abuso espiritual

El trecho en carretera desde el pueblo de Lambsheim (Renania-Palatinado) —donde actualmente resido— hasta la ciudad de Dortmund (Renania del Norte-Westfalia) es de unos 330 kilómetros, pero el pasado sábado 27 de abril valía la pena hacer ese recorrido de entre tres y cuatro horas. Pues en Dortmund, en un evento organizado por las Misiones Católicas de Habla Española, iba a dar una conferencia —“Sanando las heridas espirituales provocadas por el maltrato”— el sacerdote español Luis Alfonso Zamorano (nacido en 1974), miembro de la Fraternidad Misionera Verbum Dei.

Para mayor detalle, el P. Zamorano realizó labor pastoral en Chile durante veinte años y es magíster en acompañamiento psico-espiritual por la Universidad Alberto Hurtado de los jesuitas, con sede en Santiago de Chile. También es autor de un informe sobre las Siervas del Plan de Dios, la comunidad de monjas fundada por Luis Fernando Figari, detallando en ese informe los graves abusos que se cometieron en perjuicio de muchas de sus integrantes, similares a los abusos que muchos experimentamos en el Sodalicio de Vida Cristiana. Según lo dicho por el P. Zamorano en su conferencia en Dortmund, de esta comunidad se habrían retirado unas cincuenta monjas, veinticinco de las cuales sufrirían de fibromialgia, «una enfermedad crónica que se caracteriza por dolor musculoesquelético generalizado, con una exagerada hipersensibilidad […] en múltiples áreas corporales y puntos predefinidos […], sin alteraciones orgánicas demostrables” (Wikipedia en español). Lo cual confirmaría lo que muchos sospechábamos: que la espiritualidad sodálite sería un caldo de cultivo de muchas enfermedades, sobre todo psíquicas y psicosomáticas.

Para muchos de los asistentes, en su mayoría jóvenes católicos residentes en Alemania y provenientes de varios países de Latinoamérica, lo que escucharon del P. Zamorano fue algo novedoso. Si bien para mí nada de lo que dijo fue algo que yo ya no supiera, lo que sí me sorprendió es escuchar por primera vez de labios de un cura católico una exposición tan detallada y estructurada sobre la temática de los abusos en la iglesia católica, sin intentar una justificación sembrada de excusas encubridoras, atribuyendo el problema a unas cuantas manzanas podridas, como ya hemos escuchado en varias ocasiones de clérigos desde los más altos niveles hasta de quienes ostentan poca autoridad, manteniendo la creencia en la santidad de un sistema eclesiástico que, tal como existe en la actualidad, propicia que se cometan abusos.

El P. Zamorano fue deconstruyendo varios de los mitos que existen sobre los abusos en la Iglesia:

– que el abuso sexual es lo mismo que violación, cuando en realidad abarca una amplia gama de acciones, muchas de las cuales pueden darse sin que haya habido contacto físico entre el abusador y su víctima;

– que los niños olvidan rápidamente lo sucedido, sobre todo si se trató solamente de tocamientos, cuando en realidad bastan unos cuantos segundos para marcar un antes y un después en toda una vida;

– que sólo los varones menores de edad sufren abusos, cuando en realidad también hay muchos abusos en perjuicio de niñas;

– que el abusador suele ser una persona extraña o ajena a la víctima, cuando en realidad forma parte del entorno cercano de la víctima, es una persona de confianza y suele despertar la simpatía de quienes le conocen;

– que el abusador es una persona con trastornos psicológicos o con una sociopatía, cuando en realidad esto no tiene que ser cierto, y el abusador suele ser la mayoría de las veces una persona considerada normal pero con carencias afectivas;

– que la homosexualidad de algunos clérigos y religiosos tendría una relación directa con los abusos, cuando en realidad no existe esa relación, pues eso sería como atribuirle a la heterosexualidad la existencia de tantas violaciones de mujeres;

– que la justicia y reparación son menos importantes que la sanación espiritual y psicológica y, por lo tanto, las víctimas no deberían necesariamente exigirlas y deberían contentarse con poder dar vuelta a la página, cuando en realidad la justicia y reparación forman parte importante del proceso de sanación;

– que las víctimas, sobre todo en contextos cristianos, deben perdonar a sus agresores para lograr la paz interior, cuando en realidad el perdón no puede ser exigido como requisito a ninguna víctima, pues se trata de una decisión autónoma que ésta tomará o no, si lo considera necesario y se encuentra preparada para hacerlo, resaltando además que el perdón no significa de ninguna manera renunciar ni a la justicia ni a la memoria de lo sucedido.

Respecto a este último punto, señaló que el tema del perdón suele ser manipulado para revictimizar a los afectados por abusos, sobre todo cuando éstos, con todo derecho, no están todavía dispuestos a perdonar.

