesa Susana Villarán en el traspaso al Mercado de Santa Anita de los mayoristas informales de La Parada, en el que hubo dos muertos, y los diversos conflictos en torno al pésimo manejo del canon de los gobiernos regionales. Estos casos nos detallan cómo termina la insatisfacción social permanente: en conflictos sociales aislados sin articulación alguna a mediano y a largo plazo en plataformas políticas nuevas o dentro de las ya existentes.

Mi hipótesis es que las reformas de ajuste en los años noventa generaron la no adaptación de las organizaciones civiles vinculadas a los partidos políticos a las nuevas necesidades de la gente. Perdieron su sentido común (las ideologías ya no funcionan como atajos cognitivos) y estos pasaron a ser receptivos de lo que los medios de comunicación y redes sociales ofrecían. El peruano se ha acostumbrado a un crecimiento económico informal. Estos aspectos, entre otros, afectaron a la política partidaria y a la oferta política en general. Hay mucha desconfianza.

¿Cómo recuperar la confianza para la revitalización de la política partidaria? Es difícil responderlo, dado que aún transitamos por un escenario poscolapso del sistema de partidos en el país. Lo más práctico sería describir cómo funciona actualmente una democracia sin partidos. Sobre el tema existen varios estudios.

Pero haciendo trabajo de campo para un estudio que he realizado para mi tesis de maestría, he notado que no todo está perdido sobre la política partidaria en torno a ejes programáticos. De acuerdo al caso que investigué, existe la posibilidad de realizar trabajo político partidario vinculado a un contexto de alta fragmentación y organización mínima. El caso de Acción Popular es uno de ellos.

Ello nos demuestra que si bien existen –como regla general– membretes y políticos dispersos en el mercado electoral peruano, se puede formar política partidaria ubicando elementos de ese malestar social que generan división política para la formación de una identidad política o para resignificarla.

Sé que el reto es mayor para ello, porque también se necesitan otros incentivos y recursos que no sean solo sociales o geográficos, sino también institucionales. Y sobre esto hemos visto que vamos en otra dirección. La no reelección de presidentes regionales y congresistas no es la solución al problema de corrupción en las regiones.

En fin, volviendo al tema, es importante señalar cómo se ha reconfigurado la política partidaria. Actualmente se habla mucho de que seguimos en un estado de ánimo que no encauza políticamente.

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