La Comisión Independiente para Prestaciones de Reconocimiento (Unabhängige Kommission für Anerkennungsleistungen – UKA) examina la plausibilidad de los testimonios. En el caso de Markus M., Ansgar Schreiner, ex director del juzgado de primera instancia de Germersheim y hasta septiembre del año pasado encargado independiente de abusos de la diócesis de Espira, elevó una solicitud de reconocimiento del sufrimiento padecido a la Comisión para la Atención de Abusos Sexuales (Komission zur Aufarbeitung des sexuellen Missbrauchs), con sede en Bonn. La Iglesia no habla de indemnización, aclara Markus, pues judicialmente los hechos han prescrito.
Markus recibió la suma de 3,000 euros. Ansgar Schreiner logra, tras una conversación con Andreas Sturm, vicario general de la diócesis de Espira, la suma adicional de 2,000 euros, pero nada más. Tienen las manos atadas, asegura la víctima de abusos que dicen las autoridades eclesiásticas. Una solicitud posterior y más detallada a la UKA resultó en el reconocimiento de una prestación de 5,000 euros que, sin embargo, no le fueron transferidos a Markus debido a que ya había recibido dinero anteriormente.
Markus M. es muy crítico respecto a la labor realizada por la Comisión. «La UKA es una organización de coartada de la Conferencia Episcopal», asevera. No es transparente y trabaja muy lentamente. No está claro cuáles son los criterios para determinar los montos a pagar, y las prestaciones inferiores a los 10,000 euros ni siquiera son registradas en el listado público.
Markus es consciente de que cuando una persona es violentada sexualmente, las consecuencias se arrastran durante toda la vida. «Yo me he enterado de cosas inauditas», dice el septuagenario refiriéndose a acontecimientos ocurridos en el hogar infantil de la Engelsgasse en Espira. Hay casos de quienes no pueden ducharse sin antes desatornillar el cabezal de la ducha, porque con este artefacto fueron abusados analmente. A un niño de 8 años le fue arrancado el prepucio de un mordisco. Markus sabe de niños con sangre corriéndoles por las piernas.
Mientras tanto, ha presentado una tercera solicitud para reconocimiento del sufrimiento padecido, ante lo cual el obispo de Espira, Karl-Heinz Wiesemann, lo invitó en febrero a él junto con su mujer al palacio episcopal. De nuevo relató detalladamente lo que le había sucedido. «Eso fue muy doloroso para mí, hasta el punto de derramar lágrimas». Sin embargo, el obispo no tiene la potestad de elevar la suma de la prestación concedida, dice Markus que fue el resultado de la conversación.
A pesar de todo, está convencido de que puede motivar a otros a hablar de sus experiencias de abuso y a confrontar a la Iglesia católica con los reprochables actos de sus dignatarios eclesiásticos. Por eso mismo, ha aceptado a ser uno de los nueve miembros honoríficos del Consejo Consultivo (de Sobrevivientes de Abuso Sexual) de la diócesis de Espira, fundado en abril de 2021 por Bernd Held, entonces de 55 años, quien también fue víctima de abusos a los 13 años por parte de dos religiosos en un liceo de Homburg. El objetivo de este consejo es ayudar a que se vea el abuso desde la perspectiva de los afectados, lo cual no siempre se logra. Como actual presidente del consejo, Held es de la opinión de que el tema del abuso eclesiástico ha obtenido una amplia difusión en los doce años transcurridos desde que en 2010 salieran a la luz los casos del Colegio Canisio de Berlín. Sin embargo, «la Iglesia católica hace como que estuviera procesando el asunto, pero nada resulta de eso».
La experiencia de Markus M. en su búsqueda de una justa compensación económica por los daños sufridos resulta más dolorosa ante uno de los más recientes escándalos en la Iglesia católica alemana, a saber, que el arzobispado de Colonia, según informa la Süddeutsche Zeitung, pagó entre los años 2015 y 2016 las deudas de juego de un presbítero de la arquidiócesis. ¿El monto total, que incluía amortización, intereses e impuestos? Aproximadamente 1’150,000 euros. Y el dinero salió de un fondo especial que sirve, entre otras cosas, para pagar las reparaciones a las víctimas de abusos. Una raya más al tigre para el impresentable cardenal Rainer Maria Woelki, arzobispo de Colonia, que se encuentra ya desde hace tiempo en la cuerda floja. «Cuando se trata de sus clérigos, no hay sacrificio demasiado grande para la Iglesia, su protección y la protección de la imagen de la institución vale casi cualquier precio», comenta, en una entrevista con t-online del 18 de abril de este año, Matthias Katsch, sobreviviente de abusos del Colegio Canisio de Berlín y fundador de Eckiger Tisch, una asociación defensora de los derechos de las víctimas de abuso eclesiástico.
Las cifras sobre abusos son sólo referenciales y no reflejan la verdadera magnitud del abuso sexual en la Iglesia católica, considerando que una inmensa multitud de afectados nunca llegan a verbalizar su experiencia de abusos, manteniendo el silencio al respecto durante toda su vida. Son vidas dañadas cuyo sufrimiento no se puede expresar en cifras, pero cuyas historias merecen ser conocidas sin que sus protagonistas deban temer consecuencias de parte de los abusadores y de la institución que los protege. Por eso mismo, un relato biográfico más, con perfil personal aun cuando el testigo decida proteger su identidad bajo un seudónimo, es un grano más de arena para lograr que las cosas cambien. Una historia más sí importa.
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