Pero tal vez lo mas interesante es que el P. Zamorano incidió en que a cualquier abuso le precede un abuso espiritual, utilizando el abusador no sólo la autoridad y el ascendiente que le da su investidura religiosa para perpetrar el delito, sino también la misma religión como justificación de sus actos. «Las víctimas llegan a creer que Dios es cómplice del abuso», ha declarado una vez el P. Zamorano. Y por eso mismo, para muchos el proceso de sanación pasa por un rechazo de toda creencia religiosa.

Luis Alfonso Zamorano ha plasmado sus reflexiones e investigaciones en dos libros:

“Ya no te llamarán ‘abandonada’: Acompañamiento psico-espiritual a supervivientes de abuso sexual (2019)” y “Te llamarán ‘mi favorita’: Sanando la herida espiritual provocada por los abusos” (2024), ambos publicados por la editorial católica española PPC.

Como también es cantautor, el P. Zamorano terminó su ponencia cantando, acompañado de su guitarra, una canción sobre el tema de sanación de las heridas, compuesta por él mismo. Como yo también lo soy, le hice llegar vía WhatsApp una grabación casera con una canción que compuse hace más de un lustro y que lleva el título de “Sobreviviente”.

Esta canción —hecha de la carne, hueso y sangre de mi propia biografía, como otras muchas que he compuesto— adquirió un significado especial para mí durante el encuentro efectuado en septiembre de 2023 en Roma, organizado por Ending Clergy Abuse, una asociación internacional de víctimas de abuso eclesial. Había en ese encuentro sobrevivientes de abusos originarios de países de los cinco continentes, creyentes y no creyentes, personas de diversa orientación sexual (heterosexuales, homosexuales, transgénero), todos comprometidos en acabar con el abuso que el sistema eclesiástico favorece y permite. Las manifestaciones pidiendo “tolerancia cero” para los abusadores y encubridores que los protegen las efectuamos cerca del Vaticano, con cobertura de la prensa internacional. En otro momento quienes hablábamos español tuvimos una reunión aparte en el hotel, al final de la cual canté mi canción “Sobreviviente” a viva voz, poniendo en ella alma, corazón y vida. Terminada mi interpretación, había lágrimas en la mayoría de los ojos y comprendí lo que también me escribió el P. Zamorano después de escucharla: «es un tema potente».

He aquí la letra de esta canción mía:

SOBREVIVIENTE

Autor y compositor: Martin Scheuch

adiós infancia querida / que ya no revivirás / ahogada por la inmundicia / de quien fingía bondad

adiós juventud perdida / que ya nunca gozarás / de los delirios de savia nueva / descubriendo la vida / ventura que fue encerrada / secuestrada / aprisionada / enrejada en su corazón

jamás te rendiste en tu guerra / sobreviviente / jamás sometiste tu esfera / sobreviviente / aunque estrías severas / surquen tu alma y cantera / pero no tu madera / sobreviviente

quisiste alcanzar una estrella / sobreviviente / quisiste alumbrar primaveras / sobreviviente / restañando las mellas / en tu huella señera / izarás tu bandera / sobreviviente

adiós inocencia mordida / por fauce tan criminal / el colmillo de la insolencia / fachada de santidad

adiós libertad herida / soñando volver a volar / en la frescura de la insurgencia / sin temor ni obediencia / fraguando una firme entraña / liberada / germinada / emancipada de la sumisión

jamás te rendiste en tu guerra / sobreviviente / jamás sometiste tu esfera / sobreviviente / aunque estrías severas / surquen tu alma y cantera / pero no tu madera / sobreviviente

quisiste alcanzar una estrella / sobreviviente / quisiste alumbrar primaveras / sobreviviente / restañando las mellas / en tu huella señera / izarás tu bandera / sobreviviente

cuerda valiente / piedra sangrante / rueda sufriente / vena doliente

voz inquietante / sol renaciente / luz transparente / sobreviviente

Para terminar, quiero citar unas declaraciones que el mismo P. Zamorano le hizo en marzo de 2019 al periódico digital español Público:

«El abuso sexual es el Everest de todos los traumas. No lo digo yo, sino el pianista James Rhodes, y te puedo asegurar que lo he constatado. Es como un bombazo en el aparato psíquico del menor con consecuencias impredecibles. Fíjate que los psiquiatras para describir las consecuencias psicológicas que sufren estas víctimas usan el término de estrés post traumático, el mismo que se da a los supervivientes de las guerras. Los abusados son auténticos supervivientes, es una hazaña seguir adelante después de algo así».

