conducta insidiosa

Haría bien el Congreso en ya no volver a darle permisos a la presidenta Boluarte para viajar al extranjero. Las mentiras con las que ha sostenido sus viajes anteriores -todos ellos perfectamente inútiles para los intereses nacionales- la desacreditan para volver a las andadas.

Que viaje la presidenta, pero al norte, donde las obras de prevención contra el fenómeno del Niño no avanzan al paso debido, al sur, donde la gente la aborrece, pero donde, justamente por ello, es menester reconstituir la imagen presidencial.

Que se quede en Lima y se aboque a reunirse con su ministro de Economía y busque algún remedio a la crisis económica que transitamos y que radica básicamente -además de las políticas contractivas necesarias del BCR- en la ausencia de confianza del sector empresarial para invertir; que haga lo propio con su ministro del Interior, a ver si encuentra una fórmula, que no sean los populistas estados de emergencia, para aliviar la ola de crimen organizado que agobia a la ciudadanía en todo el territorio nacional; que coordine una agenda de supervisión con la ministra de Vivienda para constatar in situ qué pasa con los presupuestos destinados a la prevención del Niño y que no se gastan como es esperado.

La oposición no existe y eso parece que le da tranquilidad a la gobernante para hacer lo que le venga en gana, con absoluta impunidad. Pero viene creciendo en el hemiciclo una sensación de malestar y fastidio por lo que consideran una conducta insidiosa de Palacio. La estabilidad mediocre que se ha instalado, de la mano del Ejecutivo y del Congreso, puede romperse si esa alianza tácita entre ambos poderes se empieza a resquebrajar.

Sería bueno que algo semejante ocurra. Sin una oposición que le marque la agenda al gobierno vamos camino a una mayor crisis económica, política y social, con las imprevisibles consecuencias electorales que ello generará para el 2026. Con una oposición más beligerante, lo natural, como sucede en toda democracia que se respete, es el que gobierno sometido a exigencia, mejore, no que empeore. Ello sería una buena noticia y podría cambiar el rumbo de colisión al que vamos, a paso fijo, para los próximos comicios.

La del estribo: nunca imaginé el placer de leer a Shakespeare en su versión original. Lo acabo de hacer, con Romeo y Julieta, la tragedia acontecida en Verona, narrada, como obra de teatro, por el genio británico, gracias, una vez más, a la agenda maravillosa del Club del Libro que dirige Alonso Cueto. Entre a Patreon y allí lo encuentra. Lo recomiendo.

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