¿Cuándo empezó la lucha de Ana Estrada?
Ella tuvo un episodio muy fuerte en 2015 y estuvo internada por seis meses en el Hospital Rebagliati. Hay que recordar que lleva más de treinta años padeciendo la polimiositis. Su cuerpo iba deteriorándose y ese punto de quiebre que para ella significó casi una muerte en vida, una experiencia de terror que marcó la ruta para que ella pudiese renacer y conquistar su derecho a elegir los términos en los que iba a vivir y morir con dignidad. Cuando le dan de alta en 2015, ella cuenta que era un pedazo de piel con huesos de 35 kilos y que había salido otra persona de allí, que ya no era más ella, pero estaba determinada a empezar una nueva lucha para buscar su derecho a una muerte digna.
¿Cómo empezó a trabajar en el caso de Ana?
En 2019, Ana abre su blog para compartir su historia y luego tuvo una serie de reportajes que dieron eco de su voz hasta que, en noviembre, sale en Cuarto Poder y eso le da más visibilidad a su caso. La conozco a partir del reportaje, yo estaba en la Defensoría del Pueblo y ahí se inicia el trabajo para representar su caso y acompañarla desde la defensa jurídica.
Por las dificultades que representa encontrarse en un país en el cual la eutanasia no sólo es ilegal sino que, además, existe mucho desconocimiento al respecto, ¿se pensó en alguna otra alternativa?
Ella incluso buscó hasta la posibilidad de viajar. Porque en Perú la eutanasia es un delito, pero esto es algo que se practica. Ella pudo buscar la práctica en la clandestinidad, pero era poner en riesgo a las personas involucradas como su familia y a un médico si se ofrecía. También exploró la posibilidad de ir a Suiza pero costaba un montón de dinero. Son costos que no tenía la posibilidad de solventar. Después de explorar las alternativas ahí decide alzar la voz.
Durante estos años, ¿encontraron grupos que se convirtieron en los adversarios de esta lucha?
No es que hayan ido a plantarse a la casa de Ana, pero muchas de las voces disidentes se esconden en el anonimato y esto los envalentona a hablar en términos muy violentos. Es como si naturalizaran el odio. Estos personajes que en algunos casos son trolls, pero en otros tienen plataformas y minimizaban el coraje de Ana o, porque discrepaban de sus ideas políticas, la odiaban más. Es increíble cómo una mujer determinada, firme, con coraje y con las ideas bien zanjadas, pese a las limitaciones, se vuelve una amenaza. Casi dicen que es una cortina de humo. Por parte de la Iglesia también hubo pronunciamientos que develan la hipocresía de ciertos sectores que dicen ser afines a una religión que debería basarse en compasión y amor y, sin embargo, las acciones son contradictorias.
¿Cómo se comportó el sector salud?
Lo que sí tuvimos fue que el Colegio Médico del Perú se pronunció en su momento con una posición no muy clara. Por un lado decían que apoyaban el pedido de Ana, recuerdo un video que le mandó el decano mostrando su apoyo, pero a la vez decían que estaban a favor de la muerte digna de los cuidados paliativos. Utilizaban términos que, a nivel mundial y desde los más avanzados estudios de la bioética, ya no se utilizan y son terminologías desfasadas. Desde el Colegio Médico hay un desfase y se han quedado atrapados en el siglo pasado. La posición era un poco ambigua. Eran muy cautelosos. Creo que tienen una idea muy obsoleta de lo que significa el juramento hipocrático y lo invocan para decir que están en contra de la eutanasia, pero tampoco hablan de las condiciones de una persona que vive con altos niveles de sufrimiento y una enfermedad para la cual la medicina no tiene ninguna cura. La medicina más avanzada te dice que hay que respetar la autonomía y la dignidad del paciente, y eso, en algunos casos, involucra realizar procedimientos como la eutanasia sabiendo que siempre debe ser conforme a la autonomía de la persona que está perdiendo la dignidad a tal punto por el sufrimiento que vive que no tiene sentido preservar la vida biológica por encima de la vida biográfica. Hay todavía un trabajo por hacer con los médicos.
¿Por qué cree que entre los médicos existe esta resistencia?
Todavía están formados por un paradigma de la medicina obsoleto que no toma en cuenta las realidades que hoy tenemos. El paciente es un sujeto de derechos y el médico tiene que entender que su deber es servir al paciente y hacer valer la voluntad del paciente respetando su autonomía. Esto tiene que ver con una formación obsoleta de lo que ha sido la medicina muy divorciada de la ética médica y es una medicina muy paternalista en la cual el medico sigue teniendo la última palabra. También hay un factor muy importante que es la religión. Lamentablemente, hay una distorsión de lo que son los preceptos católicos que terminan interviniendo en la práctica médica y, por ejemplo, la interpretación que se tenga del juramento hipocrático es antojadiza y permeada por sesgos religiosos que terminan desnaturalizando la prácticas y sobre todo si hablamos de hospitales públicos y cuando el médico no solamente es médico sino también funcionario público se quiebra altamente el principio de laicidad que debería garantizar esa separación de Estado e Iglesia que debería permitir que los medidos por mas creencias religiosas estas no pueden obstaculizar el servicio médico.
Luego de la experiencia que ha vivido con este caso, ¿se podría decir que el Perú es un Estado laico?
