DEA

[EN LA ARENA] Los países de América Latina hemos tenido diversos tipos de relación a lo largo de los últimos dos siglos. Nos unimos para enfrentar a la corona española, pero luego surgieron conflictos entre nosotros por delimitar fronteras. Recordemos las guerras entre Estados Unidos y México, la creación de los países centro americanos o las disputas entre Perú y sus países vecinos, ni hablemos de Bolivia que terminó sin salida al mar. A la par que sucedían estos conflictos territoriales, también nos costaba muchísimo instaurar la democracia dentro de cada país. Las dictaduras fueron tantas, sean por la imposición de un solo partido o por golpe de estado militar que llegaron a ser un rasgo distintivo de un país latinoamericano. Incluso surgió una novela de la dictadura, que planteó como reto el intentar conocer la mente del dictador y la crueldad con la que sometía a sus enemigos.

Otro elemento que nos ha unido ha sido el control que Estados Unidos ejerció sobre nuestras economías, nuestra cultura y nuestras legislaciones a lo largo del siglo XX. De modo que Estados Unidos reemplazó a España como esa suerte de enemigo mayor al que le conviene fomentar grandes brechas económicas y educativas para mantener una mano de obra más que barata en cada país donde sus grandes empresarios invertían. En muchos casos los dictadores eran obra de su angurria.

Víctimas de persecuciones, muchos hombres y mujeres latinoamericanos se asilaban en países vecinos, para contar con el apoyo de un aparato estatal. Y así nos hermanaba el refugio político y la producción cultural que iba de la mano, plena de canciones, poemas y películas, develando el castigo de quienes luchaban por cambiar las condiciones de indigencia en la que se encontraban grandes sectores de todo el continente.

Cuando en la década del 70 funda Estados Unidos la dirección de Administración de Control de Drogas, la DEA, emergen la producción de cocaína y marihuana como productos comerciales que no sólo se consumirían dentro del continente, sino que se exportaría hacia un mercado global. El narcotráfico se impuso una década después como un nuevo vínculo que nos uniría de manera ilegal por razones de producción, comercialización y consumo.

Dictaduras van, carteles de narcotráfico vienen, con el arribo del modelo neoliberal, a fines del siglo pasado, parecía que ya no necesitarían dictaduras y otros sistemas ineficientes, provocadores de pobreza, lastres que impedían que la democracia y la riqueza florecieran en nuestros países, a quienes ya les había llegado el momento de trabajar entre sí. Mayores alianzas entre los países, mejores ganancias y con ello, la llegada del buen y democrático libre comercio. Pero este ideal no funcionó, la pobreza siguió creciendo, las dictaduras reaparecieron y la población empezó a migrar hacia los países vecinos en grandes cantidades sin histórica comparación. Siendo siempre Estados Unidos la meca, otros países también nos recibimos: peruanos fuimos a Chile y Argentina, centroamericanos a México o Venezolanos a Perú.

Con la migración, el narcotráfico y la necesidad de armas para cárteles y guerrillas, la trata de personas y otros crímenes se han vuelto actos cotidianos. Nuestro nuevo vínculo con Ecuador ha quedado clarísimo: abarca hasta miembros de las fuerzas armadas peruanas, quienes trafican armas para fortalecer a Los Choneros o Los Tiguerones, aliados de otros cárteles mexicanos, como el de Sinaloa, con muchísimo poder. Sus historias ya no se narran tanto en novelas, como en series, películas y en los programas de noticias. Su música ya no es la salsa reflexiva, la nueva trova o el rock en español (ese que desafiaba al compuesto en inglés), sino un ritmo reguetón que recrea las aventuras de jóvenes armados dispuestos a tomar canales de televisión, universidades, a quemar autos, a matar como en Guayaquil.

En eso devino la economía liberal e ilegal que hoy nos hermana. Esta en nuestras manos organizarnos, como continente, ponerle fin y dar comienzo a vínculos que nos ayuden a resolver realmente los retos de una población que ya no podemos dejar que continúe en manos de la pobreza y el horror.

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