Fallo de la Haya

El fallo pronunciado por el Juez Peter Tomka en Ámsterdam, Holanda, sobrecogió a peruanos y chilenos la mañana del 27 de enero de 2014. Nuestro agente ante la Corte, el embajador Allan Wagner Tizón, lo describió como una montaña rusa, pues por momentos daba la impresión de que ganábamos y por momentos parecía lo contrario. Finalmente, el Fallo nos otorgó 50 mil de los 66 mil kilómetros cuadrados en disputa, lo que representa, en toda la historia del Perú, la única vez en la que nuestra área geográfica ha aumentado. Tomemos en cuenta, como referencia, que 50 mil kilómetros son poco más de tres veces la superficie de la región Tacna y casi equivalen a la extensión de la región Arequipa.  

Pero el Fallo de la Haya es una victoria que puede y debe interpretarse de otra manera. Desde Torre Tagle la consigna fue clara: había que defender la postura ante la Corte y, en simultáneo, fortalecer las buenas relaciones con el vecino, que no se entendiese el litigio como una guerra o ajuste de cuentas histórico, sino como la resolución pacífica de una controversia a través de las herramientas del derecho internacional. Visto así, todo el procedimiento, y la manera de llevarse a cabo, podían sentar no solamente un precedente, sino también un parteaguas: un momento en la historia desde el cual el Perú y Chile hicieron las cosas distintas, para mejor, apuntando a que la interrelación socioeconómica existente, se fortalezca a través de la confianza mutua y la integración entre sus pueblos. 

Hoy, el proceso que siguió el Estado Peruano en la CIJ hasta conocer el Fallo voltea a mirarnos e interpela a nuestro presente. Tres gobiernos estuvieron involucrados en la lucha por el mar: el de Alejandro Toledo -con la participación del canciller Manuel Rodríguez Cuadros- que sentó las bases para el litigio; el de Alan García -con la participación el canciller José Antonio García Belaúnde- que presentó la demanda y logró un decisivo acuerdo fronterizo por intercambio de notas con Ecuador en 2011, que partió de una gestión personal del exmandatario, fundamental para nuestra causa pues gracias a este el vecino del norte se abstuvo de participar; y, finalmente, el de Ollanta Humala -con la participación del canciller Rafael Roncagliolo- que gestionó la unificación del Perú a través de la prensa, independientemente de posturas políticas e ideológicas, y que manejó de manera impecable la fase final del litigio, así como  la fase inmediata posterior cuando la Sentencia se aplicó*. En esta última circunstancia, las armadas del Perú y Chile demarcaron de manera conjunta la nueva frontera marítima en marzo de 2014, apenas dos meses después de que la Sentencia fuese anunciada. De esta manera,  ambos países ratificaron, en las instancias finales del proceso, su vocación de integración y de resolver la controversia dentro de los márgenes del derecho internacional.  

Recuerdo el día del fallo, cuando me paseaba por los canales de televisión, al igual que tantos otros voceros oficiosos de las más diversas tendencias, explicándole al Perú lo que estaba sucediendo, y una periodista chilena me comentó: en el Perú pregunto y todos me responden lo mismo, en Chile pregunto y cada quién se va por su lado. Sin pretender una crítica al vecino en una fecha que algún día debemos conmemorar juntos, quiero resaltar lo que el Litigio nos dio y hemos perdido después: la política de Estado y la unidad nacional en pro de grandes metas para el beneficio de toda la sociedad. ¿Por qué solo cuando se trata de Chile? ¿por qué no hacerlo por nosotros mismos, para promover el progreso material y espiritual del país? Hace 10 años Torre Tagle dio el ejemplo, es hora de continuarlo.  

* Ciertamente, hubo muchas más personalidades e inclusive más cancilleres involucrados en el proceso. Enumerarlos a todos y todas, implicaría tomarme casi todo el espacio de la presente nota y el riesgo de omitir a alguno. A todos ellos la gratitud del país entero.

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[EN EL PUNTO DE MIRA] «El Perú históricamente no pudo llegar de manera bilateral a un acuerdo sobre los límites marítimos con Chile. El vecino del sur se amparó por largo tiempo en los límites pesqueros que tenía con el país. Estos límites pesqueros, sostenían los chilenos, estuvieron avaladas décadas consuetudinaria y legalmente por ambos países. Pero no fue así. El Perú presentó a la Corte de la Haya una demanda que solucionase este problema limítrofe. Mediante un tercero imparcial. Así fue. El 27 de enero del 2014 se dictó la sentencia, resolviendo un problema histórico entre ambos países»

¿Cuál fue la estrategia para llevar la demanda a la Haya y lograr pacíficamente una salida favorable sobre los límites marítimos? Todo empieza en 1986, en el primer gobierno de Alan García. En ese entonces, el Presidente envió a dialogar al exembajador Hugo Otero con el dictador Pinochet sobre el tema. Hubo conversaciones entre tensas y cordiales. Salió a la luz el informe Bákula. Pero ahí quedó.

El año 2008 se retoma este pendiente. Gobernaba nuevamente Alan García. En el vecino país del sur gobernaba Michelle Bachelet. Ese año se presentó la demanda a la Haya. Era el camino. Que un tercero de reputación jurídica internacional intachable decida un problema histórico entre ambos países.

Pero faltaba una cuestión histórica por zanjar al Perú para que la decisión de la Corte nos sea favorable. Ecuador. Con el vecino del norte tuvimos también por mucho tiempo límites pesqueros y no marítimos. El 2011, previo acercamiento amistoso entre los presidentes Alan García y Rafael Correa, se firmó el tratado marítimo. Solucionamos pacíficamente dicho problema.

El 2014, la Corte de la Haya dictó sentencia, recuperando el Perú 50.000 kilómetros de mar. Han pasado nueve, hay que recordarlo.

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