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Hace 55 años, en febrero de 1968, los Beatles —junto con sus esposas y asistentes— llegaron a la India para participar en un curso de meditación trascendental en el ashram del gurú Maharishi Mahesh Yogi, lo cual impulsaría en la banda una ola de composición creativa que nos ha dejado como legado unas 30 canciones, 18 de las cuales fueron incluidas en el álbum blanco “The Beatles”, obra maestra del rock.

Ringo Starr regresaría a Inglaterra sólo diez después, aburrido ante lo que le parecía un campamento familiar. Paul McCartney se iría después de un mes de estadía debido a que tenía otros compromisos comerciales. John Lennon y George Harrison permanecerían cerca de seis semanas, dejando repentinamente el ashram tras desacuerdos financieros con el Maharishi, a lo cual se sumaron rumores del comportamiento inadecuado que éste tenía con algunas de sus discípulas. Incluso se habló de un intento de abuso sexual de la actriz Mia Farrow, que también se encontraba allí.

 

Como consecuencia, Lennon escribiría una de las canciones más polémicas de los Beatles, originalmente intitulada “Maharishi”, pero que luego —a fin de evitar controversias y problemas en su difusión comercial— fue renombrada como “Sexy Sadie”, convirtiendo al personaje al que está dedicado en una mujer y quitándole algo de la mordiente que originalmente tenía.

Estos son algunos extractos de esta canción:

Sexy Sadie, what have you done?

You made a fool of everyone

You made a fool of everyone

Sexy Sadie, oh, what have you done?

Sexy Sadie, you broke the rules

(Sexy Sadie, ¿qué has hecho?

Le tomaste el pelo a todos

Le tomaste el pelo a todos

Sexy Sadie, oh, ¿qué has hecho?

Sexy Sadie, rompiste las reglas)

Sexy Sadie, how did you know?

The world was waiting just for you

The world was waiting just for you

Sexy Sadie, oh, how did you know?

Sexy Sadie, you’ll get yours yet

However big you think you are

However big you think you are

Sexy Sadie, oh, you’ll get yours yet

We gave her everything we owned just to sit at her table

(Sexy Sadie, ¿cómo lo supiste?

El mundo te esperaba sólo a ti

El mundo te esperaba sólo a ti

Sexy Sadie, oh, ¿cómo lo supiste?

Sexy Sadie, aún recibirás lo tuyo

Por muy grande que creas que eres

Por muy grande que creas que eres

Sexy Sadie, oh, aún recibirás lo tuyo

Le dimos todo lo que teníamos solo para sentarnos a su mesa)

Tras esta experiencia, Lennon se convertiría en un crítico mordaz de las religiones organizadas desde una postura humanista atea, mientras que McCartney optaría por una espiritualidad deísta en privado y sin publicidad, mientras que Starr y Harrison —sobre todo este último— mantendrían en público y en privado una admiración por las religiones védica e hinduista de la India.

Las prácticas abusivas de la organización de la Meditación Trascendental, fundada por el Maharishi Mahesh Yogi, serían develadas posteriormente en el documental “David Wants to Fly” (2010) del cineasta alemán David Sieveking, quien, llevado por su admiración hacia el renombrado director de cine David Lynch —uno de los promotores de la Meditación Trascendental— recibiría autorización para hacer un documental sobre el grupo para finalmente descubrir prácticas sectarias y —cómo no, por supuesto— un gran negocio de millones dólares a su sombra.

Harrison se reconciliaría posteriormente con el Maharishi, y McCartney y Starr participaron en 2009 en un concierto de la Fundación David Lynch para recaudar fondos para la Meditación Trascendental. Tanto Harrison como McCartney consideraron que lo que se dijo sobre el Maharishi fueron simplemente rumores no corroborados, y creyeron en su inocencia.

Sin embargo, lo que describe Lennon en su canción encaja perfectamente dentro de lo que se conoce como “abuso espiritual”, el humus donde se incuban los demás abusos en organizaciones que pretenden darle un sentido último a la vida de sus integrantes.

Curiosamente, no fue en un contexto arreligioso donde tal vez se haya usado por primera vez este término, sino en el ámbito cristiano en los Estados Unidos. En 1991 apareció publicado el libro “The Subtle Power of Spiritual Abuse” (“El sutil poder del abuso espiritual”). Sus autores son David Johnson, pastor evangélico de la Iglesia de la Puerta Abierta (The Church of the Open Door), y Jeff VanVonderen, conferencista y consultor especializados en temas de adicción, iglesia y bienestar familiar. Se trata de un libro escrito por cristianos para cristianos.

Queda claro desde un principio que la religión no es el problema, sino el uso abusivo que hacen de ella algunos líderes y consejeros espirituales con puestos de responsabilidad en las iglesias cristianas, si bien lo que dicen podría aplicarse también a organizaciones fuera del ámbito cristiano. Y dentro de esa lógica, sustentándose en citas bíblicas —sobre todo del Nuevo Testamento—, muestran cómo en una vivencia auténtica del mensaje cristiano original y su ética no hay lugar para los abusos espirituales que se constatan en las iglesias cristianas.