En la práctica no. Creo que estos casos ponen de relieve que el máximo pendiente que tenemos a secularizar el estado. La libertad de religión tiene que protegerse, pero lo que no se puede hacer es imponer esas ideas no sólo sobre otras personas sino en el actuar del Estado, el cual debe ser divorciado de lo que diga cualquier religión. Cuando existe un posicionamiento de la Iglesia que son contradictorios en temas de derechos humanos, el Estado no puede actuar desprotegiendo estos derechos porque la Iglesia tiene una posición. El tema es que el Estado está conformado por seres humanos que tienen sesgos impactados por la religión. Está bien tenerlo en tu casa, pero eso es Estado y no se puede naturalizar que se intervenga en la función pública. Ayer el Colegio de Abogados de Lima me llama para hacer una conferencia por el caso de Ana e invitan como la contraparte a un reverendo. Qué tiene que hacer un reverendo en una discusión que es jurídica y, además, es patrocinada por el Colegio de Abogados. Estamos muy mal en eso. El caso de Ana no solamente es una conquista, también es una lucha por secularizar el estado.
¿Cómo lidiaba Ana con esta influencia de la religión que no sólo se oponía a su pedido sino que también tenía integrantes que la ofendían?
Las dos llegamos a tener la piel curtida. Intentábamos no estar expuestas a ello. Por un tiempo, Ana cerró sus redes sociales por la cantidad de cosas que recibía. Era muy violento. Ambas lo interpretábamos como de quien venía, de un pobre alma cuyo odio venía de una carencia de amor. Te generaba un enojo por pensar quién se creían para decirle eso a Ana sin haber vivido lo que ella. Daba lastima esa persona por el enojo que tenía. Pero habían momento en los que sí afectaban. Pero sabíamos que siempre iba a haber una reacción y es parte de la resistencia y el mover el status quo.
¿El camino legal que siguió Ana puede servirle a otras personas que buscan una muerte digna o fue un caso particular?
Hay una sentencia que va a sentar un precedente y reconoce que la muerte digna es un derecho fundamental. Ahí hay un desafío en la definición, yo trato de dar pedagogía para definirlo de acuerdo a los tribunales que mejor lo han hecho, como es el caso de la Corte Constitucional de Colombia que el derecho a la muerte digna como el derecho a poner fin a la vida cuando seguir prolongándola es contraria a la idea propia de dignidad. Ese derecho se basa en la autonomía y la dignidad. La existencia al derecho a la muerte digna, que antes ningún juez lo había reconocido, sienta un precedente para que otras personas puedan invocarlo a través de un proceso judicial. Lamentablemente, en el caso de la eutanasia como forma de ejercer a la muerte digna, la excepción que se hizo solamente se restringió al caso de Ana. Creo que el reconocimiento al derecho de la muerte digna debería llevar a la despenalización de ese delito. No se puede hablar que existe un derecho a decidir si me estas restringiendo una opción que es una forma de ejercer ese derecho a una muerte digna.
¿Existen otras alternativas?
Existe otra forma de ejercer el derecho a la muerte digna que no es un delito y es lo que en términos técnicos se llama la adecuación del esfuerzo terapéutico o lo que está reconocido en la ley como el rechazo al tratamiento médico. Si una persona es dependiente de una medida sin la cual no podría segur prolongando la vida, puede decir que no consiente más esta medida y la obligación del médico es retirarla para que esta pueda dar pase a una muerte natural. La justicia ya ratificó que es legal y los médicos tienen que respetar esta voluntad. Eso no se sabe con mucha frecuencia y algunos médicos siguen pensando que es eutanasia, pero no es un delito y está contemplado en la ley general de salud.
Si bien la eutanasia todavía no fue legalizada, ¿considera que a nivel social existe más aceptación por esta alternativa?
Creo que son muchísimos más los que están a favor. Nuncia había recibido tantas muestras de admiración, amor y cariño a nivel mundial. En Sudamérica tienen a Ana como un rostro firme en la defensa de un derecho. En el caso de Ecuador, Paola Roldán utilizó la jurisprudencia del caso de Ana y ella ha sido testigo de cómo su caso estaba permitiendo que en otros países se estuviese librando la lucha para despenalizar la eutanasia. Creo que son muchísimas más las personas que están sensibilizadas sobre la importancia de garantizar el derecho a una muerte digna y esto poco a poco ira llegando a una discusión abierta .
¿Cuál era el legado que Ana Estrada deseaba dejar al partir?
Ana luchó para conquistar su derecho a la muerte digna, pero al hacerlo robusteció la defensa no sólo de su derecho sino de los derechos del resto. Luchaba pensando también en el resto y en el legado que deja para la sociedad peruana. La lucha por el derecho a la muerte digna no es solamente para morir con dignidad sino para vivir con dignidad. Es una lucha que converge una serie de principios que debe orientar el actuar del Estado y derechos que tienen que ver con la dignidad y respetarla de principio a fin. La muerte es un proceso por el que todos vamos a transitar y no tiene que ser en sufrimiento. Ana nos enseño que se puede tomar el control de la vida hasta el final y ese es el justo actuar si uno quiere hacerlo. El derecho está para el que lo necesite. El que piense que solamente Dios te puede quitar la vida está bien, pero estas opiniones no pueden imponer a quienes no desean este curso de acción. Ana también luchó por estos derechos que son obstaculizado por un Estado que se niega a ser laico. Es una lucha que comprende varias luchas que no son individuales sino colectivas, y eso lo sabía bien Ana.