La definición que dan ambos autores es la siguiente:

«El abuso espiritual es el maltrato de una persona que necesita ayuda, apoyo o un mayor empoderamiento espiritual, con el resultado de debilitar, socavar o disminuir ese empoderamiento espiritual».

En otras palabras, el abuso espiritual daña profundamente a las personas que lo sufren, pues afecta su núcleo más íntimo, aquél que lo vincula con la trascendencia y le da sentido a su vida.

Los autores señalan siete características de los sistemas abusivos espirituales y detallan los efectos sobre las víctimas de estas relaciones basadas en la vergüenza (o humillación), cosa que ellos designan como “impotencia aprendida”.

1. Postura de poder (de los líderes), que tiene como consecuencia una imagen distorsionada de Dios; alto nivel de ansiedad basado en otras personas o circunstancias externas; un deseo exagerado de complacer a los demás; una alta necesidad de ser castigado o pagar por errores para sentirse bien; ignorar tu «radar» porque estás siendo «demasiado crítico»; alta necesidad de estructura; dificultad para decir «no»; permitir que otros se aprovechen de ti.

2. Preocupación por el rendimiento, que lleva al perfeccionismo, o rendirte sin intentarlo; hacer sólo aquellas cosas en las que eres bueno; falta de autodisciplina; no poder admitir errores ni cometerlos; visión de Dios como más preocupado por cómo actúas que por quién eres; no poder descansar cuando estás cansado; no poder divertirte sin sentirte culpable; alta necesidad de aprobación de los demás; sentido de vergüenza o autojustificación; ser exigente con los demás; eres duro con tus hijos, o no esperas lo suficiente de ellos; visión negativa de uno mismo, incluso odio hacia uno mismo; autocrítica negativa; avergonzar a los demás; habilidades defensivas (culpar, racionalizar, minimizar, mentir); dificultad para perdonarse a uno mismo; dificultad para aceptar la gracia y el perdón de Dios; sentirse egoísta por tener necesidades; preocupación excesiva por rescatar a otros de las consecuencias de sus comportamientos.

3. Reglas tácitas (no expresas), que lleva a tener un gran «radar», o la habilidad para coger la tensión en situaciones y relaciones; capacidad para descifrar los mensajes ambiguos de los demás; decir las cosas en código en lugar de decir las cosas directamente; hablar de las personas en lugar de hablar con ellas; esperar que los demás conozcan tu código; interpretar otros significados en lo que dicen las personas.

4. Falta de equilibrio, que deviene un una alta necesidad de controlar los pensamientos, sentimientos y comportamientos de los demás; estar desconectado de los propios sentimientos, necesidades y pensamientos; suponer qué es normal; enfermedades relacionadas con el estrés; permitir continuamente que personas no seguras se acerquen; formas extremas de negación, incluso delirio.

5. Paranoia, que lleva a la sensación de que si algo está mal o te molesta, tú debes haberlo causado; la sensación de que si hay un problema, tú debes resolverlo; sentir que nadie más te entiende; sentirse amenazado por opiniones que difieren de las tuyas; temer tomar riesgos saludables; desconfiar o tener miedo de los demás; establecer límites que mantienen alejadas a las personas seguras; sentimientos de culpa cuando no has hecho nada malo; dificultad para confiar en las personas.

6. Lealtad fuera de lugar, que conduce a la necesidad obsesiva de tener la razón; ser crítico con los demás; interrogar a los demás con intensidad; mente cerrada; miedo a ser abandonado; posesivo en las relaciones.

7. Código de silencio, que te convierte en puramente autoanalítico; rebelándose contra la estructura; sentirse solo; llevar una doble vida; ser intermediario de mensajes para las personas; incapacidad para pedir ayuda.

Quienes hemos pasado por el Sodalicio de Vida Cristiana hemos experimentado muchos de estos síntomas, lo cual demuestra que estábamos inmersos en un sistema espiritual abusivo, que en algunos ha llevado a echar por la borda todo tipo de creencia y práctica religiosa en bloque (incluso las manifestaciones auténticas), mientras que otros hemos tenido que reconstruir nuestro sistema espiritual y nuestra relación con la trascendencia dentro de otras coordenadas. Ambas han sido estrategias de supervivencia, que —según el caso— nos han permitido encontrar nuevamente el verdadero rostro de nuestra humanidad. Lo triste del asunto es que no todos lo logran, y los efectos deshumanizadores del sistema sodálite, producidos por el abuso espiritual, persisten en ellos.

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